La Carta
Andrea de 17 años, lee una carta que le abre los ojos con respecto a la bisexualidad de su madre, y la propia.
La Carta
Andrea tomó el sobre entre sus manos y con dedos temblorosos retiró la hoja que estaba dentro del mismo; ella sabía que no era correcto lo que estaba haciendo, pero igual comenzó a leer lo escrito en la carta.
“Sé que me he tomado un tiempo demasiado largo para escribirte estas líneas; quizás porque no encontraba las palabras adecuadas como para poder expresarte mi amor y mi gratitud por haberme iniciado con tanto amor, aquella vez…
Debo reconocer que al principio, cuando me llevaste a la ducha y tus manos comenzaron a acariciarme, me sentí muy asustada por la inesperada situación que se me presentaba; pero a su vez también con una necesidad intensa de explorar mi sexualidad y disfrutar de algo completamente nuevo; tu supiste ver en mis palabras y en mis reacciones, que era un deseo muy profundo, algo que en secreto, añoraba.
Las charlas que habíamos tenido con respecto a esa bisexualidad que había comenzado florecer en mi espíritu, fueron sin lugar a dudas el camino que terminó por allanar mi resistencia a lo nuevo…a lo diferente.
Recuerdo que el detonante preciso fue cuando esa tarde te dije:
“mamá, me gustan los hombres…pero también me gustan mucho las chicas…y no sé qué es lo que debo hacer...”
Lo que sucedió después cuando me llevaste a la ducha, tus manos bajo la lluvia acariciando mis pechos, tus dedos retorciendo suavemente mis pezones y tu lengua penetrando luego mi intimidad, dieron lugar en mí a una nueva mujer y siempre te estaré agradecida por ello.
Haberme brindado tu cuerpo y tu sexo para experimentar y degustar el delicioso néctar que surgía como una cálida fuente entre tus piernas, son cosas que yo siempre recordaré y te agradeceré.
Ahora, estando yo casada y habiendo nacido Andreita , siento la necesidad de agradecerte por ampliar mis horizontes y haberme enseñado a disfrutar con plenitud y si culpa alguna, de mi sexualidad.
Gracias mamá, te quiero mucho
Abril de 1999
Andrea, al ver la fecha, comprendió que esa carta había sido escrita pocos días después de su nacimiento.
Inmediatamente dobló la carta tal cual estaba, la introdujo en el sobre, la colocó en la caja y ubicó la misma en el lugar en el que había permanecido oculta durante tanto tiempo.
Tomar conciencia de que su madre era bisexual; que había sido su propia madre, es decir su abuela quién la había iniciado, era algo vergonzoso; francamente era demasiado fuerte para ella. Cómo fue posible que sucediese algo así…tan…inmoral…
Debiera encontrar la manera de enfrentar a su madre, y expresarle lo horrorizada que estaba luego de haber leído esa carta.
Toda la tarde estuvo pensando en ello aunque por otro lado, ella reconocía y sentía que le sucedían cosas raras con su propia sexualidad y se avergonzaba mucho de ello; cada vez que estaba junto a Flor, su mejor amiga y ésta se acercaba con insinuaciones sexuales, sentía mucho miedo, pero también ciertas ganas de algo más.
Reconocía que varias veces había soñado con dejarse llevar por Florencia hacia ese mundo desconocido; la tentación era grande….pero el miedo de hacer lo incorrecto, y el no saber cómo comportarse en una situación así, siempre la frenaron.
Todo ello posiblemente la hacían comprender a muy temprana edad de qué se trataba eso de “ser potencialmente una mujer bisexual”.
Pero de ahí a que su madre lo haya hecho con la mamá…era indignante; absolutamente impropio. Sentía que debía confrontarla.
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Esa misma noche, cuando su madre se había recostado en la cama y estando su papá de viaje, Andrea entró con decisión a la habitación, la miró a los ojos, y luego de dudar unos segundos se escuchó a si misma decir:
“mamá, me gustan los hombres…pero también me gustan mucho las chicas…en especial Florencia…y no sé qué es lo que debo hacer”
Su madre, con una sonrisa cálida la tomó de la mano, salió de la cama, y le dijo.
“ Ven Andrea, ven, vamos a ducharnos que yo te voy a enseñar”.
Y fue así que juntas se sumergieron bajo la cálida lluvia, dejándose Andrea llevar hacia una experiencia de iniciación, húmeda, rica e intensa, que años después ella agradecería,… con una carta.
Silvina V. Amado