La casa de playa de mi hermano... 3
Al descubrir que estoy embarazada, mis padres me echan de casa. Obviamente, me fuí a refugiar en brazos de mi querido hermanito Jorge...
Caminaba por las calles, con mi maleta, rumbo a la terminal de camiones. La fría lluvia me mojaba la cabeza. Estaba enojada con mis padres, con Jorge… y sobretodo conmigo. Después de 2 semanas de que regresamos de casa de Jorge, me debió haber iniciado la menstruación… Y no pasó. Pasó otra semana, y nada. Justo esa mañana fui por 5 pruebas de embarazo. Las 5 salieron positivas. Me puse a llorar, pues apenas tenía 19 años. ¿Qué iba a hacer ahora? Apenas empezaba la carrera. Quería ser actriz. Y ahora… por culpa de mis malditas hormonas, mis sueños se vinieron abajo. Sin embargo, sólo tenía una duda: ¿De quién carajos era el bebé? Podía ser de Santiago, mi novio, o de Jorge, mi hermano. No podía llegar con Santiago y decirle “¿Qué crees? Estoy embarazada. Ah, por cierto: estas vacaciones que no te ví follé con mi hermano que no veía desde los 14 años, así que puede ser tuyo o de él… Pero vamos a casarnos ¿no?”. Sería muy estúpido de mi parte.
Cuando les dí la noticia a mis padres supe que no podría seguir viviendo en esa casa. Mi mamá se puso a llorar, y mi padre, ruborizado del coraje, me gritoneó que era una puta, una cualquiera, y me pidió que abortara. Le grité un rotundo No, aumentando su enojo.
-¿Y quién es el maldito padre? –Me escupió en la cara. Me puse a llorar, y con voz débil, le dije algo que no estaba segura de que era verdad.
-De Santi…-Le contesté, mirando al piso. Mamá se desmayó. Papá le llevó a la cama, y eso lo tranquilizó un poco.
-No voy a permitir que una prostituta viva bajo mi techo. ¡Así que preparas tus cosas, y te largas a la calle! ¡No quiero saber más de ti! - Me dijo, ruborizado, mientras una lágrima caía de sus ojos azules. Eso me enfureció más, y le grité que desde hacía mucho que era una puta. Me abofeteó, y no lo pensé más: Mis cosas fueron rápidamente metidas en mi maleta, y sin decir más, me salí de casa.
Me senté al fondo del camión, que iba casi vacío. El chofer arrancó. La lluvia chocaba con el cristal de la ventana, que, en el fondo negro de la noche, me reflejaba. Una chica con largo cabello rizado, café oscuro, con los ojos de color azul marino, que estaban vidriosos, me miraba. Me veía con lástima, pues aún era muy joven para ser mamá. No sabía hacer nada para mantenerme, no tenía casa, ni trabajo. Supe que ya no podría seguir estudiando. Una lágrima corrió por mi sonrojada mejilla.
Me quedé dormida como 4 horas. Cuando desperté, el chico que estaba 3 lugares delante de mí gemía, mientras se escuchaba un ruido de fricción. ¿Se estaba masturbando? El morbo hizo que asomara mi cabeza discretamente, Y cuando lo ví, me quedé helada. Su mano subía y bajaba de su verga, mientras él tenía los ojos cerrados, con la nariz apuntando hacia arriba. Sus gemidos se hicieron más fuertes, y el movimiento de su mano se hizo más rápido. Yo me estaba empezando a excitar. Me pellizcaba lo pezones, que estaban duros, y me acariciaba el coño por afuera del pantalón. El chico se vino. Su mano escurría de semen, llegando a su pantalón. El chico no me había visto. Tomó unos pañuelos desechables y se limpió. Su verga fue perdiendo la erección, y cuando estuvo normal de nuevo, se la guardó. Aún así, se notaba un considerable bulto en su entrepierna. Me acordé de Jorge, y lo bien que la habíamos pasado aquellos días.
Eran las 6 de la mañana cuando llegué. Toqué 3 veces el timbre, y otras dos la puerta. Estaba muy nerviosa. Pasaron unos segundos, y me abrió. Llevaba short negro y una playera azul, haciendo que sus ojos se vieran más claros. Me sonrió, y después de abrazarme, me dijo
-¡Dios, Alely! He pensado en ti todo el tiempo –Y me besó. Por un momento olvidé mis penas, y le correspondí el beso. Me rodeó con sus brazos y me llevó adentro, mientras seguía besándome. Como sabía las intenciones que tendría, Me separé de él. Me miró, sorprendido- ¿Qué haces aquí, y a estas horas?
Lo miré con tristeza, y me senté en el comedor. –Jorge…-mis ojos se empañaron-… es algo largo, y difícil. Por favor, siéntate. –Me miró extrañado y se sentó. Sus ojos azules, oscuros, me miraban cuestionándome. Tomé muchísimo aire, como si no hubiera respirado desde que salí de casa, y le empecé a contar. A medida que iba dejando más claro el asunto, sus ojos se volvieron vidriosos, y miraba al frente. Incluso le dije que no sabía si era de mi novio o de él. Tenía una expresión triste, y sin embargo… me pareció ver una sonrisa curvar sus labios. Cuando acabé, me solté a llorar, con la cabeza hundida en mis manos.
-Y… ¿Qué vamos a hacer? –Me dijo con la voz entrecortada. Lo miré, y me fijé en lo guapo que era: sus ojos azul oscuro, las largas pestañas que cubrían sus párpados, su nariz recta, sus labios sensuales, su barbilla firme... Le dirigí una triste sonrisa, y le tomé la mano.
-No te tienes que responsabilizar… Ya te dije, puede ser tuyo, o de Santiago… -Me miró intensamente. Se puso de pie y me abrazó.
-Alely… no me importa quién sea el padre, mientras sea tu hijo, o hija. –Me puse de pie, y él tomó mi barbilla –Alely, desde que tuvimos aquellos encuentros, no he dejado de pensar en ti. Cuando ví a Susana salir por la puerta, me sentí algo triste, pero ese sentimiento se desvaneció cuando te ví, en la cama, llorando. Voy a sonar cursi, pero mi corazón latió más aprisa, y en la alberca no tenía ningún deseo sexual contigo… Y cuando te fuiste, me sentía incompleto. Te tengo todo el tiempo en mi mente, y cuando te recuerdo, no puedo evitar que una sonrisa se me escape…-Bajó la vista al suelo, y, casi susurrando, prosiguió- …Creo que me he enamorado de ti. Sé que está mal, pues no debería enamorarme de mi hermana menor…que no está bien, para la sociedad…y también sé que es raro, pues no te había visto en años…-Me miró a los ojos, y mientras me acariciaba la mejilla, me dijo- Eras solo una niña cuando me fui de casa… y ahora, toda una mujer. La mujer con la que…-hizo una pausa, como dudando si decirlo o no. Se ruborizó y siguió- …con la que quiero estar toda mi vida.
Me puse a llorar por las cosas tan lindas que había dicho Jorge. El se empezó a reír, y lo besé. Mis manos jugaban con su cabello, igual de rizado que el mío, sólo que de color negro [por mi papá]. Sus manos me tomaban la cintura. Me levantó del suelo y me dio vueltas, abrazándome, como lo harían en las películas.
Me quise olvidar por un momento de las preocupaciones, y mi lengua empezó a tocar sus dientes. La suya trataba de imitarme. Empezó a suspirar hondamente. Mis manos estaban por debajo de su playera y le acariciaba el pecho. La suyas recorrían mi espalda y mi trasero. Nos dirigimos al sofá y él se sentó. Abrí las piernas y me situé sobre él.
Rápidamente su playera y mi blusa quedaron a un lado. Bajó suavemente los tirantes de mi sostén después de haber quitado el seguro. Sus ojos brillaban mientras me sonreía, provocando lo mismo en los míos. Empezó a besarme el cuello, mientras sus manos jugaban con mis pezones. Me levanté y me quité el pantalón, quedándome en calzones, mientras él hizo lo mismo. Me cargó y subimos a su habitación. La cama estaba desarreglada, y la luz apagada. Me tendió delicadamente en el colchón, y me quitó suavemente los calzones. Él hizo lo mismo. Se tendió sobre mí, y mientras me besaba tiernamente, me empezó a penetrar. Lo hacía lentamente, aumentando mi excitación. Su lengua provocaba cosquillas en mi cuello. Empezó a jadear más fuerte, aunque esta vez no aumentó la velocidad de sus bombeos. Eso me excitó todavía más. Sentía cómo el orgasmo empezaba a salir de mí. Su mano empezó a jugar con mi clítoris, y provocó que en ese momento me viniera el orgasmo.
-¡Ayy Dioooos! –grité. Jorge me sonrió y ahora sí empezó a aumentar de velocidad sus embestidas.
-Ahhhh…- Me gritó en el oído, mientras me llenaba de semen. Sentía como nuestros jugos se mezclaban y se escurrían por mis muslos.
Se tendió a mi lado, jadeando, y empezó a reírse. Yo estaba muerta de cansancio, por las emociones del día anterior, por lo mal que dormí en el camión y por el orgasmo que había tenido. Mis ojos se cerraron, y me quedé dormida.
Desperté. Me estiré, y volteé a mi lado. Ahí estaba Jorge. Estaba dormido, y no sé por qué, me acordé de cuando éramos niños. Aún recordaba al niño de 10 años que me aventaba cosas para molestar. Al de 12 años que llegó con su novia, y yo la pateé. Al de 15 años que se peleaba constantemente con papá. Al de 17 años que una mañana no estaba en su cuarto, y no se volvió a saber de él… hasta los 22. Y ahora, al niño que había compartido casi toda mi infancia, me veía como su… novia? mujer?
3 meses después, ya se notaba un pequeño bulto en mi vientre. Mis caderas se habían ensanchado todavía un poco más, y estrecha cintura iba haciéndose más amplia. Había engordado 5 kilos. Y no me gustaba mi nueva imagen.
Mis padres no habían llamado ni una sola vez a mi celular. A Jorge sí, y él les había dicho que no sabía nada de mí. No les importaba en absoluto. En cambio, Santiago me buscaba como loco. Tuve que bloquear sus llamadas para que me dejara en paz.
Ahora vivía con Jorge. Y se podría decir que como una pareja de recién casados. A veces me entristecía pensar que me había vuelto “la mujer” de mi hermano, pues no era lo correcto; pero sus abrazos, sus besos, sus caricias, sus “te amo”, sus atenciones a mi embarazo, me hacían creer que valía la pena. Odiaba los días en que se iba a trabajar (era el gerente de un hotel de la costa), pues había veces en que no venía en la noche.
Un día, mientras preparaba la cena, escuché como se abría la puerta de la casa. Seguí de espalda a la puerta de la cocina, esperando a que llegara a abrazarme Jorge. Escuché cómo se acercaba a la cocina, y se quedaba de pie en el umbral de la puerta.
-Alely… hoy te ves especialmente linda –Dijo en un suspiro, mientras se acercaba a mí. Yo vestía un pequeño vestido azul (para acentuar el color de mis ojos) que el escote se amarraba en la nuca, me llegaba a medio muslo (Gracias a Dios aún conservaba mis lindas piernas). Traía puestas unas sandalias blancas, y me había recogido mi largo cabello en un moño. Me tomó por la cintura, y me dio un beso en la mejilla. Me dí la vuelta, y me besó. Después me miró como si no me hubiera visto en años. Sus ojos brillaban, dándome mi propio reflejo. Me volvió a besar mientras sus manos recorrían mi espalda. Soltó el broche plateado que sujetaba mi cabello, haciendo que cayera en mi espalda. Apagué el fuego que calentaba la cena y lo jalé de la corbata hasta el cuarto. Lo empujé levemente a la cama, y él se dejó caer. Me desamarré el vestido y me lo quité, despacio, para que pudiera ver los cambios que estaba teniendo. Sus ojos recorrían mi cuerpo, saboreando la buena imagen que aún podía dar. Me senté en sus piernas y, mientras le besaba el cuello, le desabroché la camisa y se la quité. Hice lo mismo con su pantalón. Me quité la ropa interior y él hizo lo mismo. Y así, él sentado en el borde de la cama, y yo encima de él, con las piernas abiertas, empezamos a follar. Mis pechos bamboleaban al ritmo de los bombeos de Jorge, que me tomaba por la cintura mientras me besaba. Sus manos recorrían mi espalda, apretándola en veces. Y en el momento en que succionaba mi pezón derecho mientras recorría con su mano derecha mi otro pecho, me atacó un orgasmo. Grité como loca, pues era de los mejores que había sentido. Jorge siguió con sus embestidas, fuertes y veloces, hasta que se vino. Sentí como su leche me mojaba por dentro, y se escurría hasta bajar por mis muslos. Me siguió besando largo rato.
Pasaron otros 3 meses. Mi figura no era para nada la misma. La ropa me quedaba cada vez menos. Jorge atendía todos mis caprichos de embarazada, sin importarle lo ridículos que fueran. Había veces en que dudaba de él, pues temía que, así de rápido se había enamorado de mí, así de rápido me dejara de querer. Pero su forma de verme, de acariciarme, de besarme, me decía que nunca me dejaría de querer.
Y sí… mi hermano se había vuelto el amor de mi vida.