La Canguro Reencuentro II
Una vez más la magia y el deseo surgió entre los tres... mañana los tres partirán a navegar con la pareja de intercambio que tanto interés tiene en conocer a Elena. ¿Qué pasará durante la travesía?
—Son cerca de las doce, ¡va a venir mi madre en nada!
Recogimos la ropa y Néstor tuvo que bucear de nuevo dentro de la piscina para recuperar las bragas de ambas —hubiera sido difícil de explicar si al día siguiente aparecían flotando...—. Nos vestimos apresuradamente entre risas, y nos colocamos en la mesa como si aún estuviéramos de sobremesa. Unos minutos más tarde aparecía por la puerta Marta, venía encantada porque se había llevado una línea y un bingo. Tras un rato de charla, enseguida subió a su habitación.
Seguido a ella fuimos nosotros los que desmontamos el chiringuito. Recogimos la mesa y en un momento en el que estaba a solas con María me dijo…
—Me ha encantado volver a sentirte… me gustaría que durmieras entre nosotros esta noche… pero es muy arriesgado estando mi suegra—a mí también me hubiera encantado, aunque sabía que era demasiado.
—A mí también me encantaría…
Nos despedimos con sendos besos en los labios y nos fuimos a la cama. Me costó conciliar el sueño, estaba excitada y el corazón me latía con fuerza. Deseaba verlos aparecer por la puerta y que ambos se metieran en mi cama. Pensé en salir y acudir a su dormitorio, pero era demasiado arriesgado estando Marta, al final entre pensamientos y recuerdos me quedé dormida.
Por la mañana nos deseamos los buenos días con una sonrisa de complicidad en los labios y desayunamos todos juntos. Era el día que íbamos a navegar con sus amigos de Pamplona, pero yo no podía dejar de sentirme culpable por dejar al cuidado de los peques a su abuela…
—Marta, ¿está usted segura que quiere quedarse con los niños?—en teoría había ido con ellos para cuidar a los peques, por eso me resultaba demasiado violento que se quedaran al cargo de su abuela.
—Primero, no me llames de usted que no soy tan vieja, y segundo, estoy deseando quedarme con mis nietos y poder malcriarlos sin que nadie me diga nada… vosotros id tranquilos.
Preparé un par de bañadores y algo de ropa cómoda en una mochila y me puse el bikini tanga que me había comprado para Conil. Para vestir me enfundé en una camiseta blanca de tirantes con una falda casual y bajé al jardín. Ya me estaban esperando y tras despedirnos de los niños y la abuela, nos encaminamos al puerto que se encontraba muy cerca de la casa.
El barco era un velero de tamaño medio que, aunque se veía que ya tenía unos años, estaba bien conservado. Se encontraba amarrado en el embarcadero junto decenas de barcos de diferentes tamaños y modelos, estos se movían y oscilaban con el suave el vaivén del agua dentro del puerto.
Estaba nerviosa, en mi interior anidaba un sentimiento de ansiedad y excitación ante la novedad de conocer a esta nueva pareja, alguien que al igual que yo hace un tiempo, habían compartido con ellos momentos de intimidad, alguien que en definitiva conocía nuestro secreto.
Una vez frente al barco, Néstor dio un grito para avisar de nuestra llegada… — ¿alguien a bordo? — enseguida salió de la parte trasera el chico que me imaginé que sería Mikel… este nos saludó cariñoso y nos invitó a subir.
Tendría unos cuarenta años, el pelo castaño claro con mechas rubias y bastante largo, llevaba en ambas orejas el típico pendiente de aro que suelen llevar por el norte y barba de tres días. Más o menos era de la altura de Néstor, y al igual que él, se veía que se mantenía en forma.
Mikel saludó a Néstor y le dio los besos reglamentarios a María de una forma sensual y atrevida, su primer contacto no era el de dos amigos cualquiera, sino el de alguien que había compartido momentos de intimidad. Las miradas, el roce, el lenguaje corporal, todo en ellos hablaba sin hablar.
Después giró la cabeza y me miró…
—Así que tú eres la famosa Elena… soy Mikel, encantado guapa— ¿famosa Elena? La intriga me carcomía por dentro.
— Sí, soy Elena, no sé si soy tan famosa la verdad…**
— María y Néstor nos han hablado siempre muy bien de ti… ¿te gusta navegar?
— Pues no lo sé la verdad… es la primera vez que me monto en un barco.
En ello estábamos cuando salió del interior del camarote una chica que tenía que ser Itzi...
— Hola chicos ¿qué tal?— enseguida se acercó a nosotros para plantar un par de besos a mis jefes, después se volvió hacia mí y me regalo su mejor sonrisa.
— Tu debes de ser Elena… teníamos muchas ganas de conocerte— acto seguido me dio dos besos y sentí la calidez de sus labios alcanzar mi piel. Al tiempo que me besaba, su mano se posaba en mi espalda baja y me regalaba una caricia.
Itzi era una chica menuda, la más baja del grupo. Tenía una corta melena castaña y estaba ligeramente ondulado, como si en alguna ocasión lo hubiera intentado alisar el pelo y este se hubiera resistido. Su mirada viva y sonrisa maternal. No tenía mucha talla de pecho, a través del sujetador del bikini se adivinaban unos senos pequeños pero firmes. Aunque había sido madre en dos ocasiones y no tenía el “cuerpazo” de María, seguía manteniendo un cuerpo tonificado y sensual.
Ella hizo de anfitriona y se encargó personalmente de enseñarme el barco al completo. Mientras estaba acomodando mis maletas en el camarote, el velero comenzó a moverse y nos hicimos a la mar. Itzi me preguntó si me mareaba y si había navegado en alguna ocasión. Estuvo pendiente en todo momento y me hizo sentir a gusto e integrada desde el minuto uno.
Pero los problemas llegaron cuando nos hicimos a mar abierto... en un primer momento no sentí nada, pero en el instante que el barco comenzó a subir y bajar las pequeñas olas que se acercaban a la costa, el estómago comenzó a revolverse y empecé a sentirme mal… me acerqué a la borda, el estómago me dio un vuelco y de repente, comencé a vomitar como si no hubiera un mañana. Los chicos se reían con su típica sonrisa prepotente de “ya lo sabía” pero ellas enseguida se preocuparon de mí. Itzi corrió a traerme una pastilla contra el mareo y María se quedó a mi lado sujetándome la cabeza.
— Es normal, no te preocupes, la primera vez que sales a navegar es raro el que no se maree.—no sé si me importaba mucho no haber sido la primera, el caso era que en ese instante quería morirme.
Debía estar horrible, tenía cara de muerta y cada dos por tres tenía que inclinarme sobre la borda para intentar vomitar, hacía ademan de devolver, pero ya no quedaba nada dentro de mi estómago, tan solo conseguía emitir sonidos guturales desagradables al intentar vomitar.
Pensé que, si mi mareo seguía igual, en vez de una travesía de ensueño, mi viaje iba a ser una pesadilla. Tras una hora de agonía en la que lo único que vi fue la borda del velero, y unos cuantos peces que se acercaban a fisgonear mi patética imagen, fondeamos —creo que se dice así— frente a una cala. María se acercó para saber cómo estaba y preguntarme si me encontraba con ganas de hacer snorkel… pero yo no tenía el cuerpo para eso, aunque había mejorado con la pastilla, todavía me encontraba muy mareada y no me sentí con ánimo de meterme en el agua a bucear. Me preguntó si quería que se quedara conmigo, pero le dije que no era necesario, seguramente dentro de un rato me encontraría mejor e iría con ellos.
Cuando pensaba que todos estaban en el agua apareció Itziar… por lo visto le daba “palo” dejarme sola con la mala cara que tenía, y se sentó conmigo…
— ¿No vas con ellos? No te preocupes por mí, enseguida estaré bien.
—Da lo mismo, me da penita déjate sola con lo mal que lo estás pasando.
—Gracias, eres un encanto…—realmente lo era.
—María tenía razón cuando nos habló de ti…
— ¿Qué os ha contado?—por un momento me olvidé de mi mareo y me centré en mi propia curiosidad.
—Bueno… nos contaron lo vuestro y lo mucho que les había marcado lo que pasó hace un par de años. Nos dijo que eras un encanto pero que se habían sentido mal por tu edad…
—Si… a mí me pasó lo mismo… siempre he tenido en mi mente aquellos días junto a ellos.—ya lo creo que lo tenía en mente…
—Debo decirte que yo animé a María para que te llamara… al fin y al cabo tú fuiste la responsable de algún modo de que nos conociéramos—dicen que la mayor parte de lo que trasmitimos no es a través de nuestras palabras sino a través de nuestro lenguaje corporal; como miramos, nuestros gestos, tono de voz, nuestra postura y movimientos de manos, tantos y tantos detalles que a menudo pasan inadvertidos, y que a la postre hablan de nosotros más que nuestras propias palabras. Su lenguaje corporal era cálido, acogedor y maternal, pero también extremadamente atractivo a mis ojos.
—Buff… espero recuperarme de este mareo… como me pegue así todo el tiempo…
—No te preocupes guapa, seguro que se te pasa—mientras Itziar hablaba, sus dedos acariciaron con ternura mi rostro, su boca se acercó a la mía, y sin dejarme apenas reaccionar, sus labios me besaron… después se apartaron de mí y dejó su boca varada a escasos centímetros de la mía.
Sentí la calidez de sus labios, su roce embriagador. Nuestras bocas estaban tan cerca que mi aliento se fundió con su aliento. Sin tan siquiera valorar las consecuencias, mi instinto animal trasladó mi boca al encuentro de la suya, y ambas se fundieron en un cálido beso. Al principio fueron los labios los que se fusionaron, después mi lengua la que tomó al asalto su boca, para fundirse sin remedio en un ritual mágico de húmedas caricias.
Permanecía inmóvil y nerviosa sentada en la borda del barco con ella a mi lado. Me estremecí al sentir el sutil tacto de su mano posándose en mi estómago, esta comenzó recorrer mi piel casi sin tocarla, solo se detuvo al llegar a uno de mis pechos… se coló con descaro por debajo de la tela del bikini, noté la tibia y dulce caricia de sus yemas en mi seno, sentí su dermis rozar mi pezón sensible y erizado, y no pude dejar de emitir un gemido ahogado.
Tras unos segundos pareció sentirse culpable y se apartó… dejó de regalarme su tortura, y desde el mismo instante que dejé de notar su presencia, un perturbador síndrome de abstinencia se apoderó de mí.
—Ahora entiendo porque siempre estás en boca de María. Eres muy especial…—por un instante me había olvidado del mareo .
—Gracias… tú también eres muy maja… siempre haces que me sienta bien.—no era el típico un halago vacío. Tan solo hacia un par de horas que la conocía y había conseguido que me sintiera a gusto y protegida a su lado. Itziar no era una mujer espectacular con un cuerpazo de escándalo, su verdadero encanto, la cualidad que la hacía atractiva y sexi, estaba más relacionada con cómo era, que en lo que era.
— ¿Qué tal te encuentras?
—Estoy mejor… ya casi no me acordaba del mareo.
— ¿Quieres que vayamos con ellos?
—Si claro… vamos.
Me dio unas gafas y aletas y me explicó un poco como se hacía, luego se quitó la parte de arriba del bikini… tenía unos pechos breves pero bonitos, sus pezones diminutos también estaban duritos y tersos. La imité, me quité la parte de arriba dejando al aire mis tetas y enseguida sus ojos se posaron en mí… no era difícil adivinar lo que su mirada deseaba.
Cuando nos vieron en el agua todos se alegraron de verme recuperada y con ganas, María se colocó a mi lado y me preguntó cómo me encontraba, sonreí y le dije que mucho mejor, ella se me quedó mirando pensativa y tras unos segundos, sonrió y me dijo…
— ¡Tú has sido una chica mala!
No dije nada, tan solo me limité a sonreír. A veces me daba miedo… parecía estar dentro de mí y siempre lograba conocer mis pensamientos. María me conocía como un libro abierto.
El lugar era muy bonito, había una cala cercana que aparecía frente a una zona boscosa de pinos. Estuvimos haciendo snorkel entre las rocas, el agua estaba cristalina y conseguimos ver todo tipo de peces de colores. Mientras nadábamos, me fijé que Mikel siempre estaba cerca de María, se notaba que sentía una atracción muy fuerte por ella y la verdad no me extrañaba.
Comimos en el barco mientras estaba fondeado frente a la cala. En la parte de atrás —los marineros dirían popa— tenías la posibilidad de instalar una mesa en medio y comer todos alrededor de unos asientos acolchados. Mikel me contó que lo habían comprado de segunda mano bastante más barato, ya que tenía una pequeña vía de agua y varias averías más. Por sus explicaciones, me dio a entender que era un “manitas” y lo había reparado todo él solo.
Estuvimos muy a gusto durante la comida, las botellas de Albariño que nos metimos entre pecho y espalda ayudaron a que todo fuera como la seda. Cuando terminamos, Itziar me enseñó el barco en su totalidad. Estaba todo concentrado en muy poco espacio, pero me pareció muy acogedor y cálido. Tenía un pequeño salón con una cocina y un fregadero. En la popa había dos pequeños camarotes separados y un baño minúsculo. En la proa había otro pequeño camarote. En mitad del barco había una mesa plegable y alrededor de la mesa había unos sillones acolchados en forma de u.
Me imaginé que mi camarote sería el de la proa ya que era el más pequeño, pero aun así le pregunté…
—Mi camarote me imagino que será este…—me refería al más pequeño.
—Tu camarote será el que tú quieras…—al escuchar sus palabras sentí como los colores me subían y el corazón golpeaba contra mi pecho. Fui consciente del deseo en sus ojos y no fui capaz de aguantarle la mirada.
Subimos arriba y nos tumbamos junto a María en la proa para disfrutar de los rayos de sol de la tarde. Los chicos se fueron a nadar a la zona rocosa que se encontraba a unos cien metros. Llevaba puesto el bikini que me había comprado para Conil, todas hacían topless y como siempre me había dicho mi padre… “allá donde fueres, haz lo que vieres” las imité y me quité la parte de arriba. Parecíamos estar en el paraíso, un día magnífico y las tres tumbadas en la proa del barco disfrutando de la compañía y del sol.
Itzi nos propuso tomar un mojito que había dejado preparado y las dos aceptamos gustosas. Las tres tumbadas como tres diosas paganas al sol con nuestro mojito fresquito en la mano, comenzamos a charlar…
—Itzi… ¿vosotros cuando empezasteis?
— ¿Cuando empezamos qué?—sabía de sobra sobre lo que le preguntaba, pero disfrutaba poniéndome las cosas difíciles.
—Bueno… ya sabes… en el mundo swinger…—me entraban calores solo con preguntarlo.
—Ah… eso…—lo sabía de sobra, pero disfrutaba de la tensión que me generaba hablar del tema —.Empezamos hace cinco años. Llevaba un tiempo sintiéndome atraída por una compañera de trabajo y me apetecía probar… una vez le propuse a Mikel hacer un trio con una chica… probamos y nos encantó. Después de eso comenzamos a interesarnos por los ambientes liberales… en cierta ocasión acudimos a un club swinger. Yo tenía una idea completamente diferente de lo que era un lugar así, y la verdad es que nos sorprendió para bien. El sitio era estimulante y el ambiente era muy respetuoso y educado. A raíz de aquello, comenzamos a conocer gente y un día conocimos a Néstor y María.**
— ¿Y no te sentías mal al ver a tu chico con otra mujer?
—Sí, reconozco que al principio sí, pero los celos bien entendidos también forman parte del deseo. A mí me excita muchísimo ver a mi chico disfrutar, y sé que, a él, le pasa lo mismo cuando me ve a mí.
—A mí me costaría mucho ver a mi chico con otra la verdad…
—Los dos tenemos claro que esto solo es sexo, atracción, deseo… para nosotros, y para muchas parejas que hemos conocido durante estos años, la experiencia supuso un antes y un después en la relación, pasamos de tener una vida monótona y aburrida, a estar todo el día cuchicheando y riendo con ganas de más.
—Pero habrá parejas que no estén preparadas para eso… no se… quizás que se enamoren o que se echen para atrás…—me parecía algo perfectamente posible.
—Si claro… las hay, por eso es importante estar muy seguros de esto cuando damos este paso. Mira bonita… la vida es lo que vivimos en el presente, el pasado es pasado y el futuro es incierto, hay que disfrutar el aquí y el ahora ¿no crees?—mostraba tanta seguridad en sus palabras…
La tarde pasó y al mojito le siguieron unos cuantos más, los chicos volvieron y todos vimos el atardecer desde el barco. Las vistas eran preciosas, poco a poco el sol fue desapareciendo en el horizonte, el mar lo acunaba y los colores que en un principio eran vivos, se tornaron cobrizos con lenta parsimonia, la luz se fue apagando y esta dejó paso a la oscuridad.
Decidimos cenar al aire libre y desplegamos la mesa abatible en la popa. Prepararon unas gambas, jamón y varias cositas de picar. Abrimos varias botellas de Albariño que entraba como el agua y nos sentamos todos a la mesa. Atrás había quedado mi malestar de la mañana, ahora también sentía un ligero mareo, pero en esta ocasión el motivo estaba más relacionado con los mojitos y el vino que con el movimiento del barco.
Después de cenar llegó el turno de los combinados, todos sin excepción estábamos animados y un poco bebidos. Comenzó el turno de chistes y anécdotas, y ambas parejas contaron alguna que otra experiencia extraña que les había ocurrido durante sus intercambios.
—Un día conocimos a una pareja y fuimos a su casa. Enseguida hubo feeling entre los cuatro… en principio todo iba bien. Terminamos en su cama y cuando la cosa se estaba poniendo a tope, la chica comenzó a gritarle a su pareja como si no hubiera un mañana. Los dos salieron de allí a discutir y nos quedamos Mikel y yo en su cama con cara de póker… ¿y ahora que hacemos?
—Tuvo que ser una situación muy incómoda…
—Si claro, ahora nos reímos de ello, pero en aquel momento fue incomodísimo y violento. Al rato entraron y nos pidieron perdón… me imagino que no estaban preparados.
—Tiene que ser difícil, una cosa es desearlo y otra muy diferente es ponerse en situación.—a mí se me hacía difícil eso de compartir a mi pareja con otra.
—Si claro… por eso cuando conoces a alguien que merece la pena, intentas repetir…—en ese momento ambas parejas se miraron y una sonrisa cómplice asomó en su expresión.
—Es mejor empezar poco a poco, descubriéndose sin prisa, y para eso no hay nada mejor que los juegos. Hay muchos tipos de juegos dependiendo del nivel de complicidad y confianza que tienes con ellos.—en esta ocasión fue María la que habló.
— ¿Vosotros habéis hecho algún juego?—volvió a mí de nuevo la curiosidad.
—Si claro, al principio sobretodo hacíamos diferentes juegos…—por el brillo de la sonrisa de María pareció estar recordando aquellos días…
— ¿Quieres que probemos alguno inocente?—esta vez fue Itzi la que hablo… sentí como mi estómago se encogía por la ansiedad y el nerviosismo.
Me quedé callada y pensativa, era una proposición que me causaba miedo y excitación por igual…
—Me encantaría…— ¿hablaba yo o lo hacía el alcohol?
—Si hay algo que te incomode o que simplemente no te apetezca, lo puedes decir sin problema, lo hacemos para disfrutar y no para pasar un mal rato —Itziar se refería a mí.
Se levantó, fue abajo y al rato apareció de nuevo con varios objetos que depositó sobre la mesa, después explicó las normas del juego entre risas…
—Este es un juego divertido para romper el hielo… primero hacemos un sorteo, y quien gane será quién reciba las atenciones de los demás… quien tenga esa suerte, se colocará con los ojos vendados y las manos atadas. Tiene que intentar conocer quien se acerca a ella o a él. Mientras, el resto lanzaremos los dados con la aplicación del móvil y deberemos hacer lo que los dados nos digan…
María que también sabía cómo jugar puntualizó alguna cosilla que se había dejado Itziar…
—Antes de jugar hay que meter los nombres de los cinco, hay que dejar claro si las atenciones las quieres recibir de un chico, una chica o ambos… después la propia aplicación dirá que tienes que hacer.
Itzi metió los nombres y fue preguntando uno a uno sí querían las atenciones de chicos, chicas o ambos… los chicos contestaron que solo chicas y ellas contestaron que ambos, solo quedaba yo y todos me miraron…
—Ambos…—sentía el calor subir por mi rostro al pronunciar la palabra.
—Bueno, ahora vamos a saber quién es la o él afortunado que recibirá las atenciones… voy a cortar cinco papeles iguales y en uno pinto una “x”, luego todo el mundo elegirá sin mirar, y a quien le toque la “x” será el afortunado/a.
Así lo hizo. Los metió todos doblados en una bolsita. Uno a uno fueron cogiendo y ella se quedó el que no había sido elegido por nadie. Fueron abriendo y a la vez que veían el resultado, asomaban las caras de decepción de todos, pero sobre todo de los chicos. Ver mi papel limpio de cruces supuso un alivio, no sabía si estaba preparada para ser el centro de atención de todos y prefería pasar un poco más desapercibida, aunque reconozco que tenía un morbo increíble.
Al final la “x” estaba en la papelina que todos habíamos desechado… Itziar estaba encantada y los chicos la abuchearon diciendo que tenía que haber tongo.
—Como me podéis decir eso… yo he cogido el papelito que habéis dejado el resto…—y tenía toda la razón, pero el caso era hacer el canelo.
Estábamos todos en bañador e Itzi estaba sentada a mi lado, María se encargó de atarle las manos en la espalda con una cinta de seda, luego le puso otro trozo de cinta negra en los ojos para que no pudiera ver nada. Todos reían nerviosos y excitados, y a falta de Itzi, fue María la que se encargó de manejar la aplicación.
—Si estamos todos preparados… ¡empezamos!
El juego daría un nombre, una acción y un lugar del cuerpo donde debía de hacerlo. María presionó el botón de comenzar y enseguida apareció el primer nombre y lo que debía de hacer… no dijo el nombre y nos enseñó a todos quién había tocado y que debía de hacer… —Néstor debía de acariciar el muslo interno.
Se levantó entre cuchicheos y risas tontas y se situó frente a ella que se mantenía ajena e ignorante a lo que iba a ocurrirle… sus dedos comenzaron a recorrer la parte interna y más sensible del muslo, ella lanzó un respingo de sorpresa al sentir las yemas de sus dedos posarse, casi por instinto abrió ligeramente las piernas para facilitarle el trabajo y la respiración comenzó a acelerarse.
Una vez finalizado el tiempo reglamentario que debía de ser de unos diez segundos, se apartó de ella e Itziar dijo un nombre…
—Mikel…—había fallado esta vez.
—No diremos los aciertos hasta el final—sentenció María.
María pulsó de nuevo el start y al instante apareció el resultado que nos mostró de la misma forma que antes… —Mikel debía mordisquearle el lóbulo de la oreja durante diez segundos.
Estaba frente a ella y se levantó colocándose a un lado de su rostro, separó con la mano el pelo de la oreja y comenzó a lamer y mordisquear el lóbulo. En el mismo momento que sus labios de su marido entraron en contacto con su delicada zona erógena, esta sintió un escalofrío y pude apreciar con claridad como toda su piel se erizaba.
Al pasar los diez segundos María hizo una señal y este dejó de mordisquearle el lóbulo. Itziar se quedó pensativa durante un tiempo y que contestó al fin…
—Néstor…—otra vez había vuelto a fallar y se escucharon las risitas y cuchicheos.
El juego comenzó de nuevo y una vez más enseñó el resultado a todos… — esta vez Néstor repetía… tenía que lamer uno de los pezones durante diez segundos. Con forme las pruebas se hacían más atrevidas, las risitas tontas y murmullos por lo “bajini” se hacían más evidentes.
Néstor se acercó de nuevo y se colocó frente a ella… cogió uno de los tirantes del bikini y lo deslizó por el hombro, enseguida quedó al descubierto su seno, este tenía la redondez y forma típicas de la adolescencia, y sus pezones pequeños, permanecían duros y desafiantes. Néstor no se hizo esperar y rápidamente sus labios abrazaron el pezón y lo succionaron. En esta ocasión ella emitió un gemido ahogado y su pecho comenzó a hincharse y deshincharse con presteza por el efecto de la respiración.
Después de verlos a ellos mi mirada se fijó en María, anhelaba adivinar en sus reacciones, todas las emociones que la asaltaban al ver a su marido lamer los pechos de otra mujer.
No llevaba cuenta del tiempo, pero estoy segura que estuvo más de diez segundos… durante ese breve instante en el que mi mirada la escudriño, descubrí en sus ojos la sensualidad y la lujuria, todas esas sensaciones que unas horas antes Itziar me había descrito.
—Néstor…—era el primer acierto y pareció celebrarse entre risas y murmullos.
Cuando se separó de ella no se molestó en subirle el tirante del bikini, y su pequeño pecho permaneció desnudo frente a todos nosotros como la imagen de Afrodita.
De nuevo María accionó el juego y enseguida hubo un nuevo resultado…—mi corazón dio un vuelco al ver reflejado mi nombre en la pantalla del móvil—. Estaba tan nerviosa que no había visto que debía de hacer… le hice gestos para que me lo volviera a enseñar y todos rieron… en esta ocasión solo tenía que hacer cosquillas en los labios…
Me acerqué a ella, su respiración se había vuelto trabajosa y mis dedos comenzaron a rozar sus labios… estos eran delicados, dulces, sensuales y parecían exhalar calor y fragancia por igual. Tenía que hacer cosquillas y los rocé… al sentir el contacto ella extrajo su lengua y lamio mis dedos impregnándolos de saliva. Cuando los segundos pasaron, introduje los dedos en mi boca para saborearla y todos se alborotaron.
—Elena…—me había reconocido y esto se celebró de nuevo con las risitas cómplices.
La imagen que reflejaba su rostro decía que lo estaba pasando genial, ser el centro de las atenciones era muy estimulante y morboso, pero reconozco que para el resto no lo era menos.
El siguiente nombre que apareció era el único que quedaba... María debía de besarla en los labios… en esta ocasión los murmullos de los hombres se hicieron mucho más sonoros.
Esta se levantó y se situó frente a Itziar, se acercó hasta su posición quedando a escasos milímetros de sus labios, estaba a esa distancia inapreciable donde el aliento de las dos personas se funde en uno solo, y cuando parecía que sus labios iban a contactar, se detuvo y me miro… me hizo un gesto para que me colocara a su lado, obediente me acerqué y me situé a la misma altura que ella, estaba tan cerca que sentía el aliento acelerado de Itziar acariciar mis labios. María la besó, sus labios se fundieron con los suyos y acto seguido fui yo la que se unió a ellas… primero fueron los labios, estos besaban a la una y la una besaba a la otra, acto seguido fueron las lenguas, estas salieron deseosas de sentir el contacto húmedo y cálido de las otras… durante más de diez segundos, nuestras lenguas jugaron, bailaron, se explorador y disfrutaron la unas de las otras en una comunión de cálidos besos y húmedas lamidas.
Cuando nos separamos todos reímos y los chicos lanzaron vítores por lo morboso del momento, y a pesar de estar con los ojos vendados, en esta ocasión parecía tenerlo claro…
—María y Elena…—sus palabras parecían entrecortadas por la excitación .
La cosa se había animado, y aunque nadie lo reconociera, todas y todos estábamos excitados por lo morboso del momento.
María volvió de nuevo a dar al botón y pude ver la sorpresa en su cara antes de mostrarnos el resultado… enfocó el móvil hacia nuestra dirección, pero solo me miraba a mí, lo hacía con la típica sonrisa de “a mí que me registren” al leer, volví a ver mi nombre, pero esta vez sí que pude leer lo que le seguía… —Elena debía lamer el clítoris durante diez segundos…
Esta vez sí que estaba atacada, el corazón golpeaba contra mi pecho queriendo salir, mientras, el resto de los presentes me miraba expectante sin tener claro si me atrevería…
Miré a María y me regaló una cálida sonrisa, después miré a los chicos, estos permanecían inmóviles y expectantes, en su mirada se dibujaba la palabra “te ha tocado” y se adivinaba una sonrisa pícara ante el nuevo reto.
Me incorporé y me agaché situándome entre las piernas de Itziar, esta permanecía expectante ajena a que parte de su anatomía iba a ser explorada. Abrí sus piernas y atraje sus caderas hacia mí. Ella pudo adivinarlo y se recostó sobre sí misma ofreciéndose. Sentí su respiración acelerarse cuando mi mano se posó en la fina tela de la braga del bikini y esta fue apartada a un lado… ella lanzó un respingo al saber que su zona más íntima iba a ser tomada al asalto…
Su coñito moreno apareció ante mí… estaba depilado en forma de pequeño triángulo. Los labios vaginales se abrían y se exhibían buscando ser mimados. Durante unos instantes permanecí frente a ella dudando, el miedo y la excitación embriagaban mis sentidos, pero tras la vacilación inicial, mi boca acortó el espacio que nos separaba y se hundió en ella. La punta de mi lengua se abrió paso entre sus pliegues y alcanzó el clítoris hinchado, su estómago se encogió al sentir mi aliento, gimió, su cuerpo se estremeció removiéndose en el asiento de gusto. Los sabores salados de sus fluidos impregnaron mi paladar y mi lengua comenzó a lamer con gula el centro de su deseo.
Pasaron los diez, veinte y cien segundos más… nadie dijo nada, nadie quería dejar disfrutar con la escena, nadie quería que terminara. Era la imagen de un rostro congestionado por el deseo, la imagen de alguien que se consumía de gozo y se rendía entre suspiros a mi lengua traviesa.
Sus ingles comenzaron a moverse en círculos de forma acompasada con las caricias de mi lengua, la respiración era un resuello continuo, sus fluidos vaginales emanaban y comenzaban a impregnar todo a su paso.
Después de un tiempo me detuve, mi lengua dejó de degustar su puntito de placer y mis labios se separaron de ella. Su respiración seguía acelerada, y emitió un suspiro de ansiedad y fastidio al retirar de ella mis atenciones. Como el yonqui a quien no le alcanza su dosis, la privación de mis caricias le provocaba síndrome de abstinencia.
— ¿Han pasado los diez segundos verdad?—era una pregunta retórica por supuesto…
Todos rieron y dieron palmas, los chicos dieron algún que otro chiflido y tras colocarle en su sitio la braguita del bikini, yo volví a mi asiento e Itzi mencionó la persona que creía que podía haber sido…
—Elena…—era de esperar que lo adivinara, al estar a su lado, ella sentía cuando me levantaba y cuando me sentaba.
Un nuevo acierto que sumar a su casillero.
— ¿Algún alma caritativa que me acerque el vaso de bebida a los labios para poder beber? Tengo la boca seca…—era Itzi la que pedía que le acercaran un vaso.
En ese momento se levantó María y acercó su combinado a los labios. En cuanto lo sintió bebió con avidez. Tantas emociones seguro que habían avivado su sed entre otras cosas…
En ese instante sentí una gota fría que me caía en el hombro, tras esa gota, otras más empezaron a contactar contra el barco, era una tormenta de verano que parecía iba a descargar con fuerza en breves segundos. Rápidamente todos nos levantamos riendo y recogimos la mesa, yo le solté las manos a Itziar y acto seguido todos corrimos a refugiarnos en el camarote.
Nada más entrar todos, la lluvia arreció y comenzó a escucharse la sonora percusión de las gotas sobre el techo del velero. Todos nos sentamos en la estancia que quedaba entre los camarotes, esta constaba de dos sillones en forma de u alrededor de una mesa.
Me fijé en Itzi que estaba todavía acalorada y me miraba con una sonrisa traviesa…
—Parece que hemos dado por terminado este juego... si os apetece podemos empezar otro… —de nuevo la sensación de excitación y ansiedad se apoderaban de mí ante la nueva expectativa.
El sabor de su sexo seguía impregnando mis papilas, sentía el palpitar acelerado de mi corazón, y el recuerdo de su cálida humedad se repetía una y otra vez en mi mente.
— ¿Jugamos a la Osadía?—por el nombre parecía un poco más atrevido que el juego anterior…
Todos parecían estar de acuerdo y como yo no tenía ni idea de que iba, también asentí.
—Explico las reglas para que las conozca Elena y para refrescar la memoria a quien no recuerde... el juego consiste en que todos debemos escribir en un papelito una fantasía atrevida que nos gustaría realizar, y con quien nos gustaría realizarla, luego esos papelitos se meten en una bolsa y cada uno coge uno… quien abra el papel, deberá de hacer cumplir la fantasía que este escrita en presencia del resto. —una vez más era Itziar quien hacía de maestra de ceremonias y nos explicaba las reglas.
— ¿Segura que te apetece?—Ahora era María la que me preguntaba.
—Sí tranquila—la verdad era que la seguridad que aparentaba, no tenía nada que ver con las sensaciones y miedos que se agolpaban en mi interior.
Todos cogieron papel y boli… yo hice lo mismo y me puse a cavilar también. Solo había un 20% de posibilidades de que me tocara el deseo que yo misma había escrito, pero aun así me parecía muy morboso y excitante. ¿Cuál sería el deseo del resto? No podía imaginarlo, o quizás sí… en cualquier caso sentía una excitación ansiosa ante lo que nos esperaba dentro de aquel pequeño habitáculo.
Todos estábamos más ebrios que sobrios, en mi caso había bebido bastante más de lo que mi cuerpo estaba acostumbrado a tolerar, me sentía desinhibida y extremadamente traviesa. Pensé y pensé… y por fin escribí lo que realmente me excitaría y me pondría en ese momento …—ser el centro de atención de todos los presentes… que todos y todas beban de mí.
Lo escribí tapando con cuidado para que nadie lo viera y lo introduje en la misma bolsa de antes. El resto también hizo lo mismo entre sonrisas y miradas pícaras y morbosas, Itzi metió la última que era la suya, y las revolvió.
—Antes debemos saber quién es el primero que sacará un papelito… vamos a decidirlo con un dado, quien saque la puntuación más alta, será el o la primera en sacar un deseo—una vez más recibía la visita de la sensación de excitación ansiosa.
Uno a uno fueron lanzando y sacando números, la puntuación más alta había sido la de Mikel, este había sacado un seis, solo faltaba yo, y al echar a rodar el dado, todos vimos cómo quedaba a la vista la cara con un nuevo seis… todos vitorearon y rieron al ver que había un empate… entonces volvimos a tirar los dos solos para decidir el desempate. El dado de Mikel se paró en el dos y acto seguido el mío se detenía en el tres… ¡había ganado! y no sabía bien si alegrarme o acojonarme.
—La suerte del principiante—dijo Néstor.
Estaba nerviosa, tenía que sacar uno de los papelitos en los que todos y cada uno habían escrito su deseo, sin pensarlo introduje mi mano, saqué el primero que me vino y lo abrí delante de todos… “me gustaría que Mikel y Néstor me follaran los dos a la vez mientras el resto nos mira” Primero lo leí yo, luego… lo enseñé a los demás. Miré a María que sonreía e intuí que ese era su deseo…
— ¿Te atreves Elena?—era María la que hablaba…
La mire a ella, luego miré al resto y dude… durante unos segundos eternos lo pensé, en mi rosto se asomó la típica sonrisa tonta de no sé qué hacer, aunque en el fondo si lo supiera… miré a Néstor que esperaba mi contestación y me vi a mí misma siendo poseída por ellos…
—Venga me atrevo … —lo deseaba, dios sabe que lo deseaba con toda mi alma, pero en circunstancias normales siempre hubiera dicho no.
Néstor se levantó se situó frente a mí y acercó su mano para que la cogiera… lo hice, estábamos cara a cara y me regaló un pico suave en los labios. Me llevó a la zona más amplia de la estancia y después fue Mikel quien nos siguió para situarse tras de mí. Estaba nerviosa, nerviosa no… ¡estaba atacada! sentía como el corazón aporreaba mi pecho, al igual que un niño malcriado golpeando insistentemente su juguete contra la mesa. Me encontraba entre dos hombres preparados para tomar al asalto mi cuerpo, dos hombres sedientos, dispuestos a saciar su sed bebiendo de mí.
Miré a los ojos a Néstor que se encontraba frente a mí, su mano retiró el mechón de mi rostro, lo acarició con delicadeza, aminoró el espacio que nos separaba y posó sus labios en los míos, fue un leve roce, una caricia apenas perceptible que me activó.
Una de las manos de Mikel se posó en mis muslos mientras la otra separaba mi melena del cuello. Sentí su presencia y cercanía, percibí su calor tras de mí, los escalofríos recorrer mi piel al clavarse sus dientes en mi cuello expuesto. Sus manos no resistieron la tentación y comenzaron a recorrer mi cuerpo, iniciaron un viaje sensual a través de mis curvas, páramos y valles.
Las manos de Néstor cubrieron mi rostro, su lengua rozó mis labios, lo hizo de una forma sutil, saboreando el momento, disfrutando de mis reacciones. Mi boca se abrió suplicando ser tomada y los dos nos fundimos en un beso intenso y apasionado.
Mikel hundía su nariz en mi cuello mientras paseaba sus manos por mi cuerpo semidesnudo, acariciaba mis caderas, el monte de Venus, mis pechos… sus manos se colaban de forma impúdica por debajo del sujetador del bikini y magreaba mis senos. Escuchaba su excitada respiración en mi oído y permanecía inmóvil dejándome hacer.
Sentí como retiraba mi sujetador y dejaba mis pechos expuestos, estos estaban tersos e hinchados, la sangre se amotinaba en su interior y los pezones permanecían erectos y duros. Néstor se agachó y presionó con su mano la teta izquierda a la vez que sus labios absorbían y lamían el pezón, Mikel hizo lo mismo con el otro pecho y yo me consumía ante ellos.
Mi respiración se aceleraba, abrí los ojos y las observé… María e Itziar nos miran, no perdían detalle de la escena. En sus ojos habitaba el deseo, ambas se tocaban mientras permanecían de espectadoras como si estuvieran viendo una película erótica.
Sentía como estimulaban y jugaban con mis pezones, notaba como se hinchaban y se endurecían mientras sus lenguas jugaban con ellos, los estiraban con los labios y los mordían, tiraban de ellos y los alargaban con los dientes, estaban tan sensibles que no pude ahogar un gemido.
Ellos se quitaron el bañador y aparecieron ante mí sus pollas erguidas y duras, hicieron que me agachara y me arrodillé ante ellos quedando mi boca a la altura de sus miembros. El glande asomaba brillante y rojizo, y decenas de venas las recorrían.
Mi mano atrapó la erección de Néstor, la acaricié con la punta de la lengua, recorriendo su envergadura mientras subía y bajaba por ella. Sentí su sabor y calor. Lo observé mientras la lamía, mis ojos se clavaron en él para disfrutar con su gozo. Mi boca la succionó y comencé a mamarla con parsimonia y suavidad.
Durante unos instantes la absorbí con avidez. Su polla se impregnó con mí saliva, esta se perdía en mi boca en un bombeo húmedo y continuo. Me giré sobre mi misma y con la otra mano sujeté el miembro de Mikel, lo hice sin soltar el que ya tenía entre manos. Escuché su jadeo al metérmelo en la boca. La succioné degustando también su sabor. Noté como sus músculos se tensaban con cada mamada, y lo miré para observar su deleite, para disfrutar de su rostro mientras la mantenía abrigada en mi boca…
Una y otra vez cambiaba de pene mientras mis manos las mantenían junto a la boca. Escuchaba sus jadeos mientras las mamaba. Los observaba y disfrutaba de la expresión de su rostro con cada lamida. Mi mirada lasciva se clavaba en ellos mientras mis labios envolvían sus miembros erectos, y mi lengua los saboreaba.
María se levantó y fue a una de las habitaciones, trajo uno de los colchones y lo dejó en el suelo junto a nosotros. Hicieron que me recostara sobre él, Mikel se colocó frente a mi sexo mientras Néstor se situaba a mi lado. Poco a poco estaba perdiendo el sentido de la realidad, mi mente se concentraba en sus caricias, en sus besos y en el placer que me regalaban.
Mis piernas se abrieron dejando mi sexo abierto como una flor para él. Sentían el aliento de Mikel en mi sexo, mi estómago se encogió… gemí como una perrita en celo al notar su lengua abrirse paso entre los pliegues vaginales. Alcanzó mi clítoris, este estaba hinchado y receptivo, sentí como el lascivo roce de su lengua en mi puntito de deseo expandía oleadas de placer por el resto de mi cuerpo.
Notaba la humedad de mi sexo, sentía el roce de su lengua, la presión de sus dedos invadiendo mi vagina. Mis caderas comenzaron a moverse por instinto, movía el culo arriba y abajo cada vez que sus dedos me invadían, cada vez que su lengua me lamía, cada vez que sus labios succionaban mi clítoris.
Mientras, Néstor estaba a mi lado regalándome un reguero de besos, sus manos recorrían mi cuerpo y amasaban mis pechos, sujetaba mi seno con la mano y succionaba el pezón mordisqueándolo y lamiéndolo. El sonido de mi respiración entrecortada se mezclaba con el chasquido de los dedos de Mikel entrando en mí, dedos que me mortificaban y se impregnaban de mis fluidos.
Néstor se tumbó e hizo que me colocara a horcajadas sobre él, obedecí sumisa y comencé a restregar mi coñito contra su polla. Durante unos instantes la utilicé a modo de consolador, sintiendo su erección recorriendo mi sexo, presionando mi clítoris, haciendo que se impregnara de la cálida humedad de mi deseo.
Miré a Néstor, ambos nos miramos, en sus ojos se adivinaba el deseo, la necesidad, la lujuria… Mis caderas hicieron lo que hace tiempo anhelaban… se movieron sobre su erección y la sentí entrar, noté como se abría paso en mis entrañas y presionaba las paredes de mi vagina. Lo hice despacio, disfrutando con cada centímetro que me poseía. Una vez dentro, permanecí frente a su mirada, inmóvil, disfrutando el momento, saboreando la sensación de estar llena de él.
Mikel se arrodilló situándose tras de mí, tiro de mi melena hacia atrás provocando que mí espalda se me arqueara. Sus manos alcanzaron mis pechos y los magreó con ansia. Sentía sus dientes clavarse en mi cuello provocando que mi respiración se convirtiera en un resuello, haciendo que toda mi piel se erizara y cientos de escalofríos se expandieran a través de mí como un reguero.
Comencé a moverme en círculos sobre él, movimientos sinuosos que mantenían su polla ensartada en mí. Mi clítoris se frotaba y restregaba contra su pubis. Estaba entregada a ellos, quería que tomaran de mi lo que quisieran, y yo se lo daba deseosa de más.
Los dedos de Mikel se deslizaron por la espalda hasta llegar a mi culo, lo hicieron de forma tortuosa buscando el recóndito anillo del ano… lo acarició. Jugó con él. Activó las decenas de terminaciones nerviosas que lo recorrían. Introdujo la punta de su falange y me estremecí al sentir su impúdica invasión.
Me movía sobre Néstor. Lo sentía entrar y salir de mí. Mis tetas se balanceaban siguiendo el ritmo y vaivén del movimiento de las caderas. Abrí la boca buscando el aire, y cada movimiento de pelvis era acompañado con un jadeo.
Sentí como un líquido viscoso y frio se derramaba en la parte baja de mi espalda y entraba en la hendidura del culo, después era esparcido por Mikel con delicadeza. Sus dedos lo esparcían para volver a invadir mi puerta de atrás. Lo sentí entrar, primero solo fue la punta, después poco a poco su dedo entró por completo. Al primer dedo le siguió un segundo que arranco un gemido de los más profundo de mi ser.
Estaba dilatando mi ano y sabía que iba a pasar… mis manos se entrelazaron con las de Néstor y mi rostro se quedó incrustado bajo su cuello. Durante unos segundos dejé de moverme. Arqueé mi trasero dispuesta a recibirlo. Me sentía como una perra en celo en busca de su alivio y sabía que en breve me lo iban a dar.
Sus manos se posaron sobre mis nalgas y las abrió, noté el glande ejercer una pequeña presión en mi estrecho agujero, sabía que pasaría y me aferré con fuerza a las manos de Néstor. Mi cuerpo ardía. Se consumía de deseo. Me sentía encendida, húmeda, caliente…tan cachonda que era capaz de cualquier cosa… pero tenía miedo, nunca me habían hecho una doble penetración.
Grité al sentirlo entrar, mi estrecho orificio se resistía a su empuje, sentí como las dos pollas me llenaban por completo. Poco a poco mi pequeño orificio fue cediendo a su acometida y este comenzó a moverse clavando en mí una pequeña parte de su erección. Yo permanecía inmóvil, dando la bienvenida al nuevo visitante que se abría paso entre las paredes de mi culo de una forma inexorable.
Volví a sentir la frescura del viscoso líquido derramarse en mi orificio. Al lubricante le siguió un nuevo empuje que consiguió adentrarse más en mí. Sus manos se aferraron a mis caderas. Sentí una nueva acometida que me ensartó… grité, gemí como una perra en celo, sentí la mezcla de dolor y placer mientras mis manos aprisionaban las de Néstor. Mientras, él me hablaba al oído y me pedía que me relajase y me dejara llevar.
Mikel comenzó a moverse. Sus caderas iniciaron un lento bombeo que entraba y salía de mí. Durante un tiempo el dolor me hizo gritar, la tremenda presión hizo que temiera por un desgarro, pero pasados unos instantes mi culo fue dilatando… la sentí entrar con más facilidad. Mi ano se hizo más accesible y el dolor de sus acometidas poco a poco se fue tornando en placer.
Con lenta parsimonia yo también comencé a moverme, al principio fue difícil, mis caderas iniciaron un lento movimiento con las dos pollas tapando mis orificios. Mientras me movía, y entre jadeo y jadeo susurraba al oído a Néstor “os siento” , notaba a los dos llenándome por completo, presionando mis cavidades, provocando un roce lascivo en mis entrañas.
Mikel agarró mi melena y tiró de mí de nuevo, se acercó al oído y me susurró mientras me sodomizaba…
—Me encanta follarme este culito tan prieto…
Ya no me soltó…. su mano hizo de mi coleta una brida y tiró de mí, lo hizo como si fuera un caballo salvaje al que hay que domar. Me mantuvo flexionada mientras sus caderas percutían contra mi culo. Cada vez que se sumergía en mí, yo gemía, gemidos que se repetían con cada acometida y que se mezclaban con sus propios jadeos.
Abrí los ojos y mi mirada se posó en ellas… se encontraban en el sillón saboreando la escena que tenían ante sí. Itziar estaba tras María y le besaba el cuello mientras mantenía si mano dentro de la braguita del bikini. Las dos nos observaban y en sus ojos asomaba un brillo de lujuria. A partir de ese momento no dejé de mirarlas… me deleitaba con el deseo en su mirada y disfrutaba sabiéndome deseada.
Las embestidas de Mikel se hicieron más secas y posesivas, sentía que estaba a punto de llegar. Una y otra vez, me empalaba, y yo lo recibía. Grité de placer al sentir la llegada del clímax y él se dejó ir mientras se hundía por última vez en mí.
Se había corrido dentro de mi culo y sentí su cálido semen derramarse. No paré. Mi pelvis siguió moviéndose arriba y abajo, haciendo que la otra erección me empalara una y otra vez. Mi vagina se contaría con cada movimiento. Notaba como la succiona. La atrapaba. La abrigaba.
Mis movimientos se hicieron más frenéticos y descontrolados. Estaba llegando a mi punto final y sabía que Néstor también. Me clavaba en él con tanta furia que sentía su polla chocar contra mi útero. Mikel se situó a mi lado y acarició mi puntito de placer, fue la gota que colmó el vaso, el detonante para que me derramara sin remedio. Me corrí como nunca me había corrido. Mi cuerpo comenzó a tensarse y convulsionar entre latigazos de deleite. Los espasmos me hicieron inclinarme hacia delante. Al no sentir el peso de mi cuerpo sobre él, este comenzó a bombearme con tanta fuerza que tuve que apoyar las manos para no inclinarme y caer. Tras unos segundos de furiosas acometidas él también se corrió, lo hizo entre gemidos y espasmos que tensaron su cuerpo y llenaron mi vagina de sus fluidos.
Caímos los tres sobre colchón, estábamos saciados y exhaustos. Las chicas me acercaron pañuelos de papel y ellos me hicieron arrumacos. Había sido el centro de atención, un caramelo en el patio del colegio que habían devorado sin piedad.
Estábamos cansados y un poco mareados, uno a uno fuimos retirándonos a dormir. Al despedirme de Itziar me dio dos besos y me susurro al oído…
—Me hubiera gustado que hubieras sacado mi deseo…—tras sus palabras me lanzó una mirada sensual y enigmática y se retiró a su camarote.