La cara rural II (la sorpresa para Marta)

Tenía todo planeado para darle una sorpresa a mi mujer después de pasar el día haciendo turismo.

El relato que se expone a continuación es completamente real, salvo los nombres que son ficticios.

Al día siguiente teníamos planeada una ruta por 2 pueblecitos por la mañana, almorzar en un restaurante muy conocido de la zona, visitar unas ruinas romanas y volver a media tarde para cenar en la casa y descansar.

Nos despertamos muy temprano, desayunamos en la casa, nos dimos una ducha y nos preparamos para salir.

-        ¿quieres que me ponga algo en especial?... bueno, o que no me ponga nada – me dijo Marta provocando una sonrisa en ambos.

-        No, no hace falta. Hoy podemos hacer turismo convencional – le contesté y volvimos a reírnos.

-        Pues… tenía pensado una faldita muy muy cortita…con una tanguita transparente muy muy de putita como le gusta a mi maridito – me decía esto mientras se metía el dedo en la boca sensualmente.

Simplemente el tono ya me puso a 1000 revoluciones y sus palabras eran muy tentadoras, pero aun así me negué.

-        ¡Joder! Marta no tienes fin – le dije

-        Raúl, cariño, es que es muy excitante todo esto. Provocar a los tíos, exhibirme, que veas como me como otra polla… uff se me pone el coñito chorreando sólo de pensarlo. Creo que se me está yendo de las manos…

-        No te preocupes, a mí también me pasa cielo, pero tienes que guardar fuerzas. Te he preparado una sorpresa para esta noche. Ya puestos, vamos a darlo todo, ¿no?

No pude evitarlo, tuve que confesárselo. En ese momento me miró sorprendida, con la boca abierta y los ojos iluminados mientras se terminaba de ajustar un tanga negro minúsculo.

-        Pero, ¿qué-me-estás-contando?! – exclamó separando cada una de las palabras para darle mayor énfasis a su pregunta.

-        Jajajajaja, ¿Ves? No tenía que haberte dicho nada… - contesté riéndome

-        Pero, ¡dime algo cabronazo! ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué tengo que ponerme? – me replicó exaltada.

-        Nada. No tienes que hacer nada… por ahora. Tú se paciente, pórtate bien hoy y esta noche tendrás una recompensa.

Su cara era de mayor sorpresa aún. A Marta le encantan las sorpresas, pero es muy inquieta y automáticamente se pone nerviosa cuando es consciente de que algo le espera. Además, si a ello le sumamos la excitación de saber que estábamos de vacaciones, que el día anterior le había comido la polla al camarero del restaurante y que venía a darlo todo, teníamos un cóctel explosivo.

Terminamos de vestirnos. Nos pusimos ropa cómoda para pasar el día haciendo turismo. Yo llevaba una camisa, unos vaqueros, un jersey y unas zapatillas de deporte y ella una camisa negra y unos vaqueros ajustados con unas botas altas. Cogimos un par de abrigos y nos marchamos.

Pasamos la mañana haciendo turismo “convencional”. Los únicos sobresaltos que tuvimos fueron la propia calentura de Marta, la cual estuvo todo el día expectante e intentando sonsacarme algo de la sorpresa que le tenía prometida, algunos de tocamientos fugaces en el coche, así como un par de botones de su camisa desabrochados y la tanguita asomando por detrás intencionadamente cada vez que se agachaba, lo que hizo las delicias de un padre y su hijo ya entradito en años y un chaval joven que andaba por allí con su pareja durante la visita a un museo en el que estuvimos.

Tenemos mucha comunicación y después de estos últimos meses muchísimo más. Estuvimos prácticamente toda la mañana hablando sobre el día anterior, las vacaciones en el camping, el giro que había dado nuestra relación y nosotros con ella y, obviamente, la sorpresa que le tenía preparada a Marta y que se moría por conocer.

Cuando acabamos la visita a las ruinas romanas y nos montamos en el coche, Marta comenzó a ponerse aún más nerviosa si cabe.

-        Bueno, pues ya vamos camino de la casita. Llevo todo el día esperando este momento – me dijo tras emitir un largo suspiro

-        Jajaja, no seas tan exagerada. Además, aún tenemos que preparar la cena… - le comenté yo sabiendo que la inquietaría más aún.

-        Tío, Raúl, me estás haciendo de sufrir… mira como estoy – diciendo esto se desabotonó el pantalón vaquero, se pasó la mano por su rajita y me dio a probar sus dedos empapados.

-        Todo a su tiempo… - le contesté.

Llegamos a la casa sobre las 19 de la tarde. Aquí empezaba mi plan, le preparé una cena romántica, postre de chocolate incluido por el que tuve que acercarme a la pastelería del pueblo y, por supuesto, una botella de vino.

Encendí la chimenea, ya que hacía algo de frío y daba ambiente a la casa. Comenzamos a cenar sobre las 21, Marta estaba super nerviosa y no dejaba de preguntarme de qué se trataba, cuándo le iba a dar la sorpresa, etc. Una hora más tarde estábamos acabando con el postre y nos quedamos disfrutando del vino que aún quedaba en la botella.

Recibí un WhatsApp en mi teléfono y automáticamente le levanté.

-        Espera aquí y no te muevas, vuelvo en 5 minutos – subí las escaleras hacia la habitación.

Cuando bajé, Marta estaba impaciente, me miraba con los ojos abiertos expectante.

-        Sube y ponte lo que te he dejado sobre la cama – le dije a Marta con tono autoritario.

Se levantó de la silla como un resorte, subió las escaleras y despareció de mi vista en menos de 20 segundos. Yo recogí la mesa, serví las últimas dos copas de vino, acomodé el salón y me senté en uno de los sofás junto a la chimenea a esperar. Unos minutos después oí sus tacones bajar las escaleras. Sus piernas asomaron por el hueco de la barandilla. Cuando por fin bajó, confirmé mis pensamientos, estaba espectacular.

Hay innumerables cosas que me tienen enamorado de Marta y una de ellas es su físico. Su algo más de 1,65 metros, su pelo negro lacio, sus ojos verdes, sus 95 C de tetas bien colocadas, sus caderas anchas, su generoso culo, su coño carnoso, rosado y perfectamente depilado y sus suaves piernas, me vuelven loco.

Como digo, estaba espectacular. Todo lo que se tenía que poner se lo había regalado yo para la ocasión. Llevaba un vestido rojo ajustado, aunque no demasiado. Estaba agarrado al cuello por una fina tira de tela desde la cual partía la parte delantera del vestido. El escote era holgado, en forma de U y la tela caía haciendo pequeños pliegues de tal manera que eran sus dos tetas, libres de sujeción, las que le daban forma por los lados. La tela del vestido se ceñía un poco conforme bajaba por su vientre para posteriormente abrirse ligeramente dando lugar a una falda corta con un poco de vuelo. El vestido dejaba la totalidad de su espalda al descubierto. Llevaba unas finas medias negras de rejilla y unos tacones altos de charol.

Marta no podía quitarse la sonrisa de los labios y el brillo de los ojos. Dejé mi copa de vino sobre la mesa, me levanté y fui hacia ella.

-         Estás preciosa cariño. ¿Te has puesto todo? – le susurré al oído

-        Todo. Mira.

Diciendo esto se levantó el vestido dándose la vuelta y me dejó ver su culito apenas cubierto por una tanga con 2 tiras abiertas por la cintura y otras dos tiras que recorrían sus nalgas bajando hasta perderse por el pliegue de su culo. Se dio media vuelta y las finas tiras de tela que se escondían por debajo del pliegue de sus nalgas aparecían por delante subiendo por sus ingles hasta la cintura, bordeando su coñito y dejándolo libre para terminar dibujando una pequeña mariposa antes de llegar al filo de la prenda, justo en su monte de venus. De esta forma, sus rosados y carnosos labios mayores sobresalían dejando la rajita de su coño aprisionada y totalmente a la vista.

-        Tócame el coñito un poco, por favor – me pidió completamente caliente.

-        No, tu sorpresa está a punto de llegar – le repliqué

-        ¿Cómo que a punto de llegar? ¿Has hecho que me vista de puta para alguien? – preguntó sorprendida

Miré el teléfono de nuevo y, efectivamente, a los pocos segundos me volvió a sonar.

Preparé la sorpresa semanas antes de nuestro viaje. Contacté por internet con un chico. Se llamaba Roberto, era fisioterapeuta, hacía poco que acababa de terminar la carrera y se dedicaba a hacer shows para despedidas de solteras y así poder financiarse los estudios. Busqué ese perfil porque pensé que dentro del gremio me sería más sencillo dar con alguien que “cumpliera” con mis expectativas, tanto a nivel físico como sexual y no se asustara de mi propuesta. Era mulato, de padres cubanos y, al menos en fotos, tenía un físico increíble. El chaval medía en torno a 1,90, tenía un cuerpo completamente escultural, trabajado en el gimnasio, aunque sin ser exagerado y una polla enorme de 24 centímetros y muy gruesa, como sabía que le gustaban a Marta. Le pedí que me enviase evidencias de ello y lo hizo.

Le hablé de un baile para Marta y un masaje erótico, le dije que en todo momento él sería quién llevase las riendas de la situación y el chico accedió. Le comenté un poco nuestras experiencias, el tipo de relación que teníamos y todo le pareció bien. Negociamos el dinero y fijamos el día y la hora. Sí que me advirtió que nunca había hecho algo similar para una pareja.

Senté a Marta en una silla y le coloqué un pañuelo tupido en los ojos asegurándome de que no veía nada.

-        Espera aquí – le dije a Marta dándole un pequeño beso en la boca.

Salí hacia la puerta de la finca y el chico estaba esperando con su coche fuera. Le abrí la puerta y aparcó.

Entramos los dos en la casa. El chico se quedó mirando a Marta, me sonrió y me comentó que era preciosa y que se lo iba a pasar muy bien.

Roberto ya venía preparado. Tras unos minutos en el aseo, salió de él, sacó un pequeño altavoz de una mochila, conectó su teléfono y lo colocó sobre la mesa.

Yo había preparado un poco el salón, despejando todo y dejando únicamente la mesa a un lado, un sofá junto a la chimenea y la silla en la que estaba Marta sentada justo delante del sofá. Abrí otra botella de vino, me serví una copa y me senté en el sofá a disfrutar de la escena sin perder detalle.

El chico me hizo un gesto pidiendo mi aprobación para poder empezar.

-        Adelante. Haz con ella lo que quieras, toda tuya – le dije asintiendo con la cabeza.

-        ¡Jodeeeer, qué nervios! Pero, ¿qué me vas a hacer cabrón? – exclamó Marta excitada con cierto nerviosismo

-        Tranquila, cariño, vas a disfrutar – afirmé con rotundidad.

Roberto se dirigió a su teléfono y comenzaron a sonar las primeras notas de un saxofón que dieron paso a una canción muy oportuna para la ocasión.

Él iba vestido de forma elegante. Llevaba un traje negro con camisa blanca, pajarita y zapatos negros.

Se acercó a Marta ya con la música sonando. Lo primero que hizo fue cogerla de la mano, la levantó de la silla y la hizo dar una vuelta sobre sí misma mientras le dibujaba el contorno de su cuerpo con la otra mano. Como digo ella llevaba los ojos vendados y su cara era una mezcla de nerviosismo y excitación resumida en la media sonrisa que tenía.

-        ¡Uy, qué bien huele! – dijo Marta mientras el chico la tenía de pie.

La volvió a sentar en la silla y se colocó por detrás de ella, le retiró el pelo suelto hacia un lado y le paso sus labios por el cuello de forma suave. Instantáneamente la piel de Marta se erizó. Seguidamente le puso los brazos en cruz y fue acariciando los dos a la vez desde la punta de sus dedos hasta llegar a las axilas. Una vez allí, extendió sus enormes manos ejerciendo algo de presión por la parte externa de las costillas, las tetas de Marta casi reposaban en la punta de los dedos de Roberto. Comenzó a bajar sus manos hasta llegar a la cintura, continuó sobre la parte alta de sus muslos y acabó levantando muy ligeramente el vestido, para acariciar la parte interna de sus muslos casi sin tocarlos, de tal forma que yo podía intuir la el comienzo de las medias y el tanga de Marta.

Roberto se quitó la chaqueta y se la colocó a Marta sobre sus hombros, quién seguía sentada en la silla con los ojos vendados. Se puso delante de ella, de pie, dándole la espalda y con las piernas abiertas semiflexionadas, casi sentado sobre ella y mirando hacia mí. Le cogió una mano y se la dejó posada sobre su muslo, lo cual provocó la reacción de Marta.

-        ¡Madre mía… esto está muy duro!… - exclamó de inmediato.

Le cogió la otra mano y se la llevó al pecho, se desabotonó la camisa y se dejó la pajarita. Con el torso desnudo, comenzó a bajar la mano de Marta. Primero la pasó por sus pectorales haciendo que los delicados dedos de ella se perdieran entre la enorme mano de Roberto. Continuó bajando la mano de Marta, ahora sobre los abdominales, los cuales no tenían ni un gramo de grasa.

-        Pero, ¡tú de dónde has salido! – volvió a exclamar Marta mientras acariciaba al chico.

Cuando terminó con el torso, le cogió ambas manos y se las comenzó a pasar por los enormes muslos todavía cubiertos por el pantalón, la música acompañaba cada movimiento de nuestro amigo. Inició el movimiento sobre sus rodillas, llevando lentamente las manos de Marta para arriba y hacia el interior. Justo cuando llegó casi a la altura de su pene, el cual se apreciaba perfectamente como un enorme bulto que se extendía desde su entrepierna hasta su muslo debido a la posición reclinada que mantenía, dejó una mano quieta mientras pasaba la otra por encima del bulto rozándolo levemente. Marta debía estar muy caliente porque emitía suspiros a cada instante. Era tremendamente excitante verlos a ambos, sobre todo las manos de mi mujer repasando el torno desnudo y las piernas del chico sólo para ella, mientras yo degustaba tranquilamente mi copa de vino.

Roberto se incorporó, se dio la vuelta y se quedó delante de Marta, dándome la espalda a mí. Le quitó por fin el pañuelo de sus ojos, tras unos segundos cegada debido al tiempo que había tenido la vista tapada, Marta abrió los ojos y vio ante sí a Roberto, de pie, con la camisa abierta dejando su torso musculado a la vista y la pajarita puesta como el típico stripper de un cabaret. Inclinó su cabeza para poder verme a mí y comenzó a reírse a carcajadas.

-        ¡Te quiero cariño! Estás loco – exclamó

-        Yo también te quiero – le contesté sonriendo

Roberto continuó con el striptease. Se quitó la camisa mientras se movía lentamente al ritmo de la música, que seguía ambientando la situación de forma magistral. Echó la camisa en el otro sofá, quedándose desnudo de cintura para arriba y volvió a coger a Marta de la mano, esta vez para levantarla. Tiró de ella de tal forma que dio un respingo, se levantó y se quedaron pegados el uno al otro como si estuvieran bailando una balada romántica. Marta intuitivamente se abrazó a él, intentando abarcarle la espalda con sus pequeñas manos. La piel blanca de Marta contrastaba con el color marrón brillante de la piel de Roberto. Él la cogió a ella por la cintura, se agachó levemente y le puso las manos en el culo y tras acariciarle las nalgas y palparlas suavemente, le dio un par de cachetadas y las apretó con fuerza. Ella sólo pudo emitir un pequeño gemido mientras le respondía con el mismo gesto, le dio una cachetada a él y le apretó las nalgas.

El chico le dio la vuelta a Marta con una facilidad sorprendente, quedándose solapado a ella por detrás. Mi mujer parecía un pequeño juguete en sus manos. Marta se quedó frente a mí, a expensas de Roberto, quién le había colocado las manos cruzadas por detrás de la cabeza. Tras unos segundos acariciando su cintura y su vientre con sus enormes manos, comenzó a subir hasta que llegó a las tetas. Puso la palma de las manos debajo de cada una de ellas y las abrazó con sus largos dedos. Cada mano de Roberto cubría casi la totalidad de los pechos de Marta y no son precisamente pequeñas. Las juntó haciendo que la tela del escote se plegara un poco más y dejara a la vista el precioso canalillo que formaban ambos senos apretados uno contra el otro. Estuvo jugando con ellas un buen rato, masajeándolas, subiéndolas y bajándolas, haciendo que Marta me mirase de forma lasciva para acabar cerrando los ojos y echando la cabeza para atrás, evidenciando su placer.

Seguidamente, Roberto dejó una de sus manos atrapando ambas tetas, colocó la otra en mitad de la espalda de Marta y con un gesto rápido, la inclinó hacia delante provocando que ella alargase sus brazos hasta apoyar sus manos en mis hombros y dejando su cara a escasos centímetros de la mía. Nos dimos un pequeño beso. Entonces él, aún con el pantalón puesto, apretó su polla contra el culo de Marta alternando los refregones, con puntazos y cachetadas en las nalgas, aunque de manera nada agresiva, simulando una sutil follada.

-        Cariño… que pollón tiene este tío, lo noto en mi culo… joder…te quiero – me susurraba mientras su cabeza iba hacia delante y hacia atrás debido a las embestidas del stripper.

Yo sólo sonreía y disfrutaba viendo cómo Marta cada vez estaba más cachonda y a su vez me ponía más cachondo a mí. Roberto también tenía cara de estar disfrutando, aunque probablemente para él era un show más, aunque algo atípico.

El chico volvió a sentar a Marta en la silla, se puso en cuclillas delante de ella y, apoyado sobre sus rodillas, lentamente fue separándole las piernas y hundiendo su cabeza entre ellas. El gesto hizo que el vestido se arrugase, quedando recogido sobre la parte alta de sus muslos y dejando a la vista el coñito de Marta, perfectamente depilado en su totalidad, gracias a la apertura del tanga. Sus carnosos labios rosados sobresalían por las tiras del tanga y su rajita brillaba gracias a los flujos que emanaban de ella.

-        Veo que vienes preparada – le dijo Roberto mientras la miraba sonriendo, algo cortado por la situación.

-        Ya ves. Mi marido es muy previsor. Me lo ha regalado y lo estoy estrenando hoy – le replicó ella.

-        Roberto, ¿te gusta? – interrumpí yo

-        Sin duda – me dijo él de manera escueta y concisa.

Este hecho le puso las cartas sobre la mesa al chico, ahora estaba en su mano sobrepasar los límites que él quisiera. Es obvio que no era el primer coño que veía, pero sí el primero de una chica cuya tanga dejaba muy clara sus intenciones mientras su marido observaba toda la situación.

Yo tenía a Marta sentada a un metro y medio escaso, con las piernas abiertas y su rajita a la vista mientras Roberto simulaba una comida de coño metiendo y sacando la cabeza entre sus muslos al ritmo de la música. Todo ello hizo que mi polla se comenzara a poner muy dura, si ya de por sí la situación era muy morbosa, esta escena provocó una respuesta inmediata.

Roberto se volvió a poner de pie y Marta cerró ligeramente las piernas y se volvió a colocar el vestido. Volvió a tomar a Marta por las manos, recorrió su torso desnudo de arriba abajo con ellas de nuevo, se paró en la hebilla del cinturón e hizo que Marta lo desabrochara, así como el botón y la cremallera del pantalón. Él se quitó el cinturón, dejándoselo en una mano y con la otra sostuvo el pantalón evitando que se le cayera. Hábilmente se quitó un zapato y luego el otro, se dio media vuelta dándole la espalda a Marta y dejó caer en pantalón sobre sus pies.

El chico dejó a la vista un minúsculo tanga que no tenía nada que envidiar al que llevaba puesto Marta.

Ella automáticamente colocó sus manos sobre las nalgas de Roberto.

-        Raúl, aquí se puede lavar la ropa – comentó en tono de broma, haciendo referencia a la musculatura del chico.

Verdaderamente el cuerpo de Roberto era escultural. Se quedó vestido únicamente con la pajarita y el tanga, el cual le recogía el pene a duras penas de tal forma que la tela lo mantenía aprisionado hacía el lado izquierdo extendiéndose hasta llegar casi al muslo debido a su longitud y grosor.

Roberto se colocó al lado izquierdo de Marta, la cual permanecía sentada en la silla. La estatura del chico hacía que su polla cubierta por el tanga quedase a la altura de su cara. Rodeó la cabeza de Marta con el cinturón sujetando cada extremo del mismo con una mano y, con suaves movimientos, comenzó a acercársela al enorme bulto. Marta no paraba de reírse mientras Roberto le pegaba la polla a la cara y la frotaba al compás de la relajante música que sonaba en ese momento. Ella estaba disfrutando como una niña chica y cada vez que dejaba sus piernas ligeramente entreabiertas yo observaba el brillo de su coñito empapado por sus flujos.

Desde esa misma posición lateral, a la izquierda de Marta, Roberto volvió a abrirle las piernas, colocando su pie entre ellas, apoyándolo en la silla. Tomó su mano derecha y comenzó a recorrer el muslo por la parte exterior, siguió por la interior y la dejo posada en el enorme bulto de su entrepierna. Con la mano de Marta sobre su polla, la apretó fuertemente haciendo que Marta casi salivara por la situación. Yo tuve que levantarme a llenar de nuevo mi copa de vino ya que era eso o comenzar a hacerme una paja.

Tras varios minutos jugando con ella en esa posición, la levantó, colocó la silla donde estaba Marta sentada a escasos centímetros del sofá en el que yo me encontraba y volvió a sentarla en ella. Roberto me pidió que me incorporase y me pusiera frente a Marta y así lo hice. Él se situó de pie en medio de los dos, quedando Marta y yo frente a frente y él a un lado.

-        ¿Me puedes desabrochar esto? – me preguntó a mí señalando un pequeño botón negro situado en la tira de la cintura del tanga.

Yo me quedé blanco por un momento, pero no lo pensé demasiado, tenía y quería participar del juego, así que no me negué.

Con suma delicadeza agarré la tira que quedaba más cercana a mí y la desabotoné. Él me miro, giró su cadera facilitándome el acceso al otro botón y yo accedí acercándome peligrosamente al enorme bulto que sobresalía del tanga.

-        Venga cariño, no pasa nada porque le roces la polla – me dijo Marta soltando una carcajada

La miré desafiante y le solté el otro botón como pude provocando que el tanga saltase debido a lo estirado que estaba. La minúscula prenda cayó al suelo, dejando delante de nosotros un enorme pollón mulato semi empalmado que debería medir 16 o 17 centímetros fácilmente y con un grosor considerable. Marta se quedó ojiplática.

-        Por dios, pero ¡qué pedazo de polla tienes chico! – exclamó mientras fijaba sus ojos en ella

Roberto rápidamente se la tapó con una de sus manos.

-        Normalmente, el striptease llega hasta aquí. Puedo seguir si os apetece – dijo respetuosamente él mirándonos a ambos.

-        Por mí, puedes seguir…por favor. Ahora que empezaba lo bueno… – dijo Marta, rogando por que el chico continuara con el show.

-        Pues por mí también, nosotros estamos disfrutando. – continué – Como ya te comenté, eres libre de hacer y deshacer lo que quieras. El límite lo pones tú.

Mi intención era que él estuviera tan a gusto como nosotros lo estábamos y se sintiese cómodo.

Sin decir ni una palabra más, Roberto, apartó las manos de su pene, dejándolo de nuevo a la vista y quedándose completamente desnudo ante nosotros. Fue hacia su teléfono y volvió a poner la música en marcha que ya había concluido segundos antes. Marta continuaba vestida, sentada en la silla a unos centímetros de mí, que seguía en el sofá incorporado hacia ella.

El chico comenzó a jugar con Marta de nuevo. Tomó la tiranta del cuello de su vestido con los dedos, la alzó ligeramente y metió su polla por debajo de la tira y comenzó a moverla sobre su piel de arriba abajo. Su falo seguía sin estar completamente empalmado y, aun así, era enorme.

Acto seguido Roberto se puso detrás de la silla, reclinado hacia adelante, estiró sus brazos hasta alcanzar la parte alta de sus muslos de Marta y comenzó a recorrerlos hacia el interior a la vez que recogía la tela del vestido e iba abriéndole las piernas. Cuando llegó a la entrepierna, Marta ya tenía los ojos cerrados y la cabeza ligeramente hacia atrás, señal evidente de que le estaba resultado muy placentero. Sus muslos cubiertos por las medias de rejilla estaban completamente separados de tal forma que el ángulo que había entre ambos no daba mucho más de sí. El explícito tanga dejaba totalmente al descubierto su rajita que comenzaba a abrirse ligeramente debido a su posición.

-        ¿Lo ves bien? – preguntó Roberto mirándome a los ojos.

-        Sí, perfectamente – le contesté sin titubeos.

Puso uno de sus enormes dedos en el coño de Marta y recorrió varias veces su interior. Lo sacó empapado y lo pasó suavemente por sus labios, ella abrió la boca inmediatamente al sentir el dedo en ella, sacó su lengua y comenzó a chuparlo lentamente. Volvió a sacar el dedo de su boca, lo llevó de nuevo a su coño, separó sus labios mayores llegando al clítoris con suma facilidad y comenzó a frotarlo haciendo pequeños movimientos circulares haciendo que Marta comenzase a emitir gemidos ahogados mientras apretaba sus labios.

Yo aproveché el momento para desabotonarme el pantalón y comenzar a acariciarme la polla, la tenía completamente dura y estaba deseando pajearme. Llevaba puesto un slip blanco transparente que me regaló Marta y que le encanta verme puesto, así que aproveché la ocasión para ponérmelo, aunque de primeras me sintiese un poco raro con él.

La situación era muy morbosa, parecía que Roberto había comprendido perfectamente nuestras intenciones cosa que Marta agradeció dejándose llevar como a ella le gustaba. Estaba tan cachonda que ya tenía la mirada de zorra caliente que evidenciaba que andaba dispuesta a todo. Y yo por mi parte estaba disfrutando de que mi sorpresa la estuviera haciendo gozar de esa manera.

El chico la levantó de la silla una vez más, le quitó la tira que sujetaba el vestido por el cuello el cual cayó sobre los tacones de Marta y dejó a la vista sus preciosas tetas y sus grandes pezones rosados completamente duros y excitados. La visión de ella desnuda, únicamente con el tanga abierto por su parte delantera, las medias de rejilla y los tacones de charol junto al chico mulato, con el cuerpo escultural y una polla enorme, evocaba una escena de una elegante película porno.

El juego continuó. Roberto colocó a Marta de pie justo delante de mí, haciendo que yo separase las rodillas para que ella pudiera situarse entre mis piernas. Me puso mis manos en su culo, quedándome abrazado ligeramente a ella. Él se puso por detrás y, cogiéndose la polla, apartó sus nalgas y fue introduciéndola poco a poco dejándola aprisionada en la parte alta de sus muslos. Yo estaba sentado en el sofá y mi cabeza quedaba a la altura del ombligo de Marta. Pude sentir primero el calor y luego directamente la pelvis de Roberto sobre el dorso de mis manos, cuando él terminó de introducir su polla, vi como la rajita de Marta se abría poco a poco de atrás hacia adelante hasta que finalmente asomó el enorme capullo de Roberto entre su entrepierna. El inició un movimiento de atrás hacia adelante, frotando su polla contra el coñito de Marta, de nuevo simulando que la follaba y de nuevo provocando gemidos en ella.

-        Levántate cariño. – me dijo Marta

Yo me incorporé, poniéndome de pie. Marta me sacó la polla y la colocó entre su coño y la polla de Roberto. Probablemente era la mayor sensación de excitación que había sentido nunca. Mi mujer estaba entre Roberto y yo, mientras el y yo frotábamos al unísono nuestras pollas contra su coñito y contra nuestras propias pollas, él desde atrás hacia adelante y yo desde delante hacia atrás. Nunca había sentido otra polla frotarse contra la mía y era muy excitante, sobre todo debido al tamaño del miembro de Roberto.

Tras un buen rato así. Marta se agachó y comenzó a hacernos una mamada a ambos. Alternaba mi polla con la de Roberto, lamia de manera indistinta nuestros capullos o nuestros huevos, le daba igual. Estaba desenfrenada.

-        Folladme en el jacuzzi. – nos dijo Marta de manera diligente.

Automáticamente subimos arriba. Mientras preparamos el jacuzzi Marta continuó comiéndonos las pollas, esta vez juntó el capullo de Roberto contra el mío y comenzó a lamer ambos a la vez.

-        Quiero que me folle él primero – dijo Marta.

Nos metimos en el jacuzzi. Todos estábamos en una especie de éxtasis en el que sólo se contemplaba el sexo. Yo me quedé sentado en el filo del jacuzzi dejando las piernas dentro del agua, Marta se colocó a 4 patas, Roberto se puso detrás de ella, se escupió un poco de saliva en la mano y se la restregó por su depilado coñito y poco a poco fue introduciéndole su enorme y gruesa polla hasta que finalmente sus huevos toparon con sus labios mayores.

-        ¡Joooooooder! – la exclamación de Marta se pudo haber oído a kilómetros. Continuó – ¡¡me encanta cariño, me encanta!!

Era la primera vez que otro hombre se follaba a Marta. Mi sorpresa había alcanzado su objetivo, ver a mi mujer disfrutar mientras era penetrada por otra polla.

Las embestidas de Roberto fueron cada vez más intensas y exageradas. Yo le metí la polla a Marta en la boca. Apenas había recibido 3 o 4 embestidas del chico, cuando se corrió por primera vez.

-        ¡Siiiii! Uffff… me he corrido - exclamó

-        ¿te gusta que te estemos tapando tus orificios mi vida?

-        ¡Sí! Me encanta cabrón, folladme – dijo ella fuera de sí

-        Disfruta como a ti te gusta puta – dije dirigiéndome a ella.

Sin dejar de follarla, estuvimos al menos 10 minutos más así, Roberto y yo cambiamos las posiciones. Él se quedó de rodillas, se quitó el preservativo y empezó a follarle la boca a Marta llegando a provocarle pequeñas arcadas. Yo por mi parte, le metí la polla en su dilatado coñito y comencé a follarla fuertemente. Sentí que su coño empezaba a contraerse y sabía que se iba a volver a correr de nuevo, yo no pude aguantar más y comencé a soltar chorros de semen dentro de su coñito, provocando su segundo orgasmo. Le encanta sentir la corrida dentro de su coño. Roberto por su parte, le sacó la polla de la boca, comenzó a pajearse y en pocos segundos soltó un gran chorro de leche sobre la boca de Marta quién lo recibió con la lengua fuera. Ella se tragó parte de la corrida, se echó sobre mí y comenzó a reírse a carcajadas mientras suspiraba.

-        Roberto, muchas gracias por esto – le dije mientras aún seguíamos los 3 en el jacuzzi.

-        No te preocupes, yo también he disfrutado muchísimo. Además, aún queda el masaje que teníamos previsto. – dijo él riéndose.

-        Tengo una idea – dijo Marta – es tarde, quédate a dormir y mañana seguimos disfrutando.

Tras unos minutos meditando la decisión, el chico aceptó la propuesta. Continuará…