La cama vacía (1)

Un profesor mata a su amante después de una larga historia amorosa, pasional donde su amante se convierte en su obcesion...

Primero que nada me gustaría dar muchas gracias a la gente que me ha contactado, pues hasta ahora todo el material que he escrito solamente ha circulado por listas privadas, y ésta es mi primera experiencia como miembro de todo relatos, la cual espero sea muy placentera para ustedes lectores.

Espero que mi relato sea tomado como lo que es, una práctica imperfecta de un aficionado a las letras, que no busca pertenecer a las altas esferas literarias, si no más bien divertirse al escribir, así acepto cualquier clase de críticas, pero pido al lector que estas sean constructivas para que me permitan mejorar la calidad de mi material.


Mi nombre es Nicolás, hace algunos meses cumplí los treinta y cuatro años pero no me los pude celebrar, ya que mi vida transcurre agitadamente a causa de mis cambios de trabajo y de cuidad los cuales son tan frecuentes como mis cambios de ropa, pero bueno, esta es la vida que elegí y no con mucho orgullo confieso que desde hace tres años soy prófugo de la justicia, lo que me ha llevado a recorrer todo mi país, a dejar atrás mi familia y a toda la gente que conozco; a vivir en los más inconcebibles pueblos fantasmas y a tener aventuras con putas de la más baja calaña.

Pero eso es otra historia, y no quiero aburrirlos más con mi insípida presentación, pues tengo poco tiempo antes de partir del pueblo en que me encuentro, a buscar refugio en otros lares y creo que lo mejor es contarles mi historia, que aunque estoy muy seguro no aprenderán nada de ella, al contrario, algunos buscarán imitarme, lo digo por la experiencia de un hombre que escucho una historia similar en su juventud, más bien la vivió; ya que el protagonista principal fue su padre. Pero como ya dije voy a ser directo y específico… Hay mucha gente buscándome… Solo cuento esto por que espero que al menos me sirva como confesión y desahogo.

Y es que hace mucho tiempo que no entro a una iglesia, mas por vergüenza, que por respeto, pues estoy totalmente seguro que el Señor aborrece a las personas que le quitan la vida a otros, más aún a las que lo hacen para saciar sus bajas pasiones… mi única defensa –tan ineficaz como el falso deseo de redimirme- es que Melissa no era una mujer cualquiera, tenía un encanto que separaba del resto del mundo, una forma de hablar y de comportarse, que hacía que los pensamientos impúdicos fueran algo imposible de evadir, incluso por el más correcto de los hombre; este encanto en individuos como yo, en los cuales la voluntad no esta en la cabeza sino en zonas más australes, era como un vaso de agua estando yo sediento.

Transcurría el año 2004 cuando yo era profesor de la Alianza Francesa de mi ciudad, entonces yo la vi por primera vez, ella era una alumna regular, con la cual no había tenido ninguna clase en común por el momento, me conformaba con espiarla en la horas de descanso ya que a ella no le interesaba para nada aprender francés, faltaba muchas veces a clases y tenía amoríos con casi todos los muchachos del establecimiento. Melissa tenia la piel morena, cabello azabache, y un cuerpo que muchas de sus compañeras envidiaban, era alta, pero su altura no la hacía sobresalir de las demás, su cara era hermosa como ninguna, tenía unos ojos verdes, que son muy raros en una mujer morena, y una expresión de alegría que hacía para mí fácil describirla con una palabra… ¡Ángel! Un ángel caído del cielo para alumbrar nuestras existencias, pero eso no era todo.

Lo que más me llamo la tención de ella, fue la facilidad que tenía para enredar a los hombres, y manipularlos de una manera tal, que ni ellos mismos se daban cuenta de lo que pasaba, sin embargo este comportamiento no me sirvió de advertencia, mas bien aumento mi atracción hacia ella, y fue casi a finales del año cuando el destino me dio la oportunidad de ser su profesor, la clase era pequeña, y algunos días solo venían seis personas, por lo que fue fácil para mi entablar un diálogo pequeño con ella.

Melissa era de las chicas que pensaban que la rebeldía consistía en responder a cada palabra del maestro, en ridiculizarlo, yo lo sabía por mis compañeros de trabajo, aún así no hice mucho caso, simplemente me disponía a dar clases –una actividad muy marcada en mi rutina- y si podía, iba a tratar de conversar con la mujer, que digo mujer, con el ángel que me quitaba el sueño.

-Bien, maintenant, On apprendra l’utilisation du conditionnel, je vous montrerai comment on fera la conjugaison –

Y me disponía a explicar un poco la gramática francesa, pero cuando comenzaba a concentrarme en los alumnos, en ese momento la pude ver, era ella que acababa de cruzar la puerta llegando con un mínimo retraso, lo cual a mí no me importaba, no me importaba para nada, pues su hermosura me saciaba la vista

De ese día recuerdo algunas cosas, la primera era la manera en que ella se sentaba, cruzando las piernas de una manera muy característica, exponiéndolo todo, hecho al cual la falda del colegio no ayudaba en nada creando más bien una imagen que creaba en mí diversas reacciones, pero no era solo yo único hombre con aficiones voyeur en esa aula, absolutamente todos y cada uno de sus compañeros hombre, se detenían cada intervalo de tiempo para, desde sus asientos, lanzarle una mirada disimulada, ella lo sabía y estoy seguro que ella se daba cuenta de cada mirada que los otros le robaban esas miradas. He llegado a conclusión de que ella disfrutaba de ellas, pues le daban una sensación de satisfacción, palabra que ella creía antónima de pudor.

Pasé días sin tratar con ella más que como mi alumna, aunque eso no impedía que gozara de la vista, sintiendo el placer que experimenta el cleptómano cuando no es atrapado en el acto, ella me miraba agresivamente, insinuándome palabras lascivas con ese lenguaje propio de los que entienden la sensualidad de la miradas, pero eso no significa que ella no miraba así a los demás hombres. Las miradas insinuantes eran parte de su lenguaje corporal, y parecía contenta de que todos los hombres la desearan, sin que ella nunca les correspondiera. Ese era su juego, mi Melissa, la musa de mis fantasías más bajas, la hiladora de mis sueños prohibidos… cuanto te desee, cuanto te deseo y… cuanto te seguiré deseando.

Pero no fue solo hasta el segundo mes, cuando ella empezó a hablarme no como al profesor, sino como al amigo, pronto descubrí que compartíamos ciertos intereses, intrascendentales por supuesto, pero me sirvieron como herramienta para ahondar en su personalidad, tratar de resolver los acertijos de su mundo, sus problemas, que me sirvieron para acercarme más a ella.

Sin embargo lo que marcó la diferencia en nuestra relación no fue que yo la conociera a ella, sino lo contrario, cuando por accidente dejé caer unos versos eróticos escritos por mi pluma que no eran la gran cosa ni mucho menos, pero que ella recogió y fueron suficientes para dibujar una sonrisa en su boca, amén de crear un puente entre nosotros, ahora recuerdo que éste fue el momento crucial de nuestra relación. Ella me contaría después que antes de leerme, me consideraba un hombre cualquiera no muy diferente de los indiscretos muchachos que la devoraban con sus miradas.

La clase que di después de este incidente, fue diferente a todas las anteriores. Su mirada me pertenecía, pues pareciera que ya no le interesaran los otros. Toda su atención era mía, tal como si yo le en ese salón hubiéramos estado solos los dos, ella registrando mi alma con sus ojos, y yo sintiéndome como el aleve que encuentra el morbo en la cosa más simple.

«Donc, mes élèves, maintenant vous sont libres d’aller dehors »

Y con esto daba fin a la clase, esperaba reunirme con ella, pero yo no estaba en sus planes, ya que ni siquiera se despidió de mí cuando salió. Pasaron algunos días antes de poder encontrármela de nuevo en un pub de la ciudad. Ella había tenido un contratiempo con su familia y parecía que su pequeño gato casi queda aplastado bajo alguno de sus voluminosos familiares, luego me explicó que su casa era un tanto disfuncional, su hermano mayor había muerto años atrás, luego le siguió su madre, nunca me dio razones del porqué, así como yo nunca di señales de interesarme.

Es que a mi no me interesaba su pasado, ni su historia, mucho menos su familia, pues para mi ella era una diosa bajada del Olimpo, un ángel que no tenía parentesco con nadie. Pero nunca le dije esto de frente, pero creo que me hice entender por medio de los números escritos que le dediqué. Volviendo a ese día, en el que ella no probó una sola gota de alcohol, sin embargo me pidió que la llevara a su casa.

-Hoy quisiera que vengas a mi casa, me gustaría que conozcas aunque sea donde vivo.

Esto me lo dijo con la mayor coquetería del mundo.

Y por supuesto que acepté….

Nos subimos a un taxi que pasaba justo en el momento en que nuestra conversación empezó a pasar de cosas intrascendentes a tener un tinte erótico. Melissa parecía tener especial interés por escuchar mis fantasías sexuales, y otras anécdotas del mundo de las carnes, muy particularmente le gustaba escuchar las fantasías que la tenían a ella como protagonista, yo… que no soy un gran cuentista, pero sí gozaba de las básicas dotes narrativas que tenemos todos.

"Cuéntame otra, me encanta la cara que pones cuando hablas de mí"

"Pues querida, me gustaría contarte el sueño que ayer tuve. Aunque no se si este taxista le guste lo que va a oír, pero ya me tomé algunos vasos de whiskey, y la verdad no me importa… Verás ayer soñé que tu eras una de esas Diosas griegas, con esas togas que dejas poco a la imaginación, yo era un Dios menor, así como Ares o alguno de esos barbudos; la cosa es que tu me estabas seduciendo risas entre los dos me invitaste a tu palacio y lo demás…"

"Continúa" me dijo ella con gran interés.

"Lo demás te lo puedo mostrar cuando lleguemos a tu casa" le dije con una sonrisa de picardía a la que ella respondió con un beso. Recuerdo que nuestros besos nuca fueron efímeros, eran tan apasionados que despertábamos la indignación de algunas viejitas conservadoras, que miraban su cuerpo como la manifestación del demonio en la tierra;

No pocas veces un guardia nos decía "Circulen muchacho circulen, les prometo que habrá mucho tiempo para eso después" Solo ahí soltábamos los labios del otro, alegres por la promesa que nos había hecho el guardia. Nos llevó mucho tiempo besarnos, casi todo lo que quedaba del camino, Cuando estuvimos ahí me di cuenta por enésima vez lo hermosa, lo bellísima que ella era, no podía compararla a nadie, para mí ella era única… única y por lo tanto sólo mía.

Se suponía que en la casa no había nadie más que su maltrecho gato. Aunque no tardamos mucho en llegar, para mí, la espera fue eterna pues la situación me envolvía en una excitación muy grande. Y por fin llego el momento, me invito a pasar y fue entonces cuando me di cuenta lo deprimente que era su casa, parecía una tumba en noche de luna llena; los muebles desarreglados, y una decoración de película de terror. Por suerte no estuvimos mucho tiempo ahí, pues le pedí que me hiciera conocer su cuarto, el cual parecía otro mundo dentro de ese hogar tenebroso; que más que miedo me provocaba compasión, de ella y de su pobre gato.

En su cuarto hablamos de diversos tópicos, de nuestros libros predilectos y nuestros poetas favoritos. Fue muy poco el tiempo que dedicamos a seguir hablando de nuestras psicodélicas fantasías, sin embargo cada vez hablar con ella me parecía más interesante. Su cuarto era un lugar místico, que gozaba de colores vivos y una decoración para nada sobria; con decir que hasta tenía un mini bar en su clóset, del cual nos servimos, y la deleité con mis dotes de barman frustrado.

"Te Gustaría un Martini… o tal vez un orgasmo" (me encantaba esa bebida de la que creo, muchos de ustedes han escuchado hablar y recuerdo bien que dije esto sin ninguna malicia, pero ella no lo tomo así.)

"Un orgasmo está bien, pero yo no bebo" (Me lo dijo sonriendo con descaro, pues ese mismo día la vi tomarse dos, más bien tres, vasos de ron.). y bebimos, yo más que ella, pues confieso que la situación me ponía muy nervioso, aunque ella no parecía inmutarse, si quiera en el momento en que tomé su mano, y la acosté en su cama

Entonces caí victima de su mirada intrigante más que de las múltiples bebidas que ya estaban en el inventario de mi hígado. Me gustaba la reacción que tenía ante mi intención indecente, ante un comportamiento que pasó de cómico introvertido a seductor de garaje en solo unos segundos. Ella sólo sonreía y por unos momentos me dejó hacer, pero cuando me di cuenta me empujó hacia atrás y comenzó a tomar el control de la situación; me tomó de la camisa y en poco tiempo ya estaba yo como Dios me trajo a este mundo, y ella… con ese cuerpo mestizo de ángel y Diosa. ¿Qué hombre no hubiera hecho lo que hice?, ¿Que hombre no habría convertido a una mujer tan hermosa en su obsesión?

Ella hacía hervir mi sangre con la intensidad de mil soles. Yo con la ansiedad del hambriento que espera el alimento. En un estado semejante a la locura la amé con frenesí, exploré cada parte de su cuerpo, y en la embriaguez que me causaron sus besos, perdí la noción del tiempo en el momento en que nos envolvimos en un mundo de placer, donde solo el viento cobijaba su desnudez. Ahí se acaba su deseo de someterme, pues ella parecía ser esclava de el placer que yo le proporcionaba, estaba ligada a mí, como perro por su correa al dueño, Gritaba pedía más, parecía desesperada cuando por momentos la privaba de mi virilidad.

Con ella posteriormente descubrí las delicias del sexo anal, las posiciones hindúes y el tantra budistas. El sexo con Lis iba más allá de este mundo mortal, y acarreaba para mí un placer tal que me es difícil describirlo es simples palabras decorosas. El vaivén de sus caderas la juntura de nuestros labios, el olor a sexo que tanto le fascinaba daban un toque sobrenatural a nuestras sesiones pasionales, y eran esos gemidos de gatita los que volvían, me vuelven y me volverán loco, ya que guardo una grabación de ella que escucho todos los días antes de acostarme.

Así amaneció con los dos esperando que esa noche hermosa nunca terminara, fuimos al paraíso y regresamos en una noche, proeza de la que ni ese tal Dante se puede jactar, ¿como les puedo describir el gran placer que tuve, arriesgarme de alguna manera a la obscenidad? Solo puedo decir que desde ese momento fui suyo, e ingenuamente, pensé que ella también era mía, cosa que era más irreal que político honesto, en fin… con mi cuerpo y mi alma, satisfechos partí al galope para tratar de cumplir mi jornada laboral. Todavía me parece magnífico recordar como era el sabor de sus labios, sabor que permaneció en mí por mucho, mucho tiempo, jugando con mis sentidos… con mi pensamiento.

Salimos varios días antes de que yo pudiera regresar a mi trabajo, pues tuve algunos problemas nada relacionados con este asunto, unos alumnos insatisfechos me acusaron de haberles cambiado sus notas a propósito, cosa de la que yo no fui parte, y que era entre otras cosas el intento desesperado por hacer valer la mensualidad que sus padres pagaban; sin embargo esto me imposibilitaba a regresar a la Alianza, hasta que se esclarezca el incidente.

La invité a tomarnos algo el día siguiente, "No puedo creer que esos idiotas te tengan así, Nico" me dijo refiriéndose a los jóvenes que me denunciaron, "Pero, no todo está tan mal, todavía me tienes a mí, y creo que eso es lo que importa ¿No?" tratando de consolarme, Lissa no era muy buena, sin embargo me convenció de volver a su casa, la cual seguía igual de descuidada, me llegó a parecer que esas tinieblas estaban invadiendo su cuarto, que ya no se veía como antes. Me estaba comenzando a preguntar si era verdad que sus padres seguían vivos, pues nunca estaban en casa; pero no había tiempo para comentarios absurdos, así que empezamos a ceder espacio para la pasión.

Le di poca importancia a sus cosas y me concentré en ella. Me sentía desinhibido por sus besos más que por el alcohol lo que me confirmó que mi deseo de amarla era grande, tanto que me angustiaba, sin embargo su cuerpo era el manjar que satisfacía todas mis angustias, que resolvía todos mis problemas.

"Nico… te quiero preguntar una cosa"

"Claro, lo que sea." – dije mientras me consumía observándola

"¿Te gustaría hacer algo mas atrevido?, algo mucho más pervertido" –me dijo con esa cara que tienen los hombres viejos cuando tienen una mujer semidesnuda cerca de ellos.

"¿De que estás hablando?"- Dije con cara de curiosidad

"Pues me gustaría hacer algo que vi en la red, involucra un columpio, un látigo, y mucho lubricante, ¿tengo que decir más?"

Me sorprendí al escuchar estas palabras de una boca que no consideraba inocente, pero que sí consideraba algo recatada, me gustó el morbo que la situación envolvía, sin pasar mucho tiempo nuestros cuerpos desnudos ya rozaban, en lo que muchos pensamientos impúdicos invadían mi mente y mi actuar. Ella me propuso dar rienda suelta a mis fantasías más perversas, y eso fue exactamente lo que hice, hasta que se presentó el peligro de que la cama colapsara, sin embargo esto no fue limitante y creativamente convertimos al piso en el nuevo aliado de nuestro bizarro amor.

La hice gritar de placer esa noche, la arrastre por todo el cuarto y ella se iba golpeando contra muebles, lámparas y patas de cama, pero no le importaba, porque una vez que ingresé en ella nada podía ser más importante que su propio placer egoísta, sus senos desnudos y nuestros cuerpos chocando como dos olas, daban un aire pintores a la escena, cosa que acentuó más cuando llegó el orgasmo primero el de ella, y solo cuando supe que podía descansar, dejé el frenético bombeo, y nos tiramos a la cama, esperando retomar la sesión cuando las fuerzas volvieran a nosotros

Yo siempre había deseado que ella tuviera el control en la relación y no paso mucho tiempo ella tomara mis riendas, ya que yo siempre fui un hombre pasivo, de grandes pasiones pero mi naturaleza no dejaba el lujo de mandar, de ser posesivo. Por su parte Lissa gozaba con el dolor ajeno, con mis gritos y mis suplicios; esto me hizo descubrir una nueva faceta de mi personalidad, descubrí así las delicias de ser humillado de sentirme sometido por la voluntad de otra, cosa que además de acrecentar mi excitación me llevaba a los mejores orgasmos de mi vida. Yo gozaba con sus insultos con sus atropellos que cada día iban sacando al sumiso que hay dentro de mí.