La casa de los perros callejeros
Un día descubrí una casa abandonada medio derruida que siempre estaba llena de perros
Hace 6 mese que me cambié de casa. Alquilé una bonita casa a las afueras de un pueblo del norte de España, una casita con encanto. El pueblo está situado en un paraje de monte con un frondoso bosque de todo tipo de enormes árboles y plantas autóctonas de la zona.
Los primeros días recorrí el pueblo para conocer dónde estaban todos los sitios más importes, y por las tardes me dedicaba a dar largos paseos por el bosque para respirar aire puro y hacer algo deporte.
Un día descubrí una casa abandonada medio derruida que siempre estaba llena de perros sin hogar y habían habitado aquella casa. Por lo menos tenían un techo donde cobijarse las frías y húmedas noches de invierno.
Comencé a llevarles comida y agua pero yo no era la única que sabía de la existencia de aquellos pobres perros.
Un día mientras atravesaba el jardín de enterada hacia la casa oí unos gemidos, me acerqué cuidadosamente sin hacer ruido y vi como una mujer de mediana edad se dejaba montar por un enorme perro color miel mientras que los demás perros la rodeaban en círculos esperando su turno, aquella mujer debía de estar muy acostumbrada a follarse a esos perros puesto que sus gemidos eran enormes se le veía disfrutar muchísimo de esa enorme polla que el perro tenía dentro de su coño. Los demás perros estaban visiblemente empalmados con sus enormes capillos fuera de sus fundas. Aquella visión me hizo sentir muy excitada y sentía mi pequeño tanga mojado por los fluidos de mi excitado coño.
No pude parar de mirar aquella excitante imagen hasta que ya no pude más. Bajé mis leggins e introduje mi dedo corazón en mi calenturiento y húmedo coño, no me hizo falta frotarlo mucho hasta que me corrí mirando e imaginando que era yo la que era montada por esos lindos perros.
La mujer continuó tumbada sobre un viejo y semiderruido banco de obra hasta que todos los perros se la hubieron follado, exactamente 5 perros.
La mujer estaba desnuda completamente a pesar del frío que hacía, y me daba la espalda. Pude ver como uno de los perros la abotono y tuvo que estar en la misma posición varios minutos. Aquello duró como dos horas y decidí marcharme porque me estaba quedando helada.
Aquel día no podía parar de masturbarme pensando en las enormes pollas de aquellos perros y lo mucho que me gustaría vivir una experiencia como la de aquella mujer, en cierto modo muy valiente, pues yo pensaba que no me atrevería por el mucho miedo que me daba que me mordieran o lo que es peor, que me destrozaran mi pequeño y estrecho coño.
Pasaron un par de meses y no volví a ver a aquella mujer, pero yo continuaba llevando comida y agua fresca a los perros. Había conseguido hacer amistad con todos los perros y ya era de su confianza. Estaba completamente decidida a montar una orgía con aquellos canes sementales.
Cada día olían mi cada vez más húmeda entrepierna, incluso algún atrevido empujaba su hocicó contra mis labios vaginales por encima de mis pantalones.
Llegó la primavera y el buen clima y yo cada día estaba más salida y soñaba con el primer encuentro sexual con los canes.
Estaba tumbada en mi cama acariciando mi clítoris por encima de mi braguita y me decidí a hacerlo ese preciso día.
Como cada mañana, llené la garrafa de agua y preparé la comida de los perros. Me sentía muy guarrilla así que me puse una falda corta de vuelo sin bragas y marché por la senda hasta la casa de los perros, cuando llegué todos vinieron a mi encuentro.
Comenzaron a olfatear por debajo de mi falda, sentía sus frías narices rozando en mis labios vaginales y en mi culo, incluso alguno comenzó lamer mi virgen culo, yo me incline para echar la comida y el agua en sus respectivos barreños y aproveché para abrir las piernas y dejarles mejor acceso a mi húmeda y calenturienta entrepierna.
Los lengüetazos se hicieron cada vez más fuertes. Aquellos perros estaban completamente fuera de sí y faltos de coger con una perra, me sentí muy puta, quería ser cogida por todos, quería sus enormes rabos dentro de mi coño como su puta perra.
Me recosté a cuatro patas en el mismo banco que meses atrás había estado aquella mujer que había despertado mi instinto más salvaje. Uno de los canes se posicionó detrás de mí, debía ser el líder ya que los demás me rodeaban mientras el intentaba atinar en mi estrecho y húmedo coño, pero un enorme dolor me inundó, aquel can había hundido su enorme y erecto rabo en mi culo, me lo follo frenéticamente hasta que comencé a sentir su líquido pre seminal derramarse por mis nalgas, se bajó y otro bonito perro negro de un tamaño bastante considerable me montó acto seguido, pero éste si atinó en mi vagina ya que levanté las caderas para que atinara. Fue una sensación indescriptible, su enorme polla llenaba todo mi ser produciéndome un enorme y satisfactorio placer, los orgasmos eran continuos.
Cuando ya no podía más con el dolor de rodillas me sentaba en el banco con las piernas abiertas para que pudieran lamerme. La sensación de varios perros lamiendo el culo, coño y clítoris al mismo tiempo no dejaba que se me pasará la calentura de querer más.
Estuve follando con los perros como una guarra sátira hasta quedar abotonada y ya no poder más.
Cuando llegué a casa no paré de vomitar del olor tan asquerosa que quedó en mi nariz y en mi cuerpo de aquel lugar tan sucio y apestoso de los perros callejeros, así que días después y recordando la gran orgía que me daba con los canes decidí llevarlos a mi casa de uno en uno.
A cada uno le dediqué el tiempo que necesitó en bañarlo, acariciarlo, masturbarlo y fallármelo, hasta que tuve a los cinco en mi casa.
Mis orgías son monumentales.
Me follan cuando ellos quieren, incluso algunas veces se pelean por mi, por poseerme y yo me excito mucho con esas situaciones.
No lo puedo evitar, me encanta que me follen y estar llena de pollas de perro. Hemos conseguido tener una polla en mi culo, otra en mi coño y otra en la boca al mismo tiempo.
Os dejo que al escribir este relato mi coño se ha mojado y tengo a un can lamiéndome.