La casa de la abuela-2
Primera fase: convencer a mi mujer para que nos acompañe y alquilar una habitación con dos camas para follárnosla mi padre y yo.
Llegado el momento pude convencer a mi mujer para que nos acompañara al pueblo porque Insistí mucho en que así veía como iban las reformas, podría cambiar lo que fuese oportuno. Mientras conducía camino del pueblo de mi abuela iba pensando en las posibilidades de triunfo del plan de mi padre y la verdad, tratándose de mi mujer en ese momento creí que no había ninguna, Silvia no era mujer que se prestase a hacer un trío así como así.
Llegamos al pueblo y aparcamos dentro de la casona que fue de mi abuela materna. No había ningún albañil pues ya se habían marchado. Recorrimos el patio central y todas las dependencias supervisando las reformas y les dimos el visto bueno pues la verdad es que estaba quedando muy bien, a este paso se cumpliría el plazo y el verano lo podríamos pasar allí. A Silvia le encantó el suelo y el alicatado de la cocina y sobre todo el baño, hasta a mí me gustaba mucho. Se nos hizo de noche sin darnos cuenta y decidimos ir a cenar al restaurante del único hotel que hay y donde tendría que alquilar la habitación para los tres si mi mujer no se oponía.
A la hora de reservar la habitación estaba un poco nervioso y mi padre me miró dándome ánimo, echándole valor al asunto me atreví y pedí una habitación con dos camas, mi mujer me miró un poco sorprendida y le comenté que ya que sólo íbamos a pasar una noche no había motivos para gastar dinero en otra habitación para mi padre. No puso ninguna objeción cosa que me sorprendió mucho. No sé, a lo mejor inconscientemente albergaba la esperanza de que ella no aceptara, también cabía la posibilidad de que se oliera algo, cosa que dudaba, yo no le había dicho nada sobre el verdadero motivo del viaje. Mi padre me guiñó un ojo mientras caminábamos hacia el restaurante. Su optimismo no me calmaba los nervios, ahora venía la segunda parte, la más delicada pues había que dar de beber a Silvia más de la cuenta para que estuviera alegre y dispuesta cuando llegara la hora de la verdad.
Cenamos como príncipes a base de sopa, ensalada y carne asada en su jugo, luego tomas postre, café y las copas, Silvia que no bebe mucho pidió un gintonic diciendo que era digestivo. Entonces mi padre empezó a contar anécdotas del pueblo y luego chistes. Silvia se tomó sólo un gintonic en medio de risas, por más que insistíamos en beber otra copa ella se negó diciendo que estaba cansada. A eso de las once y media de la noche nos dirigimos a nuestra habitación. El recepcionista me dio la llave y camino de la habitación sentí su mirada clavada en mi espalda ¿qué se estaría pensando el tío?, pensé sonriendo.
Una vez dentro de la habitación observé que Silvia estaba muy alegre y desinhibida y de la bebida no podía ser. Nada más salir mi mujer del baño le pidió a mi padre que siguiera contando chistes. Nos reímos mucho con ellos haciendo comentarios que enseguida subieron de tono.
— Qué suerte, hoy dormiré con mi nuera. –bromeó de pronto mi padre.
Mi mujer al escuchar el comentario no se cortó a la hora de contestar a mi padre.
— Pues yo nunca he dormido con dos hombres a la vez. ¡A ver lo que hacemos! –dijo riéndose.
Normalmente Silvia se cortaba más en presencia de mi padre. Para mí la situación era sorprendente, no sé por qué pero tenía la impresión de que mi mujer ya había decidido lo que iba a pasar. Lo mejor de todo, era que a pesar de que estaba desconcertado me estaba empezando a excitar.
En medio de las risas, Silvia se sentó en una de las camas sin darse cuenta de que mi padre y yo podíamos verle perfectamente las braguitas. Yo estaba convencido de que aquello era fruto de la casualidad pero cuando ella fue consciente de que era el centro de nuestras miradas, asumió el control inmediatamente y se dedicó a cruzar las piernas mostrándonos una buena porción de sus muslos y al comprobar el resultado en nuestras miradas se soltó del todo. A partir de ahí, a la vez que reía se echaba un poco para atrás separando de vez en cuando las piernas con picardía para provocarnos. El juego que se traía mi mujer me excitó pero al ver el bulto de la entrepierna de mi padre me di cuenta de que era el que más aprovechaba aquel regalo. Viendo ya que la cosa iba sobre ruedas empecé a disfrutar cada vez más con la situación y yo también me lancé.
— Cariño, como sigas calentándonos así, mi padre se va a empalmar y no tendrá más remedio que irse al baño a hacerse una paja. –dije arrancando las carcajadas de mi mujer.
Yo creo que ella no era consciente aún de que mi padre ya ni siquiera disimulaba el deseo hacia ella porque contestó a mi comentario cuestionando la hombría de su suegro.
— Cielo tu padre ya es viejo para que se le empine –dijo carcajeándose y no se le ocurrió otra cosa que quitarse la ropa hasta quedarse en braguitas y sujetador y caminar unos pasos contoneándose— ¿ves como no pasa nada?, -dijo mirándome- con mi suegro estoy tan segura como si estuviera con mi padre, ¿cómo se va a calentar conmigo?
Silvia no sabía lo equivocada que estaba, ya que al estar frente a mí y de espaldas a mi padre no podía ver como él devoraba su precioso cuerpo con la mirada. Sus ojos se dirigían a su culo, como si pudiera ver a través de las braguitas lo que éstas ocultaban.
— ¿Seguro que estás tan tranquila como si estuvieras frente a tu padre? – insistí al ver la total erección de mi padre.
— Por supuesto que sí. –contestó ella decidida.
— Pues entonces date la vuelta y mira cómo se ha empalmado. –contesté.
En un principio Silvia no se volvió y negó con la cabeza restando importancia a mis palabras, pero mi padre mucho más excitado que yo, al ver lo confiada que se mostraba, se bajó los pantalones para mostrarle la enorme erección que amenazaba con salirse del slip. Al insistir yo de nuevo ella se giró y al ver el abultado paquete de mi padre abrió los ojos sumamente sorprendida y se rió. Vi a mi padre excitado como jamás hubiera imaginado y picado por la risa de mi mujer la abrazó de improviso y sin darle tiempo a reaccionar empezó a amasarle el culo por encima de las bragas.
Ver que Silvia se sobresaltaba e intentaba separarse de mi padre empujándole con las manos no me hizo gracia. Parecía que la situación se le iba de las manos a mi padre. Una cosa era un inocente y pícaro juego y otra muy distinta lanzarse de esa forma contra mi mujer. En vista de que ella se debatía intentando escapar al abrazo, mi padre la atrajo contra él con más fuerza y restregándole su erección intentó besarla en la boca. A Silvia no le gustaba el rumbo que tomaban las cosas y esquivó el beso moviendo la cabeza a un lado y a otro. Con eso no contaba, si mi mujer se echaba a atrás debía intervenir parando a mi padre inmediatamente, pero la verdad es que me puso muy cachondo ver a mi padre intentando besar en la boca a mi mujer y a ésta resistiéndose, sí, pero sin hacer excesiva fuerza por apartarle. En medio del forcejeo Silvia logró darse la vuelta quedando de espaldas a mi padre y este aprovechó la situación agarrándola las tetas por encima del sujetador y se las estrujó mientras ella trataba en vano de retirarle las manos sin siquiera dar un gritito de sorpresa. La verdad es que todo se desarrollaba como si fuera un juego aunque ninguno de los dos se reía.
Tras unos minutos de desconcierto, mi padre bajó una mano por el vientre de mi mujer acercándose peligrosamente a la cintura de sus braguitas. Silvia me miró, ni siquiera tenía el pelo revuelto y en sus ojos vi el principio de la lujuria, dejó de forcejear para moverse un poco, como si sintiera escalofríos con las caricias de mi padre y quisiera escapar, pero poco a poco empezó a entregarse. ¡Sí! Le gustaba lo que estaba pasando, no me cabía duda. Mi excitación se puso al rojo vivo cuando mi padre decidió al fin meter la mano por dentro de sus braguitas, pilló a Silvia desprevenida y aunque ésta echó el culo hacia atrás sobresaltada no logró separarse, ya que mi padre la sujetó por la cintura con un brazo. Sin podérselo creer ella agachó la cabeza y al igual que yo vio el bulto que formaban en sus bragas los dedos de mi padre jugando ya con su chochito; su punto débil. Silvia estaba derrotada y lo sabía por eso levantó la cara y me miró unos segundos, tras los cuales separó un poco las piernas y definitivamente dejó de moverse. ¡Por fin el gato había pillado al ratón! Dándose cuenta de ello, mi padre metió una mano por dentro de su sujetador estrujando un pecho, la otra la mantuvo hurgando en su sexo. Con la respiración un poco alterada, Silvia permaneció quieta mirándome como si estudiara mi reacción al hecho de que mi padre no paraba de meterle mano.
Viendo que no me oponía a lo que sucedía movió las caderas restregándose el culo contra el paquete de mi padre. Sus movimientos eran tan sensuales, tan lascivos que a punto estuve de saltar sobre ella y comérmela, pero me contuve. Quizá por eso decidió darse la vuelta y una vez enfrentada a mi padre, abrió la boca permitiendo que éste le metiera la lengua hasta la campanilla. Mi mujer le echó las manos al cuello y sin cortarse un pelo comenzaron a morrease como si llevaran tiempo deseándose. Mi padre que es un zorro viejo se las arregló perfectamente para quitarle el sujetador mientras le comía la boca, y en un santiamén, ya estaba acariciando la tierna y caliente piel de mi mujer deslizando sus manos por la espalda y luego por las tetas libres del sujetador. Observé cómo los pezones de mi esposa rápidamente respondían a aquellas caricias al tiempo que sus gemidos se entremezclaban con los de mi padre, que no dejaba de decirle: — ¡Joder Silvia, qué buena estás, envidio a mi hijo que puede follarte cuando quiera! —. Silvia estaba tan entregada que sólo estaba atenta a las manos que acariciaban todo su cuerpo entreteniéndose sobre todo en su culito, esa misma mano se perdió de nuevo dentro de sus braguitas y bajó buscando su sexo. Y lo encontró porque mi mujer dio un gemido de gusto y entonces sí que habló.
— ¿Quieres follarme suegro? –dijo con voz muy sensual.
— Es lo que deseo ¿me vas a dejar? –contestó mi padre.
— Todo lo que quieras, o lo que puedas. –le respondió ella.
— No te preocupes cariño, te voy a demostrar todo lo que valgo. –le contestó él.
Silvia se tumbó en la cama bocarriba con las piernas dobladas por las rodillas mirando cómo se desnudaba mi padre que sólo se dejó los calzoncillos y se acercó a ella mostrándole su abultado paquete. Mi esposa se mordió el labio inferior, le agarró por ahí y tiró de él para que se tumbara a su lado. (La imagen de Silvia cargada de deseo y el acto de agarrar de la polla a mi padre se me grabó en las retinas a fuego, sentí por primera vez en mi vida el latigazo de los celos). Estando ya acostados sobre la cama, se abrazaron besándose lujuriosamente. Silvia estaba tan lanzada que metió una mano dentro de los calzoncillos de mi padre. —Eso es cariño, tócale la polla y los huevos— me dije mentalmente como si pudiera oírme. Evidentemente ella no me oyó pero como si me hubiera leído el pensamiento vi como la mano de mi mujer se movía constantemente dentro de la prenda, señal de que sobaba a gusto el sexo de su suegro.
Mi padre, después de recorrer casi todo su cuerpo con las manos utilizó después la lengua recreándose sobre todo en sus erguidos pezones, Silvia dio un gemido de placer y le sujetó la cabeza contra sus tetas. Ambos estaban muy salidos, pero el que más, mi padre, el cual incorporándose se puso de rodillas, agarró a mi mujer por los muslos y tiró de ella colocándola cabeza abajo. Silvia quedó con el cuello y los brazos apoyados sobre el colchón. En esa postura mi padre sólo tuvo que apartar a un lado las braguitas encajándolas entre las nalgas, agachar la cara y hundir la boca en el jugoso coño de mi mujer; en ese mismo instante Silvia soltó un alarido de placer.
Mi padre por fin cumplía su sueño. Yo iba a desnudarme pero lleno de morbo y excitación me acerqué a ellos para verlo más de cerca y de paso aprender algo nuevo si era el caso. Me puse al lado de mi padre observando sin pestañear cómo devoraba el chocho de mi mujer. También me quedé hipnotizado viéndole lamer el esfínter de su culo, cosa que yo aún no había disfrutado. Deslizaba la lengua alrededor de los pliegues dando también toques con la punta, para luego meter la lengua dentro de su ano todo lo que pudo. Mientras la follaba el culo con la lengua, mi mujer bramaba de gusto. Más tarde, subió la cara alcanzando otra vez el coño de Silvia. Recorrió toda la raja con la lengua de arriba abajo, abriéndole los labios vaginales y humedeciéndolos con su saliva pero sin entrar en la vagina.
Le abrió la vulva con las manos y sorprendentemente se paró sobre el bultito de la uretra, eso era nuevo para mí así que presté mucha atención a la maniobra. Mi padre lo lamió y le dio toquecitos con la punta de la lengua, cada vez que hacía eso el bultito de la uretra se metía hacia adentro y volvía a salir. Mi esposa se quejó de que si seguía haciendo eso se mearía. Oírla decir eso me puso muy cachondo (Anda que no he deseado veces verla mear siempre que la pillaba sentada en la taza del váter y cómo ella me llamaba guarro ordenándome salir y dejarla sola. Mi mujer era incapaz de comprender que eso me excitara). Mi padre siguió a lo suyo cuando de pronto vi cómo salían los primeros chorritos de liquido, inmediatamente abrió la boca abarcando casi toda la vulva. Aunque no llegué a verlo supongo que se tragó toda la meada o lo que fuera de mi mujer, ¡increíble! Imaginé que ella había dejado de soltar líquido al ver a mi padre relamiendo una y otra vez la zona. Luego subió hasta el pequeño clítoris y lo besó varias veces antes de dar el siguiente paso.
Después de besar el hinchado clítoris utilizó sus dedos para apartar toda la carne de alrededor y lo torturó con la punta de lengua. Silvia se quejó varias veces en esa maniobra no sé si le hacía daño o no, porque no decía nada. (Los quejidos pueden interpretarse de muchas maneras). Pero mi padre paró esa tortura, atrapó el clítoris con sus labios y lo succionó con fuerza como si lo mamase. Mi esposa que estaba indefensa por la postura empezó a gemir sin parar a la vez que su cuerpo sufría fuertes convulsiones. Menudo orgasmo estaba teniendo la muy guarra, su cara desencajada de placer lo decía todo. Y mientras ella se debatía en su clímax él ya le había abierto la vagina con sus dedos y se estaba bebiendo literalmente a lametazos todo el jugo que manaba del coño de mi mujer. Se cebó tanto que al final, la propia Silvia tuvo que apartarle la cara pidiéndole que la dejara descansar.
Me desnudé rápidamente al tiempo que mi mujer se tumbaba de nuevo de espaldas en la cama. Supuse que mientras se recuperaba me la podía chupar a mí y me acerqué hasta su cara. Ella no movió ni un músculo, solo me miró lascivamente cosa que no entendí. A pesar de estar junto a mi mujer, mi padre siguió a lo suyo. Le agarró la cintura de las bragas para bajárselas, ella elevó el culo para que se las quitara. Una vez despojada de la prenda íntima mi padre se puso de pie sobre la cama encima de Silvia. Yo no entendía qué pretendía pero ella sí, le tocaba desnudar a su suegro.
Mi mujer me apartó para incorporarse hasta ponerse de rodillas en la cama y mirando lascivamente a mi padre desde abajo, comenzó a lamerle la polla por encima de los calzoncillos, sin prisas, dando además sensuales mordiscos al bulto de la polla. Poco después colocó la cara debajo justo de la entrepierna y apartó el lateral de la prenda, los gordos testículos se descolgaron encima de su cara. Entonces ella apoyó la cabeza sobre el muslo de mi padre y volvió a mirarme con esa cara cargada de lujuria mientras besaba el escroto. Enseguida perdió el interés por mí, se colocó de frente a mi padre y comenzó a lamerle los huevos, pasando toda la lengua por el escroto, a veces se afanaba tanto por abarcarlos que la lengua lamía muy cerca del culo de mi padre. Le miré para saber si ya podía entrar yo en el juego, pero cuando dejó de bufar de gusto, me miró y sonriendo negó con la cabeza. Entendí que aún no era el momento y seguí mirando. Me costaba cada vez más estarme quieto, empezaba a dolerme la polla de lo dura que la tenía.
Minutos después Silvia le bajó la prenda y estuve atento a su reacción. Mi mujer se sorprendió muy gratamente al ver por primera vez la gruesa polla de su suegro. Dijo que nunca había visto una tan gorda. Se aproximó a ella y estuvo unos segundos dándole besitos en la punta del glande que asomaba por entre el prepucio, hasta que definitivamente le quitó los calzoncillos. Prestó atención otra vez a los testículos que colgaban, los abarcó con las dos manos riéndose a la vez que le decía: —menudos cojones tienes suegro— (no es para menos pues parecen huevos de gallina, no exagero).
Mi padre que estaba de pie sobre la cama apoyó una mano en mi hombro para sujetarse y separó las piernas. Los dos miramos ensimismados cómo mi mujer le comía los huevos y la polla, aunque yo lo veía con más detalle ya que estaba muy cerca. Minutos después él apartó su sexo de la devoradora boca de mi mujer. Tampoco dijo nada pero ella ya sabía lo que deseaba porque se tumbó de nuevo bocarriba con las piernas juntas y dobladas por las rodillas, mirando lascivamente la cara de deseo de su suegro, luego abrió las piernas como una rana y con voz muy sensual le pidió que la montara. Así de sencillo. Era evidente que deseaba ser penetrada lo antes posible.
Mi padre se puso de rodillas sobre el colchón, acto seguido se coló entre las piernas de mi mujer que le recibió sonriente y a continuación gimió porque mi padre ayudándose con la mano ya le restregaba el gordo y amoratado capullo por toda la raja. Aquello era alucinante y excitante al máximo, hasta Silvia se incorporó para ver cómo jugaba con su coñito, gimiendo de placer al tiempo que esperaba, lo mismo que yo a que la penetrara. Segundos más tarde mi padre apuntó su dura polla contra la vagina de mi mujer, empujó y la penetró despacito, mirándola a la cara para ver su reacción, al ver que ella se derrumbaba hacia atrás jadeando de gusto dio un fuerte empujón metiéndose totalmente dentro de ella y se quedó quieto diciéndole: —la tienes toda dentro cariño, disfrútala.
¡Y vaya si la disfrutaba! No paraba de mover las caderas diciendo lo mucho que la llenaba su polla. Él se echó sobre ella y se morrearon de nuevo muy apasionados, sin prisas pensé yo, pero pasados unos minutos mi padre se incorporó, apoyó las piernas de ella en sus hombros y comenzó a follársela. Mi mujer abrió mucho los ojos debido a las profundas penetraciones, jadeaba y gemía con cada embestida. Mi padre le habló entre jadeos:
— No imaginas las ganas que tenia de follarte Silvia. Qué coño más rico tienes. Es tan estrechito que parece el de una virgen.
— Pues procura no hacerme daño. –dijo ella.
— ¡Jamás se me ocurriría!, no te preocupes que iré despacito para ensanchártelo.
— ¡Sí! –dijo ella con un suspiró prolongado— ¡Dámelo de sí suegro!
— Cariño estás tan buena que estaría toda la vida follándote, aunque se me quedara la polla en carne viva.
Mi mujer se rió con aquella barbaridad obscena y no sólo la aceptó, sino que me sorprendió al decirle a mi padre que si se portaba bien con ella, estaba dispuesta a ser su putita. Yo, loco de excitación por lo que escuchaba decidí entrar en el juego. Ya no aguantaba más. Estaba muy nervioso y quería participar cuanto antes. Quería acercarme a la cara de mi mujer, meterle la polla en la boca y que me la chupara poniéndome esa misma cara de cachonda que le ponía a mi padre, pero como no paraban de morrearse no pude y me pareció mal interrumpirles. Así que pensé rápidamente y opté por otra cosa que también me excitaba muchísimo: pajearme despacio viendo como se la follaba. Y para ello me puse detrás de mi padre y me agaché mirando por debajo de sus piernas.
¡Madre mía que escena! Mucho más cachonda que cualquier escena porno. Creo que ni siquiera parpadeé para no perderme detalle porque era un verdadero espectáculo para mis ojos. Y es que cada vez que él empujaba, veía cómo la vulva de Silvia se abría al máximo engullendo toda la polla de mi padre hasta que sus pubis quedaban unidos y además, cuando éste retrocedía, parte de sus labios vaginales se le salían hacia afuera, daba la impresión de que la vagina se le volvía del revés. Qué excitación tan grande tendría en esos momentos que sin pensármelo alargué la mano y le acaricié los gordos testículos a mi padre, él disminuyó el ritmo dejándose tocar y como me hallaba al borde de una parada cardiaca de tanta excitación no me importó besar y lamer los testículos que tenía agarrados aprovechando que mi mujer no podía verme, hasta lamí un poco el culo a mi padre. A veces me asomaba a ver qué hacían y les veía comerse la boca con desesperación, otras, era ella la que retenía la cabeza de él mientras éste le chupaba o le mamaba los pezones. Momentos después oí murmurar a mi mujer que la follara más rápido, por lo que mi padre aceleró los movimientos de cadera. No me quedó más remedio que apartarme pero también aproveché esa circunstancia, en vez de pajearme me entretuve rozando el esfínter del culo de mi padre y sus huevos con la punta de mi polla. Mientras hacía eso añadí mi propio comentario obsceno.
— Cariño menudos pollazos te está dando tu suegro ¿eh? –dije.
Mi mujer apenas podía contestarme. Bastante tenía la pobre con aguantar el polvo que le estaban echando, pero aún así, entre jadeos consiguió decirme: — ¡Me corro cariño, me estoy corriendo! — seguidamente le llegó el orgasmo porque empezó a gritar de placer mientras estrujaba con fuerza las nalgas de mi padre. Tampoco quería perderme el orgasmo de mi esposa y me agaché de nuevo para mirar por debajo de las piernas de mi padre. Vi perfectamente las rápidas convulsiones de su chochito acompasadas con las del esfínter de su culo que se abría y se cerraba ¡Dios qué morbo! Me acariciaba la polla despacio porque si me la meneaba me correría con toda seguridad. Mi padre echó la mano hacia atrás y me apartó un poco, sin duda él tampoco se aguantaba más. Bajó las piernas de mi mujer, se echó encima de ella y comenzó a follársela deprisa, enterrándola la polla hasta el fondo con fuertes empujones. Cuanto me excitaba oír el sonido que producían sus huevos al estrellarse contra el culo de mi esposa. La pobre, incapaz de aguantar tanto trajín se corrió estrepitosamente otra vez entre espasmos tan fuertes que parecía que la estaban electrocutando. Tenía los ojos en blanco, respiraba tan fuerte como un caballo de carreras después de un gran premio, pero sobre todo una cara de golfa que yo jamás había visto. Silvia se quedó sin fuerzas por el brutal orgasmo, en cambio mi padre aún no se había corrido.
Así que pasó los brazos por debajo del cuerpo de Silvia abrazándola con fuerza y tiró de ella alzándola, él quedó de rodillas, luego, arrastró las piernas hasta sacarlas de la cama quedándose sentado en el borde. Mi mujer que continuaba empalada, quedó sentada sobre sus muslos con las piernas bien separadas. Mi padre la besó el cuello susurrándola al mismo tiempo no se qué cosas, mi mujer también le dijo algo y acto seguido se agarró a su cuello. Entonces él puso las manos en el culo de ella empujándola contra su cuerpo y sin soltarla, empezó a moverse. Sólo él, porque ella permanecía abrazada a su cuello jadeando un ¡Ah! constantemente.
Por más que me esforzaba por mirar no pude ver nada de nada y eso que me agaché para mirar por debajo del culo de mi esposa. Tenían los cuerpos tan pegados el uno al otro que la polla no salía de la vagina ni un solo centímetro. Las piernas de ella pateaban el aire con los dedos de los pies engarfiados con fuerza. Estuvieron así varios minutos que se me hicieron interminables, siempre con la polla en el interior de mi mujer y sin sacarla. Por fin en unos de esos vaivenes, empujó aún más, estrujó las nalgas de mi mujer y se mantuvo quieto, tenso y jadeando. Enseguida adiviné que mi padre se estaba corriendo dentro de ella y yo desesperado por no poder verlo. Silvia tenía los ojos cerrados y sonreía porque percibía la corrida de su suegro, de eso estoy seguro, es más, tan sorprendida estaba que le dijo que la estaba inundando por dentro. Menos mal que ella tomaba píldoras anticonceptivas pensé.
Mi padre se echó hacia atrás reposando la espalda sobre el colchón. Mi mujer permaneció montada sobre él moviendo las caderas adelante y atrás como pidiéndole más. Mi padre precisamente le preguntó eso y ella negó con la cabeza diciéndole que quería exprimirle al máximo, no paró hasta estar segura de que había ordeñado a su suegro. Sonriendo se dejó caer de lado sobre la cama y ambos rodaron hasta quedar él encima de ella. Despacio le sacó la polla que aún escupió un poco de semen que cayó sobre el vello del pubis de mi mujer. De su abierta vagina brotó casi toda la corrida escurriendo por el esfínter del culo hasta formar un pequeño charquito en las sabanas. Una vez se les normalizó la respiración, mi padre le dio un beso en la boca a mi mujer y después un azote en el culo diciéndola que se lavara; él se retiró y poniéndose de pie caminó hacia el baño.
¡Joder había visto en directo el polvo más impresionante de mi vida! tuve que ayudar a Silvia a incorporarse porque me dijo que estaba agotada. Una vez de pie me miró la polla adivinando mi deseo sexual, la besé en la boca y me respondió con pasión. Sus labios y su aliento sabían a otro hombre y me excitó, mi pene rozaba su pubis húmedo, doble un poco las piernas hasta encajarlo entre sus muslos e inicié un lento movimiento adelante y atrás indicándole que deseaba penetrarla yo también.
— ¡Para que me meo! –me dijo.
— Pues mea cariño, no me importa. –contesté excitado.
— No empieces Sergio, no seas guarro, además tengo que lavarme. –dijo separándose de mí.
Me dio tal corte que no supe contestarla y ahí me quedé, clavado al suelo como un idiota mirando su precioso culo mientras caminaba un poco tambaleante hacia el baño en cuyo interior aún estaba mi padre. No entendía su aptitud para conmigo, además, tenía que esperar a que él saliese, pero no, abrió la puerta y se metió dentro cerrándola a su espalda. No le di importancia a ese hecho, al fin y al cabo acababan de follar. Estuve tentado de meterme yo también dentro del baño pero como no tenía necesidad de mear preferí quedarme fuera, ya que ellos sólo iban a mear y a lavarse un poco. Les oí que hablaban pero no entendí nada, de repente escuché que se reían, yo también sonreí en un acto reflejo. Segundos después oí el potente chorro de la meada de mi mujer junto con más risas de ambos. Cuando ella acabó de mear se hizo el silencio, segundos después escuché un nuevo chorro no tan potente por lo que supuse que era mi padre meando. De nuevo oí las risas de ambos mezcladas con palabras. Sin saber porqué, me dio por imaginar a Silvia poniéndole a mear a mi padre e inmediatamente me estremecí de gusto y me meneé la polla, como casi me corro dejé de hacerlo pues pensaba follarme a mi mujer en cuanto saliera del baño.
Salieron los dos riéndose pero ella volvió a meterse por que aún le escurría el semen. Mi padre se sentó en el borde de la cama y dio un largo suspiro. Al salir mi mujer del baño caminó hasta la cama donde estaba sentado mi padre y se dejó caer, me miró, pero ya no era esa mirada lujuriosa del principio, se la cerraban los ojos y se la veía cansada. Era mi ocasión porque en ese estado yo podría al fin desahogarme sin que ella me pusiera trabas. Me moví con la intención de meterme entre sus piernas pero mi padre me detuvo y me llevó casi hasta el baño para que mi mujer no pudiera oír lo que iba a decirme.
— Espera hijo, no te precipites –murmuró en voz baja-
— ¿Qué pasa? –pregunté también en voz baja.
— Te voy a dar un consejo: no te la folles ahora, está cansada y no es el mejor momento, si no te puedes aguantar las ganas es mejor que te hagas una paja.
— ¡Joder! ¿Cómo me voy a hacer una paja? –pregunté mosqueado.
— Escucha Sergio, las mujeres son muy sensibles y por experiencia sé lo que les va. Ellas prefieren hacerlo con sus maridos con amor y mucha ternura, no a lo bestia como pretendes tú ahora. Ya deberías saber eso.
— ¡Pues no lo sé!, nunca habíamos pasado por una experiencia como ésta, pero no te preocupes lo tendré en cuenta. –contesté en voz baja para que ella no nos oyera.
— Sergio –mi padre me agarró del brazo- te lo digo en serio, no lo hagas. –insistió dejándome desconcertado.
— ¿Y entonces qué tengo que hacer? –dije contrariado.
— Acércate a ella, bésala y dile cuanto la quieres. Pregúntale si ha disfrutado, dile cuanto has disfrutado tú y espera su reacción. Si ella desea que la folles te echará los brazos al cuello, pero sino, intervengo yo y tú te mantienes al margen, y otra cosa, procura que te vea pajearte —dijo tocándome la polla—, es importante para ella ver que tú también disfrutas de todo esto, no entiendo como aún te aguantas.
Me quedé confundido. Lo que me había dicho mi padre me sonaba a rollo patatero pero como él tenía mucha experiencia debía hacerle caso no fuera que metiera la pata. Me senté en el costado de la cama, miré a mi mujer sonriéndola y le pregunté cómo se encontraba; esperando su respuesta empecé a darle besitos por toda la cara. Silvia suspiró de gozo y me abrazó el cuello, yo lentamente maniobré con la intención de meterme entre sus piernas, pero entonces las cerró, me apartó un poco de su cara y mirándome me dijo: —Cariño ahora mismo prefiero el cipote de tu padre ¿no te importa verdad?
¡Coño con la ternura y el amor!, su respuesta me desilusionó por un momento, pero enseguida me repuse y le ofrecí mi dura polla por si acaso cambiaba de opinión, pero me rechazó. Me quedé cortado y encogido por dentro, mi padre me miró como diciéndome: -¡Lo ves!-. Asentí fijándome que ya tenía su polla tiesa y dando saltos; hasta le manaba líquido del capullo.
— ¡De acuerdo, que lo disfrutes! –le dije a mi mujer.
— Eso haré cielo pero no te vayas, te necesito a mi lado y que me mires para saber que estás conmigo en esto, si te excitas mucho hazte una paja, no me importa, pero que yo vea como te corres ¿vale?. –me contestó tratando de animarme.
¡Menuda mierda!, pensé pero asentí con la cabeza. Mi padre se puso de pie y me apartó a un lado. Apoyó una rodilla en la cama y el pie de la otra pierna sobre la almohada y acercó su sexo a la cara de Silvia. Ésta se incorporó para estar más cómoda, me miró lascivamente y sacando la lengua lamió la gota de líquido transparente que colgaba de la punta del pene de su suegro, después se la agarró con la mano sorprendiéndose de que ya estuviera dura y empezó a chupar con desesperación. Di la vuelta a la cama y me subí situándome al lado de mi mujer como ella me había pedido.
Mi padre jugaba con ella, le retiraba el pene de la boca y se lo volvía a arrimar, pero cuando ella estaba a punto de atraparlo, le arrimaba sus huevos para que se los lamiera, y cuando volvió a arrimarle el pene más tarde, mi mujer abrió la boca todo lo que pudo y engulló la polla hasta la mitad. La cabrona la saboreaba emitiendo ruiditos de satisfacción mientras me miraba. Volvió a sacudirme otro latigazo de celos más fuerte que el anterior, se me revolvió el estomago y se me empezó a encoger la polla. Mi mujer que también se dio cuenta de eso dejó de mirarme. Seguramente yo ya no le interesaba. Sólo se dedicó a chupar la polla de mi padre como una puta hambrienta. Sin ningún escrúpulo, mi padre dirigió su cara hasta su culo, Silvia ni protestó, al revés, la muy guarra ¡gozaba!, lamiéndole el culo a su suegro, hasta se lo folló con la punta de la lengua, lo hacía con tanta ansia que pasado un rato se detuvo para que le descansara la lengua, entonces mi padre entró en acción. Primero se agachó y le lamió todo el coño, después le metió dos dedos en la vagina y empezó a masturbar a mi mujer metiendo y sacando los dedos muy deprisa. Ella pareció volverse loca. Me agarró del brazo clavándome las uñas, subiendo la pelvis como si quisiera que le metiera los dedos más adentro, segundos después volvía a chupar el pene de mi padre como una posesa.
Mi padre disfrutaba viendo como su nuera le chupaba la polla, aguantó durante unos minutos, luego, con mucha habilidad se la quitó de la boca y agarrándola del pelo le hizo retroceder la cara obligándola de nuevo a chuparle el culo. En consecuencia: mientras mi padre la masturbaba, mi mujer le estuvo chupando el culo sin descanso hasta que le vino otro orgasmo, con éste quedó agotada.
—Fin de la 2ª parte—
………./………
¡Qué os exciteis tanto como yo al escribirlo! Espero esos comentarios. Gracias.