La cárcel todo lo cambia 3

Chema y Chino deciden huir de España y abren el club Pink Stallion en Miami. Uno de los chicos que trabajan como puto, Erni, acaba follando con los dos dueños

LA CÁRCEL TODO LO CAMBIA

3

- ¿Y Navaja?- Me preguntó Erni.

- Bueno... Navaja era harina de otro costal, era lo contrario a Chino. Era un hijo-puta como la copa de un pino, era un macho maltratador, se consideraba el amo y los demás eramos escoria. No he conocido a nadie más ruin que él, por eso en cuanto veo que un cliente se propasa con algún chico... No quieras saberlo.

NAVAJA

Todavía me acuerdo del primer encuentro con ese cabrón, no me refiero a la violación, sino después de mi "preparación". Un esbirro llegó a la celda y me dijo: "Prepárate, Navaja va a venir a verte". Me quedé petrificado, miré a Chino con terror. Mi hombre me dijo que estuviera tranquilo, que ya estaba preparado y no podía hacerme daño, que me vistiera como a él le gustaba y que esperara, e hiciera todo lo que me pidiera.

Me maquillé, me peiné, me puse un tanga rojo, me embutí los huevos en mi interior y llevé mi polla a mi entrepierna, como me habían enseñado las Lamaris, de manera que parecía que tenía coño en vez de huevos y polla, Me puse unas medias negras a medio muslo, unas sandalias de pedrería, una bata de estilo oriental de seda artificial y esperé tumbado en el catre a que apareciera.

Una voz anunció la llegada del cabrón y Chino me besó, me dijo que fuera valiente y salió de la celda.

Navaja hizo su aparición, se acercó al catre y me ordenó que me pusiera de pie, giró en torno a mí, me fue acariciando, oliendo... me quitó la bata, me miró como si fuera un animal en una feria, se puso frente a mi, se fue desnudando y luego se acercó a mi y me morreó, le dejé hacer, me metía la lengua y yo se la lamía, me mordía el cuello hasta hacerme daño y yo le dejaba, me dijo que le lamiera los pezones y lo hice, me ordenó que le mamara hasta que se le pusiera dura y le mamé, le bajé el prepucio, le saqué el capullo y comencé a lamerle, no me gustó porque olía a sucio y a meados, me bajó la cabeza de malas maneras hasta los huevos para que se los lamiera y los lamí y los mordisqueé, volvió a obligarme a chupársela hasta que estuvo a punto. No era gran cosa, la verdad. Pero por la experiencia anterior, me daba miedo.

Cuando estuvo a punto, me dio la vuelta, me empujó hacia la cama, me puso de rodillas y me sobó lascivamente el cuerpo, me pellizcó los pezones hasta hacerme daño, luego me sobó la entrepierna y los muslos embutidos en las medias - Que puta eres Mari- me dijo con voz lujuriosa - Y más puta que vas a ser... Mi puta... vas a disfrutar... como la guarra que eres... - Y sin más preámbulos, retiró la cinta trasera del tanga y me la metió.

Me dolió por lo inesperado, pero gracias a la dilatación y las enseñanzas recibidas por mi Chino, me relajé y dejé que me penetrara. Era un animal. No podía imaginar cómo aguantaría su mujer, menos mal que estaría encerrado varios años y con suerte le rajarían el cuello en la cárcel. Como no gemía y no gozaba, comenzó a darme puñetazos en la espalda y azotes en las nalgas hasta que comencé a gemir de dolor, entonces se envalentonó - Esto es lo que te gusta... esto es lo que te hace gozar... hija puta... - Y mientras me zurraba me follaba como un perro hasta que se corrió.

Como he dicho: "Un animal e hijoputa".

Esa fue la primera vez de cientos de folladas, mamadas de polla y de culo que me obligó a hacer, además de lamerle los pies o los sobacos, cosa que le ponía a cien, o que me dedicara a limpiarle la celda y verme como una criada antes de follarme. Era un auténtico cabrón.

Menos mal que luego tenía mi remanso de paz con mi Chino y con las Lamaris, que eran un encanto.

Mi relación con Chino fue a mejor hasta el punto que podía aguantar las afrentas y golpes que me propinaba Navaja. Más de una vez mi hombre tuvo que curarme el labio partido, aplicar hielo en un ojo hinchado o masajear el ano porque me lo había descerrajado con algún instrumento. Pero luego, las caricias, los besos, el cariño y las sesiones de sexo con mi macho, que cada vez le quería más, hacía soportable la estancia en prisión. Poco a poco me fui enamorando de Chino y necesitaba hacer el amor con él, la necesidad de que mi hombre me follara o de gozar con sus corridas en mi boca hizo que me olvidara de necesitar sexo hetero. Sólo de pensar en los tres últimos trallazos de su corrida, que me tocara aquel punto y hacerme gritar de pasión, perdonaba todo lo que me hubiera pasado durante el día.

Comencé a amar su cuerpo, su olor, su sabor salado a sudor, le lamía el cuello, le comía los pezones, le mamaba la polla (por supuesto), y los cojones, le acariciaba sus poderosos muslos y pantorrillas, le besaba los pies y le lamía los dedos, me entretenía separando el vello de su culo para darle placer en el ojete y luego llegaba a su boca y en el estado de excitación en que se encontraba me morreaba con tal pasión que me hacía sangrar los labios, pero eso era pasión, amor, no violencia ni desprecio. Estaba locamente enamorado de Chino.

Le gustaba que me subiera sobre el para que lo cabalgara y le mirara mientras se corría, le gustaba que lo hiciera de pie con las piernas abiertas e inclinado sobre la litera de arriba, me acariciaba la entrepierna mientas me follaba y cuando terminaba con sus famosas tres estocadas, recogía mi lefa en las manos y me la daba para que la lamiera, también le gustaba sujetar mis piernas entre sus fuertes brazos, levantar mis caderas y metérmela mientas yo me la cascaba. En fin, follábamos como locos y me cuidaba como si fuera una muñeca de porcelana. Un día me susurró "Mari" en el oído mientras yo me corría y no me sonó mal. Luego me pidió perdón por llamarme así y yo le dije que no se preocupara, que si era él el que me llamaba Mari estaba bien. Desde ese momento, asumí mi estado de travestí con mi hombre. Me vestía con lencería de mujer para él, le pedía que me acariciara las piernas cubiertas con medias negras o que me calentara la entrepierna cubierta de tangas de seda. Poco a poco fui convirtiéndome en su hembra aunque nunca asumí ser una mujer, siempre fui un hombre vestido de mujer para agradar a mi guanche de voz melosa y cuerpo simiesco pero maravilloso.

Así transcurrieron los tres años de mi encierro. Dos meses antes de mi liberación, Chino salió de la cárcel por buena conducta. Me venía a ver todos los fines de semana y yo le contaba las novedades y las aberraciones de Navaja.

LA HUIDA

Días antes de mi liberación, el hijoputa del Navaja me comunicó que cuando saliera seguiría en su negocio, que sería su chulo aún dentro de la cárcel.

En un momento de lucidez le dije que así lo haría pero que antes de dedicarme a su negocio, me gustaría pasar unos días con mis padres para verles y despedirme. Ese día le debí tocar la fibra sensible y me concedió cuatro días antes de que uno de sus esbirros fuera a buscarme. Lo que no le dije era que mis padres ya no vivían en esa dirección, que se habían ido a vivir a Canadá con mi hermana pequeña, que estaba destinada en ese país.

Le conté a Chino lo que había sucedido y planeamos nuestra huida durante los siguientes días.

Me despedí de las Lamaris con lágrimas pues no había conocido personas más generosas y cariñosas en mi vida, con la promesa de hacerles llegar mis noticias. Chino me recogió en coche a la salida de prisión, fuimos directamente al aeropuerto en dirección a Gran Canaria. Mi hombre se había hecho con el dinero oculto de los atracos de las gasolineras más lo que había conseguido de las ventas de la casa de los padres y de unos locales propiedad de la familia. Con ese dinero viajamos a Costa Rica, país del que un amigo de la cárcel nos había hablado maravillas. Allí montamos un bar que lo dimos a conocer por internet y que tuvo cierto éxito. Con el tiempo, nos decidimos por Puerto Rico y luego, por recomendación de un rico cliente, nos fuimos a Miami donde montamos un club llamado "Pink Stallion".

El "Pink Stallion" constaba de un bar con un salón oscuro en el sótano, un espacio con un escenario y mesas y un jardín interior con mucha vegetación y rincones íntimos.

Le enseñé a Chino unos films porno-gays filipinos en donde unos efebos se contoneaban medio desnudos al son de la música y con sus movimientos eróticos calentaban a los clientes y decidimos poner en marcha un espectáculo similar.

Contacté con varios chicos por internet y por medio de mis camareros y al final acordamos contratar a seis jovencitos a los que les iniciamos en el arte del baile y de la prostitución.

Yo les enseñé a depilarse a peinarse y a lucir tangas en actitud provocativa. Les enseñé cómo debían contonearse sinuosamente, provocativamente y eróticamente para hacerse desear. Mientras yo les adentraba en el mundo estético y de la danza, Chino les preparaba en el aspecto sexual con su arte de la dilatación, del mamoneo y de la penetración.

Yo ejercía de "madame" y de relaciones públicas mientras Chino se dedicó a la seguridad del club. Fue todo un éxito y ganamos mucho dinero.

Uno de los chicos que contratamos era Erni, un chaval mulato de una gran belleza sin un ápice de grasa, con una piel suave color canela y unos grandes ojos negros enmarcados por unas largas pestañas negras aparte de uno de los labios más sensuales que yo había visto.

Erni escuchaba mi historia sentado a mi lado en el balancín del jardín interior. Noté que su sort de tela de chándal se había convertido en una tienda de campaña. Le sonreí.

- Te ha excitado mi historia, según veo.

Me miró azorado - Es muy excitante y eres tan guapa que sólo de pensar en ti me excito.

-Eres un amor-. Le acaricié el pelo, el cuello, el pecho y muy delicadamente los pezones hasta que estuvieron a punto, luego le acaricié su muslo depilado y fui metiendo mi mano por la pernera hasta llegar a su escroto lampiño y lo acaricié, mi manó buscó y encontró un falo nada despreciable y de piel suave que acaricié y pajeé bajando su prepucio y desnudando su glande.

- Niño... dame placer-. Le dije y me desaté el kimono dejando mi pecho al aire y abriendo las piernas enseñé desvergonzadamente mi tanga de pedrería negra y mis medias de encaje negro hasta medio muslo. Erni me miró con deseo y le volví a sugerir - Dame placer niño... acaríciame.

El chico comenzó a acariciarme el cuello y bajó hasta el pecho, allí se entretuvo con mis pezones hasta que le pedí que me los lamiera. Su humeda lengua me dió placer hasta que se pusieron duros y le pedí que los mordiera hasta hacerme daño. Me obedeció, y cuando ya estaban erectos, le dije que me sobara la entrepierna, mientras yo le pajeaba bajo su pantalón. Cuando comenzó a sobarme y a emburrarme, le bajé sus calzones para poder acariciar sin dificultad aquellos genitales y a pellizcar sus pezones. Me bajé el tanga para dejar a su vista mi depilada entrepierna y dejar libre mi polla, que para entonces estaba totalmente erecta. - Mámamela... enséñame como lo haces... se un puto para mi... tu reina...

Erni se inclinó hacia mi y comenzó a mamar como un profesional. - Así no... mi niño... con pasión... con pasión... y te daré mi leche...

El niño se excitó de oírme y comenzó la gran mamada como si le fuera la vida en ello, mientras me pellizcaba y tiraba de mis pezones.

Chino apareció con unas bebidas y se quedó mirando el espectáculo. Le vi, le sonreí y le hice ademán de que se uniera a la fiesta. Mientras Erni continuaba dándome placer, mi hombre se fue en busca de gel y condones y luego se desnudó lentamente, se iba calentando al vernos y cuando estaba en su apogeo, se fue acercando lentamente, me ofreció la helada bebida, se la ofreció a Erni, que se quedó de piedra al verle pero enseguida, y viendo el carácter complaciente de mi amante, bebió y luego continuó con su labor.

Chino se puso detrás del chico y comenzó a jugar con el joven ojete y a dilatarlo, yo notaba por la respiración como Erni disfrutaba del trabajo de mi hombre. Más tarde, mientras me acariciaba los genitales, noté un gesto tenso. Chino acababa de meter su champi en su agujero. Respiró mientras me comía el mío y se relajó. Mi hombre continuó con su labor de penetración, se inclinó sobre la espalda del niño y buscó mi boca que abrí para recibir su calor y humedad. Mientras, metía y metía su tronco. Erni, gimió de dolor en un momento pero se relajó y siguió con su labor, al cabo de un momento volvió a gemir y se quedó inmóvil. Yo sabía que ya le había atravesado entero y le acaricié la cabeza y metí mis manos entre su espalda y el pecho peludo de mi amor. Esa sensación y el morreo que nos estábamos dando hizo que me corriera en la boca del joven. Una vez vaciado, Erni se irguió para buscar mi boca y ofrecerme los restos de lefa que le había regalado. A la vista de semejante acto de entrega, Chino se corrió en el interior del chaval acabando con sus tres famosas estocadas que le hicieron estallar en una corrida espectácular. Su leche fluía como una fuente de su polla, se inclinó hacia atrás para recibir el pecho peludo de su follador y éste le agarró los huevos para acabar de ordeñarle y vaciarle. Erni emitió un sonido gutural agudo semejante a un aullido de un perro joven. Cuando acabó de correrse, se derrumbó sobre mi y Chino sobre él.

Esa noche, el chico durmió entre nosotros dos (sin que sirviera de precedente), pero la experiencia a tres si la volvimos a repetir.

Erni llegó a ser el puto más requerido y pagado de todos los del club, aunque los demás chicos eran una preciosidad. Ver sus hermosos cuerpos jóvenes, perfectos y depilados cubiertos sólo con un mínimo tanga, ver como se contoneaban sobre el escenario, sinuarse eróticamente, acabar sin el tanga y banboleando la polla a la vista de los clientes era un espectáculo digno de ver.

Quién hubiera dicho que aquel joven pijo, hetero y de familia tradicional y burguesa acabaría como la Reina del Pink Stallion y amante de un hombretón velludo y maravilloso como Chino. Pero así fue y soy feliz, muy muy feliz.