La carta

Reynaldo responde la Carta que Asdrúbal le dejó al marcharse.

(Aquí el relato anterior http://www.todorelatos.com/relato/110158/ )

Querido Asdrúbal, eterno mala conducta…

He leído tu carta y debo confesar que no sé cómo me siento. Pero recuerdo que hace 10 años, y gracias a ti mismo me sentí exactamente igual cuando me descalificaste frente a todo el grupo mientras leía mi discurso de graduación, dijiste - Ya cállate nerd, que nadie te escucha - y eso bastó para que todos rieran en nuestro acto con cuchicheos en los que podía distinguir claramente las palabras “Marico”, “raro”, “Come libros” y mi favorita “mutante”… Sentí en aquella oportunidad como si realmente no hubiera un espacio en el mundo al que pudiera pertenecer con mis rarezas intelectuales que no pretendía dejar de lado jamás… Sentí que el suelo se abría para tragarme pero en realidad nunca lo hacía y eso me desesperaba. En resumen, me sentí completamente solo…

Quizá te sorprenda pero no soy el escritor más diestro, por lo que reconozco tus méritos en la carta que me dejaste, tenías razón, fue más honesta, personal y directa que un e-mail o un mensaje de texto; y al mismo tiempo, me permitió sentir aquellas palabras como si tú mismo me narraras una historia con tu voz y hasta tus gestos.

Dudé, titubeé y me cuestioné muchas veces antes de pretender responder tu carta, pero he aquí el resultado de mi decisión en la que es mi turno de expresarme.

Asdrúbal…

Reencontrarme justamente contigo fue algo que jamás contemplé; huiste de Valencia, llegaste a mí, y luego de tenerme huyes a otro lugar… tú hablas sobre salir corriendo como si fuese incapaz de entenderte, pero lo cierto es que tal vez mi primer postgrado haya sido en esa materia… Sobre correr te puedo decir que apenas nos graduamos no lo dudé ni un momento cuando me vi asignado en la Andrés Bello, y como si fuera poco me ofrecían una beca-servicio y estadía en una residencia… ¿Qué crees que pensaría un nerd que había vivido su adolescencia aislado de los demás sin más q soportar burlas y bullying? Debes haber acertado; pensé en salir corriendo cuando sólo tenía 16…

Quise cambiar y lo hice, me obligué a interesarme en el deporte, hice del entrenamiento un hábito y aprendí a vestir mejor… Noté que finalmente las mujeres me veían con algo diferente a la ternura, y así probé el sexo miles de veces con cientos de mujeres diferentes hasta dejar de sentirme mal por ello… ¿Sabes por qué hice todo esto?... Porque huía de mi propia personalidad… huía del rechazo… salía corriendo, así como tú.

Eventualmente me gradué (con honores y con una gran propuesta de trabajo) y pude conseguir muchas de las cosas que me propuse en el liceo mientras tú y tus amigos pensaban en otras cuestiones (si es que lo hacían) y vivían de otra manera… Eventualmente conocí a Ángela, y me llené de admiración por su belleza, por sus capacidades y por su personalidad, me creí enamorado y entonces la enamoré… Y cuando comenzaba a caer en un vacío infinito cansado de lo monótona que era mi vida, no se me ocurrían más ideas para mi trabajo y ya ni quería tener sexo con mi novia u otra mujer, apareciste tú para cambiarlo todo…

El tipo que me dio el último peor recuerdo de mis días de bachillerato me esquivaba la mirada y necesitaba de mí aunque su orgullo le impedía decírmelo directamente. Debo confesar que en primera instancia me sentí poderoso y quise mostrarte en lo que yo me había convertido mientras tú te veías exactamente en el mismo lugar en el que había dejado 10 años atrás… Te mostré donde y como vivía, te mostré las cosas que podía tener y en un intento desesperado por seguir presumiendo ante ti te mostré mi cuerpo casi desnudo en un desfile que se me antojó hasta erótico al notar cómo me mirabas mientras tomaba mi paleo… Ya ves… Yo tomando algo que ninguna otra persona se atreve a beber… Cambié… Pero en el fondo sigo siendo el mismo mutante.

Debo confesarte que en retrospectiva siempre supe que eras gay… Y sobre mí… tal vez estaba muy ocupado pensando en millones de cosas que creía muy importantes como para notar que soy tan marico como tú. En el liceo te paseabas con orgullo con el uniforme de deporte al ser el más alto y estilizado en aquél entonces; recuerdo tus maneras invasivas de quitarle la pelota de básquet a los demás y me parece hasta gracioso notar como tus hormonas alborotadas y tus inseguridades te hacían inventar aquellas maniobras para recostársela a quien pudieras. ¿Y sabes qué? ahora, recordando cuando te vi masturbándote en las duchas con Manuel Martínez… siento, igual que en aquél entonces, muchos celos.

Lo cierto es que compartir contigo día a día se convirtió en una catarsis que desconocía que mi alma necesitaba para continuar. Ya no me exhibía descaradamente ante ti por presunción, lo hacía por el placer que me daba sentirme deseado… Has de saber que aquél día del partido, en que tímidamente toqué tus hombros te pedí alcanzaras mi vaso de paleo en la cocina porque estar ahí, en bóxers sentado en el mismo sofá que tú, y rozando tu pierna desnuda accidentalmente cuando volvía de mis efusivos gritos de “Gol” me excité tanto que tuve la erección más grande que sólo esa misma noche pude superar mientras me masturbaba imaginando como me recorrías entero con tu boca y terminábamos en un delicioso 69.

La mañana siguiente, asustado y confundido porque ya el anillo de compromiso que había pedido para Ángela estaba listo, me decidí a hablarte sobre ella tratando de aceptar que mi vida volvería a su cauce después de la inyección de emoción y vitalidad que me había dado compartir contigo… Así que ese abrazo que según tú se prolongó porque estabas conmovido, fue para mí una manera silenciosa de concretar mi fantasía sin que lo supieras y al mismo tiempo la despedida a mi pequeña aventura imaginaria.

Como decirte que no me afectó el rechazo de Ángela, si de verdad la quería… y además tú mismo me viste desecho sin saber qué hacer con mi sistema perfecto de planes. Agradecí tu apoyo… Debo confesar en este punto que sabía que tenías donde mudarte y que ya habías recogido lo poco que te habías permitido diseminar por mi casa; yo mismo hablé con tu casera y le di mis recomendaciones… Pero fui egoísta y en aquél momento solo quería estar entre tus brazos que me hacían sentir pequeño, y protegido mientras tu corazón agitado me arrullaba diciéndome que todo estaría bien en un idioma que sólo yo entendía.

El cine, el helado, el ejercicio, el bar… Si mi rostro cambiaba no era sólo por mi incomprensible despecho, era también porque dentro de mí el torbellino de emociones hacía ti me tenían aturdido. No me parecía correcto que mientras lloraba por la que era mi novia, no quisiera hacer nada más que decirte me gustabas y que quería experimentar contigo aquello que tan secretamente fantaseaba desde que eras mi némesis escolar... No quería que pensaras que sólo te usaba, o que era un simple hombre borracho y despechado que se acostaría contigo para olvidarlo todo al día siguiente.

Sin embargo, y reconociendo mi responsabilidad en cómo ocurrieron los hechos, te deseaba y aunque te quería resguardar de mis sentimientos encontrados no paraba de desearte… Pero fue sólo culpa tuya, por juntarme a tu cuerpo y desvestirme en la ducha, que quise aprovecharme del momento para también ver tu cuerpo desnudo; que fuera de parecerme desproporcionado y flácido como tú lo describes, se me antojo a masculinidad en esencia, con tu forma natural y corpulenta, cubierta de fino vello de ese primitivo, que por no ser abundante, nunca ha sido removido… Desvariaba entre el deseo de tocarte y la imposición de que no hacerlo… pero mis manos ganaron y disfrazando mis intenciones en una broma brinqué a agarrarte el pene hasta que te empezaste a endurecer… Me sentí cegado de la excitación y agradecido por tu presura en salir de la ducha… Pero de nuevo fuiste culpable al caer sobre mí en mi cama, juntando al fin tu piel con la mía haciéndome prisionero de tu pesado cuerpo… sintiéndome dominado, vulnerable y entregado en ese tímido beso que me diste y que tardé más de lo que debí en asimilar y devolver… Te quitaste rápidamente y dejaste mi habitación sin saber que me dejabas con ganas de más y con esa sensación de que hubieras podido hacer conmigo todo lo que quisieras… No pude parar de sentir el cosquilleo de tus labios sobre los míos… Y apagando mi cabeza, dejándome llevar sólo por lo que sentía, lo que deseaba y lo que realmente quería decidí seguir la dirección que me indicaba mi pene erecto hacia ti.

Sé que ya sabes todo lo que describo, pero no tienes idea de cómo lo viví yo… Insistías en hablar, y yo sólo quería sentir más… Tus labios no eran suficiente, quería tu lengua, el tacto de tus mejillas rasposas contra las mías, tu sabor a hombre, tu olor a jabón y a morbo, además de toda aquella energía que brotaba de tus poros  inundando el ambiente con puro deseo y pasión… Algo que desconocía completamente en el mundo del sexo heterosexual… Estaba cegado con tu manera de comerme la boca y acariciarme con violencia… Estaba excitado con nuestra lucha por el ser más fuerte y dominar al otro… Me fascinaba como lo importante no era tu placer o el mío, era el de ambos en igual medida… Y me llevaste a la luna por cursi que parezca, cuando me diste aquella clase magistral de sexo oral. No hay otra manera de describirlo, me lo mamaste como un hombre, y eso me encantó… Con un poco de miedo a romper la entrega te pedí permiso para penetrarte, y tratando de imitar tu lenguaje te pregunté -¿te la puedo meter?- a lo que la muda respuesta me elevó aún más si era posible. Estar dentro de ti, completamente expuesto, al tacto de mi piel más sensible con tu interior caliente y estrecho fue una sensación inexplicable que hubiese querido prolongar por los siglos de los siglos, pero poseso del deseo quería invadir tus entrañas todavía más así que me permití tomar el control y penetrarte a mi ritmo, con mi fuerza, para sentirte aferrarte a mi espalda, gemir en mi cuello y sobre mi boca, pensando como sentir todavía más de ti hasta que casi como si obedeciera a una irrefutable orden de mi subconsciente me salí de ti para hacerte gemir otra vez al tragarme tu miembro sin reparo… Por primera vez me comía un pene y me resultaba delicioso, el sabor de la piel, del líquido con el que lubricabas, el olor, la textura de tus venas marcadas alrededor de tu dureza… me sentía como loco, siempre queriendo más… Donde lo único que necesitaba ahora era sentirte dentro y en lugar de pedírtelo con el miedo que pude haber sentido antes, te lo ordené viendo tu cara de satisfacción… No tardaste en acomodarme a tu gusto, haciéndome quedar completamente a tu merced, con mi ano abierto y levantado ofreciéndose por primera vez… Vaya escalofrío me recorrió cuando diste el primer lametón contra mi ano, vaya placer me dabas al no parar de hacerlo… Mi cuerpo era todo tuyo, ya que incluso el dolor que me dieron tus dedos fue comparable al placer de ser explorado tan íntimamente por el hombre que sin lugar a dudas deseaba que me hiciera tan suyo como yo ya lo sentía mío… - Métemela ya !- recuerdo que te dije, y lentamente fui sintiendo como me desgarraba por dentro pero no estaba dispuesto a parar… el dolor infernal, le dio paso al escozor, el escozor a una sensación extraña y luego sólo sentí el placer de ser tuyo… Me penetraste siempre suavemente, sin parar de besar mi nuca y respirar detrás de mis orejas… Creí que el placer no tenía niveles más altos hasta que te estremeciste dentro de mí y pude notar que terminabas, volteándome de inmediato conocedor de que no faltaba nada para mi turno, y bien lo recibiste en tu boca tragándote toda mi descarga… Quedé exhausto y aunque temía lo que sentiría al despertar me abandoné en tus largos y suaves besos con sabor a semen en los que ya no había pelea, si no necesidad de abrazarrnos como si agradeciéramos nuestra presencia…

Asdrúbal, nunca me había sentido igual… Pero mi cabeza tenía mucho que asimilar…

Reconozco que durante los dos días siguientes no me comporté como tal vez debí, o esperabas, o incluso como yo hubiese querido… Pero ponía mi mundo en orden de nuevo, incluyéndote en él. Sabrás que siendo tan metódico, en tan sólo dos días sentí que todo el futuro que había demorado años en construir se había desmoronado y reestructurado por completo…

Era agobiante, en muchas dimensiones.

Pero las cartas estaban echadas, las decisiones estaban tomadas y ya la casa con la familia feliz, con esposo, esposa e hijos no aparecía entre los planes, ya el eterno trabajador se esfumaba, ya nada estaba ahí, salvo tú, yo, y nuestro pequeño universo que hasta ese entonces se extendía dentro de las cuatro paredes del departamento…

Al tercer día destiné mis horas de trabajo a planear una gran noche… cenamos juntos y reímos como lo habíamos venido haciendo, tome la iniciativa y busqué tus labios otra vez confirmando que no quería besar a nadie más… Te hice mío por segunda vez confirmando que me deseabas y así también que tu cuerpo era el único cuerpo que quería poseer de ahí en más… Y a pesar de todo, no fui capaz de hacer la propuesta que tanto había maquinado arruinando el momento con una sentencia de propiedad y de miedo que terminó ahuyentándote - Dentro de estas cuatro paredes puedo estar enamorado de ti-

Desperté esa mañana buscando tu calor, tu presencia y tus cosas, y me pareció absurdo y doloroso no encontrar más que una carta en la que me hacías saber que sin darme cuenta te había herido… pero por sobre todas las cosas que me decías, me quedo claro que eres un grandísimo cobarde y no te has cansado de huir.

Por eso, después de meditarlo y lograr escribirte la presente, descubrir dónde estás viviendo y después de casi dos semanas de desesperante búsqueda, decidí acercarme, para entregártela personalmente aunque te hubieses rehusado, y hacértela leer completa, en voz alta y frente a mí… asegurándome de que comprendieras que no eres insignificante… para mí podrías serlo todo si quisieras… empezando ahora por dejar de huir de ti mismo y de mí y responderme mirándome a los ojos aquella pregunta que por idiota no supe cómo arrancar de mi garganta tímida y enamorada de ti…

Asdrúbal Castro ¿Te gustaría ser mi novio?

Algo molesto, apenado, nervioso y expectante…

Reynaldo… El nerd que en un par de meses se enamoró del mala conducta del salón…