La carcel de mi sexo (parte 3: excitación)

Laura siente una imperiosa necesidad de correrse. Tiene que masturbarse como sea a pesar del cinturón.

La semana siguiente transcurrió con relativa normalidad (dentro de lo que cabe), yo iba a su casa, él me quitaba el cinturón, yo me lavaba, él me curaba, me ponía otra vez el cinturón y me iba. Todo con una total impasibilidad por su parte. De hecho él leía el periódico mientras yo me lavaba. No tardaba ni media hora. Siempre rechazaba su invitación a cenar.

Los días que siguieron a esa semana fueron más molestos, ya que me había bajado la regla, lo que me obligaba a ir tres veces al día a su casa a cambiarme de tampón, cosa que era un incordio. Menos mal que a mí la regla me dura tan solo tres días.

Al día 11 ya se me habían curado las heridas y me había adaptado al cinturón. Ya lo llevaba con normalidad el trabajo y todos mis compañeros se habían acostumbrado a mi cambio repentino de pantalón a falda.

No fue hasta el día 17 que sentí una imperiosa necesidad de masturbarme.

Esa noche debí tener un sueño húmedo porque me levanté tremendamente excitada. No recordaba nada del sueño, pero la verdad es que debió ser estupendo porque mi flujo vaginal había logrado traspasar la barrera del cinturón hasta mis ingles.

No me concentré en todo el día en el trabajo. Lo había estado pensando. Le pediría que me dejara un rato sola para aliviarme. Si se lo pedía humildemente no tenía por que negarmelo.

Llegué a su casa antes que de costumbre.

pasa, no te esperaba tan pronto.

Es que, quería pedirle un favor – no sabía por qué pero le estaba hablando de usted – me gustaría quedarme un rato a solas en el servicio.

Ya va saliendo la zorra que hay en ti. Tienes puesto un cinturón de castidad y en lo único que piensas ahora mismo es en masturbarte. Yo sabía que no me equivocaba contigo. Solo es cuestión de tiempo.

Me estaba poniendo roja como un tomate. Fui tan ingenua que no pensé que adivinara por que quería quedarme a solas. Pero parecía que lo estaba esperando. Era humillante, pero a pesar de eso yo solo estaba concentrada en su respuesta: quería saber si me dejaría masturbarme. A demás, extrañamente la situación me estaba empezando a excitar.

lo que quieres es que te deje tocarte porque no aguantas un día más sin correrte ¿no es verdad? – agaché la cabeza - ¿¿no es verdad?? – esta vez me lo dijo levantándome la barbilla hasta que mis ojos se cruzaron con los suyos. No tuve más remedio que contestar.

Si – lo dije con un hilillo de voz.

Pues no vas ha tener más remedio que ganártelo – dijo esto y se sentó en el sillón.

No dijo nada más pero le entendí perfectamente. Estaba tan desesperada por tocarme que no me importaba. Me acerqué a él, me arrodillé separándole las rodillas y le desabroché el pantalón. Su polla estaba tan dura que me costó sacarla del calzoncillo. Tenía un tamaño aceptable sin llegar a ser descomunal.

La verdad es que técnicamente no fue una buena mamada. Yo tenía prisa. Tenía mucha prisa por tocarme, por frotar mi clítoris e introducir mis dedos por mi vagina. Quería sentir mi coño latir en mis dedos. No aguantaba más.

La devoré. Me la metí hasta el fondo desde el principio. De un trago hasta la campanilla. Tenía que correrse rápido. La succioné con fuerza una y otra vez mientras que con mi mano la sostenía con la base. No me detuve a lamer el glande, ni a pasarle la lengua por los huevos. No me detuve a pasar mis labios por su capullo, ni a hacer movimientos circulares con la lengua. Simplemente lo follaba. Lo follaba con la boca. No hubiera podido metermela más adentro ni aunque me hubiera forzado a ello. Noté que se iba a correr porque sentí un estremecimiento en él. Aún así seguí succionando. No quería que considerara que no había hecho bien mi trabajo y me dejara sin poder tocarme, así que me dispuse a tragarme todo lo que viniera. Unos segundos después, sentí un fluido espeso y caliente por mi garganta y un sabor entre amargo y dulzón. Me saqué despacio su polla de mi boca y lamí los restos. Cuando terminé con todo levanté la cabeza y lo miré a los ojos. Me lo había ganado. Quería mi parte.

Tardó unos minutos en hacer algún movimiento. Supongo que después de su corrida necesitaba reponerse. El tiempo de espera me resultó eterno. No aguantaba más. Casi me estremezco cuando oí de nuevo su voz.

quítate la falda y acércate – lo dijo sacando la llave – Parece que no te han dado polla en años. Te has ganado el derecho de masturbarte. Hay que ser muy puta para comerle así la polla al hombre que te pone un cinturón de castidad..¡y luego tener ganas de masturbarte!.

La verdad es que tenía mucha razón. No se como había llegado a eso. Lo extraño es que estaba cada vez más excitada a pesar de la humillación creciente. Me quité la falda por los pies y me acerqué a él. Era la primera vez que me quitaba algo de ropa, pues hasta ahora solo me había subido la falda a la altura del ombligo cuando me quitaba y ponía el cinturón.

Cuando me quitó el cinturón me quedé tan solo con una camisa blanca, ya que esa mañana no me puse sujetador (por la excitación que sentía). Mi sexo estaba desnudo ante él. En ese momento temí (en realidad lo deseé) que me follara, pero no. No hizo nada.

ya puedes masturbarte como la guarra que eres. Hoy te doy vía libre para que te corras. Tómatelo como un favor.

gracias.

Me di la vuelta para apresurarme a ir al servicio.

¿Dónde vas?

Yo…al baño. Usted,….usted me dio permiso para….

Yo te dí permiso para tocarte. En ningún momento te dije que te fuera a dejar quedarte a solas. Si quieres masturbarte tendrá que ser aquí.

Pero……yo creía…..

Me da igual lo que tu creyeras. Si quieres masturbarte tendrá que ser aquí delante. Y procura que yo te pueda ver bien. Y que me guste lo que veo que de eso dependerá que lo vuelvas a repetir en otra ocasión.

Era inútil seguir discutiendo, estaba claro que él ponía las reglas. Y yo no estaba como para cortarme delante de él. Después de la humillación de tenerle que comer la polla para que me dejara sobarme estaba ya dispuesta a hacer cualquier cosa. Así que me senté delante de él, abrí bien las piernas con las rodillas flexionadas y empecé a frotarme el sexo. Empecé agarrándomelo por completo con la mano derecha por mis labios exteriores. No hacía falta que buscara la lubricación ya que estaba empapada. Mientras lo hacía, con la mano izquierda abrí un par de botones de mi blusa y me saqué un pecho. Luego cambié el movimiento de mi mano para buscar con dos dedos la abertura de mi coño que se abrió ante mí como una flor. Con un movimiento rítmico empecé a penetrarme aprovechando el movimiento de mi mano para frotarme el clítoris a la vez. Con la mano izquierda me dedicaba a la vez a tocarme la teta que salía de mi blusa pellizcando el pezón y amasándola alternativamente. Me gustaban mis tetas. Estaban duras. Eran de un tamaño mediano con el pezón no muy grande y en esos momentos estaba como un pitorro que estiraba y aflojaba con mi mano. Cerré los ojos para concentrarme en el placer que sentía en ese momento y metí un tercer dedo en mi vagina. No era suficiente. Necesitaba más. Introduje el cuarto. Mi mano entraba y salía sin ningún esfuerzo. Creo que ese fue el momento en el que empecé a gemir tímidamente. Sentí mi clítoris palpitar. Necesitaba correrme. Dejé de penetrarme y comencé a ocuparme solamente de mi clítoris. Hundí mi dedo índice en los plieges de mi coño húmedo y empecé a frotar; primero despacio y luego fui aumentando el ritmo lentamente. Me pellizcaba y lo presionaba. Mojaba mi dedo en la vagina y lo lubricaba volviendo a frotar. Cada vez más rápido. Sentí por fin un estremecimiento que se extendió desde el estómago hasta la punta de los pies. Me vino entonces un orgasmo tan intenso que empecé a elevar el tono de los gemidos hasta que sentí que me licuaba desde dentro y mi cuerpo perdió la tensión quedando relajada.

Me costó abrir los ojos. No porque no pudiera sino porque ahora que ya me había corrido me daba mucha vergüenza enfrentarme a él. Seguro que me humillaría diciendome lo puta que era. Cuando por fin me decidí a abrirlos y levanté mi mirada, me encontré con sus ojos fijos en mis ojos. Tenía una mirada que todavía no le había visto. Era una mirada de lujuria. De deseo. De traspasarme la piel y leer en mi interior mis más privadas perversiones. Inmediatamente retiré la mirada que me quemaba.

ahora si quieres puedes ir a lavarte. Pero deja la puerta abierta que la vea.

Le agradecí infinitamente tanto que no hiciera ningún comentario de lo ocurrido como que me dejara lavarme a solas. Aunque fuese con la puerta abierta. Eso me permitió relajarme un poco y asearme con más dedicación que de costumbre.

Cuando salí del aseo me encontré que estaba la cena puesta en la mesa. El se estaba tomando una cerveza y no había empezado a comer. Creo que me estaba esperando. En el fondo tenía detalles que le hacían todo un caballero.

quieres cenar?

Bueno – la mesa ya estaba puesta así que no pude rechazar la propuesta. Recogí mi falda del suelo dispuesta a ponérmela otra vez

trae el cinturón que te lo ponga.

¿podría cenar sin el cinturón? – la verdad es que quería prolongar un rato más mi rato de libertad.

Bueno, pero entonces tendrás que cenar sin la falda.

La verdad es que estuve dudando. Me resultaba muy incómodo estar cenando delante de mi secuestrador desnuda de cintura para abajo. Pero era tan agradable estar libre del cinturón! Al final acepté y me senté sintiendo el frío tacto de la silla de madera en mi sexo. Me senté con las piernas cruzadas. De esa forma me daba menos pudor estar semidesnuda.

Fue un rato bastante agradable (aunque no me guste reconocerlo). Hablamos de nuestras vidas como si fuésemos dos amigos que toman una cerveza en un bar. Él se comportaba con total naturalidad a pesar de lo comprometido de la situación. Lo que me daba confianza a la hora de hablar. Cuando terminamos de comer, me levanté a quitar la mesa y fregué los platos mientras él terminaba su cerveza en el sofá. La verdad es que no se por qué lo hice.

Recogí el cinturón del suelo y yo misma me lo puse acercándome a él para que comprobara que efectivamente me lo había cerrado bien, me puse la falda y me dispuse a irme:

Hasta mañana

Hoy te has portado muy bien. Has sido una putita muy buena. Me gusta que no lleves ropa interior. Aunque no me gustan los chochos con pelos. Mañana vamos a quitar esos pelos. Hasta mañana.

La verdad es que por más que lo pienso no se lo que cambió en mí ese día. El caso es que salí de esa casa muy contenta por las "alabanzas" recibidas. Y tampoco entiendo por qué pero desde ese día no volví a ponerme nunca ropa interior.