La caída de Emma Watson 3
La derrota supone para Emma el descubrimiento de una faceta de sí misma que desconocía, la aceptación temporal del sometimiento absoluto, obligándola a saber lo que se siente... y la aterradora verdad de lo que se está jugando.
Emma se adentró en los jardines de aquella casa. Su mirada estaba un poco ida, sus bragas empapadas, y una gran sonrisa caliente en los labios. Su conciencia continuaba completamente dormida mientras se aproximaba a la casa y llamaba al timbre. Abrió la puerta un señor bastante mayor, con el cabello cano y cara de pocos amigos, aunque una sonrisa bastante perversa apareció en su rostro al ver a la muchacha.
Emma también sonrió, estúpidamente, mientras notaba como se le calentaba aún más su sexo. Estaba claro, ese hombre era el cliente.
_ Es un placer conocerle. Mi nombre es Emma y seré su puta el día de hoy. _ Le salió totalmente natural mientras pasaba al lado del hombre, que le había dado paso.
_ Tengo planes para ti, chiquilla. Me estoy gastando un pastizal, pero veo que los primeros resultados no decepcionan.
_ Me halaga usted, señor. Si quiere…
_ Zorra…_ La interrumpió. _ No pago para que hables.
_ Como desee, Amo. _ Respondió como un autómata.
El hombre se dirigió al salón y miró al reloj que había sobre la televisión de pantalla plana. La habitación era espaciosa, pero los muebles no parecían pegar mucho unos con otros. Un sofá de cuero negro… una mesilla de estilo moderno… un sofá orejero de color vino… Una tele demasiado grande… un reloj de cuco. De no haber estado tan cachonda, quizá Emma se habría parado a pensarlo.
_ Sí, creo que aún tenemos tiempo para uno rapidito. _ Murmuró el hombre para sí mismo. _ Zorra, ¿Lista para un buen meneo?
Emma asintió, aún silenciosa.
_ Bien, desnúdate. _ Ordenó, mientras se iba quitando el cinturón, con un sonido metálico. _ Sin ceremonias, tenemos prisa, y ya puedes hablar.
_ Como desees, amo. _ Sonrió, coqueta.
Emma se quitó la ropa rápidamente y la lanzó al suelo, ansiosa y caliente, acercándose a él, observándolo. Él estaba sentado en el sofá, sin moverse siquiera. Ella se deslizó por el suelo, olfateando como un animalillo. Alargó las manos y le bajó el pantalón. El miembro semierecto del hombre la recibió con los brazos abiertos.
Al orgullo de fulana de Emma aquello le dolió. Por un momento se sintió ofendida porque sus atenciones no bastaran para que aquella polla estuviese bien dura y latiendo.
_ ¿A qué estás esperando, zorra?
Emma miró a aquel hombre y le dedicó una sonrisa servicial antes de posar sus labios sobre el glande y darle un tierno beso. Si no había conseguido levantarla con el aspecto de su cuerpo, lo haría con sus labios. Fue regando besos, notando cómo iba ganando consistencia con cada uno de ellos. Miraba a los ojos de su señor como correspondía, en escrupuloso silencio, mientras seguía asegurando aquella dureza. El hombre pareció cambiar de opinión sobre sus planes al verla así.
Realmente sentía curiosidad por saber a qué límite podía llegar aquello por lo que había pagado. Le habían dicho que Emma haría cualquier cosa… que se adaptaría a lo que él quisiera. Y aunque había dado el dinero con una idea muy concreta, al verse en materia, quiso experimentar.
_ Quieta.
Emma literalmente se quedó literalmente quieta, rígida como una estatua. Le dio un par de golpecitos en el rostro, con su miembro, que ya estaba duro después de sus atenciones, y Emma no reaccionó. El hombre lanzó una risa de poder.
_ Escúchame, Emma. Ahora vas a volver a moverte… pero vas a ser la mujer más guarra que puedas imaginarte. Una zorra cachonda y guarra. Quiero que hables de la forma más sucia que se te ocurra.
Emma parpadeó un par de veces. Sonrió, lasciva, y tomó la polla con ambas manos, dándole un beso hambriento y mirándole.
_ Estás contento de verme, ¿Eh? Seguro que te mueres de ganas de llenar mi coño con tu leche…
_ Pasaba por mi mente. _ Sonrió.
_ Lo que yo quiero es que me rompas el culo, que me destroces… _ Empezó a tragarse el sable como una experta, mientras hacía interrupciones para mirarle y seguir hablando. _ De encantarte follarte a niñitas como yo, buscando que supliquemos que nos partan el culo.
_ Me encanta que chiquillas como tú me coman la polla.
_ Y cómo resistirse a una polla como esta…_ Dictaminó, mientras la metía hasta lo más profundo de su garganta. _ Tan dura… tan deliciosa… Dios, que cachonda estoy…
_ ¿Y a qué esperas? Fóllate a ti misma, ¿No esperarás que lo haga yo?
_ Lo que yo espero es que tú te quedes ahí mirando cómo botan mis tetas mientras me ensarto con esta polla dura…
Uniendo la acción a la palabra, se deslizó sobre él y empezó a penetrarse a sí misma con un largo gruñido de placer. Cuando notó cómo le ponía las manos sobre las nalgas, se dejó llevar, botando como un animal.
_ Oh, joder, así… rómpeme… úsame… Parte este coño de una puta vez.
Emma no soportó mucho tiempo antes de que sus palabras vulgares se convirtieran en gruñidos y gemidos con algunas palabras inconexas.
_ Puta… follar… coño… _ gruñía entre gemidos.
El hombre se reía, dándole azotes en ambas nalgas mientras ella seguía gritando.
_ Fóllame… lléname con tu leche… sexo… follar… soy una puta. _ Juntó sus labios a los de aquel anciano, rozándole el pecho con sus dedos.
_ Me corro, puta.
_ Lléname… _ dijo, en un susurro.
Fue un disparo hasta lo más profundo de su útero, y ella sintió como un poderoso orgasmo la envolvía por completo. Se desplomó sobre él, inconsciente. Pero él la apartó y la despertó de una bofetada.
_ Límpiame la polla, zorra.
Emma reaccionó rápidamente y se metió la polla en la boca de nuevo, rápidamente, dejándola bien limpia. El hombre se vistió y la miró.
_ He tenido suficiente con la zorra, quiero a la sierva de vuelta.
Los ojos de Emma volvieron a ponerse en blanco durante unos segundos. Cuando volvieron a su sitio, mostró una gran sonrisa. Aún notaba los estertores del orgasmo. Se incorporó y se quedó recta, con los brazos a la espalda.
_ ¿Cómo puedo servirte, amo? _ Preguntó, coqueta.
_ Dúchate, sécate y reúnete conmigo en la habitación del centro.
_ Como desees, amo.
Mientras Emma se dirigía a la ducha, flujos estaban manando de su coño. A nivel subconsciente estaba aceptando que someterse era placentero, que obedecer la excitaba. Ideas que más tarde permearían en su mente.
El agua cayó fría a su cuerpo. Sus pezones estaban duros, su sexo ardiendo, pero no se masturbó, ni tan siquiera se le pasó por la cabeza rozarse a pesar de lo cachonda que estaba. Le habían dado unas órdenes, y pensaba cumplirlas. Duchada y bien seca se dirigió a la habitación del fondo.
_ ¿Te gusta la habitación de mi hijo, esclava?
_ Me complace lo que a usted le complace, amo.
La habitación tenía un estilo bastante más moderno, un ordenador con dos grandes pantallas, libros de gran tamaño. A Emma no se le escapó que estaba la colección completa de Harry Potter. Pero su cerebro seguía funcionando a un nivel tan básico que no se paró a pensar en que eso implicaba.
_ Buena respuesta. Ahora siéntate en la cama. _ Ella obedeció de inmediato.
El hombre le tendió una caja, Emma la abrió y se encontró un estuche de maquillaje bastante bien surtido.
_ ¿Cómo desea que me maquille, Amo?
_ Como una auténtica muñequita, Emma. _ Dijo él, dejando que se le escapara una carcajada.
_ Así sea.
Cogió el pintalabios rojo en primer lugar y se pintó, dedicándole un buen rato también al eyeliner un buen rato. Era un maquillaje nada escueto, nada discreto. Realmente, cuando terminó, sus ojos parecían significativamente más grandes. Se sentó sobre la cama y mostró una expresión vacía. Realmente parecía una muñequita.
_ Muy bien. Y ahora quédate totalmente quieta. Eres una muñeca, ahora por entero.
Emma no llegó a asentir. Su mirada se vació del todo, mirando a la nada, con las pupilas totalmente rectas. Su cuerpo se quedó completamente rígido e inmóvil. El único movimiento que su cuerpo le permitió, fue pestañear, pero sólo cuando era consciente de que no la estaban mirando.
Su amo le rodeó el cuerpo con una cinta y le puso un lazo de adorno justo sobre el pecho. Tomó sus manos y se las colocó bajo los pechos, en posición de ofrecimiento. Le abrió la boca y ella la dejó tal cual la había dejado. Se la cerró y se rio un poco.
_ Oh… desde luego vas a ser una nuera idea, Emma… Quédate completamente quieta hasta que yo te diga lo contrario. A mi hijo le vas a encantar.
Salió de la habitación y la dejó sola. Y allí se quedó, en absoluto silencio, completamente quieta, sujetándose las tetas y mirando a un punto fijo frente a ella.
Además de su parpadeo, su cuerpo sólo mostró otra reacción. La humedad creciente en su coño. Emma nunca se había sentido tan excitada. Interiorizaba aquellos sentimientos, aquella placentera sumisión, mientras iba generando una mancha de humedad sobre aquella colcha.
Allí permaneció durante horas, en silencio, sólo interrumpida por alguna mosca que se posaba sobre su nariz, supurando más y más flujo, mientras su mente se iba llenando de imágenes lascivas. Se iba poniendo más y más cachonda a media que iba pasando el tiempo, incapaz de pensar en nada que no fuese follar, deseando fuertemente mover sus manos a su coño para tocarse… pero siendo incapaz de hacerlo.
Fue en ese estado en el que la encontró un joven de veinte años cuando entró en su habitación. Se quedó con la boca abierta, y una imponente erección en cuanto la vio. James, pues así se llamaba el chico, cerró la puerta tras de sí y puso el pestillo.
Su padre siempre le insistía en que tenía que casarse y formar una familia. La última vez que discutieron él le dijo que como no se presentase Emma Watson en su habitación, no tenía planes de casarse.
_ Se lo tomó al pie de la letra… _ Murmuró.
Él sabía toda la clase de tratos que tenía su padre… y sabía que probablemente aquella chica no estuviera allí por su propia voluntad. Pero su cerebro en aquel momento estaba dominado por su entrepierna. Desgarró la cinta de regalo que la cubría sin ceremonias, se bajó los pantalones y empezó a penetrarla como un taladro percutor.
Con cada embestida, Emma notaba como su mente se iba llenando de endorfinas… lo feliz que se sentía siendo utilizada. Deseaba gemir con todas sus fuerzas, deseaba agradecer cómo se la estaban follando. Pero se le había dado una orden… así que la cumplió. Durante horas, aquel chaval se la estuvo follando. Por el coño, por el culo… le folló la boca mientras veía una película en el ordenador. Y ella simplemente se dejó hacer, disfrutó mientras regaba toda la habitación con sus flujos y la manchaba por entero.
Hasta que finalmente se durmió… y despertó en una habitación cerrada a cal y canto… con su consciencia de nuevo intacta… aterrada y sintiéndose asqueada por todo lo que había ocurrido. Emma finalmente entendió lo que se estaba jugando… y que aquel era un juego que tenía que ganar a toda costa.