La casa del lago del tío Esteban...
Toda esta historia ocurrió el verano pasado y comenzó cuando mamá me informó que nos iríamos de vacaciones a la casa del tío Esteban, por dos semanas.
Toda esta historia ocurrió el verano pasado y comenzó cuando mamá me informó que nos iríamos de vacaciones a la casa del tío Esteban, por dos semanas.
Bueno, técnicamente no era mi tío, pero así le había llamado siempre. Es el mejor amigo de mi papá y lo conocía desde el día 1.
Él tiene una casa en el lago, se la quedó luego del arreglo del divorcio con la bruja de su ex, nunca me gustó su esposa, por suerte no tuvieron niños. Si, me sentía atraída por Esteban. Esteban tenía a penas un poco más de 30 años... ¡así que estas vacaciones prometían!
El día que iniciábamos las vacaciones me puse un vestido blanco que me llegaba un poco más abajo del trasero, el cual puedo decir, era uno de mis mayores atributos. Cuando Esteban llego a la casa fui de inmediato a saludarlo.
— ¡Tío Esteban! - me colgué de su cuello, me abrazo por la cintura y me hizo girar en el aire.
— ¡Princesa! - así me llamaba- ¿cómo estás? - nos soltamos.
— Ansiosa de salir de esta apestosa ciudad. - se rió, era tan lindo... su piel ligeramente tostada por el sol, su cabello castaño y algo ondulado… y esos ojos… de un bello color miel.
— ¿No extrañarás a tus amigos?, ¿A tu novio?
— Sabes que ya no tengo novio... son todos unos inmaduros.
— Claro, claro- alzó la vista. - Hey Carlos, ¡hola! - había aparecido mi papá con alguna de las maletas.
Los dejé hablando mientras entré a la casa a buscar mi celular, partíamos en unos minutos.
— Tati, ¿por qué no te vas con tu tío? Tengo que esperar a que tu madre llegue del trabajo, así van ustedes adelantando la cena de esta noche.
— uhm... claro. - yo encantada, sonreí mientras miraba a Esteban.
— ¿estás lista?
— si, nada más cojo mi bolso y nos vamos.
— perfecto, te espero en el coche.
Fui por mi bolso, me despedí de papá y me dirigí al coche, Esteban estaba esperando, sosteniendo la puerta abierta. Me subí y le sonreí. Cerró y rápidamente se subió.
Durante el camino conversamos de muchas cosas mientras oíamos música y cantábamos, siempre disfruté de la música que oían mis padres y no era sorpresa que Esteban escuchara la misma.
Llegamos a la casa del lago una hora y media después, estaba todo igual desde la última vez.
— ¿Desde cuando que no venías?
— Desde los 7 creo...
— Toda una niña.
— Si, pero ya soy una mujer. - recalqué.
— Claro que si, una joven y hermosa mujer. -
Bajamos sus cosas y metimos todo a la cabaña. Me mostró el que sería mi cuarto, estaba al lado del suyo y frente al que usarían mis padres. Me dejó a solas para que me pusiera cómoda y ordenara mis cosas, pero mis maletas no estaban aquí, así que no tenía nada que hacer. Salí del cuarto y fui hasta el de él. La puerta estaba entre abierta y al asomarme lo vi semi desnudo, estaba sólo en bóxers. Me apoyé en la pared y lo observé, no pude evitar morderme el labio, estaba guapísimo. Su cuerpo estaba marcado, pero sin ser exagerado, estaba perfecto. Espalda ancha, torso marcado, brazos firmes... un buen trasero, aunque no como el mío, me reí. Se dio la vuelta y me aleje para que no me viera. Me fui hasta la sala y esperé por él. Apareció con una camiseta negra musculosa y unos shorts azul marino. Trague pesado, que me pasaba.
— Ya estás aquí.
— Si, mi maleta viene en el auto con papá y mamá, solo tengo mi bolso de mano aquí… así que no tengo nada que arreglar aún.
— Claro, lo hubiéramos cambiado al mío. - me encogí de hombros.
— Está bien, lo haré al rato.
— ¿Me ayudas en la cocina? - asentí y lo seguí.
Ordenamos las cosas y comenzamos a planear la cena. Esteban sabía que me gustaba cocinar así que prácticamente él era mi ayudante.
En una de las veces que volteé para ir por unas verduras chocamos de frente y por poco me caigo al no estar preparada para recibir el golpe, pero Esteban me cogió fuerte por la cintura.
— Epa, que nos accidentamos el primer día.
— Como crees...- le sonreí y luego de unos segundos los cuales fueron algo incómodos, me soltó.
— Uhm... tus padres deben de estar por llegar.
— Si. Iré a poner la mesa. - dije algo nerviosa.
Mis padres llegaron unos 20 minutos después. Les ayudamos a entrar las cosas y los invitamos a la mesa. Cenamos entre risas y anécdotas mientras planeábamos el siguiente día.
[...]
— ¿Princesa? - oí una voz a lo lejos y comencé a abrir los ojos, ya había amanecido.
— ¿Mmm? - me volteé y lo vi. Está de pie al lado de mi cama con una bandeja en las manos.
— Traje el desayuno, tus padres salieron al pueblo a comprar y no quisimos dejarte sola así que yo me quedé. - me sonrió. Me senté de inmediato.
— Gracias tío...- dejó la bandeja en la cama y vi que traía dos tazas. - creo que primero iré al baño.
— Claro. - me puse de pie y me fui prácticamente corriendo al baño. Estaba hecha un desastre. Lo primero que hice fue peinarme, me cepillé los dientes e hice mis necesidades. Justo cuando iba a salir me di cuenta en las pintas que iba. Con la rapidez no me fije que iba sin short, sólo la camiseta que me iba grande y mis bragas negras. Que iba a hacer, debía salir. Me mire una vez más al espejo, tome aire y abrí la puerta. Esteban estaba sentado al otro lado de la cama y había prendido la tv, ya estaba comiendo una tostada. Me miró y me sonrió una vez más, se la devolví y caminé hasta la cama, a pesar de que no miré, pude sentir su mirada en mi cuerpo, lo cual sorprendentemente no me avergonzó.
— ¿Hace cuanto se fueron?
— Hace unos 30 minutos.
— ¿Tu no querías ir?
— La verdad es que no, la gente en el pueblo es chismosa y ya saben que me divorcié, no quiero preguntas.
— Claro.
— A parte tu madre necesitaba ir entonces alguien debía quedarse.
— Si...- miré hacia la TV y tomé la taza de café.
Desayunamos en silencio y de vez en cuando le daba alguna mirada.
— Bueno, iré a darme un baño. Nos vemos al rato.
— Ok. - se puso de pie.- yo lavaré estas cosas.- asintió y se fue.
Recogí todo en la bandeja y me fui a la cocina. Cuando acabé volví a mi cuarto y antes de entrar noté que la puerta del baño estaba semi abierta. La curiosidad pudo conmigo y me asomé... Esteban estaba dentro de la ducha y podía ver a la perfección todo su cuerpo, ya que las puertas del shower eran de vidrio. La espuma del shampoo caía por su espalda mientras enjuagaba su cabello. Sentí cosquilleos en el estómago... y más abajo. Se volteó con los ojos cerrados aún y me di una buena mirada a su cuerpo completamente... su pene estaba semi erecto, era grueso y de buena longitud, me quedé impresionada. Mi corazón estaba latiendo a mil por horas. Sus manos se deslizaron por su pecho y las llevo hasta su paquete, lo lavo y después vino mi perdición, comenzó a masturbarse frente a mis narices. Seguía con los ojos cerrados mientras su mano subía y bajaba. Moví mis piernas y sentí de inmediato lo mojada que estaba. Levante un poco mi camiseta y lleve mi mano al interior de mis bragas y lo comprobé, mojada hasta decir basta. Busqué mi clítoris y comencé a masajearlo lentamente mientras no le quitaba la vista de encima a Esteban, él estaba por acabar. Su mano se movía con más rapidez y se mordía el labio para callar sus propios gemidos. Mientras, sentía como se mojaban aún más mi bragas y parte de mis muslos, jamás me había mojado tanto. Se me escapó un gemido y Esteban abrió los ojos. Corrí a mi habitación antes de que me viera.
Me encerré y me tiré en la cama. Traté de calmar mi respiración. No podía sacarme de la mente la imagen de Esteban en la ducha, necesitaba acabar para poder tranquilizarme. Nuevamente metí mi mano dentro de mis bragas. Seguí donde lo había dejado. Me levante la camiseta para dejar mis pechos al aire, no eran tan voluptuosos, pero estaban muy bien formados. Decidí quitarme las bragas para estar más cómoda. Introduje un dedo en mi conchita y con la otra mano seguí masajeando mi clítoris en círculos, se sentía muy rico. Trataba de no gemir muy alto… y de pronto se abrió la puerta.
— Ya estás lis...- me senté de inmediato cubriéndome. - lo siento. - cerró de inmediato.
Me quede sentada por minutos sin saber que hacer. M.I.E.R.D.A.