La carnicería

Su mujer estubo a punto de sorprendernos mientras me follaba en su despacho, pero eso no evito que esa tarde acabara siendo enculado por un buen macho

¡Esa tarde Benito se había tenido que contentar con una rápida mamada!, porque su mujer había estado dando vueltas sin parar por la casa, ¡Dios sabe haciendo el qué!, antes de salir a misa.

¡Ya se había perdido la misa de siete y como siguiera en ese plan se iba a perder también la misa de ocho!

Benito y el pequeño Juan la oían trajinar por la casa bastante más nerviosos que ella. La puerta del despacho permanecía abierta para poder oír con mucha más claridad los movimientos de la parienta en su deambular de una estancia a otra.

Cuando los pasos les sonaban algo distantes Benito permitía al chaval deslizar la joven y temblorosa mano  en el interior de su chándal. El  tremendo bulto de una polla que ardía lo esperaba aprisionado en el interior del calzoncillo. La mano  se deslizaba por dentro de la fina tela para notar como el calor de esa polla llena de sangre hasta reventar le rozaba la piel y vibraba con esas suaves caricias que el joven Juanito  le daba .

Sus ojos miraban al macho queriendo decirle con ellos las muchas ganas que tenía de poder disfrutar de esa polla de nuevo. Ese gordo y largo rabo lleno de venas había estado profanando su entrada trasera hace solo unos veinte minutos y el dilatado y palpitante ojete del joven ya volvía a echarlo de menos.

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¡Había sido toda una suerte oír el ruido que hacía  la puerta principal al abrirse!

En ese preciso momento el chico estaba rebotando sobre la dura polla del banquero. ¡Habían tenido el tiempo justo como para poder vestirse  rápidamente y arreglarse un poco el tipo antes de ver como la esposa entraba en el despacho en busca del marido!

¡Juanito no debía de estar en ese momento en la casa, del mismo modo la mujer debía estar en misa de siete! ¿Qué diablos pasaba allí?

Los dos permanecían de pie de espaldas a la puerta mientras rebuscaban entre las estanterías, en busca de alguna novela para el muchacho. El chico se había aficionado tanto a la lectura que ya no le bastaba solo con los cómics que regalaba el Dominical  y que el hombre le guardaba pacientemente. Algunas veces pasaba por su casa en busca de alguna novela, adecuada para la edad del muchacho.

Ya en casa Juanito la devoraba durante la semana, deseando terminarla cuanto antes para poder ir a la casa de Benito donde le prestarían una nueva.

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Arrodillado en la mesa de ese despacho y con la cabeza metida entre las piernas de ese hombre el joven era obligado a devorar otra cosa. La dura polla del banquero nunca se resistía a entrar por  los dos orificios que el chico le ofrecía gustoso casi a diario.

El chico era tan glotón que había empezado a pensar que no era bueno que tragara tanta lefa. ¡En las semanas que llevaba viéndolo venir por casa lo había visto engordar al crio ligeramente! ¡Por eso había decidido que era mejor ponerlo a dieta!

¡Deja  de chupar! Le decía cuando empezaba a notar como sus pelotas se revolvían presagiando una descarga inminente en la boca de Juanito.

Lo agarraba del pelo y empezaba a estirar ya que sabía que esa era la única forma de lograr que el hambriento chaval soltara su duro y palpitante rabo, después lo ponía mirando hacía las estanterías mientras le bajaba el pantalón junto con los calzoncillos hasta las rodillas. Agarrado a esa estantería el joven echaba el culo ligeramente hacía atrás hasta notar como el capullo chorreante de la polla del hombre, le rozaba el culete. Las gruesas manos apartaban el cachete del culo hasta rozar el esfínter con ese mástil de carne. Una ligera presión bastaba para que el culo se abriera y empezara a tragar polla.

Benito lo sujetaba de las caderas mientras se la clavaba, el muchacho se mordía los labios celebrando el poder disfrutar casi a diario de un semental como ese, …

¡Mientras tanto la devota esposa rezaba en la iglesia,  por los pecados que cometían ambos!

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Otras veces Juanito se sentaba sobre esa durísima  polla mientras el banquero permanecía tumbado sobre la fría mesa de nogal que presidía su despacho.

Su largo  pollón apuntaba hacía la lámpara, mientras su rostro veía la agilidad con la que el joven se quitaba la ropa y se subía a la mesa para ponerse de cuclillas con el rabo de Benito apuntando a su ojete.

Viendo como Juanito rebotaba sobre su larga y gruesa polla, no podía reprimir una sonrisa de satisfacción en su rostro.  Le encantaba mirar la cara que ponía  el chico cuando toda la carne se metía hasta las pelotas, después iba viendo como el gesto se iba relajando a medida que ascendía y soltaba lastre. El culo se  liberaba de la presión y el ánimo del adolescente aumentaba haciéndolo lanzarse de nuevo en el descenso.

¡Sin  calibrar las consecuencias de esa nueva bajada, un leve quejido salía de la boca de Juanito! Benito le agarraba del culo apretándoselo con ganas. ¡Culpa tuya por dejarte caer con fuerza! Le contestaba Benito con la mirada, notando como sus gordas pelotas hacian de freno en el largo descenso

¡Debían follar en silencio, acostumbrarse a no emitir sonidos que los delataran ante los vecinos! ¿Qué iban a pensar de ellos si se sabía que ese hombre tan respetable en el pueblo se estaba follando a un inocente muchacho?

El chico lejos de flaquear perseveraba en el intento, cuando empezaba a notar que la polla estaba a punto de liberarse, y solo el gordo capullo permanecía dentro de él. Se dejaba caer de nuevo haciendo que la fuerza de la gravedad le abriera de nuevo el culo en dos.

Entre rebote y rebote el hombre se mordía los labios para no bufar como un toro. Debía asegurarse de que el joven no intentaba escaparse sin llevarse puesta la inyección.

¡Sus pelotas fabricaban leche de sobra para vacunar al chico con ese pinchazo en el culo y estaba a punto de empezar a inyectársela cuando había oído con una claridad pasmosa como alguien metía la llave en la cerradura de la puerta principal de la casa y empezaba a abrir la puerta!

Subiéndose rápidamente el pantalón del chándal, miro hacía Juanito que también se había dado ya cuenta del porque de la prisa de ese hombre por dejarlo huérfano de rabo. Lo vio meterse rápidamente el pantalón del chándal sin descalzarse siquiera. ¡Eso era un error su esposa iba a pillar al joven saltando de un lado al otro de la habitación tirando del chándal hacia arriba para lograr que la zapatilla de deporte se metiera por la pernera! …¡Pero el chico lo logró! …¡no sabía cómo pero había logrado colarse en la ropa antes de oír como su esposa abría la puerta del despacho!

¿Has leído este ya? Le preguntó Benito mientras depositaba un ejemplar de “Las Ratas” de Miguel Delibes sobre las aun temblorosas manos del joven.

Si la semana pasada te lo devolví le contesto el crio mientras se daba la vuelta para saludar con la cabeza a la mujer del banquero. El hijo de la viuda que limpiaba en casa se presentaba en esta con excusas cada vez más peregrinas, …ahora le había dado por los libros y cada dos por tres lo tenía allí para llevarse alguna novela.

La excusa de los libros fue más que suficiente para convencer a la devota esposa de que no había nada de malo en fomentar la lectura en el joven. ¡Pero no pasaba lo mismo con su marido! …¡Cada vez lo tenía más claro con él! …¡Por su actitud, su forma de comportarse, el repentino interés que mostraba por arreglarse y parecer más joven, …, el muy cabrón se había buscado una querida!

La mujer los miraba a los dos desde el quicio de la puerta. No podía dejar de pensar en ello. ¡Aunque su marido fuera un completo hijo de puta! Lo seguía apreciando, …esos toques de humanidad que le hacían ayudar al joven todavía le hacían permanecer a su lado.

Sabía que ese interés por la lectura que estaba fomentando en el adolescente le vendría muy bien a la larga.

Juanito era obligado a presentarle al banquero un pequeño resumen de cada novela que se le prestaba y por lo que había podido ver hasta ahora. Esos resúmenes estaban bastante bien hechos.

¿No ibas a ir a misa de siete? Le preguntó su esposo mientras se giraba para descubrir la presencia de su mujer en la casa.

¡Si, si, … pero es que al final me he entretenido con unas amigas en la plaza y hemos decidido ir a la de ocho!...¡Además hay unos nubarrones impresionantes, … creo que va a caer una buena!…

¡He vuelto a por un paraguas y… porque,…quería avisarte, por si querías cenar algo antes de que vuelva!

¡No hace falta, puedo esperar a que vengas, no creo que me muera de hambre por esperar una hora más!

¡No si no es eso! …Es que después de misa queremos ir mis amigas y yo a tomarnos algo al bar nuevo que han abierto. ¡Puedo prepararte algo en un minuto!

¡No te molestes! …Ya picare algo

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Pero, la esposa decidió no hacerle caso y se puso a trajinar en la cocina mientras preparaba algo suculento para su esposo antes de ir con sus amigas sin sentirse culpable por matarlo de hambre.

En ello estaba cuando el pequeño Juan se acerco a la puerta de la cocina para saludarla.

¡Me tengo que ir ya, señora! Le dijo a la mujer mientras se repasaba los labios con la mano ¡Debía asegurarse de que toda la lefa que había escupido la polla del macho había entrado dentro de su boca y no se había quedado a las puertas!

¿Por qué no te quedas y cenas con Benito? …Le dijo la mujer mientras batía con fuerza un par de huevos en un plato. ¡A mí no me cuesta nada haceros una tortilla a cada uno!

¡No gracias, se lo agradezco pero es que están a punto de dar las ocho y tengo que pasarme por la carnicería para comprarle un pollo a mi madre!

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¡No te preocupes por él chico!

¡Ha merendado bien! Le dijo Benito mientras entraba en la cocina para acercarse hasta el hornillo y apartar la sartén hacia un lado evitando que se quemara el aceite.

La puerta de la casa se cerró casi de un portazo mientras la mujer volcaba los huevos en la sartén. Juanito corría desesperadamente hacía la carnicería. ¡Si se la encontraba cerrada iba a tener un problema!. ¡el sabor pastoso de su boca lo delataba! …¡Era semen lo único que había tomado para merendar y cómo no consiguiera comprar ese pollo, esa iba a ser la única cena que tomaría ese día!

Las pelotas de Benito eran bastante leferas. Mientras le comía la polla con el peludo culo del hombre apoyado contra la puerta del despacho y con el pantalón bajado hasta las pantorrillas había lamido ligeramente esas bolas llenas de pelos que tanto le gustaban. A veces las notaba golpear contra su tierno culete mientras el banquero le embestía sin piedad. ¡Era una pena que el banquero no hubiera tenido hijos! …¡Ese enorme rabo y esas pelotas se perderían para siempre con él! …¡Pero hasta que eso pasara Juanito, el banco de esperma más joven del pueblo,  iba a intentar extraerles todo el jugo que pudiera!

Cuando notaba que ese enorme pollón estaba a punto de  correrse. Juanito se hacía un poco hacía atrás hasta que solo dejaba el grueso capullo dentro de su boca. Era tal la cantidad de leche que empezaban a disparar esas dos bolas peludas que si metía un centímetro más de polla en la boca, el semen se acabaría escapando por las comisuras de los labios, manchando el suelo o la impoluta ropa del banquero .

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¡He merendado bien!... pensó mientras su mano empujaba la puerta de la carnicería

¡Había luz en el interior, pero a pesar de ello la encontró cerrada! …¡Volvió a empujar con más fuerza sin éxito! …En la calle llovía a mares. Y se dio cuenta en esos momentos de que durante el trayecto hasta la carnicería se había calado hasta los huesos.

Miro hacia el reloj que colgaba de una de las paredes de blanco azulejo de la tienda. ¡Estoy jodido pensó al ver en el que marcaba las ocho menos diez!.

¡Seguía lloviendo y el agua que salía del canalón le salpicaba los pies mojados!

En ese momento vio salir del obrador al carnicero que lo saludo ligeramente con la cabeza. El hombre cogió una pierna de cordero del mostrador y una bandeja de carne y se metió dentro dejándolo de nuevo mirar como desaparecía a través del cristal de la puerta.

Volvió sobre sus pasos mientras pensaba en cómo iba a salir de esa. ¡Mojado hasta los huesos y sin pollo que llevar a casa! ¡Pero algo le dijo que esperara, que diera la vuelta y empezara a golpear la puerta de la carnicería!

Paco el carnicero volvió a salir mientras miraba al crio con cara de preocupación. ¿por qué no se iba? …¡Había cerrado, …Llovía a mares! ¿Qué diablos quería el chaval?

Juanito vio como el carnicero movía hacia a un lado el ensangrentado delantal para sacarse un juego de llaves del blanco pantalón. La cara de mala ostia del carnicero se lo decía todo. ¡Esto no es nada en comparación con la que pondrá tu madre cuando llegues a casa sin lo que se te ha encargado, pensó el chico!

¡Está cerrado! ¿es que no lo ves? Le preguntó al chico mientras lo miraba de arriba abajo. Se había calado hasta los huesos, y unos pequeños escalofríos recorrían el cuerpo del joven.

¡Si pero aun no son las ocho! …¡Necesito comprar un pollo!

¡Pues no me quedan!...¡Tendrás que venir mañana! …

¿Pechuga le queda? Preguntó Juanito deseando con todas sus fuerzas que aquel hombre le dejara pasar.

¡Creo que hay algo dentro! …¡Pasa y te dejare también un paraguas para que vuelvas a casa!

Paco se hizo a un lado para volver a echar la llave después de que pasara el muchacho. Juanito entro en la carnicería de puntillas intentando evitar inútilmente que el agua cayera al suelo recién lavado.

¡Anda pasa al obrador para secarte que mira como me lo estas poniendo todo!

El recinto interior de la carnicería no estaba ataviado con muchos lujos. Una cámara frigorífica donde el hombre metía la carne que le había sobrado de un día para otro, una silla sobre la que descansaban unos vaqueros y una camiseta interior con la que Paco pensaría cambiarse al terminar de limpiar y una pequeña estufa de gas butano que ardía haciendo que la reducida estancia interior se encontrara bien caldeada.

A un lado descansaba un tremendo tocón de madera sobre el que se descuartizaban las piezas de carne antes de sacarlas al mostrador y en la pared un calendario en el que había marcadas una serie de fechas en rojo. ¡Esos deberán ser los encargos! pensó mientras su rostro seguía recorriendo la estancia

Una bayeta amarilla impregnada en lejía descansaba sobre la madera, a su lado un barreño con agua y jabón y por el olor que desprendía debía de tener un buen chorreón de lejía como aderezo.

Paco cogió una fregona para volver a repasar el suelo mojado de la entrada. Juan lo había puesto perdido al entrar. ¡Ahora tendrían que esperar otros 20 minutos a que se secara antes de poder atraversarlo e irse a casa!. Le dijo al muchacho con bastante mala ostia, mientras movía la fregona de un lado a otro

¡Sera mejor que te quites esa ropa y la orees un poco al lado de la estufa, si es que no quieres pillar una pulmonía! Le dijo el carnicero mientras salía arrastrando la fregona hacía el mostrador.

Juanito se quitó la chaqueta del chándal y la colgó en una silla, después de apartar hacia un lado la ropa del carnicero. Pero los pantalones no se los podía quitar. ¡Estaban mojados, pero no llevaba nada debajo que tapara sus vergüenzas! …¡Por las prisas de la pillada a mitad del polvo que le había dado la mujer del banquero, había olvidado buscar los calzoncillos!...

¡En algún lugar de ese oscuro y frio despacho en el que había estado siendo enculado se había olvidado de recoger su ropa interior! …

¡Estoy jodido pensó mientras acercaba los pantalones lo más cerca posible de la estufa para lograr que se secaran rápidamente!

El carnicero entraba y salía en la habitación de vez en cuando, con una pieza de carne entre las manos o con alguna bandeja llena de embutidos que metía en el interior de la nevera sin prestarle la más mínima atención.

Juanito iba dando vueltas lentamente girando alrededor de la estufa de gas. La ropa iba perdiendo la humedad haciendo que el vapor de agua escapara del tejido en forma de humo que ascendía por la pierna hasta diluirse completamente en la estancia.

Al principio pensó que ese crepitar provenía de alguna de las maquinas de la carnicería, pero el olor a quemado le llego rápidamente a sus extrañadas fosas nasales. ¡Acababa de de notar como la parte trasera de su chándal estaba ardiendo!

Empezó a golpearlo con lo primero que pillo a mano pero el tejido de poliester con el que se hacían las prendas deportivas de los 80 ardía a una velocidad alucinante.

El forro interior lo protegía de la quemadura pero el colorido pantalón se estaba quemando sin poder evitarlo.

Lanzó las zapatillas hacía un lado y tirando del chándal hacia abajo se lo quito. ¡Ni siquiera se fijo en que el fuego se había extinguido antes de lanzar todo el pantalón en el interior del cubo de la fregona!

Cuando Paco entró en el obrador vio al chico desnudo de cintura para abajo y con los pantalones sobresaliendo del cubo del agua. Una densa humareda y un olor a quemado cubrían parte de la habitación.

¡Tío me vas a quemar la tienda dijo entre risas al ver como el joven intentaba cubrirse las vergüenzas en una especie de baile de san Vito!

¡Lo siento, señor pero es que se ha pegado fuego el chándal!

¡Ya veo ya! …¿y los calzoncillos también los has quemado?

Juanito se intento tapar aun con más fuerza al notar los ojos de ese hombre clavados en esa parte de su anatomía. ¡No, no llevaba ningunos! …atinó a decir

¡Muy bien! …¿y ahora qué vamos a hacer porque no creo que tu madre vea con buenos ojos que te deje en casa desnudo de cintura para abajo? ¿O acaso ella ya sabe que vas por ahí sin usar ropa interior?

¡No ella no lo sabe!

¿Sabes una cosa? Hace unas dos horas tu abuela vino por aquí para preguntarme si habías venido a comprar lo que te había encargado y le tuve que decir la verdad que no te había visto en toda la tarde.

¡Eso supongo yo que tendría una explicación lógica!…¡puede que hasta tuviera arreglo! …¡pero a ver cómo le contamos que has quemado tu ropa dentro de mi carnicería!

Mientras decía esto se iba prendiendo un cigarro para irme escrutando con la mirada.

¡Ha sido un accidente! Le dije yo mientras agarraba la chaqueta del chándal para cubrirme con ella mis partes.

¡Si, si, ya lo veo! El hombre agarro la bayeta y empezó a limpiar la madera con ella hasta quitarle la sangre,… mientras seguía hablando.

¡Podemos arreglar lo de esos pantalones si los pones a secar de nuevo!  Pero para eso tendremos que esperar por lo menos una hora, ¡ya me dirás tu qué necesidad tengo yo de irme más tarde a mi casa por tu culpa!

¡Le puedo ayudar a limpiar si quiere!

¿cómo en pelotas? Porque no te sientas en esta silla mientras me vas contando donde diablos estabas para que te estuvieran buscando esta tarde.

Paco coloco la silla de espaldas a la estufa y colgó el pantalón del chándal sobre el respaldo. El agua que llevaban empezó a gotear en el suelo mientras los dos lo mirábamos sin saber bien que decir.

Después se volvió hacía el tocón de madera y empezó a restregar fuerte con la bayeta para ir arrastrando a su paso la suciedad acumulada.

¿No me contestas? … ¡Verás chico si quieres que te ayude con el lio en el que te has metido será mejor que sepa a qué nos enfrentamos!

¡Estaba con un amigo! …¡Jugando… y eso!

¡Con un amigo! …¿Del instituto?

¡Si! …¡Jugamos todas las tardes en su casa!

¿Y se llama?

Mi silencio le hizo girarse de nuevo para volver a mirarme. Mientras le hablaba no podía evitar dejar de mirar ese culo algo grueso que se agitaba delante de mí.

El hombre me volvió a preguntar. ¿no sabes cómo se llama tu amigo?

Si, si,…Raúl

¿y sus padres cómo se llaman?...¡No conozco a ningún Raúl que sea de tu edad!

De nuevo el silencio,… ¿Cómo se llamaban los putos padres de mi amigo imaginario?

Paco decidió dejar de limpiar casi a la misma vez que dejaba de hacerme más preguntas. ¡Estaba claro que ocultaba algo! …¡Le estaba mintiendo!

¡Sera mejor que me cambie para que podamos irnos en cuanto se haya secado el pantalón! Me dijo al ver cómo lo miraba desnudarse delante de mí.

Esas fueron sus últimas palabras antes de colocarse delante de la silla en la que yo permanecía sentado.

¡Saber lo que pretendía resulto fácil! Mi mano se acerco lentamente hasta tirar de la goma del calzoncillo hacia abajo haciendo que la polla flácida del carnicero se mostrara por primera vez ante mis ojos.

La agarré con las manos para acariciar lentamente los huevos llenos de vello. Levante ligeramente la polla para rozar con la punta de la lengua el capullo un cubierto por el prepucio. Al tirar de la piel hacia atrás el olor a polla inundo el ambiente. Mi boca continuaba chupando con los ojos puestos fijamente en los suyos. Pretendía encontrar en esa mirada algún gesto de rechazo que me obligara a parar, pero en lugar de ello lo que notaba era como la sangre iba corriendo por las venas de su miembro viril haciendo que este fuera cobrando dureza con una rapidez pasmosa.

Mi lengua relamía esa polla haciendo que los primeros suspiros del carnicero empezaran a aparecer en la estancia. Le sujetaba el rabo de la base, mientras el hombre seguía mirándome impasible.  ¿Durante cuánto tiempo más tendría que seguir comiéndole la polla antes de obtener una palabra por su parte?

¡Lo haces bien! Me dijo mientras me quitaba mi juguete para descapullarlo antes de meterlo por completo en mi boca.

¡Ya sabía yo que con tu amigo Raúl jugabas a esto mismo! …¡si no hay más que verte! …¡Llevas la palabra maricón escrita en la frente!

Mame y mame durante más de media hora. Pero el carnicero no se corría. ¡Sabía de sobra qué debía hacer para evitar soltar su leche! La sacaba durante unos segundos mientras me golpeaba en la cara y en la lengua con el duro nabo ¡Después me echaba un lapo en la boca que mezclado con mi saliva le debía hacer aun más placentera la mamada!

Mientras chupaba y chupaba solo oía esas cuatro palabras. ¡Qué bien la comes!

¡Si quieres también puedes follarme! Le dije mientras me la sacaba con las mandíbulas algo doloridas.

Mientras le hablaba le sujetaba la gorda polla como si de un micrófono se tratara. La fina piel que la recubría se deslizaba en un lento vaivén ayudado por el ligero meneo que mi mano le ofrecía al duro instrumento. Esa polla podría ser el sustituto perfecto al hueco que la polla de Benito me había dejado en mi ojete.

Paco me miro durante unos segundos con una sonrisa mientras me acariciaba del pelo. Después se giro para dejarme allí arrodillado mientras veía como se introducía en la cámara frigorífica y salía al cabo de unos segundos con un lebrillo lleno de una sustancia blanquecina.

¡Tengo esta manteca aquí, hace ya un tiempo! …¡Pensaba tirarla porque se me olvidó meterla un fin de semana y se ha enranciado! …¡La voy reglando a las viejas que pasan por la carnicería para que hagan jabón con ella pero esta noche le vamos a dar otro uso!

Sus fuertes manos me habían levantado mientras veía como una de ellas se introducía en el mantecoso lebrillo para coger un buen chorreton de grasa. El contacto con mi culo fue frio. ¡Estaba helada! Le dije.

Pero el carnicero no paró de restregarme esa manteca por mi culete. El calor que desprendía mi cuerpo y el que irradiaba la estufa fue logrando que mi culete se fuera poniendo cada vez mas brillante. Sus dedos se deslizaban por el reluciente y me entraban en el ojete con una suavidad increíble.

Una buena parte de esa grasa se había adentrado en forma de pelota dentro de mi culete y ahora salía del mismo en estado semilíquido.

Antes de poder advertirle de que como siguiéramos en ese plan íbamos a poner todo el suelo del obrador perdido de grasa, noté como su gorda polla se colocaba en mi ojete y empezaba a abrirse paso.

La embestida duro poco, ya que tuvo la delicadeza de agarrarme de las caderas y tirar fuertemente de ellas hacía él. La polla entro con tanta suavidad que estuve tentado de pedirle que me diera un kilo de manteca para ayudarme en mis andanzas por el pueblo.

¡Esto más que un culo es un coño! Me dijo mientras me embestía a lo bestia logrando que la polla entrara y saliera con tanta rapidez.

Algunas veces en el retorno hacia el interior lo hacía atravesada hacía un lado, y un pequeño grito de dolor se escapaba de mi boca. ¡Calla maricón que va la cosa mejor de lo que me pensaba!...¿no ves lo bien que te entra?

La polla de Paco cargaba hacía la derecha. Por eso cuando me la metía notaba como las paredes de mi culo se resentían algo al notar esa barra de carne horadando el interior. Pero la manteca ayudaba y los dos gemíamos como locos.

De vez en cuando giraba la cabeza para ver como ese pollón profanaba mi entrada trasera. El brillo que destilaba hacia que mi atención se centrara en ese punto. ¡no debía decirle lo mucho que me gustaba ya que mi cara se lo decía todo!

¡Cada suspiro, … cada mordida de mi labio inferior para evitar gritar le animaba a seguir follándome con mas fuerza!

Finalmente las piernas le empezaron a doler. Todo el día de pie en el mostrador despachando a clientas, le empezó a pasar factura y tuvo que sacármela para sentarse un rato a descansar.

¿Dios que gusto no?...¡pero no puedo más! Me dijo mientras se sentaba en la silla.

Viendo como su polla no perdía dureza y  se balanceaba de un lado a otro antes de caer hacia un lado chorreando líquido me animé a continuar por donde lo había dejado

¡Puedo seguir yo! …Le dije mientras me colocaba sobre sus pantorillas y dirigía el brillante mástil hasta mi ojete.

Empecé a bajar lentamente, pero el culo se abrió con tanta facilidad y se engullo la polla tan rápido que en apenas unos segundos me vi cabalgando sobre su rabo dando botes en la silla mientras el carnicero me sujetaba por los cachetes.

Ese pollón tenía la longitud y el grosor perfecto para montar de esa forma. Pero no fueron pocas las veces en las que la polla se salía con los botecitos arrancándonos a ambos un suspiro de desesperación.

Alargué la mano hacia atrás y continúe botando sobre esa barra de carne. Sujetaba con la punta de los dedos la base de su rabo para lograr que este no se escapara de mi dilatadísimo ojete. En el ascenso la gorda polla se iba torciendo ligeramente hacia afuera pero mis dedos evitaban que el gruego capullo saliera disparado hacia atrás antes de volver a caer sobre el pedazo de carne hasta engullírmela entera.

Esos cinco minutos en los que estuvimos así se nos hicieron casi eternos pero ninguno de los dos quería que acabaran. Cuando sus berridos empezaron a recorrer la estancia anunciándome la corrida me negué a parar. ¡Quería que esa polla siguiera follándome  sin parar! Pero la leche que me empezaba a inundar las entrañas me confesaba que la subida a caballito estaba a punto de finalizar.

Con su polla metida hasta las pelotas y dando los últimos coletazos en mi interior me hice un poco hacia atrás para agarrarme la mía que estaba dura como una piedra. Unos segundos de meneo bastaron para que empezara a soltar lefa sobre la gorda y peluda barriguita del carnicero. Paco me sujetaba por las caderas mientras mi ojete se contraía una vez tras otra lanzando semen y intentando tragarse esa gorda polla que tanto placer me había proporcionado.

Después de eso caí sobre él y me abracé fuertemente a su cuello. ¡Ninguno de los dos quería separarse! Su polla aun dentro de mí iba perdiendo volumen, pero mi dolorido ojete no lo notaba. Mi culo estaba totalmente  preñado y su lefa no podía salir gracias al efecto tapón que ejercía la gorda polla del carnicero.

Sus fuertes y rudas manos me abrazaban mientras mi culo seguía contrayéndose una vez tras otra.

¿ha estado bien no? Me pregunto mientras me acariciaba del pelo.

¡Si no ha estado mal! Le dije mientras me ponía de puntillitas para empezar a levantarme.

¡Bueno ya conoces el sitio! …¡Cierro todos los días más o menos a la misma hora, así que cuando quieras algo de carne no dudes en pasarte!

¡Pero ya sabes que tendrá que ser de polla en vez de pollo!