La casa de los 7 Tejos. 2
Siguen las peripecias de tía y sobrina
AGOSTO 1962
Bajo la distraída mirada de Renata dándole a la hebra con otra chica de servicio, las dos niñas salieron del agua y se sentaron en las toallas.
está buena, eh?? - sí, pero fría. Oye Maribel, como llevas eso; vaya moratón, jolín con tu tía. ¿como te lo ha hecho?
con la zapatilla. Y últimamente me da en el muslo. Duele mucho más. oye, y a ti como te castigan?
mi padre me da algún bofetón pero pocos; mi madre sí pero me pega con la mano. Mi padre a ella sí que se la da buena, con el cinturón y creo que con la hebilla.
¿como lo sabes?
porque un día lo vi. Oí gritos y miré por la cerradura: mi madre estaba desnuda en los pies de la cama y mi padre le estaba dando con el cinturón a base de bien, y cuanto más gritaba más fuerte le daba.
¿viste desnuda a tu madre?
sí, ¿y tú no has visto a tu tía?
Nunca, y mira que me gustaría verla, pero he visto a Ludivina.
ah sí, y cuando la viste... como es?
alguna vez cuando mi tía y la Sra. Pura no están nos subimos al desván, a su habitación, y me enseña todo. Tiene la chichi con muchos pelos haciendo caracoles, y muy claritos; como es rubia. Es muy rosa por dentro, como las nuestras, y tiene como cachitos de carne colgando. Es bastante fea. Y sabes, le meto el dedo dentro y está mojado.
¿El dedo, de orina?
noooo, por ese agujero no se hace mea. Me dijo que es para hacer cosas con los chicos. Ellos meten dentro su cosa y la mueven. Se llama follar. Dice Ludivina que se les pone grande y dura.
¿como a Pablo? Pero se le pone así cuando tiene ganas de mear. Bueno... ¿te cuento un secreto?
oye, que esto también es un secreto eh? Cuenta...
cuando todavía nos bañábamos juntos yo se la tocaba y también se le ponía dura, pero nunca pensamos en que la metiera en mi agujerito. Oye, ¿y Ludivina ha hecho cosas así con chicos?
se lo pregunté pero no me lo dijo. Oye Mónica...
dime
qué mal que te vayas interna a Oviedo. Y este año que se va la bruja de Dña. Adela y con maestra nueva.
sí. Oye, antes de irme... ¿te gustaría que yo te metiera el dedo? Ahí...
Huy qué dices, claro que me gustaría pero si nos pillara mi tía...
.OCTUBRE 1962
Como siempre, Dª Carmen iba elegantemente vestida, con un traje azul con falda de tubo, medias de nylon recién traídas de París por su querido Antoñito, zapatos negros de tacón alto, y una camisa de color ciano escotada discretamente para mostrar un brillante más que notable colgando de su cuello. La joven sentada tras la mesa del pequeño despacho de la única escuela pública de San Pedro la escuchaba atentamente.
solo espero de Vd. Sta. Ana que siga a rajatabla mis instrucciones con respecto a Maribel. Es muy importante para mi, y para ella claro, que su nivel académico esté a la altura que le corresponde. Ella es una niña muy inteligente y solo necesita estímulo para cultivarse. ¿me entiende?
claro Dª Carmen, la he entendido perfectamente, pero, ¿me permite una pregunta?
claro, hágala.
¿porqué no lleva a Maribel a un internado en la ciudad? ¿no tendría más y mejores medios para poder desarrollar su capacidad intelectual? ¿o es que tiene problemas de salud?
(con cierto despecho) mire joven, Maribel goza de una salud envidiable. No, no es por eso. No me fío de nadie para traspasarle la responsabilidad de la formación de mi sobrina, ni siquiera a las hermanas del Loreto donde yo estudié hasta que vino la república, y la única manera de supervisar personalmente su educación es tenerla aquí conmigo. Con su antecesora, Dña. Adela no tuve ningún problema. Ella siguió mis instrucciones, las mismas que yo le he dado, y los resultados han sido muy satisfactorios como Vd. podrá comprobar, y como espero que siga ocurriendo con Vd. Y ahora si me permite tengo muchas cosas que hacer.
Se levantó ante la mirada atónita de la joven y sin darle la mano se despidió.
- Que pase Vd. un buen día.
Y salió del despacho.
.ENERO 1963
En esa mañana de sábado todo eran resoplidos y gestos cansados. A pesar del fresco las niñas transpiraban por el efecto de los ejercicios a que Sara, la profesora de educación física, las sometía. Implacable hasta lo inimaginable, Sara pertenecía a una especie en auge, mujeres solteras y asexuadas que cada vez tenían una mayor presencia en el régimen, hechas a imagen y semejanza de Dña. Pilar, la fundadora y líder indiscutible de la Sección Femenina. Sara además, tenía como objetivo acabar con la estúpida idea de que la educación física era una asignatura menor, y su fama de dura y exigente era legendaria en la provincia.
- Maribel, mueve el culo venga, arriba...
Además de dura era soez y malhablada, pero nadie se atrevía a meterla en cintura, ni Dª Carmen, que lo intentó más de una vez sin éxito. Como resultado, ésta no tenía ni el más mínimo contacto con la profesora, y utilizaba a la pusilánime Ana como intermediaria.
Sonó el pito.
- venga, ya vale. Todas a la ducha.
Con rostros cansados y cuerpos sudorosos, todas las alumnas del colegio público Alférez Nicanor Sarasqueta, desde las niñas de parvulitos hasta las no tan niñas del último curso de bachiller se dirigieron a las modernas instalaciones inauguradas el año pasado por el Ilmo. Ministro de Educación. No en balde el gobernador civil era oriundo de San Pedro. Entraron en los vestuarios sin distinción de edades, acompañadas por Sara. Allí se quitaron los ridículos bombachos y las camisetas y se quedaron con ropa interior . Como estaba mandado por la normativa del colegio se ducharon con ella puesta. Sara no perdía detalle, ni para observar las dificultades de las chicas más jóvenes, ni para mirar los ya muy evidentes encantos de las más mayores, pero tampoco despreciaba esos cuerpos en formación de muchas de ellas. Pero ese día una cosa le llamó especialmente la atención.
- Maribel, cuando acabes ven a mi despacho.
Maribel se envolvió en la toalla, se quitó las braguitas y se puso otras secas de recambio. Envolvió la ropa mojada y los bombachos de gimnasia con la toalla, que metió en su bolsa, se vistió y fue a ver a Dña. Sara.
- siéntate Maribel.
La chica se sentó en el borde de la silla algo asustada. No le caía bien Dña. Sara. Era una gritona y miraba mucho. Nunca se le perdía nada.
Maribel, ese morado que llevas en tu... trasero, te lo ha hecho tu tía ¿no?
sí señora.
¿me puedes decir porqué?
bueno... es que anteayer fallé con los deberes. Los tenía muy bien y estaba muy contenta, pero al venir a la escuela me los olvidé en casa. La Sta. Ana se enfadó y me puso una nota para mi tía. Y me pegó.
¿dices que se enfadó Ana?
bueno... no se enfadó pero me dijo que tenía que parecer enfadada porque su tía la había dado órdenes de comunicarle cualquier cosa que yo hiciera mal.
¡Ana nunca te pega?
bueno, muy poco, casi nada. Solo cuando hago mal con otras chicass y como les pega a ellas también me pega a mi.
¿y porqué no te pegó Ana en lugar de decírselo a tu tía?
porque cuando me pega la Sta. Ana también se lo dice a mi tía y me pegan el doble.
¿con qué te pega tu tía? Porque lo llevas muy morado.
me pega con su zapatilla. Me hace mucho daño, sí.
Está bien, puedes irte.
Sara se quedó dudando entre ir a hablar con Dª Carmen o con Ana. Finalmente no hizo ninguna de las dos cosas. Al fin y al cabo no era asunto suyo, y si tuviera que impartir disciplina... ¿no haría ella lo mismo que Dª Carmen? No descartaría la idea, no.
.MAYO 1963
Dª Carmen estaba ya mucho mejor. El fuerte catarro la había mantenido en cama hasta prácticamente esta misma mañana, pero se había levantado para comer todavía dentro de sus estancias privadas y ya no se había acostado. Estaba revisando correo atrasado mientras esperaba la visita de Dn. Andrés que todos los días iba a interesarse por su salud, cuando Ludivina llamó a su puerta. Creía que era su confesor pero no:
señora, acaba de llegar Dª Ana, la maestra. viene a visitarla.
bien Ludivina, dile que espere unos instantes que ya avisaré cuando esté lista.
Se levantó del silloncito del buró, se acicaló y se ajustó la bata. No quería hacer esperar a esa maestrita cuando solo faltaban días para finalizar el curso escolar. Hizo sonar la campana de aviso y se sentó en el pequeño tresillo privado que tenía para las visitas. Llamaron a la puerta.
adelante, pase.
la maestra entró con paso dubitativo. Siempre le imponía esta mujer, y más cuando sabía que cada visita le suponía un fuerte castigo a Maribel. Luchaba contra sí misma cada vez que por cualquier nimiedad tenía que ir a pasarle cuentas pero sabía que si no lo hacía podía ser despedida o trasladada, pero gracias a Sara, la profesora de gimnasia, había visto con sus propios ojos los efectos de las, a veces, brutales palizas que la chica recibía.
siéntese por favor .
gracias, espero que se encuentre Vd. mejor.
sí, lo estoy. ¿Pero Vd. no ha venido a hablar conmigo para interesarse por mi salud verdad?
(nerviosa) no, bueno... también pero fundamentalmente por Maribel. Verá...
Soy toda oídos, joven.
bueno... primero, su sobrina ha sacado unas notas excelentes.
como era de esperar- añadió Dª Carmen.
(dubitativa) sí desde luego... mire, Maribel y otra niña, se han peleado en el patio. he tenido que castigarlas a las dos. Es la primera vez que ocurre desde que estoy en el colegio y he pensado que debería saberlo.
desde luego joven ha hecho Vd. muy bien, y... ¿porqué se han peleado?
nada, cosas de críos... la otra chica le ha dicho que Pablo era su novio, y Maribel se lo ha tomado muy mal.
¿nada más?
no, nada más.
-Y... no ha investigado el porqué Maribel se lo ha tomado tan mal?
no... he considerado que no tenía más importancia.
(con gesto de reproche) ya... y como la ha castigado?
con la paleta... tres en cada mano. Por favor, no la castigue Vd. más, son cosas de niños.
(con expresión adusta) joven, Vd. cuide la disciplina en su clase... (y añadió con un cierto sarcasmo) aunque habría que hablar mucho de eso. yo cuidaré de la de mi casa. Gracias por la visita.
Y se levantó dando fin a la entrevista. Ana se levantó y se despidió torpemente ante la evidente satisfacción de Dª Carmen. Cuando abandonó la puerta de forja de la entrada se puso a llorar.
Dª Carmen llamó al timbre. Renata apareció en breves minutos.
diga señora.
¿está la Sta. Maribel?
no señora, no ha llegado todavía del colegio.
cuando llegue que suba inmediatamente.
Renata salió. A los pocos minutos entró Maribel como una tromba.
- hola tía, perdone me he retrasado, es que me fui con ...
Carmen la cortó.
me da lo mismo con quien te fueras, sabes que quiero que estés aquí en casa nada más acabar las clases.
(agachando la cabeza) sí tía, perdone.
ha estado aquí Dña. Ana. Me ha dicho que te has peleado con otra niña. cuéntame qué ha ocurrido.
Maribel palideció. Tragó saliva. Tenía que ocurrir. Confiaba que Dª. Ana se callara... era el último día de clase. Pero no.
(dudando y titubeando) es que... Anabel ha dicho que Pablo, el hermano de Mónica...
ya sé que Pablo es hermano de Mónica, ve al grano.
bueno... dijo que Pablo era mi novio.
Maribel se calló. Esperaba que Ana no hubiera ido más lejos, pero...
- (implacable) tú no te peleas por una cosa así. Y qué más.
La chica no podía saber que Ana no había querido decir más, sobretodo por que no le había dado importancia cuando les castigó a las dos. Se puso blanca y Dª Carmen se dio cuenta.
Maribel, no lo pongas peor... cuéntalo todo. ¿qué te dijo Anabel?
dijo... dijo que Pablo y yo... que nos vio follar.
Dª Carmen decidió no continuar. Maribel era demasiado inocente para saber de estas cosas. Prefería mantenerla en la ignorancia, pero este día lo recordaría todo el resto de su vida. Era el mejor antídoto para prevenir males mayores.
vete a tu habitación. te quedas sin cenar. estarás allí hasta que yo vaya.
si tía...
Mientras Maribel se iba a su habitación llorando a sabiendas de que el castigo sería muy muy doloroso, Dª Carmen terminó la tarde de forma habitual, recibiendo a Dn. Andrés,dando ordenes a la Sra. Pura y bajando a cenar, sola, solo con la bata. Después de cenar subió a ver a su sobrina.
Maribel esperaba sentada en su cama. Todavía iba con su vestido de verano. Aunque hacía calor en la habitación, su cuerpo sudaba por otras causas. Oía cada ruido procedente del exterior de su puerta. Cada segundo contaba como un largo paréntesis hasta la llegada de lo inevitable. Con el tiempo había llegado a interpretar el castigo que la esperaba por los gestos de su tía pero era la primera vez que iban a darle la paliza en su habitación, y eso la descolocaba. Su mente se debatía entre que pasara todo de una vez o que tardara una eternidad.
El teléfono sonó. Aguzó el oído. Adivinó la voz de Renata descolgando; se lo pasó a su tía. Presentía que al terminar la llamada subiría. Por las frases adivinó que se trataba de algún conocido importante. Respiraba hondo... esperando. Su tía colgó el teléfono. El corazón le latió más deprisa. El suelo de madera de la escalera delató los pasos, de un caminar enérgico y resuelto. El sonido sordo subió de tono... se acercaba No había duda era su tía. La puerta se abrió. Empezaba todo.
- levántate el vestido y quítate las bragas.
Estaban frente a frente; Maribel, de pie ante Dª Carmen se bajó despacio las braguitas blancas, levantó una pierna, después la otra, y depositó las minúscula prenda sobre la cama. Se levantó el vestido hasta la cintura, mostrando su todavía inmaculado pubis. Dª Carmen puso un pie detras del otro aprisionando la zapatilla para descalzarse , levantó su pierna, y su pie derecho quedó fuera; tomó la zapatilla por el talón.
- Vuélvete.
Maribel sintió el casi inaudible murmullo de la zapatilla moviéndose en el aire hasta alcanzar su objetivo. El “clas” fue casi ensordecedor. La suela la había alcanzado justo debajo de sus blancas nalgas. Gritó. Hacia mucho que no lo hacía. Apretaba los dientes hasta hacerse sangre pero no gritaba. Su orgullo de lo impedía. Pero esta vez sí lo hizo. Apenas tuvo conciencia del brutal golpe cuando cayó el otro ... y otro, y otro. También por primera vez suplicó.
- no tía, no más por favor.
Las sonrosadas nalgas se enrojecieron... “clas”, “clas”, “clas”, cada uno más violento y doloroso que el anterior.
Carmen paró. Maribel pudo oír sus propios sollozos y sentir sus propias lágrimas que, cayéndole por las mejillas, la llenaban de escozor. Le quemaban sus carnes desde los glúteos hasta el envés de sus rodillas. Tenía amarrado el vestido contra su barbilla y no sabía como todavía se mantenía en pie. En ese aquelarre de sentidos escuchó los jadeos de su tía, agotada por el esfuerzo.
- date la vuelta.
Maribel volvió a ver a su tía que se sentaba en su cama con la zapatilla en su mano. Por esas extrañas asociaciones de ideas que pasan a veces por nuestras cabezas, la niña identificó esas zapatillas como las primeras que usó su tía para castigarla. Qué extraña casualidad. Carmen estaba acalorada. Tenía la bata entreabierta y debía llevar camisón corto de estar por casa porque medio muslo se le veía, y no llevaba medias.
- Ven aquí.
El castigo no había terminado. Inconscientemente... ¿Inconscientemente? Maribel se levantó todavía más el vestido. Ahora su tía podía verle la tripita más allá del ombligo. Maribel, con sumisión, se inclinó dejando caer su cuerpo sobre los muslos descubiertos de su tía. Carmen sintió un estremecimiento al ablandarse el vientre desnudo de su sobrina sobre su piel. Cerró los ojos. Levantó la zapatilla.
“clas”, “clas”, “clas”... Cuanto más fuerte le daba más se le apretaba esa zorra. ¿esa zorra? Oh, dios mío, como era capaz de pensar eso... No hubiera deseado parar nunca pero lo hizo.
- levántate.
Entre hipos Maribel se enderezó y dejó caer el vestido. Carmen a punto estuvo de levantárselo ella misma. ¿para ver los efectos de la terrible paliza? ¿para contemplar la semidesnudez de su sobrina?...
Nunca volvería a verla con otros ojos, nunca más.
Se volvió a poner la zapatilla ayudándose con el índice, se levantó, se acomodó la bata y abandonó la habitación excitadísima pero sin decir palabra.
Continuará