La Casa de Asmodeo 3

Bienvenido de nuevo al hogar de la depravación, al burdel más insólito de este terrible mundo. Descubra a las chicas a las que aún no ha conocido... en la Casa de Asmodeo.

Bienvenido. Ya me conoce, ya ha transitado antes por los oscuros caminos que llevan a mi morada. Yo, el Barón Kruento, me alegro de tenerle de vuelta en la Casa de Asmodeo, donde podrá disfrutar de las mujeres más extraordinarias del planeta y de más allá. Ignore los quejidos de su tullida inocencia y sumérjase en las profundidades del vicio. El goce de estos placeres exquisitos y exclusivos bien vale la condenación de su alma.

Helena

A diferencia de sus compañeras en este perverso oficio, Helena no viene de un bosque encantado ni de una dimensión infernal. No, nuestra estimada atracción procede de un platillo volante que se estrelló en nuestro planeta en los años cincuenta del pasado siglo. Si usted me ha creído hasta este momento, no deje de hacerlo ahora.

Como suele suceder con los bandos derrotados de todas las guerras, los machos de su especie fueron aniquilados sin piedad y las hembras que ocupaban la nave, convertidas en esclavas sexuales por parte de los brutales militares que las encontraron. Dado su lento envejecimiento, fueron violadas durante largas décadas, sin poder ver jamás la luz del sol de este primitivo planeta. Tras los experimentos de rigor con algunas de sus semejantes, Helena fue olvidada, y pude adquirirla a un precio ridículo.

Se la puede encontrar encadenada y de rodillas, inmóvil y sin un ápice ya de rebeldía. Esa figura desnuda y voluptuosa de color gris claro está rodeada de pósteres añejos de ciencia ficción en los que aguerridos terrícolas combaten contra malvados alienígenas, recordándole la derrota sufrida a manos de la especie más cainita del universo conocido y por conocer.

Sus ojos, dos córneas completamente negras, no son muy populares entre la clientela, que se los suele tapar con gafas de sol. Asimismo, su carencia de pelo hace que muchos le pongan una peluca mientras la fuerzan a hacerles una mamada, obligándola a adoptar la estética y costumbres del mundo que la venció.

Entonces, se preguntarán, ¿qué es lo que la hace deseable? Bien, aparte de sus caderas y de esos pechos imposiblemente grandes, se trata de su rostro y de la disposición de sus órganos sexuales. Pues, en esa cara de furcia extraterrestre no hay una boca como tal, sino una vagina lampiña y siempre húmeda, un orificio incapaz de morder a los visitantes que lo penetran. Así, uno puede agarrarla de la cabeza mientras penetra el coño más apetitoso de la galaxia, mientras contempla desde una altura superior a este excepcional botín de guerra.

Diana

Un buen día, tras haber leído muchos tebeos a lo largo de su vida, Diana decidió que este valle de lágrimas estaba repleto de maldad y que alguien debía hacer algo al respecto. Decidida a aportar su granito de arena en la lucha contra la injusticia, decidió confeccionarse un disfraz de cuero negro con un sugerente antifaz, armarse con un spray de pimienta y una porra y salir a repartir hostias a los criminales con los que se encontrara. Esta opositora a Guardia Civil pensó que su atlético cuerpo sería suficiente para llevar a cabo su cruzada, pero debemos confesar que seguramente tenía varias carencias emocionales que la llevaron a tomar esa estúpida decisión.

Durante los primeros días, evidentemente, patrulló por las calles sin éxito, ya que la mayor parte del crimen sucede a puerta cerrada, lejos de los ojos de los justos. Sin embargo, en la quinta noche, vio a unos desaprensivos arrinconar a una chica en un portal. Decidida a salvar a esta pobre víctima, se abalanzó sobre ellos… pero eran cinco, y eran fuertes. Enseguida, le arrebataron su spray y lo usaron contra ella, estampándola contra la pared. La violaron nueve veces solo ese día, llenando sus justicieros orificios de semen y su piel de magulladuras. Y, como hicieron con la otra víctima, se la llevaron para venderla al mejor postor.

El mejor postor, evidentemente, soy yo. Por ello, la pueden encontrar en su búnker personal, en esa habitación repleta de consoladores con los que es estimulada constantemente y de todo tipo de drogas, que le hemos dado para minar su fuerza de voluntad y convertirla en una insaciable adicta al sexo. Al igual que otros superhéroes conservan los trajes de sus villanos como un trofeo, podrá usted ver colgados en la pared todos los condones que han sido usados para penetrarla. El suyo pronto se unirá a ellos.

Valeria

Nuestro establecimiento, como todos, requiere de electricidad y de agua potable, y cuenta con un entramado subterráneo de tuberías. Si se atreve a cruzarlo, usted podrá encontrar una habitación pétrea y húmeda plagada de estatuas dedicadas a viejos dioses primigenios del mar. También hallará una cama de sábanas azules donde se encuentra su acompañante, Valeria.

¡Qué gran privilegio, posar los ojos sobre una de los herederos de la perdida Valusia, sobre una de las pocas que quedan de su regia especie! Está vestida con un pijama semitransparente de lino blanco a través del que pueden verse esos pechos a medio camino entre lo humano y lo reptil, esa piel en la que su color carne está embellecido por el tono verdoso de la oliva. Sus piernas, tan cubiertas de escamas como el resto de su cuerpo, culminan en el orificio más excelente del mundo subterráneo.

Usted podrá palpar con asombro sus tetas blandas y rugosas como la piel de un caimán, chupar de sus pezones unas toxinas que son capaces de revitalizar la virilidad del más anciano de los hombres. Le garantizo que querrán disfrutarla con ella, tirando de ese pelo de la textura de una serpiente, mirando a esos ojos amarillos mientras la penetra en posición de misionero... o perrito también. El cuello de Valeria es muy flexible.

Además, si su especie ha conseguido infiltrarse durante tanto tiempo en gobiernos y empresas, es porque son capaces de mutar su aspecto. Pídale si quiere que altere su color de piel, de ojos, de pelo. Fóllesela con toda la fuerza que quiera, mientras el tamaño de su agujero va adaptándose a la dureza de la cópula. Y goce, goce como un marrano entrando en la boca de una boa, cuando sus paredes vaginales se cierren sobre su miembro y le hagan explotar en una marea de blanca euforia. Después, limpiará su semen enroscando su lengua en un badajo que pronto estará listo para volver a funcionar.

Gilda

A pesar de lo que decía el cachondo de Tolkien, las enanas no tienen barba, y son perfectamente distinguibles de sus congéneres masculinos. Habría que ser estúpido para confundir la ruda belleza de Gilda, con sus trenzas anaranjadas, sus pechos tan grandes como su cabeza, sus pequitas adorables y su metro de altura, con un hombre. Pero, para los despistados, la hemos ataviado con un suculento vestido blanco que permite apreciar esas curvas que forman su culo espléndido, esos dos pezones que miran a los visitantes como dos gigantescos ojos.

Pese a lo desaconsejado que pudiera parecer, nuestra Gilda está especializada en grupos. Esta diminuta ninfómana es ideal para despedidas de soltero, en las que los amigos del novio suelen maravillarse ante las historias que cuenta sobre sus batallas contra orcos y hacerse fotos con los muebles en miniatura de su cuarto. Excepto la cama, claro, que ocupa el doble de lo normal.

Cuando llega el momento de la cópula, favorecida por el incienso afrodisíaco que robó a unos elfos, ella toma la iniciativa. Se despoja de su vestido y alza su trasero frente a los invitados, ofreciendo simultáneamente su vagina y su ano. Ellos la poseen al principio con miedo, temiendo dañarla, pero Gilda les dedica insultos hacia su masculinidad para favorecer un sexo más salvaje y degradante. Entonces, la enana chilla por una mezcla irresistible de dolor y placer, y sus gritos solo avivan la llama lujuriosa de sus amantes.

Pero su boca está reservada para el novio, cuyos reparos y principios son disueltos como un caramelo entre esas babas de furcia experimentada. Su raquítica garganta ha sido capaz de tragarse pollas de hasta dieciocho centímetros, y la estamos entrenando para acoger tamaños más titánicos aún. Estoy seguro de que lo logrará.

Pamela

Las ninfas ya no son lo que eran. Su habitación, sin embargo, da la impresión de que esa vieja gloria se sigue conservando. Las alargadas y anchas macetas contienen plantas de todo tipo, de un tamaño gigantesco y una fragancia especialmente vívida que flota en el húmedo ambiente. Los colores, que abarcan todo el espectro que puede percibir el hombre, serían capaces de provocarle un desmayo a más de uno si no hubiera una belleza mucho más excitante a la que atender.

Encadenada a unos sólidos nenúfares flotando en un jacuzzi, se encuentra esa mujer de amplias caderas fecundas y larga cabellera naranja, de ubres blandas como la superficie de una hoja. De ojos tristes por culpa de lo que el hombre le está haciendo a la naturaleza a la que representa, y con una mata de cabello pelirrojo que cubre esas dos piernas que tiemblan cada vez que entra un visitante.

Viólela sin miedo, dejando que el chapoteo del agua le moje las gónadas, tire de su pelo mientras le resume noticias sobre la deforestación del Amazonas. Disfrute de su inocencia destrozada, de la libertad más salvaje plastificada y expuesta para su disfrute. Intentará convertirse en árbol si la besa, pero nuestros hechizos lo impedirán.

Por un precio extra, si es usted especialmente sádico, podrá pedirnos que arranquemos o quememos alguna de sus plantas, y disfrutar de los chillidos y las convulsiones mientras se corre dentro de su ano.

Jezebel

Cuidado con Jezebel. Déjeme decirlo otra vez: cuidado con Jezebel. Quien avisa no es traidor.

Se trata de la única de mis chicas que no está subordinada a mí: por el contrario, tenemos un acuerdo más que fructífero, pero como socios igualitarios. No es de extrañar. Cuando usted entre en su habitación, si entra, podrá apreciar que somos bastante semejantes en el tono rojo de sus tonificados músculos y sus pechos turgentes, en la lascivia infernal de sus ojos amarillos y en sus dos cuernos de carnero. Eso sí, su voz sedosa y femenina es mucho más agradable que la mía. Obedézcala, por lo que más quiera.

Ella sabe leer el alma de cada visitante, conoce sus secretos más oscuros y los gustos ocultos hasta para ellos mismos. Sus besos pasionales hacen olvidar a cualquiera el fuego que rodea la profunda sala donde mora, y sus labios vaginales son capaces de adoptar la forma preferida para el putero en cuestión. Se cierran en torno a cualquier pene como un cepo de carne, perpetuamente húmedos, siempre listos para propagar la depravación. Hágale caso, porque le gusta tomar el control, y le garantizo que merecerá la pena. Eso sí, le advierto de que la fuerza con que agarra del pelo a sus clientes mientras los cabalga entre carcajadas puede provocarle la calvicie prematura. Si usted ya es calvo, prepárese para explicar a sus seres queridos las marcas de uñas en su cabeza.

¿El precio? Sencillo y justo. Para yacer con Jezebel, no tiene usted que pagar dinero. Simplemente, cometa un pecado relacionado con la lujuria. Engañe a su pareja, acose a su secretaria, abuse de su hija, y probará una experiencia al alcance de pocos mortales. Seguro que, de todos modos, se lo merecen.

Ángela

Una larga cabellera rubia cae hasta sus hombros, sus ojos azules brillan como estrellas gigantescas en el firmamento. Su cuerpo parece esculpido por los dioses (en verdad, es así), y el cliente más sibarita podrá admirar un cuerpo tan proporcionado y simétrico que ya lo quisieran para sí las modelos más cotizadas del mercado. Sus pechos picudos, como de diamantes, son lo primero que uno aprecia, pero toda su piel pálida y henchida de vitalidad es una oda a la belleza. Es nuestra atracción más selecta, la más secreta: estar con ella una noche cuesta el equivalente al presupuesto anual de un país pequeño. Sin embargo, les digo que merece la pena arruinarse por acariciar esas alas de paloma blanca que salen de su espalda.

La sacamos del cielo con un poderoso hechizo, y ahora está encadenada mágicamente a su mazmorra de lujo, atrapada por los pecados de todos los asistentes a nuestras exclusivas fiestas. En la suntuosa habitación donde se encuentra, podrá encontrar todo tipo de instrumentos de tortura. Tásers, alicates, cera caliente, ácido… aunque le garantizo que una simple sodomización la dejará llorando durante todo el día. Es lo que tiene sentir los dolores de la carne cuando antes se era un ser hecho de luz.

No llora solo por ella: aunque jamás volverá al Paraíso, sus heridas se curan después de un tiempo y es posible que algún día consiga suicidarse si nuestra magia se debilita. Pero llora porque su misión de traer bondad al mundo ha fracasado, y eso es algo más humillante que todas las corridas en la cara que pueda sufrir. Dicen que sus lágrimas tienen propiedades curativas y que su sangre sabe como un vino añejo. Compruébelo.

Espero que haya disfrutado de este repaso por nuestras chicas y sus numerosos talentos. ¿Cuál le gusta más? En cualquier caso, espero que sienta ya el calor de la lubricidad de mis hembras… después de todo, en esta vida y en la siguiente, el calor le acompañará durante mucho tiempo.