La cabeza del Mono (9)
Penúltimo capítulo de la serie y a Victoria se le acumulan los problemas.
15 de octubre
Querido Diario, aunque no estoy segura creo que me he metido en un lio. Esta mañana he ido a la audiencia a acompañar a Cristóbal. Era un caso menor pero quería aprovechar para hablar con jueces y procuradores. Ya sabes lo importante que es hacer contactos, y tantear a jueces y procuradores para ver cuales podrían avenirse a acuerdos y chanchullos y cuáles no.
El caso es que estaba paseando por hall del edificio cuando he notado que un tipo, que en ese momento entraba en el ascensor, se daba la vuelta y se quedaba mirándome. Al principio no me llamó la atención, ya estoy más que acostumbrada a que hasta los curas me desnuden con la mirada, pero pronto me di cuenta que la mirada de ese tipo no era la ordinaria de un salido cualquiera. Era una mirada familiar, inteligente, escrutadora y con evidente mala leche y cuando frunció el ceño haciendo el mismo gesto de disgusto que había hecho frente a los periodistas en aquel corto video de internet lo reconocí y un relámpago de miedo estuvo a punto de paralizarme, y digo a punto porque antes de que el procesara de que le sonaba mi cara, afortunadamente, la puerta se había cerrado y el ascensor comenzaba a subir.
Consciente que sólo disponía de unos segundos, le dije a Cristóbal que me iba y que si alguien preguntaba por mi identidad le dijese que era un cliente del que no podía hablar. Antes de que pudiera preguntar le dije que era un asunto de vida o muerte y que se lo explicaría todo en la oficina. Salí del edificio como una bala y cogí el primer taxi que encontré. Sólo al arrancar me permití mirar atrás viendo como el detective Ramos salía del edificio corriendo y buscándome entre la multitud sin éxito. Me apeé en una parada de metro y cuando estuve de nuevo en la oficina me sentí un poco más segura.
El resto de la mañana estuve haciendo papeleo. Cuando llegó Cristóbal me contó que el detective le había abordado, se había identificado y le había hecho un par de preguntas que siguiendo mis instrucciones no contestó. Para tranquilizarle le conté una bola de un lio que tuve con el poli una noche de borrachera y que desde aquel momento no había dejado de acecharme. Cristóbal me dijo que le podíamos denunciar pero yo le dije que no era violento y que no quería poner a toda la policía en contra del bufete, que lo único que quería era limitar los encuentros al máximo. También le dije que si alguna vez preguntaba por mí le dijese que estaba de viaje de negocios en Sudamérica y me avisase inmediatamente. Aproveché para contarle la misma mentira y las mismas instrucciones a Luís y a Sandra.
La verdad es que ese poli tiene pinta de ser cono uno de esos perros que cuando muerden no hay manera de abrirles la boca. Me temo que sólo he ganado algo de tiempo pero en fin, nunca se sabe.
30 de Octubre
Querido Diario, le ha costado, pero al fin ese sabueso ha dado conmigo. A pesar de que Sandra le caló a la primera y le dijo que estaba en viaje de negocios, debía de estar vigilándome y cuando salí a comer me estaba esperando en la puerta.
-Buenos días señorita Olivo, Detective Ramos –dijo enseñándome su placa – ¿Podemos hablar un momento?
-Claro –respondí yo echando una mirada desinteresada a la placa y procurando no parecer demasiado agitada o sorprendida. –pero iba a comer y tengo el día muy liado, así que si quiere hablar venga conmigo.
Le llevé al restaurante más caro y exclusivo al que podíamos llegar andando. Cuando entramos le di una buena propina al metre para que nos consiguiese una mesa y éste aunque sin dejar de mostrar su disgusto por la ajada vestimenta del policía nos condujo a una mesa discreta en el fondo del local.
-Bien ¿De qué quería hablarme agente?
-Detective, detective Ramos si no le importa – dijo cortando mi falso intento de disculpa con un gesto de la mano. –Permítame que vaya el grano, mi intención es molestarla lo menos posible…
-¿En qué puedo ayudarle? –esta vez fui yo la que cortó la falsa disculpa del detective.
-Verá, tengo razones para creer que usted ha estado implicada en un caso que estoy investigando desde hace algunos meses…
-No se lo creerá agente –le repliqué intentando irritarlo –pero a lo largo del día me veo implicada en varios delitos, de ninguno de los cuales puedo hablar con usted. Ya sabe, el secreto abogado-cliente.
-No me refiero a ningún caso que usted lleve. –dijo mientras yo pedía deliberadamente los platos más caros del menú y el detective un vaso de agua.
-Entonces, ¿a qué se refiere? –pregunté yo simulando total ignorancia.
-Hace algo más de dieciocho meses un capo de la mafia eslovena y una prostituta fueron asesinados a sangre fría en unos apartamentos de la calle Serrano. Dos hombres irrumpieron en el apartamento del mafioso y le acribillaron a balazos, lo mismo que a la prostituta que estaba con él. Y tengo una foto de una cámara de seguridad del bloque de apartamentos en la que se os ve a ti y a Julia entrando en el edificio a la vez que charláis amigablemente.
-¿Julia, qué Julia? -pregunté haciéndome la tonta.
-La prostituta que mataron –respondió el detective un poco decepcionado porque no cayese en una trampa tan evidente.
-La verdad –repliqué yo mientras atacaba el plato con entusiasmo es que todo esto debe ser un error.
-Entonces, ¿Puede explicarme esto? –dijo sacando una sobada fotografía del bolso de su chaqueta.
La foto no tenía mucha mejor calidad que la que había visto en internet. La cogí para aparentar que la observaba atentamente. A pesar de estar arrugada y descolorida era evidente que el parecido entre aquella mujer y yo era algo más que una casualidad. Aparenté sorpresa y le devolví la foto enfadada.
-Se parece bastante a mí pero no soy yo, yo jamás me pintaría como una puerta, ¿Puede terminar de una vez y explicarme que esta insinuando?
-No sé cómo decirlo de manera que no suene mal –comenzó el policía –pero lo que creo es que ustedes dos iban juntas a atender a un cliente y por razones que aún no conozco su amiga terminó muerta y usted no. Y me gustaría saber por qué.
-Está insinuando o bien que soy una puta, o bien que soy una asesina, no soy ninguna de las dos cosas, es más, le sugiero que se tome un poco más en serio su trabajo agente, porque si ha averiguado mi nombre también habrá averiguado que llevo en este país menos de un año. Por lo tanto si quiere dirigirse a mí, a partir de ahora traiga algo más que una fotografía borrosa o haré que su vida sea un infierno. –le dije levantándome hecha una furia y dejándole los restos del postre y la prohibitiva cuenta al azorado detective.
2 de noviembre
Querido Diario, hoy he tenido un día de lo más raro. Esta mañana, como siempre me he levantado al primer toque de despertador sin ningún problema pero tras desayunar me ha dado un ataque de náuseas y he llegado al baño con el tiempo justo de devolver los cereales. La visión de los restos de mi desayuno me ha provocado nuevas náuseas y he vaciado el estómago hasta que sólo ha salido un hilillo de bilis por mi boca.
Asustada y confundida, he tratado de rememorar si comí algo ayer capaz de producirme una intoxicación. Después de reflexionar un rato sin llegar a ninguna conclusión y comprobar que no tenía fiebre y que las náuseas remitían me he vestido y he hecho el resto del día normalmente. No he vuelto a tener náuseas e incluso he comido y cenado sin ningún problema aparente. He debido comer algo que me ha sentado mal.
3 de Noviembre
Querido Diario, soy gilipollas. Cuando esta mañana por segunda vez he vomitado el desayuno, he seguido sin caer en que cojones me pasaba. Hasta que no volví a la oficina y oí un chiste realmente soez sobre tampones que estaba contando Cristóbal, no caí en que no me había venido la regla. Así que he sumado dos más dos y un sudor frio ha comenzado a correrme por la espalda.
Mi primera reacción fue como la de una quinceañera… ¿Cómo diablos me ha podido pasar esto a mí? Luego recordé mi sesión de sexo bajo el agua del mes pasado y terminé por unir las piezas. La cabeza me empezó a dar vueltas y volví a marearme ligeramente. Aunque en el fondo de mi ser sabía que estaba preñada, me pasé todo el día negándome a creerlo hasta que no pude aguantarme más y escapé de la oficina una hora antes para ir a una farmacia y comprar el dichoso test de embarazo.
A pesar de que en el prospecto ponía que el mejor momento para realizarlo era por la mañana, evidentemente no estaba dispuesta a esperar, así que sin tiempo para quitar los tacones me dirigí al baño.
Los cinco minutos que indicaba el prospecto que debía esperar se me hicieron eternos y mientras aguardaba en el salón no paraba de reprocharme y rezar para que todo quedase en un susto.
Cuando la alarma del reloj sonó no hubo duda. Las dos rayitas aparecían nítidas en el aparato riéndose de mí. Tiré el infernal aparatejo sobre la mesa y me puse a llorar más por no saber qué otra cosa hacer que por una verdadera aflicción.
La siguiente hora la pase navegando en internet investigando sobre la fiabilidad de los test de embarazo caseros. La aplastante realidad es que pueden dar falsos negativos por mal uso o por problemas en los niveles de hormonas al inicio del embarazo pero jamás dan falsos positivos.
Tras media hora larga de gemidos y lagrimones me soné la nariz con un clínex y llamé a Helena.
A pesar de ser casi las nueve de la noche la cogí en el trabajo:
-Hola Helena, ¿Te pillo liada?
-¡Oh! No mucho. Además siempre estoy disponible para ti. –respondió Helena. – ¿Algún problema?
-¡Si, bueno, en realidad no! Bueno no tengo ni idea.
-¿Qué es lo que pasa? –preguntó ahora un poco preocupada. –acaba de una vez.
-He tenido un pequeño percance… Creo que estoy embarazada.
-¡Que sorpresa! –Respondió Helena alucinada – ¡Es una noticia extraordinaria! ¡Felicidades! ¿Te has hecho la prueba?
-Sí, me he hecho la prueba y ha dado positiva, pero aún no debes felicitarme. Ya sé que para ti es toda una alegría conseguir ser la primera doctora que hace que un hombre se quede preñado pero todavía no he decidido si voy a tenerlo. Además no sé cómo puede afectar el embarazo a mi salud, o todos los inmunosupresores que tomo al feto. Precisamente por eso te he llamado, antes de tomar una decisión quiero disponer de todos los datos.
-Bueno, básicamente no tienes por qué sufrir ningún problema. Lo Único que podría suponer un ligero riesgo estaría relacionado con la hipertensión que en ocasiones puede aparecer en los embarazos, pero la verdad es que las posibilidades de tener problemas con ello no es mayor que en cualquier otra mujer de tu edad y es significativamente menor que en una mujer diez años mayor que por cierto son más de la mitad de los embarazos que se producen actualmente. En cuanto a los riesgos para el feto son mínimos. A las dosis que estamos tratándote actualmente no se han demostrado ningún efecto perjudicial en los fetos, de todas maneras, si decides tenerlo, intensificaremos los controles y te presentaré una amiga mía que es la mejor obstetra de la capital. Créeme, estarás en buenas manos.
-¿No me lo estarás poniendo todo demasiado bonito? –pregunté yo desconfiada –Creo recordar que cada vez que te sugería tener hijos te ponías más tensa que la cuerda de un violín y me dabas todo tipo de excusas relacionadas con el trabajo, el futuro de la capa de ozono o la política destructiva del gobierno de turno.
-Nunca he estado preparada para tener hijos, cada vez que veo un pequeño tambalearse me acuerdo de los chimpancés que tengo enjaulados en el laboratorio y acabo escalofriada.
-Si me hubieses dicho eso en su momento, te hubiese entendido mucho mejor. Creo que ese fue nuestro mayor error la falta de comunicación entre nosotros.
-Sí, seguramente lo hubiese entendido todo si me hubieses dicho que noches te ibas de furcias para no tener que hacerte la cena… Pero en fin esto es agua pasada y es evidente que no podremos volver atrás. –dijo Helena. Su voz sonaba a añoranza.
-Volvamos a lo mío –le interrumpí intentando cambiar de tema. –tú, ¿Qué harías en mi lugar?
-Lo que yo haría no es relevante. Lo que te digo es que eres una mujer sana de veintitantos. Estás en el mejor momento de tu vida para ser madre. Lo que hagas ahora es cosa tuya. Si quieres abortar yo misma te intervendré, es una operación sencilla y no te impedirá tener hijos en el futuro.
Cuando me despedí de Helena y colgué estaba aún más confundida. Esperaba que Helena me dijese que era imposible y que mi vida y la del feto corrían serio peligro y así no tener alternativas, pero la respuesta de Helena había dejado la pelota en mi tejado.
Mientras jugueteaba con el artilugio del test en la mesa del salón pensaba en todo lo que me había dicho y en que cuando era hombre lo único que envidiaba a las mujeres era precisamente su capacidad para tener hijos.
Es evidente, Querido Diario que esta noche no voy a tomar la decisión definitiva pero la verdad es que a pesar de estar muy asustada con todo esto, no logro encontrar muchas razones en contra.
4 de Noviembre
Querido Diario este asunto está empezando a explotarme en la cara. El polizonte no tiene nada de estúpido y al no obtener ninguna información relevante de su entrevista conmigo, se ha puesto a husmear. Y ha venido a visitarme, a mi propia casa.
Cuando llamó, le hice pasar a la cocina y aunque intenté que se diese prisa y no se parase en la entrada me di cuenta que el cabronazo se había fijado en el test que había dejado encima de la mesa del salón.
Una vez en la cocina le serví un té, más que nada por fastidiarle y esperé sus preguntas:
-¿Quién es usted? –comenzó el poli sin más ceremonias dando un sorbo al brebaje.
-Victoria Guadalupe Olivo Fuentes nacida en Santiago de Chile hace veinticinco años –repetí yo mientras por mi cabeza bailaba aquello de nombre grado y número de serie.
-Ya, ya, pues ¿Sabe qué? Como no he averiguado nada de la conversación que tuvimos el otro día y que por cierto me costó una semana de sueldo, he decidido investigar un poco y he descubierto que tu identidad es…
-Totalmente legal. –le interrumpí yo.
-Lo cual supone una curiosa paradoja espaciotemporal, ya que tus huellas digitales coinciden exactamente con las de la supuesta testigo…
-¿Cómo, de dónde ha sacado mis huellas? –pregunté hecha una furia.
-De la foto que le entregué el otro día en el restaurante y tan gentilmente me devolvió –me respondió con la sonrisa del que acaba de sacar un póquer de ases mientras yo me cagaba en todo.
-Ahora señorita, me va a explicar todo lo que pasó en aquel piso hace dos años o me acompaña a comisaría detenida por complicidad en el asesinato de esas dos personas.
-No es tan sencillo, no recuerdo nada –dije mientras se formaba en mi cabeza un plan desesperado.
-Ahora me dirá que tuvo un accidente…
-Precisamente, ¿Es usted adivino?
-¡Oh! No, no se puede imaginar cuanta gente ha alegado amnesia para escurrir el bulto a lo largo de mi carrera. Un golpe en la cabeza, una borrachera, una juerga con rohipnol, cualquier excusa vale.
-¿Tus mentirosos tenían una cicatriz como esta en la cabeza? –le pregunté al policía enseñándole una parte de la cicatriz que escondía bajo mi melena. Tuve un accidente de coche del que no me acuerdo nada. En mi bolso tenía un pasaporte con mi foto y mi nombre. Pero no recuerdo nada más.
-No tendrá ese pasaporte por casualidad.
-Desgraciadamente me lo robaron en una reciente estancia en Suiza. Dejé la denuncia en la embajada chilena de Zúrich donde pedí el nuevo. Puede comprobarlo si quiere.
El poli se quedó parado observando la cicatriz sin decir nada más, finalmente se levantó de la silla y tras apurar el té se acercó a la puerta. Antes de despedirse me preguntó por el hospital donde me trataron. Aunque estaba temporalmente fuera de juego su mirada me convenció de que esto no había acabado.
Es más el tipo se dio una prisa del demonio, porque a las cinco de la tarde me llamo Helena bastante alterada. Evidentemente no le contó nada, escudándose en el secreto profesional pero al igual que yo vio la determinación del poli en sus ojos y no le ha gustado nada.
5 de noviembre
Querido Diario, como me esperaba, las pesadillas han vuelto y ni siquiera los ansiolíticos han conseguido que durmiera más de dos horas. Para más inri echo de menos a Juan un montón y no tengo ni idea de cómo le voy a plantear lo de mi estado. A las cinco de la mañana, incapaz de estar más tiempo en la cama me he sentado en el salón a ver la televisión. Mientras miraba la caja tonta sin verla, jugueteaba con la prueba de embarazo y pensaba en si la vida que crecía en mi interior cabía en mis planes de futuro.
Viendo los pros y los contras estaba claro que no había demasiados factores a favor pero después de repasarlos a conciencia, el único que había en contra, el médico, Helena me lo había desmontado. Además cada hora que pasaba dentro de mí aquel pequeño alien, más apego sentía por él.
Afortunadamente para él, tomé la firme decisión de tenerlo justo antes de que empezase una especialmente virulenta sesión matinal de náuseas y vómitos.
Logré llegar al trabajo a duras penas y pasé la mayor parte de la mañana en mi oficina con la puerta y las persianas bajadas tirada en el sofá. Sólo Sandra se atrevió a acercarse y preguntarme como me encontraba. Yo le respondí que bien, que sólo eran unas ostras que me habían sentado mal y se fue no muy convencida.
A las dos de la tarde mejoré ligeramente y me puse a trabajar justo antes de que me llegase una citación para presentarme a un tribunal médico mañana por la mañana. Cuando he cerrado la puerta de casa tras de mí, apenas podía contener la sensación de vértigo.
6 de Noviembre
Querido Diario, la oficina del tribunal médico estaba en un bloque de oficinas perteneciente al Ministerio de Sanidad. Llegué puntual, consciente de lo picajosos que son los funcionarios cuando tienen que esperar. En esta ocasión dos médicos, el doctor Nerja psiquiatra y el doctor Avilés neurólogo, junto con el ubicuo inspector Ramos me estaban esperando en una consulta fría, enorme y decrépita, pero con todo el material básico para realizar una exploración. Incluso tenían un viejo aparato de resonancia magnética, seguramente desechado por algún hospital, pero tan válido como cualquiera de última generación.
Saludé educadamente al matasanos y al loquero mientras fulminaba a Ramos con una mirada y me sentaba en una silla frente a ellos.
Los doctores empezaron con las preguntas de rigor mientras Ramos tomaba de vez en cuando notas en su libreta. Tras unos minutos de interrogatorio, me invitaron a cambiar mi traje de Armani por un pijama tras un biombo que debía tener por lo menos cuarenta años. El frío traspasó inmediatamente como un puñal las aberturas de la espalda del pijama poniendo toda mi piel de gallina y mis pezones duros, haciendo que se marcasen en el tenue tejido. Cuando salí tras el biombo los médicos no parecieron percibirlo, acostumbrados a ver la misma escena todos los días, pero Ramos no pudo evitar fijarse en mis pechos;
-¿Puede quedarse el señor detective fuera mientras me exploran? –Pregunté yo con sorna –no quisiera que tuviera que ir al oftalmólogo porque se le han metido unos pezones en los ojos.
Ante la mirada divertida de los presentes, Ramos no tuvo otra opción que salir de la consulta y esperar fuera quitándome un peso de encima por lo menos temporalmente.
Los médicos me exploraron detenidamente y se detuvieron especialmente en las cicatrices de la cabeza y la muy tenue pero aun ligeramente visible cicatriz del cuello. A continuación me extrajeron sangre y me hicieron una resonancia de todo el cuerpo. Cuando acabaron, me invitaron a vestirme y me dejaron ir en compañía del detective.
La salida del edificio transcurrió en un incómodo silencio. Mientras caminábamos por los pasillos semivacíos y fríamente iluminados del edificio sólo se escuchaba el resonar de mis tacones contra el suelo.
-¿Le ha agradado el espectáculo? –le pregunté mientras estiraba la blusa y me colocaba la chaqueta del traje preparándome para salir al frio día otoñal que aguardaba en el exterior –porque hay bastantes bares de striptease en la ciudad como para que tenga que montar todo esto para ver una mujer semidesnuda.
-Estamos en crisis –respondió el poli sin parecer demasiado arrepentido. -¿Sabes lo que cuesta una cerveza en un sitio como ese?
-Eres poli, seguro que te hacen un descuento por hacer la vista gorda. –respondí sarcástica.
-Me encantaría continuar con esta conversación –dijo Ramos ya fuera del edificio – pero tengo otros tres casos pendientes de resolver. La llamaré dentro de un par de días cuando tenga los resultados y entonces si miente como parece, sí que va a sentirse desnuda.
-¡Ja! Así que además de visión de rayos x, ve el futuro, me he confundido, usted no es un poli, es un jodido superhéroe –sentencié mientras caminaba en dirección contraria para alejarme lo más posible de aquella sabandija.
8 de noviembre
Querido diario tal y como prometió ese cabrón de Ramos ha recibido el informe del tribunal médico y tal como prometió me ha dejado en bolas.
Cuando llegué hoy al trabajo ya tenía un mensaje suyo esperándome. Sandra me lo pasó con una mirada interrogadora que yo fingí no advertir.
-¡Qué grata sorpresa señorita Victoria! –respondió Ramos al segundo timbrazo. Su tono zalamero y el excelente humor en el que parecía encontrarse no presagiaba nada bueno.
-Buenos días detective, ¿en qué puedo ayudarle?
-¿Sería mucho pedirle que se pasase hoy por mi oficina? –Preguntó educadamente –ha llegado el informe médico y los resultados son muy interesantes. Naturalmente, aunque no está detenida, puede traer un abogado si lo desea.
-Si le parece bien me pasaré cuando termine mi jornada laboral, a eso de las siete de la tarde. –respondí con frialdad.
-Perfecto, la estaremos esperando.
La conversación terminó rápidamente después de que el detective me diese la dirección de sus oficinas. Cuando colgué, enseguida me arrepentí de no haber ido inmediatamente, me iba a pasar el resto del día en blanco.
Las oficinas de homicidios eran aún más decrepitas y desordenadas de lo que me imaginaba; La pintura de las paredes amarilleaba y se desconchaba, había tanta gente enchiquerada en pequeños cubículos vociferándose unos a otros y tantos envoltorios de comida rápida y latas de coca cola que más que una comisaría parecía un bar de carretera, lo único silencioso parecía ser el climatizador que parecía haber muerto sin que ninguno de aquellos polizontes sudorosos se hubiese molestado en investigar la causa.
Al llegar a recepción un sargento con cara de malas pulgas ya me estaba esperando para guiarme hasta una serie de puertas apartadas del bullicio general que dominaba el edificio. Pasamos de largo ante dos puertas rotuladas como sala de interrogatorios uno y dos y me guio hasta una en la que ponía capitán Martínez.
-Hola querida –exclamó el detective Ramos para recibirme –le he pedido prestado la oficina al jefe para estar más cómodos, siéntate por favor.
-Me han llegado los resultados de los análisis y he quedado tan estupefacto que he tenido que traer también a su doctora para que me explique todo este lio. No sabe lo que me ha costado conseguir una orden para registrar su despacho.
-¿La han detenido? –pregunte temiéndome lo peor.
-Sí, aunque aún no la he acusado de nada formalmente, no sé muy bien por qué empaquetarla, la tengo en una de las salas de interrogatorios. Estaba esperando tu declaración.
-¿Sabes que de no ser por la resonancia, esa tipa se hubiese salido con la suya? –comenzó el detective. –Todo parecía normal y los médicos estaban inclinados a creerte hasta que vieron que algo no encajaba del todo en tu cráneo.
-¿En mi cráneo?
-Sí en tu cráneo, resulta que el hueso era un milímetro más fino de lo que debería en algunas partes donde presentaba rastros de haber sido limado y el espacio libre entre la masa encefálica y el hueso era también un poco menor de lo normal. Además se puede percibir claramente en las imágenes un pequeño callo óseo en el cuello y lo que les pareció increíble a los médicos, pero irrefutable por las imágenes, tejido nervioso nuevo en la medula espinal. La conclusión a la que llegaron los médicos era tan extraordinaria que hicieron una nueva batería de pruebas en tu sangre para cerciorarse. Hay una cosa en la que no nos hemos puesto de acuerdo, -dijo Ramos levantándose desde el otro lado del escritorio –Ellos dicen que es un trasplante de cerebro, yo digo que es un trasplante de cuerpo, ¿Tú qué opinas?
-Lo único que yo digo es que no di en ningún momento di mi aprobación para la intervención. También digo que tengo una identidad legal y que estoy legalmente en este país y que como has podido comprobar el testigo que buscas en tu investigación está en cuerpo pero no está en alma. El cerebro que podía haberte contado la verdad está convertido en cenizas.
-Es verdad que estoy jodido, pero no del todo señor Lewis, ¿o prefiere que le llame Victoria?
-Soy Victoria –le dije con acritud –y aún estoy esperando saber para que estoy aquí si lo tienes todo tan claro.
-Vera aún tengo una esperanza, su doctora era muy minuciosa y mientras te esperaba he leído unas cuantas cosas bastante interesantes sobre ti y tus sueños.
-¡Ja! No me digas que me vas a presentar al juez como testigo del más allá, estoy por colaborar con tal de ver su cara.
-Es cierto que no eres un testigo que pueda presentar en un juzgado, pero si consigo una descripción de los sospechosos quizás pueda dar con esos capullos y empapelarlos con las pruebas de que dispongo, ya sabes huellas, restos de ADN y esas cosas tan complicadas. –Dijo el detective –me gustaría que repasases unas cuantas fotos y nos ayudases a identificar a los sospechosos. Si no lo haces por mí, al menos hazlo por la familia de Julia; permite que descansen por fin.
-¿Qué tal esta Helena? –pregunté yo cambiando de tema intentando ganar tiempo para recomponer mis ideas.
-Es una mujer poco común, no ha rechazado ninguna de las acusaciones, ha admitido estar orgullosa de lo que ha hecho y me ha llamado macaco retrógrado por interrumpir un trabajo que resultará fundamental en la historia de la medicina.
-Me lo esperaba, ten cuidado con ella, es de armas tomar. Es lo malo que tienen los científicos están tan obsesionados con el avance tecnológico que no se plantean las consecuencias de su trabajo. Estoy segura de que serán ellos y no los coreanos, los chinos o los islamistas los que acaben con la humanidad.
-No pareces muy afligida –comento Ramos
–No le debo nada, con este experimento ganó ella tanto como yo, si se ha metido en un berenjenal es su problema, yo como mucho le facilitaré ayuda legal, por supuesto a precio de amiga, no soy un ogro.
-¿Estarías dispuesta a testificar contra ella?
-Lo qué no estoy dispuesta es a mentir por ella, puedes estar seguro.
En ese momento entró en la oficina sin llamar una mujer cuarentona, rubia y entrada en kilos portando con ella un gigantesco álbum de fotos.
--¿Ahora me vas a enseñar las fotos de tu comunión? –Pregunté con sorna –Porque de la boda seguro que no son; con ese carácter no creo que haya en todo el país una mujer tan loca como para casarse contigo.
-Por favor mira las fotos -replicó Ramos sin hacer caso de la puya, –sabemos que Miric se la había jugado a un mafioso albanés poco antes de morir. Esos mafiosos lo arreglan todo empleando familiares, es casi imposible hacerlos hablar. Estamos casi seguros de que al menos uno de tus amigos puede estar entre todas estas fotos, si consigues identificar alguno les tenemos pillados, te garantizo que nunca se enteraran de quién fue el que lo hizo no tendrás ni que hacer una rueda de identificación.
-De lo que estoy segura es que no gastan en condones –repuse yo echando un vistazo al grueso tomo -¿Es que no hay ningún albanes honesto?
-Mientras miras los santos –continuó el detective ignorando mis quejas –yo voy a ver que más nos cuenta nuestra doctora favorita y la voy a acusar de hacer la operación sin tu consentimiento.
Ramos salió de la oficina y me dejó sola con el mamotreto. Pasaba las páginas y recorría las fotos sin demasiadas ganas, deseando con todas mis fuerzas no reconocer a nadie. Después de un cuarto de hora la cabeza me daba vueltas y cuando cerraba solo podía ver rostros cetrinos agresivos y patibularios. Levanté la cabeza del álbum y cerré los ojos un momento. Esta noche sí que iba a tener pesadillas.
Harta ya de todo el asunto pasé unas cuantas páginas del álbum dispuesta a mentir a Ramos y justo delante de mí apareció su cara. La luz no le favorecía y la inflamación de la mandíbula le desfiguraba un poco el rostro, pero esas cuencas hundidas, la perilla rala y sobre todo esa mirada gélida y rebosante de odio era inconfundible, ahí estaba haciéndome temblar de miedo el tipo que había matado a Julia.
Cuando volvió Ramos una sonrisa maligna rondaba en su cara, no hizo falta que me dijese nada para saber que Helena había confesado, cosa que conociéndola no me extrañaba nada, lo hacía por orgullo, estaba segura de que ella creía que no había hecho nada mal.
Cuando giré el álbum y le señalé sin vacilaciones la foto, la sonrisa se volvió tan amplia que creí que era un ataque de tétanos. De repente dejé de ser su centro de atención, se asomó por la puerta y se puso a dar órdenes a voz en cuello. Una tropa de polis que hasta ese momento sólo parecían concentrados en deglutir hamburguesas y donuts, se presentó en la oficina y empezó a movilizarse según iban recibiendo las órdenes del inspector. Al fin se quedó sólo y pareció recordar que aún me encontraba allí. Con una sonrisa que no le cabía en el rostro me despidió asegurándome que no tendría nada más que ver con ese caso y que en lo tocante a mi trasplante tampoco tendría problema. Salí de la comisaria casi convencida.
11 de Noviembre
Querido Diario parece ser que todo este lio ha tenido su parte positiva. Desde que identifiqué al gorila albanés no he vuelto a tener ni una sola pesadilla. Ya sé que es un poco pronto para sacar conclusiones pero desde el otro día me noto mucho más relajada y no necesito para dormir nada más que una buena novela.
Espero que ésta sea la única consecuencia de mi visita a la comisaría aunque me temo que este asunto tarde o temprano va a tener consecuencias.
Por cierto, han soltado a Helena y la han puesto en libertad con cargos sin necesidad de fianza. Me ha llamado y me ha preguntado que les conté y le dije que no hacía falta que yo dijese nada, ya que según el detective, ella había cavado su propia tumba. Me dijo que no se le permitía seguir siendo mi médico y me recomendó un par de ellos, un neurocirujano y otro cirujano especializado en trasplantes, además del de una ginecóloga que según ella era buenísima. También me dijo que no me guardaba ningún rencor y que me deseaba toda la suerte del mundo, lo cual me sonó bastante a despedida aunque en ese momento no le di importancia.
12 de Noviembre
Querido Diario, me está bien por fiarme de los putos policías. No han pasado tres días y ya estoy de mierda hasta el cuello.
Algunas mañanas, después del Krav maga y la ducha bajo a la cafetería de la esquina y tomo algo mientras leo el periódico, hoy casi hecho el café frappé por la nariz al ver los titulares. Y es que ni siquiera en eso tengo suerte, justo hoy había sequia de noticias, no había estadísticas que debatir, atentados que condenar, arbitrajes que censurar… hasta los sirios parecían estar durmiendo la resaca de muerte de la semana pasada. Así que yo era el único recurso para llenar la portada y allí estaba la foto que me había enseñado Ramos y que había visto en internet. El titular decía LADRÓNA DE CUERPOS TESTIGO DE ASESINATO. En el epígrafe explicaba cómo tras mi trasplante de cuerpo (ellos optaron por esta opción para apoyar el titular) había tenido una serie de sueños gracias a los cuales el detective Ramos había conseguido identificar a uno de los asesinos.
Justo por debajo hablaban de forma más detallada de la cadena de hechos que habían llevado al trasplante acompañado de una foto de mi ex, la cual había optado por no hacer declaraciones.
Completaba la portada un artículo sobre los detalles del asesinato con una truculenta foto del escenario del crimen y otro más sobre los antecedentes de mi operación acompañada de una foto de uno de los macacos a los que el Dr. Robert j. White trasplantó la cabeza en los años setenta*.
Casi instantáneamente cogí las gafas de sol y me las encasqueté en la cara mientras dejaba un billete de veinte euros y me iba. En cuanto entré en el coche y cerré la puerta llamé a Luis.
-Hola Luis.
-Hola Lewis –contestó Luis enfadado y divertido a la vez –no hace falta que me cuentes nada, ya lo sabe todo el bufete. Podías habérmelo dicho cabronazo ¿sabes cómo me siento ahora después de haber fantaseado durante meses con explorar todas tus aberturas corporales? Me temo que esto no se va a arreglar con un par de sesiones de psicoanálisis. Eso sí, pienso cargarle todos los gastos a la empresa.
-Bueno, ya te has divertido, ahora necesito que lleves el bufete por mí hasta que todo se calme. Voy a tomarme un permiso por maternidad alegando peligro para el feto por el estrés…
-¿Pero es qué encima estás embarazado? Joder, por lo visto como mujer tampoco pierdes el tiempo…
-No estoy embarazado, estoy embarazada. Y puedes llamarme Victoria o jefa, pero como vuelvas a llamarme Lewis veras como aún tengo cojones para meterte la punta de mi zapato hasta el fondo de tu ano. –Le interrumpí ya harta de bromitas –Ahora continua con tu trabajo y pásame a Sandra.
Como me imaginaba que si lo sabía Lewis, lo sabría todo el mundo, empecé con una disculpa:
-Lo siento de veras Sandra, es que no sabía cómo decírtelo.
-Calma cariño, te entiendo perfectamente, no me gusta que me lo ocultaras pero estoy casi segura de que si me lo hubieses contado te hubiese mandado a tomar por el culo. –Me respondió Sandra la buenaza -¿Necesitas algo de mí?
-Primero que escuches porque ya que estoy de confesiones creo que tengo que decirte que estoy embarazada…
-¡Oh! Pero eso es maravilloso. –Me interrumpió Sandra.
-Sí y también un récord mundial.
-¿Y el padre?
-A 6500 km a la derecha de aquí, sin tener ni idea de todo este follón. Llegará en un par de días. –dije yo – Ahora escucha, necesito que hagas un comunicado de prensa, lo que quiero que digas es que yo no di el permiso para la operación, que Helena aprovechó que aún no habíamos firmado los papeles del divorcio, que nos vamos a presentar como parte acusadora en el juicio por mala praxis, conducta inmoral etc. etc. etc. Insiste en que mi situación es legal que mis papeles están en regla y que soy otra mujer trabajadora más luchando por los derechos de las mujeres en este país y bla, bla, bla, adórnalo cómo sólo tú sabes y lo cuelgas en la página del bufete. Si se acerca algún periodista le dices que me he ido a una isla del pacífico para olvidarme de todo y por supuesto nada de lo del embarazo que ya tengo cruces suficientes que cargar.
Cuando me despedí prometiendo llamarle mañana con más calma, estaba aún rabiosa, así que en vez de llamar a Ramos inmediatamente decidí ir a casa e instalarme en el sofá.
Mala idea, en cuanto cerré la puerta mis fuerzas me abandonaron y me dejé caer ahogada en sollozos sin poder sepárame siquiera de la puerta. Estuve casi veinte minutos llorando y maldiciendo mi suerte hasta que por fin conseguí controlarme un poco y me levanté del suelo. Se me habían dormido las piernas de tanto tiempo como las había tenido dobladas bajo mi cuerpo y cuando me levanté tuve que agarrarme a la pared y quitarme los tacones para no caer. El dolor de las piernas a medida que iban recobrando la sensibilidad, un dolor agudo y real, me ayudó a recobrarme y a pensar con más claridad. Fue entonces cuando llamé a Ramos:
-Lo sien…
-¡No! ¡No se te ocurra decir que lo sientes! –Le grité sin dejar que dijese una sola palabra más – ¡Tampoco quiero saber si ha valido la pena o no! ¡No quiero excusas! ¡No quiero saber que eres estúpido! ¡Y saber cuánto lo sientes aún menos! ¡Cabrón! ¡Cerdo de mierda! ¡Escoria! ¡Todos los polis sois iguales, pandilla de catetos!
-Estoy desolado… –dijo el detective mientras aguantaba el chaparrón.
-¡Lo que quiero es que me digas quién me la ha jugado! ¡Te juro que el listillo que se ha ido de la lengua se va a enterar de que un nido de avispas carnívoras al lado de un bufete a las órdenes de una mujer cabreada no es nada!
-Nosotros no hemos sido, llevaba los dos casos por separado para que nadie de la oficina los relacionara y a cada hombre de mi equipo lo informaba sólo de lo que necesitaba saber. –dijo Ramos aprovechando que había callado para poder coger aire.
-¿Entonces? –pregunté yo.
-El chivatazo tiene que venir de la Audiencia. Fue allí donde pedí la orden de busca y captura internacional del sospechoso. El juez, y su secretario sobre todo, insistieron en conocer todos los detalles y no pude negarme.
-¿No me digas que fuiste a la sala seis? –pregunté aunque estaba convencida de la respuesta.
-¿Cómo lo sabes? –Preguntó el poli a su vez –Son los que se encargan de los delitos económicos y el crimen organizado.
No podía ser de otra forma, pensé yo mientras le colgaba el teléfono en medio de la conversación, esos hijos de puta me la habían devuelto pero se iban a enterar. Antes de meterme en la cama, vestida, a llorar, juré por todos mis muertos que esos tipos no iban a volver a conocer un día de paz en el resto de sus vidas.
*El doctor Robert J White fue el primero en conseguir hacer un trasplante de cerebro con éxito en el año 1970. Trasplantó la cabeza de un mono en el hombro de otro. La cabeza trasplantada se mantuvo viva un par de días con todas sus funciones y por lo visto parecía bastante cabreada.