La cárcel todo lo cambia 2

Chema cuenta a Erni, un joven puto, cómo Chino le adentró el mundo homo y como Navaja le convierte en su puta.

EN LA CÁRCEL TODO CAMBIA

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Erni, un joven mulato de 18 años, estaba sentado a mi lado en el balancín del jardín de mi club de Miami. Es uno de los chicos que he reclutado para bailar y prostituirse en mi local. Había visto películas filipinas de prostitución masculina y me había fascinado la manera de como se contonean esos jóvenes putos en el escenario, cubiertos por solo un tanga, por eso decidí reclutar a algunos para dar morbo a los clientes nocturnos.

Erni me había preguntado cómo había llegado yo a ser "La Reina" porque a el también le gustaría vestirse de mujer. Yo le dije que en su vida privada podría vestirse como quisiera, pero que mientrs trabajara en mi club sería un jovencito vestido con un escueto tanga y balancearse para captar clientes. Asintió, pero insistió en preguntarme porqué había decidido ser travestí.

La ingenuidad de su mirada y su curiosidad me vencieron, le invité a un Daikiri y a sentarse a mi lado en el balancín del jardín.

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Continua el relato...

Durante los días siguientes a mi violación y mi primera transformación, Lamari y sus chic@s venían a mi celda para acabar de prepararme y de enseñarme, me depilaron las cejas, me enseñaron como debía maquillarme pintarme las uñas y depilarme. Me trajeron lencería femenina que en un principio no quería ponerme, pero me convencieron de que era lo que a Navaja le gustaba y si no lo pasaría francamente mal. Lo hice, pero me sonrojaba y no quería mirarme en el espejo. No quería ver a ese ser en el que me estaba convirtiendo.

Chino observaba todas esas idas y venidas con curiosidad, a veces yo notaba como el bulto de su entrepierna aumentaba de tamaño. A veces me miraba con deseo, a veces con desaprobación, pero cuando nos quedábamos solos, me pedía que me desmaquillara y me quitara todas esas prendas. Cuando terminaba de limpiarme y me quedaba desnudo, comenzaba con la sesión de masaje de cuerpo, cosa que cada vez me gustaba más. Sus manazas sobre mi cuello y hombros que luego iban bajando por mi cuerpo acariciando los pezones hasta que se ponían duros, acariciando el vientre depilado hasta que se encontraba con mis huevos lampiños y suaves, el interior de los muslos, que hacía que me estremeciera, y yo presa de la pasión que me proporcionaba juntaba mi cuerpo al suyo para sentir su vello y su calor.

Luego comenzaba con la dilatación anal. Ni decir tengo que ya con la sesión del masaje, mi excitación era tal que deseaba que se untara los dedos y comenzara a jugar con mi ojal, sabía que eso me excitaba, por lo que demoraba el masaje hasta que notaba que mi ano se abría un poco, entonces, y no antes, comenzaba a introducir los dedos.

Con el paso de los días, su maestría y mi excitación hacía que todo fuera fácil y que cada vez necesitara más de esos momentos que anunciaban una pronta penetración.

Parece mentira que esté contando cómo en tan poco tiempo mis gustos sexuales hubieran cambiado, pero así fue. No se si por las circunstancias que estaba viviendo, si porque realmente aquel hombre me gustaba a rabiar o porque en el fondo (y yo sin saberlo), era un auténtico maricón.

Un día, después de sus masajes anales, me susurró al oído: -Te voy a follar mi niño... es necesario... tengo que dilatarte el recto, si no, Navaja te va a volver a dañar.

Sólo de pensar en que aquel hongo se metiera por el culo hizo que me temblaran las piernas y no hablo de lo que venía a continuación, porque el tallo que sujetaba a aquella fruta brutal era un auténtico leño . - Mi niño... te va a doler, pero lo voy a hacer con cariño. Hoy te dolerá... mañana menos y pasado lo desearás... se de que hablo... tienes que estar tranquilo y relajado... déjame hacer...

Me dijo que me pusiera de pie, que abriera las piernas y que me inclinara sobre la litera superior. Me volvió a meter los dedos untados con un gel que me refrescó el interior, se puso un condón, se untó del mismo gel y apoyó la punta de su inmenso glande en mi dilatado agujero. Me abrió los glúteos para dar más cabida al ojal y comenzó a penetrarme.

Mi primera reacción fue cerrar el conducto y entonces Chino me susurró al oído que debería calmarme, relajarme notar como su capullo me daba masaje como sus dedos, que no tuviera miedo, el dolor sería corto y que luego iba a disfrutar, que tuviera confianza en él. Le hice caso y comencé a disfrutar del masaje que me daba con su enorme glande, pensé que si me había metido sus dedazos, porque tenía miedo a ese capullo. Me fui relajando y disfrutando... y lo mismo que cuando me aplicaba la crema, mi culo fue respondiendo y abriéndose poco a poco mientras aquel fruto entraba por el hoyuelo. Me relajaba y abría el culo mientras notaba como aquel pollón iba entrando. Chino, mientras, me acariciaba y me besaba, el vello de su pecho raspaba mi espalda, sus manos se detenían en mis pezones, en mis cojones, en mi rabo, y seguía metiendo su tronco...

En un momento grité de dolor, no sabía que pasaba. -Es el primer impedimento, me dijo... hay que dilatarlo... Tranquilo... relájate... respira...- Le obedecí y lo traspasó. Tenía una sensación encontrada: por un lado, la excitación que me provocaba aquel hombre con sus masajes y su cariño; por otro lado el dolor que me proporcionaba en mi interior. Mis sentidos cabalgaban sin saber donde ubicarse, mi cabeza estaba adormecida por la cantidad de sensaciones que estaba recibiendo y porque en esos momentos no sabía quien era yo: aquel niñato machista, pijo y consentido o aquel joven que estaba disfrutando de como un macho me estaba follando. Decidí relajarme para dar paso al badajo que me jodía. Lo hice y lo dejé pasar. - Así... así...- Me susurraba y me lamía la oreja... y entraba ... y entraba

Otro látigazo de dolor me hizo tensar el cuerpo. Me abrazó con fuerza - Este es el último... el último... ya...tranquilo...ya está todo dentro... relájate... ahora disfruta.

Me abrazó con fuerza y se quedó quieto durante unos segundos. El dolor fue amainando. Puso sus manos en mis genitales y me acarició y lentamente, muy lentamente comenzó a mover sus caderas hacia delante y hacia atrás mientras su respiración se agitaba y se estrellaba en mi cuello. Yo comencé a sentir una especie de placer-dolor que poco a poco fue convirtiéndose en sólo placer, sentir el masaje que me proporcionaba aquella tranca , pensar que había sido capaz de que aquel instrumento hubiera entrado por mi culo me dio fortaleza de que podría hacer frente al hijo de puta de Navaja, pero sobre todo el placer que le estaba proporcionando a Chino que gemía en mi oído.

Su polla entraba y salia cada vez más de mi ano y yo notaba una excitación inmensa al notarlo en los bordes de mi ano. Me dejé llevar y abría más el culo para que pudiera entrar y salir con facilidad. Mi macho ejerció como tal y me follaba sin piedad mientras gemía y yo me escuché emitir unos sonidos guturales de auténtica excitación hasta que me apretó el pecho con una mano y los huevos con otra, se tensó, noté como se le hinchaba la tranca y se corrió. Fueron varios los trallazos que noté, pero al final, me propinó tres estocadas con las que me tocó no se que punto dentro de mí que hizo que me corriera como un animal haciendo que mis cojones se vaciaran proporcionándome tal placer que casi me hizo perder el sentido.

Esa fue la primera vez de una serie de folladas que me proporcionó Chino para dilatarme, pero lo que consiguió fue que me enganchara a el y a su polla como una tabla de salvación.

Los días continuaron con las visitas de las Lamaris, que eran adorables y querían dejarme niquelado, por las noches me follaba Chino y a mi cada vez me gustaba más que me penetrara, era un maestro de la enculada. De vez en cuando le pedía que me dejara mamarle, porque si me gustaba que me la metiera, me encantaba disfrutar del sabor de su lefa, de verle el pene erecto, de ver como sus venas aumentaban de tamaño y de como disfrutaba al ver como su leche llenaba mi boca y luego la compartía con él.

Continuará