La carne se hizo deseo 2

Sigun mis aventuras con mi suegrito, cada vez más compenetrados el uno con el otro.

Hola a todos. Quiero agradecerles por los mensajes que he recibido por parte de los lectores. Si no he escrito ha sido por falta de tiempo para poder seguir contando esta historia que de sólo recordarla se me eriza la piel. Por ahí dicen que recordar es vivir.

Tras esa tarde de pasión y lujuria, decidí alejarme de la casa de mi novio, más que por vergüenza, por sentirme vulnerable ante la presencia de mi suegro, pues sabíamos que teníamos una conversación pendiente de todo lo que había ocurrido esa vez entre nosotros. La verdad, dicha tarde, no la queríamos dañar racionalizando todo lo ocurrido.

Pasé casi un mes y con mil excusas no había vuelto a dicha casa, pero el destino siempre se entromete en nuestros planes, y un día entre semana, luego de asistir a la universidad, fui hacer algunas compras al centro comercial Andino, en el norte de Bogotá, y sin darme cuenta, aparecieron mis suegros en su camioneta por una de aquellas calles. Era evidente que me habían visto, así que sin más remedio me acerqué a saludarles por el asiento del copiloto, donde se encontraba mi suegra.

Para mi fortuna, tanto yo como mi suegro, llevábamos lentes de sol, porque quizás nuestras miradas hubieran sido completamente delatadoras en ese momento, pues de inmediato vinieron a mí las imágenes más calientes de ese encuentro de aquella tarde. Sencillamente no podía verlo sin desnudarlo con mis ojos.

-Corazón, cómo estás, para dónde vas-, dijo mi suegra.

-Estaba haciendo unas compras y ahora voy a la universidad-.

-Sube que nosotros te acercamos-.

-No tranquila, no se preocupe-.

-Anda, sube ya que vamos por ese camino-.

Mi suegro no decía nada, sentía temor de mis propios deseos, pero igual, iba mi suegra, ella nos protegía de los impulsos que sentíamos los dos.

Con lo que no conté es que algunas calles más adelante, mi suegra se bajaría para vivir una tarde de spa, desconectada de todo el mundo y mi suegro pasaría por ella cerca de las seis de la tarde.

Así, ella se bajó y me pidió que me hiciera adelante, quedaría mal no hacerlo, así que me subí y arrancamos sin decir una sola palabra. Unas calles más adelante, frente a un parque desolado, mi suegro detuvo la camioneta y la apagó. No sabía qué pensar, estaba hecha una maraña de nervios, así que decidí que él hablara primero.

-Debemos hablar, lo sabes…-

-Si, lo sé…-

-Yo estaba decidido a que esto no podría seguir, que no le podría hacer esto a mi hijo, a mí esposa, que lo que pasó aquella tarde inolvidable no podría ocurrir jamás, pero sólo al verte ahora, se me olvidaron las culpas y durante todo el camino he sentido sólo deseos por ti-.

Mucho más no había que decir, Solo al verlo así empecé a humedecer mis tanguitas, y más aún cuando me fijo en su pantalón una erección que difícilmente podría ocultar. Tan sólo me acerqué a él para fundirnos en un apasionado beso abrazados por un largo tiempo y volver a olvidarnos del mundo exterior, mientras sus manos empezaban a recorrer mi cuerpo y yo me apoderaba de nuevo de su poderosa herramienta que volvería a ser mía, lo que hacía palpitar sobremanera lo más profundo de mi vagina.

Sin más palabras, arrancó la camioneta y nos dirigimos a uno de los moteles (residencias) que quedan por la zona de Chapinero. Una habitación, un lugar donde pudiéramos ocultarnos del mundo era lo único que necesitábamos. Eso sí, lo primero que solicitó fue una serie de condones, lo cual pronosticaba una faena de varias corridas.

Ya a solas, de pie, me levantó de las nalgas y yo lo abracé con las piernas y brazos, quedando enganchada a él en una posición perfecta para sentir la dureza y grosor de su falo por encima de la ropa. Mientras nos besábamos me iba moviendo para poder frotarlo contra mí, y lograr humedecerme aún más de lo que ya me encontraba.

Estaba realmente cachondo, sin control, por lo que me lanzó a la cama y empezó a desnudarse mientras yo me sacaba un seno por entre el escote y jugaba con él y mi otra mano frotaba mi cosita para su deleite, lo cual hizo que se apresurara a desnudarse por completo.

Así, desnudito, se lanzó hacia mí y mientras me desprendía de cuanta prenda traía, no dejaba se besar, chupar y succionar la parte de mi cuerpo que iba desnudando, lo cual me producía una mayor calentura que fue evidente cuando me dejó en tanguitas, que eran blancas pero ya parecían trasparentes de tanta humedad caliente.

No tardo en ponerse entre mis piernas y por encima de mi tanguita empezar a frotar su poderoso tallo. Se notaba que sabía bien lo que me gusta pues con paciencia y tiempo lo froto hasta que empecé a gemir, cerrando los ojos y manoseando y apretando mis tetas a su propio ritmo.

Luego, en la misma posición, empezó a descender, no sin antes devorar literalmente mis tetas con su boca, apretándolas con sus dos poderosas manos, succionando mis pezones como él sólo lo sabía hacer hasta aquel entonces. En un momento sólo su boca se quedó trabajando mis ya duros senos para empezar a amasar mis nalgotas, cosa que me encanta y me excita más.

Con paciencia pero con mucho deseo a la vez bajo por mi abdomen, hasta llegar a entre mis piernas, correr mi húmeda tanguita y empezar su estupenda labor con la lengua. Una de las tantas cosas que me fascinaban de él era esa precisa dosis entre pasión y deseo, con la paciencia para hacer las cosas bien. Lo digo porque pese a lo excitado que estaba en ese momento, de rodillas ante mí, tuvo la paciencia de empezar a jugar con los labios de mi vagina suavemente con la punta de su lengua, sin prisas pero tampoco sin pausa alguna, lo que poco a poco hacía que mis piernas temblaran, que casi perdiera el equilibrio, por lo que sólo podía sostenerme de su cabeza aprisionándola contra mí.

De un momento a otro me volteó, hizo que me apoyara en el borde de la cama y abriera un poco más las piernas, sacando aún más mi culo. Él siguió en la misma posición y empezó su trabajo con su lengua, labios y manos a través de mis muslos hasta volver a llegar a mi cuquita, dando largas lamidas entre ella y mi anito.

Con él, poco a poco descubrí mi debilidad por los placeres anales. Él me llevó por esos deleites, poco a poco, siempre explorando un poco a poco pero sin el afán de hacerlo todo en un solo polvo.

Sin verlo, me excitaba sentir su rostro metido entre mis nalgas, las que no dejaba de acariciar, apretar y amasar a su antojo, mientras yo no dejaba de gemir por el infinito placer de su lengua dentro de mi chochita y en ocasiones la punta de ella en mi anito, o sus dedos allí poco a poco abriéndose paso.

Fue allí que me regaló el primer orgasmo del día, el cual fue intenso, transpirarte y casi narcótico, que me hizo gemir como una gata en celo, quedando con la garganta seca y tirada en la cama completamente débil. Necesitaría de algunos momentos para que las fuerzas volvieran a mí y poder seguir, pues apenas era el comienzo de la acción, más aún cuando lo vi de pie con su verga completamente erecta, con los deseos de que yo le devolviera los favores que acaba de darme, lo cual haría encantada.

Así que gateé hasta el borde de la cama donde él se encontraba y empecé un juego de palabras que no sabía que a él le excitarían tanto y que sería el detonante del resto de nuestros encuentros pecaminosamente sexuales, entre mi suegrito y yo, la novia de su único hijo.

-Suegrito, ¿qué tiene, está malito?”, esto le dije mientras me pasaba la punta de su pene por mi rostro, por el borde de mi boquita, para sentirla como estaba de grande, gruesa, pero en especial dura como una roca, lo que más me excitaba a mí.

Me tomó del rostro tiernamente, pero sin separarme de su pene, “me tienes loco loco nuerita”, me dijo…

-“Si suegrito, yo haré cualquier cosa para que mi suegrito esté feliz”, diciéndole esto me tragué por completo su verga, hasta que mis labios inferiores se toparon con sus guevas y su glande casi me deja sin respiración al llegar a la garganta.

Como extrañaba tener su potente pene en mi boca mientras veía como él cerraba los ojos y gemía de placer, para empezar a confesarme que a su esposita no le gustaba mamarlo, aunque a él esas prácticas le encantaban.

No podía creer que a una mujer no le gustara chupar semejante delicia que tenía este hombre entre las piernas, por lo que no dudé en decirle: “Tranquilo suegrito, que si a mi suegrita no le gusta mamarlo, su nuerita lo hará por las dos”, y de inmediato me la volví a meter en la boca. No quería dejarla de chupar mientras una de mis manitas le acariciaba sus bolas y con la otra empezaba a frotar mi cuquita.

No me iba olvidar de lo rico que goza mi suegrito cuando le lamo y le chupó las bolas mientras me froto su vergota por mi cara, lo cual lo enciende tanto que empieza a manosear mis tetas, chuparlas a su antojo.

-!qué rico suegrito! Que delicia”, lo cual sentí que lo excitaba aún más, cosa que luego utilizaría siempre a mi favor.

De ahí me lanzó a la cama y se puso entre mis piernas para tomar con una de sus manos su verga y empezar a frotar intensamente la cabeza de ella a lo largo de toda mi raja húmeda y caliente por mis fluidos y por su saliva.

-“¿Quieres ser mi nuerita putita?” era lo que me preguntaba visiblemente arrecho, a lo cual quería responderle con algo más caliente, que lo pusiera mucho más hot: “Si, si suegrito, tu nuerita golfa comevergas”.

En ese momento me la ensartó plena, entera, hasta que sus guevas chocaron con mi humanidad lo cual me hizo gemir y quedar sin aire, para empezar a sentir como me la sacaba y metía sin misericordia mientras mi cuquita se acostumbraba, de nuevo, a esa vergota exquisita que me encantaba tener dentro de mí.

Lo que más me gustó fue cuando tomó mis piernas y colocó mis rodillas cerca de mi pecho, lo que le permitió penetraciones mucho más profundas, por lo que mis gemidos casi me dejaban sin aliento.

En esa pose nos encantó quedarnos hasta que me hizo llegar en varias veces, mientras que el, con desesperación, me agarró las tetas fuertemente y me la clavó hasta que eyaculó dentro del condón, quedándose casi desmayado encima de mi cuerpo desnudo, sintiendo nuestros latidos del corazón a mil por hora pero que poco a poco iban descendiendo.

Quizás no queríamos o no podíamos hablar del tema, preferimos disfrutar de nuestros cuerpos pues los minutos siguientes fueron de descanso y de muchos mimos entre los dos. No queríamos recordar, en ese instante, que estábamos en un motel, yo con mi suegrito y el con la novia de su adorado hijo, éramos los dos solos en el universo.

Pero sonó su teléfono celular, y al mirarlo, era su hijo, mi novio. Pensé que no lo atendería, que luego le diría que estaba en una reunión de negocios y que le devolvería la llamada después, pero no fue así. Mi suegro se despegó de mí, se hizo al lado mío en la cama y respondió la llamada.

-Hola hijo, cómo estás… no los voy aburrir con la conversación que tuvieron que era relacionada con unos posibles estudios de mi novio en el exterior, lo cierto es que me excitó la idea de ver a mi suegrito desnudo, lleno de sudor sexual, hablando con mi novio y yo al lado en la misma situación.

Se me ocurrió empezar a besarle el pecho y acariciarlo, cosa que le sorprendió pero no le molestó… y poco a poco fui descendiendo por su pecho y mis manos tomaron su falo que ya había perdido buena parte de su erección y lo despojé del condón que aún no se había quitado. Le hice un nudo para que no se regara su espesa leche y lo lancé a un lado de la cama, para empezar a manosearlo junto a las bolas y volviera a ganar dureza.

Lo miré al rostro y mientras su hijo le decía algo, mi suegrito me miraba con una morbo que nunca antes le había visto, le encantaba lo que hacía, y por primera vez en mi vida, empecé a mamar una verga con restos de semen en ella, lo cual no me disgustó, es más mi vaginita algo dolida empezó a lubricar de nuevo.

Desde ese momento descubrimos que no sólo éramos infieles, sino que nos encantaba la emoción de hacer cosas cerca de mi suegrita o de mi novio, cosas que con el tiempo harían parte de nuestros más calientes juegos sexuales.

Él seguía en su charla y yo intentaba desconcentrarlo a través de unas mamadas largas, intensas y profundas, jugando con su verga en mi boca, frotándomela en el rostro y practicando todo aquello que había visto algunas veces en ciertas películas porno. No pensé que ese tipo de cintas fueran material educativo (jejeje).

Apenas colgó la llamada, no resistió y se puso realmente como loco. Mi suegrito poco a poco tomaba más confianza y se liberaba de las ataduras que muchas veces no nos permite disfrutar del sexo a plenitud.

-Nuerita golfita eres una putica traviesa, cómo me lo mamas mientras estoy hablando con mi hijo, que malvada eres- me lo decía a la vez que me tomaba de la cabeza queriéndome hundir su pene en mi boca, queriéndome ahogar con su vergota que casi llegaba a mi garganta.

-¿Te gustó suegrito?- Le dije de manera tierna mientras me sacaba su falo de mi boca y lo pasaba por todo el entorno de mis labios. –¿Te gusta que tu nuerita te lo mame mientras hablas con tu hijito cornudo?- Me lancé a decirle para medir su reacción. –¡Si me encanta! Además no es culpa mía que mi hijo salga con perritas tan ricas y calientes que les encanta la verga-, confesó.

-¿Te gustan las perritas como yo suegrito?- le dije mientras volvía hacia su rostro, -Me fascinan las putas como tu-, a la vez que me apretaba las tetas de una manera que me arrechaba de inmediato. -¿No te importa compartirla con tu hijo?-, -No, antes me encanta culearme a su novia-, en ese momento me senté sobre su verga y lo cabalgué frenéticamente, y él, no se decidía si manosearme las tetas, tomarme por la cintura o apretarme el culo, pero todo lo hacía de maravilla, y entre más le decía cosas, más se excitaba.

Sin duda alguna ese día descubrí el gran poder de la palabra en el sexo, cómo puedes lograr manejar a un hombre, a la hora de follar, controlándolo a través del oído, sabiendo bien qué decirle y en qué momento hacerlo, pues esas cosas sólo las decíamos en la calentura.

-Me encanta tu verga suegrito, por mí me la como a diario-

-Dale nuerita, todo lo que tú quieras.

-¿Si? ¿Y qué le dejamos a tu hijo, a mi novio?

-Eres una putica caliente que puede atendernos a los dos-

-¿Si suegrito? ¿Quieres que me los coma a los dos el mismo día?

-Me encantaría comerte sudadita y untadita de la leche de mi hijito.

-Si eso es lo que quiere mi suegrito, eso le daré-.

Toda esta conversación mientras lo seguía cabalgando y él se excitaba a un más, pero no me iba a quedar ahí, en un instante me pegué a su cuerpo y le susurré al oído. –Tienes la verga más rica que la de tu hijo-.

Entró en desesperación. Literalmente me lanzó al otro lado de la cama, me puso en cuatro y me la ensartó de nuevo mientras me tomaba de las caderas y hacía todo tipo de preguntas a las cuales nosotras las mujeres siempre decimos lo mismo, si la tuya es la más rica, la más grande, la más apetitosa.

Cabe recordar que de la calentura se nos había olvidado el condón, cosa que siempre es y será un error hacerlo sin protección.

Se me pega a mi espalda y me dice: -Quiero venirme en tu boca-, algo que jamás había hecho, pero en ese instante estaba dispuesta a todo, así que, -Suegrito tus deseos son órdenes-.

Pasaron algunos minutos, se concentró en el mete y saca y cuando estaba a punto de… me hizo una seña y me acosté boca arriba, paraqué le pusiera la cabeza de su pene en mi boca y empezara a emanar de ella toda su leche caliente, espesa, la cual no me la pasé, no sabía qué hacer con ella, y él se dio cuenta, por lo que me empezó a indicar como jugar con ella en la boca, sacarla, mostrársela, dejarla escurrir un poco por la comisura de mis labios, tragármela y volver abrir mi boca para mostrarle que no desperdicié gotica alguna.

De nuevo, desnudos, abrazados y sudorosos en esa cama de motel. Por un tiempo pasamos por una conversación de nosotros sin tocar ni el tema sexual ni la familia y mi novio. Hablamos de su trabajo y de mi universidad, cosas así.

Luego, decidimos tomar un baño, lo necesitábamos, iniciando un nuevo juego sexual balo la ducha, donde él se hizo detrás de mí, se pegó a mí, lo cual me encanta, pues es delicioso sentir en mis nalgotas como un pene se va convirtiendo en una monumental verga dura, gruesa y venosa como la de él, mientras su boca se concentra en mi cuello, en mis orejas con su lengua libertina. A veces sus dos manos acariciándome las tetas, apretándolas como queriendo ordeñarlas… En otras, una de sus manos descendía a mi golosa cuca para acariciarla y que en ella entraran sus dedos a su antojo.

Ha sido de las duchas más deliciosas que he tomado en mi vida, en especial cuando su cabeza descendió por mi espalda y llegó a mis nalgas, las abrió, y mientras sus dedos se volvían a perder dentro de mi chocha, su lengua se dedicó a mi ano, el cual quería perforar con la punta de su inquieta lengua. Con eso tuve para que me regalara otro grandioso orgasmo, que me había doblar las rodillas.

En ese instante él estaba listo para clavarme como si fuéramos dos perros en celo, porque lo éramos con nuestra forma de tirar y de gemir tan rica, con el pegado a mi espalda empujándomelo rico y sus manos en mis tetas apretándolas cada vez más, o bajando una mano para acariciar mi gallito de la manera más rica y apetitosa, mientras el agua no dejaba de caer por nuestro cuerpo.

Esa vez, sólo esa vez, sin pensarlo, me llenó la vagina con su flema caliente. Un error, otro error de ese día, pero no puedo dejar de admitir que fue exquisito sentir la leche dentro de mí y luego el proceso en que ella va saliendo de mi vagina poco a poco a través de los labios de mi cuquita bien adoloridos.

Así fue nuestro segundo encuentro, donde dejamos claro que ero sería un presente, que se debía acabar pero no sabíamos ni cuándo ni cómo, acordando que todo lo haríamos lejos de la familia, que no teníamos por qué involucrarlos ni que salieran afectados, cosa que no cumpliríamos a cabalidad, pero eso es otro cuento. Si quieren que les siga contando lo que ocurrió con mi suegrito más adelante háganmelo saber y con gusto se los relatare, pues pese al tiempo, al paso de los años desde aquella aventura, aún la recuerdo y se me humedece mi cuquita golosa.