La casa de los 7 tejos. 4

En este episodio; amor filial, lésbico...

Sería conveniente leer los capítulos anteriones, al menos el último, La casa de los 7 tejos. 3

DICIEMBRE 1963

La campana sonó tres veces mientras ella fregaba. Como era de esperar por las cuatro campanadas de la llamada, se trataba de la habitación privada de Dn. Antonio. Un estremecimiento sacudió su cuerpo. Otra vez, y ya iban dos esta semana. Casi le saltan las lagrimas pero no tenía elección. Se secó las manos y se quitó el delantal. Caminó con paso cansino hacia la estancia que el amo se había preparado desde que quedó paralítico por una apoplejía y estaba confinado a una silla de ruedas. Llamó antes de entrar.

  • pasa.

Dn. Antonio estaba en su silla y la chicaa de pie, enfrente, con su cabeza baja, ya aceptando de antemano lo que iba a suceder. Cerró la puerta tras sí y fue hasta la banqueta de madera tapizada de piel negra situada en el rincón, poniéndola en el centro de la habitación; se acercó a la adolescente y le quitó las ropas. Cuando estaba totalmente desnuda la ayudó a tumbarse boca arriba sobre el escabel, dejando brazos cabeza y piernas colgando. Siguió con el ceremonial atando a la base de las patas, las muñecas y tobillos, aun a sabiendas de que ella no se iba a resistir, pero eran las órdenes del amo y había que cumplirlas. El cuerpo quedó arqueado con la blanca piel de la barriguita tensa por la posición y los pechos apenas insinuados apuntando horizontales. Los muslos ligeramente separados quedaban frente a Dn. Antonio y desde su posición  le dejaban ver el abultadito pubis y su sonrosado interior. La mano del invalido estaba  debajo de la manta que cubría sus piernas pero Pura sabía donde se posaba y lo que  -inútilmente- buscaba.

  • Pura, ¿a qué esperas?

La joven se dirigió al armario del fondo, lo abrió y sobre el estante superior estaba el estuche de cuero. Sacó de dentro la fusta doblada que al salir se enderezó larga y flexible. Pura, como cada vez que esto ocurría se estremeció, pero no había tiempo para dudar;  se colocó a la derecha del señor y a un metro aproximadamente del cuerpo combado. Apoyó el flagelo sobre el vientre. No podía equivocarse; un golpe demasiado fuerte sobre hueso o una costilla podía romperla, pero si pegaba débilmente el Sr. le hacía repetirlo y la chica sufriría el doble. Lo terrible era cuando Dn. Antonio le pedía...

Este se adelantó a sus pensamientos.

  • DIEZ... EN LOS PECHOS

Tragó saliva, lo peor sin duda. Pobre niña, esperaba que tantos golpes no la deformaran de por vida. Pura comenzó:

Uno, dos, tres...

La chica se agitaba como un pajarito pero aguantaba orgullosamente sin rechistar. Su padre asentía con cada fustazo como dando su aprobación. Cuando Pura terminó y pensaba que se había acabado el suplicio...

  • ¿adonde vas Pura? Diez más, ahora en la tripa.

Vuelta a empezar, pero esta vez sin ocultar las lagrimas... señalar el objetivo y descargar... uno, dos... Pura veía ahora claramente el rostro de... no, no era posible... Ludivina? ¿era Ludivina? Pero... esos pechitos, no eran pequeños? Y ese pubis... ¿era tan poblado? No podía ser....

Despertó sin respiración y sudando... se sentó en la cama, sollozando. Nada bueno traía este sueño... nada bueno iba a pasar.

JULIO 1964

Maribel entró como una tromba mientras Carmen hablaba con Pura en el vestíbulo. La niña al apercibirse de que su tía la observaba con severidad frenó en seco.

  • ¿vas a perder el tren Maribel?

  • ay, esta niña... siempre tan alocada- apostilló Pura, intentando quitar hierro.

  • (un poco azorada) tía, perdone, pero es que acaba de llegar Mónica. La he visto, y... bueno, con su permiso subirá esta tarde para vernos. ¿Nos deja?

  • de acuerdo, pero después de hacer la siesta.

  • gracias tía, ya contábamos con eso. Vendrá a eso de las cinco.

  • muy bien, y ahora lávate las manos que vamos a comer.

A las cinco y diez minutos llamaron a la campana de la puerta exterior. Maribel se adelantó a Ludivina, y ella misma la abrió. Mónica y ella se dieron un beso y se sumergieron en el bosquecillo de la finca. Llegaron a un espacio bastante escondido rodeado de arbustos y enormes pinos, al que había que acceder por un estrecho hueco de la floresta. Estaba cubierto de césped salvaje, ligeramente inclinado y con una hermosa vista sobre el pueblo; era su refugio secreto. Se sentaron en la yerba verde del suelo, contentas y felices después de tanto tiempo. Había tantas cosas que contar...

  • aquí no nos podrán encontrar. Qué ganas tenía de verte y que nos contáramos cosas -. Después de que Maribel pusiera al día a su amiga del alma de los cotilleos del pueblo pasaron a las confidencias derivadas de su situación personal.

  • ¿qué tal el colegio Mónica?

  • un asco. Las monjas son unas putas.

  • no digas palabrotas Moni.

  • es que es verdad, solo hacen que mirarnos mal y castigarnos a base de azotes. Y sabes qué? ... soy muy amiga de Raquel, una chica del último curso, y me ha dicho que tienen una cámara de tortura donde azotan a las mayores.

Le habían tocado la fibra a Maribel, que puso ojos como platos. Con la palabra azotes , azotaina, zurra, se ponía tensa, en realidad se excitaba.

  • ¿las azotan? ¿de verdad? ¿como a tu madre y a Ludivina?

  • (interesada)  A Ludivina también ? Como lo sabes?

Maribel le contó a Mónica lo sucedido con Ludivina, y las marcas que tenía por su cuerpo.

  • ¿La castiga así tu tía?

  • eso me dijo.

  • a ti no verdad? ¿te sigue pegando por todo?

Por un momento tenue un brillo en sus ojos podría haberla delatado ante una persona suspicaz pero Mónica  no lo era en absoluto. Maribel bajó la cara. No quería decirle a su amiga lo que empezaba a sentir desde aquél día.

  • No, así no. Con la zapatilla. Y sí, me da bastante. ¿y a ti?

  • no, a mí no. Alguna bofetada y algun zapatillazo mi madre. Y las monjas con una regla en la palma de las manos.- Mónica hizo una pausa y cambió de tema

  • Oye, Pablo todavía es tu novio?

  • (Un poco enfurruñada) ¿es tu hermano no? ¿le has preguntado a él?

  • Oye, no te enfades. Sí que le he preguntado y me ha dicho que no, pero quería preguntártelo a ti.

_ ¿porqué?

  • porque quiero saberlo por ti.

  • (extrañada) pues no, no es mi novio. ¿Y porqué quieres que yo te lo diga y no te fías de él ?

Mónica estaba pensativa. No sabía si decírselo o no pero Maribel era su amiga y también su confidente y...

  • es que... es un secreto. Pablo quiere follarme sabes?

Maribel con cara de espanto se santiguó.

  • follarte? ¿tu hermano? Dios mío, Mónica, te vas a condenar. Es un pecado muy grande. No lo vas a hacer verdad?

Mónica tragó saliva – ya lo he hecho.

  • Oh Dios mío de mi vida (y volvió a santiguarse) ¿te confesarás enseguida no?

  • No. no me fío de Dn. Andrés.

  • ¿porqué?

  • oí una conversación de mi padre. Lo tiraron de su pueblo sabes? Le pillaron haciendo cosas feas a las niñas. La policía se lo dijo a mi padre para que lo vigilara por si volvía a hacerlo aquí. Además... yo no creo mucho en esas cosas, no como tú o tu tía. Mi padre va a misa por obligación. No lo dice pero yo lo sé.

  • Yo tampoco como mi tía, eh?... pero oye, ¿y como fue como follastes?

  • bueno, es que... oye, júrame que no se lo dirás a nadie.

  • te lo juro Moni.

  • pues... es que entró en mi habitación sin llamar. Solo hace un año que tengo una para mi sola, desde que nos trasladamos a la casa nueva. Antes Pablo y yo la compartíamos y... bueno, pues a veces nos tocábamos y eso, ya te lo conté...

  • sí que me acuerdo pero entonces no me dijiste que follábais.

  • no, entonces no. Solo nos gustaba desnudarnos y tocarnos los culos y eso. Bueno, te cuento, pues entró y yo estaba cambiándome de ropa, y se quedó allí mirando. Yo no hice nada porque desde que me fui interna solo habían pasado unos meses, y antes no teníamos vergüenza, pero ahora sí que tenía un poco pero lo dejé estar. Yo estaba con la camisetita que llevo ahora. ¿ves que ya llevo sostén?

  • Si, ya me he fijado, qué suerte. Y nada más llevabas?

  • no, la camiseta y las bragas. Y me las iba a quitar... las bragas, para ponerme otras, y me puse de espaldas. Y entonces me dijo. - ¿Ya tienes pelo en tu coño?- Y yo le dije que sí, y me dijo - ¿me lo enseñas? - Y yo me las quité del todo, me dí la vuelta y se lo enseñé, y me dijo, - yo empiezo a tenerlo ahora, si quieres te enseño la polla que ahora la tengo más grande-.

  • jolín Mónica, así hablas con tu hermano? (interesadísima) ¿y qué pasó?

  • (sonriendo pícaramente) le dije que sí, claro, y se quitó los pantalones y los calzoncillos, ji ji... y sí, era más grande y  estaba toda tiesa.

  • ¿la pilila?

  • (riéndose) claro, ¿qué te creías que era? – y yo le dije -¿y donde están los pelos?- y me dijo – ya te decía que empiezo a ahora. Acércate y los veras- y yo me acerqué y los vi, sí que tenía pero muy poquitos- y le dije - qué grande la tienes ahora ¿ puedo tocártela?

  • (pasmada) ah sí?

  • si, jeje. Le había crecido mucho desde la última vez que se la vi; y se la cogí con los dedos. Estaba dura y muy caliente. Y entonces él me dijo: - ¿quieres que follemos? Y yo le dije – Pablo, tú eres el novio de Maribel, y no puedes follar conmigo si eres su novio-. Y entonces fue cuando me dijo que ya no era tu novio.

  • ¿y follásteis?

  • sí.

  • (intrigadísima) ¿sabíais  como se hacía?

  • más o menos, como me lo dijo mi amiga Raquel, la mayor del colegio... y Pablo dijo que también lo sabía pero creo que no porque tuve que enseñarle yo.

Maribel estaba con los ojos como platos. Todo esto era muy nuevo y excitante para ella. – oye y como lo hicisteis, cuéntame...

  • pues... él quería que lo hiciéramos de pie pero no se podía, y yo le dije como me lo dijo Raquel. Me tumbé en la cama con las piernas abiertas y le dije que se pusiera encima y que la metiera, pero no acertaba, y además se dejaba caer todo y me aplastaba. Entonces le dije que se apoyara con los brazos porque no me dejaba respirar.

Maribel estaba entusiasmada - qué emocionante... cuenta...

  • pues me hizo caso pero quería que entrara sola y empujaba y empujaba pero no acertaba, y tuve que cogerla yo y ponérmela y sí que entró un poco, pero me hizo daño. El bruto seguía apretando y entonces si que la metió.

  • ¿y dices que te hacía daño? ¿mucho?

  • bueno, un poco, porque rompió la telita.

Maribel no salía de su asombro. A diferencia de Mónica que tenía una amiga mayor que le contaba como eran estas cosas de mayores, ella solo tenía a Ludi pero no le explicaba  estas cosas. Tendría que hablar con ella otra vez pero después que las pillaran no estaba muy segura de que quisiera.

  • ¿qué es la telita?

  • El virgo, la virginidad. Lo que dicen las monjas que tenemos las chicas cuando somos mayores y que se pierde en la noche de bodas. Mi amiga la perdió cuando lo hizo por primera vez y me dijo que me ocurriría a mi cuando lo hiciera, y dijo que algunos dicen que las que lo pierden antes de casarse son unas putas ¿a ti no te lo han dicho?

  • (extrañada) a mí no, pero claro, como no hay  monjas en mi colegio. Pero... eres una puta entonces?

  • pues igual sí pero yo creo que no, eso lo dicen los curas y las monjas.

  • ¿y qué pasó?, venga cuenta...

  • pues la movía, la sacaba y la metía, y cada vez me hacía más daño   . al final me cansé y le dije que parara, pero él no quería porque le daba gusto.

  • ¿y a ti te daba también?

  • no, a mí no, pero Raquel me dijo que eso era al principio pero después te daba gustito, pero jolín, yo quería aguantar pero es que dolía, y le aparté. Me toqué la chichi y la tenía mojada. Creo que era esa leche que tiran los chicos cuando follan. Me lo dijo Raquel.

  • no porque yo le metí el dedo a Ludivina la primera vez que me enseñó su... coño- (se tapó la boca como si hubiera dicho algo malo) – Ay, qué palabrota... pues la tenía mojada por dentro.

Mónica movió la cabeza asintiendo – ah, ya me acuerdo, en la playa el verano pasado.

  • siiiii, entonces fue. Oye, y qué pasó después?

  • Nada más. le dije que se fuera y se marchó. Y sabes, me hizo un poco de sangre, solo un poquito, pero eso también le pasó a Raquel y me dijo que no era nada; fui a la ducha nueva y me la lavé y ya está.

Maribel estaba muy alterada con todo lo que su amiga le había contado, pero algo más le interesaba.

  • (pensativa) oye Mónica, ¿ como te has hecho tan amiga de una chica tan mayor si siempre nos dicen que somos unas pequeñas y no quieren que vayamos con ellas?

Mónica hizo un gesto como si fuera algo natural.

  • pues porque a ella le gustan las chicas y yo le gusto. Por eso.

  • (asombrada) ¿No le gustan los chicos? Y, entonces... ¿lo de follar? ¿no decías que había follado?

  • sí, lo hizo... pero también dice que le gustan más las chicas.

  • oye... los chicos y las chicas follan y... ¿qué hacen las chicas con las chicas?

Mónica estaba en plan maestra con Maribel. Le gustaba sentirse así: saber cosas de mayores que su amiga ignoraba  y contárselas.

  • (riéndose) tocarse... nos tocamos y besamos, y nos divertimos. Da mucho gustito.

. ¿tú? ¿te tocas con esa... Raquel? ¿Y como lo hacéis?

  • ¿quieres que lo hagamos tú y yo?

A Maribel le parecía que lo que le decía Mónica era un mundo desconocido y muy  seductor. Estaba dispuesta a todo.

  • ¿ahora?

  • sí... ahora, ¿porqué no? dices que aquí no nos pueden encontrar ¿no? ¿te apetece?

  • mucho. Dime... ¿qué tengo que hacer?

Las dos estaban sentadas en la yerba. Mónica se incorporó y se puso de pie. Maribel la seguía con la mirada – levántate-

Maribel se levantó.

  • Mira, yo soy Raquel y tú eres yo vale? -  Maribel asintió con la cabeza. Mónica llevaba una camiseta blanca de algodón y una falda roja. Se quitó ambas prendas. Después se deshizo del sostén, que realmente no le hacía ninguna falta, porque sus pechos eran tan incipientes que parecían pezoncitos abultados más que otra cosa. Se quedó en bragas. Maribel asistía al desnudarse de su amiga sin saber qué hacer. - ¿qué hago?

  • tú nada... solo déjate hacer. yo soy Raquel recuerdas? – Maribel asintió. Mónica se acercó a ella y con cara traviesa de fue quitando uno a uno... de arriba abajo los ojales de su camisa verde. Lo hacía despacio, mirando a los ojos a su amiga, que empezaba a sentir una sesión extraña. La camiseta interior quedó al descubierto entre las faldas de la prenda desabotonada por completo. Mónica la tomó con ambas manos y se la quitó del todo. Maribel llevaba la camisetita rosa de tirantes por dentro de la falda también verde. Mónica la sacó por fuera estirándola. Maribel al percibir las manos de su amiga rozando su cuerpo sintió como se agudizaba esa emoción tan extraña y tan placentera. Cuando la camiseta quedó liberada, Mónica dijo a su amiga:  - levanta los brazos- Maribel la obedeció, y la prenda salió de su cuerpo por encima de la cabeza a manos de RaquelMónica.

  • (riéndose) tienes los pezonitos hinchaos, como yo con Raquel – Maribel se los miró y sintió vergüenza.

  • ahora lo que hace ella es esto- y se inclinó un poco y rozó con sus labios los pezones de Maribel, que no pudo evitar un gemido. - ¿te gusta eh?- le dijo Mónica, que a continuación se quitó a su vez las bragas, mostrando un pubis ya bien formado de adolescente, bastante poblado de vello castaño claro.

  • agáchate venga, o mejor, arrodíllate.

Maribel se arrodilló en la hierba, y Mónica se acercó a ella poniéndose a la altura de su cabeza. Ahuecó las piernas y dijo señalando su coñito.

  • ahora tienes que chupar ahí.

  • (algo desconcertada)¿ahí?, ¿en tu chichi?

  • sí ahí, venga.

  • Maribel se acercó más y puso sus labios en el pubis de Mónica y comenzó a succionar.

  • más abajo, en el agujerito.

  • la muchacha rectificó y buscó el sonrosado coño algo entreabierto, y volvió a sorber pero su posición era algo incómoda y no acertaba. Mónica la hizo parar.

  • espera que no lo haces bien; a mi me pasaba lo mismo. Quítate las bragas -  Maribel se las quitó quedándose con la falda – la falda también... y ahora túmbate boca arriba y espatárrate... vale, y ahora mira como se hace.

Mónica puso la cabeza  entre los muslos de Maribel cuyo sexo estaba menos maduro que el de su amiga, pero ya no era el de una niña, desde luego. Su rojizo interior destacaba entre los no muy abundantes todavía vellos morenos. Sus labios lo besaron mientras sacaba la lengua y la deslizaba de abajo a arriba desde todo lo que daba de si la posición de Maribel. Ésta se revolvió, gimió y empezó a jadear...

  • moni... ay moni... mmmmm. Me da mucho gustito ji ji...

Mónica levantó la cabeza con su boca húmeda y le dijo:

  • a que sí, ¿un poco más?

Maribel, que se apretaba con sus manos sus costados y sus pechitos de forma instintiva (porque nadie se lo había enseñado), se revolvía todavía de placer, y pidió:

  • un poco más por favor...

  • vale pero después me lo harás tú... - y Mónica volvió a hundir su cabecita entre las piernas temblorosas de Maribel, y lamió y lamió entre jadeos y convulsiones.  Aun estuvo un buen rato pasándole la lengua por la rajita entreabierta pero al fin paró ante la decepción de Maribel.

  • oye, que eras tú la que me lo tenías que hacer a mí, carota. Venga, levanta...

Se incorporó con cierto disgusto mientras era Mónica quien se tumbaba y abrió bien las piernas a la vez que levantaba su coño. Se notaba que tenía cierta practica.  Maribel se arrodilló entre ellas y apoyando sus codos acercó su cabeza. Observó la vulva que tenía tan cerca. Nunca había visto ninguna así, porque nunca se acercó tanto a la de Ludivina. Estaba muy mojada y le daba un cierto asco. Le recordaba las ostras que cenaban en el fin de año, pero en tonos rosas y rojos. Además, ¿y si tiraba sangre como le habían dicho que pasaba con las mayores?    Mónica al ver que se demoraba abrió con sus pulgares los labios externos.

  • vengaaa...

  • oye Moni, no tirarás sangre verdad?

  • Noooooooo, venga mujer, por favor....

Maribel se acercó con cierta aprensión, pero llegó a contactar con el sexo de su íntima amiga. Olía algo a salado pero olía bien. Volvió a subirle la temperatura y con decisión y ánimo sacó su lengua y la arrastró lentamente desde el perineo hasta el pubis, y repitió también muy despacio, como paladeándola, y a la tercera vez Mónica empezó a moverse, y a la cuarta a gemir. Maribel con su lengua percibía cada irregularidad, cada hueco y sobretodo ese botoncito que sobresalía guardado entre pliegues, y que con cada lamido se hacía un poquito más grande.  Cuando se demoraba en él notaba que Mónica se estremecía y gemía más; esta ya se meneaba y jadeaba abiertamente con los lametones de Maribel, repetidos siempre con  la misma cadencia, parada incluida en ese sitio tan especial,  y con una innata maestría. De repente el cuerpo de Mónica se combó empujando el rostro de Maribel, a lo que siguieron unos temblores en las piernas mientras exhalaba unos grititos. Todo duró unos segundos, pasados los cuales Mónica se dejó caer totalmente aflojada. Maribel al ver esa reacción se asustó, ya que pensaba que le había dado algo. Al ver la placidez de su amiga tras su extraño comportamiento se tranquilizó.

  • ¿qué te ha pasado Moni? Me has asustado.

  • (sonriente) Oye, tú esto no lo has hecho por primera vez verdad?

Maribel negó con la cabeza –desde luego que sí  ¿porqué lo dices?

  • es que casi nunca me lo hace Raquel y cuando lo hace acaba enseguida. Me da mucho gustito pero como ahora nunca. Me ha dado un calambre como cuando todas un enchufe, pero en bueno sabes? huy me ha encantado Maribel, cuanto me ha gustado. Si se entera Raquel...

  • me alegro porque a mi me gustado tambien, pero tanto, tanto...

  • ¿volveremos a hacerlo?

  • por mí sí claro. oye, ¿y lo prefieres a follar?

  • sí, y tanto... (pensando) oye, quieres que vengamos aquí los tres y hagamos cosas?

  • ¿tú, yo y Pablo? No sé, si mi tía se llegar a entarar no se que haría conmigo...

Una voz cercana interrumpió los planes de las dos niñas.

  • Maribeeeel, Maribeeel...

Era la voz de Renata reclamando su presencia. Las dos niñas se sobresaltaron.

  • Ahí va, la merienda... mi tía me dará hoy una buena. Venga, vamos corriendo.

Se vistieron en un santiamén y tras vigilar que Renata no podría descubrir su refugio secreto, salieron hacia la casa a todo meter.

Continuará