La Carta de Ema
Un chico peruano migra a la Argentina rechazado por su padre homofóbico... Aquí encuentra su destino... Se conoce vía internet con el autor y este cuenta parte de su historia y publica una carta muy interesante y, tal útil para los chicos que quieren ser chicas...
LA CARTA DE EMA
por
Eduardo de Altamirano
PRIMERA PARTE– CUADRO DE SITUACION
En la mañana del 9 de agosto de 2011, exactamente, recibí un mensaje-e firmado por Emanuel Arancedo Mendoza, quien declaraba tener 22 años, ser peruano, trabajar en un negocio de ropa para mujer y cursar un profesorado en inglés en la ciudad de Córdoba, Argentina.
En su mensaje-e, este joven, a quien desde ya llamaremos Ema, me comentó que había leído un relato de mi autoría titulado “Lucy”, publicado hace unos años en las páginas de TR, y que se sentía profundamente conmovido, pués en varios aspectos de lo que yo había escrito, él se había visto fielmente retratado. Puntualizó que me escribía para felicitarme y, también, para preguntarme “si me molestaría que me escribiera para contarme su caso y pedirme consejo, porque se sentía solo y muy desorientado”…
Por supuesto, de inmediato le envié mi respuesta poniéndome a su disposición… A la sazón, a mi me tocaba vivir tiempos muy delicados y el ocupar mi mente en algo que no fuera personal mío con seguridad aliviaría mi situación…
A vuelta de correo y tras haber transcurrido un poco más de una semana, recibí un nuevo mensaje de Ema, que fue el primero de una intensa y prolongada correspondencia epistolar-e… En este mensaje me reseño, sin privarse de detalles, su vida…
Había nacido en Lima, Perú, en el año 1989… A su padre no lo quería, le temía… Es que el padre pretendía que él fuera “bien macho”… Pero, como iba a ser “bien macho”, si su madre, con quien pasaba la mayor parte del tiempo, lo criaba como para que fuese una niña… Además, físicamente, él no daba para ser “bien macho”… No se parecía en nada a su padre que tenía aspecto de troglodita… Daba más bien con el target de un chico afeminado…
La situación de Ema en su casa durante su niñez y su adolescencia fue realmente un infierno… Las peleas entre la madre y el padre por la crianza y educación del hijo eran cosas terribles de todos los días… Cuando el padre volvía del trabajo, preguntaba por él, por lo que había hecho durante el día y cualquier detalle minúsculo le daba pie para armar un escándalo y reprocharle a la madre que “ella lo estaba criando para que se hiciera puto”…
No obstante este clima, Ema consiguió completar la educación secundaria… Tenía 18 años… Fue a esta edad que trabó relación con un joven algo mayor que él… La cosa ocurrió en una fiesta… El estaba con unos compañeros y veía como este joven no le quitaba los ojos de encima… En un momento en que se quedó solo, el joven aprovechó la ocasión y se le acercó… Muy resuelto le dijo “a ti te conozco, pero no sé de dónde”… En realidad no lo conocía de ninguna parte, lo que buscaba era entablar una conversación y lo consiguió… Sin saber bien por qué, Ema fue cediendo ante ese desconocido y, cuando quiso acordarse, ya estaba dialogando con él como si lo conociera desde siempre…
El vocablo “dialogando” no refleja bien lo que sucedía… Lo justo sería decir “monologando”, pues el joven era quien monopolizaba la palabra… Su discurso era una danza de conquista… Ema cayó en las redes de sus dichos y quedó como embrujado…
A todo esto conviene señalar que, sexualmente, Ema era entonces una indefinición… El mismo no sabía qué era, que quería… Imitando a sus compañeros algunas veces se había acercado a chicas más o menos de edad; pero, terminaba comprendiendo que las chicas no despertaban nada él…
Lo que podía ocurrirle con varones no lo sabía, ya que nunca intentó acercarse a ninguno y ninguno trató de acercarse a él…Lo único que podía decir es que no tenía prevenciones respecto a ellos… Solo con un compañero de estudios había hablado algo en forma muy superficial; un compañero que se le parecía, pero tenía un modo de actuar más desenvuelto.. Fue el mismo que le tomó la foto que muestro más abajo y que Ema me mando junto a uno de sus mensajes-e…
La foto, sin ser muy explosiva que digamos, da pie para imaginarse sin mayores dificultades cómo era Ema cuando aún vivía con sus padres, en su Lima natal…
Volviendo al tema del joven, se hace claro que la falta de prevenciones en Ema fue el factor determinante para que el muchacho pudiera avanzar como si tal cosa… El joven no era un despistado… Sabía muy bien dónde iba, qué era lo que quería y qué era lo que hacía… Ema lo había deslumbrado con sus encantos, evidentes, pero no provocativos, y, como suele decirse, el joven se fue al humo… No se equivocó…
Casi en forma inmediata Ema comprendió, tal vez no muy racionalmente, que ese joven lo atraía y despertaba en él ¿deseos?... No sé si eso precisamente, pero si un algo inexplicable que lo hacía sentirse raro, ansioso y esperanzado…
El joven debía tener su experiencia en la materia… Llevó muy bien la conversación, diálogo, monólogo o como quiera llamarse hasta comprobar que su semilla había caído en tierra fértil… Tras ese preludio cuasi ardente, juzgó oportuno no espantar a la presa… Dejó clavada el mojón que acreditaba su propiedad y se las ingenio para proseguir la historia en otro momento, cuidando que ese momento tuviese lugar, fecha y hora de concreción…
Fue así como, unos días después Ema y José Antonio, así se llamaba el joven, volvieron a encontrarse… Esto fue en el centro de Lima… Se habían prometido tomar un helado juntos y continuar con la charla… Para Ema, solamente el verlo fue un renacer de todas las vivencias que el muchacho le había provocado, nuevamente quedó bajo su embrujo… José Antonio, quien algo de inglés sabía, inició la conversación en este idioma… Fue un toque simpático, como para alejar cualquier posible obstáculo en su marcha de conquista… La continuó en castellano…
Su objetivo era sembrar incógnitas muy precisas sobre sus intenciones para que Ema se viera obligado a pensar y se preparara mentalmente para aceptar todos lo que José Antonio le sugiriera o propusiese…
Ambos se sentían muy bien estando juntos y no dejaban de expresarlo… José Antonio declaró “sentirse atraído por Ema”… Cuando se propuso aclarar este fenómeno, el diálogo comenzó a desarrollarse impulsado por una corriente propia que iba sumando puntos de coincidencia y estrechando la brecha cada vez más fina que los separaba…
En un momento dado, José Antonio dijo algo que hizo temblar a Ema… Manifestó que, si se dejaba guiar por sus impulsos, lo que haría en ese momento sería besarlo en la boca… Después, como interrogándose a si mismo, preguntó, si eso sería incorrecto… Ema comprendió en ese momento que él, si se dejaba arrastrar por sus impulsos, también lo besaría… Comprender eso le produjo una conmoción interior tremenda… ¡Compartía con un hombre el deseo de besarse en la boca!... Algo terrible, algo prohibido…
En este punto, el segundo capítulo de la historia llegó a su fin… José Antonio le dijo a Ema que debía volverse a su casa y rogándole a Ema que le permitiera continuar la conversación en otro momento, se despidió y se fue… Antes se dieron una nueva cita… Una semana después, en el mismo lugar…
Fue una semana terrorífica para Ema… Casi no hizo otra cosa que pensar en José Antonio… La cabeza se le convirtió en un hervidero de ideas, preguntas, reflexiones… Se miraba en el espejo del placard y se veía besándose con José Antonio… Solo le bastaba imaginarse eso para que aumentaran sus pulsaciones…
A todo esto, hay que decir que José Antonio no era uno de esos jóvenes que se caracterizan por pasar desapercibidos… Todo lo contrario… Según se aprecia en esta foto,
que el joven le regaló a Ema, el muchacho tenía una estampa bastante sensual y no debían ser pocos quienes se quedaran embobados contemplándolo… Se explica, entonces, que Ema pasara una semana de locos esperando encontrarse con él… Pero, antes de que ello ocurriese, José Antonio le envió un sms preguntándole si estaba de acuerdo en que, cuando se vieran, fueran al cine… Quería ver “Ángeles y Demonios”… Si Ema le decía que si, ya mismo compraba las entradas… Ema le dijo que si… Ema estaba dispuesto a decirle si a todo lo que quisiera José Antonio…
Por fin llegó el día del encuentro… Como siempre, Ema llegó a la hora justa… Se había puesto de punta en blanco… José Antonio llegó algo retrasado, pero no mucho… Venía de lejos… Apenas tuvieron tiempo de intercambiar saludos y fueron directamente al cine… El Uvk Larcomar…
La película los atrapó por completo… En la sala no había muchas personas… José Antonio y Ema estaban en un sector despoblado… En uno de los puntos más tensos del film, alentado quizás por un entorno de butacas desiertas, José Antonio le tomó la mano a Ema y se la sujetó fuertemente… Como al compás del suspenso despertado por la cinta… Después, aflojó un poco el agarre, pero no le soltó la mano… Ema no alcanzaba a descubrir qué era lo que José Antonio pretendía con eso de sujetarle la mano… Lo dejó hacer… En ningún momento intentó retirarla… De pronto, José Antonio tironeó suavemente de la mano de Ema, atrayéndola hacia si… Ema pensó mal… Creyó que intentaba hacer algo que, en definitiva, no fue; ya que tan pronto tuvo la mano de Ema más cerca, lo que hizo José Antonio fue asirla con sus dos manos como encerrándola en un cofre… Y, como si sus manos le hablaran a esa otra mano que tenían cautiva, José Antonio comenzó a prodigarle un sinfín de caricias, a juguetear con sus dedos, a mimarla… Era una declaración de amor, de deseo, sin palabras…
Quienes han visto la película “Ángeles y Demonios” saben que no es un film que dé para muchas distracciones; de modo que es suponer que toda esa aventura de las manos era un juego de la pasión de los jóvenes, ajeno al control de sus mentes… Eras sus sentimientos que se expresaban libres de toda tutela racional…
Cuando la proyección terminó, los jóvenes salieron buscando aire fresco… Necesitaban oxígeno… Caminaron… Se alejaron del parque Salazar en dirección opuesta al mar… Marchaban juntos contándose cosas… Atravesaron algunas avenidas y, de pronto, se encontraron en una callejuela oscura, solitaria… En una de las aceras se levantaba un edificio con una puerta escondida en un nicho… José Antonio lo tomó del brazo a Ema y lo llevó a esa cueva… Ema no se resistió… José Antonio no le dio tiempo a nada… Ema se vio envuelto por los potentes brazos de su novel amigo y luego sintió la boca apoyarse en sus labios… Lo demás fue un desborde de pasión que se mantuvo dentro de los límites de los besos, los arrumacos, las caricias, el ronroneo del deseo y nada mas… No pasaron a mayores… Hubiese sido un desatino, el lugar no era confiable…
Volvieron a caminar, pero ya no eran los mismos… José Antonio tendió su brazos sobre los hombros de Ema, casi acurrucándolo contra su cuerpo… Sin hablar, se habían dicho todo…
José Antonio fue claro… Dijo que quería hacer las cosas bien… Pretendía que se conocieran, que entraran en confianza y si algo debía pasar entre ellos, sería de común acuerdo, por mutuo deseo… Casi silabeando dijo que “él lo quería bien”… José Antonio actuaba en forma serena, sin dejar de ser apasionada…
Ema no estaba en igual situación… Como en una loca calesita giraban las imagines de su padre, su madre, las peleas… Creía oír la voz de su padre repitiendo “va a ser puto, va a ser puto” y diciéndose “yo puto, yo puto”… No quería dejar traslucir nada de lo que daba vueltas en su interior… Pero, una cosa es “querer” y otra es “poder”… Algo de ese loco cocktail debió haberse filtrado porque José Antonio le preguntó si se sentía bien, si quería volver a su casa… Ema lo tranquilizó, dijo que era muy fuerte lo que había pasado, que tenía necesidad de recapacitar, que él también quería hacer las cosas bien…
Siguieron caminando, buscando la parada del colectivo que llevaba a Ema a su casa… Allí se despidieron, prometiéndose verse nuevamente una semana después… En el colectivo, la cabeza le seguía trabajando a mil a Ema… José Antonio lo enloquecía, deseaba entregarse a él con alma y vida; pero, al mismo tiempo, sentía que eso no podía ser, que si lo hacía, en su casa, su padre, el Rey de los Machos, lo iba a matar… Una situación muy complicada, pués tanto su madre como él dependían económicamente del padre…
Cuando llegó a su casa, sus padres dormían… Eso le evitó tener que dar explicaciones de lo que había hecho… De todas maneras, tenía un versito preparado… Lo obligaban a mentir… El amigo ese que lo fotografió, en caso de ser preguntado, diría que habían ido juntos al cine…
Los nervios lo habían consumido… Estaba cansado… Ni bien se tiro en la cama, se durmió… Se despertó al otro día a media mañana… No tenía nada que hacer… La ayudo a la madre en alguna tarea de la casa y se organizó para salir por la tarde; tenía que organizarse para hacer el bachillerato…
Ese día, cuando volvió el padre de trabajar, todo estuvo tranquilo… Esa paz duró solo dos días; al tercero se armó una batahola espantosa entre su padre y su madre… El quiso intervenir porque el padre estaba totalmente descontrolado y no entendía razones… El padre le aplicó un cachetazo que lo revolcó por el suelo… El padre salió de la casa a los gritos… “y me voy, en esta casa no se puede vivir, con esa loca y ese otro puto”… Ya otras veces se había ido, aunque no en forma tan violenta; pero siempre volvía… Esta vez, también volvió… Con la diferencia que esta vez se había embriagado… No fue una desgracia, fue una suerte, porque, ebrio, lo único que quería hacer era dormir… Se durmió como un oso, como el oso que era…
Después de pensarlo y repensarlo, tenía decidido contarle a José Antonio lo que sucedía en su casa… El no tenía idea de nada… En algún momento le había dicho que quería conocer a sus padres; Ema desvió la conversación para no enterarlo de algo tan desagradable…
Un día antes de la cita, volvió a repetirse una escena parecida, aunque menos violenta… No hubieron insultos, ni golpes; pero si amenazas… El padre dijo que había que buscarle una solución definitiva al asunto… ¿Cuál podía ser esa solución?... Solo el padre podía saberla… Ema y su madre podían imaginarse cualquier cosa y eso los atemorizaba…
Fue entonces cuando Ema habló con José Antonio y le contó todo, sin ocultar ni un detalle… La vergüenza lo hacía llorar a Ema… Le pidió a José Antonio que le diera un plazo para ver si le encontraba una salida a la situación… Después hablarían… Estaban en un barcito… José Antonio fue todo un caballero, le concedió a Ema todo lo que él le pidió… Antes de retirarse pasaron por el sanitario… No había nadie… Aprovecharon para besarse apasionadamente, desesperadamente… Lo necesitaban…
Ema dejó pasar unos días en los cuales trato de razonar serenamente sobre la situación que vivían él y su familia desde siempre, y especular sobre posibles salidas a la cuestión… Una sola conclusión pudo sacar: “el se tenía que ir de la casa, alejarse de sus padres, ya que -digamos- su forma de ser era el factor de la discordia”… Con su madre se podría ver a escondidas del padre, que era el intransigente, el irreductible…
Claro que, una cosa es decirlo y otra llevarlo a cabo… Fuera de la casa debía ganarse la vida, ya que el padre no lo iba a subsidiar… Tenía que encontrar un trabajo… Contabilizó algunas posibilidades… De todas maneras, lo primero que él debía hacer era notificarla a la madre… Otra cosa difícil, sabía que se iba a querer morir, que pondría el grito en el cielo, que se opondría… Pero, tenía que hacerlo… Aprovechando de una tarde en que todo estaba tranquilo, la invitó a conversar y, con la mayor delicadeza que le fue posible, la hizo partícipe de su decisión, que más que decisión era una expresión de deseos… Lejos de reaccionar como se preveía, la madre se mostró totalmente razonable… No dijo que estaba de acuerdo, pidió que, antes de emprender, cualquier acción, le permitiera hablar con su hermana, la tía Martha, madrina de bautismo de Ema…
La tía Martha era una mujer muy lucida, había sabido forjarse una situación envidiable… Casada con un hombre rico, el tío Esteban, participaba de los negocios de éste con mas idoneidad que él… Ella era “la Dueña”… Tenía dos hijas… Las dos eran mayores y estaban casadas… Ema las admiraba y, en cierta forma, las envidiaba… Ellas podían hacer lo que a él le estaba prohibido… La tía Martha tenía un particular afecto por su sobrino-ahijado y poco le interesaba que fuera como fuese… Lo sabía un muchacho bueno y eso le bastaba… Mas, si alguien llegaban a formular alguna insinuación impropia sobre su sobrino, sabía cómo hacer callar a quien la hiciera y no dudaba en hacerlo… Esto va para uno de sus yerno que alguna vez osó decir… “es medio putito”…
La madre de Ema conversó con su hermana y de esa larga conversación que involucró el armado de toda una operación salvadora: surgió la solución…
Obtenido el certificado de bachiller, Ema vendría a la Argentina para estudiar aquí lo que él quería estudiar: inglés… No a Buenos Aires, que podía ser un lugar no apropiado para él, sino a Córdoba, donde Martha tenía conocidos, muy amigos, que podían ayudar… Ciertos arreglos patrimoniales que Martha transó con su hermana, le permitirían a Ema disponer de los recursos necesarios para vivir fuera de su país sin necesidad de trabajar… Podía dedicarse exclusivamente al estudio…
Todo estaba muy bien, el asunto era que Ema aceptara irse a vivir fuera del Perú… El punto era hacerle entender que, si se quedaba, su padre iba a ser un eterno peligro para él, ya que no se sabía qué era lo que podía llegar a hacer si las cosas no se hacían como él quería…
Costo un poco de trabajo, pero entre su madre y la tía Martha terminaron convenciéndolo de que no había otro remedio… Lo que realmente preocupaba a Ema no era tanto la situación con su padre, sino la suerte que correría su relación con José Antonio… Cuando él pensó lo de irse de su casa, fantaseó con la idea de vivir solo ahí, en Lima, y que eso abría cauce a la posibilidad en algún momento de estar juntos… Esto de irse a la Argentina era la partida de defunción para su vinculo con alguien que lo había ayudado a conocerse a si mismo… ¿Cómo se lo diría?...
Después de dar vueltas sin hallar una forma adecuado, pensó que lo más apropiado era ir de frente… Y así hizo, sacó fuerza de flaquezas y encaró la situación con valentía… Le envió un sms a José Antonio pidiéndole que lo atendiera… Se reunión cerca de su casa… Como quien se quita un peso insoportable de encima dijo todo lo que tenía decir… Luego, no pudo más y se lanzó a llorar… Vanos eran los esfuerzos de José Antonio por contenerlo… Ema estaba destrozado… A pesar de todo, pudo recomponerse y escuchar a su amigo… José Antonio hizo gala de un entendimiento excepcional… Testimonio haber entendido todo y no tener nada que objetar, solo pidió que se separan sin decirse adiós… Asi lo hicieron…
Restaba lo más bravo: informarlo al padre de Ema sobre la decisión que se había adoptado… Para evitar reacciones descontroladas, ese trámite quedó a cargo de la tía Martha… Ella sabía cómo hacer las cosas… Lo cito para que fuera a su empresa para hablar con ella… Arrancó pisando fuerte y haciéndole saber por elevación que la que cortaba el bacalao era ella y nadie más… Sin gritar, porque ella nunca gritaba… El padre de Ema tampoco gritó, se rindió ante la evidencia… No tenía fuerzas para oponerse… Cuando selló su acuerdo con Martha sentenció: “haré de cuenta que se murió”… Esto no se le dijo a Ema sino mucho tiempo después, cuando estuvo en condiciones de absorberlo…
Después, las cosas se fueron organizando una tras otra, de una manera casi mágica, y así fue como, a mediados del 2009, estuvo camino a la Argentina, donde en la ciudad de Córdoba lo esperaban los amigos de la tía Martha… Ellos le había alquilado un departamentito no muy lejos del centro y bastante cerca del instituto donde estudiaría inglés… No sería en la Universidad, ya que las exigencias de conocimientos previos eran muy serias… Primero, debía buscar un conocimiento del idioma en otro medio, familiarizarse bien con él y luego atacar su estudio en la instancia universitaria…
Hay una expresión que dice: “caer parado”, cuando una persona llega a un sitio y no encuentra dificultades para asimilarse al lugar… Pues bien, Ema cayo parado en Córdoba… Además de relacionarse con los amigos de la tía Martha, que le brindaron un trato de primera, superafectuoso, se vinculó a dos chicas cordobesas que fueron dos ángeles para él… Caty y Charo… No eran de Córdoba ciudad, estaban allí estudiando y vivían juntas… Enseguida descubrieron el verdadero perfil de Ema, pero, muy lejos de rechazarlo, le brindaron mucho cariño y comprensión… Justo lo que Ema mas necesitaba… Las dos tenían novios y los novios eran muchachos estupendos… Ninguno lo discriminó por ser gay…
Gay… A esta palabra, Ema debía acostumbrarse, porque él era eso o algo muy parecido… Su círculo de amistades se fue ampliando, también el de compañeros y conocidos… Nadie lo quería mal.. En los estudios le iba maravillosamente bien… Se hizo de una compañera, una señora mayor, no muy mayor, que le brindo un apoyo formidable… La señora era bioquímica y tenía una facilidad extraordinaria para el idioma… Ema la superaba en la dicción y, por su buen oído musical, en la captación de los sonidos… Mutuamente se auxiliaban… En 2010, cuando llevaban apenas un año de estudios, en un grado superior, pues ninguno de los dos comenzó de cero, era increíble ver como dialogaban en su nuevo idioma… Además, la doctora cuidaba que su amigo Ema se alimentara bien…
Todas las cosas buenas que le sucedían a Ema, sin embargo, no alcanzaban para borrar el recuerdo de José Antonio y para hacerle ver y sentir que, de últimas, él estaba solo, que una parte de su ser no se realizaba… Tal vez, parte de la culpa la tenía él mismo; pues en su afán de no mostrarse como un cualquiera, como un desperdicio, se alejaba de todo cuanto pudiera remediar el quebrantamiento generado por la soledad… Pero no se amargaba, tenía muchas cosas en donde refugiarse… El estudio, desde luego era el primero…
La mamá, religiosamente, todas las semanas lo llamaba por teléfono y en varias oportunidades vino a visitarlo… Nunca más de seis o siete días… En una de esas visitas se enteró de lo que había dicho su padre (“haré de cuenta que se murió”)… Le dolió, pero lo tomó con calma… Ema tomaba con calma todo… Supo que el padre no lo nombraba nunca y había hecho desaparecer todo lo que pudiera recordarlo… En lo que fuera su dormitorio había instalado un cinema room y allí se entretenía viendo fútbol por tv, solo o acompañado por alguno de sus amigotes… Lo que restaba de él en la casa, su madre lo tenía escondido…
Ema no estuvo siempre en Córdoba ciudad; también viajó por el interior de la provincia… Escapadas de fin de semana… En el verano 2010/2011 viajó al sur para conocer Buenos Aires… Le gustó mucho, pero no tanto como para cambiarla por Córdoba… En junio de 2011 la suerte quiso que fuera a una librería del centro de la capital en busca de un libro que tenía encargado… Estando allí, se le acercó un joven y le preguntó si él sabía inglés… Ema había apoyado un par de libros suyos sobre una mesa, estaban escritos en inglés y el joven los había visto… De ahí la pregunta… Se generó una conversación… El joven estudiaba arquitectura… Tenía una revista en sus manos, pero estaba en inglés y él conocía muy poco el idioma… Como todas esas cosas en las que el destino parece estar empeñado en producir determinados resultados, ese acercamiento fue derivando en hechos que lejos de diluir, condensaban la aproximación… Ema y el joven había entrado a la librería por separado y estaban saliendo juntos… De ese encuentro resultó que el joven iría al departamento de Ema… El joven se llamaba Amílcar… A Ema lo había impactado y no era para menos… Miremos la foto del muchacho que Ema me mandó…
Obviamente, es un muchacho simpático… Pero Ema no se hizo ningún ratón con él… Ema parecía estar vacunado contra el amor… Los temores, los miedos no lo dejaban actuar libremente…
En resumen, un día después, por la tardecita, Amílcar se hizo presente… El frío reinante era de no creer… En el departamento, el clima era otro.. Ema había estado toda la tarde con el calefactor prendido y el departamento, a pesar de ser antiguo, como era un pañuelo, estaba supe caliente… En un tiempo había sido la casa del portero; luego el consorcio lo alquiló y con el alquiler se paga un encargado que no vive ahí…
Amílcar se encantó con el departamento… El vivía en uno que hubiese sido espectacular de no tener que compartirlo con dos amigos y compañeros; aunque tenía para él solo una de las habitaciones, el resto es un desastre… Los amigos son la desorganización en persona…
Recordando que la visita había sido para ver qué ayuda le podía prestar Ema a Amílcar, ambos jóvenes se sentaron frente a la mesa redonda emplazada en un rincón de la única habitación y se pusieron a trabajar… El tiempo se pasó volando… Sin sentirlo se hicieron las once la noche… A esa hora, los dos estaban con hambre… ¿Salir a comer?... No, improvisaron una cena con lo que había en la casa… Ema era muy hábil para estas cosas… En un par de pases mágicos tuvo servida una mesa para dos… Dos, ¿qué?... En ese momento, dos nada; pero no para siempre… La cosa podía cambiar… Habían simpatizado… Podían hacerse amigos… ¿Nada más que amigos?... Bueno, nunca conviene apurar los tiempos… Cuando Amílcar se fue, cerca de las doce y media, quedaron en que cuando lo necesitara a Ema, le mandaría un mensaje de texto… Ema prometió ir un día a conocer el departamento de Julio…
Una detalle que no le paso inadvertido a Ema fue la forma en que lo miraba Amílcar cuando él leía y traducía la revista… Parecía estar más concentrado en contemplarlo, que en escuchar lo que decía…
Pasó un tiempo hasta que Amílcar y Ema volvieran a encontrarse… En ese lapso ocurrió un hecho muy importante… La tía Martha, ante la proximidad del vencimiento del contrato de alquiler del departamento, tomó la decisión de comprarlo… Ese o cualquier otro que fuera del agrado de Ema… La decisión no pudo ser más oportuna… El consorcio quería vender la unidad para encarar arreglos muy significativos en el edificio; arreglos que no se podían cubrir solo con la renta… Se arreglaron los detalles y se cerró la operación… En menos de tres meses, el departamento estaría escriturado a nombre de Ema, que ya tenía en curso y a días de finalizar su trámite de naturalización como ciudadano argentino… Había muerto en Perú, justo era que renaciera en Argentina…
A fines de julio, Amílcar, volvió por el departamento de Ema, con otro problema de inglés bajo el brazo… Esta vez, además del problema de inglés, bajo el brazo también trajo una pizza preelaborada… Algo es algo… Como en la ocasión anterior, hacía un frío tremendo… Cual un amoroso nido, el departamento de Ema estaba deliciosamente calefaccionado… Obviamente, entre los jóvenes había una empatía singular… Se conectaban muy bien… No podía decirse que se conocieran, ya que apenas se habían visto y tratado un par de veces… Sin embargo, por la forma en que se hablaban daban la impresión de repicar las mismas notas, de hacer sonar las mismas cuerdas… Armonizaban, empastaban…
El trabajo traducción los atrapo de nuevo; el tiempo voló… Cuando le pusieron fin era casi la medianoche… A calentar la pizza… Ema le comentó a Amílcar lo de la compra del departamento y, también, una idea suya de hacer unas modificaciones para que fuese más funcional… “A mi juego me llamaron” debe haber pensado Amílcar, pues se metió con todo en el tema… Mientras liquidaban la pizza, puso a volar su imaginación y en un block que andaba por ahí hizo un montón de bosquejos… Si algún condimento le faltaba al encuentro, el tema del departamento lo reemplazó con creces… Ambos jóvenes se prometieron cosas que, per se , obligaban a acrecentar la frecuencia de su trato… En el momento de retirarse, Julio le anticipó a Ema que lo llamaría por teléfono…
A todo esto, Ema, además de estudiar, había comenzado a trabajar en el local de una amiga de sus amigas Caty y Charo, con quienes estaba en permanente contacto… Nancy tenía un negocio de ropa para mujer con una clientela extraordinaria… Viajaba permanentemente a Buenos Aires para abastecerse… A través de Caty y Charo lo conoció a Ema y empezó a tratarlo… Ema le cayó muy bien… Por eso le propuso una especie de negocio, de empleo… Cuando ella tuviera que viajar a Buenos Aires, él se tenía que hacerse cargo del local y de controlar a la empleada… A Ema no le pareció mal y acepto… La retribución no era mala… Si quería arreglar el departamento, unos pesos mas no le vendrían mal… Además, no interfería para nada con sus estudios… Nancy, además, era encantadora… A él, por otra parte, lo de la ropa de mujer siempre le había gustado…
En sus ratos de ocio, como toda gente joven, Ema también se entretenía navegando por Internet y jugando algunos jueguitos… ¡No podían faltar los jueguitos!... De Perú había traído una notebook, pero aquí la había cambiado por una nueva, más potente, una HP Pavilion Dv7 que volaba… Un día, navegando por internet, dio con una página de relatos… Se aventuró en el ella y fue así como terminó dando con una de las plumas menos brillantes de ese portal, la de Eduardo de Altamirano, el suscripto, y uno de sus aportes menos deplorables: “Lucy”… En él, Leo, un joven muy aficionado al fútbol y con tendencias marcadamente heterosexuales, conoce a Lucy, un chico gay que vive el placard, y termina enamorándose perdidamente de él…
Al decir de Ema, el relato lo conmovió profundamente… Le escribió al autor en septiembre de 2011, este le respondió, sucediéndose un interesante intercambio epistolar-e, hasta llegar a un punto en que de Altamirano, de algún modo, emplazó a Ema: “tu próximo mensaje-e debe contener el detalle de lo que has hecho y logrado con el bagaje de conocimientos que has acumulado hasta aquí”… Corría el mes de mayo de 2012… Ema respondió con un mensaje-e muy breve: “Así haré”… Luego sobrevino un largo silencio que se zanjó recién a mediados de agosto, con…
SEGUNDA PARTE–LA CARTA DE EMA
Querido EDUARDO,
No veía que llegara la hora de escribirle. Tengo tantas cosas para contarle. He vivido tantas historias en estos meses. No sé por dónde empezar. Lo primero que quisiera decirle es que soy feliz, muy feliz, inmensamente feliz y que gran parte de esa felicidad se la debo a usted, un señor que, mire sino es para reírse, nunca he visto personalmente, pero que, a pesar de eso, ha guiado bondadosamente mis pasos para recorrer un camino que se me hacía intransitable… El camino de mi liberación…
No sé cómo agradecer su generosidad… Usted siempre me ha dicho que no tengo nada que agradecerle; que ha sido un gusto acompañarme en estos momentos difíciles para mí y creo que debe ser así… Por eso no voy a insistir con lo del agradecimiento… Tal vez tenga la suerte, en alguna ocasión, de estar a su altura y poder hacer lo mismo que usted ha hecho y hace por mi…
Usted me hizo entender que el problema mío estaba en que yo, inconsciente o subconscientemente o como quiera llamarse, no quería o no me decidía a asumir ante mi mismo que yo no era un macho, que mi natural, mi yo íntimo y profundo no sentía ni tenía la más mínima necesidad ni el deseo de penetrar a nadie, que es la condición sine qua non del macho; que lo mío, la expresión, la proyección de mi ser, mi realización personal, mi deseo iban por otro camino…
Un camino que, en cierta medida, yo debía construir con paciencia e inteligencia… Como dicen los GPS, estaba obligado a recalcular para ubicar el punto justo en que me encontrar y, a partir de allí, reiniciar la marcha, tratando de no equivocar el camino…
Debo confesarle, Eduardo, que entender lo que usted me decía no me resultaba difícil, lo que no entendía era como yo, solito, podía encarar semejante rectificación… Se me hacía que era un trabajo colosal y que necesariamente tendría que recurrir a algún profesional, no sabía si un psicólogo, un sexólogo o qué, pero si alguien que me pudiera guiar… Le juro que cuando usted me decía “la cosa se podía hacer fácilmente”, a mi no me convencía para nada… Pensaba que había un exceso de optimismo de su parte…
El asunto cambió o comenzó a cambiar cuando me brindó las pautas de lo que tenía para asumirme como hembra y me señaló que imitando a las mujeres podía encontrar el camino… Fue ahí donde le comencé a tomarle la mano a lo que debía hacer…
Recuerdo la primer noche… Ya me había organizado para disponer de una parte del día para mi mismo… En esa franja horaria nadie me vendría a distraer… Programé vestirme con ropas de mujer… Vestirme, no disfrazarme… Y producirme tal como quería verme y sentirme… No fue fácil, pero tampoco difícil… Mi experiencia en el local de venta de ropa de mujer me ayudo mucho, mucho… Justamente de ahí fue de donde traje la mayoría de las prendas que me puse…
Hay un detalle que quiero comentarle, la ropa de mujer me transmitía una confianza en mí mismo increíble… Pero, lo que más me impactó fue la trusa que conseguí en una especie de lencería, cerca de la terminal de ómnibus... Sin saber si me quedaría bien o no, me compré tres de igual formato y distintos colores… Tienen mucho cuerpo y elasticidad… Un porcentaje elevado de lycra…Cuando me las pongo me comprimen completamente mi sexo entre pierna hasta hacerlo aparentemente desaparecer… No se nota para nada… Y, lo más extraordinario, yo no lo siento para nada; para mí es como si no lo tuviera… No sé cómo explicarle, pero, cuando estoy con las trusas puestas, todas mi sensaciones, mis deseos se canalizan exclusivamente por mi cola que se me vuelve hipersensible…
Bueno, le cuento que todo esto lo hice durante bastante tiempo… Cada vez me resultaba más natural usar ropa de mujer y me veía tal como usted me decía que tenía que verme y aceptarme: como hembra, como persona que desea y necesita ser penetrada… En momentos así, de ensoñación, pensaba en lo feliz que podría haber sido con José Antonio, teniéndome como su hembra…
Más de una vez me puse a llorar desconsoladamente por todo lo mala que había sido la vida conmigo… Después reaccionaba… No tenía que mirar para atrás… Estaba frente a nuevas oportunidades y no debía dejarlas pasar…
Un día, estando en casa, acicalada como la más hermosa de las hembritas de Córdoba y sus alrededores, se me ocurrió una idea genial…
Interrupción: Cuando Ema dice “la más hermosa de las hembritas”, el lector se la puede imaginar a partir de esta foto suya que, en diciembre de 2011, me envió junto con sus saludos navideños:
Seguramente, Ema escribió en broma lo que me dijo en su carta; broma o no broma, lo cierto es que no estaba muy lejos de la verdad… Diría yo: estaba tremendamente cerca… Sigamos con la carta…
… esperar a que se hiciera un poquito más de noche y salir a la calle a ver qué pasaba… Mi arreglo era sencillo y nada llamativo… Para que fuera más discreto me cambié los zapatos, en lugar del taco alto alto, me puse unas sandalias con un taquito regular, que incluso me favorece al caminar, porque así no muevo mucho la cola… Usted sabe que yo vivo a unas cuadras de Colón, de modo que me fui directamente para allí porque siempre hay mas movimiento… No sé si porque había refrescado y parecía que iba a llover o porque era un día de semana, no se veía tanta gente como de costumbre y los que pasaban estaban en otra cosa… En una galería me metí a mirar una vidriera… Ahí se me acercó un muchacho… No podía verlo bien, pero me parecía un tipo bien plantado… Tuve un poco de miedo… Por el reflejo del vidrio vi que me miraba… Se acercó y me preguntó si me molestaba… Le dije que no… Me siguió mirando… Parecía indeciso… Se animó… “¿venís seguido por aquí?”… No, estaba aburrida y salí a dar una vuelta… Por primera vez hablé de mi en femenino, pero no tenía alternativa; no podía revelar que no era mujer… El muchacho me propuso caminar junto… No me pareció malo caminar juntos… Acepté… Caminamos unas cuadras… Habló tonterías… En una esquina me pregunto si quería que fuéramos a un hotel… Le dije que ese día no, pero que si me daba el celular lo llamaría… Me dio el celular… Conversamos, mejor dicho, me habló un rato mas y nos separamos… Me pidió que no dejara de llamarlo y también me dijo que yo le gustaba…
Volví a mi casa loco de contento… Alguien a quién no conocía me había tomado por una hembra, por lo que yo debía entender que era realmente… El trabajo de feminización estaba dando resultados… Mi objetivo, era utilizar los resultados con Amílcar… Esta primera comprobación despertó mis esperanzas… Tenía algunas sospechas favorables, pensaba que podía suceder algo bueno con él, pero no estaba del todo seguro, no sabía a ciencia cierta cómo podía tomar mi verdadera condición sexual…
Entre medio, pocos días después, lo llamé al chico con quien me había encontrado en la calle… Lo hice de noche, en uno de esos momentos que reservaba para mi… No sabía cómo se llamaba… Se lo pregunte… Julio era su nombre… Intercambiamos unas palabras… Pensaba que no lo iba a llamar… Cuando pude tomar impulso, le pedí que me escuchara porque tenía algo muy importante que decirle… Lo mejor que pude le expliqué mi situación, lo que me pasaba, lo que estaba haciendo para ordenar mi vida, lo que aspiraba en relación a un hombre… En fin, traté de decirle todo… Cuando termine, tuve que preguntarle si me estaba escuchando… Se había quedado mudo… Si, me estaba escuchando… Me dijo que yo lo había descolocado, que no se imaginaba para nada algo así, que no sabía que decirme… Yo entendí eso como que se quería borrar… Como mi intención no era molestarlo, le pedí disculpas, me despedí diciéndole algo que realmente sentía: que me había gustado hablar con él porque lo veía un chico bueno y simpático, y me dispuse a cortar la comunicación… No me dejó terminar, me pidió que no cortara y, también, que lo dejará procesar todo lo que le había dicho, que en cuanto pudiera ordenar sus pensamientos: me llamaba… Esto último me sonó muy lindo… Pensé que, tal vez, con Amílcar podía pasarme lo mismo… Julio me envió un beso por teléfono, yo se lo agradecí con otro beso…
Después siguieron días en que intensifiqué mis ejercicios… Con motivos de los arreglos en el departamento, estuve en permanente contacto con Amílcar que se ocupaba de coordinar los trabajos… No veía la hora de poder decirle, cara a cara, lo que yo sentía… Algunas cosas que me soltaba al pasar me daban ánimo, pero, al mismo tiempo me desconcertaban… Yo trataba de descubrir indicios que me revelaran cuáles podían ser sus sentimientos, sus reacciones… El nunca hablaba de mujeres ni de nada que pudiera relacionarse con cosas del corazón… Era sumamente divertido, animoso y un montón de cosas, pero, en materia de sexo se mostraba como aséptico, no decía nada claro y preciso… El tema de nuestros estudios ocupaba una fracción muy importante del tiempo que compartíamos…
A fines de febrero pasado, decidí que era el momento de hablarle y lo llamé para que viniera al departamento… En un principio, pensé recibirlo vestido como me vestía por las noches, cuando estaba solo y me ejercitaba para asumirme como hembra… Después cambié de opinión… Supuse que podía ser un impacto muy fuerte y que, incluso, yo no iba a saber conducirme… Decidí ser el que siempre había sido para él…
Se presentó puntualmente y sin demoras inicié la conversación… En sentido figurado puede decirse que me desnudé frente a él… A medida que avanzaba con mis dichos, su rostro asumía una expresión que no era la de siempre ni la que yo esperaba… No decía nada… Solo me miraba y escuchaba atentamente mis palabras… Cuando yo ya no tenía más nada que decir, Amílcar rompió el silencio… Esa sonrisa que siempre lo acompañaba y que lo hacía tan atractivo, se había borrado de sus labios y de sus ojos… Su seriedad era inquietante…
Lo primero que me dijo fue que deploraba profundamente que se hubiera planteado esa situación… Aclaró que, casi desde el primer día en que comenzamos a tratarnos, él había sospechado lo que minutos antes le había comentado, en el sentido de cómo me percibía yo sexualmente; no así de mis sentimientos y deseos hacia él… Suponía que yo iba a evitar cualquier cosa que pusiera en peligro la relación amistosa que se había creado entre nosotros… Puso énfasis en resaltar que, para él, yo había sido y era una excelente persona, digna de afecto y admiración en muchos sentidos… Luego, con máxima claridad, señaló que sentía por mi eso, afecto y admiración, y gratitud por todo lo bueno que me había mostrado siempre con él, pero que a otros niveles no experimentaba deseos ni sentimientos que pudieran retribuir los míos…
Con extraordinaria delicadeza: me rechazó… Sentí como que el piso se abría y yo me hundía en un pozo sin fin… Reuniendo todas mis fuerzas pude mantener la calma… Tenía ganas de ponerme a llorar, pero, no lloré… Comprendí que la ilusión, mi ilusión, había terminado y que era juicioso aceptar la realidad tal como era, sin armar escándalo ni escenas trágicas… ¿Para qué?...
Le agradecí la gentileza de haber sido claro y directo, y le ratifiqué que yo también sentía por él afecto y admiración… No sé si me tocó una varita mágica o qué, pero, como si quisiera poner un amable final a nuestro encuentro, le dije algo que realmente no sé de donde lo saqué, porque no recuerdo haberlo pensado…
Le apunté que, si a él no le parecía mal, por un tiempo podíamos dejar de vernos, para ordenar nuestras estanterías después del desbarajuste que yo había armado y luego, retomar nuestra amistad por el cauce de donde nunca debió haber salido… Lo dije sin nervios y profundamente convencido de que así debía ser…
Amílcar se paró, dijo que le parecía acertado lo que yo proponía, se despidió y se fue… Eran más de las 10 de la noche y el portero eléctrico había dejado de funcionar como “abridor”… Lo acompañé hasta la puerta de calle, como siempre…
Vuelto al departamento, me puse a llorar, compadeciéndome de mi amargo destino… No sé cuánto tiempo soporte esa angustia, pero, al final, comprendí que debía emprender otro camino, siempre en la misma dirección y sentido de lo que yo sentía como mi destino… Amílcar entró en el pasado… Podíamos seguir siendo amigos, pero mi mente no estaría atada a él…
En esos momentos estaba en discusión la ley de identidad de género… Al tiempo que continuaba con mis estudios, atendía mi trabajo en el local de Nancy y hacía todo lo que hace cualquier persona para vivir, me interiorizaba de este tema y de la lucha que mucha gente como yo había llevado adelante durante tanto tiempo… Me prometí que, si salía la ley y estaba segura de que iba a salir, pediría el cambio de género en mi flamante DNI, el que me dieron cuando me nacionalicé…
En menos tiempos del que yo suponía, mi vida volvió a ser normal, volví a ser dueño de mi mismo… Aunque no era dueño, sino dueña, porque en mi mente la idea de macho había cedido casi completamente al imperativo de hembra… Me sentía hembra… Las trusas que me había comprado cerca de la terminal y otras más que adquirí después ya no las usaba solo de noche, cuando me vestía de mujer… Las usaba mañana, tarde y noche… Me daban confianza… ¡Qué cosa increíble!... ¡Cómo una bombacha puede hacerlo cambiar a uno!... Con la bombacha puesta era “una” y no “uno”…
Varias veces tuve la tentación de salir a la calle como aquella noche en que lo conocí a Julio… Desde que lo había llamado, hacía ya varias semanas, no había vuelto a tener noticias de él, no me había llamado tal como me prometiera… Era claro que, al igual que Amílcar, la cosa conmigo no lo debía atraer… Esa realidad, me indicaba dos cosas… Primera, que las cosas no son como uno pretende o quiere que sean, las cosas son producto de un sinnúmero de razones que uno no siempre gobierna o gobierna a medias… Si, por alguna razón no son como uno quisiera, hay que olvidarse de ellas… Segunda, tener que presente que es más fácil encontrar peras bajo un que peral que bajo un olmo… Eso significaba que si necesitaba de un hombre que me aceptara, debía ir a lugares donde hubiera hombres de esa condición y no a sitios donde lo más factible era que no los encontrase… Cosa nada fácil para mí… Pero que, no por difícil, debía eludir… Llegado el momento, iba a tener que encararlo si o si de esa manera…
Estaba sumergido en estos y otros pensamientos, cuando una noche, después de acicalarme como todas las noches, como la más hermosa hembrita del barrio donde vivía y vivo, me concentré en la lectura de un libro de Jane Austen, escritora inglesa del 1800, sobre quien debía realizar una monografía… En eso estaba cuando, cerca de las once de la noche, sonó el celular… Me asusté porque a esa hora nadie me llamaba… Hubiera podido ser Amílcar, el a veces me llamaba a esa hora, pero habíamos acordado un distanciamiento preventivo; además, no conocía el número desde donde me llamaban… Atendí y, oh, sorpresa, era Julio… Quería hablar conmigo y me preguntó cómo podíamos hacer… La verdad fue que, como me agarró tan de sopetón, no esperaba para nada su llamado, no supe qué responderle… Le pedí que me dijera como quería él que hiciéramos, anotando que yo no tenía ningún problema… Me preguntó si había inconvenientes en que viniera a mi casa… Sinceramente, debo decir que, bueno, yo casi no lo conocía, eso de que viniera a mi departamento, no sé, no me convencía… Le pregunté por donde vivía él… El dato que me dio lo ubicaba lejos de donde yo resido… Se lo hice notar; pero él me respondió que eso era lo de menos, porque en su bicicleta iba a cualquier parte… Lo único que me pidió que le dijera era si había algún lugar seguro para guardarla… El edificio tenía una cochera y ahí se dejaban bicicletas y motos con seguridad; desde mi departamento en el tercer piso se podían ver… La cochera es cerrada y yo tenía llave… De modo que me animé, le dije que si, que viniera y le dí bien la dirección… Le pedí que me aclarara cuándo pensaba venir, asi lo esperaba…
Por su voz se notaba que mi respuesta lo había puesto contento, me dijo que al día siguiente, más o menos a esa hora (diez y media de la noche) estaría por casa y agregó algo: me pidió que estuviese arreglado como cuando me conoció… Le dije que si, aunque todavía no me animaba a salir del departamento; pero, como me lo dijo con buena onda no pude decirle que no…
Justo a las 22:30 del día después, estuvo en la puerta de casa tocando timbre… Bajé en un periquete… Por suerte, todo estaba en penumbras… En una operación relámpago hicimos la operación “guardar el móvil” y nos mandamos para el departamento… Una vez allí pude verlo bien como era… Muy jovencito, pero también con mucho físico… Le pregunté cuantos años tenía… Me dijo que había cumplido 19… Algún gesto de incredulidad debió haber en mi cara, porque sin que yo pronunciara palabra, me dijo: “¿no me crees, querés ver mi documento?”... Por supuesto le dije que le creía, solo que me parecía más joven… A continuación lo enteré de que yo iba a cumplir 23…
Nos instalamos en un sillón muy cómodo que me regaló Nancy y nos pusimos a charlar… Julio me resulto un chico encantador… Antes de continuar, quiero que vea una foto que él me regaló tiempo después… Es de cuando iba a cumplir los 18 años… Ahora no es tan bebé.. Una hermana suya la editó para que solo se lo viera a él …
Lo que me robó de entrada fue su sinceridad y sencillez… Me contó su vida… El papá trabaja en un fábrica, la mamá es maestra y trabaja como tal desde los 18 años, no deja la escuela aunque la maten, tiene una hermana siete años mayor, que es calculista científica y una abuela (la mamá del papá) que vive con ellos… El estudia en una escuela técnica y, desde chico, practica ciclismo, pero no para profesionalizarse, sino por gusto; el papá también es ciclista de afición… El año próximo piensa inscribirse en Ingeniería… Se considera un chico normal… Así, de una, también me dijo que le gustan las mujeres, pero que no ha tenido mucha suerte con las chicas… Siempre le pasa algo, piensa que es medio torpe, muy apurado… Sin que yo le dijera nada se acordó de cuando me conoció… Dijo que antes de acercarse a mí, me había estado mirando mucho, que le había le gustado un montón, que quería hablarme, pero no sabía qué decirme… Le costó mucho acercarse… Cuando acepte que camináramos juntos, no podía creer que un chica le dijera que si… Estaba convencido que las chicas siempre lo pateaban por estúpido… Dijo que de puro imbécil me había dicho eso de ir a un hotel, que no sabía siquiera a que hotel se podía ir… Se quería cortar la lengua por sonso… Pensó que, cuando le pedí el teléfono y le dije que lo llamaría, lo que estaba haciendo era sacármelo de encima, patearlo…
Me confesó que muchos días estuvo pensando en mi, apostaba cualquier cosa a que no lo iba a llamar… Cuando lo llamé, primero, no cabía en el cuerpo de contento; después, cuando le empecé a contar lo que me pasaba, cómo era yo, y todo eso, me comentó que fue como si le hubieran echado un balde de agua fría, no sabía para qué lado patear, lo había dejado mudo, se le armó un lío infernal en la cabeza…
No sabe de dónde le salió eso de que lo dejara pensar y que me iba a llamar… Me dijo que lo había golpeado fuerte la forma en que yo le había hablado… Bastante tiempo anduvo con la cabeza hecha un bombo, porque no sabía nada de eso de ser homosexual… Del pozo lo sacó un muchacho que arregla bicicletas y que a veces le hace trabajos a él… Es un muchacho mayor que sabe mucho de todo y es muy bueno y confiable…
Julio le contó lo que le había sucedido conmigo y el muchacho le explicó bien como podían ser las cosas, que no se trataba de algo del otro mundo, ni de porquerías, ni nada de lo que hubiera que avergonzarse… Le enseño que lo importante no era que yo fuese diferente al resto de las personas, sino que fuera una buena persona y que todo lo demás que puede ser una persona (alto, bajo, rubio, morocho, homosexual, heterosexual, etc) iba atado a eso, a ser buena persona… Las buenas personas no joroban a nadie… Le señaló que lo que él tenía que hacer era comprobar que yo era una buena persona… En ese punto, me confesó que, por cómo me había mostrado y comportado con él en todo momento, su convicción era de que yo soy una buena persona y que cada vez se convence mas de eso… Volvió a repetirme que a él le gustan las mujeres, que yo le guste desde el primer minuto que me vio y que si a mí -como le había dicho- me gustaban los hombres, él quería probarse si como hombre era capaz de hacerme feliz…
Todo lo que me dijo no fue una improvisación, era algo que lo había pensado bien, pero muy bien; algo que le salía del fondo de su ser, del fondo del alma… Le juro Eduardo que, para mí, fue un impacto demoledor… Me quedé sin palabras… Lo miraba y no podía creer que me estuviera sucediendo lo que me sucedía… Me sentía atontado… No pude más y me largué a llorar desconsoladamente… Lloré, lloré, me lloré todo… Quería controlarme, pero era peor… Todo lo oscuro y espantoso de mi vida, mi padre castigándome con sus arbitrariedades, el silencioso rechazo de la gente, el desprecio, todo parecía querer escurrirse con mi llanto…
Julio me abrazó y trató de consolarme… Unas horas antes tenía miedo de darle la dirección de mi casa y ahora estaba ahí, convertido en mi tabla de salvación… ¡Lo que es la vida!... Me abrazaba con fuerza, con fuerza de hombre y yo me dejaba abrazar… Su fuerza se trasladaba a mi cuerpo y me daba vida… Cuando pude calmarme, estaba acurrucada sobre su pecho, me sentía toda suya… Sin soltarme, liberó una de sus manos y con ella levantó mi cabeza para mirarme a los ojos… ¡Había tanta ternura en su mirada!... “¿Estás bien?”, me pregunto… “Si”… y me quedé en sus brazos, brazos fuertes, brazos de hombre… Los brazos que yo había necesitado siempre y nunca había tenido… No quería abandonar ese nido… Nos quedamos así, en silencio… La luz que venía de la cocina y la de una lámpara de mesa era toda la iluminación del ambiente… Por la ventana que da a la calle se filtraba, también, algo de luz…
Yo era más grande que Julio sólo en edad, porque lo que es físicamente, con su altura y lo fornido que es, a su lado yo resulto una miniatura… Esto es justamente lo que yo me sentía entre sus brazos, una miniatura… Como dije, estábamos en silencio; él, cada tanto me acariciaba… Eso me hacía más feliz todavía… Me hubiese quedado así por toda la eternidad…
Le pregunté si había cenado… Me contestó que no, que antes de venir al departamento pasó por el Club donde se reúne con sus compañeros de Equipo y, entre una cosa y otra, se le pasó el tiempo y se vino directamente para aquí… Escuchar eso fue como si me apretaran un botón, dejé el nidito de sus brazos y le dije que haría algo de comer… No quería saber nada, me dijo que en su casa cuando llegara comería… No le hice caso y me fui a la cocina…
No es por darme corte, pero, desde que me tocó vivir sola, aprendí a ser ama de casa y, sin rubor, puedo decir que soy muy buena… Tengo todo organizado… Mi departamento siempre está limpio, arreglado, ahora, desde que es mío y lo hice refaccionar: mas; en la cocina siempre hay de lo que se necesita… Como usted dice, Eduardo, “la organización vence al tiempo”… Yo soy sola para todo, de modo que si no me organizo, voy muerta…
Julio me vio tan resuelta y rápida en lo que hacía, que se quedó sorprendido… Aunque podía verme desde el otro lado del desayunador, prefirió pasarse a la cocina y estar más cerca de mí… Lo que yo estaba haciendo no podía ser más sencillo: calentando una carne guisada que tenía en el freezer e hirviendo papas para acompañarla… De paso revivía un poco de pan congelado… Mientras hacía esto, Julio me preguntó si alguna vez había tenido novio… No tenía por qué ocultarle nada, así que le conté que cuando vivía en Perú había conocido a un muchacho muy bueno, José Antonio; pero, que no pasó nada, porque tuve que venirme a Argentina… Le comenté que acá conocí a otro muchacho, Amílcar, también muy bueno, pero que tampoco ocurrió nada… Le dije que nos empezamos a tratar y que cuando yo le hablé de lo mío, él, muy respetuosamente me dijo que no y no quiso saber nada, y que insistí…
Creo que la forma en que le hablé, medio como que lo estimuló para desembuchar y decirme que él tenía muchas ganas de llegar a algo conmigo, pero que muy bien no sabía cómo actuar… Me confesó que una sola vez había estado con una mujer, cuando tenía 17 años; que no sabía nada… Era enternecedor escucharlo hablar… Yo estaba en su misma situación, no porque hubiera estado alguna vez que con una mujer, sino porque también como él no sabía nada de nada…
Fue entonces cuando me dijo que yo le tenía que enseñar… “¿Qué te voy a enseñar, si yo sé tanto como tú?... Somos dos a aprender”… En esos momentos me vinieron a la memoria algunas cosas que usted me había dicho y, sobre la marcha, se me ocurrió decirle que sería bueno para empezar y antes de hacer embrollos que después no tienen arreglo, que tratáramos de conocernos bien, de saber bien qué es lo que cada uno quiere, espera o desea del otro, dicho esto en todo sentido, no solo en cosas de sexo, sino de todo y así, después, con ese bagaje de conocimientos: si tirarse a la pileta, si se piensa que puede salir algo bueno…
Ya estaba todo como para empezar a comer y empezamos… Era en realidad una cena de enamorados, faltaban la velas y la música de violín de fondo… Música había… En la notebook tengo mucho grabado y, cuando llegó Julio, estaba conectada a mi equipito… Nunca se interrumpió… Estaba bajita…
A Julio le pareció buena la idea y se mostro partidario de ponerla en práctica; sin embargo, en su expresión había algo extraño, su adhesión no me pareció muy entusiasta… Me daba la impresión de que no lo conformaba del todo, que esperaba otra cosa… Dejé qué él se expresara libremente y ayude a que lo hiciera… Como algo lateral, pero importante, dije que “para que a uno lo conozcan bien, no hay que ocultar nada, ni disimular, ni tener miedo por esto o por aquello, que lo importante es actuar de buena fe, que cuando algo no se sabe o no se entiende, lo que hay que hacer es preguntar”…
Con esto último le di el pie que Julio necesitaba para despacharse, me dijo que él tenía una pregunta para hacerme… Si algo necesitaba yo para convencerme de que Julio era un buenazo de esos que no tienen ninguna picardía, la pregunta que me hizo me daba para cantar “cartón lleno”… Me preguntó si eso de no tirarnos al agua hasta que no nos conociéramos más significaba que, si él quería darme un beso o hacerme una caricia no podía hacerlo hasta que yo no le diera permiso… No se imagina usted, Eduardo, el efecto que me hizo esa pregunta… Yo necesitaba un hombre, pero eso que tenía delante era más que un hombre… Para no crear suspenso, le contesté de inmediato, que si me quería besar, podía besarme cuando quisiera, porque yo también sentía ganas de besarlo…
Ya habíamos comido el tentempié que improvisé y me aprestaba a lavar los platos… Julio y yo estábamos en la cocina, él me ayudó a levantar la mesa y se encontraba tras de mí cuando le contesté lo de que podía besarme… Me di vuelta para reafirmar lo que le había dicho, mirándolo a los ojos… No me dio tiempo a nada… Me tomó en sus brazos y se adueño de mi boca…
Usted sabe que la única experiencia en algo así fue con José Antonio, creo habérselo comentado… El aquella ocasión me pareció que tocaba el cielo con las manos… Pués bien, si en aquella ocasión sentí eso, cuando Julio me beso fue algo tan grandioso para mi, tan reivindicativo, que mas que tocarlo, me sentía dentro del paraíso mismo… Flotaba…
Realmente, Julio pudo haber hecho conmigo lo que se le hubiera ocurrido, porque en ese momento no me sentí dueña de mis actos, era toda suya… Julio, que también pudo haberse descontrolado, se mantuvo dentro de la línea que minutos antes habíamos trazado; probó que sabía medirse…
Ese beso, mejor dicho esos besos, fueron una descarga a tierra para nuestras tensiones, porque quiérase o no, los dos estábamos a mil… Cuando nuestros cuerpos se separaron pude ver que Julio tenía una erección desmedida… Digo desmedida por resultaba absolutamente inocultable… Todo lo contrario de lo que me sucedía a mi… Bajo mi trusa, en mi entrepiernas, yo no sentía la existencia de nada… En cambio, mi cola semejaba un volcán, latía locamente… El contacto con ese macho que era Julio había presionado misteriosos resortes de mi persona, despertando a la hembra que había en mi de un modo que hasta ese momento desconocía…
A pesar de todo, trataba de controlarme y me controlaba, a duras penas, pero me controlaba… Terminamos con la cocina y volvimos al estar… Julio fue derecho al sillón y se sentó… Yo, detrás de él y también me senté… Antes de hacerlo, me volqué sobre su rostro y le di un piquito… Sentí como que, de pronto, me había enamorado de ese chico grande que no ocultaba nada… Tanto no ocultaba nada, y esto me causó cierta gracia que supe disimular totalmente, que pude observar, cuando se dirigía al sillón, sus movimientos notoriamente dirigidos a encontrarle mejor acomodo a su sexo, que parecía no cejar en el planteamiento de sus urgencias…
Ya en el sillón, con los datos que se iban acumulando en mi entendimiento, le dije algo que me brotó de lo más íntimo de mi ser y fue que yo sentía, preveía, que nos íbamos a entender y llevar muy bien… El, con su lenguaje llano y tierno, me hizo saber que sentía lo mismo…
Y empezamos a hablar de cosas comunes, no ya de cuestiones de principios, de reglas y todas esas cosas… Como José Antonio, Julio me tomó de las manos… Estaba maravillado de que fueran tan suaves y, a la vez, fuertes… Claro, al lado de sus manazas que parecían hechas para hacer fuerza con pinzas y llaves, mis manos eran algo etéreo… Algo que debía agradarle, porque las llevo a sus labios y las besó… Después me abrazó y seguimos hablando así, abrazados, su cabeza reclinada sobre la mía… Sin que nos diéramos cuenta se fue pasando el tiempo hasta que, por suerte, sonó el despertador… Lo había puesto a las 13:30, para que el día anterior me avisara la hora en que debía ir al Instituto… De no haber sido por eso, hubiéramos seguido en el sueño de amor que nos habíamos sumergido… Cortamos rápido la sesión, lo acompañé a la cochera a buscar su bicicleta, nos dimos unos besitos fuertes en la sombra y partió… Antes, prometió llamarme al otro día…
Mientras se alejaba pedaleando con una polenta impresionante, levantaba una mano y me saludaba… ¡Qué amor!... De nuevo en mi departamento, fui al baño a quitarme el maquillaje, que no era mucho, y prepararme para dormir… Me miraba en el espejo y me preguntaba si sería verdad lo que me sucedía, si no lo estaría soñando… Es que haber conocido un chico de apenas 19 años, hermoso y bueno como Julián, era un sueño y debía ser un sueño para cualquier chica, máxime una chica como yo que, hasta no mucho tiempo atrás, había sido un varón…
Pero no, no era un sueño, era realidad… Una realidad en la que debía aprender a manejarme y eso no era fácil para mí… Hay chicas como yo que siempre se han visto a si mismas como chicas, casi desde que nacieron, y han rechazado cualquier otra opción… Lo mío era una variante, no digo rara, porque vaya a saberse cuántos casos como el mío hay, pero si algo complicada de entender y de manejar… Mi identidad de género era la de una chica, pero no me quería asumir como tal; sin rechazarme como tal, me imponía por fuerza de la voluntad asumirme como lo que no era, porque la verdad es que nunca me sentí macho… Para no contrariar al mundo que me rodeaba y sofocaba, me mimetizaba para parecer un macho, sin serlo… En ese trabajo de mimetización, lo que hacía era anestesiar a la hembra que había en mi…
Ahora, gracias a usted, Eduardo, y a sus palabras orientadoras, lo que hice y hago es no imitar machos, dejé de anestesiar a la hembra que hay en mí y que verdaderamente siento ser, y le abrí el camino para que se realice… En esto, recién estoy percibiendo que piso tierra firme y eso se lo debo en gran medida a Julio…
Como le venía contando, después de nuestro primer encuentro en mi departamento, se sucedieron otros más; todos fueron encantadores… Julio se mostraba cada vez mejor, más abierto, más suelto… Yo debo haber procedido más o menos de igual modo, porque él no dejaba de remarcar lo bien que se sentía conmigo… Siempre teníamos nuestros momentos de arrumacos y, sin pasar a mayores, experimentábamos las más hermosas experiencias que pueden atravesar dos seres que se aman; porque ya para ese entonces, la semilla del amor había prendido y estaba en pleno proceso de germinación…
Una noche en que vino a visitarme me dijo que no quería estar siempre encerrado en el departamento y me invito a que saliéramos a caminar… Era todo un desafío para mi, tenía temores, pensaba que algo malo, no sabía qué, podía ocurrirnos; pero, a pesar del miedo y los malos pensamientos, le hice caso y salimos… Fue una experiencia inolvidable… Julio rodeo mi cintura con su brazo y me atrajo fuertemente hacia él… Caminaba como diciéndole a los que iban y venían por las mismas calles que nosotros recorríamos: “Mírenme, ténganme envidia, esta hermosura es mi chica”… Julio destilaba orgullo de tenerme a su lado, prendida a él como si fuera una flor… Describir lo que eso significaba para mi es absolutamente imposible… Tan pronto como superamos algunas barreras naturales entre dos personas que quieren conocerse, pero en efecto no se conocen o se conocen muy poco, la comunicación se hizo muy fluida… En principio, salíamos a caminar y nada más que eso, salvo una vez en que nos detuvimos en un kiosco a comprar chocolates que pagó él… En este orden de cosas, me refiero a hacer gastos, yo me abstenía de tomar iniciativas, porque no sabía cuál podía ser su situación económica y no quería ponerlo en aprietos… Por cómo se vestía y veía siempre daba la impresión de no padecer apremios de dinero; pero a pesar de eso, yo me mantenía a la expectativa…
Una noche en que estábamos sentados en un banco de plaza de la Intendencia, me habló de que estaba ahorrando para comprar una bicicleta… Como de estas cosas yo sé menos que nada, pensé que no debía ser una cosa muy extraordinaria… Pero, me equivoqué… Me explico que el cuadro era de carbono y otros detalles que no recuerdo, y que llevaba reunido el equivalente a unos cinco mil dólares… Cuando mencionó esta cantidad, me salió del alma preguntarle cómo había hecho para reunir tanto dinero… Mi pregunta dio pie para que me comentara la situación económica de su familia… En su casa, todos tienen ingresos propios menos él… A mí, estas fueron sus palabras, “me mantienen”… Sobre todo, la abuela y la hermana… Los padres le pasan mensualmente un dinero para sus gastos; quienes hacen posible que él ahorre son la abuela y la hermana… La abuela es pensionada, pero además tiene la renta de varias propiedades, y la hermana trabaja en un banco donde es coordinadora de un área importante, a estar por el sueldo que, según me contó, está cobrando… Lo interesante de esta confesión espontánea fue la declaración final: espera concretar pronto la compra de la bicicleta para estar económicamente más libre y poder darse algunos gustos… Otra vez me salió del alma algo que no pude contener… “¿Qué gustos?”, le pregunté… “Llevarte a comer a lugares lindos, hacerte algún regalo, hay tanta cosas”…
Puede imaginarse, Eduardo, cómo me hizo sentir esta respuesta… ¡En la gloria!... Sin tardanza acoté que para ir a comer a lugares lindos no era necesario esperar a que él cerrara sus operaciones, bien podía invitarlo yo; no me sobraba el dinero, pero ciertas cosas podía hacerlas sin dificultades… Y, para demostrarlo, lo invité para que el sábado fuéramos a comer donde él eligiera… Creí que iba a aceptar, pero su negación fue rotunda y terminante… No, no y no… “Vamos a ir cuando esté liberado de lo que tengo entre manos, no falta mucho, podemos esperar”… Me hubiese gustado que aceptara mi invitación, pero más me gusto la postura que adoptó… Firme… La postura de un hombre que tiene conducta… Un hombre que no es un aprovechador… Ya me las ingeniaría yo para poder halagarlo a él a mi gusto…
El sábado cenamos en mi departamento… Yo no necesito mucho para hacer una buena comida, sobre todo si es para dos personas y nosotros éramos dos… Fue una cena de enamorados… Solo faltaron las velas y el champagne… Después de cenar nos refugiamos en el estar a compartir nuestros cariños… En nuestro sillón intercalábamos besos con palabras, palabras con caricias, caricias con suspiros… Tal vez por efecto del lomo a la inglesa que hice, Julio se encontraba particularmente eufórico… Sus abrazos era más demostrativos que de costumbre, así como sus besos que reflejaban un ardor fatal… En un momento dado, vi que me tenía arrinconada contra uno de los brazos del sillón, casi montado sobre mí, en una actitud francamente devoradora… No estaba preparada para semejante arrebato… ¿Qué hacer?... Un fugaz rayo de luz me hizo comprender que había llegado el momento en que debía ceder a los apremios de ese ser que estaba conmigo, ese ser que me amaba y que quería hacerme suya… Yo no tenía ninguna experiencia y él había declarado su total impericia… Bueno, ¡que fuera lo que Dios quisiera!... Nadie mataría a nadie… Lo dejé hacer…
Julio era todo un desborde carnal… Su mente parecía poseída por el deseo… Pero no era así… Una parte, vaya a saberse por qué fenómeno, lo hizo detener en su embestida… Fue como si dudara, como alguien que teme cometer un error… Se paró… De pie, a contraluz, su figura dejaba expuesta la rigidez prominente de su sexo… Comprendí que debía ayudarlo a superar su zozobra… Lo atraje hacia mí, haciendo evidente mi deseo de tenerlo conmigo, de sentirme abrigada por su cariño… Apenas una chispa fue necesaria para que volviera a arder en él la hoguera de su pasión… Ya nada podía interponerse en el camino… Julio era una aplanadora implacable… No sé con qué artificio consiguió quitarme la camisa que llevaba puesta, desprender el diminuto corpiño con el que pretendía exaltar la redondez de mis pequeños senos y dejar al desnudo la integridad de mi torso… Su torso también quedó al desnudo… No lo imaginaba, tan fornido, tan esbelto… Es una masa de músculos perfectamente delineados… Una braza que avanzaba con los ojos cerrados… Pretendía, desesperadamente, despojarme de mi falda y, al mismo tiempo, deshacerse de sus bragas, tan apretadas a sus muslos… Una carrera desenfrenada… El resto de lucidez, ínfimo, que quedaba en mi hizo que anteviera el final de esa carrera: chocaríamos contra la impenetrabilidad de un muro inapelable… Forzoso era cambiar el rumbo de los acontecimientos… Julio quería, sin pensar, cerrar ahí, sobre el sillón de nuestros besos, de nuestra caricias, un capítulo de nuestra historia… Fuera como fuera… Pero, fuera como fuera era un desastre… Debía, mínimamente, encausarse… A la voz de “vamos al dormitorio, acá no”, desvié el derrotero de los hecho… Me escabullí de entre los brazos de Julio y apunté hacia mi cuarto… Tras de mí, a los tumbos, vino él, saltando y tratando de quitarse sus ajustados vaqueros… Tanto fue su empeño que, al entrar en mi dormitorio, ya los tenía en la mano… También tenía el slip… Por primera vez en mi vida veía a un hombre desnudo, totalmente desnudo, de cuerpo presente… Un temblor incontenible se adueñaba de mi cuerpo… Un designio irreversible me llevaba hacia adelante, hacia mi destino… Prestamente me quité la falda y la trusa, y también yo quedé al desnudo… Me lubriqué, le pasé la crema a Julio y me ubiqué de rodillas sobre el borde de la cama, cerré los ojos y aguardé a que el hombre hiciera su trabajo…
Fue brutal… Brutal y maravilloso… Era impensable que Julio, en el estado de excitación en que se encontraba, me atravesara con su herramienta, sin que yo padeciera los efectos de semejante intrusión… Sentí cómo rompía la virginidad de mi cola… Aunque yo tenía cierta capacidad de dilatación por haber usado algún juguete para complacerme, eso no era lo mismo que un juguete…Una cosa es una cosa y otra cosa es otra, y la cosa de Julio es enorme en serio… El dolor, el terrible dolor empezó a ser soportable y, entonces, me sentí profundamente invadida, maravillosamente invadida… Julio estaba totalmente dentro de mi ser… La prisión de sus brazos me transportaba a un mundo de ensoñación, de sopor, de delirio…
Qué dolorosamente hermoso era eso de que me cogiera… El dolor pasaría y la felicidad quedaría grabada en mis sentidos para siempre… Lentamente comenzaron los vaivenes impensados, intuitivos de la posesión que Julio ejercía sobre mí… Lo sentía mi dueño, mi macho… No quería que dejara de cogerme… Creo que él extendió todo lo mas que pudo el éxtasis que vivíamos juntos, hasta que la naturaleza se impuso sobre su voluntad, obligándolo a descargar el jugo de su hombría dentro de mis entrañas… Durante el tiempo que duró esa relación, mas de una vez experimenté lo que para mi fueron verdaderos orgasmos y cuando él acabó, en un prolongadísimo acorde final, yo me negaba a que me sacara eso que hacía vibrar todas las fibras de mi ser… Un imposible, la colocación eterna no existe… Tras el esplendor, vino el decaimiento y luego se impuso la razón…
Eran las dos de la mañana… Si lo dejaba descansar un ratito, podíamos repetir la función, dijo… No quise… El debut había sido alucinante para mí, pero me dejaba todas las cuerdas flojas… Necesitaba más que un ratito para reponerme… Mutuamente nos confesamos haber pasado el mejor de los momentos de nuestras vidas… Bien abrigadito, partió en su poderosa bicicleta… Pronto tendría su mountain bike con cuadro de carbono… El domingo, por la tarde me llamó, quería venir… Lo frené… Arreglamos en vernos el martes, cuando saliera de mi trabajo… Así fue… Julio estaba muy calentito… Quería que viniéramos rápido al departamento… En el camino compramos pan lactal… El último tramo lo hicimos en su bicicleta, yo sentada en el caño… Fue divertido…
Ya en el departamento empezó a provocarme… Un besito, una apretadita, un toquecito… Quería excitarme… Yo estaba excitada, pero no lo quería demostrar… “¿No querés que hagamos el amor?”, me pregunta… “No, ahora no”… “¿Cuándo?”… “No se”… “Vamos que tengo ganas, no seas mala”… Yo estaba preparando lo que íbamos a comer, pero él tanto insistió que termino por doblegarme y fuimos al dormitorio…
Si el sábado se había comportado como un potro desbocado, el martes fue la tropilla completa… Literalmente me destruyó… Me hizo de todo hasta que terminó penetrándome… Yo pude darme el gusto de acariciar su miembro… ¡Era tan hermoso tener eso en mi mano!... Me preguntó si me gustaba… Le dije que me enloquecía y que cuando me lo puso me había hecho sentir lo que yo era: una hembra… No sin una gota de humor, me dijo “Sos mi hembrita”… ¡Qué lindo era sentir que me dijera eso!... Casi tan lindo como sentirla adentro…
La vitalidad, la energía, la potencia de Julio es increíble… No tardó nada en que se le pusiera erecta, dura, dura y en ningún momento se le bajo… En internet yo había visto escenas de sexo explícito, pero solo en pocos casos los actores conseguían mantener mucho tiempo el estado de erección… Me encantaba verle el miembro y saber que con ese trozo enorme me producía una felicidad incomparable… Me estuvo cogiendo más de una hora, mi cola no daba más… Estábamos en posición horizontal, él encima de mí cuerpo, dándome y dándome… Si no hubiese acabado cuando acabó, creo que me hubiese desmayado…
Le muestro, mi querido Eduardo, una foto de Julio, en “paños menores”. que le tome, no ese martes, sino hace poco con el celular… En nuestros sucesivos encuentros, sin proponérselo, él me enseño a provocarlo, a hacerlo calentar (cosa que necesita muy poco)… Como ha dejado atrás la vergüenza y las inhibiciones que todos tenemos cuando estamos con otras personas, se ha vuelto un desfachatado terrible… Cuando le dije que quería sacarle una foto desnudito, me preguntó para qué la quería… “Para hacer un poster”, le dije… “Ah, entonces tengo que posar bien, que se vea bien lo que tengo… Y empezó a loquear… Le saqué varias fotos, pero esta es la mejor… La verdad es que yo la veo y me vienen ganas… Le prometí que posaría para que él me fotografiara, también desnudita…
Dígame si no es divino… Pienso que a usted le gustaría invitarlo a “tomar el té”… Yo le he hablado de usted y me da la impresión de que aprecia y agradece que usted me haya ayudado tanto a orientar mi vida… Puede ser que alguna vez los dos, Julio y yo, tengamos el gusto de conocerlo personalmente y no por fotos o a través de sus mensajes y relatos… A mí no me caben dudas de que usted es una buena persona, una especie de Ángel travieso…
Y sigo con mi historia, porque no me olvido que usted me intimó para que le transmitiera cosas concretas… En pocas semanas, nuestro vínculo se afianzó y profundizó enormemente… No hemos oficializado nada, pero para nosotros, que de últimas es lo que más importa, ya somos novios… Julio es mi novio y yo soy su novia, “su hembrita”, como dice él a veces… Hace una semana compró la bendita bicicleta, pronto me llevara a comer a alguna parte… Estamos trazando planes para el futuro…
Le cuento que Julio se ha convertido en un fanático del sexo y yo, bueno, más o menos también me he convertido en una fanática… Tal vez siempre lo fuimos y no lo podíamos demostrar… Como al principio, la cosa venía medio desordena, lo urgí a que nos organizáramos… El fijo la norma: día por medio, dentro del horario que podamos compartir… Y así se hace… Día por medio lo tengo aquí en el departamento, como él dice: “con la herramienta en la mano”… Es una máquina…
También le cuento que, de a poquitito, venciendo nuestras vergüenzas y temores, hemos ido incorporando todas las prácticas íntimas no violentas que usted se pueda imaginar… Todas nos suman alegría y placer, y ninguna nos quita ni un átomo de felicidad… Una, en particular, le digo que es la que lo vuelve loquito a Julio… A mí también, pero no lo digo… Hay que ver lo mi amor goza cuando me aplico a complacerlo, cosa que he aprendido a hacer bastante bien, porque todo tiene su técnica… A veces pienso cuánto tiempo se pierde en la vida… El gusto por esto no le vino ayer a Julio, seguramente lo tiene desde que se hizo hombrecito… Qué bueno hubiese sido que en esos momentos me hubiera tenido a su lado; lo habría complacido con todas mis ganas y, como para ese entonces, yo ya era la hembra que soy hoy, mi ángel me podría haber surtido a su gusto… Para no dejarle ninguna incógnita, le aclaro que lo que lo enloquece a Julio es que se la mame y yo se la mamo porque me encanta hacerlo feliz, gozo lo mismo que él…
Julio no es una propiedad privada para mi satisfacción… Ya lo he presentado en sociedad… Hemos hecho acá, en mi departamento, reuniones con Caty y Charo y sus novios y hemos ido a una reunión que organizaron ellos… Hemos estado a cenar en casa de Nancy y procuramos integrarnos al mundo… En una comunicación telefónica que tuve con Amílcar, por razones de trabajo (necesita unas traducciones), lo puse al tanto de todo y me felicitó… Calculo que en cualquier momento vendrá a verme… La verdad es que no se si con él me hubiera ido tan bien como me va con Julio…
Dije que trazábamos planes a futuro y es así… Lo primero que tengo que hacer yo es el trámite de cambio de mi identidad de género… Con mamá, que siempre está en contacto conmigo, aunque ha dejado de venir porque mi padre, si es que lo puedo llamar así, no anda muy bien salud, tengo todo aclarado y ella está de acuerdo… También con mi tía Martha, que es una santa, he aclarado todo y me felicitó… Diligente como es, convirtió los activos de mi madre en un fideicomiso asociado a la empresa de su familia… No produce mucha renta, porque no es mucho el capital, pero alcanza como para que yo pueda vivir sin problemas en Argentina y mamá no dependa tanto del buen o mal humor de mi padre, que últimamente pareciera ser que se está portando bien… La piedra del escándalo era yo… Si supiera que estoy de novia con un chico de 19 años que me quiere y está orgulloso de mi; un chico que me coge día por medio porque soy bien hembra: seguro que cae muerto en el acto y no porque yo quiera matarlo, sino porque el mundo no es como a él se le antoja…
Cuando egrese del Instituto quiero que el certificado de Estudios este a nombre de Ema Arancedo Mendoza y no del Emanuel que nunca fui, aunque por muchos años simulé serlo…
Aunque todavía es prematuro, Julio quiere presentarme a su familia… Pero eso llevará su tiempo… Tiene primero que avanzar en su formación universitaria que aún no ha comenzado y acreditar silenciosamente que su unión conmigo no conduce a ningún mal destino, sino a un porvenir siempre absolutamente feliz…
Julio me presentó a Nahir, su mejor amigo, su amigo del alma; se conocen desde que nacieron y siempre han andado juntos… Entre ellos no hay secretos… Cuando Julio comenzó a andar conmigo, no le dijo nada hasta que un día le confesó todo, lo hizo partícipe de la felicidad que estaba viviendo… ¿Cuál fue la reacción de Nahir?... Le dijo a Julio que me pidiera que yo le presentara una chica igual a mi porque él quería ser igual de feliz… Y cuando lo conocí personalmente porque Julio lo trajo al departamento no pude menos que encantarme de él… Los dos parecen cortados por la misma tijera… En un momento en que quedamos me pidió algo que me conmovió… En voz baja me dijo “hacelo feliz a Julio, es muy bueno, te quiere con locura”…
Siento que esa Ema que vivía con el corazón en la mano, angustiada, sin esperanza, pensando que su vida no tenía sentido y maldecía el haber nacido, dejó de existir para darle vida a una nueva Ema, llena de ilusiones… Una Ema ansiosa de vivir a pleno… Una Ema que trabaja y estudia… Una Ema que teje su futuro junto a un hombre que la comprende y acompaña, y que sabe hacerla definitivamente feliz…
Para finalizar este mensaje que sin querer se ha hecho muy extenso: voy a contarle, muy en secreto, algo muy especial que me sucede… Cuando tengo sexo con Julio, él me coge con tanta pasión, con tanta vehemencia, con tanto ardor, que yo no puedo menos que perder la cordura y asociarme a su desenfreno…Recordando lo que usted relata en su historia de Lucy y Leo, en esos momentos tan especiales, más que pensar, siento y creo que lo que Julio pretende es embarazarme… El solo percibir esta idea-sensaciòn por una fracción de segundo, hace que yo me esfuerce para que él pueda cumplir su deseo que también es el mío… Trato de abrirme por completo para que él pueda penetrarme hasta lo más profundo de mi ser y siento realmente que su miembro, que como le dije es muy grande, me entra más adentro y se agranda aún mas todavía… Es algo maravilloso… Muchas veces, después que tenemos una relación, alimento como en un sueño la esperanza de que me haya embarazado y a veces alucino que cumplió su propósito… ¡Qué hermoso sería!... Yo, embarazada de Julio…¡Estoy segura que él se pondría loco de contento!... ¡Cómo le gustaría que yo lo hiciera papá!... Pero, son fantasías mías, no me lleve demasiado el apunte… Debo estar loca, pero, si estoy loca, lo que tengo es locura de amor…
Mi querido Eduardo, debo despedirme… Le mando un beso enorme desde el fondo de mi corazón…
Ema
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