La casa de playa de mi hermano... 2

Por el éxito que tuvo mi primera confesión, sigo con mi placentera verdad, en mi reencuentro con mi querido hermano Jorge

Antes de leer éste relato, les recomiendo leer el inicio de esta historia, en la cual confieso la relación que empiezo con mi hermano Jorge: http://todorelatos.com/relato/79405/

Esa mañana, después de la gran noche que tuve con mi hermano Jorge (la cual me abriría una nueva forma de placer, a la vez morbosa, a la vez linda), salí de mi cuarto, aún con el short y la camiseta de tirantes que usaba el día anterior, sólo que no traía ni ropa interior ni mi bikini; supuse que Jorge no me lo quiso poner, para aumentar mi morbo de dónde estaría mi diminuto traje de baño. Tenía la nota de Jorge en la mano, arrugándose un poco. El corazón me palpitaba con fuerza, deseando encontrar a Jorge.

Bajé las escaleras sin hacer mucho ruido, y entré a la cocina igual de silenciosamente. Y ahí estaba.

-Buenos Días Alely, ¿cómo amaneciste? –Me dijo la estúpida de Susana cuando me vió. Llevaba una pequeña bata, que le llegaba a medio muslo, casi transparente, por lo que pude ver el conjunto negro de ropa interior que llevaba puesto. No entendía por qué Jorge se había fijado en ella: era algo gordita, era de baja estatura, no tenía cintura, unos pechos que le empezaban a colgar, aunque era joven, unas nalgas llenas de celulitis y aguadas. No tenía piernas lindas, ni nada en especial. ¿Por qué Jorge se había fijado en ella? Me repetía constantemente en mi mente.

-¿Y mis papás?

-Salieron. Querían ir a la costa solos. Dijeron que volverían en la tarde o en la noche.

Mientras cruzaba esas pocas palabras con Susana, me dirigí al refrigerador y saqué un coctel de frutas, que de seguro era de mi mamá. No creí que se molestara porque me lo comiera. Mientras me desplazaba por la cocina, varias veces noté que Susana veía algo de mí: Mi enorme trasero, mis piernas perfectas, o mi gran busto. Noté un poco de envidia en sus ojos.

Justo cuando le iba a preguntar si no sabía dónde estaba Jorge, él apareció. Llevaba los mismos bóxers de la noche anterior, y una camiseta de mangas cortas que no me permitía ver su escultural torso.

Mi corazón empezó a latir rápidamente, pero el alma se me vino a los pies cuando Jorge apenas me miró, y fue a saludar a Susana. La besaba tierna y dulcemente, y ella le correspondía de la misma forma. Ahora la envidia se notaba en mis ojos, estaba segura. ¿Por qué me había evitado así? Mientras ellos se seguían besando en mis narices, el corazón me latía furiosamente. Estaba celosa.

-Hola Alely –Dijo débilmente, casi sin mirarme, para seguir platicando con Susana. Tomé mi plato de frutas y me fui a mi cuarto, furiosa. ¿¡Por qué carajos me evitaba!? Entré a mi habitación, y me cambié el short por una mini falda negra de holanes. Me puse sujetador, una tanga negra y una camiseta de tirantes blanca, igual a la anterior.

Estuve en mi cuarto, desayunando y viendo la televisión, cuando alguien entró.

-Alely… tenemos que hablar…-Me dijo, y cerró la puerta.

-Vaya, ¿¡ahora si quieres hablar conmigo!? –Le espeté. Me puse de pie. Ví como se fijaba en mis lindas piernas, y subía la vista a mi escote, para subirla de nuevo a mis azules ojos y sonrojarse un poco.

-Alely… -empezó- …lo que pasó ayer… bueno… es que, había bebido demasiado anoche y… -se sonrojó un poco más- …nunca debimos haber hecho lo de ayer… -Y bajó la vista al suelo. Me sentía feliz de verle conmigo, así de vulnerable, y quería abrazarlo y besarlo, pero estaba muy triste por lo que acababa de decir.

Me acerqué a él y acaricié la mejilla izquierda. Subió la vista y nuestros ojos, azul oscuro, se miraron por mucho tiempo. Me fui acercando a sus labios, y cuando los juntamos, noté como suspiraba. Me abrazó, y nos seguimos besando. Nuestras lenguas apenas se tocaban. Mi mano derecha le acariciaba la nuca, y sus manos subían y bajaban por mi cintura. De repente, se separó de mí, y, con ojos tristes, me dijo:

-Alely, estoy sintiendo algo por ti más fuerte que cariño de hermanos. Ayer cuando te ví, sentí que te necesitaba… y eso me avergüenza un poco, pues no es posible que te quiera como algo más que a una hermana… Ayer no te ví como esperaba verte. No te ví como la pequeña niña de 5 años que se reía de mis tonterías, ni que lloraba cuando le hacía una broma pesada. Te ví como mujer. Y me da mucha pena el verte así.

Eso me hizo sentir la necesidad de abrazarlo fuerte, y cuando lo hice, él me estrechó entre sus brazos. Si supiera que yo sentía lo mismo hacia él…

Nos volvimos a besar. Esta vez, las lenguas ocuparon un lugar importante. Nos besamos largo rato. Nuestros suspiros se volvieron gemidos, y de repente, sus manos ya estaban levantando mi falda, y sentía como se apoderaba de mi trasero. Su bulto se iba haciendo cada vez más notorio. Le subí la camiseta, dándole a entender que quería que se la quitara, y eso hizo. Y justo cuando él me llevaba a la cama, alguien abrió la puerta.

Susana se quedó mirándonos, con cara de espanto, mientras yo me bajaba la falda y Jorge se ponía la camiseta. Un tenso silencio llenó mi habitación.

-Susana… esto no es lo que parece...- empezó Jorge. Estaba muy ruborizado de la pena.

-¡No, que va, para nada! ¡No es lo que parece! ¡Simplemente te ví arrastrando a tu hermana menor a la cama mientras ella te comía a besos! –Gritó Susana. Ella también estaba ruborizada, pero de coraje. -¿¡Cómo puedes hacer algo tan asqueroso como eso!? ¿¡Por qué lo haces!? –Dijo mientras unas lágrimas corrían por sus mejillas. Jorge no sabía qué hacer. Yo bajé la vista, avergonzada. Susana tenía razón. ¿Cómo podíamos hacerlo? Susana se salió corriendo y Jorge la siguió. Eso me molestó. Escuché como Susana le gritaba, lo maldecía, y a mí también. Escuché como desordenaba unas cosas. Escuché un cierre de maleta descorrerse. Después, bajó por las escaleras.

-¡Que seas feliz con tu hermana, idiota! Y no te preocupes, ¡Nunca me volverás a ver! ¡Así podrás follar más a gusto con la puta de tu hermana! –Nos gritó. Un portazo dejó en silencio toda la casa.

Yo me tiré en la cama a llorar. Me sentía sucia, avergonzada, apenada. Si yo el día anterior no me hubiera quedado excitada en la alberca…

Unos brazos me rodearon por detrás. Me volteé y lo primero que recibí fue un beso. Yo le correspondí, mientras mis manos se situaban en su nuca. Nuestras lenguas se enlazaban, y Jorge me mordía  a veces los labios. Sus manos fueron levantando mi camiseta, y cuando se liberó de ella, quitó el seguro de mi sujetador muy hábilmente. Mis grandes pechos quedaron desnudos, con los pezones duros. Jorge los empezó a pellizcar, mientras yo le iba bajando los bóxers para dejar al descubierto su gran verga, que ya estaba dura. Interrumpí los besos y me agaché para poder mamarle tremenda verga, cuando Jorge me levanta y me dice:

-Ah, no Alely, ayer me tocó a mí, hoy te toca a ti.

Y me acostó en la cama. Me bajó delicadamente la falda y la tanga, y de repente, sus dedos se abrieron paso en mi vagina, ya bastante mojada. Metía y sacaba 2 de sus dedos, mientras con la otra mano me masajeaba el clítoris. Estaba a punto de tener un orgasmo. De repente, sacó sus dedos de mí, los chupó, y mirándome a los ojos, le metió un lengüetazo a mi clítoris. Me retorcí de placer. Después, me empezó a follar con la lengua, y con el pulgar oprimía mi punto G. Siguió unos segundos más, y me corrí. Se tragaba todos mis jugos hábilmente, mientras seguía masajeándome el clítoris, haciendo más largo mi orgasmo.

Mientras me reponía del orgasmo, Jorge se quitaba la camiseta y se acostaba sobre mí. Me empezó a besar apasionadamente, y, abriéndome las piernas, me penetró con esa gran herramienta que tenía. El sólo pensar que mi hermano me daba tal placer me excitó mucho.

Empezó a bombear rápidamente desde el principio, no como la noche anterior, que había empezado despacio y aumentado la velocidad.

-Dios, Alely…tienes un cuerpazo irresistible… -Me decía al oído mientras me besaba el cuello.

-Ay, Jorge… si te vieras en un espejo…-Y me miró a los ojos. Sus ojos azules brillaban de morbo, haciendo que los míos hicieran lo mismo. Me sonrió y me besó. Sus embestidas seguían. De pronto, sentí cómo un orgasmo me venía. Me corrí como una perra en celo.

-Ahhhh Dioos! Sigue Jorge…- Le pedí en un grito-suspiro. El siguió, y de repente, empezó a jadear más.

-Alely, me vengo…- Me avisó. Yo le tomé las nalgas, apretándolo contra mí, y me gritó en el oído cuando se vino.

-Ahhhhh Alely!-Dijo mientras me llenaba de su semen. Sin embargo, no paró de bombear. Incluso cuando terminó, siguió con las embestidas. Su verga ya estaba dura de nuevo. Lo que acababa de pasar con Susana era algo que habíamos olvidado.

De repente, se salió de mí. Me levantó y me volteó, de forma que le diera el culo. De inmediato entendí lo que quería y me puse en cuatro. Sin embargo, no me dio por el culo. Me la metió otra vez por la vagina, y era algo que nunca había sentido. Yo me movía de adelante hacia atrás, y él hacía lo mismo con sus caderas. Otro orgasmo me atacó y me detuve, pues las piernas me temblaron un poco. Jorge siguió follándome.

-¿Te gusta, hermanita?-Me susurró en el oído cuando me enderezó hacia él.

-Ay, pero claro, hermanito- Le dije. Sus manos apretaban mis pechos y sus embestidas seguían, mientras me besaba en el cuello. Siguió unos minutos más así. Y de repente, sin avisar, me llenó de leche otra vez. Un gran suspiro me calentó la nuca.

Caímos, rendidos, en la cama. Los dos jadeábamos. Él empezó a reír, y me contagió de su risa. Recargué mi cabeza en su pecho desnudo, y me quedé dormida.

Cuando desperté, unas manos acariciaban mi larga cabellera rizada. Me sentí feliz, pues Jorge murmuraba te quieros y te amos. Me enderecé y lo besé. Me correspondió el beso con uno suave y tierno, como el que le dio a Susana en la mañana. Seguimos besándonos, y me acomodé encima de él, de forma que su verga me rozara la vagina fácilmente. Nos íbamos excitando, cada vez más, hasta que dijo en un murmullo:

-¿Vienes a la alberca conmigo?

Me puse rápidamente mi ropa interior y él hizo lo mismo. Bajamos las escaleras comiéndonos a besos. Cuando llegamos a la alberca se metió rápidamente en un clavado. Empezó a nadar como un profesional, mientras yo estaba sentada en el borde y con los pies dentro del agua, cuando se me acercó, y, jalándome suavemente de las pantorrillas, me pidió que nadara con él.

Mi cabello flotaba graciosamente en el agua, mientras Jorge me acariciaba, sin besarme, mirándome a los ojos. ¿Cómo iba yo a imaginar que aquel par de ojos me iban a mirar de esa manera algún día? Seguía acariciando mi espalda, cuando escuchamos unas voces. Nos separamos rápidamente.

-¡Ey, Hijos! ¿Qué hacen aquí? –Dijo mamá cuando nos vió, sonriendo. -¿Y dónde está Susana?

Una tristeza ensombreció los ojos azul oscuro de Jorge. Salió de la alberca, y fue a hablar con nuestros padres. Temía que les dijera la verdad.

-Mamá…Papá…-comenzó Jorge-…son varias noticias. La primera es que… Susana ya no se va a casar conmigo. –Mamá lanzó una exclamación de tristeza y papá le preguntó por qué- …Hoy discutimos, porque yo no quiero tener hijos hasta los 30, y ella ya quería ser madre… Se enfadó tanto, que me empezó a insultar… y de repente, hizo su maleta, y se fue.-Dijo Jorge con tristeza. Me dolía el ver que se ponía triste por ella. Mamá abrazó a Jorge y papá le dijo

-Hijo… no es la única mujer en el mundo, te aseguro que encontrarás otra.

Yo en ese momento iba saliendo de la alberca, y Jorge fijó sus ojos en mí. Sus ojos se iluminaron al ver mis pechos y mis caderas, y juraría que en ese momento pensó “creo que la encontré…”

Y esa misma noche nos regresamos a casa. Cuando me despedí de Jorge, me dio un beso discreto en los labios y me susurró “te amo” en el oído.

Llegamos a casa y me sentía muy triste, pues ya no iba a ver a Jorge, hasta que nos invitara de nuevo.

Pasaron las semanas… y no vino la menstruación. Estaba muy asustada. Yo soy muy regular. Y ahora que hacía cuentas… No, no podía estar embarazada de Jorge. Podría ser que no… aunque podría ser que sí…