La cárcel todo lo cambia

Chema, un chico de 19 años etero y pijo acaba en la cárcel por la muerte de otro hombre en una noce de borrachera. Allí tendrá experiencias encontradas y conocerá a Chino, su compañero de celda.

NOTA. Llevo varios días esperando a que se publique la primera entrega de esta serie, pero como no aparece y me ha dado tiempo a escribir las dos siguientes, envío las tres a la vez, así los lectores la pueden leer de un tirón.

+++

Estoy emocionado. Me habéis comentado el último relato doce lectores. Creo que ha batido mi propio récord. Muchas gracias a los doce. No diré todos los nombres porque vosotros sabéis quienes sois. Y a lo dos mil y pico que me han leído: gracias también. Ante esto, el gusanillo que me roe la entrepierna y la imaginación me dice que debo seguir escribiendo, pero comienzo una nueva historia.

+++

Mi compañero de celda se llama Chino. Es un hombre alto, fuerte, muy muy velludo, con un aspecto un tanto simiesco y una mirada torva. Cuando lo vi por primera vez, casi me meo de miedo al pensar en compartir celda con aquel animal.

Luego resultó ser un hombre con una bondad y una ternura inmensa, un "hombre" con mayúsculas.

+++

LA CÁRCEL TODO LO CAMBIA

1

Tenía yo 19 años cuando me condenaron a seis años de prisión (por buena conducta me lo dejarían en tres). Había matado a un chico por conducir borracho después de una noche loca de botellón y sexo con mi novia. Al volver a casa, un chico cruzó por donde no debía y entró en el coche por el parabrisas. Todo hubiera sido de otra manera si no hubiera dado tres veces más de alcohol en la sangre por el "pedo" que llevaba más otras sustancias no permitidas.

Ingresé en prisión dispuesto a pasar los tres años de condena con los consabidos llantos de mis padres y de mi hermana. No quería meterme en líos, así que decidí ser buen chico.

El abogado me recomendó ir con ropa cómoda y deportiva y de una marca vulgar. "Nada de ropa de marca ni de ir de pijo. Eso te puede llevar a la ruina".

El guarda me acompañó a la celda, me presentó a mi compañero como "Chino" y cerró la puerta. Yo me quedé en la puerta sin saber que hacer. En el catre de abajo de la litera estaba sentado un hombre de casi treinta años, moreno, fuerte, muy fuerte, con barba de varios días, vestido con camiseta roja de tirantes y pantalones azules de chándal. Se levantó para saludarme (me sacaba la cabeza o más), me llamó la atención la cantidad de vello que poblaba su cuerpo, me ofreció la mano y se la estreché (casi me la rompe de la fuerza con la que la apretó). Me quedé mirándole: -Encantado, me llamo Chema-.

Me dedicó una sonrisa guasona y me contestó con una voz clara y preciosa y con un acento canario que me encantó y que tuvo el encanto de suavizar su aspecto - A mi me dicen "Chino".

Desde aquel momento, Chino y yo ibamos juntos a todos lados, me presentaba a la gente, comíamos son sus "amigos" y charlábamos por la noche en la celda. Nos contamos nuestras vidas y así supe que él estaba cumpliendo condena por haber atracado varias gasolineras en Las Palmas. Su familia necesitaba dinero a causa de una enfermedad del padre que, habían dicho en el hospital que en el único sitio donde le podían curar era en Estados Unidos. Atracó la primera con éxito, se animó con la segunda y con la tercera. En la quinta, el gasolinero se enfrentó a él y recibió su consabida paliza. En la sexta le estaba esperando la Guardia Civil... y allí estaba, condenado a seis años de los que ya había cumplido uno.

La situación no era del todo mala, me encontraba a gusto con Chino, hacíamos ejercicio, oíamos música, charlábamos...hasta que un día todo cambió. Chino entro con gesto preocupado en la celda y me dijo que Navaja quería verme.

Yo había oído hablar de Navaja. Era un delincuente peligroso y el dueño de la cárcel (de los reclusos y de parte de los funcionarios): -Intenta no ponerte en su punto de mira. Es muy muy peligroso y un hijo de puta que no tiene nada que perder-, me dijeron en una ocasión el Chino y sus amigos.

Pero he ahí que el hijo de puta había preguntado por mi y tenía que ir a verle a su celda. Me acojoné de verdad. Chino lo notó. -Mi niño, haz lo que te diga si no quieres que te raje. Vas a estar tres años aquí y es muy peligroso enfrentarse a él. Haz lo que te diga sea lo que sea. Yo te ayudaré en lo que pueda pero no le lleves la contraria.

-Me he fijado en ti - me dijo mientras yo le miraba desde la puerta. Navaja era todo un personaje carcelario: con el pelo negro y rizado recogido en una coleta, barba de varios días, chándal de franjas de colores, chanclas negras, la sudadera abierta dejando ver su torso velludo pero nada atractivo y adornado de tatuajes (luego descubrí que en el brazo derecho llevaba a una virgen con su niño en brazos, en el izquierdo el retrato de sus dos retoños y en la espalda un cristo: los brazos clavados en sus omóplatos en el centro la cabeza mirando al cielo y cubierta de sangre, el cuerpo recorriendo la espalda para acabar con los pies cruzados y clavados donde la espalda pierde su casto nombre, pero eso lo supe después).

Se levantó lentamente de su catre y ordenó a sus cinco guardaespaldas, o compinches, o macarras, o como los queráis llamar, que estaban a sus órdenes que salieran de la celda. Se acercó peligrosa y lentamente a mi, como una sinuante serpiente venenosa, me acarició la cara (mi instinto hizo que lo rechazara), y me largó un bofetón que casi me hace perder el equilibrio. Me agarró del cuello y me llevó los labios a los suyos: - Me he fijado en ti y me has gustado. Me has gustado mucho- Me lamió los labios: -No soy maricón, pero... aquí solo hay hombres y necesito follar... las necesidades son las necesidades y aquí el que manda soy yo. Vas a ser mi puta hasta que yo quiera y me canse, o venga otro chavalín que me guste más, pero... hoy por hoy... vas a ser tu... mira por donde.

-Yo no- (bofetón)...-tengo novia- (bofetón).

-¿Te he preguntado por tu vida?. No me la cuentes porque me importa una mierda. Tu vas a ser mío o la puta de la cárcel... tu verás... o mío o la cloaca de todas las poyas que quieran follar tu culo y tu boca... tu decides.

Volvió a lamerme los labios y me apretó la entrepierna con fuerza: -Decide ahora...

La primera lengua de hombre que entró en mi boca fue la de ese hijo de puta. Es verdad que yo la abrí para que entrara, pero ¿que podía hacer?. Me lamió la lengua y me mordió los labios, mientras me sobaba los genitales que estaban muertos de miedo, como yo. Con un movimiento me dio la vuelta, me bajó los pantalones, me escupió en el culo, luego lo hizo en su pija y a continuación me penetró.

Mi alarido debió de escucharse en toda la cárcel. El dolor que sentí fue tan terrible que casi pierdo el sentido. -Este es mi poder- creí escuchar. Me folló y folló hasta que se corrió dentro de mí. Luego salió y me dejó caer al suelo en un estado lamentable. Los bofetones me habían partido el labio y sangraba por la nariz y por el ano. En ese estado de dolor y de semi inconsciencia oí su voz bramar: "Traed al Chino".

Al cabo de un rato apareció mi amigo y se quedó horrorizado al verme en tal estado. - ¡Chino!, oí graznar a Navaja. ¿Este es tu compañero, no?- (silencio, supuse que afirmaba con la cabeza). - Quiero que me lo dilates para dentro de una semana, espero que el destrozo se haya curado para entonces-. Noté como unos brazos fuertes me ayudaban a ponerme en pie. - Ah, y dile a Lamari que me lo prepare como a mi me gustan. Por cierto, que casualidad... esta puta también se llama María... Bien, bien... Cuando se recupere, dile que de ahora en adelante, para mi será Mari. Mari, mi puta... ¡Largo los dos!, y preparármelo bien... ya sabéis lo que os espera si no.

LA TRANSFORMACIÓN

Chino llamó a Lamari y entre los dos me curaron y me cuidaron. Yo no paraba de llorar de dolor y de vergüenza hasta que caí rendido de sueño.

El día siguiente fue el comienzo de mi transformación. Lamari vino acompañada de otros dos travelos con unas palanganas llenas de artilugios, pomadas, ceras depilatorias, maquinillas de afeitar etc. etc.

Chino me había llevado a las duchas y luego me había untado una pomada antiinflamatoria y cicatrizante en el ano metiendo el dedo con delicadeza. Me dolía, pero el masaje fue más placentero de lo que yo esperaba. Y así, limpio y curado, Lamari y sus ami@s comenzaron a acicalarme. Me dijeron que me enseñarían todos los trucos, pero que luego, más adelante, lo tendría que hacer yo o que me ayudara Chino, que para eso era mi compañero y el que iba a disfrutar de mi. En ese momento no caí en lo que querían decir (luego lo supe y Chino fue lo mejor que me pasó en esos años, si no, posiblemente me hubiera suicidado).

Lamari y sus chic@s me depilaron el cuerpo y las nalgas con crema, las axilas con cera, me afeitaron las piernas, el pubis, el vello que rodea el ano y los huevos. Me indicaron que esas zonas y los sobacos debería prestar atención porque eran las zonas en el que el vello pincha más. Me enseñaron a cómo debería cepillarme el pelo para que tomara volumen, me maquillaron los ojos y los labios, y luego...se fueron dejándome ante el espejo en estado catatónico mirando una imagen que yo no reconocía.

Chino se acercó a mi y me acarició la cabeza. Comencé a llorar -¿Qué está pasando?- sollozaba - ¿Qué...

Chino me acariciaba y me abrazaba para que me calmara. - Tienes que ser fuerte, te va la vida en ello. Esto es sólo una etapa en tu vida. Yo te voy a ayudar a pasar esta condena. Piensa que estaré a tu lado. Mi niño... te voy a dar una crema para el cuerpo que han dejado las chicas... y otra para la inflamación del culo-, y comenzó a masajearme con aquellas manazas empapadas de ese líquido fresco que me fue aliviando el malestar corporal y mental. La sensación de bienestar que me producía el que me acariciara hacía que acercara más mi espalda al fuerte cuerpo de Chino y le dejara hacer. El hombre untó y masajeó mis piernas y mi espalda, cuando llegó al pecho se detuvo en los pezones y aquello me produjo una extraña sensación que nunca había experimentado, luego bajó por mi vientre hasta llegar a la zona pubital y a la genital, sentí como mi rabo se ponía morcillón, pero en ese momento no le di importancia. Noté como la respiración de Chino se hacía más intensa y la notaba en mi cuello. Me agradó que su aliento me refrescara mi nuca mientras que su cuerpo velludo me arropaba la espalda. No sabía lo que me estaba pasando, jamás hubiera pensado que la sensación de que un hombre acariciándome me causara ese bienestar y placer. Cuando terminó de masajearme me dijo que debía aplicarme la pomada antiinflamatoria en el ano, que me pusiera de pié, me abriera de piernas y me inclinara para poder hacerlo mejor. Así lo hice, dejando mi culo recién depilado a disposición de lo que tuviera que hacer Chino.

Tomó el tubo de pomada, aplicó una buena porción en el dedo índice y comenzó a acariciarme el borde del ojete, todavía me escocía, pero ya menos, por lo que le dejé hacer. Me proporcionaba tal placer que me oí gemir - ¿Estás bien, mi niño?.

-Muy bien- dije en un suspiro. La verdad es que me estaba gustando el masaje que me daba mi compañero. Continuó con las caricias en la zona, se aplicó más pomada y comenzó a meter un dedo por mi agujero maltratado. Lo hacía con tal delicadeza que el escozor y dolor desaparecían poco a poco según aplicaba el ungüento, mi cuerpo respondía abriendo el culo para dejar pasar el dedo pringoso y que me calmaba el malestar. Chino seguía con su labor hasta que noté que me abría los cachetes para poder entrar con más facilidad. Yo abrí más las piernas para que pudiera continuar y noté que ya no era un dedo el que entraba, sino dos, pero en contra lo que yo hubiera pensado en otros momentos, aquello me estaba proporcionando tal placer que le dejé hacer lo que quisiera. Mi culo se iba dilatando para dejar que los dedos de Chino entraran por el conducto proporcionándome un placer desconocido para mi.

Cuando acabó su cometido, me giré indignado y le miré fijamente a los ojos.

  • Por hoy tienes bastante. Todavía estás dolorido e inflamado.

Chino estaba sofocado. Le miré la entrepierna y vi como la tela de su chándal se tensaba en su entrepierna. Yo sabía el tamaño de su vergajo porque nos habíamos duchado y desnudado juntos muchas veces. - Si no quieres hacerme daño, enséñame a hacer otras cosas que seguro me van a obligar.

Me miró fijamente y se dio cuenta que le miraba el paquete. - No mi niño, hoy no...

  • Lo estás deseando- Me oí decir. Nunca hubiera pensado que podría estar suplicando mamar una polla. ¿Qué me estaba pasando?. ¿Qué estaba cambiando en mi?. Chino se quedó inmóvil mirándome. Me agaché, le desaté el pantalón y se lo bajé.

  • Por favor Chema... déjalo...- No hice caso y me dio ternura ver aquel inmenso instrumento envuelto en un eslip estampado de colorines. Lentamente se lo bajé dejando aquel erecto badajo al aire que emergía soberbio y oscuro como un tótem de una gran cantidad de vello negro que bajaba por sus ingles hasta los cojones y se perdía hacía su culo. Le miré desde abajo y le dije: - Enséñame. Es la primera vez que voy a chupar una polla.

Su verga terminaba en un capullo con forma de champiñón. Pensé que cuando ese hongo y ese tronco me penetrara me iba a destrozar, pero también pensé que seguro que no me haría tanto daño como me había hecho el hijo de puta de Navaja con su violación.

Se cogió el manubrio y me lo acercó a la boca y pasó el húmedo hongo por mis labios, - Lámelo con delicadeza... saborea los jugos... juega con el contorno... dame placer en el frenillo... y luego mamalo como a un helado-. Y así lo hice. El sabor me supo extraño al comienzo, pero luego no me desagradó, jugué con la punta de la lengua por todo su contorno, por el frenillo tenso y luego me metí el glande en la boca como si fuera una ciruela... y le mamé. Le oí decir: "Ve bajando mi niño... mama el tronco...". Le obedecí, intenté meter el vergajo en la boca pero me fue imposible por lo que me decidí a lamerle la tranca con la lengua mientras le masturbaba, luego me amorré a sus peludos cojones y me acaricié la cara entre sus piernas (Definitivamente, había perdido la cabeza, todo mi machismo se estaba yendo a tomar por culo, estaba disfrutando como un loco con esta nueva experiencia), la sensación de notar sus pelotas velludas en mi cara me excitaba de tal manera que me encontré lamiéndoselas, intentando meterme los huevos en la boca (cosa imposible), y mordiéndole el escroto.

Al final decidí volver a su capullo y disfrutar del sabor de su líquido. Mamé y mamé hasta que noté como se hinchaba el glande anunciando la pronta corrida. Chino hizo ademán de separarme de él, pero algo en mi interior no lo permitió y seguí mamando hasta que mi macho se corrió dentro de mi boca. Soltó varios disparos que me entraron hasta la garganta, las tres últimas descargas se alojaron en mi lengua y pude saborear la lefa de mi hombre. Su sabor, aunque extraño, me gusto y lo saboreé. Cuando se repuso, me levantó y me lamió la boca y la lengua, me abrazó con su cuerpazo velludo y me acostó en su catre. - Por hoy hemos tenido suficiente. Ahora a descansar.

Continuará.