La casa de playa de mi hermano... 4
Vivía con mi hermano mayor como si fuéramos marido y mujer. En mi embarazo me consentía, inclosu después de éste...
8 meses desde que me habían corrido de casa mis padres. Mi hermosa figura, llena de curvas, se había transformado en una enorme esfera. Había engordado, me había puesto fea, y sin embargo, mi hermano me seguía viendo con los ojos brillantes, y parecía que seguía teniendo el escultural cuerpo a sus ojos. Cuando llegué a su casa, estábamos en febrero. En agosto, Jorge, mi hermano, cumplió los 23. Ahora estábamos en octubre. Apenas en enero cumpliría los 20.
Un día, mientras dormía, me dieron unos pequeños dolores en el vientre. Eran algo fuertes. No les hice caso. Abrazé a Jorge, y él, medio dormido, hundió la cabeza en mi largo cabello. Sin embargo, los dolores iban aumentando, tanto en número como en intensidad. Un gemido se me escapó de los labios. Me senté en el borde de la cama y prendí la lamparita de mi buró. Ví el reloj: las 3:46 a.m. Una nueva punzada de dolor hizo que gritara levemente. Jorge suspiró y volteó a verme. Con voz adormilada me preguntó
-¿Que tienes Alely?- me dijo mientras se acomodaba para sentarse a mi lado y rodearme con un brazo.
-No lo sé. Me duele muchísimo, a lo mejor ya va a n...-Y un nuevo grito de dolor interrumpió mi frase. Me agaché al frente para detener un poco el dolor. Jorge me abrazó levemente y, apurado, fue corriendo por el teléfono, a pedir una ambulancia.
-Sí... mi novia está a punto de dar a luz...- Y les dió la dirección de la casa. Las primeras veces me sorprendía el que dijera novia, o prometida, pero ya estaba acostumbrada. Fue corriendo a sentarse a mi lado, mientras me decía que ya venían en camino. Mientras el dolor se estaba haciendo cada vez más insoportable, me abrazaba, besándome la cabeza, acariciando mi cabello.
-Todo va a estar bien…- repetía constantemente, con la voz cada vez más entrecortada. Los dos teníamos miedo de que fuera hijo suyo, pues los mitos de la gente nos hicieron creer de verdad que iba a ser un idiota, o un inválido. Me puse a llorar, tanto del dolor que sentía como de la angustia.
Escuchamos lejanas las sirenas, y al ver que no me podía levantar de dolor, me cargó al piso de abajo. Con todo y que había engordado mucho, cuando me cargaba parecía que pesaba lo mismo que una pluma de ave. Me abracé a su cuello mientras bajábamos las escaleras. Sus piernas temblaban mientras bajaba las escaleras a prisa. Estuvo a punto de tropezar en el último escalón, pero mantuvo el equilibrio. Yo grité un poco cuando sentí cómo se inclinaba al frente involuntariamente.
En el hospital apenas podía mantenerme consiente. El dolor era insoportable, y estaba a punto de desmayarme. Escuché cómo el cirujano le preguntaba Jorge cuantos años tenía, mirándome sorprendido. Jorge, un poco molesto, dijo que iba a cumplir 20 en 3 meses. El doctor frunció el ceño, y dijo que era muy joven aún. En ese momento me desmayé.
Cuando desperté, me dolía todo el cuerpo. No había nadie en la habitación, excepto un gran (enorme) ramo de rosas rojas. Me traté de levantar, pero me pesaban las piernas. Me miré el vientre, y se veía extraño. Era algo más chico, y al tocarlo pude sentir en la parte baja unos puntos. Había sido cesárea. Un miedo me recorrió el cuerpo ¿Dónde estaba mi bebé? ¿Había sido niño o niña? ¿Se parecía a Santiago o a Jorge? ¿Y si era un idiota? La angustia hizo que unas lágrimas cayeran de mis ojos azules. ¿Sacaría mis ojos color azul oscuro, igual que Jorge, o los ojos castaños de Santiago?
En ese momento se abrió la puerta de mi habitación. Sus ojos azules brillaban de felicidad. Traía otro ramo de rosas en la mano. Dejó delicadamente el ramo en la mesa, y fue corriendo a abrazarme y besarme. Y sin más, se soltó a llorar. ¿Lloraba de alegría o de tristeza?
-Vamos, dime. ¿Qué es? ¿A quién se parece? -La angustia se traslucía en mi voz. Jorge me sonrió con alegría y orgullo. Me besó otra vez, se sentó en el borde de la cama, me tomó la mano, y empezó.
-Alely... tu hija es preciosa.-Dijo, dejando escapar una lágrima- Tiene los ojos azules, un poco más claros que los nuestros. Su piel es clara, como la tuya. Su cabello es ondulado, y de color negro... como el mío. -Se ruborizó un poco. La alegría me llenó el corazón. Una nena. Nuestra nena. No me cabía la menor duda. Era de Jorge. Al ver que Jorge se quedaba callado, el miedo se apoderó de mí otra vez. ¿Es que era idiota mi nena? ¿¿Era inválida?? Jorge bajó la vista, mirando nuestras manos enlazadas, y siguió:-Los doctores la han revisado. No tiene indicios de tener alguna disfunción o minusvalía. Su cerebro es perfecto. -Y se soltó a llorar. Se acostó junto a mí, y me abrazó, poniendo su cabeza en mi pecho. Los dos lloramos de alegría. Había tenido una niña con mi hermano, con el amor de mi vida.
Los doctores me preguntaron si quería tener más hijos. Les dije que no, y me operaron, ligándome, para no quedar embarazada de nuevo.
Pasaron los meses, y me fui recuperando de la cirugía, aunque odiaba ver la cicatriz que tenía en el vientre. Como era joven, fui adelgazando, recuperando mi bella figura. En sólo 4 meses tenía el mismo hermoso cuerpo de siempre, que tanto le encantaba a Jorge.
Mi niña se llama como mi mamá, Belén. No sabía nada de mis padres desde hacía 1 año. Y me hacía sentir un poco triste el descubrir que mis padres ya no se interesaban en mí.
Mi cumpleaños número 20 había pasado, y Jorge me había preparado una sorpresa. Me pidió que fuera al hotel de que era gerente. Como era 5 estrellas el hotel, me arreglé bastante. Me puse un vestido Azul marino, strapless, que me llegaba a medio muslo. Unos tacones bajos dorados cubrían mis pies. Una pulsera, un collar y unos pendientes de oro eran mis accesorios. Recogí mi largo cabello en un moño, sujetándolo con un broche dorado. Unos mechones rizados se me escaparon, pero cuando me ví en el espejo, me encantó ese incidente. Le encargué a nuestra vecina que cuidara a mi Belén.
Llegué a la recepción del hotel, pidiendo las llaves de la habitación que me había dicho Jorge. Subí el ascensor, nerviosa. En el 3er piso, se abrió la puerta. Mi corazón empezó a palpitar con fuerza. Se veía guapísimo con su traje azul marino. Me tomó por las caderas, y me besó. –Feliz cumpleaños…-Me susurró en el oído, mientras yo lo besaba en el cuello. El ascensor siguió subiendo.
Fuimos tropezándonos a la habitación, mientras seguíamos con las caricias. Entramos, y cerró la puerta de un golpe. Me empezó a besar el cuello mientras sus manos buscaban el cierre de mi vestido. Se podría decir que me lo arrancó suavemente. Me soltó el moño de la cabeza, aventando al suelo el broche dorado y haciendo caer mi largo cabello rizado. No traía sostén, y rápidamente ví cómo sus ojos brillaban al ver mis pechos. Se quitó la camisa azul y me seguió besando, mientas me tendía en la cama. Sus pantalones acabaron en el suelo.
Él empezó a besar mis pechos. Después bajó a mi vientre, y llegó al fondo de mis muslos. Su lengua empezó a jugar con mi clítoris, mientras dos dedos entraban y salían. Yo lanzaba pequeños gemidos. Después lo hizo al revés: su pulgar me masajeaba el clítoris, mientras me follaba con su lengua. Me corrí en su boca, empapando la cama. Sin embargo, siguió haciendo chupando mi clítoris, y me corrí de nuevo. Él se tragaba mis jugos de la misma forma que yo me tragaba su leche.
Me levantó y me puso en cuatro. Me tomó por las caderas. Me empezó a penetrar el coño otra vez. Sus bombeos eran rápidos y vigorosos. Mis pechos bailaban. Escuchaba sus gemidos y jadeos. Me puse a recordar la primera vez que me había metido con mi querido hermanito, y me corrí por tercera vez. Él siguió con las embestidas. A los pocos minutos, sentí como me llenaba por dentro, mientras Él lanzaba un gran suspiro. Me separé de él, y lo empecé a besar. Hacía con su lengua lo mismo que hubiera hecho con su verga. Lo dejé de besar, y, agachándome, me metí la cabeza de su verga en la boca. Mi lengua hacía círculos alrededor de su glande, y con una mano recorría semejante trozo. De repente, Me tomó por el cabello, y me empezó a follar la boca. Sus caderas se movían de adelante hacia atrás. Sentí una presión en sus testículos, y, tratando de metérmela toda en la boca, me la llenó con su semen. Me lo tragaba rápidamente, pues no quería que se me escurriera por la boca. Me la sacó, y un último golpe de leche fue a caer entre mis pechos. Recogí el rastro con mi dedo índice y me lo llevé a la boca.
Pasó un año del nacimiento de mi nena. Mi pequeña niña era hermosa. Su cabello era muy parecido al nuestro, sólo que con ondas en vez de rizos. Sus ojos, más claros y azules que los nuestros. Su cuerpo también era perfecto. Además de ser muy inteligente.
Un día, mientras preparaba de comer y mi hermosa nena jugaba en el suelo con unos bloques, llegó Jorge de trabajar. Normalmente llegaba hasta la cena, de modo que no estaba arreglada. Llevaba puestos unos shorts blancos, y una blusa strapless holgada, color naranja. Unos tennis negros calzaban mis pies. Traía puestos unas pequeñas arracadas de oro en las orejas. Siempre trataba de vestir igual que yo a mi hija, que llevaba una faldita blanca con una blusa naranja. Unos zapatitos de charol blanco cubrían sus piecitos. Su largo cabello estaba amarrado con una cinta naranja. Se veía preciosa mi nena.
Unas conocidas manos se pusieron en mi cintura mientras recibía un beso en la mejilla. Me volteé para abrazarlo. Nuestros labios se juntaron. Su lengua jugaba con la mía. Sus manos ya estaban en mi trasero. Las mías le recorrían la espalda.
-Hoy te ves encantadora...-me susurró en el oído, y me empezó a besar el cuello. Cerré los ojos, pues hubo un tiempo en mi embarazo que no había disfrutado de tales caricias. Noté que empezaba a jadear, y un bulto se hacía más grande en su entrepierna. Me separé de él y cargué a Belén a su habitación, mientras Jorge me besaba la nuca. Dejé a Belén en su cuna y fui yo la que arrastró a Jorge a la habitación que estaba al lado.
Ya en la cama, Jorge me quitó delicadamente la blusa y los shorts, mientras yo casi le arranqué el traje. Se tendió en la cama y yo me puse sobre él. Lo empecé a cabalgar, primero lentamente. Sus manos jugaban con mis pezones erectos. Nuestros ojos azules se encontraron, y los suyos resplandecieron. Empecé a cabalgarlo más rápidamente. Mis manos estaban apoyadas en su pecho cuando sentí un orgasmo.
-Ahhhhh…-grité. Me dejé caer en su pecho, jadeando.
Jorge me hizo rodar, de tal forma que él quedó sobre mí. Me puso las piernas sobre sus hombros. Empezó a bombear salvajemente. Sentí cómo otro orgasmo me quería atacar, y yo empecé a mover las caderas. Justo cuando me corrí, empapando la cama, Jorge se vino en mí.
-Ahhhhhh! –Gritamos al mismo tiempo.
Se dejó caer sobre mí, jadeando, suspirando. Le empecé a acariciar los rizos de su negro cabello, mientras se quedaba dormido.
Me levanté en silencio, para no despertar a Jorge, poniéndome una bata blanca. Fui a ver a Belén. Se veía tan tierna dormida, acostada boca abajo, con sus puñitos cerrados, y sus mejillas sonrojadas, que me sentiría terriblemente mal de despertarla.
Unas manos me abrazaron por la cintura, y recibí un beso en la mejilla. Me apoyé en él. Estuvimos así unos minutos, viendo a nuestra pequeña y hermosa hija. ¿Acaso eran ciertos los mitos? No. Claro que no. Jorge suspiró.
-Es una niña muy bella… como su madre-Me dijo mientras me daba un tierno beso en el cuello. Me volteé y lo abrazé. Nuestra hija seguiría creciendo, y llegaría el momento en que no podríamos seguir ocultándole que Jorge era su tío, al mismo tiempo que era su papá. Pero no me importó. Todo valía la pena por tener a mi nena y a mi querido hermano.