La candidata

Una entravista de trabajo que se desarrolló de un modod fuera de lo común.

La candidata

Hola, acabo de llegar al mundo de la dominación sumisión casi por casualidad y quisiera contaros cómo se hicieron realidad mis sueños y muchas de mis fantasías. Todo empezó no hace mucho mientras realizaba entrevistas de trabajo para mi recién montado pequeño negocio. Debido a la crisis, mi amigo Eduardo y yo decidimos aprovechar las subvenciones del gobierno y seguir realizando el mismo trabajo por nuestra cuenta. Así que montamos una pequeña empresa entre los dos. Tuvimos bastante suerte y debido a que muchos nos conocían el negocio prosperó mejor de lo que habíamos pensado. Tanto que pronto vimos necesario tener que contratar a un administrativo que nos ayudase a gestionar el papeleo, las facturas y los pagos etc. Tras pensarlo detenidamente, decidimos que lo mejor sería contratar a alguien para el puesto y pusimos un anuncio en la prensa local. Como no podíamos desatender a nuestros clientes echamos a suerte entre los dos quién realizaría las entrevistas y quién continuaría con nuestros clientes durante los dos días en los que entrevistaríamos y seleccionaríamos a los aspirantes. Finalmente tuve la mala suerte de que me tocara a mí escoger al mejor candidato. Ninguno de los dos quería tener que entrevistar pues eso implicaría tener que rechazar a muchos aspirantes deseos de conseguir un empleo. Lo que os voy a contar fue lo que sucedió en el primer día de entrevistas.

Para que me vayáis conociendo y poneros en el contexto de la situación; he de deciros que soy un hombre de mediana edad y soltero. Físicamente, no me considero un adonis, diría que soy más bien un hombre del montón. Y desde que descubrí el mundo del sexo me quedé fascinado por el fetichista mundo del bondage, la dominación, sumisión y el sadomasoquismo. Lo cierto es que esas han sido mis fantasías recurrentes desde la adolescencia. Si bien ya fuese por mi timidez o por las circunstancias, nunca las había intentado de hacer realidad hasta las últimas consecuencias. A mis novias nunca les interesó ese tema y yo nunca insistí demasiado en ello por no perderlas, cosa que al final no conseguí. Bueno, el caso es que en la mañana en la que empezó todo yo estaba medio distraído dándole vueltas a la última revista porno que había leído. Como es natural, una revista de fetichismo y bondage, me había llamado la atención una experiencia o fantasía de las que me gustaría vivir y en esas estaba mientras trataba de seleccionar un administrativo que me ayudase a organizar los papeles de nuestro pequeño negocio.

Había entrevistado a bastantes candidatos, ya estaba próxima la hora de comer y pensaba tomarme un descanso. En mi agenda ya no figuraban más candidatos al puesto, sino hasta la tarde, por lo que me sorprendí al oír que llamaban a la puerta. Ante mí se presentó una muchachita bastante joven, unos dieciocho años, que captó mi atención nada más entrar. Los anteriores aspirantes al puesto que había entrevistado no eran tan jóvenes ni mucho menos, algunos tendrían más o menos mi edad. El caso es que después de captar toda mi atención, no necesitó mucho esfuerzo para mantenerla; pues unido a su sorprendente corta edad, lucía unos atuendos bastante llamativos. Una blusita corta, que le llegaba por encima del ombligo, muy ajustada que remarcaba perfectamente la redondez de sus pechos; y una minifalda, que más parecía un cinturón ancho, y que no hace falta decir qué remarcaba, eran lo más reseñable de su atuendo. Como comprenderéis, no me fijé en mucho más salvo que tenía una melenita morena que le llegaba hasta los hombros. Desde luego no tenía pinta de estar muy interesada en un puesto de oficinista, más bien, se diría que buscaba una buena esquina en la calle. Pero como no me gusta prejuzgar, ni ser descortés le pregunté que si venía por lo del puesto de trabajo

  • Pues claro. ¿Porque es aquí verdad?
  • Sí… sí no se ha equivocado señorita
  • Me llamo Susana.
  • Es que no veo aquí su solicitud ni su curriculum ni nada.
  • Verá es que acabo de enterarme de que se ofrecía un puesto de trabajo y como necesito urgentemente uno pues no me lo he pensado. En fin que estoy dispuesta a comenzar a trabajar ya
  • Muy bien, como parece realmente interesada por el puesto… ¿Sabe en qué consiste el trabajo que le ofrecemos?
  • Pues… en trabajar en la oficina con los papeles y eso
  • Bueno, no es exactamente así… pero, vale. Tengo la impresión de que es la primera vez que busca empleo. ¿Me equivoco?
  • No… no se equivoca.
  • Así que no tiene experiencia laboral. ¿Qué estudios ha realizado?
  • Pues fui a la escuela y terminé el instituto como todo el mundo.
  • ¿Ha traído usted los certificados de estudios?
  • Sí aquí los tengo en el bolso

Estuvo rebuscando unos instantes en su bolso y al final me extendió un par de fotocopias dobladas con lo que eran sus estudios. Básicamente mostraban que había realizado los estudios obligatorios pero sin conseguir el título. Vamos que había sido como tantos jóvenes que malgastan su paso por la escuela vagueando y molestando en las clases sin sacar provecho de ellas. Resumiendo no sabía nada. Más fastidiado por la pérdida de tiempo que por otra cosa le pregunté

  • Estos papeles no me dicen nada. ¿Sabe usted hacer algo?
  • Pues claro… sé mamar y follar.
  • ¿Cómo dice? Pregunté, más sorprendido por el descaro y desparpajo que mostró al decirlo que por lo que había dicho.
  • Que soy muy buena chupando pollas y follando.

Volvió a repetirme su respuesta, dando muestras de su elevada autoestima y con un deje de orgullosa seguridad que me revolvió por dentro. Seguramente, la muy zorra se creería que el mundo real era como en la escuela, donde lo único que importaba era conseguir la popularidad del resto de los compañeros de clase. Estaba realmente enfadado por cómo se estaba pavoneando, si creía que con su insolencia y su cuerpo, bastante bonito por cierto, le bastaba para conseguir un puesto de trabajo serio; lo tenía crudo, al menos conmigo. Ya iba a despedirla con cajas destempladas diciéndole que lo que yo buscaba era una administrativa capacitada y no una puta inútil cuando recordé la revista y mis recurrentes fantasías. Tenía que darle una lección a sea niñata insolente. Así al menos me aseguraría un buen polvo.

  • ¿Ah sí? Pues demuéstralo. Hazme la mejor mamada de tu repertorio. Luego juzgaré el resultado.

Como era de esperar, la muchacha no se amilanó. Al contrario, sonrió muy segura de sí misma, pensando que ya lo tenía todo hecho y que el puesto de trabajo sería suyo, o por lo menos, que seguro la contrataría como ayudante. Sin dejar de mirarme y exagerando un poco sus voluptuosos movimientos, se levantó dispuesta a quitarse la ropa. Pero la detuve, espera le dije. Ella me miró entre enfadada y contrariada como si temiera que me hubiese echado atrás. Pero antes de que pudiese replicar algo, me levanté y me dirigí a la puerta de la entrada. Cerré el negocio y regresé donde ella. No querremos que nadie nos moleste ¿verdad? Su rostro volvió a iluminarse con la misma mirada de orgullosa seguridad en sus atributos que había mostrado antes. Pero yo estaba dispuesto a cambiar todo aquello. Le iba a enseñar el verdadero significado de sus palabras

  • Antes de empezar quiero ver tu DNI.
  • ¿Mi qué?
  • El carnet de identidad, niña. Quiero comprobar los años que tienes. No quiero tener luego ningún problema por "contratar" a una menor.

Sin decir nada volvió a mirar en su bolso y me enseñó su documento de identidad. Tomé nota de sus datos personales, comprobando que no me había engañado. En efecto, según su documentación acababa de cumplir los dieciocho años la semana pasada, por lo que no tendría ningún problema si finalmente llevaba a cabo todo lo que se me había ocurrido. También tomé nota de la dirección que figuraba en su carnet por si me interesaba para algo, seguidamente se lo devolví dándole las gracias

  • ¿Se fía ya de mí? Preguntó con la misma insolencia que parecía no abandonarla nunca.
  • Yo me fío de ti, ricura, lo que pasa es que en los negocios hay que asegurarse siempre de todas las cosas. Ahora si no te importa me gustaría comprobar la calidad de la mercancía. Desnúdate, por favor.

Se guardó la documentación en su bolso e inmediatamente comenzó a desnudarse. De nuevo la interrumpí antes de que acabase de quitarse la primera prenda.

  • Así no querida, baila un poco para que tenga algo más de gracia.

Una mirada de rabia se reflejó en su rostro, pero fue lo suficientemente lista como para no protestar. En cambio, comenzó a contonearse y moverse de una manera sensual y provocadora. Verdaderamente, sabía venderse y no tardó en despertar mis más bajos instintos. Ahora que la examinaba más detenidamente, he de reconocer que la chica era un pibón de primera. Las piernas bien torneadas, larguísimas parecían no terminar nunca. Las anchas caderas conducían en una suave curva a una irresistible cinturita apoyada sobre un vientre plano espectacular. El hipnótico movimiento de su ombligo hizo que apenas prestase atención a cómo se había quitado la ajustada blusa. Claro que no tardé en prestarle la adecuada atención en cuanto aparecieron las hermosas peras que se escondían tras la misma. No eran demasiado grandes, pero sí firmes y redonditas. Los excitados pezones, rodeados por las sonrosadas aureolas, apuntaban desafiantes al techo. No parecía una profesional, pero de lo que no cabía duda era de que estaba más que mentalizada y motivada para lo que estaba haciendo. No mostraba ningún pudor, al contrario se diría que se sentía orgullosa de mostrar su esbelta figura abiertamente. Embelesado como estaba apenas me di cuenta de las suaves facciones de su armónico rostro. Los labios carnosos rodeaban una sensual boquita algo grande. La fina nariz separaba dos sorprendentemente intensos ojos azules. Sí era una chica bastante guapa, qué digo muy guapa y se me estaba ofreciendo con total descaro. ¿Por qué lo haría?

El caso es que pronto me olvidé de la pregunta. La faldita había caído ya y los tesoros de su entrepierna comenzaban a entreverse de un modo cada más claro. Tras la escasa tela de la minifalda, apareció un fino tanga negro semitransparente que me permitió descubrir que la nena estaba bastante depilada. Me revolví nervioso en mi asiento, no quería comenzar a masturbarme delante de ella, quería que ella se ganase el puesto e hiciese todo el trabajo. Ella pareció percatarse del éxito de su actuación y de mi creciente calentura y comenzó a realizar movimientos más lentos y cadenciosos mostrándome ora su firme y redondeado trasero, ora su sugerente pubis coronado por el bien cubierto monte de Venus. Jugaba a descubrir y bajar un poco los elásticos de su delicada prenda para volverlos a su sitio. Pero poco a poco, finalmente llegó a quitarse el tanga lanzándomelo desafiante. Yo le agradecí el gesto, primero asintiendo con la cabeza; luego oliendo con deleite los efluvios que emanaban de su prenda íntima. Tenían el inconfundible aroma de hembra en celo

No se quitó los zapatos por lo que en cuanto se hubo desprendido de su prenda más íntima, no teniendo ya nada que esconder, se sentó sobre la silla apoyando las piernas sobre los reposabrazos. Así, bien abierta, me mostraba impúdica, la cálida y acoderada cuevita que se escondía en su entrepierna. Como había adivinado mientras jugaba con su lencería, tenía muy bien cuidado su coñito. Bien afeitado y libre de vello, se había dejado una pequeña matita como recuerdo de lo que en algún tiempo debió ser un frondoso bosque. Satisfecha consigo misma me miraba desafiante mientras comenzaba a jugar y acariciar sus labios mayores con aparente indiferencia. Era evidente de que no era la primera vez que trataba con un hombre pero aún tenía que demostrarme sus verdaderas habilidades

  • ¿Qué, le gusta la mercancía? No hace falta que conteste, ya veo que sí.
  • Bueno, no está mal pero aún no he visto ninguna de tus habilidades. Decías que sabías mamar ¿no? Pues, ¿a qué estás esperando?

No me tuve que hacer de rogar, inmediatamente se levantó y con su sempiterna seguridad en sí misma se acercó hacia mí. Se arrodilló para desbrocharme el pantalón pero asiéndole el cabello la detuve otra vez

  • ¿Qué estás haciendo? Una verdadera mamona no usa las manos, usa solamente la boca. No quiero una paja con tus manos, quiero una buena mamada que es lo que me prometiste.
  • Pero te tendré que desabrochar el pantalón primero.
  • Una buena mamona lo hace todo con la boca. ¿Me dijiste que eras una buena mamona verdad?
  • Soy la mejor mamona que has conocido y te lo voy a demostrar.
  • Espera un momento te voy a ayudar un poco

Acababa de ocurrírseme, tenía que intentarlo ahora o nunca. Así que me levanté y cogí un rollo de cuerda para atarle las manos. Alguna vez tendría que empezar a realizar mis fantasías y había decidido comenzar ahora. Susana me miró primero irritada por la enésima interrupción a sus actividades y después preocupada por lo que me proponía hacer

  • ¿Qué estás haciendo?
  • Te voy a atar las manos. Así no te sentirás tentada de usarlas mientras me la chupas como una campeona.
  • ¿Quéeee? Ni loca. Yo no me dejo atar
  • Bueno en ese caso recoge tus cosas y vete. No tengo tiempo que perder.

Mi respuesta la dejó desconcertada. Había creído que con enseñarme su palmito caería en sus redes y la dejaría hacer. Pero estaba muy equivocada, era yo el que controlaba la situación y era el momento de dejarlo claro. Tenía un calentón de campeonato pero ya buscaría a otra para que me aliviase. La vi titubear unos instantes, la cosa no iba como ella esperaba pero algo la acuciaba para conseguir el empleo a toda costa. De modo que al final cedió y aceptó.

  • Vale pero no me aprietes muy fuerte
  • No te preocupes, Esto es sólo para que no uses las manos. Si ves que te aprieto mucho me lo dices y aflojo el nudo.

No me compliqué mucho, le até las manos a la espalda enrollando bastante cuerda de modo que no pudiese desatarse sola pero sí que fuese sencillo hacerlo en caso de urgencia. También me aseguré de cortarle el riego sanguíneo a las manos haciendo que las abriese y cerrase por si notaba alguna incomodidad. La verdad es que me quedó bastante chapucero pero cumplía su función. Ahí tenía yo indefensa, a una preciosidad de 18 añitos recién cumplidos, dispuesta a hacer de todo por conseguir un empleo. Tendría que averiguar por qué pero no había prisa, tenía tiempo, mucho tiempo. Y ahora quería que mi nena usase su linda boquita para otra cosa

Puse mis manos sobre sus hombros invitándola a arrodillarse. Susana no tardó en comprender cuales eran mis intenciones. Con su sabrosa boquita trató de bajar la cremallera de mis pantalones cosa harto difícil pero enormemente placentera. Sus labios no cesaban de acariciar estimular mi endurecido miembro, tanto que comenzó a dolerme pues no alcanzaban a liberarlo. Finalmente no tuve más remedio que ayudarla un poco y después de desbrochar el pantalón consiguió bajar la cremallera mis mojados calzoncillos mostraban orgullosos el tamaño de mi erección. Lo cierto es que no tengo una polla XXL, pero ninguna de mis novias se quejó nunca ni del tamaño ni del servicio que daban. El caso es que me pareció vislumbrar una sonrisita de satisfacción en el rostro de la chica cuando vio más de cerca el bulto mi aparato. Golosa lo besó por encima de la tela y saboreó deleite los líquidos que empapaban su punta. Era evidente del éxito de sus acciones.

Parecía que me había dicho la verdad y era una buena mamona. Se la notaba suelta, que sabía muy bien el terreno que pisaba, en definitiva que tenía cierta práctica. Podéis deducir qué hacía cuando salía de casa y decía que iba al instituto. Antes de liberarme de los calzoncillos, me miró con una lujuriosa sonrisa que endureció aún más si cabe mi sufrido falo

  • ¿Lo hago bien papi?
  • Escucha nena, no soy tu papi y no estás con tu noviete. Estás jugándote un puesto de trabajo. De momento no vas del todo mal pero te he de recordar que no fuiste capaz de bajarme la cremallera. ¿Tendré que ayudarte también con los calzones o serás capaz tú solita?

Mi tono fue deliberadamente cortante. Me seguía fastidiando la autosuficiencia que aún se traslucía en sus miradas y en su sonrisa. Y mi fría respuesta lo consiguió. No se demoró en cumplir mis deseos y hábilmente retiró la prenda que cubría mi erecto pene. Se diría que no era la primera vez que hacía algo parecido, pero algo más me llamó la atención. Había algo más que la había espoleado a cumplir con mis caprichos. Por un instante, su seguridad, su orgullo y su autosuficiencia desaparecieron; fueron sustituidos por una acuciante ansiedad, un extraño nerviosismo que no podría ser otra cosa sino miedo. Debía enterarme de qué era lo que la aterrorizaba de tal modo y la impulsaba a ofrecérseme así tan descarada y desesperadamente. Cada vez era más evidente que tras la máscara de seguridad y descarado orgullo se escondían otros sentimientos más primitivos y poderosos. Trataba de ocultar su modo de ser tras una frágil apariencia de dureza y confianza que se resquebrajaba poco a poco. Mientras tanto, su juguetona lengüecita se entretenía calculando y midiendo las dimensiones exactas de mi prepucio.

A pesar del nerviosismo inicial pronto recobró la compostura y el uso de la lengua evidenciaba una gran maestría para alguien tan joven. O era muy lista y aprendía muy rápido o muy puta y había practicado demasiado. O tal vez ambas cosas, el caso es que su lengua recorría ahora la longitud de mi ariete pintándolo con su saliva. Era asombroso el equilibrio y la habilidad que demostraba mientras lamía mi firme herramienta, sobre todo si tenemos en cuenta que no podía usar sus manos atadas a la espalda. Incapaz de contenerme mucho más me senté en mi silla, ella me siguió aunque le costó algo más de trabajo debido a sus restricciones. Podría pasarme horas viendo ese cuerpo desnudo atado e indefenso, fue entonces cuando me resolví firmemente a hacerla mi esclava. Para tener algunas bazas más de las que ya tenía comencé a hacerles algunas fotos con mi móvil, ya sabes para completar tu solicitud y tu curriculum, le dije antes de que protestara. Ella en un principio, me miró indignada pero pronto lo aceptó con resignación. Sólo me pidió que no lo usara indiscriminadamente. Claro le dije, esto es únicamente para uso de la empresa, no te preocupes será confidencial. Poco convencida de mis explicaciones pero viendo que no tenía más alternativa prosiguió con su excelente labor. Le tomé unos primeros planos que aún conservo para aliviarme en casos de emergencia. Y después de cansarme de hacerle fotos, comencé a grabarla en vídeo. Creedme, su actuación no desmerecería en ninguna película comercial. Por supuesto, la obligué a mirar a cámara luciendo sus mejores sonrisas.

La escena realmente así lo parecía, un tío recostado en un cómodo sillón con la polla apuntando al techo. Y una tía despampanante, desnuda con las manos a la espalda y en cuclillas saboreando, lamiendo y chupando con cara de golosa el enhiesto palo. Y lo mejor de todo es que se estaba esmerando en su labor. Sus labios ya no besaban tímidamente la superficie del pene, sino que rodeaban y apretaban con fuerza el glande mientras su pizpireta lengua le daba suaves golpecitos. Lo mejor de todo era la gran variedad de sus acciones bucales, pues cuando menos lo esperaba procedía a introducirse mi estaca hasta lo más profundo de sus entrañas. Las primeras veces, no consiguió enfundársela toda pero con empeño y tesón no tardó en acomodarse todo mi ariete. Era una delicia sentir como lo engullía y cómo su garganta lo apretaba y masajeaba. Como podéis comprender con semejante actuación estaba en la gloria y quise comprobar qué tal lo sentía ella.

Coloqué mi pie en su entrepierna, no me resultó difícil. Susana alternaba entre la posición de rodillas y las cuclillas para aliviar un poco el cansancio de la incómoda posición con la que trabajaba. Cuando me decidí a comprobar su estado, estaba de cuclillas con lo que mi pie enseguida contactó con sus partes más sensibles. Gimió ostentosamente nada más sintió el roce de mis ásperos zapatos en su delicado coñito. Pensé que se quejaba al sentir la ruda caricia de los cordones de las botas, y traté de retirarlas pero antes de poder hacerlo sentí como su cuerpo me presionaba. Volvió a gemir pero era evidente de que sus gemidos expresaban placer y no dolor. Su rostro se contraía tratando de dominar las oleadas de placer que manaban de su entrepierna.

  • ¿Te gusta muñeca? ¿Te gusta mi bota?
  • Sííí… Me encanta, como tu polla…Umm (Dijo llena de lujuria.)

PLAS. Le di un bofetón bastante fuerte que casi la hace caer al suelo por el precario equilibrio, antes de que pudiera replicar le dije:

  • Me tratas de usted. Si quieres el empleo, señorita, me tratas de señor y de usted. Si quieres un puesto en esta empresa deberás mostrar el debido respeto a tus superiores. ¿Entendido?
  • No tiene derecho a maltratarme. (Gritó llena de rabia, un bofetón no suele ser muy doloroso pero siempre es humillante.)
  • No te estoy maltratando ricura, te estoy educando e instruyendo para que te desenvuelvas bien en tu oficio. Además, ¿dónde vas a ir a quejarte? Di. No te conviene enfadarte con el jefe por tonterías en las que no tienes razón, si realmente quieres el empleo. ¿No crees?

Comprendiendo que no llegaría a ninguna parte por ese camino agachó la cabeza y trató de volver a mi polla. Pero se lo impedí apoyando mi mano en su barbilla. La obligué a mirarme a los ojos, comenzaban a llenarse de lágrimas

  • ¿No tienes nada que decirme? Una disculpa por ejemplo
  • Per… perdone usted. Es… es la primera vez
  • ¿La primera vez? Dije con sorna.
  • La primera vez que busco empleo… quiero decir.
  • Aahh. Ya me parecía. Bueno por esta vez lo olvidamos ¿Vale? Después de todo estás haciendo una muy buena entrevista.

Mientras le decía esto no dejé de acariciarla suavemente las mejillas en compensación por el dolor sufrido. Además mi pie continuó jugando con su entrepierna buscando acariciarla lo más suavemente posible. Una tímida sonrisa volvió a iluminar su rostro, pero ya no era de superioridad, parecía más bien de alivio. Como si hubiese conseguido superar una situación difícil.

  • ¿Te gustan mis botas? Volví a repetirle.
  • Sí… me encantan como se sienten.
  • ¿De veras? Pues sácales brillo preciosa.

Se le iluminó el rostro de lujuria al oír mi sugerencia. No sé cómo pero comenzó un suave movimiento de vaivén sobre mi empeine a pesar del complicado equilibrio que debía mantener. Verla moverse sobre mi pie era una auténtica gozada, pero lo mejor de todo es que ella lo estaba disfrutando. No tardaron en volver sus jadeos y gemidos, esta vez plenamente audibles pues ya no estaba embozada por mi polla. No cabía ninguna duda del placer que experimentaba la niña pues mi bota comenzó a verse lustrada por los jugos que emanaban del felpudito que los cepillaba. Para que ambas botas quedasen igual de limpias, no tardé mucho en cambiar de pie. Las fotos que le hice en ese momento son de las mejores de mi colección.

La dejé hacer unos minutos, realmente me gustaba verla gozar. Pero mi polla quería mayores atenciones. Dudé entre ensartarla en aquel mismo momento o que continuara con la excelente felación finalmente me decidí por lo segundo. Quería comprobar si realmente era una mamona de primera como me había asegurado cuando entró. Así que la insté a continuar señalándole mi abandonado miembro. Como una buena chica obediente, no tardó en cumplir mi orden. Su cálida y sensual boca volvió a acogerme con suave ternura. De vez en cuando me dedicaba una sensual sonrisa como invitándome a que disfrutara más de ella, de su bien formado cuerpo. Era como si me dijese tengo otras cosas además de una buena boca ¿Sabes? Decidí aceptar su invitación de gozarla más plenamente pero no del modo con el que ella esperaba

La así con fuerza de su cabeza y la empujé con fuerza contra mi sobreendurecida carne. Mi ariete la penetró con fuerza llegando hasta el esófago, nunca se la había metido tan hondo a ninguna mujer ni creo que ella hubiese sentido una tan dentro. No le dio tiempo a reaccionar, ni a hacer otra cosa salvo ahogar las fuertes arcadas que le vinieron. Quiso luchar y sacarse mi incómodo miembro pero apenas si podía hacer otra cosa que mover nerviosos los dedos de sus manos y los brazos de allá para acá en su espalda, la tenía bien sujeta. Seguía ahogando sus nauseas y enseguida su boca se llenó de saliva, estaba ahogándose pues no había tenido tiempo ni de tomar aire. Con el rostro rojo, desencajado, congestionado y asustado me miró suplicante con sus ojos llorosos. Sabía perfectamente quién dominaba la situación y que el único medio de obtener el alivio que necesitaba desesperadamente era apelar a mi piedad. La liberé un poco de su presa, el tiempo justo para que pudiese tomar algo de oxígeno. Hizo un extraño gesto al toser, vomitar y respirar al mismo tiempo. Se produjo un extraño sonido al inhalar el ansiado aire al tiempo que expulsaba las babas. No la di tiempo a más pues volví a empujarla contra mi vientre.

Esta vez la dejé más tiempo ensartada mientras disfrutaba de las involuntarias caricias de su garganta. Me incorporé mientras la mantenía contra mi pubis. Realmente no necesitaba mucho esfuerzo para tenerla completamente dominada y a mi merced, por lo que decidí asirme de sus cabellos como si fuesen riendas y comencé a follármela. Sí me follé su boca con fuerza, con una irresistible vehemencia que no había sentido nunca. Deseaba mostrarle mi poder, mi total dominio sobre ella. Ella debió comprenderlo y se dejó hacer.

Como pudo reprimió su angustia y se acomodó para soportar las fieras envestidas. Aún no me explico cómo se las apañó para poder respirar mientras mi ariete entraba y salía de ella sin descanso. Mientras la bombeaba pude disfrutar de su dulce rostro contraído, angustiado de las abundantes lágrimas que surcaban su rostro, del incoherente sonido gutural que salía de su garganta. Con cada embate mi placer se incrementaba de un modo jamás soñado por mí. Afortunadamente para ella no tardé mucho en correrme y llenarle su preciosa boquita con mi leche. Sí le enchufé toda mi manguera mientras me descargaba dentro de ella. No tuvo más opción que tragar. En realidad no tragó mucho pues la mayor parte de mi abundante lechada debió llegarle directamente al estómago. Jamás había sentido una descarga tan potente, ni un orgasmo tan intenso. Exhausto me dejé caer sobre el sillón, tratando de recuperar el aire.

Sonia también luchaba por recuperar el resuello aunque en su caso no creo que por la misma razón. Trataba de dominarse y mantener la compostura mientras tosía y evitaba algunas arcadas. A pesar de lo que dijera al entrar, no creo que nadie se la hubiese follado así la boca. No obstante tenía razón en una cosa era una feladora nata, de primera, tenía que reconocer que nunca nadie me había hecho una mamada tan buena. Era hora de cerrar el acuerdo.

  • Tienes razón eres una mamona de primera.
  • Gracias señor.
  • Y aprendes rápido. Eso me gusta. ¿Sabes?
  • ¿Entonces me contrata?
  • Antes debo de hacerte algunas preguntas más como por ejemplo por qué te interesa tanto este empleo. Has demostrado mucho interés en conseguirlo

La muchacha pareció azorarse un poco con el último comentario. Aunque no supe si fue por mis palabras o porque mis dedos comenzaban a acariciar su entrepierna. No se quejó por lo que entendía que podía proseguir con mis actividades. De modo que la senté sobre mis rodillas mientras la acariciaba y masajeaba lo más tiernamente posible. Me había dado un gran orgasmo y quería corresponder a su generosidad.

  • ¿No quieres decirme por qué te interesa tanto este empleo?
  • No… Sí verá es que no sé por dónde empezar

Lo cierto es que mi pregunta, de lo más corriente cuando se entrevista a alguien, la incomodaba bastante. Sin embargo acuciada por la necesidad, no tardó en explicarse. Soltando alguna que otra lágrima finalmente me contó su secreto. Por lo visto había tenido una fuerte bronca con sus padres y estos la habían conminado a independizarse e irse de casa. La cosa que en otras circunstancias se hubiese solventado con el paso del tiempo y la comprensión y cariño natural entre padres e hijos; se fue envenenando por el orgullo y terquedad de unos y otros. El resultado fue que al alcanzar la mayoría de edad, Susana se marchó con los escasos ahorros que tenía dispuesta a no volver. Contaba con la ayuda de diferentes amigos que en el momento de la verdad o no pudieron o no la ayudaron como ella esperaba. Descubrió que no era nada fácil encontrar un empleo decente sin la debida titulación y mucho menos uno bien remunerado. Quiso volver a casa pero al hacerlo escuchó sin querer unos comentarios de su madre hablando con una vecina que le despertaron su rebelde orgullo y la hicieron cambiar de opinión. Hoy cuando ya se estaba haciendo a la idea de que la echarían de la pensión y de que su única salida sería la calle vio por casualidad nuestro anuncio. Desesperada como estaba no le importaba venderse con tal de conseguir un trabajo "decente, uno que le permitiera presumir delante de su familia y amigos.

Cuando terminó sollozaba sobre mi hombro aliviando así su desesperanza, su desesperación y su rabia. Por los azares del destino, yo me había convertido en la primera persona con la que se había podido sincerar completamente desde que saliera de su casa hacía una semana. La vulnerabilidad e indefensión que tan cándidamente me mostraba facilitaría mucho mi oscura empresa, convertirla en mi esclava. Pero al mismo tiempo despertaron en mí sentimientos de pena y compasión hacia ella. Me resolví por lo tanto, a no mostrarlos para poder llevar a cabo mis planes. Como ella había hecho con sus verdaderos sentimientos, yo ocultaría los míos tras una máscara de indiferencia y crueldad.

Dejé que la chica recuperase la compostura dentro de lo poco que podía, pues aún estaba desnuda con las manos a la espalda. Mis dedos seguían jugando en su cálida entrepierna. El suave pero constante masaje que le estaba proporcionando comenzaba a dar sus frutos. Poco a poco fue cambiando los sollozos por jadeos. Quedos gemidos que ella trataba de ocultar estrechándose contra mi hombro, pero que evidenciaban el grato placer que ahora la embargaba. Quise jugar con ella un poco

  • ¿Estás mejor ahora?
  • ¿Quieres correrte o que te dé un empleo?
  • Uufff… un empleo… prefiero, oooh, un empleo señor.

Susana estaba haciendo verdaderos esfuerzos para no correrse mientras trataba de contestar acertadamente mis preguntas. Quería complacerme e intuía que si alcanzaba el orgasmo podría enfadarme y con esa excusa negarle el empleo que tan duramente se estaba ganando. No estaba muy equivocada. Su fuerza de voluntad y determinación me impresionaban pero tenía que seguir poniéndola a prueba un poquito más

  • El empleo que me pides niña, me va a ser imposible dártelo mejor es que te conformes con una buena corrida.
  • ¡Quéeee? Después de todo lo que estoy haciendo me vas a dejar así. Tirada. Eres un Cabrón y un

Describir la lista de insultos, vulgaridades, obscenidades, improperios y demás expresiones barriobajeras que salieron por esa boquita sería labor harto difícil, si no imposible. Roja de ira, llena de indignación, se debatía furiosamente tratando de liberarse de sus ataduras al tiempo que intentaba en vano golpearme con cualquier parte de su cuerpo. Incluso trató de morderme pero dada su situación solo consiguió hacer evidente su total indefensión e impotencia. Estaba totalmente en mis manos y comenzó a darse cuenta de ello. Después de liberar su frustración con un grito tan estruendoso como inútil se dejó caer llorando en el suelo. Yo proseguí con mi despiadado ataque, quería hundirla por completo vencer cualquier resto de orgullo que tuviese.

  • Ahora te das cuenta de lo que es el mundo real. ¿Eh nena? Ahora te das cuenta de todo el tiempo que has malgastado en la escuela. Dime ¿dónde están tus amigotes? Esos que te reían las gracias mientras haraganeabas y vagueabas delante de tus profesores. ¿Verdad que ahora te gustaría haber tenido buenas notas para poder enseñármelas? ¿Verdad que ahora te gustaría tener una buena educación? Pues no te preocupes que te la voy a dar, puta. Te voy a enseñar buenos modales, zorra.

La así violentamente del pelo y la obligué a incorporarse tirando despiadadamente de ella. No escuché ni sus gritos ni sus súplicas, estaba resuelto a darle un escarmiento. La apoyé contra la mesa con suma rudeza al tiempo que me aseguraba de que no pudiera escaparse echando sobre ella todo el peso de mi cuerpo. Con la mano que tenía libre comencé a propinarle fuertes azotes en su tierno y expuesto culito. Las níveas nalgas no tardaron en tomar color. No paré hasta que comenzó a dolerme la mano. Para entonces, Susana no pataleaba ni luchaba, sólo lloraba y suplicaba. Estaba realmente aterrorizada, a merced de un desconocido que podría hacerle cualquier cosa

  • ¿Ves lo que te pasa por no tener modales? ¿Por ser una niña orgullosa y malcriada? ¿Ves lo que pasa cuando te dejas llevar por tu condenado orgullo?
  • Sí… Sí… Basta… Por favor no me pegue más… No me pegue

Era evidente de que diría cualquier cosa con tal de que la dejara salir de allí. Pero yo quería que volviese a mí. Y que lo hiciese voluntariamente, encantada de hacerlo. En vez de azotarla, ahora volvía a acariciarla suavemente y a tratarla con ternura. Mis manos apenas si rozaban la sensibilizada y adolorida superficie de sus sonrosados glúteos. Mis traviesos dedos volvieron a explorar su húmeda cuevita buscando al clítoris traidor que volvería a llenarla de incontenible placer.

  • Yo no quería pegarte pero me has obligado a ello. No podía dejar que me faltases del modo como lo has hecho. Lo comprendes ¿verdad?
  • Sí… Sí… por favor suélteme ya. No volveré por aquí. Se lo prometo.
  • Bueno verás, es que antes no me has dejado explicarme. No puedo ofrecerte el puesto por el que venías preguntando. No estás cualificada. Pero si quieres puedo ofrecerte otro. Eres una chica valiente y decidida y eso me gusta por eso quiero ayudarte. Si me dejas, claro. ¿Quieres que te dé un empleo o no?

Estuvo dudando unos instantes, seguramente debatiéndose entre mandarme a tomar viento, decirme que sí y escapar o en aceptar mi proposición. Finalmente demostró ser mucho más inteligente de lo que sus calificaciones decían.

  • ¿Me vas a volver a pegar, cuánto me vas a pagar y qué tendré que hacer?
  • Veo que tienes la cabecita para algo. Eso está bien. Veamos, antes de contestarte a la primera pregunta, dime… ¿Te merecías o no los azotes que te he dado?

Tras pensarlo unos instantes, reconoció que sí que se los había merecido pero que yo no era quién para hacerlo.

  • En eso tienes razón. No tengo ninguna autoridad sobre ti salvo la que me da el sentirme ofendido. Pero creo que te he hecho más daño en tu orgullo que en este precioso culito. ¿Me equivoco?
  • No… la verdad es que no me siento muy adolorida. ¿Entonces no me volverá a pegar?
  • Si no te lo mereces no. Y creo que siendo una chica tan lista como eres tú no me volverás a dar motivos para hacerlo ¿Verdad que serás una buena chica y trabajadora?
  • Sí… sí se lo prometo… Pero ¿qué tendré que hacer?
  • Bueno pues básicamente, cuidar de mí y de mi casa. Ya sabes, las tareas domésticas, lavar, planchar, la colada, la comida… y si te apetece alguna horilla extra.
  • ¿Horas extra?
  • Ya sabes… como la de ahora. Hace un rato decías que te gustaba
  • Uuufff… Sí… Mucho

Ya no hacía falta que la sujetase, desde hacía unos minutos, mientras conversábamos, había dejado de resistirse para comenzar a ofrecerme de un modo inconsciente su más íntimo tesoro. Como bien había calculado su desleal clítoris en busca de mayores y mejores caricias, comenzaba a traicionar a su dueña. Poco a poco notaba como la libido se adueñaba de ella. Sin duda, ahora que sentía estar fuera de peligro, el morbo la volvía a dominar, debía aprovecharme de ello.

  • Eres una viciosilla ¿Eh? Bueno, las horas extras serán voluntarias claro. ¿Te interesa?
  • ¿Y cuánto me va a pagar?
  • Veamos, puedo ofrecerte ####€
  • ¿Nada más?
  • Ten en cuenta de que las horas extras van aparte. Te podría ofrecer otro contrato mucho más interesante pero antes tendría que estudiarlo un poco. De momento esto es todo lo que te puedo ofrecer. ¿Te interesa?
  • Es muy poco dinero… Yyy… Además en mi casa se reirían de mí… Uufff
  • Ya sé, ya sé pero si quieres, las nóminas las puedo hacer con el membrete de esta empresa. Nadie tiene que saber qué es lo que realmente haces para mí
  • ¿De veras haría eso por mí? Aah… Qué gusto… por favor siga
  • ¿Te gusta eh? Sí ya te he dicho que me gustaría ayudarte por lo decidida y valiente que eres. Creo que te mereces una segunda oportunidad.
  • ¿Y ese otro contrato? Ooohhmm
  • ¿Te ha picado la curiosidad, eh? De momento no puedo decirte nada lo tengo que pensar muy bien antes de poder ofrecértelo. Sólo te puedo decir que sería mucho más serio y por supuesto más complicado de cumplir. Claro que también sería mucho mejor remunerado… Pero de momento ¿Te interesa este o no?
  • Aaayyy… Sí… por Dios… por favor… fólleme ya no puedo aguantar más
  • ¿Quieres mi polla después de haberte pegado?
  • Sííí… por favor déjeme correrme… Lo pasado, pasado

Lo cierto es que aquella jovencita estaba más caliente que el rabo de una sartén y no paraba de moverse y contonearse seductoramente presa de su salvaje lujuria. Lujuria a la que por supuesto yo no era indiferente. Mi herramienta estaba de nuevo lista para la acción, más dura que el pedernal. Así, que no me hice mucho de rogar. Apunté mi pistola hacia su objetivo y la introduje suavemente entre sus hambrientos labios. Quería disfrutar del sabroso tesorito de la muchacha y no me di prisa en bombearla. Me entretuve disfrutando de la deliciosa caricia de sus prietas paredes. Sus húmeda y estrechas paredes me acogían, me envolvían y me apretaban con vehemencia casi con desesperación. Estuve así, disfrutando del extasiante abrazo de su vagina, un ratito que aproveché para besar su espalda y cuello al tiempo que la acariciaba toda de arriba abajo centrándome en sus hasta el momento, desasistidas tetitas.

Mi chica comenzó a impacientarse y me animó a que la bombeara moviendo con insistencia sus caderas y su culito. Poco a poco fui iniciando un cadencioso vaivén que la llevó enseguida a las cumbres del éxtasis. Pero yo por supuesto iba a aguantar mucho más, sólo estaba empezando. Los orgasmos de Susana parecían sucederse unos a otros, a pesar del pausado ritmo que imprimía a mis penetraciones. Las angustias y humillaciones soportadas parecían ahora contribuir a la intensidad de su placer. No decía nada, solo gemía cada vez un poquito más alto, un poquito más ronco, un poquito más animal…Su cuerpo se tensaba poco a poco, cada vez más firme, más rígido, más tenso hasta que de repente, sin previo aviso, estallaba y se convulsionaba y estremecía en incontrolables espasmos. Un jadeo, un chillido de una intensidad desmedida, confirmaba la culminación del proceso y la llegada del ansiado orgasmo. Todo, para poder comenzar de nuevo, para ver cómo su cuerpo se perlaba de sudor, como se encogía y estiraba, como se tensaba de nuevo preparándose para la siguiente corrida.

Perdí la cuenta de las veces que terminó mi hembra mientras la taladraba cada vez con más insistencia. Lo cierto es que ver una y otra vez el hermoso espectáculo de su cuerpo extasiado me iba calentando cada vez más. Tanto que cuando quise darme cuenta, la estaba perforando con una fuerza y frenesí que jamás creí poder alcanzar. Llevados por nuestra desenfrenada pasión no dejé de pistonearla con frenética violencia hasta que me descargué por completo dentro de ella. Si mi corrida en su boca fue abundante y descomunal, no lo fue menos la que le dejé en su juguetón y dulce conejito. Exhaustos, casi nos desmayamos sobre la mesa de la oficina

Nos costó trabajo recuperarnos del intenso ejercicio. Cuando lo hicimos, ella me miró y sonrió como si estuviera dándome las gracias. La verdad es que había sido un polvazo para enmarcar. Un extraño mareo me envolvió de repente. Entonces me acordé, la hora, ¡no habíamos comido! Me miré el reloj, no tenía mucho tiempo para ir a comer antes de las entrevistas de la tarde. Sin perder un segundo, la desaté y le mostré el baño donde pudo asearse un poco. Mientras lo hacía, saqué un poco de dinero de la caja, si todo iba bien haría muchas compras cuando saliese de la oficina. Aparté unos trescientos euros y los dejé sobre la mesa

No tardó mucho en salir del baño, y rápidamente entré en él. Mientras me lavaba le indiqué que cogiese el dinero que había sobre la mesa que era para ella

  • Entonces tenemos un trato... ¿No?...

Apenas pude terminar la frase. Frente a mí estaba de pie Susana, tratando de reprimir las lágrimas…Había tratado de salir de la oficina pero no había podido porque estaba cerrada con llave.

  • No soy una puta, me dijo no quiero tu dinero.
  • Yo no estoy pagando a una puta. Es un adelanto de tu salario. ¿Me dijiste que debías pagar la pensión y tendrás que comprar algo para cenar y demás no? Te dije que quería ayudarte

Apenas si me dio tiempo a recibirla, de un salto la muchacha se acercó a mí y me dio un cálido beso como hacía mucho que no sentía. Ese fue el primer beso de amor de los muchos que me daría y aún lo recuerdo con cariño. Recuperado de la sorpresa, la invité a comer aunque advirtiéndole que tendríamos que comer deprisa. No aceptó pues tenía otros planes. Salió tan deprisa que casi ni me dio tiempo de concertar la cita para que firmase el contrato y comenzase a trabajar. Había conseguido una sirvienta, ¿Conseguiría de ella algo más? ¿Podría convertirla en mi sumisa esclava como siempre había soñado tener? Inquieto y nervioso me fui a comer pensando y planeando los siguientes pasos a seguir. Al día siguiente, Susana vino de nuevo a la oficina pero eso es ya otra historia