La calentona del bar

Laura va al bar vestida de forma sensual, dispuesta a mostrarse irresistible. No voy a engañar a mi marido. Sólo quiero sentirme deseada.

Ya os conté en mi anterior relato ( http://www.todorelatos.com/relato/61008/ , El pastel) que conocí por Internet a Laura, una mujer casada bastante calenturienta. Decidimos hacer un intercambio de fantasías, yo le ayudaba a cumplir una de las suyas y ella hacía lo propio con una mía. Mi fantasía fue la que conté en ese relato. Tras permitirme el cumplirla, ahora era el turno de la aventura de Laura.

Como os he dicho, Laura estaba casada y aunque deseaba todo tipo de encuentros sexuales era como muchas otras a las que les cuesta horrores dar ese primer paso. El más difícil es sin duda el primero, aquel con el que se traiciona al marido. Esa traición es en muchos casos merecida, por tratarse de un hombre que no ha sabido dar lo que su esposa requería. Pero a pesar de ello son muchos los remordimientos que lo dificultan, según las experiencias que he tenido con mujeres.

Laura estaba en los cuarenta. Era de altura mediana, guapa, con una belleza de mujer madura. Tenía un culo bastante grande, pero atractivo para los hombres a los que le gusta que este sea carnoso y voluminoso. Sus pechos eran los normales para una mujer de su edad, no muy grandes y no tan firmes, pero también bonitos. Aunque Laura era indudablemente una mujer muy deseable, siempre se había sentido como en la segunda línea. Siempre se había visto rodeada de otras chicas más atractivas, desde el instituto y durante la universidad. En su grupo de amigas siempre había otra a la que los hombres brindaban todas sus atenciones. Laura tenía una espina clavada con eso, el nunca haberse sentido como el centro del deseo de los hombres. Por eso pensaba en operarse los pechos, quería ponerse una talla enorme para llamar la atención de forma descarada. Como amigo y como médico se lo desaconsejé. Además tenía el problema de que su marido no estaba tampoco de acuerdo.

Fue entonces cuando apareció la fantasía que ella quería realizar: quería estar en una discoteca, o un bar, y sentir cómo todos los hombres intentaban seducirla, quería ese bombón que nunca antes había podido ser. Laura pensaba que era imposible pero yo sabía que no y se lo hice ver. Todo es cuestión de cómo te muestres y dónde vayas. Desde luego no has de ir a un local para adolescentes, pero si vas a un sitio para mujeres de tu edad, convenientemente arreglada, tienes el éxito garantizado.

Al final esa fue la parte del trato que me tocó cumplir: yo le ayudaría a conseguirlo. Elegí un local de un pueblo de Madrid, es un sitio más o menos tranquilo pero con movimiento de gente madura que busca pareja. Hay de todos los tipos, hasta los casados que buscan una aventura, siendo los más los divorciados. Allí todas las mujeres serían más de su edad y la gente va con intenciones claras, nada de mojigaterías de quinceañeros. Son hombres y mujeres de verdad que hablan muy pronto de lo que realmente les interesa, sin rodeos y sin tapujos. Lo siguiente fue elegir el vestuario, quizás lo más importante. No importa que fuera atractiva, si quería ser el centro de atención tenía que ir, con perdón, como un verdadero putón. Sin entrar en la vulgaridad, pero sin posibilidad alguna para el recato. Ahí le asesoré a Laura y esta fue comprando las cosas, siempre a escondidas de su marido. La noche en que pondría a prueba su fantasía Laura iba vestida con unas botas largas, casi hasta la rodilla. Una minifalda no demasiado corta pero sí bastante entallada, con lo que parecía que tenía el trasero a punto de hacerla explotar. El top que lucía era muy ceñido, no muy escotado, quizás de una talla menos de la suya. Era blanco y tenía unas letras en negro que decían "I am cheap" (soy barata). Estas camisetas son una provocación, curioso por donde pueden ir los designios de la moda. Los pechos hacían que la tela se tensase y subiera con lo que entre la minifalda y el top siempre se veía algo de insinuante piel. La ropa interior era un conjunto de lencería blanco, comprado para la ocasión. Ni qué decir tiene que la braguita era un tanga mínimo. Laura iba maquillada de forma muy llamativa, sobre todo los labios en un rojo muy fuerte que llamaban a gritos a besarlos. También esa tarde había ido a la peluquería. En general estaba preciosa, pero más deseable que guapa. Era una absoluta provocación.

Laura llegó tarde al bar donde probaría su suerte. Estaba muy nerviosa.

-Ya pensaba que no vendrías. - le dije disfrutando de la sugerente visión. - Lo siento Charles, he estado tentada de no venir. - me dijo con voz temblorosa. - Bueno, ¿Qué te parezco? - Estás arrebatadora. - le confesé. - Si no fuera porque he prometido ayudarte ahora mismo te sugeriría que nos fuéramos a un hotel. - le dije guiñándole el ojo y tratando de quitarle tensión. - Gracias. - dijo tímida. - ¿Una copa entonces? - Y al mismo tiempo ordené bebidas.

Mi papel era muy ambiguo. Desde luego ella me necesitaba para protegerla. Sólo quería calentar al personal según ella me confesó. No quería llevar a cabo una infidelidad en toda regla. Quería que se le presentaran decenas de hombres, tontear con ellos, pero nada más. En eso le recomendé que pensara mucho su postura, porque los hombres nos damos pronto cuenta de esos juegos, y nos sentimos ofendidos porque nos hagan perder el tiempo, y más en un sitio como ese donde la gente es más directa.

  • Si quieres puedes dejar las cosas así, hasta donde tú quieras, pero mejor si les das un poco más a los hombres o te van a dejar de entrar a los pocos minutos.
  • ¿Qué tengo que hacer entonces? - me preguntó Laura, todavía nerviosa.
  • Simplemente sé un poco más complaciente. Y recuerda que si en algún momento te sientes incómoda me lo dices y nos vamos. - le dije.

La noche de seducción comenzó para Laura. Un extranjero se le acercó y empezó a hablar con ella. Era un tipo muy educado, parecía alemán o de uno de esos países del norte de Europa. Desde luego había sido el más decidido de todos. Estuvieron unos cinco minutos charlando pero Laura me hizo una señal para que viniera en su rescate, así que me puse a hablar con ella de una forma que daba a entender que éramos pareja. El hombre se quitó de en medio de inmediato.

  • ¿Qué tal este primero? - le pregunté.
  • No ha estado mal, pero me ha parecido un poco aburrido. - me dijo Laura, ya más tranquila.
  • ¿Aburrido en qué sentido? ¿No tenía conversación?
  • No sé, como que no era algo excitante. - dijo Laura.
  • Bueno, también ahí depende de por donde lleves la conversación.
  • Si es que sólo me estaba preguntando cosas que no daban pie a llevar la conversación a ninguna parte. - fue lo que dijo mi seductora acompañante.

Ya llevábamos unos quince minutos y no se había presentado ningún otro hombre en la barra. Aunque me mostraba distante, muchos pensarían que éramos pareja. Estábamos un rato juntos pero sin hablar, casi dándonos la espalda para dar la señal de que Laura estaba disponible. De todas formas el ritmo era demasiado tranquilo para la fantasía que ella tenía en la cabeza. Entonces tiré de recursos, le hice una señal a un chico que había al fondo, Mauro. Era un amigo mío, de origen colombiano, que estaba al tanto de lo que Laura quería hacer. Él desaprobaba el que le hubiera ayudado sin sacar tajada, pero también era un gran amigo mío y estaba dispuesto a colaborar, además de que si podía sacar algo para sí, tanto mejor. Mauro es un chico muy alto y fuerte. Trabaja en la construcción. Además es muy desenvuelto, por lo que tiene mucho éxito con las mujeres. Tras una señal mía, fue hacia Laura y se presentó.

Estuvieron un buen rato charlando. La música ya estaba muy alta y era imposible entender más que palabras sueltas. Laura estaba mucho más desenvuelta, disfrutando con la charla, se notaba que Mauro le gustaba. En un momento este le invitó a una bebida, que mientras se la servían sirvió para que tuviera una breve conversación con Laura. - ¿Qué tal este tipo? - le dije. - ¡¡Mucho mejor!! - me dijo contenta. Es un tío divertidísimo y superamable. ¡Y está como un queso! - Bueno, pues aprovecha, ¿no? - le dije yo. - Bueno, sí, no sé. - dijo algo inquieta pero sonriente.

En ese momento Mauro vino con su bebida y yo me volví a poner al margen. Los dejé charlando mientras yo me aburría. En un momento sin embargo vi como la mano de Mauro se posaba en la cadera de Laura y ella no parecía oponerse, poco a poco fue bajando hasta posarse directamente sobre su rotundo culazo. Cuando llevaba por lo menos un minuto Laura se la quitó con delicadeza. Sin embargo el ritual se continuo, Mauro volvía a su cadera, luego bajaba con cuidado y tras un buen rato Laura le quitaba la mano.

En un momento Mauro se excusó para ir al baño y volví a preguntarle a Laura.

  • Uff. - me dijo. - Este tío me pone a cien, me está costando decirle que no, pero esta noche no puedo hacerlo. Aunque me gustaría, desde luego.
  • He notado que le has dejado que te toque el culo. - le dije sin reparos.
  • Bueno, sólo un poco. - me dijo la muy zorra. - Es que estoy muy... - le faltó decir caliente pero no hizo falta.

Mauro volvió y continuaron su charla. Ahora el toqueteo del trasero fue muy descarado, Mauro le masajeaba las nalgas a través de la minifalda y Laura se dejaba tocar. Mauro empezó a acercar su cara a la de ella, buscando un beso, pero ella ahí sí que dudaba. Estuvieron un buen rato tonteando y jugando con la posibilidad de besarse, pero al final Laura no dio pie. Le hice una señal oculta a Mauro y este se excusó marchándose, dejando a Laura cachonda perdida y sola.

Ahí me confesó que ya había tenido más de lo que esperaba y que estaba muy contenta con su fantasía. En poco tiempo sin embargo se le presentaron varios hombres. Ninguno era tan bueno como el primero, pero todos tenían algo y estaba claro que la querían seducir, cada cual a su manera. Fue un ataque continuo, y ya noté cómo ella estaba casi agotada ante la sucesión interminable de hombres. Las copas también le habían hecho mella, a ella y a sus pretendientes. Uno de ellos tuvo el descaro de acercarse a ella y llevar directamente su mano a su trasero, y sin quitarla, presentarse. Y Laura no se molestó apenas, sólo se la quitó con delicadeza. En el par de minutos que estuvo charlando con él, el tipo se pasó la mitad del tiempo tocándole el culo.

Aunque tenía a otro amigo mío en el bar, le tuve que despedir ante el éxito de Laura. No creo que quedara hombre en el local que no se hubiera acercado a ella para probar suerte. Sin embargo ninguno había llegado más que a un manoseo tímido, ni siquiera mi amigo Mauro había conseguido seducir a Laura. Cuando yo ya estaba pensando en la retirada sin embargo se acercó un tipo que encontró la forma y el tiempo correctos. Laura ya estaba bastante bebida y sus defensas ante el continuo ataque estaban muy bajas. Estuvieron charlando unos minutos y pronto el tipo le estaba metiendo mano con descaro, también tocando sus pechos por encima del top. Pronto se besaron con pasión, un beso largo, puro vicio. Mientras lo hacían él no dejaba de tocarla por todas partes, magreándola a su gusto.

Intrigado, me acerqué un poco para ver cuál había sido la fórmula de su éxito. Para mi sorpresa, el tipo le estaba diciendo todo tipo de obscenidades: - Desde que entré aquí supe que eras una calentona que iba buscando marcha, pues si te vienes conmigo te puedo asegurar que no te va a faltar. - Estoy deseando ponerte a cuatro patas y vas a sentir por fin cómo es tener a un hombre de verdad dentro de ti.

En algún momento incluso le dio una palmada fuerte en el trasero, tan fuerte que se oyó por encima del ruido del bar y Laura di un repullo, de dolor pero también de puro morbo.

Este hombre se la va a tirar, pensé. Laura estaba caliente como una perra en celo y él no iba a dejarla pasar. Sin embargo cuando él se excusó un momento Laura me dijo que nos fuéramos inmediatamente antes de que hiciera una tontería de la que se arrepintiera luego.

Ese ataque de sensatez me sorprendió pero decidí actuar de inmediato porque no quería problemas con ese tipo, que iba a temer que le levantaban la pieza y seguramente estaría dispuesto a pelearla. Nos marchamos cada uno en nuestro coche y tomamos rumbo a casa de Laura. Su marido estaba de viaje, razón fundamental para que ella pudiera cumplir su fantasía. Paramos enfrente de su casa y yo estaba dispuesto a subir con ella, también yo quería probar mi suerte.

  • Lo siento Charles, me ha encantado esta noche. Muchas gracias por tu ayuda, sin ti no podría haberlo siquiera intentado. Pero mejor paramos ahora.

Yo no quise insistir, pero le dije lo que pensaba, que mi figura de aguantavelas, casi de guardaespaldas, era demasiado triste en esta aventura. Que me parecía justo que me llevara algo a cambio. Laura se enfadó, no era eso lo que habíamos acordado. Ella había sido fiel cumplidora de mi fantasía del pastel, me dijo. Al final convenimos que era justo que ella hiciera algo por mí, y también por ella misma. Fuimos a mi coche y nos sentamos en el asiento de atrás. Allí me sacó la polla y me masturbaría. "Pero ni se te ocurra tocarme." Me dijo ella.

Era demasiado frío pero todo lo más que podía obtener y aunque reconozco que fue una especie de traición a nuestro acuerdo, cualquier hombre que lea esto sabrá que es demasiado duro aguantar tanta excitación sin un premio. Laura me había hecho sufrir demasiado.

Al final le dije que no hacía falta que hiciera eso por mí, pero que al menos me dejara que le manoseara el culo, como a tantos otros hombres le había dejado hacer. Esta idea le gustó más. Se echó a un lado en el coche y pude disfrutar palpando sus apetitosas nalgas, siempre por encima de la minifalda. Con mi polla todavía fuera y viendo que Laura estaba tan caliente como yo, aproveché su indolencia para masturbarme con la mano que tenía libre. Ella estaba con los ojos entornados, creo que no veía nada y en cualquier caso miraba en otra dirección. La fui diciendo que si había disfrutado con tantos hombres, todos deseando acostarse con ella. Me gustó mucho su culo y lo sentí especialmente cálido. En poco tiempo estaba a punto de correrme y ahí perdí la compostura, me corrí con un animal echando toda la leche en su minifalda. Eso la hizo despertar de su trance y se retiró asqueada e indignada. ¡Eres un cerdo! - Me dijo y se marchó apresuradamente.

El final del día fue raro. Ella subió corriendo para su casa. Luego no me escribió en varios días, pero al final me confesó que le había dado mucho morbo nuestro encuentro y que me daba las gracias por esa noche tan especial. Y que al final esa minifalda seguía sin lavar. Me ayuda a recordar, me dijo.