La Caída de Emma Watson 4
Emma parece encontrar una aliada en el infierno en el que la tienen retenida. No obstante, antes de poder establecer ningún plan de escape, se verá obligada a jugar al juego una segunda vez. ¿Será capaz de ganar o se verá sometida de nuevo al control mental?
Alguien sujetó con fuerza las piernas de Emma, y antes de que pudiera reaccionar, una lengua estaba invadiendo su intimidad. Su cerebro se apagó, entregándose al placer dado sin hacer preguntas. Durante unos segundos, la descarga de endorfinas fue tan fuerte que fue totalmente incapaz de pararse a pensar. No fue hasta pasados unos segundos que se revolvió y se apartó.
Estaba asustada, pero su coño ardía, hambriento. Estaba claro que, tal como le habían dicho, su cuerpo había cambiado y no para mejor. Estaba aterrada por cómo habían sido capaces de cambiarla, con qué facilidad… y cómo su cerebro se había reescrito con una facilidad pasmosa. Levantó la sábana, y se encontró a Evanna, que la miraba de forma juguetona.
_ ¿No me dirás que no te gustaba lo que te estaba haciendo? _ Sonrió, pícara. _ Por cómo gemías, no puedes negar que estabas disfrutando.
_ Escucha, Evanna. Puede que después de lo que te han hecho pienses que esto es normal, pero no lo es.
_ Entiendo perfectamente la rareza de la situación. Estoy cachonda, no atontada. _ Se sentó sobre la cama, mostrando su desnudez con orgullo. Lo cierto es que tenía una figura envidiable. _ Deberías agradecer que te estoy haciendo un favor.
_ ¿Un favor? Yo no te he pedido nada de esto…
_ Oh… pero si esperas salir de esta… vas a necesitar que te ayude.
_ Si quisieras ayudarme, no harías esto. Si quisieras ayudarme, me ayudarías a salir de aquí. Además, no parecías muy dispuesta mientras dejabas que aquel señor te enculase.
Evanna no pudo evitar ronronear al pensarlo. Le encantaba que la enculasen. Era superior a ella. Se mordió el labio tratando de ahogar una expresión de perversión… no lo consiguió.
_ Que no te pueda ayudar a salir de aquí no significa que me preocupe por ti. _ La miró. _ Sigues siendo una amiga muy querida, ¿Sabes?
Emma la miró a los ojos y, por un instante vio a su compañera de rodaje en esa mirada. Suspiró y se tumbó en la cama.
_ Así que sabes que esto está mal.
_ En cierto sentido. Sé que tú no quieres estar aquí. _ La miró a los ojos. _ Y cuando vine aquí… yo tampoco.
_ Es un secuestro, Evanna. _ Se colocó sobre las sábanas. _ ¿De verdad quieres estar aquí ahora?
_ Con cada fibra de mi ser… y seguramente tú también querrás cuando hayan terminado.
_ Y eso te encantaría, ¿Verdad? _ Bufó, mirándola con desprecio.
_ Sí, me gustaría mucho tener alguien con quién pasar el tiempo… Además… vas a estar preciosa, Emma. _ Suspiró. _ Si por mí fuera, te convertirías en una muñequita y para mí sería un placer darme orgasmos un día tras otro.
Emma no estaba segura de qué le daba más miedo, si la tranquilidad y seguridad con la que Evanna había hablado… o que la propuesta le hubiera resultado tan tentadora.
_ Pero no soy tan egoísta. Mientras tú quieras salir de aquí… yo voy a ayudarte como pueda para que lo consigas. _ Le dedicó su mejor sonrisa. _ Y sí, por eso te estaba haciendo una buena comida mañanera.
_ ¿Cómo va a ayudarme eso? _ Emma negó con la cabeza.
_ Emma, creía que eras lista. _ Evanna bufó. _ ¿No te das cuenta de que es mucho más fácil caer en los influjos de la máquina cuanto más cachonda estés? A las que más se resisten les pone cinturones de castidad. Para cuando llegan están tan desesperadas por un orgasmo que se corren en cuanto les pone la máquina Y una vez caes ahí… se acabó.
_ Entonces me estás diciendo que lo has hecho para que tenga la mente despejada. _ Razonó Emma.
_ Así es. _ Se encogió de hombros. _ Puede confiar en mí o no, es decisión tuya.
Emma barajó sus opciones. Sabía que Evanna no estaba de su lado en el sentido estricto. Pero sus palabras tenían sentido. Y cuando la miraba no parecía la misma marioneta que había visto en sus anteriores encuentros.
La tranquilizaba ver que, a pesar de haberse sometido, a pesar de que la usaran como un objeto… su amiga seguía estando ahí. Le daba esperanza en que aquello podía deshacerse, y quizá no sólo librarse ella, si no ayudar a Evanna a volver a estar en sus cabales. Ya había visto lo que se jugaba. No podía cometer riesgos innecesarios.
_ Está bien… Hagámoslo… _ Evanna sonrió con lascivia.
Emma se tumbó sobre la cama y extendió las piernas. Estaba sonrojada, incapaz de mirar a Evanna. Nunca se había sentido tan expuesta y vulnerable. Evanna acarició la cara interna de sus muslos y se estremeció.
_ Emma… esto no tiene que ser una transacción o un alivio si no quieres. _ Emma la miró, nerviosa. _ Si quieres hacer algo… si quieres tocarme… o tocarte a ti misma… hazlo. Intenta disfrutarlo. Puedes gritar si quieres… nadie va a oírte.
Se estremeció ante esas palabras porque, aunque se decía que todo aquello era sólo para estar preparada para su siguiente prueba con la realidad virtual… había una parte de ella que estaba deseando que aquello ocurriera desde antes incluso de que Evanna le explicara por qué lo hacía.
Y cuando los labios de Evanna rozaron su sexo, se estremeció. Nunca había sido tan sensible, nunca un roce tan suave la había hecho estremecerse tanto. Se descubrió a sí misma pasándose la lengua por los labios. Sus manos, en un gesto no pensado, no meditado, buscaron sus pechos. Se los apretó con ganas, rozando sus pezones con dedos hasta que finalmente se entregó al placer de pellizcarlos.
Emma se vio dominada por un instinto salvaje, y cuando sus ojos se cruzaron con los de Evanna sintió cómo el corazón se le disparaba. Una de sus manos abandonó uno de sus pechos y le acarició aquella melena rubia. Emma se corrió lanzando un grito de puro placer, y se quedó tirada sobre la cama, con su cabello extendido.
Su cuerpo vibraba, respiraba con cierta dificultad, pero se sentía muy bien. Evanna se acercó y le dio un beso en los labios. Emma respondió y sus dedos acariciaron lentamente el cuerpo ajeno.
_ ¿Estás más relajada? _ Le preguntó.
_ Sí…
_ Me alegro, pero debes concentrarte. _ Le puso la mano en el hombro. _ En una hora deberás enfrentarte de nuevo al juego. Vendré a buscarte entonces.
Emma permaneció sola aquella hora, que se le hizo una eternidad. No lo reconocería, pero se masturbó inconscientemente varias veces. En su aburrimiento y con las nuevas pautas que su cerebro parecía comenzar a seguir, ni se lo había planteado.
Cuando Evanna volvió a buscarla, Emma se estaba chupando los dedos inconscientemente. La rubia no comentó nada. Sólo suspiró y le puso la mano en el hombro. Emma despertó de lo que parecía un trance ligero y miró a su amiga.
_ Es la hora.
_ Vamos, entonces.
Recorrió los pasillos con la mirada. No había ventanas, ni rendijas. No había ningún lugar por el que pudiese escapar más allá de unos conductos de ventilación por los que no cabría. Llegó a la lógica conclusión de que escaparse de allí no iba a ser sencillo. En aquellos momentos habría deseado tantas cosas.
Se habría conformado con unas bragas o un sujetador para no tener que pasearse desnuda por aquellos pasillos. A diferencia de la rubia, que se paseaba alegremente haciendo bailar sus pechos. Perdió la noción del tiempo mientras llegaban a aquella habitación que ya le resultaba familiar. Y allí sentado estaba él.
Aquel monstruo que la había secuestrado, y aquella máquina que la había convertido en una fulana. Sintió un escalofrío y le miró con desprecio.
_ Oh, Emma… ¿Qué tal? Me alegra que no te hayas resistido a venir. Me preocupaba tener que haber sido más severo contigo.
_ No soy tan tonta como para creer que puedo salir de aquí simplemente corriendo. _ Le espetó, mirándole con odio. _ No quiero hablar contigo. Conéctame a la máquina para que pueda salir de aquí.
_ Vaya, sigues teniendo un fuerte espíritu de lucha. Eso me encanta. Evanna, ya sabes lo que tienes que hacer.
_ Sí, cariño. _ Le respondió con voz melosa.
Parecía que cuanto más cerca estaba de ese imbécil, más tonta era su amiga. Cuando se encontraron en el dormitorio, de no ser por la desnudez y la desmesurada lujuria, probablemente habría podido extrapolar su conversación a una cualquiera durante los rodajes.
Pero en aquel instante parecía un fetiche capaz de andar y hablar. Sonriendo sin parar, con los pezones duros como piedras, visiblemente húmeda y a la espera de órdenes. La ponía enferma lo mucho que la recordaba a lo que le había sucedido el día anterior.
Evanna la ayudó a conectarse a la máquina. Le dio un beso en los labios durante el proceso, y Emma respondió inconscientemente. Cuando la máquina se conectó, Emma se tomó aquello muy en serio. Volvía a tener aquellos enormes tapones y sus pechos volvían a ser enormes.
Suspiró y, al igual que la vez anterior se movió con cautela. Sabía dónde estaba la salida, pero no iba a cometer el mismo error de intentar abrirla sin su llave. Así que, durante un buen rato, estuvo buscando la llave. Hasta que finalmente la encontró. Y tragó saliva al hacerlo.
La llave estaba colocada sobre un soporte en una habitación con una única entrada, y custodiándolo había un hombre. Debía medir dos metros, de piel oscura… pero lo que más miedo le dio a Emma fue su polla. Era descomunal. Suspiró, durante varios minutos pensando qué hacer. Hasta que, sintiéndose frustrada, se plantó delante de él… y cuando la persiguió, corrió.
No tardó demasiado en darse cuenta de que era una mala idea. Aún si no llevara aquellos tacones, aquel hombre la habría alcanzado con facilidad. La cogió con facilidad con sus enormes manos. Emma trató de defenderse y patearle, pero fue inútil. Él no hablaba, dudaba que supiera.
No hubo juego previo, no hubo contemplaciones. Simplemente la penetró… aquella monstruosa polla entró directamente en lo más profundo de su ano. El dolor y el placer fueron demasiado intensos. El cerebro de Emma se desconectó y empezó a gemir descontroladamente.
Desmadejada, dejándose llevar, aquel monstruo la siguió perforando insistentemente. Se rindió por completo. Esta vez ni siquiera hubo un aviso cuando su tiempo se acabó… aunque lo más probable es que Emma no hubiera sido capaz de escucharlo.
En el mundo real, el enorme dildo metálico que había estado ensartando su culo se despegó. Emma babeaba, presa de múltiples orgasmos, mientras sus tetas empezaban a hincharse hasta adquirir el mismo tamaño que en la simulación. Dos enormes mamas del tamaño de dos melones, completamente firmes y con los pezones en punta. Una vez más, su mente estaba en manos ajenas.
Cuando le quitaron el dispositivo, Emma se dejó caer al suelo. Evanna miró a su “amado”, que ni siquiera abrió la boca. Simplemente se abrió la bragueta y se sacó la polla, moviéndola con un movimiento pendular delante de Emma.
La muchacha, de nuevo presa de su condicionamiento, se arrastró para alcanzarla. Cuando estaba a punto de alcanzarla, él dio un paso atrás, ella tropezó, fallando en mantener el equilibrio con sus nuevos pechos. Finalmente, siendo compasivo, él dio un paso adelante y ella pudo empezar a mamar. Se había convertido muy rápidamente en una experta.
_ Bien… buena chica. _ Miró a Evanna. _ Y tú también. ¿A qué esperas? Coge el lubricante.
_ ¿Me vas a dar bien duro por el culo? _ Evanna dio saltos de alegría.
_ Por supuesto… justo como te prometí.