La carta

Asdrúbal, ese chamo que no sirvió para nada en el liceo, le escribe una carta Reinaldo, su antiguo compañero de clases... Con quien luego de reencontrarse después de muchos años vive una experiencia algo cursi y loca... (eras el hombre perfecto... pero no lo eras...)

Querido Rey (si aun me permites llamarte así, Reinaldo)

No se como se inicia una carta, hace mucho que todo lo hago desde mi teléfono, y todo se resuelve con un texto; pero de alguna manera, y aunque no quiero confundirte más, pensé que una carta, de las viejas, hechas a mano sobre un papel, con tinta, tachaduras y borrones, era perfecta pues sé que así será más sincera desde mi puño y más honesta para tus ojos.

Te pido disculpas por haberte vuelto loco.

Me gustaría pudieras entrar en mi cabeza y saber cómo funciono, así comprenderías que no era mi intención hacer que te sientas como quizá lo hagas:

Aquel día en que nos reencontramos, estaba perdido en Caracas, estaba estresado, estaba cansado y tenía mucho miedo... Haber escapado de Valencia como lo hice, con sed de aprendizaje, de aventura, y con la estúpida idea de demostrar que yo podía solo... ahí te encontré, en la plaza del obelisco, cuando ya no tenía suficiente para pagar una estadía sin descompletar el dinero que tenía previsto que pudiese necesitar para alquilar algo, una pequeña pieza, una habitación, mientras conseguía trabajo... te vi pasar y realmente te ignore... luego vino a mí como un latigazo a la conciencia y gracias a esos ojos, tu imagen de tantos años atrás... Reinaldo Montes Berman, el chamito aplicado del bachillerato... era increíble como habías cambiado, te veías importante (siempre había sido así, pero ahora, eras un hombre), con tu traje y corbata a pleno medio día y sin una gota de sudor, tus gafas de lectura sin montura, un corte a la moda, un poco de barba y luciendo tan calmado entre el infierno de los "sin tiempo" de la ciudad... automáticamente me acerqué y tú si me reconociste sin siquiera dudarlo; me sentí apenado por mi aspecto, descuidado, abandonado... y sin saber por qué, sonreía tontamente, mientras me atacabas con preguntas que no quería responder... ahora escondido y sin ver tus ojos azules te digo que me daba pena confesar que hui de casa porque mi familia me exigía más de lo que yo me sentía capaz de dar, hui porque no aguanté durar un año más en la universidad mientras todos se graduaban y yo seguía estancando, hui porque no quería que nadie me viera, hui porque no era nadie y quería regresar siendo aunque sea "un poquito de algo bueno".

Ya ves que desde el principio te mentí cuando te dije que no sabía donde quedarme (realmente no tenia...) y tu amabilidad me cayó del cielo cuando me ofreciste un espacio en tu apartamento... tenías un apartamento y apenas teníamos 26 años... y vaya que tenías lujos; de los que podía disfrutar el tiempo que fuese necesario, según me dijiste... Como disfrute la ducha caliente, la toalla limpia y ese enorme sofá... como me asombre al verte andar con tus pantalones de dormir, con aquel cuerpo envidiable que no lograba encajar en mi cabeza con lo que recordaba de ti... eras tan pequeño y solitario, y te veía tan "grande" y seguro que me sentí peor conmigo mismo... que seguía siendo el mismo de siempre, si... absolutamente el mismo, quizá un poco mas jodido... tocaste mi hombro al acercarte y no me importó, charlamos un rato y mientras compartíamos un jugo realmente asqueroso que llamabas "paleo" y me veías fijamente y me pareció raro... pero qué coño, de pronto así eras tú... noté tus sonrisas y ademanes al despedirte y ahí me corté...

Pensé que eras gay, y eso me jodió aún mas... porque eras perfecto, como de una novela, perfecto para vivir esa historia que siempre quise... pero no, yo soy bueno es cagando las cosas y pues... en este momento ya conoces la historia... no encontraba la manera de decírtelo o preguntártelo para estar seguro... así que ahí empezó todo.

Trate de ser un poquito como lo que tú eras y te hice un desayuno, aparatoso, infantil y un poquito triste, tú me viste extrañado, me diste las gracias con una cara rara y te comiste tu cereal casi que por cortesía. Te despediste rápido y te fuiste engalanado, dejándome con mi short de franela y mi sweater de la vinotinto y mi estómago revuelto como con hambre o náuseas... quién sabe.

- estás en tu casa-

Dijiste al salir poniéndote el saco

-pero no abuses-

Dijiste retrocediendo y guiñándome el ojo.

Yo te sonreí con un "OK" en los labios, y sacudiendo mi mano en señal de despedida. Me asaltó la curiosidad como una bestia salvaje y no resistí entrar a tu cuarto, desnudarme, acostarme en tu cama, sentir aquéllas sábanas que tenían tu olor; y al darme cuenta de lo que hacía, levantarme rápidamente, ducharme y salir de ahí. Busqué donde irme, créeme que busqué una renta, un cuartico, porque me sentí un enfermo apenas habiéndote encontrado, y ya pensando que teníamos algo... gran parte de los motivos de mi huida de Valencia... ser tan Cabrón, tan culo caliente, tan verga parada... tan coge culo. Ya no, tenía que respetarte... tenía que respetarme.

Así pasaron los días, 27 días para ser exactos, en los que te paseabas frente a mí con tus pantalones de pijama y boxers, mostrándome tu cuerpo, tu torso trabajado, tus piernas gruesas, tu bulto prominente y tus nalgas paraditas debajo de esa espalda que tanto me gustaba. Te confieso que aquélla noche que veíamos el partido no pude buscarte tu famosa "paleo" a la cocina porque tenía la verga parada de ver como se te tensaban los músculos cada vez que te parabas para gritar "gooool" tan enérgicamente y además, esa noche, como muchas otras, me masturbe en tu nombre.

Pana, rey, te notaba tan bello... siempre comparándote con aquel gallo pequeñito de gafas de pasta y del que tanto me canse de burlarme... ahora te admiraba. Te envidiaba. Te deseaba.

Me contaste de tu novia un poco tarde, ese día 27, y me hablaste de ella de una manera tan hermosa que sintiendo celos me enamoré más de ti. Y aun así, recogí mis cosas sin decirte nada, decidido a irme el día siguiente, pues ya había encontrado donde, pero no te había dicho nada con la esperanza de que olvidaras correrme. Sentía que te gustaba mi compañía o eso quería creer.

Tenías problemas con ella y pensabas pedirle matrimonio de la manera más romántica que me había imaginado en el mundo real. Habías contratado a un grupo de danza contemporánea para que cuando la llevaras a pasear por el parque del este ellos se acercaran al ritmo de la música que también habías contratado, bailando, uno por uno, entregándole una rosa, para tú, al final, cuando ella estuviese boquiabierta, entregarle un anillo que retirarías ese mismo día en la mañana... ella estaba molesta porque pasabas mucho tiempo conmigo...  así que era tiempo de decir adiós. Cuando el partido terminó, y terminaste de hablarme de ella, me abrazaste y te fuiste a dormir. Primera vez que sentí tu piel desnuda y me reusé a soltarte... hasta que fue demasiado obvio y con pena traté de disimular diciéndote que me habías conmovido.

El día siguiente cuando volví a buscar mis dos maletas, luego de hablar largo rato con la señora que me rentaría el cuarto y de haber asistido a esa entrevista que tanto había pospuesto, te encontré desecho, llorando junto a la puerta, con tu traje intacto, y el anillo que sólo había podido imaginar apretado en tu puño. Tu novia, te rechazó, y te confesó que estaba con alguien mas... me senté a tu lado y tú me abrazaste como si buscaras sentirte protegido y yo estaba dispuesto a acompañarte... llegó la noche y nos mantuvimos en la misma posición, ya no llorabas, pero estabas igual de mal. Te ayudé a levantarte, te lleve a tu habitación, te desnudé viendo por primera vez una desnudez total de tu parte, con un miembro precioso, con un cuerpo perfecto, pero no sentí morbo... te estaba cuidando... te llevé hasta la ducha y te dejé con el shampoo cuando reaccionaste de tu shok y decidiste terminar de bañarte solo. Te preparé una cena ligera (un simple pan con queso y las tres lechugas que te gustaban), te obligué a comer y te dejé dormir... esa noche no me fui a donde se suponía debía empezar a dormir, y esta mañana no asistí a mi nuevo trabajo, porque no quería dejarte solo. De más esta decir que tú tampoco fuiste a trabajar...

Te obligué a salir de la cama, te obligué a salir de la casa y fuimos al cine a ver una comedia, te reíste de Sandra Bullok con su faja de cuerpo completo y su baile caótico como no pensé que te reirías; pero al salir tu mirada se apagó otra vez... te llevé por un helado gigante que despreciaste sin derecho a réplica, las calorías, la grasa y no sé que otro argumento, pero sin embargo... te convencí y me lo agradeciste... te acompañé a trotar aunque casi me moría en el intento... llegamos a casa (tu casa) y te hice cantar karaoke hasta que te hice reír otra vez... tú hiciste la cena (lo agradecí) y cuando nos quedamos sin nada que decir me diste las gracias mirándome fijamente y regalándome una sonrisa... me invitaste una cerveza mandándome a cambiar y yo sentí como si tuviésemos una cita...

Llegamos al bar que querías, era algo sobrio, tranquilo, bastante longe. Nos sentamos y otra vez el despecho te atacó (al final tenía que pasar). Hablabas de ella cerveza tras cerveza, me contaste que hace meses no habían tenido sexo y debiste haber entendido en ese momento que ella veía a alguien más, golpeabas la mesa de pronto, te secabas las lágrimas otras veces... y en la madrugada, cuando ya era evidente que no podías seguir tomando, te convencí de irnos... pidiendo algunas latas para llevar.

En casa fue como si la borrachera se te pasara de repente... me hablaste seriamente, agradeciéndome una vez más, me diste las buenas noches... pero cuando te ponías de pié y casi te caías noté que quizás ya también me había embriagado y por eso te notaba normal. Te ayudé de nuevo, pero ahora entre risas y movimientos torpes, te desnudé otra vez haciendo bromas con tu verga, nalgueándote y tu reías, yo disimulaba mis intenciones de tocarte con esos "juegos" inocentes. Me invitaste a la ducha ya que según tu, me desmayaría tratando de irme al sofá. No lo dudé, y tú te reías sin parar de mi cuando me caí tratando de quitarme los zapatos. Sentía como si volviéramos al liceo, pero esta vez siendo amigos. Cuando estuve desnudo junto a ti, sentí un poco de vergüenza, tu cuerpo pequeño pero perfecto contrastaba con el mío simple, con un abdomen normalito, con piel sobrante en las caderas, con un pecho que no resaltaba, con unas nalgas grandes pero blandas, igual que mis piernas y mi verga... pero tú no reparaste en nada de eso, sólo me agarraste la verdad y dijiste:

- cabrón, tenemos aquí unas gemelas-

Mientras te reías más y sujetabas la tuya. Si, aparentemente eran igualitas... yo comenzando a sentir excitación por tu mano en mi parte más sensible me apresure por terminar el baño como si nada hubiese pasado. Luego fuiste tú el que se cayó y yo te levante pasando tu brazo por detrás de mi cuello te tiré a la cama pero cayendo sobre ti. Nos reímos, nos quedamos callados, nos miramos a los ojos... y te besé, tu no movías los labios, y al reaccionar me levante rápidamente y me fui al sofá. Me sentía ridículo, asustado, ansioso, apenado...

No sé cuantas horas pasaron, pero oí la puerta de tu cuarto, me apresuré en hacerme el dormido, y entonces sentí que tocabas el sofá y me tensé, luego cuando sentí tu respiración de cerca me asusté mucho... mi sorpresa fue sentir que me besabas suavemente, y yo sin poder resistir te devolví ese beso. Te aparté y te pregunte que hacías. Tú respondiste:

- termino lo que tú empezaste, y ya después pensaré-

Me tendiste la mano y me llevaste a tu cama. Wao... nunca deseé tanto ser besado como esa noche, y tú lo hacías con maestría, me besabas toda la cara como un amante experto y yo queriendo demostrarte que también sabia me puse sobre ti, recorriendo tu cuello y tu abdomen para llegar a ese trozo de carne que tanto deseaba. No me dejaste admirarlo, ni olerlo, ni lamerlo... me sujetaste la cabeza y me la metiste hasta la garganta, yo aguanté bien y te di una mamada como para que jamás la olvidaras... gemías y no parabas de repetir que estábamos locos... me volviste a tomar y llevaste mi boca a la tuya donde entre besos apasionados, jadeos e inspiraciones agitadas me preguntaste:

-¿te la puedo meter?-

Y yo sonriendo, tomé tu verga ya ensalivada y me la metí muy lentamente sentándome en ella... tu gemías obligándote a no hacer mucho ruido, me abrazabas y me besabas, mientras tratabas de apoyar mi cabalgata con movimientos de pelvis que nos hacían rebotar en la cama. Yo estaba encantado de sentir aquel ardor en el culo que poco a poco me excitó la próstata brindándome aquel inmenso placer.

En otro cambio repentino cuando yo estaba en el cielo, me apartaste de ti, dejándome vacío, y poniéndome debajo de ti, subiste mis piernas y empezaste a poseerme a tu ritmo, y era un ritmo que me encantaba. Eras el hombre perfecto sin duda... callabas mis gemidos desenfrenados con besos salvajes, y una vez más, ahogado con un beso me dijiste:

- hare una locura mas -

Saliendo de mi, apagando mi placer anal, y repentinamente encendiendo otro cuando sentí la humedad de tu boca en mi pene palpitante... te lo juro rey, que vi estrellitas de colores... la mamabas torpemente pero con deseo, y al final eso era lo que me volvía loco. Luego de un rato te acercaste a mi rostro donde te esperaba con un beso, pero tú llegaste hasta mi oído y susurraste:

- métemelo-

No sabias lo que acababas de hacer, y aunque por un pequeño momento traté de hacerte recapacitar, te comí la boca, te puse boca abajo, deslice tus rodillas para elevar tu culo y sujetando tus nalgas aspiré tu agujero para volverme a embriagar... te lámina y tu gritaste de placer, te comía y te saboreaba como el dulce que me volvía loco y tenía prohibido, tú te retorcías y alimentabas mi deseo. Cuando te sentí más relajado pude meterte un dedo, tú te quejabas pero querías darme guerra, como todo un hombre. Metí el segundo y te escuche retarme:

- hazlo ya-

Y así lo hice, poco a poco, oyendo tu largo gruñido, deslicé mi verga de 18 centímetros en tu interior y tu gruñías invocando a Dios. Y aunque quería follarte desquitándome de todo aquel deseo que me despertabas al pasearte semidesnudo frente a mi todos esos días, me lancé sobre ti obligándote a quedar completamente acostado, para así poder besarte mientras te cogía tiernamente... al final, terminaría dándote duro mientras te pajeaba de medio lado. Corriéndome inmensamente dentro de ti, para luego comerte la verga y comerme tu dulce corrida... sudados, cansados, ebrios, adoloridos y locos... nos quedamos dormidos y nos despertamos abrazados...

Los tres días siguientes fueron raros... no hablamos mucho, nos esquivábamos la mirada... yo perdí la oportunidad de empleo y de alquiler... sin embargo has llegado con comida china, me abrazaste por la espalda y besándome el cuello me dijiste:

- ya estoy cansado... creo que dentro de estas cuatro paredes puedo estar enamorado de ti -

Giré, te besé, te abracé... cenamos felices, me hiciste el amor y nos quedamos dormidos... pero yo...

Me desperté en la madrugada y vi tu vida desde arriba, me sentí poquita cosa y hasta un abusador. Finalmente no eres el hombre perfecto, y yo no soy una mascota ni quiero ser un secreto nunca más en mi vida...

Entonces aquí me tienes, tratando de explicarte por qué me voy, aun cuando no quiero irme. Tu eres tan grande, has crecido tanto, y yo, como ya ves, sigo siendo el mismo... pero mucho más jodido... No quepo en tus cuatro paredes…

No te pido que entiendas, sólo recuerda esto bonito de mí...

Con amor, y vergüenza... y con algo de orgullo…

Asdrúbal, el mala conducta del salón