La caida del amo (Descenso a los infiernos)

Sigue el descenso del amo en las manos de su ex-esclava.

La caida del amo. (Descenso a los infiernos)

Segunda parte de La caida del amo , recomiendo leer primero este para entender mejor la historia.

Después de la noche en que perdí mi dedo índice no vi a la dama por tres días. Se había ido de mi casa llevando a su nueva esclava, dejándome atado a la cruz.

La noche fue insoportable, la herida había dejado de sangrar por un vendaje improvisado por la esclava. Recuerdo sus ojos hambrientos mientras apretaba la tela blanca contra la herida y me veía sufrir.

El dolor era indescriptible, al calmarse la acción, el silencio y la soledad me hacían tomar conciencia de mi maltrecho cuerpo, descubriendo lesiones en los lugares más insospechados.

Y no solo mi cuerpo estaba deshecho, mi mente sufría aun más. ¿Cómo me pudo vencer la que una vez fue mi esclava?, ¿Cómo pude permitirlo?. No quedaba en mi nada del gran amo que una vez fui. Sentía un gran odio por esa mujer, pero no había voluntad en mi para desear una revancha.

A la mañana siguiente apareció la esclava, vestía un traje de ejecutiva con zapatos de taco alto, su cabellera recogida en un moño y lentes de montura negra, solo había un detalle que no encajaba en su atuendo.

_¿Tan fácil te entregas?, ¿ya es tu dueña?.

_¿Lo decís por el collar?_ respondió con la voz de la niña tonta que era, tocando la correa negra de cuero que tenia en el cuello. _ ¡Soy una perra y me gusta serlo!, y más me gusta serlo de un ama de verdad.

_¿No tenes miedo?._dije tratando de ignorar su ataque a mi orgullo.

_¿Miedo?, ella me quiere y me cuida.

_Es una psicotica, un día se va a aburrir de vos y vas a ser una perra muerta.

_Mi ama me dijo que tratarías de convencerme de que la traicione, me dijo que esto era una prueba de lealtad.

_¿A si?, ¿y que ordenes te dio tu ama?.

_Tengo que alimentarte. El ama no quiere que mueras de hambre, esta preparando una muerte mucho más lenta y dolorosa.

_No pienso comer nada que venga de ella.

_El ama me dijo que dirías eso, así que me dio este revolver._dijo apuntando a mi cabeza con una reluciente arma.

Aunque el miedo me consumía no deje que se notara.

_No matarías a un hombre por ella._ dije desafiante.

Por toda respuesta disparo el arma sobre mi mano sana. Mis gritos llenaron el cuarto y sentí la sangre caliente bajar por mi brazo.

Sonriendo con placer puso el arma bajo mi barbilla.

_Mi ama ordena, yo obedezco.

Durante la siguiente media hora tuve que soportar el dolor inmenso de mi mano junto con la humillación de que me dieran de comer en la boca. Además la comida consistía en una enorme bolsa de comida para perro. Al terminar, mi boca estaba completamente seca.

_¿Queres agua?_ pregunto sabiendo la respuesta.

Cuándo dije que si tiro un vaso lleno en mi cara y se fue de la casa riendo.

Esa noche fue si cabe peor.

A la mañana siguiente se repitió la escena. Solo que esta vez me dio mucha agua, sin duda la dama me tenia preparados tormentos mucho más crueles que la sed.

La tercera noche fue la que menos sufrí, incluso logre dormir algo. Pero solo seria la calma antes de la tormenta.

A la mañana sentí abrirse la puerta, suponiendo que otra vez seria la esclava para alimentarme.

Cuando apareció ella mi corazón dio un vuelco. Hermosa y amenazante como siempre, era secundada por su perra ahora completamente en su papel, desnuda y en cuatro patas. Se desplazo hasta quedar enfrente de mi maltrecho cuerpo.

_Menos mal que no hay espejos en esta habitación, porque tu aspecto da lastima. Desatálo que nos vamos._ le ordeno a su esclava. La perra sonreía mientras liberaba mis muñecas de sus ataduras.

_No sabes lo que te espera._me dijo y rompió en una carcajada estruendosa, sus ojos estaban exaltados, fuera de orbita y su cuerpo temblaba de nerviosa excitación.

_¡Silencio perra estúpida!_grito la dama a sus espaldas.

_Perdón ama. Perdona a esta estúpida perra.

Las ataduras cedieron y mi cuerpo callo al suelo, mis doloridas extremidades tuvieron por fin un descanso, y a pesar del frío me pareció estar un momento en el cielo. Pero el diablo ensombreció mi fantasía, los pasos de sus botas me trajeron de vuelta al infierno, su mano enguantada aferró mis pelos con violencia y me obligo a ponerme de rodillas. Con su mano aun agarrandome el pelo, puso su pie sobre mi pene presionando un poco, y me dio dos cachetadas con fuerza.

_Me gustaría pensar que vas a oponer resistencia, y que voy a tener que castigarte por horas para poder llevarte a mi reino, donde perderás por completo tu persona para convertirte en un completo esclavo, donde tu vida seré yo, tu diosa. Me gustaría pensar que no tenes miedo, que aún no estas completamente vencido y que no soy tu peor pesadilla. Pero la verdad es que tus ojos brillantes revelan que el miedo en tu interior, así que antes de abandonar esta casa vas a lamer mis botas desde la suela hasta su fin y después vas a meter tu sucia lengua en mi concha como señal de tu adoración total a mí_ después me lanzo hacia atrás y caminando sobre mí planto la suela de su brillante bota sobre mi boca.

Comencé a lamer, lentamente fui limpiando toda la suela, después continué con la otra. Y así mi lengua recorrió cada centímetro del negro cuero.

La dama levanto su tapado dejando al descubierto su vagina, mi lengua probo su humedad y el cuerpo se estremeció, su mano me tomo violentamente del pelo y hundió mi cara en su rajita. Por horas bebí el néctar de su entrepierna, sentí cada estremecimiento deseando que fuera el ultimo.

Al final me aparto arrojándome al suelo como basura, con mi cara brillante y mi orgullo destrozado.

_Seguime, perro estúpido.

Y sin oponer resistencia la seguí en cuatro patas.

Me encerraron en el maletero de un auto, y temblando en la oscuridad abandone mi casa. Me alejaba de mis dominios, donde una vez fui amo y señor.

Iba hacia el infierno y el demonio me guiaba.

La perra abrió el maletero vigilada de cerca por su ama. Me saco de él tirandome de los pelos con violencia y cuando caí al suelo con dos patadas me hizo poner en cuatro patas.

Sus brillantes botas aparecieron frente a mis ojos. Fui levantando la vista, subiendo por esas botas, sus afilados tacos y las amenazantes puntas con remaches de metal, las temibles espuelas en sus tobillos, el modo perfecto con que el cuero se ajustaba a sus piernas, hasta que las vi perderse bajo ese exquisito tapado de cuero que parecía nunca quitarse. Vi su mano, cubierta por un poderoso guante, aferrar el pelo de su esclava tirar de el hacia atrás, antes de impulsar nuevamente su cabeza hacia adelante y robarle un beso de su boca. Fue largo e intenso, la esclava gemía totalmente poseída por el placer. Súbitamente la dama la arrojo violentamente al suelo y le piso el arco de la espalda con su bota, presionando con el taco, arrancando gemidos de perra que sus oídos recibieron complacidos.

_Ahora putita inservible, vas a la mazmorra y te preparas como a mi me gusta.

_Si mi ama.

Cuando se volteo hacia mi para caminar en cuatro patas por el largo corredor hacia la mazmorra, pude ver que su labio inferior sangraba.

Por un momento me olvide de mi situación, viendo a ese perfecto ejemplar de hembra caminando como perra, metida en su traje negro de ejecutiva.

Una violenta bota aplasto mi nuca , golpeando mi cara contra el suelo y trayendo mi mente de nuevo a ese oscuro garaje.

_Ahora me vas a seguir en cuatro patas, lamiendo mis botas todo el tiempo. Y más te vale que no te detengas.

Libero mi nuca y comenzó a caminar por el pasillo. Avanzaba lento, con paso cadencioso. Yo trataba por todos los medios de seguirla, pero frecuentemente caía y, viendo como las botas, que ahora eran todo mi mundo, se alejaban, me lanzaba hacia ellas desesperado a lamer el cuero, que representaba para mi lo mismo que el agua para un hombre perdido en el desierto.

Así me percate de una verdad que mi mente todavía no había comprendido: la dama me inspiraba un miedo terrible. Bastó una pequeña advertencia de ella para que mi alma no anhelara más que esas botas.

Con esta verdad pesando en mi corazón terminamos de recorrer el pasillo. La oscuridad era casi absoluta, detrás de nosotros el garaje era un rectángulo de luz, delante, un candelabro de varias puntas se aferraba a la pared donde el corredor moría.

Bajo la luz de las velas, en el suelo, descansaba indolente una pesada puerta de madera.

Entonces la dama me miro, su sombra caía sobre mí haciéndome pequeño, mis ojos brillaban con el miedo de un ratoncito arrinconado por un letal gato. No pude ver su rostro pero me pareció que sonreía. La oscura silueta delante de mí ya era más que una mujer, había logrado atravesar mi mente, se había convertido en el demonio dentro de mi cabeza, en la encarnación de mis temores. Y golpeaba con su látigo implacable mi pobre alma encadenada en mi cráneo.

La cordura me había abandonado, dejándome solo e indefenso con mis pesadillas.

Frente a mí la dama abrió las puertas del infierno. Su guante de cuero, hermoso y temible, tomo la argolla aferrada a la puerta y tiro de ella, el crujir de la madera y el rechinar del hierro develaron una escalera que bajaba en caracol. Desde lo más profundo una luz rojiza subía por ella hasta casi desaparecer en su entrada.

La dama me miraba desde su altura a un costado de la puerta, ahora estaba lateralmente iluminada por el resplandor rojizo, sus ojos ardiendo reflejaban todo lo que era, su mirada me penetraba como un hierro al rojo vivo, desarmándome.

Sin una palabra que cortara el aire camine como un perro hacia mi destino, entre en las fauces del infierno como un condenado se dirige a la silla eléctrica.

Tras de mí, las botas producían un chasquido contra la piedra de la escalera, la boca del infierno cerro sus fauces, devorándome, por las mismas manos enguantadas que dirigirían mi vida hasta su final.

Al terminar de bajar la escalera, se abrió ante mí el recinto más aterrador que había visto. Un gran espacio con paredes, suelo y techo de piedra. Iluminado por cientos de velas que revelaban el tétrico decorado, jaulas, cadenas, grilletes, látigos, pinzas, cuchillas.

Mi corazón quería escapar de mi pecho, la vista se me nublo. El infierno se extendía frente a mí, y cada sombra, cada luz guardaban horrores que esperaban pacientemente ser develados.

Sentí que la dama se montaba en mi espalda, aseguro un grueso grillete de hierro en mi cuello y cubrió mi cabeza con una capucha de cuero con orificios para los ojos, la nariz y la boca. Me acaricio la cabeza, restregando el cuero de su mano en el de mi capucha. Desmonto mi espalda y se paro frente a mí, su ser encajaba a la perfección en esa habitación. Golpeo la suela de su bota contra la piedra del suelo. Dos ligeros golpes que reverberaron por todo el lugar, e inmediatamente de las sombras de la mazmorra salieron tres criaturas, tres almas desgraciadas que las garras de la dama habían destruido.

A la derecha, desde un rincón en sombras, emergió lo que en un tiempo había sido un hombre, caminaba en cuatro patas, pero con dificultades ya que le faltaba el pie izquierdo. A veces perdía el equilibrio y caía. Una capucha de cuero impedía ver su cara, pero su cuerpo, marcado horriblemente, lleno de cicatrices, latigazos, cortes y quemaduras, y un temblor constante daban perfecta cuenta de su estado de animo.

De su nariz salían dos largos tubos de goma por los que respiraba.

Tras la dama apareció la que supuse seria la perra. Estaba completamente envuelta en látex, de ella solo se podía ver su pelo rubio, saliendo por la parte más alta de su capucha, sus ojos y sus labios. Caminaba, con orgullo, sobre unas botas de pvc y parecía lucir una sonrisa.

Y por ultimo desde la izquierda surgió una gran mole, caminando pesadamente como un golem, sus piernas y brazos sujetos por gruesos grilletes a una gran bola de piedra que se arrastraba tras él, su cabeza también envuelta en una capucha de cuero.

Los hombres se arrodillaron ante la dama y comenzaron a lamer cada uno una bota.

La dama desprendió uno a uno los botones de su tapado y se lo quito dándoselo a la perra. Su cuerpo resplandeció entregado a la luz de las velas. Las botas terminaban muy arriba de las rodillas, y las continuaban medias negras que se sujetaban mediante ligas a su corsé de cuero. Por encima de el sus pechos se erguían majestuosos, rodeados por tiras de cuero que subían desde el corsé hasta unirse con la parte de atrás, que cubría toda su espalda con cuero negro. Los guantes terminaban varios centímetros pasado el codo y completaban el atuendo.

Después de dejar el tapado y alcanzarle un látigo, la perra se arrodillo frente a ella y comenzó a lamer con dedicación su vagina.

La imagen frente a mí era de una belleza oscura y perversa, la dama erguida majestuosa en sus dominios, a sus pies sus tres esclavos la adoraban como a una diosa. Y ella atravesaba sus espaldas con crueles latigazos, aplicados con un placer sádico y lujurioso.

_¡Basta!_ el sonido imperioso corto el aire, los tres esclavos se detuvieron en el acto y se quedaron arrodillados y expectantes, sus ojos fijos en los labios rojos de su diosa, ansiosos por obedecer.

_Como veras soy el ama absoluta en este lugar. Este,_ dijo señalando al hombrecito a su derecha_ es el insecto que despertó mi lado sádico. Desde ese momento no hace más que maldecir su suerte. Encontré un enorme placer despojando su vida de toda luz, y a medida que se iba degradando en el dolor y la humillación yo fui creciendo sobre él._ Con un terrible golpe lo tiró al suelo, quedando el hombrecito de costado al suelo, con sus ojos fijos en los míos. La cruel bota de su ama se poso sobre la oreja

que daba al techo, y pude ver en sus ojos el miedo más profundo, miedo que ni siquiera yo había podido provocar en mis esclavas. Los tubos de goma por los que respiraba le fueron entregados a la dama por su perra. Ahora la vida de ese infeliz descansaba en los impiadosos dedos de cuero de su ama.

_¿Ves el miedo en sus ojos?, ¿no es hermoso?._ una risa diabólica salió de sus labios, vi que su entrepierna chorreaba fluidos y su perra se entrego rápidamente a beberlos._Largos días y crueles noches disfrute de su miedo, de su sangre y su dolor. Ya no hay más que hacer._ Sus dedos cortaron el pasaje de aire, los ojos del desgraciado se abrieron y lloraron sus ultimas lagrimas. La dama se precipitaba a un orgasmo salvaje mientras la vida del hombrecito desaparecía en su manos. Los ojos de él, fijos todo el tiempo en mi me contaron millones historias de dolor, y cada una era sellada en mi mente por las risas y los gemidos de la dama.

Los dedos enguantados soltaron los tubos de goma que cayeron sobre el cuerpo sin vida. La bota que aplastaba el cráneo ahora vació, descendió al suelo y pateo la cabeza con desdén.

Mis ojos desorbitados miraban a la dama que apretaba la cara de su perra contra su entrepierna y cerraba los ojos en éxtasis.

No podía creer la escena que acababa de ver, el desprecio total por ese hombre, y como su vida fue tristemente arrebatada. Y ellas se fundían en un orgasmo impulsado por ese sadismo.

Tenia que hacer algo, no podía dejar que me pasara lo mismo. Yo no podía terminar como ese infeliz.

Me levante lentamente, el miedo y la rabia en mi interior me daban fuerzas que hasta entonces me habían faltado. Un golpe contundente tal vez me daría una chance. Estaba casi erguido, mis brazos ya se preparaban para dar el golpe, todos mis movimientos eran ignorados por los ojos cerrados de la dama.

Casi saboreaba la victoria, casi podía ver las torturas y humillaciones que sufrirían esas dos perras en mis manos.

Cuando un contundente puñetazo en mi cara rompió todas mis esperanzas. La enorme mole se había parado y había frustrado mis planes con una terrible precisión.

Desde el suelo lo vi, agitado bajo sus músculos cubiertos de cicatrices, y brillando sus ojos con ira.

_¡Muy bien!_ dijo la dama abriendo los ojos_ Este orangután asqueroso sirve para algo después de todo. Te mereces lamer mis botas, pero quiero tus sucias manos lejos de mi devino ser. ¿Entendiste estúpido?.

_Si mi diosa._ y se tiro al suelo complacido por la recompensa de su ama y desesperado por sentir el sabor del cuero.

_¿¡Como podes tratarlo así después que...._ una lluvia de latigazos cayeron sobre mi cara y mi cuerpo, abriendo heridas que no tardaron en arder.

_¡Pequeño gusano imundo!_ la dama avanzaba a medida que yo me arrastraba hacia atrás sobre mi espalda. Reptando por el suelo la gran mole lamía las botas con devoción y la muñeca de látex miraba sobre el hombro de su ama con una sonrisa.

Súbitamente una de las botas de mi captora callo violentamente sobre mi pija y mis huevos, mi cabeza callo hacia atrás golpeando el piso con un grito, la dama piso más fuerte como apagando un cigarrillo, girando su pie sobre mi pené.

Apoyándose en ese mismo pie subió a mi cuerpo y camino sobre el hasta que una de sus suelas me tapo la boca, dejando su taco amenazando mi garganta, mientras la otra bota torturaba mi pecho.

Desde abajo de sus suelas vi sus ojos, la rabia en ellos se había apaciguado, pero no así su ansia de dolor.

_Orangután deforme, agarra a este infeliz y mantenelo parado._ dijo mientras se bajaba de mi pisando con crueldad premeditada mis testículos.

El bestial hombre me levanto sin esfuerzo y paso sus brazos por debajo de mis axilas sosteniéndome contra su cuerpo. Y comenzó la golpiza.

Su mano golpeo mi cara hasta hacerme sangrar, mi cuerpo quería caer pero el mastodonte que me sostenía evitaba la anhelada rendición. Patadas contundentes en las costillas me dejaban sin aire, sus tacos se clavaban impiadosos en mi estomago, y mis testículos fueron su blanco preferido.

Por fin caí, primero de rodillas para después tocar con todo mi cuerpo el frío y dulce suelo. Sin fuerzas para mantener los ojos abiertos vi, antes de hundirme en la oscuridad, mi sangre recorriendo la piedra, extendiéndose, arrastrándose, hasta besar una brillante e imponente bota negra.

Me desperté en una mazmorra, la sangre se había secado dejando marcas rojas en varias partes de mi cuerpo, también noté que estaba bañado en un liquido frío y nauseabundo que enseguida reconocí como orina. En cuanto levante mi cabeza para ver a mí alrededor una risa psicotica corto el aire y me helo la sangre.

_¡El amito se a despertado!, ¡larga vida al amo!_ carcajadas estruendosas venían desde mi espalda.

_Ahora el amo es esclavo, ahora el amo es mi esclavo._ conocía esa vos, perteneció a una chica tonta e ingenua ansiosa por ser vejada, humillada, castigada. Ahora esa voz aun conservaba la tontera y le ingenuidad, pero había un elemento perturbador en ella, un elemento de locura. Una mente hundida en la perversidad, en juegos de dolor que no comprendía pero ansiaba.

Y los pasos se acercaron por mi espalda, y cada taco en la piedra golpeaba con mi corazón. El guante aferró mi pelo y tiro violentamente, un gemido de dolor y sus ojos resplandecieron en su hermosa cara, cachetadas, cada vez más fuertes, impulsadas por el dolor que provocaba la anterior.

Una sonrisa y mi cuerpo caía otra vez al suelo, y ella me rodeaba, caminando lentamente, saboreando el miedo en su presa, disfrutaba su tiempo de poder, por que en cualquier momento podía venir la verdadera ama, la que controlaba su vida tanto como la mía, y ya no seria ella la cazadora sino la presa.

Su cara estaba libre de la mascara que tenia cuando la vi por ultima vez, y resplandecía con su particular belleza, en sus ojos ligeramente desorbitados se leía la misma ansia, la misma excitación que se escuchaba en su voz.

Su cuerpo apresado por un cat-suit de látex negro, guantes, botas y un corsé se agregaban al atuendo dándole el aspecto de una verdadera dominatrix.

Se sentó sobre mí estomago, el látex que forraba su vagina tocaba mi abdomen suavemente, su cara me miraba sonriente.

_¡Amo!_ dijo y su mano se deslizó hasta mi entrepierna aferrando mis testículos y mi pené_¡Mi amo!_ y apretó hasta que escucho mis lamentos.

Su lengua recorrió el costado de mi cara, estrujó mis huevos salvajemente, como poseyéndome, y golpeo directamente mi nariz. Observo como mi boca se llenaba de sangre y con un beso, tierno y cálido, la limpió.

_Mi diosa me enseño el placer de provocar dolor, ella me convirtió en la perra sádica que soy, ella me convirtió en una diosa aquí en estas mazmorras.

_Están locas_ dije escupiendo sangre_ encerradas en una casona jugando a tener poder, ¡creerse diosas!._ Mi voz era una mezcla de miedo y rabia.

Con una sonrisa libero mi pene, con sus manos enguantadas recorrió mi pecho hasta posarlas en mi cuello, sus músculos se tensaron y comenzó a ahorcarme.

_Es más que tu triste juego de amo, ahora mismo tengo tu vida en mis manos.

La desesperación en mis ojos crecía mientras ella se excitaba cada vez más, su entrepierna comenzó a moverse frenéticamente contra mi abdomen y sus ojos se bañaron en el más profundo placer.

Sus manos por fin libraron mi cuello pero inmediatamente comenzaron a golpearme en la cara, cada golpe le arrancaba a su boca una risa, y aumentaba la velocidad con que su entrepierna frotaba mi cuerpo. Cuando por fin vio mi cara manchada de sangre paro sus frenéticos movimientos y abrió un pequeño cierre en su entrepierna dejando al descubierto su concha húmeda y voraz que devoro mi cara cabalgándola salvajemente. Sus manos tiraban de mi pelo como una rienda llevándola directamente al orgasmo.

Un torrente de fluidos llenaron mi boca y nariz junto con un salvaje chorro de orina.

Así termino la tormenta, lentamente se retiro de mi cara, sus facciones revelaban absoluta satisfacción. Se acostó sobre mí, utilizándome como colchón, prendió un cigarro y se divirtió quemando mi cuerpo. El humo se extendía en la mazmorra, la perra escuchaba mis lamentos y sonreía. Yo lloraba, no solo por el dolor, sino por que esta seria mi vida desde ahora y hasta la muerte.

Agradesco a todos los que han comentado mis relatos anteriores, y pido disculpas a los que disfruten de mis escritos por escribir tan poco.

Prometo el capitulo final de esta saga.

Espero más comentarios y si tienen alguna pregunta puden escribirme a mi correo.

Gracias. Saverio.