La casa de la obediencia

Inés, con sus 16 años, será totalmente dominada por sus secuestradores... Una historia de dominación y control mental.

LA CASA DE LA OBEDIENCIA

Inés tenía 16 años, estaba sentada frente al escritorio de su cuarto. Era muy tarde, había decidido quedarse sin dormir para poder terminar de estudiar para el examen del día siguiente. Tenía que aprobar como sea o sus padres se molestarían mucho por sus repetidas malas calificaciones y le prohibirían salir con sus amigas como solían hacerlo.

Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando las ganas de irse a dormir fueron apremiantes, para despertarse un poco decidió salir a comprar cigarrillos, hacía una semana que no probaba uno y no resistía mas, definitivamente era un habito difícil de abandonar.

Las calles estaban oscuras, solitarias, sintió pasos que se acercaban por detrás, se volteó y vio tres chicas, un poco mas grandes que ella. No aparentaban nada extraño, por lo que siguió caminando confiada.

Repentinamente sitió que la agarraban de los brazos, la empujaron contra la pared, la esposaron, le colocaron una bolsa de tela oscura en la cabeza y la subieron a un auto. Fue todo tan rápido que no logró reaccionar, solo dejó escapar algunos gritos. La sentaron en el medio del asiento trasero, con una chica a cada lado. Inés pugnaba por zafarse, pero era inútil, estaba esposada, con las manos en la espalda, no había nada que pudiera hacer mas que gritar insultos y patalear golpeando los asientos delanteros. Le quitaron la bolsa, sintió que le tiraban de los pelos hasta hacer que su cara se apoyara en la falda de una de las chicas, que le dijo:

–Tranquila o te reviento a golpes.

El cuerpo de Inés temblaba de miedo y confusión, no se movió... dijo, como pudo, que su padre tenía dinero, que pagaría el rescate, que no le hicieran daño. Una de ellas le dio un fuerte golpe en el estómago y le dijo que se callara, que no era eso lo que querían.

Le soltaron los cabellos, pudo ver a sus secuestradores, eran tres chicas, de unos 25 años, muy bien vestidas, y un hombre, de unos cincuenta, que iba manejando. Estaba muy confundida, pero decidió no hacer mas preguntas, no quería recibir un nuevo golpe.

Una de las chicas le dio unas pastillas y le dijo que las tomara sin protestar, pero cuando se las puso en la boca las escupió inmediatamente. Sin ninguna expresión de enojo, extrajo de su cartera un aparato con dos cables, toco el cuerpo de Inés y esta sintió una fuerte descarga eléctrica desde la cabeza hasta los pies, eran como agujas que se le clavaban por todas partes, fueron unos segundos interminables, lanzó un grito de dolor, los ojos se le llenaron de lágrimas y quedó dolorida y atontada.

–Esto es lo que hacemos con las nenas caprichosas como vos, que no obedecen... Ahora ¡¡¡trágalas o va de nuevo!!!

Se las volvieron a colocar en la boca y las tragó, sintió el corazón latir tan rápido como nunca, estaba aterrorizada, no sabía que le estaban dando, ni que le iban a producir.

–Es para que estés tranquila –dijeron

El auto siguió andando durante un buen rato. Inés se empezó a sentir extraña, se sentía mareada, somnolienta... .Sintió la mano de una de las chicas deslizarse por debajo de su pantalón, quiso apartarla pero estaba esposada, desorientada, todo daba vueltas, no logró moverse demasiado. Cerró los ojos y se quedó dormida.

Se despertó acostada en una camilla... no tenía su ropa... solo estaba cubierta por una bata blanca, de mangas cortas, similar a la que se les coloca a los pacientes en los hospitales... A su lado estaba una de las chicas y el hombre que había visto manejando. Parecían estarla revisando... sintió que la tocaban... le levantaban la bata... palpaban sus senos... estaba muy aturdida para reaccionar... se sentía extraña... miraba el vacío con ojos perdidos... las marcas del techo... se dormía... se despertaba... olvidaba lo que ocurría... las luces... de nuevo las marcas del techo...

–... han hecho un trabajo excelente, tendrán un gran premio, me han conseguido una chiquita hermosa... – Pudo escuchar que decía el hombre.

En efecto Inés sin ninguna duda era hermosa, tenía un trasero duro y atractivo, unos senos grandes y perfectos, pelo castaño oscuro, era morena y tenía unos ojos verdes que encandilaban.

Cuando Inés preguntaba que ocurría, pero el hombre le dijo que se quedara tranquila, que ahora debía dormir... que no se preocupara por nada... Esto pareció calmarla un poco y cerró los ojos...

Cuando despertó estaba en un cama amplia, tenía puesto un camisón blanco que parecía del siglo pasado, ya no estaba tan aturdida. Con dificultad logró sentarse, cuando se vio vestida así se sintió un poco avergonzada. Recorrió con vista la habitación en que se encontraba se percató de que en ella había una chica mas o menos de su edad, muy linda, vestida con una túnica blanca que le llegaba hasta el piso.

La chica le habló con vos tranquila, le dijo que se quedara acostada, que todavía estaba bajo los efectos de los tranquilizantes administrados por "el doctor".

Empezó a hablar pausadamente, dijo que se llamaba Julia y le habían asignado la tarea de cuidarla hasta que se repusiera y que iba a explicarle de que se trataba todo aquello.

Julia lentamente fue exponiendo lo que ocurría:

–Estamos en un centro de investigaciones clandestino, avalado por grandes capitales internacionales, aquí se dedican a realizar investigaciones sobre el control mental y el punto en que la propia conciencia se torna débil para contradecir o desobedecer las ordenes externas impartidas por técnicas desarrolladas por "el doctor". Yo no he logrado descubrir donde estamos, pues me secuestraron igual que a vos, me drogaron, me trajeron aquí, y me explicaron esto.

»Por lo que me han dicho otras chicas, que están aquí, secuestradas, con las que he podido hablar, hay gente de mucho poder avalando este proyecto, por lo que es imposible que podamos ser encontradas por la policía.

»Yo estoy aquí hace dos meses, he intentado escapar y es imposible. Te ponen bajo un tratamiento con una droga y a través de diversas técnicas te imparten órdenes, aunque ahora te parezca increíble se hace imposible dejar de cumplirlas. Aquí no hay puertas cerradas ni gran seguridad, simplemente nos dicen "no salgas" y no hay forma de hacerlo.

Inés no podía creer lo que estaba escuchando, le parecía un mal sueño, una locura.

–¿Qué estás diciendo? –dijo exaltada– , ¡déjame ir!, ¡dame mi ropa! –y empezaron a brotarle lágrimas desesperadas de sus hermosos ojos verdes.

–Es mejor que te calmes –le dijo Julia– yo estoy en la misma situación que vos, pero no hay nada que hacer, cuando empieces el tratamiento te vas a sentir un poco mejor, dicen que con el tiempo una se va entregando hasta que la dominación se torna placentera, se anula prácticamente todo la voluntad de desobedecer, empiezas a sentirte muy bien.

»Las chicas que te secuestraron están totalmente entregadas y dicen que con el tiempo empiezas a disfrutarlo, pero llevan cerca de dos años de tratamiento. Con ellas comenzó la experimentación...

–¡Son unas mierdas, me golpearon, me dieron descargas eléctricas, me drogaron! –dijo Inés furiosa.

–... no son malas, ya verás, solo que están muy dominadas, como lo estaremos nosotras dentro de un tiempo.

– Déjate de estupideces... ¡¿que es eso de dominadas?!

–Te van sugestionando con mensajes subliminales, que te hacen escuchar después de inyectarte una droga y colocarte unos aparatos... es muy extraño, ni siquiera lo notas... y después no puedes dejar hacer caso a lo que te ordenan.

–¡Me quiero ir de acá esto es terrible!, dime que me estas mintiendo... no puede ser cierto...

–Lo mas difícil de pasar es la primera etapa del tratamiento, que consiste en el quebrantamiento moral. –siguió Julia, sin atender a los lamentos de Inés– El doctor dice que es la única forma de someter completamente la voluntad de una persona. Te ordenan que hagas cosas humillantes... pero prefiero no seguir con esto, te estoy asustando mucho... después de todo vas a ver que no es tan terrible... te acostumbras... No es que yo me sienta cómoda con mi situación, pero no puedo hacer nada, me di cuenta de que escaparse es imposible, no queda otra que entregarse.

Inés estaba atónita y asustada, ¿sería una broma pesada?, ¿le estarían tomando el pelo?

–Por ejemplo ahora me han sugestionado para que no salga de esta habitación, recién estuve intentándolo y no pude.

–Como es que no puedes salir, ¿me estas hablando en serio?... la puerta... ¡ni siquiera esta cerrada!...

–Ya lo sé es muy difícil de explicar, pero ya verás cuando empieces con el tratamiento, es imposible resistirse.

–A mi no me van a obligar a hacer nada –dijo Inés– Yo no voy a hacer nada humillante –Y su vos se empezó a quebrantar nuevamente por el miedo y el llanto.

–Lo harás... no podrás desobedecer, ya verás.

» Aquí hay secuestradas alrededor de veinte chicas y ninguna pudo resistirse, algunas aguantan mas, otras menos, pero todas terminan cediendo.

–¿Solo hay chicas secuestradas?

–Sí, solo chicas jóvenes, esa fue decisión del doctor, alegando que las mujeres somos mas débiles físicamente y por lo tanto sería mucho mas fácil controlar una eventual revuelta, en el caso de que el tratamiento fallara. Pero la razón mas importante no es esa, sino que el doctor es un viejo verde, nos sugestiona para que nos enamoremos de él, es un hijo de puta. En mí aún no lo ha logrado, pero comienzo a verlo muy atractivo, no puedo evitarlo. Las chicas que viste hace un rato ya sienten un amor incondicional, imagino que yo terminaré cediendo igual que ellas y me enamoraré de ese asqueroso.

–¡¿Quién es ese doctor?¡

–El doctor es un médico psiquiatra, lo habrás visto cuando te secuestraron, él puso en marcha este proyecto, lo presentó a gente muy poderosa, estos conscientes de los beneficios que podría ocasionarles avalaron económicamente su propuesta, y se encargan de que la policía no se acerque.

Inés se levantó de la cama para salir de aquella habitación y tratar de escaparse, pero cuando se paró se percató de que estaba encadenada a una argolla de metal clavada en el suelo.

–En poco tiempo esa cadena no será mas necesaria –dijo Julia.

En ese momento entró a la habitación la chica que la había estado revisando junto con el doctor. Era alta, morena, con labios carnosos y atractivos, era de esas mujeres exuberantes, estaba vestida con una túnica igual a la de Julia.

Se acercó a Inés y le dijo: –Soy Carla, voy a ser tu madrina, a mi será a quién deberás obedecer, claro, después del doctor, a él todas debemos obedecerle, y vos lo vas a hacer dentro de poco.

Le sacó la cadena y la llevó tomada del brazo. Inés pensó en escaparse pero fuera de la habitación vio al doctor. Ahora que no estaba bajo los efectos de sedantes pudo observarlo mejor. Era un hombre alto, de unos cincuenta años, de anchas espaldas, mirada dura, se había vestido con una chaquetilla de médico.

La llevaron a por un pasillo donde se veían otras habitaciones en la mayoría las puertas estaban abiertas y en cada una había una o dos chicas vestidas con túnicas blancas, sentadas en las camas.

Llegaron al final del pasillo y entraron a una salita con una camilla, Inés imaginó que era donde había estado acostada cuando la revisaron.

Le dijeron que se sentara, le sacaron el camisón dejándola completamente desnuda y le colocaron la misma bata que llevaba puesta unas horas atrás. El doctor sacó de un pequeño cajón una jeringa descartable y la llenó con un líquido ambarino.

Cuando se acercó con la jeringa Inés hizo ademán de resistirse pero Carla le mostró aquel aparato con el que le habían dado una fuerte descarga eléctrica, comprendió que no quedaba otro remedio que dejarse inyectar, de ninguna manera quería volver a sufrir otra descarga como aquella. Apretó los labios, cerró los ojos bien fuerte y sintió un pinchazo en el hombro.

–Tardará unos diez minutos en hacer efecto –dijo el doctor– intenta quedarte tranquila, va a ser lo mejor que puedes hacer, vas a ver que va a ser placentero...

Le colocaron en la muñeca derecha una especie de pulsera que al cerrarse empezó a emitir unas suaves vibraciones, como pequeñas descargas eléctricas produciéndole una extraña sensación.

–Este aparato altera de manera específica la polarización de ciertas neuronas del lóbulo frontal y del sistema límbico, que son los sectores del cerebro que intervienen en la voluntad, las emociones, el comportamiento, el impulso sexual, el juicio, la iniciativa, etc., eso te hará mucho mas susceptible a las sugestiones. Con este pequeño aparatito puedo aumentar tus deseos sexuales, puedo ponerte triste, alegre...

Inés estaba aterrada, intentó quitarse el aparato de su muñeca y no pudo abrirlo.

–No podrás sacártelo –dijo Carla– es mejor que te tranquilices, así no vas a conseguir nada.

La pulsera la hacía sentir extraña, si no hubiera sido por la situación en que se encontraba la hubiera hecho sentir quizá bastante bien. El doctor y Carla salieron de la habitación y la dejaron sola.

Después de unos minutos empezó a sentirse mareada, se recostó en la camilla, el miedo fue pasando para dar lugar a una sensación de relajación y bienestar cada ves mayor. Se sentía muy feliz, muy bien... sintió que entraba gente, era el doctor con Carla que traía algo en la mano, era un objeto cilíndrico y largo que no pudo identificar porque veía muy borroso por efecto de la droga. Carla le levantó la bata y le introdujo lentamente el objeto en su vagina. Inés se sobresaltó, intentó impedirlo pero le ataron ambas manos a la camilla. Se sentía ultrajada, largó unos insultos con su lengua entumecida por la droga... intentó moverse para que no se lo pudieran terminar de colocar... le dolía... la humillaba... La sujetaron y fijaron el vibrador con un cinturón de cuero con unas tiritas que pasaban por su entrepierna. A continuación encendieron el aparato y comenzaron unas vibraciones leves en su vagina a las que no prestó gran atención porque estaba intentando liberar sus brazos atados, quería quitarse eso de su vagina, se sentía violada, abusada. Por mas que intentó no pudo soltarse, a parte estaba muy débil y muy mareada. Se quedó tendida en la camilla, con la mirada perdida y totalmente resignada y humillada con ese objeto vibrando dentro de ella... Poco a poco su vagina se empezó a humedecer... se empezó a sentir muy bien... su mente estaba muy confundida... se sentía como flotando en una nube de algodón... el placer fue aumentando... cada vez mayor... olvidó donde estaba, que ocurría, solo existía ese placer que bajo los efectos de las técnicas del doctor era superior a todo lo que había sentido antes...

Le colocaron unos auriculares que repetían frases que no lograba entender, no podía prestar atención... solo escuchaba sus propios gemidos... se corrió una, dos, tres veces y seguía... el mundo no existía, no importaba... todo giraba a su alrededor...

Despertó en el mismo cuarto donde conoció a Julia, solo que esta ves estaba sola. Tenía puesto el mismo camisón antiguo que la ves anterior, se levantó algo mareada, no estaba encadenada como antes, fue a orinar al baño que había junto al cuarto, le habían sacado la pulsera de metal. No recordaba mucho de lo ocurrido en la sesión de hacía unas horas, era todo muy borroso. Vio sobre la cama una túnica como la que llevaban las otras chicas y sintió increíbles deseos de ponérsela, no se explicaba por que, pero eran irresistibles, se desvistió y se la puso. La notaba muy cómoda, increíblemente cómoda... era muy extraño... le provocaba un gran placer tenerla puesta. Vio sobre una silla su ropa, la que llevaba cuando la secuestraron, se alegró mucho, intentó quitarse la túnica para poder vestirse y tratar de escapar pero no pudo. No tenía sentido, la túnica estaba muy suelta, era muy amplia, ¿por que no podía sacársela?. Lo intentó varias veces mas, cuando se la levantaba para desvestirse se sentía desobediente, era un cargo de conciencia terrible, se ponía nerviosa y el corazón le latía muy rápido... no le encontraba explicación... no era lógico... pero eso era lo que sentía...

Era ridículo que no se pudiera sacar esa ropa... ¿y que la había impulsado a ponérsela?... Asumió que realmente era cierto lo que Julia le había dicho acerca del control de la voluntad y sitió miedo. Recordó los auriculares que le habían colocado con frases incomprensibles y reflexionó que esas debían haber sido las sugestiones de las que le hablaron.

Se acercó a la puerta de la habitación para escapar, pero la misma sensación que la había invadido al intentar sacarse la túnica la tenía ahora al querer cruzar el umbral de la puerta: simplemente no podía, era inexplicable pero no podía.

Se sentó en la cama... se sentía mal, confundida... pero... realmente disfrutaba tener puesta esa túnica... el contacto de la tela con su cuerpo le resultaba increíblemente placentero, seguramente era parte de las sugestiones... se acostó... caminó un poco por la habitación sintiendo como los pliegues que cubrían sus piernas se movían a cada paso... se sentía muy sexy dentro de esa extraña ropa... se acostó, sintió increíbles deseos de tocarse el coño... se empezó a masturbar... pero se sorprendió a ella misma pensando en... EL DOCOTR!!!.

Tomó conciencia, se levantó de un salto de la cama, intentó quitarse nuevamente la túnica... pero no lo logró... ahora entendía lo que le había dicho Julia, no se podía resistir... se acostó en la cama... le empezaron a brotar lágrimas, se sentía invadida por la desesperación, no entendía como le podía estar ocurriendo aquello.

Sintió que entraba gente en el cuarto, era el doctor acompañado de Carla y otro hombre.

–Veo que las sugestiones funcionaron increíblemente, eres muy susceptible a ellas –dijo con una sonrisa el doctor.– Ya te has colocado la ropa que te indicamos, para que Carla lo hiciera, hace como dos años, me llevó una semana de tratamiento. Sin duda he mejorado mucho mis técnicas. Veo que ya estas totalmente entregada a nuestras órdenes. ¿Puedes comprobarlo Carla?

–Si doctor. –dijo Carla muy seria

–Desvístete.

Ante la orden de Carla Inés sintió que no podía hacer otra cosa mas que obedecer, pero se resistía a que la manipularan de esa forma y no quería de ninguna manera que la vieran desnuda. Intentó no hacer caso de lo que se le decía, sobrevino una sensación desagradable, un sentimiento inexplicable, el corazón le latía rápidamente... Debía hacerlo, debía desvestirse, la túnica ya no era placentera, era algo que se debía quitar, pero no quería ceder, encima había dos hombres en la habitación mirándola, la idea la asustaba pero se sentía muy mal...

–Desvístete –repitió Carla.

...la sensación que tenía era muy desagradable... se le tornó imposible resistir mas y se desnudó

Estaba parada, desnuda, mostrando un cuerpo increíblemente desarrollado para sus 16 años. Era verdaderamente hermosa, el doctor y el otro hombre no podían quitar la vista de sus formidables pechos.

–Este es Alberto, nuestro principal auspiciante –dijo el doctor en tono burlón.

Inés percibía sus miradas lujuriosas, sus piernas temblaban de miedo, respiraba con dificultad, estaba atormentada, aterrada, nerviosa. En ese momento se acercó Carla y le dijo que cerrara los ojos, Inés no pudo evitarlo y los cerró. Sintió las manos de Carla sobre sus pechos, pero el miedo no le permitía moverse. La sentaron en la cama, quería abrir los ojos pero era imposible, era como si los tuviera pegados. Sintió que le colocaban la pulsera que emitía leves descargas. De pronto, cuando esta empezó a funcionar, comenzó a sentirse mejor, el miedo y el malestar fueron desapareciendo y se sumió en un sopor agradable mientras Carla masajeaba sus senos. Sintió que le pinchaban el brazo, debía ser otra vez la droga, la amargó pensar que volvería a estar drogada, no quería que volviera a pasar, pero se sentía tan bien... Carla le siguió masajeando los pechos suavemente, luego fue bajando hasta acariciarle su coñito, el placer de Inés iba creciendo cada vez mas.

Sintió que la recostaban suavemente en la cama, esta vez la tocaban manos de hombre, era el que había entrado con el doctor. Le colocaron nuevamente los auriculares. El hombre se le subió encima, comenzó a acariciarla y de pronto sintió como la penetraba, pero Inés no atinó a defenderse, en ese momento para ella todo era placer, no tenía noción de donde se encontraba ni que ocurría...

Despertó en la cama, otra vez en camisón, pero ahora estaba durmiendo al lado de una chica, la observó, era Julia. Sintió inmensos deseos de abrazarla, sabía que eran sugestiones, pero quería abrazarla. No entendía para que le estarían haciendo hacer esto. ¿Qué pensaría Julia cuando despertara abrazada por ella? No le importó y lo hizo, se sentía muy avergonzada... se volvió a dormir con Julia entre sus brazos.

Pasó cerca de una hora hasta que Julia despertó, esto hizo que Inés despertara también, sobresaltada, se apuró a soltarla, pero para sorpresa de Inés Julia extendió sus brazos y la abrazó.

–Nos hacen dormir así, dijo, no te preocupes, se siente bien.

Se volvieron a dormir abrazadas. Era muy reconfortante el abrazo de Julia, Inés sentía sus pechos por debajo del camisón, su mejilla pegada a la suya, su aliento suave en el cuello... se sentía muy bien.

Entró Carla a la habitación.

–Vamos, a trabajar!

–¿De que? –preguntó Inés.

–De puta.

En ese momento recordó lo que había ocurrido unas horas atrás, como la habían violado sutilmente, se sintió totalmente desmoralizada...

Con pesadez por las droga se levantó y la siguió. Iba caminando en camisón, se sentía ridícula, incómoda.

–¿Qué me van a hacer?, déjenme ir, ¡basta!

–Tranquila puta.

Entraron a un cuartito, donde había una gran cantidad de ropa colgada, un espejo, elementos para maquillar.

–Pidieron puta disfrazada de mucama, es la gente que nos mantiene, que aporta dinero para esta notable investigación, hay que complacerlos y vos te toca ser ahora la mucamita sexy. –Hablaba con una sonrisa mientras le mostraba el traje de mucama.

Inés miraba con ojos absortos, sabía que acabaría por obedecer, que no había posibilidad para ella de negarse, pero esto era demasiado... era una humillación inconcebible, ella que vivía en una casa linda, en un barrio respetable, que sus padres le habían dado todo, colegio pago, ropa cara... los chicos se morían cuando la veían, tenía muchas amigas, una vida normal... y ahora... la iban a disfrazar para satisfacer los deseos sexuales de un morboso...

–¡¡¡No me podré eso, déjame tranquila... dejen de abusar de mi, soy una nena... me quiero ir a mi casa!!!... –empezó a gritar entre lágrimas.

–Deja de gritar –le ordenó Carla tranquilamente.

Inés tubo que dejar de hacerlo.

Le sacó el camisón y la ayudó a vestirse, mientras Inés lloraba, pero tubo que ordenarle que dejara de llorar para maquillarla.

Cuando se vio al espejo un escalofrío le recorrió el cuerpo. Tenía una falda muy corta, que apenas le cubría sus partes, tenía puesto por arriba un delantalcito blanco, unas medias con portaligas, unos zapatos de taco alto con los que lidiaba para estar parada y mas aún para caminar, le habían puesto ademán una cofia en la cabeza y estaba maquillada como una verdadera puta.

–Ahora quiero que entres a aquel cuarto, allí te está esperando un hombre, ojo con la forma en que te comportas con el, recuerda que ahora eres una puta.

Inés empezó a caminar como podía con esos tremendos tacos en los zapatos, cada paso que se acercaba a la puerta era una tortura, sentía un profundo deseo de esfumarse, de que la parta un rayo, de salir corriendo, pero no podía dejar de cumplir la orden de Carla. Se sentía totalmente humillada. Tomó el picaporte, lo giró e ingresó a la habitación...

Aquí termina la primera parte...

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