La casa del sol naciente (2 y final)
De como un día de borrachera acabo en la cama con mi compañera de piso asiática.
Continúo mi relato sobre mi encuentro amatorio con mi compañera asiática de piso. Siento haber decepcionado a aquellos que leyeron un resumen que no correspondía con la historia, pero la larga duración del texto me hizo partir en dos la historia para no cansar a los lectores.
Tras la maravillosa sesión de vouyerismo que tuve con Yuko no pude quitarme de la cabeza el tener que pasar una noche con aquella mujer. Por aquel entonces había tenido sexo con chicas de otras razas: Una chino-americana, unas cuantas mulatas, una chica hindú e incluso una gitana. Pero una japonesa era una perita en dulce que no podía dejar escapar.
Si hay algo que Yuko siempre me contaba sobre su país es lo mucho que triunfa un occidental con las mujeres niponas cuando viaja por allí. Los motivos son varios: Somos más altos, tenemos generalmente el pene más grande y grueso que el de la media de los nipones y por último solemos tener bello corporal. Este último tema es algo que nos puede sorprender, pero es cierto. Los japos encuentran horroroso el bello corporal y más en determinadas zonas y sin arreglar, una muestra de lo que digo es que Yuko pasaba mucho tiempo arreglándose y depilándose las ingles para tener el vello púbico más coqueto que he visto (y lamido) en mi vida.
Pues bien, decidido a dejarme estrechar entre las piernas de esta bella asiática nunca supe a ciencia cierta como hacerlo sin que pareciera demasiado evidente. Así que una noche que salimos de fiesta recordé los períodos de amnesia que Yuko tenía cuando bebía demasiado y los dolores de cabeza que ello me ahorraría al día siguiente. No quería aprovecharme de ella cuando estuviera borracha, sino no tener que discutir a la mañana siguiente con mi compañera de piso y tratar de discutir sobre una "relación" que no deseaba. Solo quería pasar una gran noche, echar un buen polvo, probar las estrecheces de un conejo asiático pasando un buen rato los dos y no tener que pensar nada más.
Tardo bastante tiempo en poder darse la oportunidad y vino un día cualquiera en el que los tres volvimos a salir de marcha cuando ya habíamos bebido bastante en casa. Al finalizar los refrescos propios decidimos ir al pub más cercano a seguir divirtiéndonos. Tanto María, como Yuko e incluso yo mismo íbamos en un lamentable estado etílico y más se acrecentó cuando continuamos bebiendo en un bar a dos manzanas de casa. No le costó nada a María entablar una conversación con unos desconocidos, uno de los cuales vio el lamentable estado que ya empezaba a despachar Yuko y decidió entrar a matar. Viendo el percal de la situación le comenté a María que me iba a llevar a Yuko a casa ya que no se tenía en pie, y justo dije esto cuando Yuko acabó despatarrada en el suelo del bar casi inconsciente. Con facilidad, ya que por la estatura de Yuko y por su complexión no pesaba mucho, le pase un brazo por debajo de las axilas y la saqué a rastras del bar. Mientras íbamos caminando de vuelta a casa pensé que esa era mi oportunidad, así que aproveché disimuladamente con la mano que había pasado por debajo de su axila y con la que la sujetaba y descuidadamente comencé a tocarle el pecho con el pulgar. Primero ocasionalmente y luego más detenidamente. Como no encontraba respuesta en ella, pase directamente a frotar la yema de mi dedo por su pezón, hasta que este se puso rígido a mi contacto, duro como una roca. No os podéis imaginar la erección tan dura que tuve en aquel preciso instante.
Absorto iba yo en mis jueguecitos, hasta que escuché mi nombre a mi espalda. La verda es que el corazón se me paró pensando que alguien me había pillado, ¿pero quién? Era María, que harta de tanto buitre en el bar había decidido volver a casa. Además me comentó que no se encontraba bien, y que se le había subido un poco la bebida, por lo que salió en mi búsqueda y me ayudó a introducir a Yuko en casa, la cual dejamos durmiendo tirada en su cama antes de que María saliera corriendo al cuarto de baño a vomitar toda la cena y algo más. Cuando volvió, con muy mala cara por cierto, me pilló desvistiendo a Yuko para introducirla en la cama. Me preguntó si podía hacerlo yo solo ya que ella se iba directamente a dormir(la). Le dije que no había problema, que ya me encargaba yo. Ni que decir tiene que si María no hubiera estado en esas condiciones mi sonrisa malvada hubiera delatado mis perversas intenciones.
Ya a solas, y con mucho cuidado, le quité toda la ropa a Yuko. No tuve ningún reparo al quitarle el sujetador, pero si me detuve un instante antes de bajarle el tanga como si yo mismo me tuviera que asegurar de lo que iba a hacer, porque a ciencia cierta ni yo mismo estaba seguro de que quería hacer. El alcohol también me había afectado bastante y no pensaba con claridad. Pensé que quizás con verla allí desnuda sobre la cama, meterle un poco de mano y hacerme un buena paja me bastaría, así que la introduje bajo las sábanas y entonces volvió en sí.
No me dejes, quédate un rato. me dijo Yuko sin abrir los ojos. Algo que en un principio me asustó, pero que luego creí delirios de borracha antes de echar las papillas.
Ni corto ni perezoso me dirigí al cuarto de María para decirle que me iba a quedar un rato con Yuko por si necesitaba mi ayuda para llegar al baño pero cual fue mi sorpresa cuando al entrar en su cuarto la descubrí tumbada boca abajo sobre la cama, vestida únicamente con un tanga y un sujetador de encaje blanco a juego, profundamente dormida. Por mucho que la llamé y zarandeé no conseguí despertarla, así que volví al cuarto de Yuko, que seguía durmiendo y me tumbe a su lado en la cama.
Como si de un resorte se tratara Yuko se pegó a mí como si de una lapa se tratara. Echó un brazo y una pierna por encima de mi cuerpo y pegó su cabeza a mi cuello. Yo la verdad es que estaba a punto de quedarme dormido ya que el alcohol ya empezaba a hacer mella en mi persona, pero tuve que despertarme el sentir el aliento de Yuko en mi oído y como su boca empezaba a jugar con mi cuello. Repetidas veces aparte mi cabeza de sus labios todavía pensando que quizás acostarme con ella en tal estado no era buena idea, tuve que desistir al comprobar que Yuko había comenzado a frotar su entrepierna contra mí buscando un orgasmo desesperadamente. Su respiración entrecortada pegada a mi oído hizo que mi miembro se pusiera rígido al instante y luchara por salir de entre mis pantalones. Despacio al principio y luego con más ritmo y fuerza, Yuko continuó moviéndose arriba y abajo mientras su húmedo coño se frotaba contra mi pierna. Mientras con una mano buscó mi cara y me obligó a girarla para poder besarme en los labios mientras seguía autosatisfaciéndose ella misma. Su lengua entró en mi boca como un huracán buscando desesperadamente la mía, y mordiendo con salvaje locura mis labios. Un pequeño alarido y su cabeza apartándose de mi cara fue la señal de que estaba llegando al clímax. Y mientras se frotaba como una salvaje contra mí, me regalo al oído un gran orgasmo que hubiera despertado a María sino se encontrara en el estado en el que estaba.
Sin perder comba, su mano bajo por mi cuerpo buscando mi pene y como una posesa empezó a desabrocharme los pantalones, bajarme la cremallera y a introducir su mano por debajo de mis boxers. Yo mientras tanto seguía paralizado, ya que no me esperaba este giro radical en los acontecimientos, sobre todo que fuera Yuko la que llevaba la voz cantante en esta situación. ¡Y menuda situación! Firmemente agarraba mi polla con su mano y la subía y la bajaba rápidamente tratando de hacerme una paja como si de una loca se tratara. Entonces fue cuando entreabrió los ojos y se mostró despierta.
Su reacción fue ponerse a cuatro patas dándome la espalda y comenzar a sacar mi herramienta del boxer que la aprisionaba mientras seguía con una y luego con la otra mano masturbándome salvajemente. Yo ya empezaba a jadear cuando paró de repente y con rudeza me sacó los pantalones y los boxers para tirarlos luego al suelo. Entonces comenzó a lamer como una posesa mi glande y a introducir mi verga en su boca, mientras con una mano me tocaba los testículos. Fue en ese punto cuando decidí pasar a la acción. La cogí de una pierna e hice que pasara sus caderas por encima de mi cuerpo para poder devolverle a ella tanto placer por medio un fabuloso 69. A escasos centímetros de mi cara tenía su rajita totalmente depilada esperando que mi lengua recorriera todos sus surcos, cosa que empecé a hacer al instante. Mientras tanto ella seguía chupando, lamiendo y mordisqueando mis testículos, así como el resto de mi polla. Cuando se detenía a juguetear con su lengua en mi glande, sus manos subía y bajaban vertiginosamente por todo lo largo de mi entrepierna, tocando mis testículos e incluso pulsando levemente mi ano para hacer que mi erección fuera más dura. Igualmente yo comencé rozando con mi lengua su clítoris, para luego acabar metiendo mi cara entera en su húmeda cueva. Sorbía, lamía, rozaba con los labios e incluso penetraba con mi lengua su coño haciendo que muchas veces tuviera que parar en su faena para poder gemir a gusto de placer. Luego con cuidado introduje uno de mis dedos en su vagina y mientras le seguía comiendo el clítoris comencé a mover dicho dedo circularmente en su interior primero, y luego dentro y fuera. Yuko tuvo que parar de mamar mis huevos, porque el placer que sentía estaba haciendo que se corriera otra vez. Pude notarlo a través de los movimientos de sus caderas que acompañaban a mi dedo y por los profundos gemidos que volvieron a acabar en un grito ahogado.
Inmediatamente tras correrse se dio media vuelta y trato de sentarse a horcajadas sobre mi buscando con su mano mi pene para introducirlo en coño, pero yo tuve que sujetarle los brazos y pararla para decirle que cogiera del bolsillo de mi pantalón un preservativo que había en mi cartera. Dicho y hecho, en escasos segundos tenía el condón en su mano, arrancaba el envoltorio con los dientes y con presteza lo colocaba sobre mi polla que estaba a punto de explotar. Yo mientras tanto aproveché para quitarme el polo que llevaba puesto. Acto seguido se sentó sobre mi y comenzó a moverse arriba y abajo buscando desesperadamente otro orgasmo. A partir de aquí fui yo el que llevó la voz cantante, harto de parecer un pardillo al que había cogido desprevenido. Así que dejé que ella disfrutara sobre mí mientras yo cogía gustosamente sus tetas. Como ya os he comentado no tenía mucho pecho, pero sus pequeños pezones eran duros como piedras y podía pellizcarlos y tirar de ellos a placer. Yuko ya empezaba a mostrar señales de estar cansada de botar sobre mí ya que su ritmo se volvió más lento, así que paró en seco y comenzó a restregarse sobre mi pubis mientras mi polla seguía introducida en su conejo. Fue así como consiguió correrse una vez más.
A veces llega un momento en mitad de un coito en el que creo que voy a correrme, pero si aguanto con todas mis fuerzas no lo hago con lo que mi erección es mucho, pero que mucho más prolongada, llegando incluso a no poder correrme en esa situación. Por el contrario si la cosa no funciona lo único que consigo es que mi polla se vuelva flácida al instante. Esa noche fue una de esas en las que tuve la suerte de poder follar como un loco porque tardé mogollón en poder correrme.
Para dejar que Yuko descansara la tumbe sobre la cama y con mis manos subí s sus piernas apoyándolas en mis hombros. Con esa postura comencé un nuevo mete y saca que duró bastante hasta que cogí con ambas manos sus tobillos y los junté alzando sus piernas mientras seguía penetrándola con ligereza. Ahora sí podía notar bien que tienen de especial las chicas asiáticas con respecto a otras tantas. Su vagina se volvió mucho más estrecha por la postura y Yuko apretaba con sus músculos como si quisiera estrujarme el pene con cada embestida. Mientras que con una mano sujetaba sus piernas sobre mi pecho, con la otra tocaba sus pezones o introducía mis dedos en su boca. Luego deje caer sus piernas a un lado y apoyándome en su cadera con ambas manos seguí embistiendo con más fuerza hasta que comenzó a jadear prólogo de un nuevo orgasmo, para ello la abrí bien de pernas y tumbándome sobre ella terminé de hacer que se corriera mientras nuestras bocas intercambiaban besos, mordiscos y saliva.
Hazme lo que quieras. Fue la contestación de Yuko a su nuevo estallido de placer.
Os prometo que solo he oído decir esas palabras a tres mujeres en mi vida. Una mintió y no se dejó hacer nada de lo que yo quería, otra cumplió como una campeona y Yuko fue la tercera.
Cogí a mi bella compañera de piso y la coloqué a cuatro patas sobre la cama. Entonces comencé de nuevo a comerle su lindo coñito y a introducir primero uno y luego dos dedos en su cueva. Mientras comencé a dejar caer saliva sobre su ojete y a restregarla cuidadosamente con mi otra mano, para más tarde comenzar a frotar uno de mis dedos sobre su ano mientras seguía penetrándola firme y manualmente. Cuando observé que estaba bien húmedo su ano, introduje levemente mi dedo meñique por él y empecé a moverlo despacio pensando que si entre su colección de juguetes sexuales había un vibrador anal esto tenía que gustarle. Cuando vi que ya empezaba a dilatar introduje mi dedo pulgar en coño y el dedo índice en su culo moviéndolos acompasados dentro y fuera y en circulo e su interior. Mientras con la otra mano tocaba sus pechos como si estuviera ordeñando una vaca o ella me cogía la mano para chuparme los dedos. Fue ella misma con su movimiento de caderas la que impuso el ritmo y comenzó cada a gritar cada vez más fuerte a hasta que se corrió como una loca y mordiendo mi mano para no hacer ruido.
Entonces me pidió que la follara. Me coloqué detrás de ella e introduje mi polla en su ardiente coño mientras que con mis manos la agarraba de las caderas para producir el vaivén que hacía más placentera mi penetración. Mis testículos chocaban contra su clítoris y ya se empezaba a oír ese característico ruido de chapoteo cuando los fluidos corporales ya inundan la entrepierna de ambos amantes. En ese momento Yuko cogió con su mano mi verga y la dirigió hacia su culo. Es difícil encontrar a mujeres que les guste el sexo anal, pero una vez las encuentras hay que saber aprovechar la oportunidad. Fue fácil introducir mi polla en su ano ya que este había dilatado considerablemente momentos antes, así que una vez dentro Yuko dejó de apoyarse sobre los brazos y pegó su rostro a la cama, haciendo que sus caderas subieran y su culo quedara mejor situado. Ya sin contemplaciones me enfrasqué en la ardua tarea de que volviera a correrse mediante mis empujes ayudado por ella que se tocaba su clítoris mientras yo oradaba su culo. No paso mucho tiempo para que ella volviera tener un orgasmo tan fuerte como los anteriores y yo comenzara a sentir que iba a correrme. Así se lo dije y ella presta al servicio se quitó de debajo mía y me quitó el condón para pasar a comerme de nuevo la polla rápidamente. Cuando yo reía que ya no podía más, ella se incorporó y comenzó a besarme mientras seguía masturbándome con su mano, hasta que consiguió hacer que me corriera como un salvaje sobre su mano y sobre su cama. Yuko continuo besándome y me tumbó sobre la cama, luego se abrazó a mí y sin decir esta boca es mía volvió a dormirse.
Yo seguía alucinando, sobre todo por como había acabado la noche. Sexo salvaje y sin control, ebrio de alcohol y sorprendido en mi propio juego.
Esperé a que pasara un buen un rato y luego recogí mis cosas para largarme a dormir a mi cama, preguntándome que pasaría al día siguiente.
Ya por la mañana cuando me levanté solo encontré a María con su resaca postrada en el sofá. Pregunté por Yuko y me dijo que se había despertado más temprano y que no la había visto en todo el día. Mi cabeza seguía dando vueltas sobre el final de toda esta historia, pero cuando Yuko atravesó la puerta no hizo ademán de nada. Yo le pregunté por la resaca y me dijo que se encontraba muy bien, pero que no se acordaba de mucho, aún así me comentó que anoche yo había caído en sus redes y se sonrió. Yo con los ojos como platos solo pude contestar que estaba muy borracho y que no me acordaba de nada, que si fue así que esperaba que lo hubiera pasado bien y también sonreí. Luego ella se fue a su cuarto como si no hubiera pasado nada. Entonces recordé el recuerdo que le había dejado sobre la cama y me eché a reír.
Gracias a Dios la cosa no pasó de ahí, y nunca más volvimos a hacerlo. Es más aquella noche parece como si nunca hubiera existido para los dos desde entonces y solo ahora que la he vuelto a recordar he conseguido acordarme de todos los detalles de lo que pasó allí y aquella noche.
Como siempre espero vuestros comentarios y sugerencias. Todos serán bienvenidos. En breve os contaré una nueva experiencia que me dejó también bastante sorprendido.