La casa de los Jansen

Una joven queda en casa de Elena Jansen y ella le enseñara algunas cosas...

LA CASA DE LOS JANSEN

Cuando muy jovencita por esos subterfugios de la vida fui parar a la casa de los Jansen. Una familia de holandeses o gringos como se decían en aquellas épocas.

Mi madre era muy amiga de la señora Jansen, una mujer rubia de brillantes ojos celestes como el color del cielo, claros y con un rostro bordado de pequeñas e imperceptibles pecas coloradas. Una silueta de avispa, cintura fina y delicada, ella era toda una dama y además una mujer muy simpática y dada.

El señor Jensen, un caballero alto y desgarbado, siempre sonriente y con su pipa en la boca, un pequeño bigote fino que demarcada sus rasgos evidentemente extranjeros. Era también un hombre que le gustaba hablar y recibir gentes en su casa del pueblo.

Dueños de muchos campos, no tenían problemas económicos. Entonces sucedió que mi madre tuvo que marchar hasta un país vecino porque mis abuelos o sea sus padres pasaban por un mal momento asi fue que me dejaron al cuidado de la familia Jensen.

Por otra parte ellos estaban encantados ya que no tenían hijos.

Como dije o no sé si lo dije tenía casi veinte años cuando quede con aquella gente. Yo estudiaba en una ciudad cercana y volvía los fines de semana. Hasta que llegaron las vacaciones  y bueno me esperaba, sin saberlo, debo decirlo, un ardiente verano, que nunca olvidé ni olvidaré.

La señora Elena, que así se llamaba la señora de la casa, comenzó a acercarse a mí en plan de  amiga, teníamos largas y buenas conversaciones, a mi me caía muy bien. Me gustaba su forma de ser. Luego me empezó a gustar en sus formas físicas, es decir, descubriendo que siempre me gustaron, nada más que al principio las rechazaba, o no las pensaba como tal. O no las quería ver, porque en aquellos tiempos todo lo relacionado al sexo y la sexualidad, tenía connotaciones pecaminosas.

Claro que aquella era una mujer muy adelantada y de costumbres que nada tenían que ver con las de la época.

__¡Muchachita, como estas, estas contenta, dímelo!__ me decía Elena cuando me encontraba en las mañanas.

__¡Hola Elena, si estoy bien y tu como has dormido!

__¡De maravillas…tu sabes que tomo una pastillita…y si ya a mi edad, debo ayudar con algún suplemento!

__¡Tu eres muy joven, que dices Elena, estas muy bien!

__¡Oh gracias mi chica, eres tan gentil y bonita cariño!__ dice ella en tanto me toma las manos entre las suyas y las besa alternativamente, humedeciéndolas con su saliva.

__¿De veras me ves bonita?__ pregunto inocentemente

__¡Pero claro belleza que dices, eres preciosa!__ dijo acariciando mis mejillas, mi nariz, mis labios de una forma muy sensual y caliente. Siempre con una sonrisa amplia y ancha en su boca hermosa.

__¡Y dime ya tienes noviecito en aquella escuela donde tú vas!

__¡Oh no no Elena!

__¿Por qué dices así?¿qué tendría de malo?

__¡No nada, solo que no tengo!__ salimos a caminar por el parque del caserón. Entre los árboles enormes. Los pájaros cantando a viva voz, hasta casi dejar sordos a los paseantes. El sol brilla en lo alto.

__¡Elena tu tuviste muchos novios!

__¡Ay querida…claro…por supuesto…a tu edad, no perdía mucho el tiempo, también tuve una mujer experimentada que me guió!

__¿Cómo es eso?__ pregunté intrigada

__¡Sí…una profesora del instituto al que me enviaron de joven, una bella mujer, casada, pero que le gustaba todo lo relacionado a las relaciones humanas!

__¿Cómo es eso?

__¡Claro, belleza, ella me contó todo sobre la vida y lo más importante…sobre el sexo…y tuvimos…como diría… practicas continuas y calientes de aquello que hablábamos!__ yo me quedé pensativa, rebobinando y desmenuzando lo que me decía aquella sonriente mujer madura. Me tomaba del brazo mientras caminábamos. Me acariciaba las manos y las muñecas, yo empezaba a sentir levemente un hormigueo.

__¡Pasamos tardes y noches increíbles hasta que todo tuvo que terminar!

__¿Pero tú me dices?…que te…¿acostabas con aquella mujer?

__¡Claro…no me mires así chica linda!__ ella sonreía y mil cosas pasaban por mi cabecita loca, ardiente, caliente, lujuriosa. Aquella mujer era una sorpresa viva de la vida.

Llegamos a unos de los bancos. Nos sentamos chocando nuestras piernas.  Mi corazón latía pareciendo que explotaría en cualquier instante. Me desbordaba aquella mujer, que olía a sexo. Olía a flores, perfumada. Se veía tan hermosa contra los árboles que ondeaban sus ramas por el viento que se estaba levantando.

Ella miró mi rostro y tomo mi barbilla, emocionada yo la dejaba hacer. Es mas no podía hacer nada, porque deseaba que hiciera lo que estaba por hacer.

Se acercó lentamente sin sacar la risita de sus labios, que fueron posados tiernamente sobre los míos. Los repaso de forma suave, dulce, yo me volví loca y mi entrepierna empezó a chorrear jugos sin detenerse.

Era como si hubiese abierto un gran grifo. Yo sentía que mis jugos chorreaban de una manera sideral. Jugosa fruta entre mis piernas.

Su lengua me lamió, despacio, tomando su tiempo, yo absorta, pero mucho más, caliente. Ella lo sabía muy bien, que yo chorreaba entre mis piernas porque ella misma estaba así de cachonda.

Me tomo una mano y la llevó a su entrepierna en medio de aquel sitio abierto y lleno de luz. Sin ningún tipo de problemas, sin ningún remordimiento. Fatal entrega de mujer a mujer. No me daba cuenta pero estaba dejando de ser una niña, me estaba convirtiendo, gracias a Elena en una mujer, con sus delirios, con sus gustos, con sus arrebatos y calenturas.

Su lengua entraba y salía de mi boca que explotaba de miel y placer, mi lengua también jugaba con la de ella. Ella me chupaba y mordía la lengua mía, saboreando cada centímetro, haciendo que mis dedos hicieran círculos en su entrepierna sin un pelito. Babosa.

__¡Ves que te gusta, ohhh lo sabía, corazón ardiente, piel que quema…eres un demonio de las mías…te encantan las almejas ehhh, ohhhh, bella chica…serás mía!!!__ suspiraba en mi oreja, aquella mujer que me fascinaba, desde mucho antes que aquel día, pero que ahora estaba en conocimiento del  porqué.

Ella me tomo de la mano y se puso de pie. Abrazadas, seguíamos besándonos y Elena acariciaba y apretaba mis nalgas por sobre mi ropa. Ella me guiaba. A mi aún me daba alguna cosa, estar en medio del parque a plena luz del día acariciando a otra mujer.

Yo trataba de ver si alguien fisgoneaba, si era tan fácil como lo hacía ver Elena, aquella mujer que me conmovía, como nadie lo había hecho hasta aquellos días.

__¡Vamos…necesitamos otro lugar te parece!__ dijo ella empezando a caminar hacia la casa grande. La seguía como perrita en celo.

__¡Tu sabes lo que quiero!¡Quiero saborear tu cuerpito, quiero besar tus pechos, tu vagina, que debe estar tan caliente y húmeda como la mía!__ mi corazón latía fuertemente. Ella besaba mis manos, mientras caminábamos ansiosas, al menos yo, me moría, me carcomía la situación, me ponía muy loca, muy caliente. Me pasaba la mano por los hombros y la espalda hasta llegar a mi trémula cintura y a mis nalgas firmes y jóvenes.

__¡Querida…tu juventud es abrumadora…pero tan cierta y tan hermosa…y tan necesaria para mi!!__ me susurraba al oído y de paso pasaba la punta de la lengua en el, produciendo  tremendos temblores de pasión y lujuria.

Entramos en la casa grande y caminamos por los pasillos interminables. Las piernas me temblaban y el cuerpo había comenzado a sudar.

Elena me acariciaba de forma suave y casi maternal, aunque con un dejo de vicio y perversión que hacían  esas caricias mucho más dulces y enigmáticas.

Me sentó en el borde de la amplia cama de el cuarto de visitas. Sonriendo se quitó la camisola que vestía y aparecieron sus enormes tetas, prensadas en el corpiño. Se movía como una bailarina de club nocturno. Se soltó su largo cabello casi hasta la cintura. Yo apretaba mis piernas sintiendo como chorreaban jugos de forma indiscriminada. Su pollera larga cayó al suelo. Apareció su cadera fina, hermosa, un calzón muy chico para su anatomía, muy ajustado, que mostraba un pequeño costado de su vagina sin vellos.

__¿Te gusta lo que ves hermosa?__ preguntó sin dejar su sonrisa

__¡Claro Elena…eres muy bella!__ se acercó a mi

__¡Puedes tocar si quieres ¿quieres?

__¡Siii quiero!__ contesté tragando saliva apenas pasaba por mi garganta que se cerraba, mientras abajo se abría mi cachonda y caliente almeja. Pase mis dedos suavemente por sus caderas, ella acariciaba mis cabellos. La tomé de pronto fuertemente de las nalgas y ella se quejó gimiendo. La atraje más hacia mi y mi boca y mi lengua se pegaron a su vientre, metí la lengua en el ombligo hondo y profundo de Elena que se quejó suspirando y moviéndose nerviosa. Apretó mas mi cabeza contra ella, y tiro de a poco mis cabellos, crispadas las manos y los dedos,  crispados los pezones, alzados, parados y duritos. Carne vibrando y ardiendo con llamas llegando alto.

Elena muy despacio, gimiendo, me quitó la remera que llevaba puesta por sobre los brazos míos, largos. Se sentó a mi lado al borde de la cama. Me busco la boca, los labios, lamiéndolos, besándolos, cruzando con su lengua el umbral de mi penumbra.

__¡Eres muy caliente chiquilla hermosa, ohhh, cariño, cariño dulce, dame tu boca, ábrela, eres mía, soy tuya!!!__ me susurraba, me apretujaba las tetas nacientes, florecientes, pero ya redondas, maduras. Me dolían los pezones de tanta calentura, entonces, Elena me tendió sobre la cama, me quito el último bastión de ropa dejándome en calzones, que prontamente con sus dedos largos ella se encargó de hacer salir de mi cuerpo.

Sus dedos llegaron sin demora sobre mi inquieto y virginal clítoris. Lo acarició, arrancando de mi garganta guturales sonidos ahogados. Mis lágrimas de placer saltaron de inmediato, nunca nadie me había tocado así, me revolcaba sobre las sábanas. Ardía y ella lo sabía, tuve mi primer orgasmo con ella solo con esas caricias. Luego sus dedos fueron acercándose y adentrándose de a poco en mi almeja que chorreaba jugos por todos lados, abriéndose como flor, abriéndose para ella, que metía su lengua hasta el fondo de mi garganta.

De un momento a otro se comió mis tetas, literalmente, mamo como chico hambriento, poniendo mis pezones en punta, erectos al máximo.

Me tenía a su merced, me llenaba de caricias, su boca, su lengua , sus dedos, sus muslos, todo de ella me lo brindaba.

Me enseño a chupar sus tetas exquisitas, a recorrer su almeja abierta para mí, me enseño a amarla, como a ella le gustaba, aprendí, me hundí en sus viscosidades, en sus leches, en su anillo trasero, en sus nalgas, en sus labios, en sus tetas hermosas, una y otra vez.

Nos volvimos impredecibles, amantes entrañables, por años y años, creo que hasta que decidimos mucho tiempo después de común acuerdo ponerle fin a aquella relación de locura, de placer y porque no también de amor.-