La casa del placer y la depravación 3

La princesa Tinuviel,famosa por sus victorias viaja hacia nuestro prostíbulo con la intención de descansar y tomarse unas vacaciones

Otro día más allí. Yo me puse a trabajar mientras Ava se tomaba un descanso. Después de una mamadita después se fue. Una mujer con armadura entró por la puerta con dos guardaespaldas siguiéndola. Dirm fue enseguida a recibirla. Yo como estaba libre fui a ver quién era por la curiosidad. Cual fue mi sorpresa al ver que era la princesa heredera. Me quedé ojiplatica, al verla tuve que preguntar.

–¿Que hacéis aquí, majestad?

–Quiero tomarme un tiempo de descanso, y como no quería ir con las sacerdotisas, he acabado aquí. Dicen que dan un buen servicio–respondió ella con total naturalidad

–¿Cuánto te vas a quedar?–preguntó Dirm

–Durante un tiempo indefinido, descansar de todo lo relacionado con la realeza, y fornicar. Necesitaré una habitación para mis chicas, y una para mí sola.

–Como desees, tengo habitaciones de sobra. Jana te llevará a la suya, te atenderá, en todo lo que necesites, alteza.

–Por favor, llamadme Tinuviel. Nunca me acostumbraré a ser llamada alteza.

Tinuviel me cogió del brazo y la llevé a su nueva habitación, y Dirm se llevó a las guardaespaldas. Yo temblaba por los nervios, no esperaba recibir a la mismísima princesa. Ella notó mi nerviosismo.

–Tranquila, muchacha, soy como tú. Ambas tenemos pechos, culo y una vagina, y orejas puntiagudas. Solo nos diferencia el estrato social.

–Bueno…

–¿Qué placeres puedo encontrar aquí?

–Tenemos esclavos, esclavas, masajistas y unos baños que son limpiados cada día. Puedes elegir que escoger.

–De momento quiero bañarme, y mis chicas también querrán. Dejé a mi amante con mi hermana, se lo presté, es todo un semental. Cuando le dejo libre, es capaz de ligarse y follar con cualquier mujer elfa en el castillo. Traedme dos elfos bien dóciles. Nos lo vamos a pasar bien.

Se desnudó toda su ropa. La doble y la dejé a buen recaudo. Tinuviel poseía un cuerpazo digno de una princesa guerrera, un cuerpo fuerte con alguna cicatriz y con unos pechos normales. Al verla desnuda me excité. Nunca la había visto desnuda pero era todo un monumento divino.

–¿Entras tú también?

Desperté de mi ensimismamiento y me bañé con ella. Mis ojos no podían despegarse del buen dotado cuerpo de la princesa. Estiró su cuerpo fuera del agua y bostezó.

–Ahí están nuestros chicos.

Me costaba no quedarme embobada. Los esclavos traían alcohol. Ambos se metieron con nosotras. La princesa se besó con el esclavo, y yo con el otro no me andé con tonterías. Mientras ella hacía todo el ritual antes del sexo, yo ya había conseguido una erección al esclavo. Él se puso contra la pared del baño, y me agarró de los brazos. El resto lo hizo él, penetrando mi culo. La princesa levantó la cabeza y gimió, se había sentado en la polla del esclavo, clavándosela así en toda la vagina. Mientras yo era sodomizada, la princesa cabalgó la polla del esclavo hasta que se detuvo y frunció el ceño.

–¿Por qué voy a hacer yo todo el trabajo?

Cambió de posición, apoyándose fuera del baño y dando su cintura al esclavo. Dejó que él siguiera dándole placer. Tinuviel debía ser muy ruidosa en la cama, gemía demasiado alto. Ambas éramos folladas por aquellos esclavos. El mío se corrió en mi culo y salió de ahí. Yo tuve un orgasmo. El de la princesa siguió un poco más. Yo me acerqué a ella, me sonrió al verme otra vez. Entonces acabaron, pero Tinuviel no. Se bajó a su entrepierna, e intentó conseguir otra erección. Por suerte nuestro chico tenia aguante. Tuvo una erección, y se metió la polla en la boca. La princesa le dio una mamada de profesional. Mimó la polla de aquel esclavo, lamiéndola, y besándola. No se dedicó a sacarla y meterla en su boca como siempre. Usó sus pechos para masturbar la polla del elfo. Cuando este le avisó de que iba a eyacular se la metió en la boca.

–Así sí que me quedaba embarazada, menudo meneo me ha pegado. Menos mal que habéis contratado a esclavos competentes.

–A mi amo le gustará saber  que te gusta el servicio que damos.

–Todavía no lo he probado todo, quiero que me den un masaje. Una buena follada no está nada mal, pero quiero un masaje.

–¿Por qué hacerle sexo oral al esclavo?

–Me gusta recompensar a los que me dan placer.

En vez de salir con la ropa puesta, nos tapamos con albornoces.

–Quiero ver que están haciendo mis chicas.

La llevé a la oficina de Dirm, allí estaban sus chicas. Abrimos lentamente la puerta, y nos asomamos para ver qué hacían. Ambas guardaespaldas estaban desnudas, con sus manos apoyándose en la mesa. Dirm enculó a una de ellas mientras la otra esperaba paciente a otra sacudida de Dirm.

Tinuviel observaba atenta lo que sucedía, se estaba masturbando. Y aún no se había limpiado el coño de semen.

–Oh si, oh si, por los dioses–exclamó mientras era follada en la mesa–Amo, amo ahhh

–Les dije a dónde vendría y quisieron venir, para saber cómo es ser esclava–me explicó en voz muy baja–Son muy sumisas en la cama, quizás sean portadoras de la luna no tan consumidas por el deseo.

–O quizás solo sean putas.

Tinuviel cerró la puerta y nos fuimos de allí. La guíe hasta lo de los masajes. En el camino me crucé con Ava. La cual me dio un abrazo y me cogió de las manos. Me besó con cariño.

–Jana me ha dicho quién ha venido, una princesa–la miró

–¿Sois amantes?–preguntó Tinuviel

–Si–respondió Ava por mi

–Es la única persona en este lugar que parece sentir algo de cariño por mi, y no solo desea mi coño y mis tetas.

–¿A dónde ibais?

–A darnos unos masajes.

–Voy con vosotras

–De acuerdo

Desde que Ava confesó que le gustaba y que quería amarme no lo había olvidado. Éramos putas con todo lo que eso entrañaba, pero nuestro trabajo no cambió. Es más, normalmente hacemos los trabajos juntas. Tinuviel no hizo ningún comentario, pero no despegaba su mirada de ella. Una muchacha desnuda daba un masaje a un hombre, era una elfa oscura. El hombre se dio la vuelta y la muchacha terminó el masaje con una mamada. Entonces se fue y pasamos a dentro.

–Hola, mi señora, ¿quiere un masaje para usted y sus chicas?

–En efecto, y a ser posible con final feliz.

–Para ti gratis, hermosura–dijo la elfa oscura con una sonrisa

La chica nos llevó a una sala privada, donde podíamos ponernos las tres. Nos desnudamos, y la chica quedó impresionada como yo con el cuerpazo de Tinuviel.

–Por los dioses y la puta creadora, me comía ese coño pero ya. Eres increíble.

–¿A qué sí?–pregunté

–Es bastante guapa–dijo Ava

–Oye, que si os gusta mi coño me lo podéis comer. Os doy permiso

Nos colocamos las tres en las camillas y nos pusimos a la merced de nuestros masajistas. Fue una experiencia muy placentera y que agradecí. Me dejó como nueva, y levantó mi cintura. Pensé que iba a penetrarme pero metió su lengua dentro de mi. Levanté la cabeza y gemí.

–Ava–dije en medio del éxtasis–te quiero hermafrodita, reza al eclipse

–¿Eso es lo que deseas?

–Si, quiero sentirte dentro de mí y mirarte a los ojos mientras te corres dentro de mi.

La elfa oscura y la princesa se comían el coño entre ellas. Yo detuve a mi masajista y le pedí que me trajera un arnés de esos. Ava despidió también a su masajista. Me trajeron el arnés y se lo tiré a Ava. Vino hacía mi camilla y me levanté. Me apoyé en la camilla, y ella supo que hacer. Se abrió paso a través de mi culito dócil con facilidad. Asentí en señal de permiso. La masajista y la princesa tuvieron un orgasmo simultáneo. Jadearon y tomaron aire.

–Parad lo que estáis haciendo, chicas, hacedlo en mi habitación. Me acabo de acordar de una cosa

–¿Que cosa?–preguntó Ava que había parado pero no salido de mí

–Algo que me ha puesto cachonda y quiero ponerlo en práctica.

La princesa nos sacó de allí, y fuimos de nuevo a la habitación. La masajista iba con nosotras, Tinuviel se encariñó con ella. Nos quitó el arnés y se lo dio a ella.

–Os vi con el arnés y recordé aquella vez que mi esposo y yo follamos sobre la mesa de guerra. Quiero escenificar aquel momento.

Se vistió con ropa de prostituta y movió la mesa.

–Por cierto, no sé quién eres–dijo a la masajista

–Carina, pero puedes llamarme Car o Carin.

–Yo estaba en la mesa de guerra. Nos estaban asediando, teníamos las de perder. Mi esposo vino a mi, me abrazó por la espalda. Él venía con la intención de tener sexo, y lo cierto es que yo también lo necesitaba. Al principio fue un abrazo inocente–Carin abrazó por detrás a la princesa– pero metió una mano por debajo de mi vestido, y manoseó uno de mis pechos.

Carin metió la mano por el vestido, y manoseó uno de sus pechos con delicadeza. Tinuviel se acercó más a la cintura de la elfa oscura, y liberó los pechos de Tinuviel.

–Mi esposo lo hacía bien, me tocaba bien. Después de sentir mis pechos, una de sus manos bajó a mi entrepierna.

Tinuviel gimió levemente al ser masturbada. No dijo más pues lo estaba disfrutando. Ava se estaba tocando también, y yo no hice menos.

–Ponte el arnés, ahora empieza lo bueno.

Carin se colocó el arnés, como la princesa ordenó.

–Me di la vuelta, y correspondí a mi esposo. Masturbé su miembro hasta que estuvo duro. Empujó hacia la mesa y me puso contra ella. Y él me penetró vaginalmente–Tinuviel gimió de verdad–Ya iba por mi segunda hija.

Metí mi mano en la entrepierna de Ava y masturbé su vagina, excitando su clítoris mientras ella hacía lo mismo con mi entrepierna. Tinuviel ya no siguió con el relato, Carina le estaba dando pero bien. La penetraba sin piedad. Nosotras también estábamos calientes. En vez de coger nosotras un arnés. Nos comimos el coño mutuamente. De fondo se oían los gemidos de Tinuviel y los jadeos de la elfa, también se oían el rebote de sus pechos.

–Carin, Carin, ohh me corro–su coño parecía una manguera

Así que es de esas que se corren y parece un río. Ava y yo tuvimos un orgasmo al mismo tiempo. Tinuviel se derrumbó sobre la mesa con una sonrisa en el rostro.

–Así es como tuve a mi tercera hija, en una mesa de guerra. Después de aquello nos fuimos a la cama y seguimos allí. ¿Y tú Elia? ¿Cómo lo hacías con los generales?

–¿Entonces me conoces?

–Claro que sí, me costó acordarme, pero tú eras aquella zorra. Estabas al servicio de mi hermana.

–Majestad, tu eres una puta de hoguera.

–¿Qué es eso?–preguntó Ava

–Un festival que celebramos cada dos años, un festival del amor y de la fertilidad. Está prohibido usar hechizos anticonceptivos, a no ser que seas una puta de hoguera. Es decir ponerte a cuatro patas, desnuda en una hoguera y dejarte follar por quien sea. Para más humillación, a la puta de hoguera debe dársele una moneda por cada follada.

–Solo pueden serlo mujeres solteras o viudas.

–Yo controlo mis propios impulsos, Elia.

–¿Tu sabes la de generales que desean literalmente "follarte y violarte cual puta"?

–¿Eso es cierto?–Tinuviel apartó a Carin y me miró escandalizada.

–Podría decirte quienes me han dicho esas cosas cambio de una promesa. Echarme una mano con los líos en lo que me ha metido tu hermana.

–Trato hecho.

–Ava, yo me voy a buscar a Jana, no sé dónde está.

Salí de la habitación y fui en su busca. No estaba atendiendo clientes, pero me encontré con Haiye, que le sirvió una cerveza a un hombre para bajarse a la mesa y sacar la polla del hombre. Era una chica muy trabajadora, que hacía lo que le pedían. En este caso mamadas, no rechistaba, aunque desearía saber qué opina de su trabajo, pero no me interesaba para eso. Esperé a que terminase, para preguntar.

–No lo se, creo que vio a la chica de la armadura y se fue a no sé dónde. Busca en las habitaciones del ala izquierda.

Le hice caso y busqué allí a Jana. Tras cinco intentos fallidos yo di con la puerta apropiada, tras oír su voz. Entré y me encontré a Jana acurrucada y con la cabeza en sus rodillas. Fui hacia ella y la abracé. Levanté su cabeza y vi que había llorado.

–¿Esto es por tu sobrina?–pregunté poniendo mi mano en su hombro.

Jana no me respondió, simplemente asintió. Apoyó su cabeza en mi hombro, y pude ver que llevaba un puñal. Intenté quitárselo pero ella no le dejó.

–¿Que vas a hacer con él?

–Matarla y luego matarme–dijo muy seria.

–No digas eso por favor–dije muy dolida

–Mirame, Elia. Soy una miserable puta. Yo no era así, yo era una orgullosa princesa y mejor general. Lo era hasta que una sacerdotisa uso su influencia mental para destrozarme. Ahora soy una zorrita que no puede parar de follar. No quiero seguir viviendo así. Cada vez que follo se me olvida, para después sentirme culpable por tener sexo.

–¿Estás ahí Elia?–preguntó Tinuviel

Jana miró con furia la puerta, apretó fuerte el puñal en su mano. Jana se levantó y fue hacia la puerta. Tinuviel iba a abrirla.

–¡No! Esto...yo...me ha bajado el sangrado, no entres Tinuviel.

–Si, te entiendo. A mí tampoco me gusta que me vean con un vestido ensangrentado. Quería invitarte a hablar y beber, nada de sexo.

–Luego iré, ¿vale?

–De acuerdo, perdona las molestias.

Suspiré de alivio al no tener que ver ninguna desgracia. Me puse contra la puerta.

–Por favor, no le hagas daño, Jana.

–Vete, Elia. Tengo una polla de mentira con la que tener orgasmos, con eso me basta. No saldré de aquí, y dile a Haiye que venga a traerme comida.

No debería estar sola en estos momentos, pero no quise contradecirla. No obstante, antes de irme le arrebaté el puñal.

Me encontré con la que hubiera sido la posible víctima, Tinuviel. Me saludó y me hizo sitio. Llevaba un vestido más informal, que tapaba más que los de puta. Yo me senté con ella.

–¿Estás bien? ¿Te sientes mal?

–Si, tranquila.

–Ava creo que se ha puesto a trabajar, dice que al anochecer la esperes en la puerta.

–¿Estás mal Elia, te ocurre algo malo? ¿O es la menstruación? Sabré si me mientes.

–Podemos dejar de hablar de mi. Cuéntame algo de ti, ¿cuánta familia tienes?

–No se que pregunta es esa, mis hermanos, mis padres y mis propios hijos. Todos los demás murieron. Y tendré más cuando mi hija mediana se case.

–No debería contarte esto, pero...Tienes una tía, una tal llamada Jana.

–¿Jana Therinde-Inovelos sigue viva? Pensé que había muerto en la masacre de mi abuelo.

–Ese es el problema, siguió leal a él y lo pagó caro. Tu padre para librarse de ella, se compinchó con las sacerdotisas y estás la convirtieron en una puta. En una adicta al sexo y perdió su puesto–el horror se dibujó el rostro de Tinuviel, creo que ella no tiene nada que ver–Eso explica porqué...dioses mi padre entonces es un…

–Sus ojos son de color gris.

–Entonces debo hablar con ella.

Hizo ademán de levantarse pero la detuve, y le entregué el puñal.

–No quiere verte.

–No querías que abriera esa puerta, no por el sangrado mensual, ¿verdad?. Era ella, quería matarme.

–Sí–reconocí cabizbaja–no le digas a Jana que yo te he dicho nada. Me odiará.

–Iré con Carin, necesito asimilar esto, pero hablaré con ella de todas formas.

Busqué a Ava y me la encontré con un joven cliente. Humano, de pelo corto y sin barba.

–¿Necesitas ayuda, Ava?

Ava tenía su mano agarrando la polla del cliente.

–Este muchacho tiene una singular petición, siéntate–me senté mientras Ava lo masturbaba–Díselo.

–Quiero un bebé, y mi mujer no puede tener hijos, pero deseamos uno.

–Si lo tengo yo que te asegura que quiera dártelo luego. Estás pidiendo a una mujer que sea madre y que renuncie a su propio hijo. Vete, chico y busca a otra mujer.

Cuando se fue lejos se rió.

–Pobre inocente, bueno. ¿Te apetecen unas mamadas?

–Eso déjaselo a Haiye, yo quiero sexo.

Estuvimos el resto del día trabajando. No podía dejar de pensar en Jana y en la inestabilidad mental que sufría. Todo aquello se acabó cuando Dirm me llevó a su despacho casi a rastras, Ava me siguió y le preguntó.

–Me han dicho que un un puñado de elfos se acerca hacía aquí, armaduras plateadas.

–Si quieres entregarme lo entenderé.

–¿Entregarte?–preguntó con una sonrisa –Si hace falta haré uso de mis poderes para echarlos. Diles a los clientes que cerramos, que se vayan todos. Ve, Ava–me miró–Ser de mi propiedad también significa tener mi protección, saldrás viva un día más.

–Gracias, Dirm