La Casa

Como un día que crees que es nefasto se xonvierte en el mejor de tu vida

Vaya noche, y ahora el coche comienza a dar tirones. A unos dos kilómetros se veía luz en lo que parecía ser un poblado de tres o cuatro casas. El sol iba retirándose y comenzaba a anochecer, hacía muchísimo calor. Salí de la carretera y llegué al poblado. En la calle había un grupo de tres hombres bastante gordos en short y camisetas sin mangas, parecían bastante sucios y tenían mala pinta, pero como el coche había dejado de funcionar no tuve más remedio que dirigirme a ellos.

  • Buenas noches, ¿hay algún mecánico en el pueblo?

  • No jefe, aquí no hay ninguno.

  • No habrá entonces un teléfono para avisar a la grúa.

  • Sí, dentro tiene uno. Pero antes no tendrá unos cigarrillos para matar el tiempo.

Les dí unos cigarrillos y mientras los fumaban note que me escrutaban de arriba a abajo cuando creían que no les veía.

  • Pase dijo uno. - El más alto al que llamaban Alberto-

Al descorrer la cortina que tapaba la entrada obsevé una habitación sucia con una mesa y varias sillas. Sobre la mesa había unos vasos sucios y botellas de vino. Un olor hediondo bañaba toda la habitación. Pero por ninguna parte veía el teléfono. Carlos enseñalé donde está el teléfono dijo Alberto a otro de ellos; el más gordo. Me dirigió a una puerta que daba a una habitación. Al abrirla contemplé una sala donde sólo había colchones sucios y viejos tirados en el suelo. Las ventanas estaban tapiadas y sólo una bombilla errante iluminaba tetricamente. Antes de poder decir nada sentí un fuerte golpe en la espalda que me hizo caer, casi sin sentido, sobre uno de los colchones.

-Pasa "hijoputa". Saca todo lo que tengas. Vamos a ver que llevas.

El miedo se apoderó de mí. Tumbado en el colchón saqué todo. Mientras ellos me insultaban y daban patadas. Alberto (el más alto) con una navaja en la mano acercó su cara a mí y cogiéndome de los pelos me dijo:

  • Cabrón colabora, no seas gilipollas. No te pasará nada y seguro que nos divetiremos todos un poco.

Su olor era nausebundo y su aspecto repugnante. sin más aviso introdujo su lengua en mi boca y a jugar con ella en la mía. Cuando acabó estuve a punto de vomitar. Se rieron los tres, cerraron la puerta y se marcharon. Quedé solo a oscuras, paralizado de miedo; lo único que podía hacer era llorar en silencio, rezando para que no me ocurriera nada. Noté que mis pantalones estaban húmedos, seguro que inconscientemente me había meado encima.

Al rato escuche que hablaban al otro lado de la puerta:

  • Hijoputa el pijo, vaya carro. Mira esta de la foto debe ser su novia. ¿Que pollazo tiene? ¿Cómo me gustaria metersela por el culo a una hembra así?

Reían y parecía que bebían alegremente. Yo seguía asustado y sin saber que hacer. Pasado un rato se abrió la puerta. En el umbral apareció Carlos en un estado evidentemente ebrio:

  • Sal de ahí perro.

Me sentaron en una silla al lado de Alberto y me sirvieron un vaso de vino, me hicieron contar cosas obscenas sobre mi novia; que si tenía un buen culo y unas buenas tetas, que si la follaba todos los días, que si me la chupaba, que cuantas veces la había penetrado por el culo... Pasaba el tiempo y mientras me obligaban a seguir bebiendo vino, la conversación iba degenerando. Llegó un momento en el cual todos estabamos borrachos. Yo miraba a tres hombres gordos, barrigones y de mala catadura; ebrios y sucios. Pensé que ahora podía salir corriendo y escapar pero Carlos me miró adivinando mis pensamientos, y señalándome con un cuchillo:

-La puerta esta cerrada perro.

Miré a mi lado y Alberto se había bajado el pantalón y mostraba una enorme polla semierecta que ya babeaba líquido preseminal. Se masajeaba con la palma de la mano abierta, primero el miembro y luego los testículos. Como estaba a mi lado me agarró la mano y la dirigió a su paquete, instándome a masturbarle.

  • Vamos hijoputa, ¿qué esperas?, hazme una paja. Tienes las manos muy finas. La debes menear muy bien.

Me obligó a agarrarle el enorme falo sucio y chorreante, y acompañó con su mano a la mia en los primeros movimientos. Mientras Carlos y el otro hombre se habían bajado también los calzones y quitado la camiseta; exhibían otras dos enormes pollas debajo de sus barrigones. Especialmente el más bajo tenía una polla descomunal, parecía la de un caballo. Comenzarón a pajearse mutuamente. Mientras yo seguía con Alberto y notaba como crecía su polla en mi mano.

Carlos dejo al otro hombre y se dirigió hacia mi, me agarró del pelo, y acercando su boca a la mía  introdujo la lengua entre mis labios pese a mi resitencia. Olía mal, era asqueroso; movía su lengua dentro de mí. Estaba al borde del vómito, pero apenas podía respirar y no me quedaba más remedio que recibir su saliva. Una polla cada vez más grande en mi mano y una lengua  babente de hombre entre mis labios, ni en el peor de mis sueños hubiera imaginado esto. En esto Alberto se levantó y me cogió por la cintura, me dirigió hacia la habitación que ya conocía, allí me tiro sobre el colchón, me desnudaron a la fuerza. Yo estaba sucio debido a que me había orinado de miedo, pero a ellos no pareció importarles. Me pusieron a cuatro patas y Carlos me plantó el culo en la cara. Alberto empujo mi cabeza hacia ese enorme trasero mientras me increpaba:

  • Hijo de guarra, comete ese culo. Quiero que lo dejes limpio Cabrón.

Pese al asco que sentía no me quedo más remedio que empezar a lamerle los glúteos evitando llegar al ano. Alberto seguía apretándome con más fuerza. Tuve que llegar al orificio anal soportando el olor a mierda, a parte de tener que comerme con la lengua restos de heces. Al sentir mi humeda lengua comenzó a moverse gimiendo de satisfacción. Cuando acabé, se dió la vuelta y me ensartó su enorme pene en la boca. Yo comencé a lamer esta vez sin oponer resistencia, habiendo comprendido ya la situación, y lo que se quería de mí si no quería que me hicieran daño. Comenzó a follarme llegando con su polla hasta la campanilla, yo me agarre con las manos a sus nalgas para mantener el equilibrio.

En eso, Alberto me introdujo un dedo en el orifio anal. Sentí un escalofrío por todo el cuerpo a causa de la sorpresa y el dolor. Empezó a bombear, y  a medida que lo introducía más adentro comenzaba a sentirme más relajado. acompasando mi culo al movimiento de su dedo. Al rato lo sacó, me separó los glúteos y sentí varios escupitajos en la entrada del ano, evidentemente era para lubricarme. Sentía pánico, pero ya era una puta sumisa . No me quedaba más remedio que aceptar lo que estaba pasando.

Mientras seguía mamando una polla, sentí como otra se introducía salvajemente en mí. Fué doloroso, sus huevos me azotaban mientras yo me agarraba con fuerzas a las columnas en las que me sujetaba. Bombeaban ambos con violencia extrema, sin importarles el sujeto pasivo al que esteban destrozando con esas enormes vergas. Pero el dolor fue diluyéndose y trnasformándose en placer. Nunca hubiera creído que podría disfrutar con dos pollas taladrándome al unísono, una por la boca y la otra por detrás. El climax empezaba a sentirse en el ambiente; los suspiros y respiraciones sofocadas de placer comenzaban a danzar en el aire. Jesús (el tercero) contagiado por el grado de pasión que reinaba,  se acerco a Carlos y de un empellón le introdujo su enorme aparato de un solo golpe de caderas, comenzó a culear sumandose a la orgía tenebrosa. Pareciamos un Sandwich Mixto, donde yo era el vegetal estrella. Un momento después mi interior se llenaba de leche, un torrente que me inundaba por dos vías. Dentro de mí se juntaban dos ríos de semen que provenían de dos afluentes distintos, mezclándose en una explosón de orgasmos conjuntos que llenaron la habitación de alaridos de placer. Sólo Jesús se había quedado descolgado en este aquelarre de lujuria frenética. Los otros tres caímos derrumbados sobre los colchones sucios, victimas de la relajación postcoital.

Yo creía que todo había terminado, pero nada más lejos de la realidad. Jesús que todavía no había sido ordeñado se tumbó a mi lado y comenzó a acariciarme tiernamente, besándome el cuello y mordiéndome la oreja. Me acariciaba con extrema delicadeza. Primero el pecho, el abdomen centrándose en mi ombligo, luego la zona pélvica, hasta agarrar mi glande que ya estaba tieso, pues tampoco había sido ordeñado. Giró mi cara hacia la suya. Tendría unos 60 años, era feo y le faltaban algunos dientes, pero la ternura con la que me trataba hizo que recibiera su lengua en un estado hipnótico de sumisión. Nos besábamos con pasión. como dos tiernos enamorados. Entrelazábamos nuestras lenguas mezclando nuestras salivas mientras él me acariciaba la polla y yo acariciaba su cuerpo. Bebió mi saliva, mezclada con semen de Carlos, y yo la suya.

Tras unos minutos se giró sobre mí, ofreciendome su grandiosa polla de caballo, a la vez que introducía en su boca mi tieso rabo. Engullí  ese tremendo falo, que apenas cabía en mi cavidad bucal, y comencé a lamerlo mientras él culeaba sobre mí. Sentí como metía su dedo en mi ano y sobaba mis testículos con su lengua. Yo estaba cada vez más excitado, el placer me sometía y me llevaba a un mundo de sensaciones que hasta ahora ignoraba que puediera existir. Mi polla empezaba a temblar y con ella todo mi cuerpo. No estaba siendo violado, estaba abriendome al placer, a la lujuria, al sexo con pasión.

Controlando los tiempos, al notar mi excitación, dejo de chupármela y se relajó disfrutando de mi felación. Yo seguía lamiendo y tragando sus líquidos. Comenzó a temblar y mi boca fue inundada por un torrente de leche infinito. Un bálsamo caliente desaguaba en mi garganta, no tenía capacidad suficiente para canalizarlo todo hacia dentro, por lo que se desbordaba por la comisura de mis labios. Volvió a girarse sobre mí y otra vez introdujo su lengua en mi boca, bebiendo de su propio ser. Yo estaba a punto de reventar de gusto.

Se incorporó un poco y elevó mis piernas sobre mis caderas, acerco su rabo a mi orificio anal y comenzó a juguetear alrededor de él. Yo sufría por sentirla dentro y se lo imploraba, pero él prefería seguir jugando con mi necesidad. Cuando menos lo esperaba me sentí empalado con violencia, mi cuerpo subía y bajaba sobre el colchón, acompañando las fuertes sacudidas de su juguete de amor. Me destrozaba por dentro y al mismo tiempo me elevaba al cielo, produciendose una catarsis entre su violencia y mi placer inigualable. Yo gemía y le pedía que siguiera, que me reventará con su falo, que su lefa inundara mi ser para que hirviera dentro lubricando mi goce interno. Mientras Alberto, que estaba de pie al lado mío, comenzó a orinar sobre mí, ahogándome con su lluvia amarilla. Jesús continuaba con sus poderosos mete -saca hasta que otro chorro de esperma inundó mi ser. Su polla reventó dentro  con un espasmo salvaje de placer que se prolongó dentro de mí al mismo tiempo que recibía en mi boca el torrente de orina cálida que tragaba sin protestar.

Jesús se levantó y me ofreció su agujero, pues yo era el único que no había eyaculado. Le introduje mi polla con violencia, intentándo transmitirle mi pasión desbordada. Mi corazón se aceleraba. Empujaba con fuerzas buscando que mi manantial se desbordara dentro de él. En eso sentí como otra polla volvía a ocupar mi agujero por detrás, y acompasando mis movimientos de cadera sincronizamos un ritmo de vaivén, hasta que por fín llegue a tener mi orgasmo personal. Esa polla dentro de mi culo provocó que me derramara en un chorro caliente de lefa, acompañado de una sensación de placer que hasta ahora nunca había sentido. Me quedé clavado sobre Jesús mientras la otra polla seguía machacándome, mi placer era infinito, gozaba como una zorra, hasta que volví a sentir que se derramaban dentro de mí.

Caí desfallecido y me dispuse a descansar arropado por esas masas ingentes de carne, protegido por esas pollas monstruosas que me habían hecho pasar el mejor momento de mi vida.. De repente suena el despertador, siento que mi pijama está humedo y me doy cuenta que me he corrido durante el sueño. Sigo empalmado y veo a mi lado el hermoso culo de Lisa. Pero esa es otra historia que quizás a ustedes no les interese.