La carne de Tiago

Gus es tímido, estudioso, solitario y vegetariano. En una cita a ciegas lo conoce, se entusiasma, se enamora y por fín se encama con alguien de carne y hueso.

Yo fui a esa pizzería porque la coreana me obligó. No suelo ir a pizzerías. En realidad no voy casi a ningún lado. Salgo poco. Vivo lejos de todo. Soy un flaco (musculoso pero flaco), vegetariano, muy tranquilo, muy, pero muy tímido. Ella me dice siempre, que no haga tonterías y que no me encierre "porque así no te vas a casar" Soy un chico demasiado casero, quizás poco sociable. Un solitario que se la pasa estudiando, o escuchando música, navegando por Internet., o trabajando en el negocio de mi tío.

Yoyana como le digo yo, sabe que me gustan los chicos, y esa tarde ella quería que yo conociera al hermano de una compañera suya de la facultad

Tiago tiene 21 años como vos, es re lindo, deportista, ojos claritos, con una sonrisa hermosa, y muy machito – me dijo la coreana guiñándome unos de sus ojitos oblicuos agrandados por sus anteojos con mucho aumento.

Si es muy machito, no va a pasar nada- le contesté molesto. Sólo a la coreana se le podía ocurrir "hacerme gancho" con un chico heterosexual. Pero es tan buena, que yo nunca le puedo decir nada.

Haceme caso a mi, aunque no lo parece Tiago es como vos, dijo enfática.

¿Y cómo soy yo? , ¿Que parezco, che? - pregunté desafiante.

Un muchacho dericado - dijo. La ele no la podia pronunciar bien y yo era para ella un muchacho delicado. Una forma "dericada" de decir, un chico gay.

Pasó a buscarme a mi casa. Me hizo cambiar la ropa que me había puesto, dijo que estaba muy desprolijo. Me hizo peinar el pelo con gel, lustrar los zapatos. Me miró de arriba abajo y cuando estuvo conforme con mi aspecto, salimos

Llegamos al lugar y estaban Tiago y su hermana Analía. Ella fumaba y el tenía cara de ¿Qué hago acá? Casi me caigo de espaldas cuando lo vi. Era hermoso, más que hermoso, era un sueño. Un poco más bajo que yo, pero más musculoso, con unas espaldas bien anchas y un cuerpo muy marcado por horas de gimnasio, muy varonil, muy simpático y con una sombra de bigote de dos o tres días que le bordeaba los labios. Noté en ese momento que sus labios eran carnosos, húmedos, rosados, besables. Me morí del gusto y volví a nacer. Cuando esos ojos claritos me miraron por primera vez, me sentí mejor, más atractivo, más lindo. Después pensé: tiene ojos que embellecen todo lo que miran…Pero también pensé, este chico no es gay, no te hagas ilusiones.

Tomamos varios cafés, un capuchino, dos cortados, una lágrima y nos miramos o al menos yo lo miré, a cada momento. Las mujeres, fumaban y hablaban hasta por los codos, pero nosotros apenas si contestábamos con muy pocas palabras, nos mirábamos al principio con disimulo, brevemente, luego con más confianza. Cada vez que el me miraba, a mi se me paraban la pija, el reloj, el corazón, la circulación sanguínea y los pelitos de los brazos. ¿Cómo podía haber alguien tan lindo en este mundo? Qué injusticia que a alguien así le gusten las mujeres. Claro que yo me daba cuenta que el me miraba, me miraba……¿Y si le gustaran los chicos?….

Yo bajaba la vista en esos momentos y sentía su mirada en mi cara, en mis brazos, en el medio de mi pecho. Pasaba un rato, y levantaba la vista hacia él y cuando nuestras miradas se enontraban el me seguía mirando. Yo desviaba mis ojos hacia la calle, pero la tensión que sentía era tremenda. Soy así, vergonzoso, corto, tímido, y la coreana diría vegetariano, como si eso me hiciera menos sanguíneo y atrevido.

  • Gus, ¿te sentís bien? , preguntó la coreana en algún momento, pues me creía ausente, aburrido, sin interés en la conversación. Ella me conoce bien, adivina mis estados de ánimo, se anticipa a lo que voy a hacer, y presintió en ese momento que yo me sentía incómodo. En realidad estaba caliente, con la pija apretada en mi pantalón. Necesitado, cachondo, muerto de miedo

Al rato las chicas se levantaron para ir al baño, y yo no podía levantar la vista hacia Tiago y mirarle esos ojos, solo veía sus manos blancas de largos dedos, el arito brillane en su oreja derecha, sus uñas cortas y cuidadas, el reloj con malla gruesa de cuero negro.

Me estoy meando – dijo con toda naturalidad, magnificando su necesidad como crítica a su hermana que había solicitado prioridad en ir, y además le había pedido que le cuidara sus efectos personales. Sentí también en ese momento en mi pija las mismas ganas de orinar que el dijo tener ¿Sería empatía, calentura, contagio?

Yo también, tengo ganas, dije poniéndome colorado, y observando que en ese instante las chicas volvían a la mesa, me incorporé. Tiago hizo lo mismo y nos encaminamos al baño.

Había un hombre en uno de los primeros mingitorios del baño de la pizzería, pero enseguida terminó, se lavó las manos y se fué. El resto del baño estaba vacío. Tiago fue hasta el último mingitorio del enorme baño y yo que podía haber ido a cualquiera de los que estaban vacíos, decidi orinar en el que estaba al lado del de él- El orinó un chorro fuerte y largó un suspiro de alivio que me conmovió, mientras yo orinaba con ganas. El largó una risita, quizás por el ruido que hacía mi orina en el receptáculo de porcelana, y nos miramos, yo de reojo mientras terminaba de vaciar mi vejiga y el se estaba abrochándose el cierre del jean. Me miró y sus ojos estaban brillantes y húmedos. Y en esa mirada me dijo todo lo que yo había presentido esa tarde.

Hizo como un gesto de ir hasta el lavabo a lavarse las manos, mientras yo cerraba el cierre de mi bragueta, pero se detuvo Volvió sobre sus pasos y se paró delante de mí, la tensión sexual esra máxima, mi deseo parecía poblar el aire de ondas.carnales. Se detuvo delante de mí y con sus ojos claritos en los míos, y con un coraje a toda prueba, una inconsciencia que me confesó después que le asustó a él también, balbuceó unas palabras que yo casi no llegué a oir y que me sonaron algo así como:

  • Quée ganas de besarte tengo, Gus…. Su voz me sonó auténtica por primera vez, como si todo lo conversado en el salón y frente a testigos, hubiera sido por compromiso, una excusa, un aperitivo, Lo dijo bajito, para que nadie más que yo escuchara. Y en sus ojos húmedos me pareció ver una emoción enorme, algo desconocido y raro para mí.

Yo lo miré incrédulo y sorprendido y me pareció ver mi imagen en sus pupilas, mi temblor en su temblor. La increíble fuerza del deseo que nos unía en ese minuto úncio e irrepetible. No dije nada, pero mis ojos le habrán dicho muchas cosas, lo que uno se ha guardado más de veinte años en la vida para decírselo a alguien, ese alquien que uno se pregunta dónde está, quién será.

Todo chico gay aunque no lo diga, aunque no lo reconozca, espera conocer en algún momento a alguien a quien amar y que lo ame. Muchas veces, las más, encuentra sólo sexo o decepciones. Y ante cada fracaso vuelve a preguntarse: dónde estará, quién será. Esiste???

En ese segundo, en ese instante mágico en que el me dijo lo que yo escuché, el mundo desapareció, y me olvidé de todo, de toda mi vida de mierda de cada día, de mis viejos divorciados, del asma, del acné , de la cuenta de la luz, de la nostalgia por épocas felices, del curso del mundo, del paso del tiempo, de mis temores y heridas. Y me acerqué a él como llevado por un imán, o un hechizo o impulsado por una fuerza irracional, por el destino quizás, y cuando lo tuve a pocos centímetros de distancia, acerqué mi boca a la suya, en un beso hambriento y corto. Un beso loco en medio de un baño público con un chico que recién conocía. Un beso impreciso y desprolijo de dos hombres que son impulsados por el primer deseo. El tocó brevemente mi bulto y yo el suyo, y su mano se detuvo un segundo en mi culo. Me bastó ese segundo para olerlo por primera vez, para reconocer su calor y su fuerza. Con las vergas bien duras, nos separamos .

Nos lavamos las manos y nos miramos en el espejo y sonreímos juntos, como si aquello que hubiera pasado nos hubiera iluminado la tarde. Antes de salir, nos señalamos la erección de cada uno con el pulgar en el esperjo y nos reimos. Esperamos un segundo y salimos. Pero ya en el salón disimulamos, como si nada hubiera sucedido. Todo gay es siempre un maestro en el arte de disimular.

Las chicas hablaron de ir al cine, pero yo pretexté un trabajo impostergable para la facultad y Tiago otro compromiso.

Cuando ellas se fueron, pagamos la cuenta y salimos. El me preguntó si realmente tenía que hacer aquel trabajo, y yo con la misma inocencia le pregunté por su compromiso. Nos miramos expectantes y finalmente nos largamos a reir.

Caminamos por una calle oscura, con viejos árboles desnudos por el otoño. Muchas cuadras hasta que se hizo de noche y se levantó un frío húmedo que se colaba por los huesos, Tomamos un taxi y en la oscuridad del auto, y tapados por su abrigo, me tomó la mano. Su mano era tibia, suave, fuerte, cariñosa. Flexionaba el dedo anular y acariciaba la palma de mi mano y eso me estremecía.

Sus ojos brillaban en la oscuridad y sus piernas pegadas a las mías eran una fuente de calor increíble. El abría sus piernas y empujaba las mías, pero yo no las movia de lugar feliz con esa fricción de su miembro musculoso y fuerte.

Luego de un trayecto llegamos a mi casa. Había perros ladrando, un olor penetrante a jazmín del país y a retama, y las plantas bailaban con el fuerte viento.

Encendí las luces y el me dijo que las apagara. Se veía poco, pero lo suficiente como para divisar su bello rostro, sus dientes muy blancos. el brillo de su mirada

  • Voy a hacer el café – dije como para pensar en otra cosa que su cercanía, y el

deseo que me volvía loco.

  • No hagas nada, no quiero tomar café, dijo al fin

  • Tengo frío, me muero de frío le dije, y en realidad temblaba en serio.

Yo estoy caliente dijo, como un exhabrutpto y se largó a reir.

Fui a la cocina, encendí la luz, puse agua a hervir, café en la cafetera, filtro, preparé los pocillos, el azúcar, las cucharitas, para no pensar en él, para olvidarme de esas ganas que tenía, de esa locura del baño de hacia unas horas, de esa necesidad de abrazarlo y que me abrazaran. El apagó la luz de la cocina, y solo la lumbre de la hornalla iluminó su cara cuando me dí vuelta, cuando sentí sus manos en mi cuello, cuando percibí su aroma, su calor, su necesidad igualita a la mía. Nos besamos. Lo habíamos demorado tanto…..

Hay besos y besos, entre dos hombres. Besos cortos y besos largos. Besos con lengua o sin ella. Besos profundos y besos superficiales, besos que solo anticipan el juego sexual, besos olvidables y besos que nunca se olvidan. Esos besos primeros , no los voy a olvidar nunca.

Sentí su urgencia, su pija dura bajo el pantalón, sus manos tibias deslizándose por debajo de mi camisa, sus dedos finos y fuertes apretando mis pezoncitos, rodeando la aureola de mis tetillas, apretandolas con pasión. Su lengua adueñándose de mi cuello y del lóbulo de mis orejas. Casi al mismo tiempo mis manos recorrieron el inmenso triángulo de su espalda, los globos suspendidos en el espacio de sus nalgas, la suavidad de su cabello, la tersura de su piel casi lampiña.

Acaricié su pija por encima del pantalón y el dió un grito, y seguí con sus huevos, apretándolos suavemente y continúe por sus ingles, la suave raya lampiña de su culito, la piel de su cintura.

El me sacó la camisa, el pantalón , los zapatos y las medias, y cuando lo hacía sus ojos me acariciaban de un modo que yo no sabía que existía. Y cuando quedé casi desnudo , en mi slip blanco a punto de estallar de la calentura, el me levantó del suelo y me hizo parar en la cama y fue lamiendo mi pecho, mi ombligo, mi vientre, mis piernas, como si yo fuera un caramelo delicioso, y al llegar a la altura de mis bolas, pasó su lengua por su contorno envuelto en la tela de algodón, y continúo con el costado, levantando el costado izquierdo hasta dar con su lengua en mis huevos, los lavó como si los bautizara, despacio, hasta hacerme temblar de deseo Luego me bajó el slip con los dientes y mirandome otra vez hacia arriba, me pidió permiso para mamarme la poronga, para chuparme la pija, para lamer mi chota hinchada de leche, mis huevos preñados de semen. Chupaba con suavidad pero con constancia y cuando creía que me venía, le apartaba la cabeza y tocaba su pelo susve y fragante.

Aproveché el instante en que el se apartó un segundo para tomar aire, para ponerme de rodillas en la cama y estirar mis brazos para abrazarlo, y el como podía respondía a mi abrazo mientras se desnudaba.

Nos acostamos en la cama, abrazados como dos viejos amantes, mientras cada uno acariciaba la verga dura del otro, mientras cada uno le hacía el amor al otro, friccionando una y otra vez nuestras pijas erguidas.

Nos besamos una y otra vez hasta que comencé a recorrer su cuerpo con mi lengua, con mi piel y con mis manos, y en mi camino encontré su pija y el pelo brillante de su pubis y lamí su cabecita, y luego tomé con la mano y comencé a chupar su pija dura y erguida.

Sus piernas fuertes apretaron mi cuello y mi cabeza, y comencé a chuparle la poronga como si no hubiera mañana. El acariciaba como podía mi pelo , mi nuca, mi cuello y suspiraba a cada rato. Me quedé un momento con su pija hermosa de pibe bueno en la boca, deleitándome con su sabor a limpio, a calentura, su sabor a deseo, su tacto tirante y suave. Y cuando el se sintió muy cerca del orgasmo, sacó su pija de mi boca y acabó en mi cuello, mi pecho, mis hombros. Me pareció tan copiosa aquella acabada que creí que mis sábanas se habían empapado en su totalidad.

Con el sabor de su leche en mis labios, y el aroma de su semen en mi piel, el me besó apasionadamente como si agradeciera la oportunidad.

Nos quedamos dormidos, unidos por el pegamento de su semen en nuestra piel y abrazados como si temiéramos que el otro se fuera, asombrados de la fuerza de aquel encuentro.

Cuando me desperté su culito pegaba contra mi verga dura y grande, y yo tenía unas ganas locas de ponérsela ahí, hundirme en aquella carne que me excitaba , cogérmelo sin preámbulos, sin esperas, y en esa urgencia casi animal comencé a golpear con mi pija aquellas nalgas suaves y lampiñas , acariciando la raya de aquel trasero bello con mi verga cada vez más dura, como si fuera un pincel su orto . El pareció despertarse y al primer movimiento de mi cuerpo me corri de costado hacia atrás unos centímetros pero el buscó mi cuerpo con el suyo y refregó su culito contra mi sexo, una y otra vez hasta volverme loco.

Tiré de su cabello hacia atrás hasta que su boca encontró la mía y en ese beso sellamos nuestro pacto. Lo besé muchas veces hasta subir sobre su cuerpo y buscar con mis dedos su culito entre sus piernas abiertas de par en par, y cuando el se abrió a mi como una flor nocturna , pasé lubricante por su orto, que se fue abriendo y luego por mi pija, me puse un forro lubricado y lo penetré despacito como queriendo prolongar esa entrada en su ser para que nunca terminara, para quedarme siempre en él , entre las almohadas mullidas de sus nalgas redondas, sobre su piel suave y lampiña, sobre su espalda tibia, entre sus brazos, abrazado a su carne , formando parte de su vida….

galansoy

A todos mis lectores con mucho cariño. g.