La caída de Supergirl III: El entrenamiento

Supergirl está ya casi resignada a aceptar su nuevo rol de juguete sexual, pero, inesperadamente, una oportunidad de recuperar su antigua vida se presenta ante ella. ¿Podrá escapar esta vez o será una trampa urdida por Catwoman y sus secuaces?

Traducción del original "Supergirl Fallen" escrito por Citizen Bane y aparecido el la web BDSM Library allá por el año 2000.

III. – El entrenamiento

Los guardias sacaron a la bien follada y agotada Supergirl de su celda y, tras limpiarla bien, la llevaron a una planta superior del complejo, a un gran dormitorio excesivamente decorado. Pasivamente dejó que los guardias la colocasen sobre la gran cama dispuesta en el centro de la habitación y no opuso ninguna resistencia cuando éstos encadenaron sus muñecas y tobillos a las cuatro esquinas de la cama.

  • ¡Que te diviertas, Superputa! – le dijo riendo entre dientes uno de los guardas mientras la dejaban sola.

Supergirl esperó en silencio. Aturdida después de tantos orgasmos, era vagamente consciente de que estaba a punto de ser usada de nuevo y eso significaba que su cuerpo iba a traicionarla de nuevo. La idea de la humillación que eso significaría para ella la aterraba y, para su vergüenza, de hecho, su cuerpo estaba ya comenzando a responder ante ese pensamiento. Se estaba adaptando a la excitación constante y a los frecuentes orgasmos, y ahora Supergirl podía sentir su coño cada vez más y más caliente. “¡Oh, no!”, pensó, “¡Por favor, que alguien me ayude!”.

La puerta se abrió. Supergirl giro la cabeza y vio a Catwoman. Aun con su máscara puesta, la mujer se encontraba desnuda excepto por el par de largos guantes de cuero negro y las botas de caña alta que llevaba. Supergirl no podía apartar la mirada del exquisito cuerpo de la villana, especialmente de sus fuertes brazos y sus pechos llenos y firmes. “¡Oh, Dios mío!”, pensó la muchacha, “¿Qué será de mí ahora?”

  • Mi mascota… - ronroneó Catwoman mientras se acercaba a ella. - ¿Te has divertido esta tarde?

La villana reía mientras deslizaba una de sus manos por el desnudo cuerpo de su cautiva, soltando una carcajada triunfante cuando notó que Supergirl se sonrojaba avergonzada.

  • Por favor… - empezó a suplicar Supergirl. - ¡Por favor, no me humilles más!

  • ¿Humillarte? – Catwoman reía mientras agarraba uno de los perforados pezones de Supergirl y lo retorcía arrancándole a la muchacha una mueca de dolor. – Pronto sabrás lo que es humillación, Superputa. ¡Y no olvides lo que eres! ¡Eres un juguete sexual! ¡Y puedo hacer contigo lo que quiera! ¿Lo entiendes? – le recriminó Catwoman mientras seguía retorciendo y tirando del pezón de la superheroína.

  • ¡Oh! ¡Oh! ¡Sí… sí…! – se quejó Supergirl.

Satisfecha, Catwoman dejó de retorcer el pezón y, en su lugar, comenzó a juguetear con él con suavidad, logrando que éste inmediatamente se endureciese. Subiéndose a la cama, tomó el otro pezón con su boca y comenzó a chuparlo. Sosteniendo el anillo con los dientes, tiró de él con suavidad. Supergirl no pudo contenerse más y dejó escapar un gemido. Cerrando los ojos, la muchacha gimió de nuevo una y otra vez mientras Catwoman seguía chupando su pezón.

  • ¡Ahggg! – los gemidos de Supergirl se transformaron en un grito de dolor y sorpresa cuando, de pronto, Catwoman mordió cruelmente el pezón que antes lamía. Inmediatamente, la villana volvió a chupar. Cuando notó que el cuerpo de la joven volvía a relajarse, volvió a morder el sensible pezón.

  • ¡Ahggg! ¡Aghhh! – gritó Supergirl. La joven se sentía bien cuando Catwoman le chupaba el pezón, pero tenía miedo de que Catwoman volviese a morderla. Esa mezcla de miedo y expectación mantenía su cuerpo en alerta máxima, magnificando tanto la sensación de placer como del dolor, y que ahora la hacía temblar de excitación.

  • ¡Oh…! ¡Oh…! – gemía frustrada Supergirl cuando de repente Catwoman cesó su labor, incorporándose y sentándose a horcajadas sobre la cara de la muchacha.

  • ¿Quieres que siga, puta?

  • S… sí… - respondió, casi de forma automática, Supergirl.

  • Bien, entonces tendrás que ganártelo. – ronroneó Catwoman empezando a frotar su coño contra la cara de Supergirl. - ¡Cómemelo, puta!

Desesperada por correrse, Supergirl sacó la lengua y, vacilante, comenzó a lamer los húmedos labios de Catwoman.

  • ¡Sííí…! – siseó Catwoman. Sujetando la cabeza de Supergirl con ambas manos, Catwoman empezó a dictar instrucciones a Supergirl que, ésta, siguió con entusiasmo. En poco tiempo la villana se corrió, empapando el rostro de Supergirl con sus jugos.

  • No está mal, puta. – ronroneó Catwoman acariciando la cabeza de Supergirl. – No te detengas ahora.

Mientras Supergirl continuaba lamiendo el sexo de Catwoman, esta se giró para hacer lo propio con el húmedo coño de su atada cautiva. Al instante Supergirl dejó escapar un gruñido de placer y comenzó a mover sus caderas contra la cara de Catwoman. Ambas se lamían ávidamente sus sexos mientras se acercaban al orgasmo.

Tras correrse por segunda vez, Catwoman lentamente metió su dedo corazón en el culo de Supergirl. Esto llevó al límite a Supergirl, que se corrió gritando en voz alta retorciendo incontrolablemente sus caderas.


A partir de ese día, la vida de Supergirl se convirtió casi en una rutina. La mañana empezaba con su formación en técnicas sexuales y, por la tarde, era atada a la mesa de examen del laboratorio del Dr. Rancor donde era sometida a una batería de pruebas y exámenes. Cuando el Dr. Rancor necesitaba de un descanso, se desabrochaba la cremallera y se colocaba junto a la cabeza de Supergirl que, obedientemente, le hacía una buena mamada tragándose su semen.

Si los experimentos del doctor acababan temprano, Supergirl era devuelta a su celda donde era follada en múltiples ocasiones hasta la hora de la cena. Cuando esta llegaba, ella servía la mesa donde cenaban Catwoman, el Dr. Rancor y un grupo de secuaces que Catwoman se encargaba de seleccionar cada día. Su uniforme de camarera consistía tan solo en dos correas de cuero atadas alrededor de sus pechos, para hacer que estos destacasen, y dos campanillas unidas, cada una, a los anillos de los pezones, que tintineaban alegremente cuando ella se movía alrededor de la mesa.

Supergirl no podía dejar de acariciarse mientras servía la mesa, y apara cuando acababa la cena, su coño estaba tan húmedo que casi goteaba, lo que facilitaba que estuviese lista para el gang-bang que seguía a la cena. Cuando acababa, era aseada y enviada a la habitación de Catwoman, donde se dedicaba a proporcionar placer a la villana y, en ocasiones, a algún matón al que ésta había seleccionado.

Si Catwoman estaba de buen humor o si Supergirl la había complacido bien, la malvada dejaba que Supergirl pasase la noche con ella. De lo contrario, la joven era enviada de nuevo a su celda, donde era usada, Dios sabe cuántas veces, antes de que acabase la noche.

Una mañana, Supergirl llegó a su “sala de entrenamiento” para encontrar a Catwoman esperándola con lo que parecía su antiguo uniforme en la mano.

  • ¿Te acuerdas de esto, Superputa? – preguntó Catwoman.

  • ¿Sabías que en estas cuatro últimas semanas la tasa de criminalidad en Metrópolis casi se ha duplicado? La labor policial parece absolutamente inútil. Estoy segura de que los ciudadanos te echan de menos.

  • S… sí… - respondió dócilmente Supergirl. ¿Qué iba a hacer Catwoman? ¿Iba a devolverle su vida, su libertad?

  • Sí, voy a devolverte tu vida. – respondió Catwoman como si le hubiese leído el pensamiento. – Pero sólo por hoy. Han tomado rehenes en Metrópolis. Unos atracadores mantienen retenidos a una docena de clientes en un banco, y la policía te necesita. Un trabajo sencillo para Supergirl, supongo.

  • ¿Por… por qué está haciendo esto? – preguntó alarmada Supergirl.

  • ¿Qué por qué? – rió Catwoman. - ¿Acaso no te gustaría ayudar a esas personas? ¿No quieres ser de nuevo Supergirl?

  • S… sí… - respondió Supergirl con ojos llorosos.

  • ¡Bien! – dijo Catwoman echándose a reír. A una señal suya sus secuaces retiraron el collar y los grilletes de cuero de Supergirl. La muchacha podía sentir como el poder renacía en su cuerpo. No podía creer que le estuviesen devolviendo alguno de sus superpoderes.

  • ¡Toma esto! – exclamó Catwoman mientras le lanzaba a la muchacha su uniforme.

  • Este… este no es… - dijo una sorprendida Supergirl mirando sorprendida la prenda. El uniforme que Catwoman le tendía estaba hecha de poliéster, y estaba tan mal cosida que más que un uniforme parecía un traje hecho para una obra de teatro en alguna escuela de primaria.

  • Eso es lo que tienes, me temo. – dijo con una risita el Dr. Rancor.

  • ¡No! – protestó la superheroína.

  • ¿No? – respondió Catwoman. – Déjame enseñarte algo.

La mujer encendió un monitor que mostraba una celda similar a la de Supergirl. En medio de ella, atada a una silla, se encontraba una niña vestida con un uniforme de una escuela católica. Estaba amordazada y con los ojos vendados.

  • Su nombre es Pammy y tiene quince años. Tú decides. Si te niegas a ayudar a los rehenes o si no vuelves después de hacerlo, Pammy ocupará tu sitio en el gang-bang de hoy, después de la cena. Seguro que no quieres que eso suceda, ¿verdad?

  • ¿Cómo has podido? – gritó enojada Supergirl saltando sobre Catwoman, pero inmediatamente fue detenida por los guardias.

  • ¡Puta! – respondió Catwoman abofeteándola con fuerza. Viendo como palpitaba el pecho de la superheroína, se le ocurrió una idea. Aprovechando que sus hombres sujetaban a la muchacha, comenzó a golpear sus pechos con dureza.

  • ¡Aghhhh! ¡Aghhhhh! – gritaba de dolor Supergirl mientras sus senos se balanceaban de un lado a otro bajo los efectos de los golpes de Catwoman.

  • ¿Has tenido suficiente, puta? ¿Vas a hacerlo? – preguntó enojada Catwoman una vez los pechos de la muchacha se hubieron enrojecido a causa de los golpes.

  • Oh, oh, sí, sí… - gimió Supergirl mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.


  • ¡Mierda!

Nick Hammond no podía creer que hubiese tenido tan mala suerte. Todo el mundo hablaba de que Supergirl había abandonado Metrópolis y, recién salido de prisión, creyó que por fin era el momento de dar un gran golpe que lo hiciese rico. Pero el golpe había salido no mal, peor. La alarma se disparó antes de que a él y a su banda les diese tiempo de marcharse y, pronto, la policía los había rodeado. ¡Demonios! Incluso habían llegado ya los periodistas de la televisión. Y justo cuando creía que aun podía escapar con el dinero usando a los rehenes, aparece Supergirl volando directa hacia ellos.

  • ¡Joder! – maldijo Nick cuando la superheroína entró a través de una ventana abierta. Podía oír como la multitud vitoreaba en el exterior.

  • ¡Apártate! – gritó apuntando con su arma a la joven superheroína. Los otros miembros de la banda, cinco en total, también hicieron lo mismo.

  • ¡Escúcheme, señor! – exclamó Supergirl con firmeza.

Mientras volaba hacia la escena del crimen se había repetido una y mil veces que debía ser valiente. Tal vez ella aun podría resolver la situación. Eso sí, no debía dejar que ellos supiesen…

  • La policía ya tiene el lugar rodeado. ¡Entréguense! – continuó diciendo mientras trataba de parecer confiada.

Mientras trataba desesperadamente de averiguar que hacer a continuación, Nick se percató de algo. De alguna forma, Supergirl no parecía ser la de siempre. Cierto que jamás antes la había visto y que no tenía una idea clara de cómo debía ser Supergirl, pero el traje de la chica que se encontraba de pie ante él se veía bastante desastroso y de mala calidad. Incluso desde donde él se encontraba, podía apreciar que la “S” estaba mal cosida al uniforma, con las costuras claramente visibles. Si no hubiese entrado volando por la ventana, Nick hubiese pensado que era una impostora.

Aun así, tenía que actuar con rapidez. Una vez Supergirl dentro del banco, la policía pronto se abalanzaría sobre ellos.

  • ¡De ninguna manera! – gritó mientras pensaba en ello y, enfadado, disparó sobre Supergirl, que había hecho de un mal día otro peor.

“¡Oh, no!”, pensó Supergirl mientras, instintivamente, levantaba un brazo para bloquear la bala. Ésta no podía hacerle daño, pero la fuerza del impacto fue suficiente para hacer que se tambalease. Desconcertado ante lo que veía, Nick disparó de nuevo y esta vez la fuerza del impacto fue suficiente como para derribar a Supergirl.

  • ¡Ahhhh! – gritó Supergirl. A pesar de que no resultó herida, el impacto resultó igual de doloroso que el que recibió en el brazo.

Un segundo miembro de la banda se unió al tiroteo y disparó un tiro que alcanzó a la muchacha en el estómago. Aunque la bala rebotó en su cuerpo, Supergirl se acurrucó a causa del dolor. Aprovechando esta oportunidad, el resto de los ladrones se unieron al tiroteo logrando dominar a la superheroína. Nick estaba muy emocionado ante lo que estaban consiguiendo.

Corriendo hacia la ventana por donde había entrado la chica, gritó hacia donde estaba la policía.

  • ¡Hemos capturado a Supergirl! ¡No se acerquen más o mataré a todos los que están aquí dentro!

Luego, volvió a donde estaba la muchacha, quien ahora lo esperaba en pie, con los brazos a la espalda sujeta por dos de los bandidos.

  • ¡Suéltame! – exigió Supergirl.

  • ¡Cállate, perra! – respondió Nick propinándole una bofetada. - ¡Dinos quien coño eres!

  • ¡Soy… soy Supergirl! – protestó airadamente la joven heroína.

  • Entonces, ¿cómo es que has resultado ser tan inútil? – preguntó Nick mientras miraba de arriba abajo a la chica. La forma en que los pechos caían bajo el uniforme mostraba de forma evidente que no llevaba sujetador, y la tela era tan fina que sus pezones eran claramente visibles. ¿Qué tipo de rubia estúpida se habría lanzado a una situación como esta vistiendo un traje de Supergirl? ¿Y cómo era posible que pudiese volar? ¿Y cómo podía un uniforme tan débil como aquel parar las balas?

  • ¡No! – gritó Supergirl cuando Nick extendió la mano y agarró la parte frontal de su uniforme. Sonriendo cruelmente, tiró de él rompiéndolo con facilidad permitiendo que los pechos de Supergirl saltasen libres.

¡Joder! – murmuró Nick. El uniforme estaba hecho de una tela de poliéster barata y muy fina. No había manera de que fuese a prueba de balas. Así que, ¡realmente era Supergirl! Pero por la forma en que vestía parecía más bien una puta barata. No solo vestía un uniforme fino y gastado sin sujetador, sino que además llevaba los pezones anillados.

Hipnotizado ante la visión de los pechos de Supergirl, Nick se agachó y extendió la mano hacia la entrepierna de la superheroína.

  • ¡Nooo…! – volvió a gritar Supergirl tratando de propinarle una patada, pero sus piernas estaban firmemente sujetas por otros dos chicos.

  • ¡Oh, no! – gritó consternada cuando Nick apartó los restos de su uniforme  dejando expuesto su coño también anillado.

  • ¡Mirad! ¡También lleva piercings en el coño! – exclamó uno de los asaltantes.

  • ¡Joder! ¿Qué clase de luchadora contra el crimen eres? – preguntó Nick.

  • ¡Suéltame! – gritó enfadada Supergirl luchando desesperadamente contra los hombres que la sujetaban. Esto era una pesadilla. No solo había sido capturada por un grupo de inexpertos ladrones de bancos, sino que además su traje estaba destrozado y la mayor parte de su cuerpo estaba expuesto a la vista de todos. Aunque ya había estado desnuda desde su captura y usada de todas las formas imaginables por Catwoman y sus secuaces, ahora se encontraba expuesta ante todas las personas que se hallaban en el banco. Personas que eran ciudadanos comunes, ciudadanos que la respetaban y confiaban en ella y en su labor en la lucha contra el crimen. Personas que ahora la veían desnuda, con sus pezones y su coño anillados… Y eso sin contar las cámaras que estaban fuera.

Echando un vistazo a su alrededor, Supergirl comprobó como todos la miraban, algunos con los ojos muy abiertos, algunos de ellos con una mirada de desprecio dibujada en sus rostros. Una madre tapaba los ojos a su hijo.

  • ¡Déjame marchar! – volvió a gritar ella desesperada.

  • ¡No es tan fácil! – dijo Nick riendo entre dientes. – Tal vez hoy vuelva a la trena, ¡pero no sin haberme follado antes a Supergirl!

Con sus hombres tendiendo y sujetando a Supergirl sobre una mesa, Nick se despojó de los pantalones y se colocó sobre ella.

  • ¡Nooooooo! – gritó Supergirl cuando Nick entró en ella.

  • ¡Hey, chicos! ¡Está toda mojada! – gritó Nick sorprendido. - ¿Te gusta esto, eh?

El hombre reía mientras la follaba con rudeza, apretando sus tetas con tanta fuerza que Supergirl no pudo evitar gritar de dolor.

  • Oh… oh… - a pesar de la vergüenza que sentía, Supergirl no pudo evitar comenzar a gemir de placer. Sus gemidos fueron ahogados rápidamente cuando uno de los miembros de la banda la obligó a aceptar su polla en su boca. Éste no tardó en correrse, lanzando su semen en la boca de la muchacha. Supergirl no pudo evitar la humillación de tragar su semen. Cuando abrió al fin la boca, el esperma del hombre goteaba por sus mejillas y todo el grupo de atracadores aplaudió. Como se temía, pronto se encontró cerca del orgasmo y su cuerpo comenzó a retorcerse sin control. “Por favor”, gritó para sus adentros, “qué alguien me ayude…”

De repente, Supergirl oyó varios disparos y Nick dejó de bombear. Abriendo los ojos, la mujer vio como se abría un agujero en el pecho del atracador. Cuando Nick se derrumbó sobre ella, notó como se aflojaba la presa que mantenía sujetas sus manos y sus pies. Con sus brazos, de nuevo libres, inmediatamente empujó lejos de ella el cuerpo de Nick. Tratando de levantarse, vio como el resto de los atracadores estaba tendido en el suelo mientras los agentes del SWAT entraban en el banco por todas partes. A medida que separaban a los rehenes de los atracadores, Supergirl se bajó de la mesa tratando de cubrir su desnudez con los restos de su uniforme. Su capa era demasiado corta como para cubrir su sexo, que brillaba de la humedad que mojaba también sus muslos.

  • ¡Supergirl! ¿Estás bien? – gritó un niño pequeño mientras ella trataba de limpiar la humedad de sus muslos. Supergirl alzó la vista y reconoció al niño al que una vez había salvado la vida.

  • S… sí, estoy bien... – contestó tartamudeando pero fue interrumpida por la madre del niño.

  • ¡No hables con esa mujer, Mark! – reprendió severa al muchacho.

  • Pero ella me salvó una vez. – dijo el niño.

  • ¿Es que no te has dado cuenta? ¡Es una prostituta! ¡Una mala mujer! – dijo mientras arrastraba lejos a su hijo.

Lágrimas de humillación y dolor llenaban los ojos de Supergirl cuando se le acercó un detective. Lo reconoció al instante pues ya habían trabajado juntos antes.

  • Supergirl, ¿estás bien? – preguntó él, pero la muchacha no notó preocupación en su voz. En su lugar, una amplia sonrisa se dibujaba en su cara. Supergirl no respondió. Mordiéndose el labio, salió volando por la ventana sin mirar atrás.

Con las lágrimas aun secándose en su cara, Supergirl aterrizó en el punto de encuentro, donde la esperaban varios de los secuaces de Catwoman. Éstos le vendaron los ojos y le colocaron de nuevo el collar y los grilletes de cuero y Kriptonita, para subir luego a un helicóptero que los llevó a la guarida de Catwoman. A pesar de que ella quería que se lo quitasen, pues a cada momento le recordaba lo que había sufrido, los hombres le dejaron puesto los restos de su uniforme. Para empeorar las cosas, durante todo el vuelo se estuvieron burlando de ella.

  • ¡Por favor! – suplicaba ella. - ¡Basta ya, por favor!

  • ¿Me estás diciendo que me calle, Superputa? – preguntó uno de los hombres mientras agarraba uno de los anillos unidos a sus pezones y tiraba de él.

  • ¡Ah…, no, no! ¡Lo siento! – gimió Supergirl.

  • ¡Entonces cállate la boca, zorra! ¡Toma, entretente con esto! – respondió enfadado el hombre agarrándola de la cabeza y guiándola al encuentro de su erecta polla. Obedientemente, Supergirl abrió la boca cuando la punta de la verga rozó sus labios.

  • ¿Te has divertido, mi mascota? –ronroneó Catwoman mientras saludaba a Supergirl a su llegada a la sala de entrenamiento. – Hemos estado viendo las noticias. Dime, ¿Cuántas veces te has corrido?

  • ¿Por qué me haces esto a mí? – se lamentó Supergirl cuando le retiraron la venda de los ojos. - ¿No tienes ya lo que quieres? ¿La policía no puede detenerte y tú aun quieres más? ¿Por qué no me matas?

  • Tsk, tsk, ¡mírala! Una vez que viste de nuevo su estúpido uniforme, nuestra Superputa habla de nuevo como la altiva Supergirl. – dijo Catwoman. - ¡Vamos chicos, recordadle quién es!

Inmediatamente los hombres se abalanzaron sobre Supergirl. Con las manos esposadas a la espalda, estaba totalmente indefensa. Sólo podía suplicar y observar con horror como tomaban un largo trozo de cuerda y lo ataban alrededor de sus pechos. Una mueca de dolor asomó a su rostro cuando los hombres tiraron de la cuerda para apretarla. Para empeorar la situación, pasaron el extremo de la cuerda por una polea del techo y tiraron de ella de forma que la levantaron medio metro del suelo.

Colgando de sus pechos, Supergirl no pudo contener un grito de agonía.

  • ¡Aaaaaaaaarggghhhhh…!

Para incrementar aún más su dolor, los hombres, tomando sus cinturones, comenzaron a azotarla por todo su cuerpo. Supergirl trataba de evitar los golpes, logrando solamente que su cuerpo girase incontrolado y que aumentase la presión sobre sus pechos. El dolor que recorría cada centímetro de su cuerpo la hacía casi delirar. Girando la cabeza, continuó gritando.

  • ¡Aghhhh! ¡Aghhhh! – lo que quedaba de su uniforme tras el asalto al banco, estaba a sus pies rasgado en mil pedazos, dejando al descubierto un cuerpo marcado por infinidad de líneas rojas.

Después de lo que a Supergirl le pareció una eternidad, Catwoman detuvo finalmente a sus hombres.

  • ¿Has tenido ya suficiente?

  • S… sí… sí… - respondió débilmente Supergirl, con la voz ronca de tanto gritar.

  • Dinos entonces, ¿quién eres?

  • Soy… soy… soy Sup… Superputa.

  • ¿Qué?

  • Yo… soy… Superputa… Soy un ju… un juguete sexual…, por… por favor… usadme de la forma que queráis… - respondió Supergirl, jadeando y con lágrimas recorriendo sus mejillas.

  • ¡Oh, no esperaba una respuesta tan elaborada! – dijo riendo Catwoman. - ¡Bien, chicos! ¡Ya  habéis escuchado a la puta!

Rápidamente los matones descolgaron a Supergirl. La muchacha gimió cuando sus pechos se vieron libres de las cuerdas y esperó sumisamente a que le quitasen las esposas. Inmediatamente las manos de los hombres se abalanzaron sobre ella arrancando los últimos trozos de uniforme que aún conservaba.

Con una sonrisa, Catwoman observó como la joven se sentaba sobre la polla de uno de sus secuaces mientras otro entraba en su culo y, un tercero, ocupaba su boca.

  • Diviértanse, muchachos. – dijo mientras se daba la vuelta para marcharse.