La cabeza del mono (6)
Victotia cumple un año con un terrible secreto sobre sus espaldas.
AÑO 2 D.L.
3 de Junio
Querido diario, ya ha pasado un año y he decidido “cerebrarlo” yendo a la catedral.
Me senté al lado de los confesionarios y esperé rezando con devoción.
No pasó mucho tiempo cuando apareció un cura, era bastante joven para lo que tenía acostumbrado a ver y su delgadez y las gafas redondas que portaba le daban un aspecto ligeramente azorado. Vestía una de esas feas y anticuadas sotanas negras llenas de botones. Yo creo que las llevan porque cuando has conseguido quitártelas ya se te han pasado las ganas de pelártela.
-¿Quieres confesarte hija mía?
-Si padre –contesté aunque me parece un poco ridículo llamarle eso a alguien que aún se revienta los granos delante de un espejo.
Le dejé entrar en el confesionario antes de levantarme del banco. Había elegido el confesionario especialmente para la ocasión y aunque llevaba un vestido de seda largo y negro con un pequeño escote lo llevaba tan ceñido que se me notaban hasta los lunares. Así que cuando el pobre abrió el ventanuco del confesionario pudo distinguir como la luz del sol de la mañana atravesaba el rosetón y la nave central y me envolvía resaltando mi figura y arrancando demoníacos reflejos a la seda negra. Me demoré unos segundos antes de arrodillarme para darle tiempo al tipo a reponerse y comencé lo más compungida que pude:
-Ave María purísima
-Sin pecado concebida
-Perdóneme padre porque he pecado.
-¿Cuánto tiempo hace que no te confiesas hija mía? –pregunto el padre con voz aún no muy firme.
-Siete días padre. Ayúdeme estoy desesperada –dije conteniendo la risa.
-Para eso estoy, para ayudarte a reconocer tus faltas, para ayudarte a arrepentirte de ellas y para absor... absolverte de tus pecados hija mía. Adelante, cuéntame tus pecados, no temas.
En ese momento, tras barajar varias alternativas decidí ir directamente al grano:
-Vera padre, el caso es que anoche estuve con mi amigo Antonio. Él estaba en su casa, cuidando de su sobrino de ocho años y como lo mandan a la cama pronto a partir de las diez, Antonio se quedó solo y fui a hacerle un poco de compañía.
-Continúa hija mía. –me animó el cura al notar cierta vacilación por mi parte.
-Bueno, el caso es que estábamos jugando al parchís, ya sabe, todo muy inocente –en ese momento creí notar a través de la celosía, un ligero tic nervioso en el ojo –La cosa iba bien pero en un momento dado, me comió dos piezas seguidas y me sentó muy mal.
-¡Ay hija mía! No me digas más.-dijo el cura algo aliviado- No debes dejarte llevar por la ira, seguro que Antonio es un buen chico y no te guarda rencor…
-No, es que ahí no termina la cosa padre –le interrumpí divertida- ¡Ay señor! Como explicarlo; bueno ahí va. Como usted dice me inundó la ira, tiré el parchís al suelo y como una fiera me abalancé sobre él, me puse ahorcajadas y antes de que pudiera hacer nada el me agarró las muñecas; entonces sentí tres cosas a la vez,: Los ojos de un hombre sumergiéndose profundamente en mi mirada, –esto me quedo bonito –los fuertes brazos que me sujetaban con firmeza pero a la vez con una delicadeza extrema y lo peor –agárrate tirillas –note como debajo de mí algo crecía en él y presionaba contra mis braguitas. Enseguida Antonio se puso rojo y balbuceó una disculpa pero yo no le dejé padre.
-¿Ah sí? Y ¿Qué hiciste?-preguntó con aspecto de temerse lo peor.
- Apoyé los pies firmemente en el suelo para que no pudiera apartarme fácilmente y sin dejar de mirarle fijamente le di un largo beso en la boca…
-¿hubo…ejem… intercambio de fluidos?
-¿Intercambio…? Ah, se refiere a que… Sí, bueno, al principio no, sólo entraron en contacto nuestros labios, pero entonces el uso los brazos para ceñir mi talle y la vez que me apretaba contra él, introducía su lengua en mi boca y la recorría inundándola con un sabor fresco, dulce y varonil. -respondí yo a la vez que pasaba inconscientemente la lengua por mis labios, pintados de rojo oscuro para la ocasión.
-Hija mía, no hace falta que me des más detalles… -intentó interrumpirme sin éxito.
-El beso fue tan largo e intenso que nos separamos sorprendidos entre jadeos. –dije aparentando no haberle oído mientras observaba como una gruesa gota de sudor recorría lentamente su sien –Así que allí estábamos en una situación que en cualquier otro momento sería de lo más embarazosa, el sentado en la silla de la cocina y yo sentada a horcajadas encima de su tremenda erección. Y lo que hasta ese momento era un desliz –dije intentando parecer lo más arrepentida posible –se convirtió en un desastre. Un calor, el calor del infierno subió desde mi bajo vientre Padre y se expandió por mi cuerpo como una corriente eléctrica que erizó el vello de mi cuerpo, mis pezones y llenó de zumbidos mis oídos. Cuando me di cuenta, estaba balanceando lentamente mi cuerpo sobre el suyo. Oleadas de placer me envolvían cada vez que mis pequeñas bragas se deslizaban a lo largo de su pene duro y erecto. Notaba como la humedad proveniente de mi interior empapaba mis bragas y como mi clítoris ahora aumentado de tamaño e hipersensible tropezaba con cada arruga de su pijama de una forma exquisitamente dolorosa. -A estas alturas de la narración yo ya me había dejado llevar y apenas oía unos débiles murmullos provenientes del confesionario. Ahora creo que el pobre diablo estaba intentando rezar para no escucharme, fracasando rotundamente por supuesto. –Esta vez fui yo la que introdujo la lengua en su boca, recorrí sus dientes, su paladar, saboreé su saliva a la vez que aumentaba el ritmo de mis caderas. El interior de mis muslos estaba caliente y pegajoso por la mezcla del sudor y los jugos de mi sexo.
-De golpe me sentí elevada en brazos de mi amor, el cual con mis piernas fuertemente enrolladas en torno a su cintura me llevó al salón y me depositó en un amplio e increíblemente cómodo sofá de lectura. Mi falda estaba levantada mostrando a Antonio mi sexo tumefacto y pulsátil a través del húmedo encaje de lo que ahora me parecieron unas exiguas braguitas azules.
-Un poco avergonzada intenté cerrar los muslos, pero Antonio, antes de que bajara la falda, separó con delicadeza mis piernas de nuevo y rozando con sus labios mis arreboladas mejillas se bajó los pantalones del pijama. Los ceñidos boxers no dejaban nada a la imaginación y la punta del glande había superado su dominio asomando su tímida cabecita por el extremo superior.
A las manos le seguían los labios y la lengua de Antonio en una especie de húmedo vals a lo largo de la cara interior de mis muslos. Yo, cada vez más excitada, movía mis caderas espasmódicamente intentando atraerle a mi sexo hirviente. Cerré los ojos intentando anticipar la sensación de su aliento atravesando el encaje de mis bragas pero lo que sentí fue un bestial sobresalto cuando envolvió violentamente mi sexo con su boca. Me doblé de placer en torno a su cabeza soltando un ronco suspiro. Con mis manos empujé su cabeza intentando percibir aún más intensamente su lengua acariciándome todas mis protuberancias y recovecos. Desesperada por sentirle directamente fui yo la que a tirones me arranque las bonitas braguitas azules dejando expuesto a su vista todo el esplendor de mi sexo. Con la precisión y delicadeza de un neurocirujano exploró mi vulva con los dedos y la lengua separando entre mis gemidos de placer los labios para acceder a mi clítoris, chuperretearlo, mordisquearlo, lamerlo…Cuando me di cuenta sólo tocaba el sofá con la cabeza y con una de mis manos, con la otra apretaba la cabeza de Antonio contra muy cuerpo arqueado por el placer mientras el penetraba en mi vagina con la lengua tanto como mi himen se lo permitía. En ese momento llegó el orgasmo. Como una descarga que salió de lo más profundo de mi vientre, recorrió mi columna y acabó produciendo una descarga de placer en todo mi cuerpo, a la vez que las paredes de mi vagina se contraían espasmódicamente envolviéndome en nuevas oleadas de placer, expulsando fluidos que resbalaban por el interior de mis muslos hasta que Antonio los recogía golosamente con su lengua.
Aún con los últimos estremecimientos producidos por el orgasmo, me levante y guie a mi amante hacia el sofá. Acercándome a él pero sin tocarle y apartándole las manos con sonoros golpes me quité toda la ropa. Sentí su mirada tierna y pervertida fijarse en mis pechos turgentes y mis pezones erectos. Le sentí recorrer con la mirada la curva de mis caderas, mi culo, mis piernas, la mata de pelo de mi pubis… solo por su mirada volví a sentirme otra vez excitada. Ahora sin rubor alguno introduje una mano entre mis piernas y la otra en mi boca masturbándome ante él. Buscando de nuevo mi placer, y también el suyo, me arrodillé ante él y le saqué los calzoncillos. Al principio vacilé un poco ante la vista de algo que me resultó excitante e imponente a la vez. Cogí su pene con delicadeza, tanteando, recorriendo su longitud, calibrando su grosor, observándolo con detenimiento, comprobando su dureza y su movilidad. Estaba caliente y tumefacto como el sexo que acariciaba con mi otra mano.
Me acerqué un poco más. Con mis labios rocé ligeramente la punta del glande produciendo un gemido de placer, pero no me pare ahí, sino que deposite mis besos en su vientre duro y plano mientras mis pechos se bamboleaban golpeando con suavidad el pene. Le mordí los pezones sin piedad y le arañé el torso justo cuando yo volvía a experimentar un nuevo orgasmo, no tan intenso pero más prolongado. Con mis dos manos al fin libres cogí el pene por su base y lo introduje entre mis pechos. La suavidad de mis pechos acariciando su pene nos puso frenéticos a ambos y sin pensármelo dos veces padre –dije soltando un gemido de angustia- introduje su pene en mi boca… Estaba duro y caliente, no tenía un sabor especialmente agradable pero tenía un tacto exquisito. Antonio puso todo su cuerpo en tensión y me acarició el pelo con ternura a la vez que me susurraba palabras de amor. Empecé a chuparle el pene primero con torpeza y curiosidad pero soy una chica lista y pronto averigüe lo que le gustaba gracias a sus gemidos. Recorría el glande con la lengua mientras acariciaba sus testículos con delicadeza, metía su verga tan profundo como podía, casi hasta atragantarme y dejaba que el empujara todo tiempo posible para luego estrujar con mis manos la base del pene mientras chupaba con todas mis fuerzas su glande. Finalmente me apartó la boca con brusquedad y derramo su semilla sobre mis pechos…
Tuve que sacudir un poco la cabeza para despejarme, pero el pobre cura probablemente hubiese metido la cabeza, y algo más en un barreño de agua helada.
-Padre, padre, ¿me escucha?
-Ejem sí, sí, sigo aquí hija mía -dijo después de unos segundos de desconcierto.
-Estoy muy arrepentida padre. Yo trato de ser una buena cristiana, padre.
-Si bueno, Dios está para perdonar y para ayudarte por medio de la penitencia que te voy a imponer para que no vuelvas a pecar, deberás rezar…
-Ese es el problema padre –dije evitando que mi victima escapara tan fácilmente –Que amo locamente a Antonio estoy desesperada, cuando esté con él sé que no podré contenerme y cuando no estoy con él todo me recuerda a él, incluso aquí solo con ver el torso desnudo de la talla de Jesucristo siento oleadas de placer anticipado.
El pobre cura no pudo evitar emitir un gemido de espanto mientras yo camuflaba mi carcajada en un torturado sollozo.
Cuando aún no se había restablecido totalmente el hombre, me abalancé con fingida desesperación agarrándome a la celosía y acercándome todo lo posible para que actuase el arma definitiva. El aroma “Perturbación” de Givenchy denso dulzón y potente como la nitroglicerina, le golpea haciéndole recular contra la puerta del confesionario cuyo venerable y apolillado cerrojo cruje y cede. ¡Que lastima de cámara! Era como si el confesionario se hubiese tragado al cura de la triste figura, lo hubiese masticado y lo hubiese escupido porque sabía demasiado a incienso.
A todo esto, hay que reconocer que el hombre tenía redaños, se recompuso lo mejor que pudo, me recetó doscientos avemarías, treinta rosarios y cero padrenuestros para que no tuviese pensamientos impuros pensando en el creador, me recomendó encarecidamente que las únicas veces que nos viésemos a solas fuese patinando sobre el hielo y que nos casásemos lo antes posible y me dio la absolución, todo ello sin dejar de sujetar la puerta del confesionario que se caía a pedazos.
En cuanto desapareció de mi vista me largué, en parte porque no podía contener más las carcajadas y en parte porque temía que apareciese un ejército de curas para practicarme un exorcismo.
17 de junio
Querido diario, tengo que hacer algo urgentemente. La consulta en Marzo con Helena resultó y no volví a tener aquellos extraños sueños, vete a saber por qué. Sin embargo esta noche han vuelto y se han traído toda la artillería. Ha pasado medía hora y aun tiemblo y me corre un sudor frío por la espalda. Definitivamente creo que se me ha soltado un cable.
Lo primero que recuerdo es que estoy subiendo en el ascensor con mi amiga Mary. Mary es pequeñita y pelirroja, con un rostro risueño, pecas alrededor de la nariz y una lengua que no para un segundo quieta dentro de su boca, quizás por eso es tan buena haciendo mamadas. Nuestro jefe nos ha enviado a su mejor cliente. Miric, o el viejo cabrón esloveno como le llama él. El tipo está caprichoso y no está muy seguro de lo que quiere, así que nos ha mandado a las dos para que elija y la otra irá a hacer otro servicio a un tipo menos escrupuloso.
Mary lleva el pelo suelto, un minúsculo vestido de seda verde y unas botas hasta las rodillas. Yo me he recogido el pelo en un moño bien apretado y llevo un vestido negro algo más largo y unas sandalias de tacón de aguja.
Miric nos espera, ha dejado la puerta abierta y está sentado en medio del enorme salón del loft degustando un cohíba. Con la primera mirada sé que esta vez he perdido, lástima, sus propinas son legendarias. A pesar de todo damos un par de giros sobre nosotras mismas y charlamos un rato para que el viejo pueda ver bien la mercancía. Finalmente se decide y yo le pido usar el baño antes de marchar. El esloveno me indica amablemente una puerta que hay a la derecha mientras le da un tiento a la ganadora.
Entro en el baño y como no encuentro la llave de la luz dejo la puerta entreabierta; total, para hacer pipí… La poca luz me basta para ver que el baño es una pasada, mármol de Carrara grifería dorada… Todo carísimo aunque un poco hortera. Me estoy subiendo las bragas cuando al fin encuentro la llave de la luz. Justo cuando voy a presionar el interruptor, la puerta se vuelve a abrir. No sé si es el instinto o la curiosidad lo que me hace apartar la mano y espiar lo que pasa por la rendija de la puerta.
Son dos tipos. Llevan el pelo largo, gafas oscuras y gabanes gruesos. Mary jugueteaba con la bragueta de Miric, el cual sin cambiar el gesto está charlando con esos tipos en su idioma. Repentinamente el viejo da un empujón a Mary y con sorprendente rapidez alarga el brazo hacia unos cojines que hay a su izquierda. Mary cae sobre los hombres desequilibrándoles y evitando que los primeros dos disparos den en el blanco, pero el tercero alcanza a Miric en el hombro antes de que pueda apuntar con el revólver que ha sacado de entre los cojines haciéndole caer al suelo con una voltereta. Mary, con un gemido, se levanta y trata de dirigirse al baño pero un cuarto disparo entre los omóplatos la derriba. Sin dedicarle una mirada a mi amiga, los dos asesinos se acercan al viejo que se ha sentado en el suelo apoyado contra el sofá. Quitándose las gafas, le miran a los ojos y le hacen dos veces la misma ininteligible pregunta a la que el viejo se limita a responder encogiendo el hombro sano. Otros dos tiros en la frente y en el corazón acaban con su vida.
Mientras tanto Mary intenta arrastrase hacía el baño dejando un rastro de sangre en el parquet. Cada paso que da mi amiga es un paso que doy yo hacía el fondo del baño con la mano entre los dientes para no gritar.
Lo último que hace Mary es mirarme y alargar el brazo suplicante hacía mí antes de recibir otro disparo en la cabeza.
Cuando la puerta se cierra rompo a llorar y sin dejar de hacerlo y con las piernas temblorosas, me arreglo el maquillaje y me acerco a Mary. La segunda bala le ha dado en la nuca pero no le toca la cara. Cierro sus bonitos ojos verdes y le coloco la melena de forma que tape las dos horribles heridas y me voy.
Me he despertado con un grito y con el aroma a puro y a cordita en mi nariz. En cuanto pasaron las náuseas, volvieron las imágenes de los dos pistoleros que no me han abandonado en toda la mañana.
Voy a tener que probar las pastillas que me dio Helena. Espero no soñar nada.
21 de Junio
Querido diario las drogas son nuestras amigas, aunque no demasiado buenas. Las primeras tres noches fueron pacíficas y sin sueños pero la de hoy ha sido horrible. Las mismas imágenes se han vuelto a repetir, más nítidas, más sangrientas, con nuevos detalles escabrosos que me impiden cerrar los ojos. A la vez el efecto de los hipnóticos me impidió abrirlos hasta pasado el mediodía, así que me he pasado toda la mañana con los ojos entrecerrados como si estuviese permanentemente deslumbrada por el sol. Cuando finalmente conseguí desembarazarme de esta desagradable sensación, llamé a Helena y le pedí, mejor dicho le exigí, una cita para esta misma tarde.
Helena me esperaba en su despacho con su eterna bata desabotonada cumplimentando impresos e informes.
-Si te creías que sólo los abogados os ahogáis en papeleo deberías ver la de formularios que tengo que rellenar para conseguir un par de hojas de bisturí. –Dijo Helena sin apartar la mirada de sus papeles.
-Eso lo dices porque nunca has visto las alegaciones de un político en un caso de corrupción. –Repliqué yo –pero en fin, no estoy aquí para intentar salvar los bosques amazónicos, las pastillas no funcionan, creo que me voy a volver majara.
-Tranquila, creí que no iba a ser necesario, pero debí darme cuenta que no ibas a poder gestionar todo lo que se te viene encima tu sola. No es nada que no tenga remedio pero vamos a tener que recurrir a ayuda externa. Tengo un amigo en la cátedra de ciencias del comportamiento de la UAM que nos ayudara sin hacer demasiadas preguntas, o eso espero. Me parece que llegaste a conocerlo en aquella fiesta en la embajada de Marruecos.
-Memorable fiesta por cierto –repliqué sin poder evitarlo rememorando aquella noche en los baños de la embajada con la francesa bajita y morena del escueto vestido rojo -¿No será aquel enano con gafitas redondas que parpadeaba de aquella forma tan rara?
-El mismo, Enrique es un psiquiatra eminente.
-Pues a mí me pareció que el que necesitaba terapia era él.
-Contactaré con él y pediré una cita para la semana que viene –dijo Helena sin hacer ningún caso de mis quejas. Mientras tanto puedes probar a investigar lo que pasó. Quizás eso te ayude.
-¡Restaurar el equilibrio del universo! ¡Cómo no se me había ocurrido! –Exclamé mientras me levantaba y me dirigía a la salida –Gracias Obi Wan, no te olvides de enviarme los datos de la cita. Que la fuerza te acompañe.
28 de Junio
Querido Diario, hoy he ido finalmente a la consulta de Enrique. Parece ser que Helena tenía razón y en la consulta se transforma en un terapeuta muy profesional y seguro de sí mismo. La verdad es que no me imaginaba lo mucho que necesitaba hablar con alguien que no fueras tú o Helena de todo esto. Por cómo reaccionó cuando le conté mi historia me di cuenta inmediatamente que Helena no le había contado casi nada y que se había apoyado en la obligación del secreto profesional al que se debía en cuanto me aceptó como paciente.
Enrique naturalmente no dijo nada pero estoy totalmente convencida de que Helena le había timado y de que se había apoyado en la total honestidad de Enrique como terapeuta.
Claro que como todos los médicos que me rodean el disgusto dio rápidamente paso al interés y cuando le conté lo de mis sueños recurrentes apenas podía contener el entusiasmo. Al contrario de lo que suele suceder en una sesión normal, me hizo un montón de preguntas. Sin apenas darme tiempo a contestar encadenaba una pregunta con otra hasta que finalmente se dio cuenta de mi agobio y se contuvo.
A partir de ese momento se serenó un poco y después de disculparse me explicó otra vez el rollo de la memoria celular, casi de la misma forma que Helena pero con más parsimonia, permitiéndome digerir los procesos y las consecuencias de mis problemas.
Cuando volví a tomar la palabra le conté el resto de mis experiencias notando como parte del peso que llevaba sobre los hombros desaparecía. Es curiosa la necesidad que tenemos los seres humanos de contarnos secretos y desgracias, es como si al compartirlos, compartiésemos también parte de la responsabilidad y nos permitiese portar con más facilidad la carga que suponen.
Al igual que Helena, Enrique también me sugirió que investigase un poco a mi anterior yo, Según él, la mejor arma contra lo que me está pasando es el conocimiento. Yo no estoy totalmente de acuerdo, no quiero saber lo que me harían esos tipos si supiesen que puedo identificarlos.
El final de la sesión llegó abruptamente para los dos. Para variar el Doctor parecía tan sinceramente contrariado por la discreta alarma como el paciente.
Con una desgana evidente se levantó de su asiento, me dio un DVD con técnicas de relajación que debía realizar antes de dormir y dándome la mano me condujo hacia la salida prometiéndome que me haría un hueco la semana que viene.
Cuando he salido al aire libre he respirado profundamente y me he sentido más relajada. Estoy casi segura de que hoy dormiré sin ningún problema.
Aunque no lo admitiría nunca delante de Helena creo que realmente necesitaba esto desde hace tiempo.
30 de Junio
Querido Diario, esta mañana me he levantado con un ligero dolor de cabeza. En un principio no le di ninguna importancia y salí a correr y fui al gimnasio a hacer un poco de krav maga antes de trabajar. Terminé más sofocada que de costumbre pero no me empecé a alarmar hasta que al mediodía los estornudos y los mocos se hicieron fuertes en mis vías respiratorias altas.
Me disculpé con Luís y dejando todo en sus manos me fui a casa bastante preocupada. En condiciones normales un resfriado o una gripe sólo supone unos días de cama, pero para mí y para mis defensas, cualquier virus es un potencial peligro de muerte.
Al llegar a casa me tomé la temperatura y pude comprobar con consternación que tenía unas décimas de fiebre. Inmediatamente llame a Helena, que comportándose con su habitual sangre fría y eficiencia, me ordenó que me metiera en la cama bien tapada.
En cuarenta minutos estaba timbrando en la puerta de mi casa.
-Una casa muy bonita, si señora, -dijo Helena mientras entraba y posaba el maletín encima de la mesa del salón. -¿cuánto te ha costado?
-Mucho menos de lo que vale créeme. ¿Podemos ir al grano? Me encuentro bastante mal.
-Tranquila, vamos a la cocina, necesito más luz. Quítate la bata y siéntate en la mesa, tengo que examinarte.
Las manos de Helena se dedicaron a examinar detenidamente mi cuerpo durante los siguientes diez minutos, mi boca, mis ganglios mis pulmones y mi corazón fueron escudriñados arrancándome respingos cuando su fonendo o sus dedos helados se ponían en contacto con mi piel.
-Parece que tienes los primeros síntomas de la gripe –dijo Helena. ¿Te has mirado la temperatura?
-Sí, tenía treinta y siete con ocho antes de tomar un par de aspirinas.
-Bien, con las pastillas ha bajado a treinta y seis con nueve. La suerte que tenemos es que llevas casi tres semanas con los fármacos antirrechazo al mínimo así que de momento no es necesario ingresarte. Te he traído unos antigripales normales para que tomes cada ocho horas. Ya sabes para aliviar los síntomas. Y esto –dijo alargándome un aparatoso inhalador –es un medicamento nuevo para atacar al virus.
-¡Ah! El zanamivir, lo acabo de ver en internet. –repliqué yo adelantándome.
-Jodido internet, ya me está empezando a hinchar las narices. El otro día una vieja me intentó explicar una técnica nueva para abordar un tumor que tenía en el sistema límbico y de nada sirvió decirle que había quedado desfasada hacía cinco años. Estuve a punto de dejarla morir en medio de atroces dolores. –dijo Helena levantando la voz– En fin, empieza con una inhalación cada ocho horas el primer día y los cuatro siguientes cada doce horas. Guarda cama y bebe muchos líquidos. Mañana volveré por aquí y te traeré lo que necesites. Mándame una lista por correo electrónico. ¡Ah! Y tápate de una puñetera vez que ya me he dado cuenta de sobra que estas buenísima.
-Muchas gracias Helena te agradezco todo lo que estás haciendo por mí –dije acompañándola a la puerta.
-Por cierto ¿Qué tal con el comecocos? –Pregunto helena intentando ocultar su profundo interés por el tema.
-¡Oh! Supongo que como esperaba. –Dije yo fingiendo desapego por el tema –No debiste contarle mucho sobre el caso porque se mostró un poco… consternado –dije fingiendo elegir cuidadosamente la palabra –pero creo que por el bien de mi chola no se va a ir de la lengua si es lo que temes.
Antes de que pudiese hacer el millón de preguntas que se moría por formular le di de nuevo las gracias y le cerré la puerta en las narices.
En cinco minutos estaba de nuevo en cama rodeada de pañuelos de papel y medicamentos.
1 de Julio
Querido Diario, mucha medicina, mucha tecnología pero sigo hecha una mierda. Hoy apenas he tenido fuerzas para arrastrarme a la cocina para desayunar, llamar por teléfono y avisar de que faltaría al trabajo el resto de la semana.
Helena me ha hecho una visita fugaz para ver cómo estaba y traerme abastecimientos y se ha ido después de cinco minutos y dos ajás. Estoy cansada, aburrida, dolorida, mareada, pálida…
2 de Julio
Querido Diario sigo cansada, aburrida, dolorida, mareada, pálida, pero sobre todo aburrida.
3 de Julio
Querido diario, hoy no me he aburrido. Me olvidé de tomar una de las dosis de antigripal y por la noche la fiebre subió como la espuma y con ello los delirios. Todas las pesadillas que he sufrido hasta ahora se fusionaban en una mezcolanza de monstruos asesinos y violadores proporcionándome la noche más entretenida en muchos años. Desperté tan bruscamente que caí de la cama. A duras penas, sudada y temblorosa, me levanté de la cama buscando las pastillas. Al cabo de un buen rato conseguí serenarme pero no me atreví a volver a la cama. Desayuné, me duché, me puse ropa limpia y sin saber muy bien porque cogí el teléfono y llame a Sandra.
-Hola cariño, ¡Que sorpresa! ¿Cómo te encuentras? Aquí en la oficina todos te echamos de menos.
-Yo también me alegro de oírte, pero no hace falta que exageres. ¿Cómo va todo por ahí?
-Como siempre, una locura, deberías plantearte contratar algún refuerzo, sobre todo en la sección comercial y de inmigración. El chino le da tanto trabajo a Cristóbal que raramente sale de la oficina antes de las nueve de la noche.
-Hablaré con él para ver que necesita. –Dije yo -Y tú, ¿Qué tal?
-Yo bien, aquí atendiendo el teléfono, concertando citas, preparando cafés… ya sabes, lo de siempre.
-Ya, ya, pero no me refiero a eso. ¿Qué tal con tu Romeo?
-¡Ah! Muy bien, estamos pensando en hacer un viaje. Aunque me tiene un poco confundida, a veces esta eufórico pensando en ello y otras veces se calla y se cierra como una ostra.
-Creo que el tipo está empezando a darse cuenta de que le has echado el lazo. –dije con una carcajada que rápidamente degeneró en una tos bronca y profunda que no parecía terminar.
-¡Vaya! Por lo que veo, tú no has mejorado demasiado. ¿Necesitas algo? Pregunto Sandra cambiando hábilmente de tema.
-Un enterrador, pero no te apures que no corre prisa, aún me espera una larga agonía. –respondí volviendo a toser.
-¿Puedes no ser tan macabra? Me estás produciendo escalofríos.
-¡Qué bien! Así ya somos dos.
-A propósito, ya que llamas aprovecho para decirte que hay cena la semana que viene con las amigas.
-Espero estar bien para entonces.
-No te preocupes, si es necesario la retrasaremos. Ahora preocúpate de ponerte bien. –Dijo Sandra –Ahora tengo que dejarte, se me están acumulando las llamadas.
-De acuerdo Sandra que tengas un buen día.
-Chao cariño.
A media tarde la medicación, ayudada por la ingestión de abundantes líquidos, volvió a hacer efecto y me encontré con fuerzas para hablar con Cristóbal. Me dijo que probablemente era una situación puntual y que no necesitaba ayuda. De todas formas le envié a Karina para que le ayudase con el papeleo diciéndole que no se cortase y le diese caña, que era una chica más espabilada de lo que parecía.
Después con la satisfacción de volver a tener control sobre mis acciones y pensamientos me he metido de nuevo en la cama dispuesta a pasar una noche sin sobresaltos.
4 de Julio
Querido Diario, hoy me encuentro algo mejor y como me aburría me he puesto a investigar en internet.
La verdad es que me esperaba que fuese un poco más difícil pero gracias a ti pude recordar el apellido del tipo asesinado. Y al buscar en google salieron varias noticias. La del asesinato databa de principios de Febrero de hace dos años. Miric resultó ser jefe de la mafia Eslovena (si querido Diario, cada nación de Europa del Este tiene su mafia en este país). Básicamente se dedicaba a robar coches rápidos y discretos, que preparaba con sistemas de rastreo y luego vendía a traficantes y ladrones para luego seguirles y robarles el botín. Al parecer robó a quién no debía y le dieron matarile.
La noticia no decía mucho más salvo que había otro cadáver, una mujer, al parecer una prostituta. Al lado de la foto de la víctima aparecía la de un tipo de rostro cetrino y anguloso que resultó ser el encargado de la investigación, un tal detective Ramos que aseguraba al intrépido reportero que la policía estaba examinando las pistas y buscando testigos, vamos que estaban haciendo todo lo humanamente posible para esclarecer los hechos aunque sin mucho éxito.
A la chica le dedican unas pocas líneas. Según la web, su verdadero nombre era Julia Fernández originaría de un pueblo de Guadalajara y que trabajaba para una empresa de acompañantes en Marbella.
Un video de una semana después mostraba una docena de periodistas acosando a un evidentemente cabreado detective Ramos que finalmente se veía obligado a admitir que no había ninguna pista.
La noticia se enfría y ante la ausencia de novedades los artículos son más escuetos hasta que dos semanas después el detective concede una entrevista en la que admite que están atascados con la investigación y pide ayuda para identificar a una posible testigo que subió con la mujer asesinada de la cual tiene un fotograma de una cámara de seguridad de la entrada del edificio. Está claro que la de la foto soy yo aunque mi pelo está teñido de rubio y recogido en un apretado moño y voy más pintada que una puerta.
Seguí buscando media hora noticias más recientes, pero estaba claro que no habían detenido a nadie y que el caso debía estar archivado hace tiempo.
Me aparté del ordenador pensativa. Estaba claro que la pobre Mary nunca obtendría justicia. Afortunadamente para mí, había pasado tanto tiempo y mi aspecto había cambiado tanto que no creía que nadie me fuese a reconocer. De todas maneras, no creí que saber todo esto fuese a acabar con mis pesadillas y desde luego no pensaba jugarme el pellejo para proporcionar justicia a alguien que, obviamente ya no lo necesitaba, así que tendré que seguir con las pastillas y confiar que todo esto vaya atenuándose con el tiempo.
5 de Julio
Querido Diario, joder, no hay derecho. Ahora que estaba un poco mejor me ha llegado la regla y la enfermedad no ha disminuido la magnitud de la hemorragia ni la intensidad de los pinchazos. Así que me he quedado hecha un ovillo toda la mañana y parte de la tarde sin moverme de la cama.
7 de Julio
Querido Diario, al fin veo la luz. Lo peor de la regla ha pasado y los dolores y el malestar general están remitiendo. Aunque débil aún, me he levantado y paseo por la casa haciendo una vida casi normal. Helena vino por la tarde y se mostró muy satisfecha por haber conseguido evitar una infección pulmonar que hubiese obligado a ingresarme y a dar explicaciones. Aun así me aconsejó que me lo tomase con tranquilidad y que siguiese de baja un par de días más.
Yo asentí y le agradecí, sinceramente, por primera vez en mucho tiempo, sus desvelos mientras le acompañaba a la puerta.
Supongo que podré aguantar dos días más de aburrimiento y telenovelas.
Por cierto que antes de despedirse Helena me entregó una invitación para una fiesta en la embajada chilena. Conocí al embajador siendo Lewis y creo que tiene curiosidad por conocer el resultado de la operación. No sé si ir, podría ser divertido pero por otra parte me siento como Batman ante un tipo que conoce mi identidad secreta. Ahora entiendo lo que siente, es como estar desnuda… En fin, tengo un mes para pensarlo.