La caída de Supergirl I: La Captura
La ciudad de Metrópolis descansa tranquila sabiendo que Supergirl la protege. ¿Pero quién protege a Supergirl cuando esta está en apuros?
Dejamos hoy BimboTech para publicar hoy un relato original de Citizen* Bane aparecido hace mucho tiempo, allá por el año 2000, el la web BDSM Library, bajo el título de Supergirl Fallen*** . No es un relato de una gran calidad, pero, por su temática, siempre he sido un amante del cómic de superhéroes, me he divertido mucho traduciéndolo. Espero que os guste tanto como a mí.
I.- La captura
Al principio parecía una noche como tantas. Supergirl patrullaba el cielo sobre Metrópolis cuando escuchó los gritos de alguien pidiendo ayuda. Siguiendo el sonido de la voz, aterrizó en un oscuro callejón donde se encontró con un hombre de mediana edad ataviado elegantemente con un traje ejecutivo rodeado por tres encapuchados.
¡Ayuda! – gritó el hombre al ver a la superheroína.
¡Cállate! – gritó uno de los encapuchados haciendo ademán de golpearlo con la culata de su pistola.
¡Alto! – dijo Supergirl mientras los dos encapuchados restantes la apuntaban con sus armas justo cuando estaba a punto de saltar sobre ellos.
“Otra vez no”, pensó Supergirl, “siempre tienen que hacer eso, no importa lo bien conocido que es el hecho de que las balas no pueden hacerme daño, siempre tienen que apuntar y disparar”.
- ¡Soltad a ese hombre! – exigió – antes de que hagáis algo que podáis lamentar…
Supergirl suspiró resignada cuando uno de los asaltantes apuntaba hacia ella y disparaba dos veces. Le sorprendió el hecho de que el arma no emitiese ninguna detonación y, más aun, que en vez de balas, dos dardos impactasen en ella. Trató de bloquear los disparos del resto de la banda, y un grito de sorpresa escapó de sus labios al comprobar que los dardos se clavaban en ella. Miró hacia abajo y comprobó que varios de los dardos se habían clavado en sus antebrazos. Las heridas, sin embargo, no eran profundas. Estaba a punto de arrancárselos cuando una repentina debilidad de apoderó de ella. “¡Kriptonita!”, gritó horrorizada para sus adentros mientras trataba de mantener el equilibrio apoyándose contra la pared del callejón.
Los tres matones se acercaban ahora hacia ella mientras el hombre de negocios, detrás de ellos, reía victoriosamente.
¡Ha funcionado! – Exclamó - ¡Maravilloso!
¡Apartaos! ¡Dejadme! – grito la heroína con las pocas fuerzas que le quedaban.
¿Y qué harás si no te hacemos caso, puta estúpida? – dijo uno de los matones.
Sí… he dicho una estupidez… - se reprendió Supergirl antes de desplomarse finalmente sobre el suelo.
Los tres hampones la rodearon con cautela. Uno de ellos sacó un par de esposas y las colocó en las muñecas tras colocarle los brazos a la espalda. El metal de las esposas también llevaba Kriptonita, con lo que la muchacha ahora se sentía aun más débil si cabe, apenas capaz de mantenerse consciente. A pesar de estar ya completamente indefensa, el hombre se encargó de rodearla también con una gruesa y larga cadena de metal.
Ohhhh… - gimió la muchacha al sentir como se le escapaban sus fuerzas.
Meterla en la furgoneta, ¡rápido! – ordenó el hombre trajeado acercándose al grupo. Mientras la levantaban del suelo, Supergirl atinó a ver la furgoneta estacionada en el extremo del callejón y como se abrían las puertas traseras, pero no pudo distinguir su interior.
¡Es maravilloso!, ¿no crees? – dijo el hombre dirigiéndose a alguien dentro del vehículo.
Perrrrrrrfecta, es perrrrrrrrfecta… - respondió desde dentro del vehículo una voz familiar antes de que la superheroína cayese desmayada.
Cuando al fin despertó, Supergirl se encontró en lo que parecía una especie de laboratorio. Estaba tendida en el suelo, con los brazos aun atados a la espalda. Horrorizada, se percató de que la habían despojado de su uniforme y que se encontraba totalmente desnuda, solo cubierta por la cadena que rodeaba su cuerpo. Sin duda debían haberla ceñido aun más después de desnudarla, pues ahora notaba como la apretaba con fuerza obligando a sus firmes pechos a destacarse aun más.
Al fin, la puerta de la habitación se abrió. La joven alzó la vista y vio a los tres hombres que la atacaron, despojados ya de sus máscaras, acercarse a ella. Supergirl se sonrojó al notar la expresión lujuriosa que se dibujaba en sus rostros mientras devoraban con la mirada su cuerpo desnudo con avidez. Tras ellos venía el hombre del traje que había pedido ayuda acompañado por, como ya había sospechado, Catwoman.
¿Cómo está nuestra hermosa combatiente contra el crimen? – ronroneó Catwoman.
¡Déjame! ¡Déjame marchar! – gritó enfadada Supergirl aunque sabía que era inútil. Pero el estar atada y desnuda delante de sus enemigos la hacía sentir totalmente vulnerable e insegura de sí misma.
¿Pero por qué? ¡Si acabas de llegar! ¿Acaso no te gusta esto? – preguntó burlona Catwoman fingiendo sorpresa.
¡No! – replicó la cautiva.
¡Oh! ¡Lo siento taaaaaaaaaaanto! – dijo Catwoman. – Vamos chicos, hagamos que nuestra invitada se sienta cómoda.
A su orden, los tres hombres, muy bien formados y de casi dos metros cada uno, tomaron a Supergirl, la sentaron en el suelo y comenzaron a acariciarla. Supergirl protestó al sentir como sus fuertes manos recorrían todo su cuerpo.
¡No! ¡Soltadme! – La Kriptonita había debilitado el control que su fuerza de voluntad ejercía sobre su cuerpo y ahora, para su vergüenza, éste respondía a las caricias de esos hombres. Sus pezones se irguieron y sus caderas se retorcieron cuando uno de los hombres, agachándose entre sus piernas, empezó a acariciar su sexo.
Ahora seguro que estás mejor. – dijo la villana mientras tomaba asiento en una silla. - Por cierto, ¿no sientes curiosidad, o al menos un poquito, sobre cómo nos las hemos arreglado para tenerte así? – le dijo a Supergirl que jadeaba ya de excitación.
¡No! – le escupió desafiante la muchacha.
Bien, doctor. – replicó Catwoman mientras se giraba perezosamente hacia el hombre trajeado. - ¡Los jóvenes de hoy en día no muestran ningún interés por aprender! No me extraña que haya usted abandonado su cátedra en la universidad.
Supergirl clavó su mirada en el hombre. Éste rondaba los cincuenta años, pero su cabello y su barba eran completamente blancos. El hombre la miraba sin ninguna emoción aparente en su rostro.
Sí, tienes razón. – contestó el hombre. – No comprenden el valor de la ciencia.
Para no alargarnos demasiado, - continuó diciendo Catwoman volviéndose ahora hacia Supergirl, - el Dr.Rancor, aquí presente, es el típico científico loco. – dijo riendo. – Salvo que él tiene una invención muuuuuuuuy interesante: la tecnología para producir aleaciones de Kriptonita con metales de diverso tipo. ¿Ves? Esa cadena y esas esposas, que te hacen lucir tan hermosa, están hechas de Kriptonita. ¿Me sigues, cariño?
Terminó diciendo Catwoman burlona al ver como Supergirl temblaba excitada bajo las caricias de sus secuaces.
¿P… por qué es… estáis haciendo esto? – preguntó jadeando pesadamente Supergirl.
Bueno, en primer lugar, imagínate los beneficios que obtendremos, y no por patentarlo, por supuesto. – ronroneó Catwoman. – Imagina cuantos ladrones de bancos estarían dispuestos a compartir una parte de su botín cuando puede asegurarse que su golpe estará libre de las molestias que tú o Superman podáis ocasionar. Quien sabe, tal vez algún día podamos hacerte nuestra ayudante.
¡N… no, nunca! – gritó Supergirl consternada.
No te preocupes, cariño. – continuó Catwoman. – Esa no es nuestra prioridad en estos momentos. Estamos bastante más interesados en convertirte en algo más, esa es la razón por la cual he sido invitada, ya que esa parece ser mi especialidad.
Catwoman se arrodilló delante de Supergirl, pasando los dedos por el cuerpo de la cautiva, lo que provocó que esta temblara aun más. Apartando la mano de su secuaz, empezó a manipular el clítoris de Supergirl.
Ahhh… - Supergirl no pudo reprimir un gemido bajo la mano hábil de Catwoman.
Sin embargo sospecho que esto, - dijo ella amenazadoramente mientras introducía un dedo en el húmedo coño de la superheroína – es el verdadero motivo que está detrás del proyecto del buen doctor. ¿Verdad doctor? – preguntó ella riendo.
El Dr. Rancor se limitó a sonreír.
¿Y qué hay de ti? ¿Cuál es el motivo real que te mueve a ti? – le preguntó en broma a Catwoman el doctor.
Digamos que me gusta ayudar a la gente, especialmente a aquella gente que tiene planes interesantes que involucran a mis luchadoras contra el crimen favoritas. Además vas a dejarme usarla para mis propios fines, ¿no es así? Tenemos un trato.
Claro, por supuesto. – respondió el Dr. Rancor riendo entre dientes. En ese momento, Supergirl llegó al orgasmo. A pesar de lo que había escuchado, del terrible destino que le esperaba, le era imposible controlar su cuerpo y se corrió, moviendo sus caderas contra la mano de Catwoman.
¡Oh… oh… noo…! – gimió.
¿No? Estoy segura de que lo que quieres es más. Vamos chicos, a por ella. – dijo Catwoman mientras se levantaba.
Los tres hombres comenzaron a desvestirse. Sintiéndose aun más débil después del orgasmo, Supergirl cerró los ojos y ladeó la cabeza.
- ¡Vamos, míralos! – exclamó Catwoman mientras sujetaba de la cabeza a Supergirl y la obligaba a mirar a los hombres. – Los he seleccionado yo misma- ¡Mira que pollas más grandes y hermosas!
Supergirl jadeó horrorizada al ver como cada uno de ellos blandía un pene de, por lo menos, veinticinco centímetros.
¡Nooooo! – gritó la superheroína cuando uno de los hombres le sujetó las piernas para separárselas. La polla del matón apuntaba amenazante a su rubio coño, que brillaba con los jugos derramados durante su orgasmo.
¡Ahora vas a saber lo que es bueno! ¡Toma esto, Superputa! – exclamó el hombre mientras comenzaba a empujar su miembro en el sexo de la cautiva.
¡Noooooo… ohhhh… Ahhhhh…! – gritó Supergirl al notar como su coño se distendía ante la invasión de la enorme polla. Centímetro a centímetro, ésta se introducía dentro de ella dándole la sensación de que nunca iba a terminar de entrar. Finalmente, el miembro se introdujo en toda su longitud en el coño de la muchacha. Supergirl temblaba, jadeaba. A una señal de Catwoman, el hombre comenzó a bombear. Lentamente al principio e incrementando el ritmo con cada golpe que daba.
¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! – gritaba Supergirl mientras su cuerpo entero era sacudido por cada uno de los embates del hombre, con sus pechos balanceándose al compás. La chica gritó aun más fuerte cuando el matón agarró sus tetas y las usó como asas para tirar de ella hacia él para acompasar sus embestidas.
En cuestión de segundos, la superheroína se corrió violentamente. Ya no podía controlarse. Gemía en voz alta, su cabeza se agitaba y su cuerpo se retorcía tanto como sus ataduras se lo permitían. El hombre continuaba con su labor y, pronto, otro orgasmo poderoso la sacudió de la cabeza a los pies. Cuando, finalmente, el hombre se corrió llenando sus entrañas de semen, Supergirl alcanzó su tercer orgasmo.
P… por… por favor… no… más… - suplicó débilmente Supergirl al ver como se acercaba el segundo matón. Haciendo caso omiso de sus súplicas, el hombre le dio la vuelta tumbándola boca abajo sobre sus rodillas y estómago, aplastando sus pechos bajo su cuerpo.
¡Oh! – gritó cuando él la penetró con una profunda embestida. Sujetando sus muslos, el hombre comenzó a follarla con rudeza. El trato que el hombre le daba no impidió que de nuevo la excitación se apoderase de ella y se corrió dos veces antes de que el hombre finalmente lo hiciese.
Otras tres veces llegó al clímax cuando le tocó el turno al tercer hombre, tras lo cual, quedó completamente agotada.
Jadeante, quedó tirada en el suelo con las piernas separadas. Su cuerpo cubierto de sudor, sus muslos empapados de sus jugos y su coño rezumando semen.
Entonces… - ronroneó Catwoman mientras se sentaba junto a Supergirl - ¿Te han gustado mis “palos”, mi amor? ¿Quieres otra ronda?
N… no…, por favor… - suplicó Supergirl, abandonando su anterior pose desafiante.
Dime, ¿te has divertido?
Al no obtener respuesta de Supergirl, Catwoman se volvió hacia sus secuaces.
Bueno, chicos. Parece que nuestra hermosa huésped no se lo ha pasado bien después de todo, así que tal vez debamos entretenerla otra vez…
¡No! – gritó la prisionera. No soportaría que los hombres la tocasen de nuevo. – S… sí…, lo pasé b… bien… - dijo ruborizándose avergonzada.
Bieeeeeeeeeeeeen. – ronroneó Catwoman mientras, asistida por sus secuaces, ayudaba a incorporarse a Supergirl y, sujetándola de los brazos, la dejaron arrodillada en el suelo. – En ese caso, ¿no deberías darle las gracias a tus anfitriones?
Gra… gracias. – dijo débilmente Supergirl sin necesidad de que la persuadiesen de ello.
Hmmm… Creo que eso no es suficiente. – dijo Catwoman acariciando los pechos de la joven.
¿Q… qué…? – preguntó aturdida Supergirl.
Pronto se dio cuenta del significado de las palabras de Catwoman cuando el Dr. Rancor se acercó a ella y, abriéndose la cremallera, le mostró su erecta verga apuntando directamente a su nariz. Inmediatamente, Supergirl volvió la cabeza hacia un lado. Nunca antes había hecho lo que le pedían, y pensar en hacérselo al hombre que la había capturado y atormentado la ponía enferma.
- Vamos, querida. – dijo Catwoman mientras pellizcaba uno de los pezones de Supergirl. – Muéstrale algo de gratitud a tu anfitrión o tendremos que repetirlo todo de nuevo.
Supergirl podía sentir como las lágrimas pugnaban por brotar de sus ojos. Pero ella aun tenía orgullo y no quería dar a sus captores el trofeo de verla llorar. Cerrando los ojos abrió la boca.
¡No, puta! ¡Abre los ojos! – silbó Catwoman mientras pellizcaba de nuevo el pezón de Supergirl.
Sí… eso es… - animó a la prisionera cuando esta la obedeció. – Ahora lámela… sí… y ahora besa la punta… ¡Dije que la besaras!... Bien, ahora métetela en esa hermosa boquita… Sí, sí, toda ella… hasta el fondo… usa la lengua…
Enseguida Supergirl se encontró chupando la verga del Dr. Rancor, balanceando su cabeza de atrás a adelante atenta a las instrucciones que Catwoman le susurraba al oído. Podía saborear el líquido preseminal del doctor, recordándole lo que iba a suceder a continuación.
- Asegúrate de que te tragas hasta la última gota o lo lamentarás. – le advirtió Catwoman como si pudiese leerle el pensamiento.
Casi de inmediato, el Dr. Rancor comenzó a disparar su semen en la boca de Supergirl.
Si tu Amo quiere correrse sobre esa carita linda que tienes, ya te lo hará saber. Tú no tienes derecho a decidir. Sólo eres una puta. – continuó diciendo Catwoman mientras observaba como Supergirl trataba de tragar hasta la última gota del semen del Dr. Rancor.
Hmmmm… No está mal para una novata. – dijo Catwoman dándole a Supergirl unas palmaditas en la cabeza. – Ahora vamos a limpiarte. Estás hecha un desastre.
Avergonzada, Supergirl bajó la cabeza. Se daba cuenta de que ahora debía parecer un estropicio y se alegro de que, por fin, fuese a darse una ducha. Incluso su hermoso cabello rubio se encontraba ahora enredado y apelmazado sobre su cara.
Los secuaces de Catwoman la trasladaron a un pequeño cubículo situado en un rincón del laboratorio. Le quitaron la cadena y aseguraron sus esposas a un gancho de la pared de tal forma que la chica tuvo que permanecer en pie. Usando una manguera, los hombres comenzaron a lavarla usando agua caliente y jabón, restregándola rudamente, como si se tratase de un animal.
Supergirl se dejó hacer en silencio, con los ojos cerrados y la cabeza gacha. Aun estaba demasiado débil para defenderse. Tras lavarla, la secaron con una toalla y la llevaron de nuevo al centro del laboratorio. Allí, había una mesa de examen grande y la obligaron a tenderse en ella. Rápidamente, correas metálicas, de la debilitante aleación, sujetaron sus muñecas y tobillos a las cuatro esquinas de la mesa.
¿Q… qué quieren? – preguntó Supergirl al Dr. Rancor y a Catwoman que permanecían a su lado.
Vamos a colocarte algunas joyas. – contestó riendo Catwoman. – Digamos que es un pequeño regalo de bienvenida.
El Dr. Rancor sacó una cajita de uno de sus bolsillos. La abrió y la sostuvo sobre la cara de Supergirl que pudo ver que contenía cinco anillos metálicos en su interior.
- Están hechos de una aleación de platino y Kriptonita. – ronroneó Catwoman. - ¿Y a qué no sabes dónde van colocados?
Supergirl vio horrorizada como el Dr. Rancor tomaba una pistola perforadora y la cargaba con el primer anillo.
- ¡No! ¡Noooooo! – gritó y comenzó a agitarse como una loca, tratando en vano de zafarse de sus ataduras, cuando Catwoman empezó a pellizcar suavemente su pezón izquierdo hasta que consiguió qué este se irguiese.
En ese momento el Dr. Rancor colocó el arma contra el pezón. Catwoman miraba a Supergirl a la cara echándose a reír al ver como el miedo asomaba a los ojos de la muchacha. Sin avisar, el Dr. Rancor apretó el gatillo y, con un leve siseo, el anillo ocupó su lugar.
¡Nooooooo! – gritó Supergirl al sentir como el anillo atravesaba su carne. Todo su cuerpo se tensó contra las correas. El Dr. Rancor y Catwoman esperaron a que los espasmos de dolor que recorrían el cuerpo de Supergirl disminuyesen antes de seguir adelante.
Oh… por favor… no… - suplicó débilmente Supergirl cuando el Dr. Rancor colocó de nuevo la pistola contra su pezón derecho. Apretó de nuevo el gatillo arrancando otro grito de la superheroína.
Dando un paso atrás, el doctor contempló su obra. Los blancos y redondos senos de Supergirl se veían ahora enrojecidos a causa del brusco tratamiento al que habían sido sometidos; y los dos rosados pezones que los coronaban estaban ahora decorados por sendos anillos plateados y brillantes, lo que le daba al conjunto un aspecto aun más deseable. “Tengo que follarme esas tetas más adelante”, se dijo, “pero ahora he de terminar el trabajo”.
Supergirl gimió al sentir el arma apuntando hacia su coño. Sus pezones le ardían como si sobre ellos tuviese un hierro al rojo, y no sabía si era sólo por el dolor causado por los anillos o por su contenido en Kriptonita. Cerró los ojos preparándose para lo peor.
El Dr. Rancor decidió comenzar por el labio izquierdo. Cuando pulsó el disparador, Supergirl dejó escapar un largo grito de dolor y desesperación que resonó en toda la sala. Rápidamente, el Dr. Rancor le atravesó el otro labio con el mismo resultado. Cuando acabó, Supergirl estaba temblando, gimiendo y retorciéndose de dolor.
Oh… oh… oh…
Pero si aun no hemos acabado, querida. – ronroneó Catwoman mientras se acercaba a ella. – Ahora es mi turno. Esta última parte prefiero hacerla de forma algo más personal.
Para ese entonces, Supergirl estaba ya demasiado débil como para protestar. Con un par de pinzas, Catwoman levantó ligeramente el ombligo de Supergirl y lo travesó con una larga aguja. Luego, sustituyó ésta por el último anillo de aleación.
- Se ve tan adorable, ¿verdad? – preguntó Catwoman mientras se movía alrededor de la mesa observando a Supergirl retorcerse de dolor.
Las perforaciones le dolían a causa del contenido en Kriptonita de la aleación, que si bien no era lo suficientemente alto como para provocarle quemaduras en la piel de Supergirl, si que lo eran para causarle malestar incluso después de que éstas hubiesen cicatrizado.
- Un toque final. – dijo el Dr. Rancor sacando un collar y cuatro grilletes de cuero. – Los cierres también están realizados con nuestra aleación especial.
Explicó el hombre a Supergirl a medida que se los colocaba.
Junto con los anillos, impiden que puedas usar ninguno de tus superpoderes. Podremos quitártelos siempre que deseemos y, sólo con los anillos, serás capaz de volar. Por otro lado, los anillos son fijos. Así que supongo que puedes despedirte para siempre de tu superfuerza. – remató el doctor riendo entre dientes.
¡No! – gritó consternada Supergirl.
Lo siento, querida, pero me temo que el doctor está en lo cierto. – ronroneó Catwoman. – Pero no te preocupes, vamos a buscar una nueva ocupación para ti. A partir de ahora ya no serás Supergirl nunca más. A partir de ahora eres ¡Superputa!
Todos los ocupantes de la sala, menos la cautiva, rieron a carcajadas.
¡No, no voy a dejar que me hagáis esto! – protestó Supergirl.
Bueeeeeno…. – ronroneó Catwoman. – Muy prrrrronto sabremos si eso que dices es cierto. ¡Muchachos, llevad a Superputa a su habitación!
Los secuaces de Catwoman llevaron a Supergirl a su celda tirando de una correa atada a su collar. La celda estaba en el sótano del edificio y consistía en un pequeño cubículo rodeado de barrotes por sus cuatro lados. Parecía más una jaula que una habitación. A causa de sus heridas, Supergirl se encontraba demasiado débil para ofrecer resistencia y se dejó conducir hasta la celda.
- ¡Descansa un poco, puta! – dijo uno de los secuaces cuando ató juntos los brazos delante de ella mediante un dispositivo de los grilletes. Luego sujetó el extremo de la correa a una barra de metal dispuesta para tal fin en la celda. – Catwoman ha ordenado que nadie puede tocarte esta noche, pero después de eso, cualquiera podrá venir aquí a jugar contigo. ¡Así que será mejor que te prepares para ello! – dijo antes de irse.
Después de que los hombres se fueron, Supergirl se miró a sí misma. Gracias a su metabolismo sobrehumano, los moretones y marcas en su cuerpo estaban ya empezando a desvanecerse, y las perforaciones de los anillos ya estaban cicatrizando. Pero no podía eliminar de su cuerpo los cinco anillos que le recordaban claramente la terrible experiencia que había venido y que eran un presagio de lo que estaba por llegar. Al pensar en ello, no pudo aguantar más y comenzó a llorar.
Sin que ella lo supiese, Catwoman observaba todo esto a través de una cámara oculta, sonriendo satisfecha mientras veía a Supergirl llorar hasta quedarse dormida.