La canguro de mi tío

Haciendo de canguro de mi tía, y aprovechándose al pensar que estoy dormida, intenta aprovecharse de mi, pero se llevará una enorme sorpresa.

Esta historia sucedió hará aproximadamente hace seis años. Por entonces, acababa de iniciar una nueva relación con José, quien años después sería mi marido. Mi dedicación era estudiar, entonces ya en la universidad.

Mi familia siempre me apoyó económicamente, a pesar que mis padres eran unos trabajadores, y aunque en casa nunca falto el dinero, tampoco sobraba, por lo que a veces, realizaba algún trabajo como canguro, quedándome a cargos de niños cuando sus padres salían a cenar o de fiesta, principalmente los fines de semana.

Un fin de semana, en el que comimos familiarmente, fueron mis tíos, Antonio y Celia y su única hija, Elena. Mi tía era hermana menor de mi madre. Llevaban unos doce años casados y la verdad, me costaba entender, lo que había visto mi tío político en Celia. Él era un abogado, con mucho mundo, muy viajado, mientras que ella, una chica normal en su momento, ya mayorcita, le conoció cuando entró a trabajar como administrativa en su bufete.

Surgió la conversación y me comentaron que les gustaría salir más de lo que lo hacían, y la solución sería que yo me quedara con ella algún viernes o sábado por la noche, e incluso durmiera en su casa, que era bastante grande.

Consideraba a Elena como a una hermana menor. Las dos éramos hijas únicas, y nos llevábamos muy bien, dentro de la diferencia de edad. No me gustaba cobrar por ello, pero mis tíos se empeñaron y decidieron que para ellos no era ningún problema pagar, ya que si fuera otra persona quien hiciera el trabajo les cobraría y por otro lado, se sentían mucho más a gusto si era yo quien hiciera el trabajo.

Me venía bastante bien el dinero, ya que mis padres no tenían la capacidad económica de mis tíos, por lo que unos ingresos extras eran bien recibidos por mi parte y evitaba pedir dinero en casa para mis gastos.

Respecto al sexo, había tenido un par de relaciones anteriores, no demasiado largas con cuyos chicos me había acostado. Poco después de hacerlo, vi que perdían el interés por lo que al romper con el último, decidí que me haría de rogar más,

Mi madre siempre decía que los hombres sólo buscaban eso en las mujeres. “Mucho prometer hasta meter, y una vez metido, se olvidó lo prometido”. Me hacía gracia la frase, pero ahora le veía cierto sentido, y era José, quien a la postre demostró ser un buen chico, tanto que hoy es mi marido, el que pagó las consecuencias, no dándole la oportunidad de acostarse conmigo hasta bastante tiempo después.

La semana siguiente recibí la llamada de mi tía para que fuese el sábado por la noche. Acepté encantada, comí con Jose, fuimos a la primera sesión de cine y después de salir me llevó en su coche a casa de mis tíos y nos despedimos hasta el día siguiente.

Mi prima me recibió feliz. Jugamos, leímos y vimos la televisión mientras comimos una pizza a la que nos invitó mi tío antes de irse, dejándonos un folleto de publicidad y el dinero para pedirla.

A las diez y media de la noche mandé a Elena a su cama. Yo quedé estudiando un poco y aguanté hasta más de las dos de la mañana. No tenía sueño, pero me metí en la cama.

Me estaba quedando adormilada cuando oí que se abría la puerta de la calle. Habían vuelto mis tíos. Subían por las escaleras destino a las habitaciones del hogar unifamiliar que poseían. Mi tía hablaba con una voz pasada, por lo que supe de inmediato que se había pasado un poco bebiendo, lo que me sorprendió, ya que apenas tomaba alcohol, o yo al menos, no conocía esa faceta suya. Prestaba atención a lo que hablaban, nada trascendente y casi todo, dicho por mi tío. Escuché como entraban en su habitación y todo quedó en silencio.

Dos o tres minutos después escuché pasos que se dirigían a la habitación de Elena. Entró y salió en breve, imagino que para dar un beso a su hija. Caminaba de nuevo, y cual fue mi sorpresa cuando la puerta que se abrió fue la de mi alcoba.

Cerré los ojos y me hice la dormida. Se acercó a mi, mesó mis cabellos y me dio un beso en la mejilla.

  • Qué majo¡¡ – Pensé

Pensé que se iría enseguida, pero lejos de eso se sentó en mi regazo de la cama. No me gustó. No tenía sentido que mi tío estuviera allí conmigo, cuando al menos había dos habitaciones en la casa que debían tener más sentido para él.

Pasó la mano por mi mejilla, para bajar por el cuello y pasarla por encima de una camiseta que hacía las veces del top del pijama, acariciando mi pecho. No entendía nada de lo que estaba pasando.

Lo siguiente fue llegar a la parte baja de la camiseta y subirla, hasta dejar al descubierto mi pecho, y tocarlo descaradamente.

  • ¿Qué narices estaba haciendo? – Pensé indignada.

Siguió tocando mi cuerpo. En ese momento pensé en despertarme, montarle un escándalo, levantarme y tomar un casi de camino a mi casa, pero pensé que pararía ahí, y me mantuve con los ojos cerrados.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando subió totalmente mi camiseta de tirantes, dejándola por encima de los pechos y por tanto, estos al descubierto y de frente a su cara. Mis ojos permanecían cerrados pero suponía que no pararía de mirar y lo que sí sentía era su mano, que se movía libremente de uno a otro de mis senos.

En casa me decían siempre que dormía profundamente y que ni una bomba me despertaría. Por eso tal vez, mi tío estaba obrando así.

Aunque estábamos en la primavera, estaba arropada. En ese momento tiró de las sábanas hacia abajo, quedando tan sólo cubierta por mis pequeñas bragas brasileñas azules. No me lo podía creer. Mi propio tío estaba aprovechándose de mi.

Me sentía enfadada y molesta. No me gustaba nada aquello, pero mi carácter frío me hizo permanecer inerte. Sabía que si me despertaba y lo contaba, se montaría un escándalo en la familia. No me importaba por él, ni por mi tía, que se enterase del marido tan sinvergüenza que tenía, sino por Elena, que sabía que no la volvería a ver.

Volví a la realidad cuando noté que Antonio agarraba el triángulo de mis bragas y lo apartaba para ver mi sexo.

  • Qué verguenza¡¡¡ – Pensé – ¿A donde querría llegar? Iba a desnudarme completamente.

Al notar como mi prenda más íntima se separaba de mi cuerpo, tuve unas sensaciones contradictorias. Si bien, además de avergonzada, estaba molesta y enfadada, el saber que una persona como mi tío Antonio, a quien yo admiraba muchísimo, me estuviera mirando y tocando, empezó a hacer que no todo aquello fuera especialmente desagradable.

Por su parte, él iba a lo suyo. No entendía como podía tener la osadía de hacer lo que estaba haciendo. Me estaba bajando las bragas, poco a poco, deslizándola por mis piernas.

En esos momentos quería que parase ahí, así que fingí que me iba a despertar y me di la vuelta en la cama, como si fuera un movimiento reflejo, poniéndome de espaldas a él y con las rodillas flexionadas.

De nada sirvió. Si bien paró unos instantes, temiendo que me pudiera despertar, enseguida volvió, comenzando a tocarme las nalgas y mi sexo.

Pensaba en Jose, mi novio, a quien mantenía a dieta, sin sexo, mientras mi tío estaba poniéndose las botas conmigo. Quise espantarle de nuevo y me di la vuelta otra vez, quedando expuesta frontalmente a sus miradas.

Oía su respiración, que era más fuerte de lo habitual. Tocarme le excitaba. Sus manos se centraban ahora en mi sexo, donde apartaba mis labios mayores y llegaba a mi clítoris, moviéndolo y jugueteando.

Su incursiones en mi sexo no me resultaban indiferentes. Aunque estaba enfadada y humillada por estar abusando de mi, mientras en teoría yo dormía, notaba como me iba mojando, y sus dedos se impregnaban de mis líquidos vaginales.

Levantó mis manos y sacó mi camiseta por arriba. No entendía tampoco como podía ser tan poco cuidadoso. Cualquier mujer se despertaría si alguien hiciera lo que él estaba haciendo conmigo. Pero iba a lo suyo. Tocaba todo mi cuerpo, por todos lados.

Sus manos dieron paso a su boca, comenzando a besar todo mi cuerpo. Su dedo se introucía más y más en mi vagina y su boca llegaba a mis pechos. Quería que parase, o tal vez no, aunque sabía que aquello no estaba bien.

Notaba como su lengua descendía lentamente por mi estómago entrecortándose por pequeños besos que me repartía en su recorrido. Era cuestión de pocos instantes que llegase a mi sexo por lo que hice un brusco giro de mi cuerpo y me ladeé.

Como si aquello no fuese con él, hizo caso omiso a mi “casi despertar”. Continuó con su lengua, jugueteando, hasta que llegó a mi ano. Sentí una sensación extraña, como nunca. Jamás me había pasado, ni tampoco nadie me había hecho aquello. De nuevo me giré y su dedo volvió a introducirse en mi vagina. Me olvidé de todo y sentí vergüenza en aquellos momentos porque mi sexo debía estar totalmente empapado.

De repente se paró y se apartó de mi. Pensé que ya se había calentado lo suficiente y se iría a desfogar a su habitación, donde su mujer, mi tía, imagino que dormiría el exceso de alcohol que llevaba.

Unos ruidos me hicieron volver a la realidad. Estaba oyendo como se quitaba el pantalón. Se estaba desnudando y no podía creerme todo lo que estaba allí pasando.

  • Si me penetra, gritaré. – Pensé – Pase lo que pase no voy a aguantar más esto.

Esperé a ver sus intenciones. Comenzó a pasar su pene por mi vagina, pero tan sólo su punta se introducía levemente. Me gustaba, pero seguía pensando que si me penetraba más gritaría.

Se resfregó sobre mi cuerpo durante unos instantes más, hasta que sentí que iba a terminar. Para aquellos momentos me había excitado bastante y mis pensamientos gritaron.

  • Por favor, tío, no te corras todavía. Te juro que no se lo diré a nadie. – Me dije a mi misma,

No había llegado a penetrarme totalmente pero mi vagina se llenó de semen. Antes de terminar me dio la vuelta y me limpió cuidadosamente, me puso la braguita y después la camiseta.

Estaba llena de sentimientos contradictorios. Por una parte había disfrutado muchísimo con mi tío, aunque por otra sabía que aquello no estaba bien. Lo que si era cierto es que había despertado en mi sensaciones que ningún otro hombre me había producido.

En alguna ocasión me había masturbado, aunque más por curiosidad que por necesidad. El caso era que aquella noche, en la que mi tío se había desfogado ampliamente conmigo, yo necesitaba algo más, y me habría encantado que Jose hubiera estado a mi lado aquella noche, pero no era así, por lo que tuve que ingeniármelas sola.

Volví a quitarme la ropa que mi tío me acababa de colocar en la cama. Comencé a acariciarme los pechos. Tocaba cada poro de mi piel hasta que fui llegando a mi sexo. Estaba empapada y empecé a tocar mi clítoris, a introducir mi dedo en la vagina. Mi imaginación se disparó, imaginando y repitiendo en mi mente lo que mi tío había hecho conmigo minutos antes.

Me sentía ardiente, y no tardé en tener unos fuertes espasmos previos al orgasmo que vendría instantes después. Quedé relajada y con un cierto regusto amargo por lo que había sucedido. Pensaba que ya no podría volver a mirar a mi tío de la misma manera, tampoco a mi tía.

  • ¿Qué he hecho? Por Dios.......... – Pensé.

Apenas pude conciliar el sueño aquella noche. Me levanté muy pronto y sin ducharme me marché a mi casa.

A mediodía llamó mi tía preguntando por mi ausencia. Le contesté que tenía que estudiar y que iba a aprovechar mejor en mi casa. Quería pasarse esa misma tarde a pagarme, ya que no lo había hecho, pero le dije que no se preocupara, que ya lo haría más adelante.

Ella no se había percatado de nada y lo que había pasado era un secreto entre mi tío y yo. Él tampoco sabía que yo me había enterado de todo. La cuestión es que ya en la tarde del domingo, me sentía mejor y el mal rato que había pasado la noche anterior, pensando en lo sucio de la relación sexual con mi tío, se fue transformando en placentero, recordando los detalles agradables.

El miércoles siguiente, mi tía vino a casa con la excusa de pagarme mis servicios del sábado pasado. También me propuso volver a quedarme con Elena el siguiente fin de semana. Con un ansia que hasta a mi misma me sorprendió, acepté el trabajo.

Aproveché para ponerme guapa. Me di unas mechas en el pelo y me depilé, aunque realmente no me hacía falta. Iba a por todas y quería que volviera a suceder lo mismo, aunque con alguna sorpresa que no se esperaría.

Llegó de nuevo el sábado, y para garantizarme que mi tío se fijara en mi, me puse una ropa sexy, aunque no escandalosa. Una camiseta sin mangas y una falda corta.

Hice que me viera mi tío antes de marcharse. Sus ojos se le salían de las órbitas cuando me senté en la silla e hice que “accidentalmente” mi falda subiera bastante por encima de las rodillas. Con eso me garantizaba que estaría pensando en mi toda la noche, hasta que llegase a casa. Suponía que volvería a embriagar a su mujer para volver a aprovecharse de mi, aunque ahora, sería yo quien le sorprendería a él.

Estuve jugando con Elena y después, pedimos unas pizzas de las que dimos buena cuenta, a la vez que veíamos una película. Después se fue a la cama y yo decidí hacer lo mismo, no sin antes tomar unas pastillas para evitar quedarme dormida y no vivir la experiencia que me tenía guardada mi tío.

Me preparé paraacostarme, con una fina camiseta de tirantes, por supuesto sin sujetador y abajo sólo con un pequeño tanga blanco.

La espera se me hizo interminable. Estaba muy caliente. Acariciaba mi sexo por encima de mi braguita pero no quería tocarme, ya que me habría corrido enseguida. Deseaba resisitir para el momento en que llegase mi tío Antonio. Aunque tenía novio, al que podía considerar formal, ya que era habitual en casa, y aún no le había dado la oportunidad de tener sexo conmigo, me apetecía hacerlo con la persona más admirada para mi.

Serían las tres y media de la madrugada cuando escuché abrir la puerta de casa. Al igual que la vez anterior, hablaba de manera ininteligible por lo que supe que de nuevo se había pasado con el alcohol.

Por los ruidos supe que habían entrado en su cuarto. Minutos después Antonio salió de él y se dirigió al de su hija Elena, igual que el sábado anterior y a los pocos segundos entró en mi habitación, con la intención también de besarme, aunque en otros lugares, además de otras cosas.

Estaba desarropada, fingiendo que dormía mientras notaba que directamente, antes de acercarse a mi, se quitaba su camiseta.

Comenzó a acariciarme y a besarme por la cara. Pasaba su mano por encima de la poca ropa que llevaba. Yo quería más y separaba mis piernas simulando naturalidad, aunque mi deseo era provocarle.

Enseguida subió la camiseta por encima de mis pechos y empezó a besarlos. Sus manos bajaron a mi tanga y lo separó un poco para contemplar mi sexo, algo que ya había hecho la semana anterior.

Dada mi excitación, temía mojar el tanga. Se daría cuenta cuando me tocase, aunque pensaba que no se detendría por ello.

Deslizó un poco mi braguita, me giró y me levantó para bajarlo un poco, hasta por debajo de las rodillas. Volvió a acariciarme y a tocar mi sexo. Se tuvo que dar cuenta de mi excitación, porque vi, con mis ojos semicerrados que movía sus dedos amasando mis líquidos vaginales.

Terminó de jugar y decidió desnudarse completamente. Hizo lo mismo conmigo. La pequeña y engurruñada camiseta que tenía subida hasta la garganta, desapareció de mi cuerpo.

Decidió girarme. Intencionadamente dejé mis rodillas abiertas y ligeramente flexionadas para que pudiera contemplar mi trasero y mi sexo, que debía asomar por entre mis piernas. Quería volverle loco y lo estaba consiguiendo. Esperaba con ansia el momento en que me despertaría y haríamos el amor como locos.

Mi tío pasó rápidamente a la acción. Volvió a voltearme para comenzar a besar mis pechos y pasar su pene entre mis piernas, llegando a meter la punta.

Estaba muy excitada y pensé que había llegado el momento de pasar a la acción. Su pene rozaba mi clítoris y empezaba a entrar en mi vagina. Luego se paraba para lamer mi sexo.

De repente, para sorprenderle abrí mis ojos y quedé mirando fijamente a su cara. Palideció. Quedó blanco como la leche con la que me había regado la semana anterior.

  • ¿Qué pretendes? – Pregunté seria

Sólo tartamudeaba, dando excusas inconexas. Pero de inmediato le tranquilicé besando sus labios.

  • ¿Querías pasarlo bien tú solo? Eso no es justo. – Volví a replicarle mientras mostraba un cierto alivio en su cara.

Tomé la iniciativa y me coloqué entre sus piernas. Me moví de tal forma que su pene se coló dentro de mi. Su corazón seguía latiendo a mil, pero su rostro mostraba tranquilidad y excitación.

Mi papel comenzó a ser más activo. Disfrutando de lo que me ofrecía. Así, me coloqué de rodillas y comencé a succionar su pene que en esos momentos ya tenía un tamaño considerable.

Su sabor era extraño, ya que estaba impregnado de mis humedades, al haber recorrido ya mi vagina. De nuevo volvimos a la posición anterior, separando mis piernas y permitiendo que su miembro volviera a penetrarme.

Al sentir su pene dentro, su boca besando boca y pechos, y sus manos recorriendo todo mi cuerpo, empecé a gritar, sintiéndome libre de hacerlo. Ahora ya no tenía que fingir mi sueño.

Las voces asustaron a mi tío, que temió por su mujer. Le dije que sabía que estaba un poco bebida pero seguía asustado.

  • Que esté borracha no significa que esté sorda. Si oye ruidos no te extrañe que venga tambaleándose hasta aquí. Además Elena también nos podría escuchar.
  • Fóllame¡¡¡ – Le pedí como una perra encelada.
  • Si. Vamos a follar, pero iremos al piso de arriba, en la habitación de invitados. Nadie nos escuchará.

Salimos casi a escondidas, desnudos y con prisas a la habitación de arriba. Una zona abuhardillada, donde había un cuarto y un servicio que utilizaban cuando venían visitas a la casa. Yo era de la familia, por eso utilizaba el cuarto situado al lado de mi prima.

Llegamos a la cama y nos tiramos como locos en ella, sobre la colcha, deshaciendola y maltratándola. Nos besamos como locos y Antonio quedó tumbado, mirando al techo. Sabía lo que quería. Me coloqué sobre él, montando a caballo, con su espuela dentro de mi.

Me movía a mi antojo. Sus manos recorrían mi cuerpo, disfrutando de cada poro de piel. Me sentía guapa y atractiva y me agradaba sobremanera el gustar a un hombre como mi tío Antonio.

Notaba como su miembro crecía dentro de mi. Su excitación subía por lo que decidió prolongar un poco más la sesión de sexo que manteníamos.

Me situó de rodillas. No quería sexo anal por lo que cerré mis piernas temiendo que lo hiciera. Tampoco lo buscó ni me lo propuso, simplemente se colocó detrás de mi, besándome por detrás a la vez que me tocaba los pechos.

Vi como buscaba mi sexo y separé ligeramente las piernas para que pudiera volver a penetrarme. Por su parte, no paraba de tocarme los pechos y lamer mi piel y besarme por todos los lugares hasta donde llegaba su boca.

Comenzó a penetrarme. Sus embestidas iban subiendo. Comencé a gritar de tal forma que aún hoy no me explico como ni mi tía, ni mi prima, me escucharon.

Caí derrumbada. Había tenido un orgasmo monumental, pero mi tío aún seguía con su miembro totalmente erecto y con deseo de terminar sobre mi.

Quedé tumbada sobre la cama, separé mis piernas y le dejé hacer. Su pene volvió a penetrarme. Ahora lo disfrutaba más tranquila. Su miembro entraba y salía a su antojo ya que seguía muy mojada. Mis brazos se echaron hacia atrás y me limitaba a mirar su rostro de excitación.

No tardó demasiado. No había tomado ninguna protección por lo que le pedí que llegase fuera de mi. Su orgasmo fue mayúsculo, quedando totalmente impregnada de semen en todo mi estómago, como si me hubiesen vertido un tarro de leche condensada.

Quedé totalmente satisfecha. Me gustaba verle desnudo, con su pene aún erecto a pesar de su climax. Le besé y nos levantamos. No quise ducharme y juntos bajamos las escaleras, aún desnudos. En la puerta de mi habitación nos besamos apasionadamente y ahí nos despedimos.

A la mañana siguiente, mi tía tenía un fuerte dolor de cabeza y permaneció en la cama. Entre Antonio y yo preparamos el desayuno para mi prima y nosotros. Las miradas eran de complicidad. Después me marché a casa.

Fue la primera y última vez que tuve una experiencia así con mi tío. Empecé a tener relaciones frecuentes con mi novio, que hoy es mi marido. Desde entonces sólo él ha sido mi hombre.

Quien desee este relato con fotos puede pedirlo

indicando su título a pedroescritor@hotmail.com