La carcel de mi sexo (2: rechazo)

Como Laura afronta sus primeros días de esclavitud tras ponerle el cinturón.

A la mañana siguiente fui al trabajo. Cuando fui a vestirme me di cuenta que los pantalones no me abrochaban bien a causa del cinturón, así que no tuve más remedio que ponerme falda. La verdad es que nunca acostumbraba a ir al trabajo con falda. Las horas en el trabajo se me antojaron eternas. Cuando salí había decidido que iría a su casa y me enfrentaría con él.

Cuando llamé a su portal me temblaba todo el cuerpo. En ese instante empecé a dudar si hubiera sido mejor ir a la policía, aún a riesgo de perder mi trabajo por escandalo (mi empresa contaba con muy buenos contactos en la policía y mi jefe de seguro que se enteraría). Si hubiera tardado un minuto más en abrirme me hubiera ido.

No te esperaba tan pronto. Pasa – me lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja como si no pasara nada. Como si no me tuviera presa con un cinturón de castidad. Como si fuera una amiga que va de visita.

Quiero que me des ahora mismo la llave y prometo no denunciarte – me había tirado una hora y media delante del espejo ensayando un tono convincente y creo que me salió bastante bien.

Si me fueras a denunciar ya lo habrías hecho sin venir a avisarme. Creo que lo mejor será que pases.

La forma en que me miró acompañada de su tono de voz (casi un susurro) borró cualquier iniciativa mía de llevar el mando de la situación. Me sentía como dos noches atrás cuando él dirigió con total suavidad mi comportamiento. Pasé casi como una autómata, andando con las piernas abiertas a causa de las heridas que seguro tenía a por el roce del cinturón. El me siguió hacia el salón cerrando la puerta con llave detrás de mí.

dame ahora mismo la llave – le dirigí la mirada más fría que pude a la vez que extendía la mano – no pensarás que voy a quedarme llena de orín todo el día.

Se sacó del pecho una llave que llevaba en una cadenita colgada al cuello (la llave de mi libertad) y se acercó a mí bajándome el brazo que yo tenía extendido pidiéndole la llave. De inmediato comprendí que no me la daría a mí sino que sería él mismo el que me abriera el cinturón.

Ahora súbete la falda y pórtate bién y te dejaré lavarte a ti solita.

Me lo dijo al oído tras meterme el pelo tras la oreja con una caricia. Una lágrima resbalaba por mis mejillas que sentía inténsamente rojas por la humillación a la que me sentía sometida. Me la subí muy despacio, como a cámara lenta, haciéndola un rollo a la altura del ombligo. Apareció entonces ante sus ojos mi sexo encarcelado, lo que provocó en él una mueca (no llegó a ser sonrisa) de satisfacción. Extendió su mano con la llave a la altura de mi ombligo donde se encontraba el dispositivo de cierre mientras que con la otra mano en mi espalda me acercaba a él con suavidad. Metió la llave muy despacio en la cerradura (era todo tan suave que el tiempo se me estaba haciendo eterno). Estaba profundamente concentrado en lo que estaba haciendo así que aproveché ese momento para darle un empujón de forma que cayó al suelo de culo y yo empecé a correr hacia la puerta con la llave que se había quedado en el cierre del cinturón.

No había alcanzado la puerta de la calle cuando me di cuenta de que mi intento de escapar era en balde, ya que, recordé en ese momento, había cerrado con llave la puerta de la calle.

No tenía forma de escapar de él, me desmoroné, con la espalda apoyada en la puerta me deslicé hasta caer en el suelo y un mar de lágrimas silenciosas brotó de mis ojos.

Al contrario de lo que yo esperaba, su reacción no fue nada brusca, al contrario, fue excesivamente lenta y suave: se levantó del suelo lentamente, avanzó con pasos tranquilos donde yo estaba postrada, se inclinó hacia mí y me empezó a acariciar suavemente:

No llores – me hablaba prácticamente en un susurro mientras me limpiaba las lágrimas – al principio te costará acostumbrarte, pero estoy seguro que dentro de ti hay una sumisa que con el tiempo aprenderá a disfrutar de esta situación.

Es que yo no me lo podía ni creer, lo estaba flipando, empecé a creer que el señor que tenía delante estaba completamente loco. Loco de atar.

Mira, vamos a hacer una cosa, solo tienes que tener un poco de paciencia. Aguanta un mes (solo un mes) y cuando pase te daré la llave en el momento que me la pidas y no volverás a verme nunca más.

Yo no decía nada, me sentía incluso sin fuerzas para levantarme. Fue él el que me levantó del suelo y me llevó hasta el baño. Una vez allí me dio una pastilla que yo tragué sin rechistar, y terminó de abrirme el cinturón que todavía tenía la llave colgando en la cerradura. La verdad es que me escoció un poco cuando me lo separó de la piel, ya que tenía alguna rozadura como me temía. Inmediatamente cogió un bote de alcohol y algodón y empezó a curarme con suavidad las heridas. Me escocía pero no era capaz de emitir ningún gesto de dolor. Estaba demasiado turbada con el giro que había tomado mi vida. No era capaz ni de pensar. Él lo notaba y no dejaba de susurrarme cosas que a mí me sonaban en ese momento como un eco lejano que se percibe en un sueño. Un mal sueño. La verdad es que debió lavarme, aunque yo solo volví a tener conciencia de mí al día siguiente cuando volví a despertar en su cama con el cinturón puesto. Era como repetir la pesadilla del día anterior. Y también, como la noche anterior, me había dejado una nota.

Querida Laura:

No es mi intención que me tengas miedo. Te aseguro que no voy a hacerte ningún daño. Solo quiero que entre los dos descubramos si, como sospecho, hay una mujer sumisa durmiendo en tu interior. Te prometo que si no es así, te dejaré marchar sin haberte producido ningún daño.

Solo dame un mes.

PD. Te espero para tu próximo aseo.

Me fui de la casa como alma que lleva el diablo. Tenía que pasar por mi casa a cambiarme de ropa antes de ir a trabajar y ya llegaba tarde. Mi cabeza no dejaba de darle vueltas a la nota y a lo poco que recordaba de la noche anterior. No sabia la pastilla que me había dado pero no recordaba nada después de que me curara. Ni siquiera sabía si me había violado.

Me pasé todo el día distraida en el trabajo, no daba pie con bola. No dejaba de pensar que lo mejor sería ir a la comisaría y denunciar, a pesar del escandalo que eso ocasionaría. Pero la promesa de que en un mes estaría libre hacía que me planteara plantearme aguantar. Estaba demasiado acomodada en mi puesto de trabajo, bien pagado y trabajando un número de horas razonables, como para arriesgarme por un escándalo de ese tipo. No sabía lo que hacer, lo que tenía claro es que hasta que no lo decidiera no volvería a esa casa. Así que esa noche no fui a asearme.

A la mañana siguiente me duché intentándo lavarme el sexo como pude. La verdad es que tenía que decidir rápido lo que hacer, ya que no podría mantener mi higiene con el cinturón puesto mucho tiempo. Ese día tampoco fui a su casa. Fue al día siguiente cuando por fin me decidí a ir. Tomé la decisión, más que por convicción, por la necesidad de asearme: Aguantaría un mes.

Cuando llamé a la puerta estaba más nerviosa que la primera vez que fui (por muy increíble que parezca). Esta vez no iba en plan reivindicativo como la vez anterior, ahora iba para someterme. Cuando me abrió la puerta no percibí en su rostro ningún atisbo de sorpresa. Era como si me esperara:

Veo que al fin te has decidido a venir. Pasa.

Como la vez anterior, tras pasar yo cerró la puerta con llave.

Vamos a dejar las cosas claras: no te voy a dar la llave hasta dentro de un mes, así que, si intentas escapar como la última vez, la única que puede salir perjudicada eres tú. Tampoco te obligo a que vengas aquí, solo te ofrezco la posibilidad de facilitarte tu higiene. Si quieres rechazar ese ofrecimiento es cosa tuya. Solo tienes que tirarte un mes sin lavarte como es debido y venir cuando pase a pedirme la llave. Te aseguro que te la daré. ¿alguna pregunta?

La verdad es que tenía una duda que llevaba tres días atormentándome.

la otra noche

no fui capaz de terminar la pregunta pero no hizo falta, me entendió perfectamente.

la otra noche solo te dí un calmante, te aseé y te acosté. No te violé si eso es lo que estás pensando. Y no te preocupes por eso, no vas a follar en este mes.

La verdad es que me quitaba un peso muy grande de encima.

y ahora…¿vas a querer lavarte?

Si.

Pues levántate la falda y ven aquí.

Y lo hice, pero en orden inverso: primero me acerqué a él y cuando estaba a apenas un palmo de distancia me levanté la falda hasta el ombligo. El sacó la llave y me abrió la cerradura dejando que el cinturón resbalara por mis piernas. Lo hizo con total impasibilidad pero estoy segura de que estaba disfrutando como nunca con mi humillación.

síguemé.

Le seguí al baño. Andaba con las piernas un poco separadas porque todavía no se me habían curado las heridas.

ahí tienes jabon, esponja y una toalla. Cuando termines te curaré las heridas – dijo esto mientras se sentó en el taburete del baño.

No te vas?

Que pensabas, que te iba a dejar sola después de que el otro día intentaste escapar?. Este será el precio que tendrás que pagar. No te voy a dejar sola.

Era una tontería quejarse. Hasta ahora yo no había contado nada y eso no iba a cambiar. Empecé a lavarme en el bidé intentando no mirarlo a pesar de que yo sentía su mirada fija en mi tarea. Una vez que terminé me sequé con la toalla y le dije:

ya

ven aquí – me acerqué y me paré enfrente de él, cogió un algodón y lo impregnó en alcohol – ahora esto te va a escocer un poquito pero verás que en unos días curará – la verdad es que si que escocía – abre las piernas – también tenía heridas en las ingles y en el principio de los labios vaginales – muy bien. Si en el fondo eres una niña muy buena. Solo hace falta que lo descubras.

AAHHHGG!! – escocía mucho. No pude reprimir ese grito de dolor.

Tranquila, ya pasó. Te voy a poner unas gasas para que no te haga daño con el roce del cinturón – cuando terminó de ponérmelas cogió el cinturón – venga, mete una pierna.

No por favor! El cinturón no! Si quieres podemos llegar a un acuerdo. Puedo mamártela hasta que te corras, fóllame, hazme lo que quieras, pero no me pongas el cinturón – en el fondo sabía que era inútil decírselo pero de todas formas fue un impulso.

Creí que eso lo había dejado claro al principio. No es discutible. Y no quiero volverlo a oir más. Venga! Mete una pierna!

fué la primera vez que sentí un tono de enfado en su voz. Me apresuré a obedecerle. Me subió el cinturón y me lo volvió a cerrar con la llave. Otra vez presa.

si quieres puedes quedarte a cenar

negué con un gesto.

pues te espero mañana. Si es que quieres venir a lavarte.

Me bajé la falda y le seguí a la puerta de entrada. Me abrió y me fui. Eso fue todo.