La Carneada

Sentía cuando sus labios se colocaban en la entrada fruncida de mi trasero y lamían y succionaban y metían sus lenguas en mi interior a la vez que Yo mamaba como poseso aquel espolón de carne que me brindaba Mario para mi placer.

La Carneada

Era una tarde pesada, ya era viernes y en el trabajo estábamos rogando que terminara el día.

Los compañeros habían ideado una carneada en el patio de la oficina al terminar la jornada, ya se había mandado a la chica de mantenimiento a traer lo indispensable.

Todo comenzó estupendamente, todos comieron y bebieron a discreción; en eso se les ocurre ir al billar a jugar unas mesas y luego veríamos.

Tres de las chicas se apuntaron al billar, las otras chicas dijeron que tenían que llegar a casa, que los hijos, los maridos; el asunto es que éramos unos 15 varones y 3 chicas que salíamos de juerga este viernes.

Ya en el billar, todos tomamos cerveza y algunos uno botecitos de aguardiente; muy popular aquí.

Estuvimos hasta muy alta la noche y las chicas se liaron con unos compañeros y se fueron del billar a pasarla bien por su parte.

Quedamos doce, pero uno a uno se fueron a sus casas y al final quedamos tres.

Ninguna andaba en moto o carro, porque dijimos que sería peligroso conducir ya tomados.

Jean Paul, sugirió que fuéramos a la casa de él que allí tenía cervezas y licor.

Nosotros estuvimos de acuerdo.

Al llegar a la colonia Residencial Centroamérica, que es donde vive Jean Paul; tomamos unas cervezas, una botella y acomodamos todo para irnos al mirador de la colonia, que está en una altiplanicie y se mira una buena porción de Tegucigalpa.

Allí estuvimos charlando de lo rico que lo han de estar pasando los chicos con las mujeres de la oficina y que no está de más decir que muy guapas las tres, son unos forros completos dijimos.

Luego de tres horas, la bebida se agotó; regresamos a la casa de Jean Paul y como estábamos en Abril, hacía bastante calor.

Al entrar a la casa, todos quedamos sin camisas; Jean Paul, vivía solo con su hermano y este andaba de rumba con otros aleros de él y no había llegado aún.

Seguimos tomando, todos estábamos bien pasados de copas y escuchábamos música y nos hacíamos bromas.

Pusimos el karaoke con música de Vicente, Mana, Terrícolas y muchos otros.

La estábamos pasando bien y fue cuando Mario, sugirió que pusiéramos penitencia a quien se equivocara en la letra de las canciones.

¿Todos de acuerdo? dije Yo.

Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii dijimos todos.

Ok, dijo Mario; cada prenda caerá por cada error cometido, el que tenga más prendas acumuladas roba las de los otros y se adueña de ellas y para recuperarlas hay que pagar penitencia.

Ok, ok dijimos Jean Paul y Yo.

Comenzó Mario, cantando y volver voler, volver; a tus brazos otra vez, en eso se quedó callado y no siguió el ritmo de la letra y punto a nuestro favor.

Fuera zapatos, dijimos nosotros.

Y así continuamos, fui Yo el siguiente con una canción de Alejandro Sans; “amiga mí”.

No había comenzado, cuando me equivoco en la entrada.

Diablos, dije molesto.

Fuera zapatos, dijeron Mario y Jean Paul.

Y así fuimos uno a uno perdiendo prendas, los cuerpos de Jean Paul y de Mario eran los cuerpos de chavalos que han jugado futbol toda su vida, piernas gruesas, estómagos planos con algo de rayado y pecho amplio por lo de la respiración al correr, ambos con buenos traseros; firmes y redondeados por las zancadías de la práctica del mismo deporte; hasta pertenecían a unos equipos de futbol de segunda división ambos.

Todos estábamos en calzoncillos, Mario tenía más bien un bikini color negro que le marcaba un bulto bien sabroso y Jean Paul, tenía un calzoncillo blanco que estimo era de su hermanito; porque le quedaba bien ceñido y marcaba una verga adormecida hacia un lado un poco corta, pero bien gruesecita.

Yo, por mi parte; tenía un calzoncillo verde selva que a pesar de no ser ajustado, me marcaba y levantaba bien las bolas y el trasero lo dibujaba un poco regordete y sabrosón.

Quien tenía la ropa mayormente acumulada era Jean Paul, Cuando todos estábamos en bolas; perdió Mario y con toda la bebida ingerida, todos teníamos la pija un poco morcillona.

Bueno, dijo Jean Paul; en vista que has perdido, ¿te arriesgas a una cantada más para recuperar prenda ó a una penitencia, pero si pierdes la cantada a fuerza tienes que hacer una penitencia; estás de acuerdo, estamos de acuerdo?

Dijo Jean Paul.

Sí, sí, sí; dijimos los tres.

Ok,

Mario, vas a cantar: eso hombre que tú ves allí

Jajajajaj ja jajaja reímos todos.

No compa, esa no; dijo Mario.

A bueno, sino; vas de un solo a la penitencia, pero eso sí, tiene que ser con mímica.

Jajajjajajajaj nuevamente.

Ok, ok; lo voy a hacer dijo Mario.

Comenzó la música y con micrófono en mano, Mario comenzó su interpretación que está de más decir; estaba horrible.

Nada le salía bien.

Para, para dijimos ambos.

Vas a tener que hacer una penitencia que esssssssss: Recostarte en el sofá, abrirte de patas, mostrarnos el culito y tocártelo con el dedo medio varias veces.

Nooooooooooooooo ustedes me quieren joder a mí, noooooooooooooo   eso noooo.

Claro que sí, dije Yo; es una penitencia.

Mario, accedió a hacerlo; se acostó en el sofá mostrándonos el culito bien peludito; con su botón bien rosado.

Luego con el dedo medio comenzó a tocarlo como si de un tambor se tratara, dándole golpecitos que hacían que su dedo rebotara.

Ya, ya,  ya,  ya y ya dijo Mario.

Se levantó y pidió su prenda.

Jean Paul, le dio los zapatos.

No compa no se vale, dijo Mario.

A bueno devuélvemelos dijo Jean Paul y Mario se los dio.

Jean Paul, en respuesta; le devolvió solo uno de los zapatos.

Y fue de circo la cara que puso Mario al ver aquello.

Púchica, no vuelvo a confiar en ustedes nos dijo con cara de niño regañado.

Nosotros nos destornillamos de Mario en su propia cara y dando una vuelta alrededor de la mesa del centro de la sala, se tomaba sus huevos y verga y solo movía la cabeza y dijo: “Ya me la van a pagar, ya verán”

Cuando volvió a pasar frente a nosotros, que estábamos sentados en el sofá; le atiné una nalgada en esas sabrosas nalgas que se carga.

Hey, grito Mario.

Yo atiné a decir: “es que deja de bambonearlas que ya hasta me están dando ganas de pegarles una mordida”

Y Mario en plano de bolo desafiante dijo: ”vení pue, dale una mordidita a ver si te atreves”.

Y Yo, ni corto ni perezoso; me levanté de donde estaba y tumbándolo de boca a una de las butacas de la sala, le tomé las caderas entre mis manos y planté un leve mordisco en cada una de las nalgas.

Quedó marcada cada nalga con un leve mordisco que no dejaría huella en unos minutos después, pero eso es algo que no hubiera hecho en mis cabales.

Jean Paul, vitoreaba y aplaudía mi azaña.

Mario, estaba como asustado de que me hubiera atrevido a hacerlo.

No dijo nada, solo hacía un par de ademanes como de querer hablar y al final:

“Joder, René; no pensé que fueras a hacerlo, pero diré algo que no he dicho nunca: siempre quise que alguien me hiciera algo así”

Fíjense: que a mis chavas Yo las he mordido en las nalgas y ninguna de ellas a pesar de haber tenido la oportunidad no lo han hecho nunca y a mí me daba penita pedirles que lo hicieran.

Me has jodido, eso me gustó semejante cabrón.

Me gustó, dijo Mario.

Jean Paul y Yo reímos con ganas de la confesión de Mario.

Jean Paul dijo: “A mí lo que siempre me ha llamado la atención es que me laman las axilas, las muerdan con cariño y las besen”, nunca lo he sentido.

Pues les diré que a mí, lo que me gustaría sentir es que me den una lamida de culo que recuerde toda mi vida; es un poco chancho lo sé, pero eso me mola pensar que me haga la chica con que estoy.

Estábamos todos dando a conocer nuestras propias fantasías y a cada uno de nosotros se nos fue poniendo dura la tranca.

Con disimulo, cada uno intentó taparla; pero todos nos habíamos visto en la situación de que al decir nuestros propios deseos sexuales, nuestros penes se fueron poniendo duros al tanto que logramos una buena erección cada uno.

Se mantuvo un silencio un tanto incomodo en el cual, todos nos volteamos a ver y bajábamos las vistas a las vergas del otro y luego así todos nos reconocimos unos a otros y comprendimos que habíamos tocado un tema muy intimo de cada quien y que no había punto atrás.

Mario fue el que rompió el hielo de la situación.

Hey chavos, esto se puso un poco caliente y sugiero que a cada uno le concedamos su deseo los otros dos y aquí mismo todos nosotros guardamos el secreto para nosotros tres.

Ok, dijimos a una sola voz.

Fui el primero en lanzarme al sobaco de Jean Paul, era una axila medianamente poblada de pelos suaves y medianos; tenía un olor a desodorante y humor de hombre limpio.

Ese olor no lo olvidaré nunca, era más bien agradable a lo que me suponía Yo.

Mario, se movió desde el otro lado de la sala y llegó hasta donde estábamos en el sofá.

Primero olfateó la axila de Jean Paul, luego le dio un lametón rápido y corto y luego comenzó a comer en aquella axila como si la vida se le fuera en eso.

Yo por mi parte, lamia y relamía aquella axila que me parecía exquisita para mi boca; mi lengua no paraba de degustarla ya en su viva fibra, porque ella misma se había encargado que el resto del desodorante desapareciera hacia el interior de mi garganta y fuera depositado en mi estómago.

A momentos mi boca tomó un pezón de Jean Paul, era un pezón grande, amplio, de color rosa oscura y un botón en el centro que se erguía como asta en patio militar.

Mario por su parte, también había encontrado ese botón delicioso y no solo eso; había subido al cuello de Jean Paul y lo lamía a discreción experta.

De Jean Paul, solo se escuchaban unos fuertes suspiros, jadeos y algunas cosas que no se podían entender.

Su cuerpo estaba tenso, su verga apuntaba al cielo sin poder ser atendido por nadie; todos estábamos concentrados en esas axilas y en los pezones que no teníamos tiempo de atenderla y Jean Paul estaba como aprisionado bajo su propio yugo, ya que nuestras manos abrían sus brazos a todo lo largo del respaldar para poder darle placer y hacerlo disfrutar.

Paren, paren jadeo Jean Paul; me van a hacer acabar y sin tocarme cabrones.

Mario y Yo, paramos de hacer tan sabrosa encomienda; nunca pensé Yo que eso llegara a ser tan satisfactorio para hacer como para recibir.

Fue cuando sin decir nada, Jean Paul; tumbó a Mario en su regazo y primero le dio una palmada que resonó en toda la sala.

Luego doblándose, dio un lametón a tan apetecible glúteo y dio una leve mordida que hiso que Mario lanzara un suspiro fuerte y que Yo desde mi posición; me estirara por sobre su espalda, pasando mi lengua desde su nuca y bajando por todo lo largo de su columna vertebral hasta llegar a donde comienza su raja.

Mis manos, una en el sofá y la otra amasando ese enorme, duro, afelpado y delicioso cachete; para luego posar un sonoro beso y comenzar a darle pequeños besos y mordidas al igual.

Jean Paul, se colocó del otro lado; en medio de las piernas de Mario y comenzando por la ante pierna, fue subiendo hasta llegar al par de globos blancos que resaltaban en una marca de sol que Mario tenía a consecuencia de un día de piscina que tuvimos el grupo en forma clandestina en la piscina del club del Bancatlan.

Ese culazo de Mario, quien lo miraba en carne viva; nadie se olvidaba de el.

Mario, también se retorcía del gusto; su culo se elevaba y bajaba, se movía a un lado y luego al otro como el movimiento de un pez fuera del agua, pero esta vez, el pez no quería regresar a su caudal.

Todo el cuerpo de Mario comenzó a transpirar, era un sudor entre dulzón y salado; algo así como quererse comer un maní sin devorarlo.

Fue Jean Paul, quien en sus viajes a los glúteos de Mario; encontró la entrada, entre ese par de nalgas oculto y subió y bajó por aquella calle llena de pelambre y sudor.

Su lengua hacía que los pelos se le pegaran a causa de la abundante saliva allí depositada por su boca y lentamente fue encontrando el pozo del placer de Mario y este grito un SÍ, ESO, QUE RICO MAN.

Ufff, Jean Paul me miró al escuchar eso y Yo lo miré también; Jean Paul, volvió a pasar su lengua por ese agujerito rosadito que habíamos visto ya y Mario volvió a gemir, a ronronear del gusto de estar siendo lamido y mordisqueado en su rico panal.

Fue en ese mismo momento, cuando Mario girando un poco su cuerpo; fue alcanzando con sus manos mis glúteos y mi trasero.

Con un dedo alcanzaba mi ano y lo acariciaba mojando sus dedos en su boca.

Al ver Jean Paul todo esto, se levanta y va hacia atrás de mí y comienza a darme un sabroso lengüeteo en mi oricio anal y Yo comienzo cumpliendo mi más hondo deseo sexual.

Ahora la verga de Mario está a mi disposición, mi ano al de él y de Jean Paul.

Yo tomo aquella macarra de carne y jugos que se presenta ante mi hambrienta boca, como si de un chupete con fuente natural de jugos se tratara.

Comienzo a paladear el líquido que de allí emana y comienzo a llenar de ese sabor tan especial que solo un hombre te puede brindar.

Pronto, pude sentir la forma en que ambas lenguas se pugnaban por sodomizar mi ano.

Sentía cuando sus labios se colocaban en la entrada fruncida de mi trasero y lamían y succionaban y metían sus lenguas en mi interior a la vez que Yo mamaba como poseso aquel espolón de carne que me brindaba Mario para mi placer.

No sé, en qué momento todos habíamos caído al suelo y nuestros cuerpos hicieron que la mesa del centro se corriera sin nadie haberlo hecho.

Todos estábamos trenzados en la sabrosa labor de mamar al que estaba al frente y poder degustar de los huevos, las nalgas, el culo y la verga de nuestro amigo y compañero de labor.

En un momento dado, cambiamos de posición y ahora hacíamos labor oral en el amigo que ya nos la había brindado a nosotros; todos gemíamos del gusto; Yo en este momento, tenía a Jean Paul totalmente despatarrado para mi deleite y mientras lo mamaba, insertaba dos de mis dedos en su interior.

Al principio respingó un poco, con una mano quiso quitar mis dedos de su ano; pero mi determinación era tal que volví a la carga y lo logré.

Jean Paul, ya no objeto mis dedos; al contrario, movía su colita para lograr una mejor penetración en él.

Mario por su parte, metía su lengua completa en mi trasero y se tomaba de mis piernas para darse mayor penetración en mí.

Y Jean Paul, estaba con chupete nuevo; tenía la verga de Mario metida hasta las anginas.

Su cara se tornaba roja a momentos y sus arcadas no dejaban de escucharse, pero sus intentos de que esa pija lo penetrara hasta lo más profundo de su garganta no se dejaban esperar.

Muy pronto Mario anunció que se iba a venir, que ya no aguantaba más.

“Me corro Jean, me corro” dijo Mario.

Fijo man dale, dijo Jean Paul al dejar un momento la pija de Mario por fuera de su boca; pero que en ese momento la volvió a engullir.

El mete y saca de Jean Paul continuaba y Mario solo se logró tensar al comenzar su descarga de semen en el interior de la garganta de Jean Paul.

En la entrada de la boca de Jean Paul,  estaban los huevos de Mario y bien dentro de su garganta su glande que disparaba los calientes y espesos mecos de Mario hacia el interior de Jean Paul.

Yo por mi parte, saque la verga de la boca de Mario y comencé a vaciarme; literalmente dicho, comencé a vaciarme en el pecho de Mario y llenarlo por completo de leche que brotaba de mis huevos que Mario tomó en sus fauces y comenzó a succionarlos al tiempo que estos sacaban toda su carga a través de mi pija hasta su pecho.

Jean Paul, al sentir que Mario lo estaba llenando de rica leche en su garganta y este llegaba directo a su estómago, comenzó a disparar como fuente placera un sin número de trallazos que asemejaban un spray de blanca lefa que llenó toda mi cara y pecho y Yo pude sentir como era completamente rociado por un líquido caliente como si de ducha se tratara.

Todos caímos rendidos en la alfombra, estábamos exhaustos, completamente bañados de semen y en mis últimos movimientos de calentura sexual; me incorporé para ir por mi propio semen, depositado en el pecho de Mario y lo lamí, sí lo lamí todo y pude degustar por vez primera mi propio néctar masculino, fue genial.

Luego de unos breves instantes, nos levantamos; Jean Paul nos indicó que fuéramos al baño a ducharnos y así lo hicimos.

Cuando estábamos en la ducha en pleno alboroto borrachil todavía, llegó el hermano de Jean Paul y nos encontró en plena faena de jodienda.

Hey, ¿qué hubo bro? Dijo el hermano de Jean Paul

Y este solo respondió: “Aquí bro, nos queremos comer el culito de Mario pero es que no se deja el condenado”

Jajajajajaja rió el hermano de Jean Paul.

Un día de estos y se me vuelven maricones todos ustedes dijo el hermano de Jean Paul.

Riendo a carcajadas como estaba se fue, se metió en su cuarto y no lo volvimos a ver.

Sobre nombres y lugares ya saben que bla bla bla bla, por proteger a los involucrados.

Espero sus comentarios en TODORELATOS y en mi email.

Gracias por todos los email y comentarios ya recibidos.

LUDAVAGI

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