La Canguro Reencuentro

Habían pasado dos años desde que los conocí, dos años desde que todo mi mundo cambiara y ahora de nuevo su llamada...

LA CANGURO

REENCUENTRO

Habían pasado dos años desde que los conocí… dos años desde que todo mi mundo de adolescente cambiara. Aquella semana haciendo de canguro en su casa, habían dado un giro radical a mi vida y me había marcado para siempre.

Los momentos que viví en casa de Néstor y María se habían convertido a la postre en el acicate para dar un nuevo impulso a mi vida. Esa experiencia a la postre, había conseguido hacer de mí una mujer mucho más segura y adulta.

A las pocas semanas de conocerlos lo había dejado con Mario… me di cuenta que por él sentía cariño, pero no amor. Cuando lo dejamos lo pasó muy mal, fue complicado porque me dolió verle sufrir, pero… “ mal que no mejora empeora ” No me aportaba nada y sabía que tarde o temprano terminaríamos con la relación.

Creo que es muy habitual en las parejas mantener las relaciones de una forma ficticia. Relaciones que se mantienen en una agradable “zona de confort”, solamente porque resulta lo más cómodo, porque decir que la relación se ha terminado, sería algo que nos acarrearía problemas, y la verdad, tenemos que reconocer que nos da miedo enfrentarnos a ellos. Esta sociedad está llena de miles de parejas que viven una vida anodina y monótona, parejas cuyo único aliciente es el polvo insípido y desganado del sábado noche, y yo no quería formar parte de esa estadística.

Durante estos dos años había continuado con mis estudios en la universidad con buenas calificaciones.  En cuanto a chicos, me había embarcado en varias relaciones esporádicas sin mucho recorrido. Mi vida se había centrado en los estudios, la familia y sobre todo en las amigas… amigas a las que había tenido abandonadas el tiempo que salí con Mario.

Reconozco que tendía a comparar… cada vez que tenía una relación o un rollo con un tío, no podía dejar de recordar la semana que había pasado con ellos… esa intensa y excitante semana que había supuesto mi despertar a un nuevo mundo de sensualidad y erotismo. Ninguno me había satisfecho, incluso había tenido un encuentro lésbico con una compañera de la facultad. Reconozco que en alguna ocasión había echado un buen polvo, pero nunca nada comparable como lo vivido junto a Néstor y María.

La verdad era que me había sentido un poco defraudada, dolida porque después de aquello no me habían vuelto a llamar… habían pasado dos años y no había sabido nada de ellos, y aunque tenía sus números, no me había atrevido a teclear sus números.

Su imagen y su recuerdo habían quedado anclados en mi memoria y aunque conocerlos me había liberado como mujer, también había supuesto el hándicap de que siempre que intentaba entablar una relación, esta no cumpliera nunca con mis expectativas.

Era el segundo fin de semana de julio y en breve tenía preparada una escapada de unos días con las amigas a Conil. Ya tenía las maletas preparadas cuando sonó el móvil… el corazón me dio un vuelco cuando vi el nombre de María en el WhatsApp… me saludaba muy cariñosa y se excusaba por no haber contactado conmigo durante este tiempo, me comentaba que tenían pensado ir de vacaciones un par de semanas a su chalet en Salou, y habían pensado en mí para que los acompañara e hiciera de canguro ocasional de los peques.

Leí el mensaje y no contesté en un primer momento. El corazón me latía con fuerza y quería meditar la respuesta antes de decir nada. Había cogido un apartamento con las amigas y estaba segura que lo pasaríamos genial, pero, tener la posibilidad de volver a estar unos días con ellos… era una dulce tentación a la que difícilmente podía resistirme.

A la media hora estaba llamando a mi amiga Esther para contarle la “putada” que me había pasado y el motivo por el que no podía ir a Conil… me inventé una excusa creíble y me quedé un rato hablando por teléfono con ella lloriqueando y maldiciendo mi mala suerte.

En el mismo instante que colgué a mi amiga marqué el teléfono de María…

—Hola María, ¡cuánto tiempo sin saber de vosotros!

—Hola guapa, ¿Qué tal estas? Antes de nada, quería disculparme contigo… después de lo que pasó… los dos nos sentimos un poco culpables por tu edad… seguramente esa es la razón por la que no te hemos vuelto a llamar.

—Pero… ¿Por qué? Para mí fue una experiencia increíble… os he echado mucho de menos…

—Para nosotros también fue un momento genial e inolvidable… y ahora nos encantaría que vinieras con nosotros a Salou… va a venir también la madre de Néstor, pero ya es mayor y nos gustaría que de vez en cuando le echaras una mano con los peques.

—No se… esa semana tenía pensado ir a Conil con las amigas… —era mentira, pero quería no parecer desesperada por ir con ellos.

—Piénsatelo vale, nos encantaría que vinieras… en sus palabras creí adivinar un atisbo de ansiedad por que la respuesta fuera afirmativa.

—Vale María, lo pensare. ¿Qué tal están los peques y Néstor?

—Bien, todos bien, deseando que vengas… y yo también…—yo sí que lo estaba deseando… solo de pensarlo sentía la humedad en mis braguitas.

—Lo pensaré y luego te digo ¿vale? —el corazón latía con tanta fuerza que parecía que hubiera terminado en ese instante una maratón.

—Un beso guapa.

— Ciao María.

Nada más colgar comencé a bailar de alegría, me movía como una posesa por toda la habitación dando saltos y revolcándome por la cama. Sentía miles de mariposas revolotear en el estómago y un sentimiento de felicidad y nervios recorría mis entrañas como un tsunami.

Iba a volver a verlos, volvería a pasar unos días con ellos y a mi mente regresaron los días que estuve a su lado dos años atrás… recordaba sus cuerpos aferrándose a mí, sus manos recorriendo cada uno de los recovecos de mi cuerpo, sus labios, su olor… su recuerdo me activaba y conseguía embriagar de deseo todos mis sentidos.

Estaba nerviosa y excitada, ya no era la chica tímida y virginal que habían conocido. Mi cuerpo y mi mente habían cambiado, ahora era mucho más mujer en todos los sentidos. Me situé frente al espejo de mi habitación y observé la figura que se reflejaba ante mí… me quité la camiseta y me quedé en bragas frente a él. Recordaba el complejo que tenía por mis tetitas sin apenas desarrollar años atrás… tenía presente las inseguridades que hace tan solo dos años tenía y en mi rostro asomo una sonrisa. Ahora era una mujer segura que sabía lo que quería y que no se iba a dejar dominar por ningún hombre, por mucho que este llevara el título de amigo, amante o novio.

Mi cuerpo se había terminado de formar, y ahora era toda una mujer bien proporcionada con caderas sugerentes. Los pechos que tanto complejo me creaban, habían crecido un par de tallas y ahora llevaba una 90, reconozco que eran bastante firmes y en forma de gota.

Allí en mi habitación, semidesnuda y frente al espejo, recordé el día que llevaba puesta la lencería de María… me venía a la mente su recuerdo tras de mí, las dos frente a aquel espejo, el suave roce de sus manos recorriendo mi cuerpo. Recordaba la calidez y dulzura de sus besos en mi cuello, sus palabras resbalando en mi oído, su olor, y como mi piel se erizaba con cada caricia, recordaba como en pocos segundos, el miedo a lo desconocido había dado paso a la experiencia más excitante y erótica que había tenido en mi vida.

No era la primera vez que mis dedos se movían como autómatas, a menudo en mis fantasías más íntimas María me visitaba… mis ojos se cerraban y me dejaba arrastrar por su recuerdo. Notaba la leve caricia de sus dedos hábiles recurriendo mí piel. La sentía explorar mis rincones más húmedos, siempre terminaba arrancando de lo más profundo de mí ser intensos jadeos ahogados y terminaban llevandome a tocar el techo del placer.

Introduje los dedos en la boca y los humedecí, después se posaron en uno de los pezones y lo acaricié, recorrí las aureolas sintiendo su rugosidad y tersura, notando como el pezón se hinchaba y endurecía por la acometida de la sangre, tiré de él y lo alargué, estaba tan sensible que tuve que ahogar un grito cuando lo solté, este volvió a su estado original y volví a pellizcarlo.

En el espejo se dibujaba la excitación de mi rostro, veía como la respiración se aceleraba y el pecho se hinchaba. Mordía mi labio inferior mientras la otra mano se colaba por dentro de mis braguitas, esta jugaba con la fina hilera de pelitos que recorría en formación el monte de Venus.

Los dedos se impregnaron de cálidos fluidos cuando se abrieron paso entre los pliegues de mi sexo. Mi respiración se activó de repente al notar el roce íntimo sobre el clítoris. Lo acaricié con dulzura y acto seguido me los metí en la boca para saborear mi excitación. Me encantaba degustar el suave sabor salado de los fluidos impregnado mis dedos.

Volví a desplazarlos al lugar donde anhelaban ir…  comencé a ejercer una ligera presión en movimientos circulares sobre el clítoris. Sentía calor, mucho calor… mi cuerpo reaccionaba por instintos, mis caderas comenzaron a moverse, se acoplaron en su cadencia al maravilloso roce de los dedos sobre mi puntito de placer.

En el espejo se dibujaban los movimientos de mi mano bajo las braguitas blancas de algodón. Abrí las piernas y la otra mano se coló por la puerta trasera hasta alcanzar la entrada de mi vagina, rápidamente los dedos se impregnaron de mi deseo. Comencé a penetrar mi coñito y a sentir la dulce presión de las falanges entrando y saliendo de mí.

En mi fantasía Néstor se encontraba sobre mí… lo notaba penetrarme con embestidas secas y posesivas, sus músculos se tensaban con cada acometida, sentía sus fuertes manos aferrándose a mí culo, y mientras… María me besaba con dulzura, sus suaves dedos recorrían mi cuerpo con una cadencia tortuosa. La respiración hacía tiempo que se había tornado dificultosa y el pecho se hinchaba y deshinchaba de forma apresurada buscando el aliento.

Retiré mis bragas y estas cayeron al suelo. Me tumbé sobre la cama boca abajo y cogí el osito de peluche de “Winie the Pooh” era el osito con el que siempre había dormido de pequeña, lo encajé entre mis muslos, y entonces mis caderas iniciaron un leve movimiento en círculos sobre él… mi coñito anhelaba la presión y el contacto, sentía su suavidad comprimiendo y recorriendo mi húmeda rajita. Volví a ver mi reflejo en el espejo mientras mordía el cubrecama y mi culito subía y bajaba.

Introduje una de las manos entre mi cuerpo y la cama, situé el rostro del peluche en la entrada de mi coño, su nariz dura se abrió paso entre los labios vaginales pasando por el clítoris en su tortuoso recorrido. Cada vez que el movimiento de las caderas lo hacía coincidir con él, gemía… de mi boca emanaba un ahogado jadeo al notar el contacto de su pequeña nariz con mi puntito de placer. Los movimientos se hicieron frenéticos, y cada vez me acercaba más al punto de no retorno.

De repente todo mi cuerpo se estremeció. Como la calma que precede a la tormenta, el movimiento se detuvo por un instante, para después estallar… maravillosos latigazos de placer se iniciaron en mi sexo y se expandieron como un incendio descontrolado por cada rincón de mi cuerpo. Mis caderas convulsionaron aprisionando entre ellas la cabeza del peluche, mi boca se hundió en el edredón que consiguió acallar los gritos, estos terminaron ahogándose como un murmullo sobre la cama.

Segundos más tarde mi respiración seguía apresurada, los últimos latigazos del clímax terminaban por dejarme exhausta y jadeando sobre la cama. Permanecí desnuda durante un tiempo, recuperando el aliento, pensando en ellos, fantaseando con la idea de un nuevo encuentro.

En ese mismo momento, y con los fluidos vaginales todavía humedeciendo mi sexo llamé a María…

—Hola María, nada que me apunto…

— ¡Bien ¡me alegro un montón de verdad… ya verás cómo lo pasamos genial por el tono de voz y la alegría que demostraba, se notaba que a ella le hacía casi la misma ilusión que a mí.

—Seguro… a mí también me apetece un montón.

—En principio solo tendrás que echar una mano a mi suegra con los peques, ella es viuda y suele pasar largas temporadas allí, al no verlos mucho está a deseo de nietos. Quizás solo te tengas que quedar con ellos alguna noche, mi suegra tiene un grupo de amigas con las que suele salir al bingo y tomar algo.

—Vale vosotros diréis…

—Saldremos pasado mañana viernes por el mañana temprano, tu vendrás conmigo y los peques. Mi marido saldrá por la tarde con su madre. Vamos en dos coches porque luego él tiene que volver unos días al pueblo.

— ¿Qué tipo de ropa me llevo?

—Bueno ya sabes… informal, de baño y algo más de arreglar por si salimos algún día a la noche.

—Vale perfecto. Un besito María.

—Un beso bonita. Nos vemos el viernes.

Dejé la maleta que tenía preparada para Conil tal y como estaba…

El viernes salimos a las ocho de la mañana, María me recogió en mi casa y nos encaminamos con destino Salou…

Estaba muy nerviosa los primeros instantes, saludé a María y a los peques que casi no me recordaban, hasta que no habían pasado unos minutos no me percaté de que María se había cortado el pelo, ahora llevaba una melena corta y tanto la melena como ella misma, me recordaban mucho a Catherine Theron en la peli “El Escándalo”

—Te has cortado el pelo… te sienta muy bien, te veo guapísima reconozco que María me encantaba, estoy completamente segura de no ser lesbiana, pero, ella tenía algo que no sabría explicar y que me resultaba tremendamente atractivo y sensual.

María siempre elegante, siempre impecable. Incluso el día del viaje en el que tan solo llevaba una camiseta y unos vaqueros desgastados, tenía un aura y una sensualidad especial

—Muchas gracias bonita… tú también has cambiado mucho… te veo muy guapa y cambiada—mientras lo decía, sus ojos se posaron en los pechos que se adivinaban bajo la camiseta de algodón.

Durante el camino mantuvimos una conversación intrascendente, centrándome sobre todo en volverme a ganar la atención y el cariño de los peques, estos permanecían extasiados en los asientos traseros con los ojos clavados en los dibujos.

A la llegada al chalet, María me enseñó mi habitación y el resto de la casa. Era una casa con terreno que se encontraba a escasos metros de la playa. Me dijo que era de los padres de Néstor y que ahora era su madre la que lo utilizaba gran parte del año. En el exterior había también una piscina y una zona para barbacoa con jardín.

—Luego si quieres vamos a comer al restaurante del puerto.

—Por mi encantada… pero será caro me imagino—cuando eres estudiante estas todo el día mirando los precios…

—No te preocupes, estamos de vacaciones y además tú has venido a pensión completa bueno mejor dicho… a todo incluido—creí adivinar una sonrisa pícara en su mirada —. Ahora cámbiate y nos damos un baño antes de ir a comer.**

Fui a la habitación a cambiarme, me puse el bikini del año pasado, era un poco más recatado que el que tenía pensado llevar a la playa. Las braguitas eran estampadas amarillo claro con tira, el bikini era triangular a juego con las braguitas. Me había traído un de tanga para la playa, pero la piscina no era el lugar para andar enseñando el culo.

Entré a retocarme un poco al baño, y cuando estaba llevándome mi particular conversación frente al espejo, la puerta se abrió de improviso…

— ¡Uy perdona! pensaba que no había nadie… es la costumbre de entrar a los baños sin llamar…—se la notaba un poco acalorada .**

—Tranquila no pasa nada, solo estaba frente al espejo acicalándome un poquito—María se quedó bajo el quicio de la puerta mirándome con sus preciosos ojos azules, enfundada en su bikini blanco con lazos que realzaban el bonito moreno que lucía.

—Elena, antes no te he dicho nada porque estaban los peques delante, pero quería pedirte perdón en nombre de los dos por no haberte llamado durante estos dos años… tanto a Néstor como a mí nos encantó lo que pasó entre nosotros, y nos hubiera encantado volver a llamarte…—en sus palabras había sinceridad— la verdad es que nos agobiamos un poco por tu edad…**

—Sí, de verdad que lo entiendo, no te preocupes María. Estoy encantada de que hayáis pensado en mi ahora… —en ese momento cruzó el quicio, se situó tras de mí a la vez que tornaba la puerta sin llegar a cerrar.

—Has cambiado mucho sabes… te noto más segura, sensual, madura…—mi cuerpo se estremeció al sentir sus palabras, estas resbalaban en mi oído a la vez que sus tersas manos se posaban sobre mi cintura— recuerdo que tenías complejo y ahora son preciosas —su mirada a través del reflejo iba dirigida a mis pechos, estos ya marcaban los pezones al otro lado de la tela del bikini.

No pude evitar recordar el momento que pasamos frente al espejo de su habitación probándonos la lencería años atrás… de mi boca emanó un respingo involuntario al sentir resbalar su suave voz en mi oído.

Con la respiración ya acelerada le respondí…

—No lo he olvidado y no creo que nunca pueda hacerlo…

Su cuerpo se aferró al mío, sentí la maravillosa sensación del primer contacto piel con piel, noté tras de mí como sus tetas anchas y gordas se estrujaban contra mi espalda.

Su sola presencia, su voz, su contacto me activaban y hacían de mí una mujer entregada y rendida a sus deseos. Sentía el corazón y la respiración acelerarse por instantes, el calor se apoderaba de mí, y tan solo el contacto de sus manos posándose en las caderas, habían conseguido humedecer mi coñito.

Mi boca emitió un gemido ahogado al sentir sus labios besar mi cuello. Noté al instante como la piel se erizaba volviéndose más y más reactiva a sus estímulos, estímulos que se iniciaban en mi cuello y se trasladaban a todos y cada uno de mis sentidos.

—No sabes las veces que hemos fantaseado contigo Elena… —sus palabras en mi oído eran como un narcótico, una droga que me embriagaba de lujuria y me entregaba a ella sumisa y obediente.

Mi respiración se volvió trabajosa y mis pulmones se afanaban en recobrar el aire perdido. María hundió sus labios en mi cuello desnudo mientras paseaba sus manos por mi cuerpo. Tocó las caderas, mis pechos, mi monte de Venus. Oía su excitada respiración en mi oído mientras yo permanecía inmóvil, dejando que sus suaves manos invadieran mi cuerpo de forma lasciva .

Estaba jadeando, la imagen que escupía el espejo, era el de una chica voluptuosa sometida por los más bajos instintos, abandonada al placer que aquella mujer le entregaba con cada caricia.

No se contentó con lo que tenía. Las piernas me temblaron cuando sentí resbalar sus dedos dentro de la braga del bikini… jugaron y acariciaron la fina hilera de pelillos. Sentía calor…, mucho calor…, las piernas me fallaban y mi mano se posó sobre la repisa del lavabo, me incliné hacia delante al tiempo que cerraba los ojos para concentrarme en sus caricias. Gemí…, a pesar de intentar ahogarlo, no pude resistir emitir un gemido sordo al sentir sus dedos hundirse en mi vagina….

—Mmmm, me encanta sentirte tan caliente y mojada—una vez más, la dulce tortura de sus palabras resbalaba en mi oído.

Noté sus falanges abrirse paso entre mis paredes vaginales, sentí el tacto, la presión, el roce, el movimiento en mis entrañas. El sonido del chasquido de los dedos empapados entrando y saliendo se mezclaba con mis jadeos en aquel baño. Parecía estar flotando, a punto de tocar el cielo con las manos cuando escuchamos la llamada de uno de los peques… este daba un grito a su madre para decirle que ya se había puesto el bañador, la reclamaba para que bajara a darse un chapuzón en la piscina. Las dos nos sobresaltamos y María cerró la puerta con rapidez a la vez que le contestaba con un… “ya bajo cariño”.

Reímos por la situación con la respiración todavía desbocada, las dos nos avergonzamos del momento vivido, mientras, María se ponía la mano en la cara haciendo el gesto negativo con la cabeza, y con una sonrisa me susurra al oído lo locas que estábamos.

El peque volvió a reclamar con mayor insistencia la presencia de su madre… antes de marchar, María posó sus manos en mi rostro y lo acarició con dulzura, mi boca se abrió sin pedir permiso a la razón y las dos nos fundirnos en un sensual beso cargado de erotismo y cariño. Tomó al asalto mi boca y durante unos instantes ambas lenguas se fusionaron en un tierno baile lascivo.

Mi corazón latía a toda velocidad cuando cerró la puerta tras de sí… en apenas unos minutos a su lado, había despertado más en mí que el resto de personas que había conocido en los dos años anteriores. Me miré al espejo, mi pecho seguía hinchándose y deshinchándose con rapidez, mi rostro seguía manteniendo la imagen de la lujuria, y mi boca todavía mantenía el gusto de su lengua, el prohibido y dulce sabor del pecado.

Después de unos minutos bajé a la piscina y me puse a jugar con los peques, jugaba a tirarles la pelota de playa, luego ellos la despejaban tirándose al agua como porteros. María se quedó leyendo un libro recostada sobre la hamaca. Por un momento la observé… estaba guapísima, seguía manteniendo la misma clase y sensualidad que siempre desprendía, un estilo que a mí me cautivaba. Durante estos dos años no había perdido ni un ápice del cuerpazo que recordaba.

A las dos de la tarde fuimos a comer al restaurante del puerto, comimos un arroz con bogavante que estaba para chuparse los dedos, y sacamos una botella de vino blanco que entraba como el agua. Tan pronto comieron los peques, estos se fueron a la sala de juegos que estaba en una sala contigua, y nosotras nos quedamos solas…

—Elena, ¿te puedo pedir un favor?

—Si claro… dime—me sentí intrigada

—Sobre lo que ha pasado antes en el baño… quisiera que no le contaras nada a Néstor…—por un lado, sentí sorpresa, dos años atrás habíamos estado los tres… y por el otro me resultó excitante el hecho de que quisiera mantenerlo en secreto, como si fuéramos amantes.

—No te preocupes, nuestro secreto está a salvo conmigo…

—Muchas gracias bonita…

—Hace dos años no había problema que lo supiera…—la curiosidad me corroía por dentro y no pude evitar soltar mis palabras.

—Si ya…, te explico…, no tenemos problemas en tener encuentros con otras personas, pero los dos prometimos que dichos encuentros serían con la presencia del otro, o al menos en un ambiente de intercambio…

— ¿Hacéis intercambios de parejas?—ahora sí que no podía dejar de preguntar.

—Si bueno… empezamos cuando te conocimos a ti… a los dos nos pareció una experiencia muy excitante y morbosa, y desde entonces comenzamos a entrar en el mundillo swinger y vernos con otras parejas…—pareció dudar

—Buff… ¡qué fuerte tía!—desde ese mismo instante me resultó imposible no imaginarlos.

—Hay un par de parejas con las que solemos quedar y con las que además de eso, tenemos una gran relación de amistad.

—Entonces… si hubiera tenido novio quizás me hubierais llamado…—era la típica pregunta trampa femenina que tanto nos gusta hacer.

—Ja, ja, ja, no de verdad, no te llamaos porque nos sentimos un poco culpables por la edad que tenías. Nos hubiera encantado tenerte en nuestra cama con novio y sin novio.—me encantaba su sonrisa pícara

—Y las parejas que conocéis… ¿vais a algún local de intercambios?—quería hacerle mil preguntas. La curiosidad me carcomía los higadillos.

—En un principio sí que fuimos a un local, pero una vez que nos conocemos lo suficiente, solemos quedaren nuestra casa o en la de ellos. También alquilamos alguna casa rural y hemos estado juntos de vacaciones… además tienen hijos de la misma edad que los nuestros.

Me quedé pensativa, mis ideas se arremolinaban en mi cabeza, en mi mente se había anclado su imagen con otra pareja y no la conseguía extirpar.

— ¿Dime que piensas bonita?—María permanecía expectante, por su gesto entendí que le parecía importante mi opinión.

—Buf… me parece muy excitante y morboso… bueno…, todo lo relacionado con vosotros me parece excitante…—sentí como me subían los colores al terminar de decir mis palabras.

—Sabes Elena… eres un encanto.—un sentimiento de ternura se adivinaba en sus preciosos ojos azules.

— ¡Te gustaría conocerlos?

— ¿A quién?—de repente el corazón dio un salto y aunque imaginaba de quien estaba hablando, le pregunté.

—Pues a la pareja que te he comentado… son de Pamplona y tienen un velero en Cambrils. Hemos quedado con ellos para pasar un par de días haciendo cabotaje.

— ¿Qué es hacer cabotaje?—no lo había oído en mi vida.

—Es navegar a lo largo de la costa. Vamos parando por los lugares más paradisíacos haciendo snorkel y visitando calitas con encanto.

—Claro que me encantaría… pero tengo que estar con los peques…—como si ella no lo supiera.

—Por eso no te preocupes, está mi suegra y ella está a deseo de tenerlos, no los ve en la mitad del año y para ella no es ningún sacrificio.

— ¿Cómo se llaman ellos?—quería cotillearlo todo.

—Se llaman Mikel e Itziar… bueno, a ella la llamamos Itzi, tienen un par de años más que nosotros y tienen dos hijos de la misma edad que los míos.

— ¿De verdad que os gustaría que fuera? Igual ellos no se sentían cómodos estando yo allí…—otra típica pregunta trampa femenina que me resultaba imposible no hacer.

—Estarán encantados… te lo aseguro…, además, ya han oído hablar de ti…—ahora sí que estaba intrigada— . Aunque no me creas, conocerte supuso un antes y un después en nuestra relación. Ellos son nuestros amigos y les hemos hablado de ti y, de los que pasó entre nosotros… estarán encantados de conocerte. —en su mirada se adivinaba una sonrisa pícara y divertida que me encantaba.

Terminamos lo que quedaba del vino y después del café nos bajamos con los peques a la playa.

María se tumbó al sol a seguir leyendo y yo me puse a hacer castillos y volcanes con los peques, una vez que los habíamos construido, los llenábamos de agua haciendo innumerables viajes con los pozales de plástico. A ellos la idea les pareció genial y así fue como poco a poco conseguí ganármelos.

Hacía un calor pegajoso y a eso de las siete de la tarde nos metimos en el agua a chapotear y hacer guerra de barcos con flotadores. En eso estábamos cuando los peques vieron a su padre y a su abuela que justo en ese instante acababan de llegar… los dos corrieron a abrazar a su yaya y me dejaron allí compuesta y sin guerra sobre el flotador con forma de delfín.

Me acerqué tras los peques con un flotador en cada mano, allí estaba él… No había cambiado nada. Néstor no había perdido su encanto natural, quizás se adivinaba alguna canita más en los laterales que le hacían más interesante, su cuerpo seguía estando definido y su sonrisa al verme consiguió terminar de derretirme a pesar de estar empapada.

—Hola guapa… cuanto tiempo…

Me dio dos besos y el segundo rozó de forma deliberada la comisura de mis labios…

—Hola Néstor… si hacía mucho tiempo…—sentía los calores subir por mi cuerpo y acumularse en mi rostro que debía de estar como un tomate.

—Mira te presento a mi madre…

Se llamaba Marta, era una señora de unos sesenta y cinco años que no los aparentaba para nada, llevaba una melena rubia de peluquería y mantenía un tipo que muchas de cuarenta quisieran para sí. Parecía una señora risueña y simpática, y se notaba que sus nietos la adoraban.

—Hola guapa, así que tú eres Elena… por mis nietos no tienes que preocuparte, ahora que estoy yo pasare la mayor parte del tiempo con ellos, quiero aprovechar lo poco que los veo.

Escuchaba sus palabras, pero mis sentidos seguían nublados por la presencia de Néstor. Me sentía turbada, pero a pesar de estar hablando con su madre, me percaté por la forma que tenía de mirarme, que él también se había llevado una grata sorpresa al verme a mí…

Terminamos la tarde en la playa de charla y nos fuimos a casa a la caída del sol. Una vez allí nos duchamos todos por turnos y cenamos unas pizzas en la terraza junto a la piscina. Marta, se fue con las amigas al bingo y los peques se fueron a la cama ya que estaban muertos por el viaje.

Hablamos animadamente y abrimos una botella de crianza que había traído María. Durante la velada les conté que había sido de mí durante estos dos años. Néstor estaba animado, y me contó los planes para ir un par de días haciendo cabotaje por la costa con unos amigos. Por supuesto él no sabía que el plan ya me lo había contado María. Se refería a Mikel e Itzi como unos buenos amigos, sin saber que yo ya conocía su pequeño secreto…

A eso de las doce regresó la madre de Néstor y nos fuimos todos a dormir. Estaba cansada y a pesar de estar en una cama extraña me dormí enseguida. Eran las dos de la mañana cuando me desperté sobresaltada, había tenido una pesadilla y al verme en una cama ajena me incorporé para situarme. Era julio y hacía un calor pegajoso en Salou, me desperté con la boca seca, así que decidí bajar a la cocina a por un vaso de agua.

Desde la parte de arriba ya se veía que había luz en la cocina. Conforme llegaba se escuchaba el sonido de una cucharilla dando vueltas a un vaso. Entré en la cocina y vi a Néstor, estaba preparándose una manzanilla…

—Hola buenas noches…—ahí estaba apoyado sobre la encimera con su pijama corto que le marcaba cada una de las curvas y recovecos de su cuerpo.

—Hola guapa, buenas noches ¿tú tampoco puedes dormir?

—Me he despertado sobresaltada y tenía sed. Hace un calor pegajoso.

—Es lo malo de vivir junto al mar. ¿No sabes encender el aire?

—Sí, sí que se… pero el aire me sienta mal.— sus ojos me escrutaban de arriba abajo mientras las palabras salían de su boca.

—Sabes Elena… te noto muy cambiada, estos dos años te han sentado fenomenal.— en ese momento se acercó a mí traspasando ese espacio imaginario de seguridad que todos tenemos.

—Sí, María también me ha dicho lo mismo, dos años es mucho tiempo…—Sentía calor, mucho calor… si las miradas hablaran, la suya no estaría autorizada para menores.

—Te hemos echado de menos…—tras sus palabras su mano acarició mi rostro y sus labios acortaron el pequeño espacio que nos separaba. Nuestras respiraciones se fundieron convirtiéndose en una sola.

—Yo también lo he echado de menos…—nada más contestar, el leve roce de sus labios se posó sobre los míos.

Las piernas me temblaban, el corazón latía acelerado y la respiración había dejado de ser tranquila para tornarse trabajosa. Sus labios impíos rozaron con delicadeza los míos y acto seguido fue su lengua la que los recorrió de forma sinuosa. Intenté responder a su beso pero este se apartó para volver de nuevo a torturarme.

Permanecí inmóvil, mi  pecho se hinchaba una y otra vez y mi boca se abría intentando recuperar el aliento perdido

En ese momento se acercó a mi cuello, sus dientes se clavaron en mi piel, su presión hizo que mi dermis se erizara en el mismo instante que sus colmillos se posaban sobre ella. Me estremecí de gusto y no pude evitar derramar un gemido ahogado.

De nuevo se acercó  al oído para susurrarme…

—Me encantan estas tetas, son preciosas…—mientras sus palabras golpeaban mi oído, su mano se posaba sobre una de los pechos por encima de la camiseta y comenzaba a amasarla con delicadeza. No llevaba sujetador y sentí como los pezones se endurecían y se sensibilizaban con el tacto de su mano.

—Me muero por follarte…* — yo me moría porque lo hiciera… deseaba que me arrancara las bragas y me follara sobre la encimera de una forma salvaje— Pero por desgracia tenemos un pacto…***

Néstor se separó de mí e intentó explicarme aquello que yo ya conocía, ese pacto que horas antes ya me lo había contado su mujer.

No solo estaba excitada, estaba cachonda como una perra en celo, deseaba que se olvidara de ese pacto absurdo y que me empotrara contra el fregadero, mi coño húmedo y palpitante anhelaba sentirlo dentro de mí…

—Tenía un profesor de historia que siempre me decía que los pactos se firman para no cumplirlos…—no me creía que pudiera estar diciéndole eso, no me creía que pudiera estar suplicándole que me follara…

—Puedo resistirlo todo menos la tentación… pero habrá tiempo para todo—me dio un pico en los labios y me dejó allí estacionada y cachonda como una perrita en celo.

Después de beberme el vaso de agua volví a la cama, pero en esta ocasión no podía dormir… dos momentos de intimidad y deseo interruptus en un solo día eran demasiado. Al final tuve que sofocar las llamas que me consumían con un placentero dedo, un apaño que enseguida me entregó en brazos de Morfeo.

A la mañana siguiente fuimos todos a la playa, al contrario que el día anterior por la mañana estuvimos en la playa y luego a la tarde nos quedamos en la piscina de la casa.

Durante un rato que no me reclamaron los peques me tumbé a tomar el sol junto a María, no podía resistir la tentación de conocerlo todo…me moría de ganas de preguntar, y la sometí a un interrogando intensivo para conocer el plan que nos esperaba al día siguiente…

—María, ¿estáis seguros que queréis que vaya?

—Claro… estamos deseando, veras como lo pasamos genial. Mikel e Itziar están deseando conocerte.—me intrigaba averiguar que sabían de mi…

¿Qué les habéis contado sobre mí?

—Les dijimos que eras una chica encantadora.

—Pero también sabrán lo que pasó entre nosotros…

—Si claro… cuando nos conocimos se lo contamos… piensa que conocerte a ti fue un acicate para iniciar esto, tú fuiste nuestro punto de partida.

—Y… ¿qué va a pasar mañana?—sentía excitación, intriga, nervios, ansiedad, miedo…

—Nada que tu no quieras que pase… somos amigos y a menudo quedamos para salir como amigos… simplemente que hay momentos que surge… y cuando esto pasa, no le ponemos puertas al mar.

— ¿Te puedo hacer una pregunta íntima?—dude…, dude…, y al final lo solté.

—Si claro bonita, me puedes preguntar lo que quieras…

— ¿Has tenido sexo con Itziar?—curiosidad o simplemente necesidad de saber si lo había hecho como lo hizo conmigo.

—Si claro… ella se declara abiertamente “bi”

¿Tú lo eres?

—No lo sé… lo cierto es que hay momentos y mujeres por las que me siento atraída…—mientras hablaba me miraba con dulzura, me observaba con su típica sonrisa pícara y lasciva— si eso significa ser “bi”, lo seré.**

¿Cómo son ellos?—preguntas, preguntas y más preguntas…

—Son muy majos, ya lo veras… Mikel hace muy buenas migas con Néstor e Itziar es un encanto de chica, una de esas personas con la que conectas enseguida, y a la que le confiarías hasta el último de tus más íntimos secretos. Alguien que podría ser tu amiga, tu confidente y también tu amante…

—Sabes… tengo ganas de que llegue mañana…

Pasé la tarde ensimismada en mis pensamientos, imaginando que me iba a deparar el día siguiente, tan solo despertaba de mis ensoñaciones, cuando los niños me reclamaban para jugar o hacer guerras de flotadores.

Por la noche hacía bueno y decidimos cenar en el jardín junto a la piscina, abrimos una botella de blanco dulce y otra de crianza y nos quedamos en el porche saboreando la brisa fresca del mar. A las diez Marta se fue al bingo y media hora más tarde fueron los peques los que subieron a la cama. María era muy estricta en las comidas y en las horas de sueño, como ya estaban acostumbrados, no protestaron mucho cuando los hizo subir a dormir.

Nada más quedarnos solos, Néstor me preguntó por los pensamientos que me habían acompañado toda la tarde…

—Me ha dicho María que estabas nerviosa por el encuentro con nuestros amigos…—me pilló por sorpresa la pregunta.

—Sí, bueno… no sabía si vuestros amigos estarían cómodos con mi presencia…—aunque lo que realmente tenía era curiosidad y no preocupación.

—Te aseguro que les vas a encantar… y ellos a ti también…—otro que utilizaba la sonrisita pícara y traviesa.

Casi nos habíamos “trincado” las dos botellas y Néstor se levantó de repente encaminándose hacia la piscina.

—No se vosotras, pero a mí me apetece un baño… no hay nada como bañarse a la luz de la luna.—mientras se dirigía al agua se quitaba la camiseta y el bañador quedando en pelotas, para después zambullirse en el agua.

Durante unos instantes mis ojos quedaron anclados en el precioso y blanco culo, este resaltaba entre las otras partes bronceadas de su cuerpo, mi radar lo siguió con deseo hasta que termino por desaparecer dentro del agua. María me observaba y a bien seguro que sabía interpretar todo lo que mi mirada y mi silencio callaban.

— ¿No te apetece darte un baño Elena?

—Si bueno… aunque no me apetece subir a por el bañador.

—Que más te da… no vamos a ver nada que no hayamos visto ya—y tenía razón…  pero me costaba mucho dar pasos en frío.

—Bueno no se… si te bañas tú… me apunto. —María me miro durante unos segundos y la sonrisa final de su rostro delató su decisión.

Se quitó las sandalias y el vestido y los dejó doblados sobre la silla, posteriormente se soltó el sujetador y los preciosos pechos que recordaba con envidia se descubrieron ante mí, seguían siendo hermosos y aunque la gravedad los hacía caer ligeramente, esto le daba un aire de lo más sensual y voluptuoso.

Seguido de ella fui yo la que se desnudó quedándome solo con la tanga negra. Observé como María cumplía su ritual antes de meterse al agua... se mojaba brazos y estómago con parsimonia en la orilla. Sin probarla siquiera me tiré de cabeza y al instante sentí la frescura del agua recubriendo mi piel.

Bañarse desnuda te da una sensación de libertad maravillosa. Sientes la desnudez y resulta muy estimulante el roce del agua fresca colándose en cada recoveco de tu cuerpo. Me incorporé y animé a María para que se tirara de una vez y se dejara de tanta tontería.

— ¡Si te tiras de golpe no está fría!—había ciertas cosillas en las que se notaba la diferencia de edad.

—Eso lo dirás tú…—Y María seguía con su ritual anti frío…

Mientras tanto, como un tiburón que acecha a su presa bajo el agua, Néstor se acercó y se situó tras de mí…

—No sabes que un tiburón puede oler la sangre incluso a kilómetros… —susurró en mi oído mientras sus manos atrapaban mi desnudez.

La caricia de sus manos en mi estómago me produjo un escalofrío y me hizo estremecer. Desde el primer contacto con el agua mi piel estaba erizada, y sus manos inquietas enseguida comprobaron como de duros estaban los pezones.

—No deberías estar sola en el agua habiendo tiburones sedientos de sangre…—sus palabras resonaban en mi oído mientras las yemas de sus manos cubrían mis pechos y los amasaba con delicadeza.

Cerré los ojos y comencé a respirar con dificultad, sus dientes se clavaron con ansia en mi cuello expuesto. Sentía mi gozo y mi cambio de respiración al tiempo que volvía a hincarlos sin compasión. A pesar del agua fría, notaba calor, mucho calor recorriendo mi cuerpo como llamaradas descontroladas.

Abrí los ojos y mi mirada se encontró con la de María… estaba dentro del agua frente a mí, me observaba, disfrutaba de la imagen, la saboreaba como un sumiller que tiene frente a sí la copa de vino, un buen reserva que antes de catar prefiere examinar, oler, observar

La mano de María acarició mi rostro, sentí sus labios ardiendo encima de los míos. Tras ese primer roce se separó ligeramente, acto seguido fue su lengua la que recorrió de forma lasciva el labio inferior, después el superior, y por último se coló en la boca para alcanzar mi lengua que la esperaba ansiosa. Volvió mi memoria su presencia años atrás... recordaba la suavidad, calor y dulzura de sus besos, y creí morirme de placer.

Me encontraba entre los dos, mi desnudez entre su desnudez como un sándwich de pasiones. Sentía la presión  de la polla erguida de Néstor frotándose contra mi culo, notaba las tetas de María oprimiendo las mías, clavando sus pezones erectos en mí, y los míos en ella. Sus manos recorrieron cada recodo, cada recoveco, cada rincón de mi piel mientras el placer tomaba al asalto mi cuerpo.

Mi respiración se aceleró más y más. Descompuesta por el deseo emití un jadeo… ella atrapó mi jadeo con su boca y volvió a comérselo. Néstor pellizcó y tiró de mis pezones, estaban sensibles y receptivos, quería morir de gusto al sentir como los estiraba. María me bajó las bragas y sus dedos buscaron el centro de mi deseo… tomaron al asalto mi sexo y se abrieron paso entre los pliegues vaginales… emití un gemido ahogado y mi cuello se arqueó hacia atrás al sentir su maravillosa invasión.

Los dedos de María entraron en mis entrañas, los sentí presionando las paredes vaginales y resbalar en mí, me penetraron e invadieron con total impunidad. Mis fluidos vaginales se mezclaron con el agua, la presión y roce de sus hábiles dedos me derrotaban, aturdían mis sentidos y me entregaban sumisa a sus deseos.

Por un instante se olvidaron de mí y se besaron, sus manos se aferraron el uno a la otra y presionaron más y más sus cuerpos contra mí. Me faltaba el aire, intenté hacer acopio con bocanadas que cada vez eran más afanosas.

Mis manos retiraron con ansia y torpeza las bragas de María, estas cayeron al fondo de la piscina. Mientras sus dedos me penetraban, los míos le devolvieron su dulce castigo y alcanzaron su rajita. Entonces ella me regaló varios gemidos mientras su cuerpo se retorcía de gusto al sentir la invasión de mis dedos.

Escuché un susurro entrecortado por la respiración en mi oído…

—Quiero entrar en ti… quiero que me sientas… quiero follarte… lo deseaba, mi coño y el resto de mi ser lo anhelaban con ansia obsesiva.

Néstor me sujetó los muslos por detrás y me levantó dentro del agua, mi cuerpo se inclinó y mis manos se aferraron a María que estaba frente a mí. Situó sus caderas entre mis muslos a la vez que acomodaba el pene en la entrada de mi coñito, lo restregó haciendo que los labios vaginales se abrieran a su paso, posteriormente la colocó en la entrada y lanzó una fuerte embestida que me desplazó hacia delante y me hizo lanzar un grito.

Ese primer instante mi mirada se clavó en los ojos de María y sus ojos se incrustaron en los míos. Un primer momento de penetración y sensualidad mágica, un encuentro único en el que las paredes de mi vagina se acoplaron a su pene, para cubrirlo y abrigarlo, y al mismo tiempo mantener en la retina la imagen de ella frente a mí, disfrutando de mi gozo.

Néstor comenzó a moverse y a bombear una y otra vez en mi interior, sentía su polla dura abrirse paso en mis entrañas, la notaba presionando mi vagina que se acoplaba una y otra vez a su invasión. El ruido del agua chapoteando contra nuestros cuerpos se mezclaba con los gemidos desesperados. Abría la boca buscando el aliento y cada embestida suya en un gemido mío.

Por un instante salió de mí y me cogió en brazos para llevarme a la orilla, me depositó sobre el bordillo, este era el lugar de la piscina que mejor se acoplaba a su altura. Abrió mis piernas para dejar mi sexo como una flor expuesto ante él. Estaba excitado y ansioso, colocó su miembro duro y amenazante en la entrada de mi coño. Durante unos segundos eternos lo esperé… aguardé con deseo su furia, deseé sentirlo nuevamente en mis entrañas, y por fin llegó… de una fuerte embestida me ensartó, entró en mí y la noté llegar hasta mi útero. Al sentir su acometida eché la cabeza hacia atrás y contraje mi pelvis. Volví a gemir y el chasquido de su cuerpo chocando contra el mío se mezcló con mis lamentos de gozo.

María se situó a mi lado y comenzó a recorrer mi piel con sus uñas, estas creaban a su paso caminos sinuosos, un tierno y sutil roce sobre mi dermis que conseguía estremecerme. Acariciaba mis pechos y los presionaba con delicadeza, la sangre se amotinaba en los pezones y sentía su sensibilidad a flor de piel, ella los pellizcaba y los estiraba provocando mis jadeos, jadeos que eran de nuevo acallados por sus labios fundiéndose con los míos.

Mi vagina se contraía con cada embestida mientras su dura erección se sumergía en mí una y otra vez. Mi cuerpo se estremecía y lo recibía ansiosa, me arqueaba y gemía al tiempo que cerraba los ojos y me dejaba arrastrar por la lujuria del momento.

María se situó sobre mí a horcajadas, su sexo depilado se presentó frente a mi boca y mi lengua salió a su encuentro para lamerlo con gula. La punta de mi lengua se abrió paso entre sus labios vaginales recorriéndolo con delicadeza. Ella se movía despacio de una forma sinuosa, sus caderas comenzaron a oscilar con intensa voluptuosidad hacia delante y hacia atrás, un continuo vaivén, un desplazamiento que anhelaba aplacar el deseo con el contacto de mi lengua.

Ella gemía, sus gemidos se mezclaban con los míos, ambos sonidos se enredaban con los chasquidos de las caderas de Néstor golpeando sin descanso contra mi ingle.

Lo sentía, notaba como entraba en mis entrañas, como se abría paso entre las paredes de en mi vagina, percibía su movimiento y su roce adictivo. Mi vagina lo succionaba, lo abrazaba, lo atrapaba entre sus paredes para de nuevo dejarlo escapar.

Mis manos se aferraron a los muslos de María y la atraje hacia mí, atrapé con mis labios su puntito de placer y lo succioné para lamerlo con avidez. Saboree sus fluidos salados mientras mi lengua lo recorría, lo chupaba, lo degustaba con ansia desmedida.

Las embestidas de Néstor eran cada vez más secas y posesivas, sus movimientos más descontrolados y su respiración era ya un jadeo continuo. Sabía que estaba a punto, sabía que en breve su cuerpo se derramaría sobre mí y eso me volvía loca. María se inclinó hacia delante para colocar su clítoris más cerca, comenzó a moverse sobre mi boca de forma frenética, se retorcía sobre mí buscando el contacto, y con cada roce de mi lengua su cuerpo exigía más. Movimientos cortos y posesivos que la llevaban sin remedio a comprar un pasaje de ida del expreso con destino al éxtasis.

Su cuerpo comenzó a  convulsionar, su boca a jadear, sentí como su coño palpitaba y temblaba en mi boca corriéndose sobre mí sin remedio. Las manos de Néstor se clavaron con fuerza en mis muslos a la vez que su cuerpo se tensaba y sus embates se descontrolaban. Sentía su deseo y ansia desmedida, embestidas cada vez más posesivas que le llevaban al punto de no retorno.

Su erección salió de mi sexo y se derramó sobre mi estómago, lanzó varios jadeos guturales a la vez que sus músculos se tensaban, acto seguido sentí la calidez del reguero de semen que había quedado esparcido sobre mí. María se agachó y lamió su miembro que continuaba erecto y majestuoso. Saboreo las ultimas gotas de semen que habían quedado, y volvió a agacharse para degustar mi deseo.

Su lengua jugaba con mi clítoris, lo succionaba y abrigaba para dejarlo escapar y volver después a la carga. Mi estómago se encogió al sentir el calor de su aliento en el centro de mi deseo. Ahora era Néstor quien se agachaba y comenzaba a colaborar en la tortura. Abrió mis piernas y las empujó hacia mí, después era su lengua la que se sumergía en mi interior.

Quiero morir de placer. Me consumo ante ellos. La piel me arde y el calor se expande por mi cuerpo como un incendio descontrolado. Pierdo el sentido de la realidad, Mi mente se concentra en los estímulos que se inician en mi sexo y recorren mi cuerpo entre latigazos de placer y convulsiones. Me arqueo y me retuerzo, intento reprimir los gemidos pero me es imposible. Durante unos maravillosos instantes mi cuerpo me traslada al paraíso hasta que por fin llega la calma.

Los tres nos tumbamos sobre la hierba desmadejados, reímos nerviosos y excitados por el momento vivido, reímos por el recuerdo y por la felicidad de sentirnos de nuevo.

Néstor miró el reloj y vio que eran cerca de las doce…

Continuará…