La cabeza del mono (5)

¿Y si los sueños de Victoria son algo más?

24 de Marzo

Querido Diario, hoy he vuelto a consultar con Helena y ha servido de mucho. Por lo menos a ella. Pero será mejor empezar por el principio.

Me levanté fresca, igual que la mañana. No soñé, no recordé nada. La noche anterior había pensado en ir directamente a la consulta pero finalmente opté por seguir la rutina de todos los días, un zumo de naranja después de levantarme, una carrera hasta el gimnasio, una sesión de cuarenta minutos de krav maga, un desayuno abundante y lleno de fibra y finalmente la ducha.

Salí de casa llena de energía dispuesta a recibir las notas del examen. No esperaba muchas sorpresas del examen físico ya que la mayoría de los resultados los habían obtenido casi en el momento y solo quedaba por saber los relativos al estado de mi inmunidad para poder ajustar la dosis de inmunosupresores.

Ni era la misma consulta ni estaba el adorable Eduardo esperándome. En realidad Helena me estaba esperando en el quiosco de prensa que había junto a la puerta y me condujo hasta su despacho. Como siempre iba con su inmaculada bata blanca, esta vez  sin  abotonar, revoloteando alrededor de aquellas piernas tan largas que en cierta época me volvieron loco.

-Unos zapatos preciosos, ¿Dónde los has comprado? –pregunté yo, no sólo para romper el hielo.

-En la zapatería de siempre, con el producto de tu herencia. Creó que aún me sobra algo para hacer una primitiva.

-Bueno no hace falta ponerte tan sarcástica, además, que mejor regalo para ti que el que yo siga vivo/viva. –repliqué mientras atravesaba el dintel de la puerta de su despacho por delante de ella.

Al contrario de lo que se ve en todas las pelis,  el despacho de Helena era tan pulcro y ordenado como su quirófano. Hasta tal punto, que los reporteros de Divinity, que la entrevistaron en una ocasión, al ver los muebles minimalistas, el ordenador, el jarrón con flores y los amplios ventanales con vistas a las montañas, decidieron trasladar la entrevista al despacho de un colega un poco más guarro,  a pesar de las furiosas protestas de Helena.

-Todo parece estar en orden –comenzó Helena sentándose e invitándome a hacer lo mismo. –Creo que incluso vamos a bajarte un poco más la dosis de los fármacos. Aunque en cantidad va a ser muy poco, vamos a reducir el número de pastillas que tomas y reducir las tomas a dos diarias.

-Eso sí que es una buena noticia. Estar pendiente de tantas píldoras me hacía parecer una drogata.

-Y tú ¿cómo te sientes? –dijo preocupándose inmediatamente al notar mi nerviosismo.

-La verdad es que estos últimos días me siento un poco… rara, por decir algo. Tuve un accidente con el coche, mejor dicho presencié un accidente en primera fila y libré por un pelo.

En un minuto le resumí lo que había ocurrido y los dos sueños casi seguidos que había tenido a continuación.

-¡Que interesante! Había oído algún caso como el tuyo, pero lo deseché por absurdo,  ahora no sé qué decir. –me dijo más interesada que preocupada.

-Dime como me libro de ellos. Me están poniendo de los nervios. –repliqué sin poder evitar un escalofrío.

-Trataré de explicártelo. Lo llaman memoria somática o celular *, lo que viene a decir esta teoría es que parte de la memoria se almacena en el ADN celular y por tanto, al hacer un trasplante, puedes trasplantar parte de los recuerdos del donante. Lo normal es que sean sólo actitudes inconscientes, posturas, gustos por comidas de los donantes y cosas así.

-Ah, creo que empiezo a seguirte.

-Según esta teoría tú deberías sufrir algo parecido pero a lo bestia, te he trasplantado un cuerpo entero, no un solo órgano. –continuó mi ex. –Con ese cuerpo nuevo debería haber cosas que nunca habías hecho antes y que ahora te salen con naturalidad. No sé por ejemplo ¿Sabes planchar ahora?

-Sí, ya me había dado cuenta de esas cosas y he leído algo en internet pero la mayoría eran páginas de viajes astrales y estupideces parecidas.

-Deberías leer un artículo que salió en el Semanal  hace  poco de una trasplantada de corazón. Era una artista francesa que decía haber recordado experiencias del anterior propietario de su corazón. Quizás el trauma del accidente que presenciaste ha hecho salir esos recuerdos a la superficie.

-¿Y hay remedio?

-Puedes hacer terapia, tomar pastillas para dormir, escribir un libro…

-Gracias por nada, en fin intentaré llevarlo lo mejor posible. Si me suicido ya te avisaré.

-No te lo tomes así. En realidad el proceso que estas sufriendo es fascinante y probablemente con el tiempo todo se normalizará. Mientras tanto por si notas que continúa o empeora te voy a recetar unas pastillas. Tómalas sólo cuando sea estrictamente necesario, son bastante fuertes.

-De acuerdo, procuraré no convertirme en una yonki.

-¿Puedo hacerte una última pregunta? –dijo Helena.

-Adelante, no te cortes.

-Verás, como comprenderás estoy documentándolo todo minuciosamente y…

-Umm, pruebas para una futura demanda, -interrumpí yo –yo que tú las tendría bien cerca del destructor de documentos.

-… necesito saber cómo te vas adaptando a tu nueva condición. ¿Hay algo de tu nueva vida que te cueste especialmente?

-Realmente no, bueno a decir verdad ahora que lo pienso hay una cosa pero deriva más de que conozco perfectamente lo que pasa por la cabeza de un hombre, que por el hecho de ser ahora una mujer.

-¿A qué te refieres?

-Cuando me quedo a solas con un hombre me siento especialmente vulnerable. Cuando era hombre y follaba con una desconocida no tenía que preocuparme por lo que iba a hacerme, sin embargo cada vez que meto a un tipo en la cama sé que si se pone tonto y se empeña en meterme el mango de una escoba por el culo tiene todas las de ganar.

-¿Y qué tiene que ver eso con haber sido antes hombre?

-Pues que me acuerdo perfectamente en lo que pensaba cada vez que veía una mujer atractiva. Créeme si lo hubieran sabido no me habrían tocado ni con pinzas.

-Ja. Y ahora  sabes porque las mujeres no solemos pasar del beso en la primera cita. A esto se le llama justicia divina.

-Deberías preguntarle al Papa si cree que lo que me has hecho es la obra de Dios. –repliqué un poco cabreada.

-En fin si no hay nada más, hemos terminado. Quiero que vuelvas dentro de un par de  meses para ver cómo te va, si no vemos mejoría te recomendaré un terapeuta de confianza.

-Es decir que no se vaya de la lengua –respondí con una mirada malévola.

-Más o menos. Tú no te preocupes. –Dijo Helena mientras se incorporaba y me acompañaba hasta la puerta. –Yo me encargo de todo, tú mantén las armas de fuego a buen recaudo.

En fin, –pensé mientras montaba en el Jaguar –lo que me faltaba, ahora tengo síndrome de estrés postraumático.

25 de Marzo

Querido Diario, no sé qué es más increíble, que la pequeña hormiga atómica haya entrado sólo cinco días después, o  la desfachatez de los funcionarios de la audiencia que volvían a tener todos los expedientes tirados por encima de las mesas diez días después de la gran bronca.

Cuando Karina llamó a la puerta de mi despacho a primera hora de la tarde, la sonrisa de suficiencia no le cabía en la cara.

-Hola jefa, le traigo un regalito –dijo alargándome un pen– ¡Chupado!

-Veamos que tenemos aquí. –Dije a la vez que yo introducía el pen en el ordenador e iniciaba el reproductor –Te dije que esperaras un poco.

-En realidad yo también pensaba que era una tontería ir tan pronto, pero ayer decidí hacer una operación de reconocimiento para ver que dificultades me podía encontrar.

-Total, que fui ayer al mediodía hasta la audiencia. Para entrar en el edificio sólo me hizo falta el DNI y una firma. El guardia jurado ni me preguntó dónde iba así que fui hacia los ascensores.

-No entré en la sala sexta sino que me dediqué a vagabundear por los pasillos y vigilar las entradas y las salidas. Como treinta y cinco minutos después, la puerta se abrió y un montón de funcionarios salieron en estampida en dirección a la cafetería. No volvieron hasta casi una hora más tarde.

¿Y no entraste en ese momento?

-No, me ceñí al plan original. –dijo cómo si fuera Chuck Norris en Desaparecido en Combate. –Hoy fui temprano por la mañana y me dirigí directamente a las oficinas de la sala seis. Eran las ocho de la mañana y sólo había un par de personas. Me dirigí a una de ellas para preguntarle por la sala donde se celebraba el juicio de Bárcenas y mientras recibía instrucciones aproveché para estudiar la distribución del lugar. Luego fui a tomar un café y a hacer unos recados y volví a la  una como ayer. En cuanto salieron los tipos a tomar el café, entré y me encontré la oficina vacía excepto por un tipo mayor que estaba en una esquina haciendo fotocopias.

-¿Y qué hiciste?

-Ir a lo mío. Me metí por el pasillo central y fui echando un vistazo a las mesas aparentando enviar un mensaje con el iPhone. El viejo me echó una mirada de pocos amigos pero siguió a lo suyo. En la segunda mesa estaba el premio, un expediente completo. Lo gravé con el iPhone y lo cogí.

-¿No lo habrás robado? –pregunte nerviosa.

  • No, esperé que terminara el tipo con la fotocopiadora y le hice unas cuantas fotocopias. –respondió la pequeña alargándome una carpeta que había sacado de su gigantesco bolso de mano.

-¡Joder! Esto es dinamita. Hasta las fotocopias tienen el membrete de la audiencia. –exclamé mientras terminaba de ver el video que había sacado con el iPhone.

-Toma –dije alargándole el pen y las fotocopias a Karina –Dáselo todo a Luís y dile que llame al   juez para hacer un trato. ¡Felicidades! Te has ganado  un año como pasante. Y hasta que te gradúes  puedo darte trabajo como investigadora a tiempo parcial, ya sabes buscar datos en internet o en archivos, localizar personas etc… Se reconocer el talento y tú lo tienes. ¿Te interesa?

No me había dado tiempo a terminar y ya tenía a esa sabandija rubia abrazándome, dándome las gracias y prometiéndome que no me iba a arrepentir.

Cuando se dio cuenta de lo que hacía se disculpó y salió dando botes de mi oficina con aquel gigantesco bolso balanceándose y golpeando con fuerza sus diminutas caderas.

6 de Abril

Querido Diario, hoy he tenido un sueño y para variar parecía un sueño normal, así que lo voy a contar sólo por el placer de recordarlo tranquilamente sin ponerme de los nervios.

Estoy sentada en el sofá viendo la tele cuando veo que algo se arrastra por el suelo. ¿Qué puñetas hacen las gafas en el suelo? ¿Y por qué se mueven? Por la forma de moverse parece que alguien tira de uno de sus lados, así que miro un poco más adelante en la dirección del movimiento y veo una araña moviéndose al mismo ritmo que las gafas.

El bicho en si no parece gran cosa, es grande para ser una araña común y corriente pero en comparación con una tarántula es minúscula. No sé qué me maravilla más, la fuerza de la pequeña araña o la resistencia del fino hilo de seda que los conecta.

Mi estupor llega al máximo cuando la araña llega a la pared y empieza a trepar con ella con mis carísimas Loewe tras ella. Finalmente salgo de mi estupor y cojo mi móvil para hacerla un video… Demasiado tarde, finalmente la araña pierde el pie y mis gafas caen desde un metro de altura haciéndose añicos los cristales. La araña no se para a ver el desaguisado y se escurre en el rodapié justo cuando me despierto.

No sabía que un sueño con arañas pudiese  resultar tan tranquilizador.

10 de abril

Querido Diario, con tanto ajetreo de sueños e intrigas en la Audiencia casi no he visto a Sandra en tres semanas, así que cuando me llamó para tomar un café no me lo pensé dos veces.

Cuando era hombre jamás me habría fijado en esas cosas, pero cuando vi a mi amiga con las mejillas arreboladas y meneando las caderas como si fuera Afrodita en persona supe que lo suyo con Arturo iba viento en popa.

-¡Hola querida! Siento haberte tenido abandonada estos días pero ya sabes que han sido tres semanas de trabajo horribles.

-¡Oh! No pasa nada. En realidad yo tampoco he tenido demasiado tiempo libre. –replico Sandra con una sonrisa traviesa.

-Así que Arty te lo está haciendo pasar bomba.

-La verdad es que no tengo queja, hacía tiempo que no tenía una compañía tan agradable. Tu aún eres joven y no sabes lo difícil que es encontrar a un soltero, guapo, atento y que no te pida suelto para tabaco al segundo día de conocerte.

-¡Buf! ¿Y dónde está la pega? ¿Apuñaló a su madre con unas agujas de tejer? No, no, no me lo digas –dije interrumpiéndole con un gesto de la mano. –ya se, una herida de guerra lo dejo impotente.

-No seas estúpida. –Dijo Sandra riendo –Esta perfectamente, de hecho el tipo es insaciable. No queda ningún orificio de mi cuerpo que no haya explorado con su varita mágica.

-Me alegro por ti, pero no te lo tomes demasiado en serio, no hace falta que te explique cómo son los hombres. Es demasiado pronto para saber si va en serio contigo.

-Ya lo sé pero es que es tan ideal.

-Alto, alto. Ya sé que es guapo e inteligente, y puede que sea un maestro de la cópula, pero prométeme que no te vas a quedar colgada de él hasta que me puedas recitar una lista de tres defectos. Y no vale la suegra. –dije yo ahora mucho más gravemente.

-Vale mamaíta, nunca pensé que te fueses a poner tan pesada con eso. ¿Tanto te han hecho sufrir los hombres?

-¡Oh! Mis sufrimientos con los hombres son rápidamente tratados y olvidados con dos copas de Bushmills. Lo que pasa es que eres mi amiga y te quiero –sí, no es coña, pero eso era lo que sentía y necesitaba decírselo –y no quiero que te hagan daño. Y si ahora te hechas a llorar y me abrazas diciendo lo afortunada que eres de tenerme como amiga te bajo el sueldo y te hago trabajar doce horas diarias.

Después de ese discurso se impuso un silencio; un silencio cómodo y cómplice mientras paladeábamos nuestros cafés.

Seguramente recordaré en adelante este día como uno de los más memorables de mi vida sin que haya hecho nada memorable que recordar… o sí.

22 de abril

Querido Diario, hoy finalmente hemos ido a visitar al juez de la audiencia con nuestro cliente para finiquitar este asunto. La semana pasada un mensajero le había enviado los documentos que había conseguido Karina junto con una carta mostrando nuestra indignación más absoluta por la manera en que se custodiaban los documentos y amenazándole con acciones legales ante la pasividad de las autoridades correspondientes y bla, bla, bla…

Que el ambiente y las miradas eran gélidas en la oficina del juez era poco. Más bien parecía estar un par de grados por encima del cero absoluto.

El juez nos recibió en el despacho con una cara de cabreo que hubiese espantado a un ciego.

-Esto es intolerable, -trono el juez con el rostro rubicundo – entran en mi oficina, fotografían documentos y luego nos amenazan. Estoy a punto de meteros a todos en los calabozos por desacato.

-Le entiendo perfectamente –repliqué yo sin levantar la voz –pero  comprenda que nosotros estamos obligados a velar por los intereses de nuestro cliente. Y no creo que se le haya tratado en ningún momento con justicia. Por eso estamos dispuestos a llegar a un acuerdo que satisfaga a ambas partes y que acabe con todo este desgraciado asunto discretamente.

-En que pensaba usted en concreto.

-Mi cliente aquí presente se declara culpable, -comenzó Luís tomando la iniciativa en las negociaciones tal como habíamos pensado. –paga una multa de digamos doscientos mil euros y está dispuesto a admitir una pena que no implique cárcel.

-Eso no es suficiente, la multa no debería ser inferior al medio millón y tenéis que darme algo a cambio de una pena de cárcel irrisoria.

-¿Qué te parecen trescientos treinta mil y un cd con todos los pagos legales e ilegales hechos a veinte ayuntamientos y tres comunidades autónomas?

-Insisto en que sea medio millón, hay mucha gente que esta cabreada con este asunto. Ya sabes la nueva política de tolerancia cero con la corrupción.

-¿Qué tal trescientos ochenta mil y el cd en treinta minutos para que puedas tener tus detenciones antes de que la prensa se te eche encima por esto?… –replicaba Luis cogiendo el teléfono móvil y llamando a la oficina.

Los cuarenta minutos restantes de negociaciones hicieron a nuestro querido Castor al tipo más feliz y agradecido del mundo. El hombre, que contaba con pasar una temporada a la sombra, se había librado con una multa de cuatrocientos mil, una miseria comparado con lo que había ganado con sus chanchullos y  sólo un poco más de lo que nos había pagado a nosotros. El juez aunque algo mosqueado aún, quedo bastante satisfecho con el contenido del cd y firmó rápidamente.

¡Que viva la justicia, que lleve puesta esa venda mucho tiempo y si puede ser una pinza en la nariz también!

30 de Abril – 8 de Mayo

Querido Diario, esta semana me he ido de excursión y como no te lleve conmigo te lo voy a contar.

Aprovechando las vacaciones de Semana Santa y el éxito cerrando el caso de  Castor he decidido hacer un viaje que llevaba retrasando ya una temporada.

El vuelo a Turín fue corto y en apenas hora y media estaba en el taxi en dirección a Aosta. La primavera se estaba empezando a hacer notar, lucía un sol radiante y la temperatura rondaba los veinte grados haciendo el viaje  más pesado de lo que había planeado.

En Aosta, al lado mismo del Arco de Augusto me esperaba mi viejo amigo Giuseppe, mejor dicho mi antiguo amigo Giuseppe.

No había cambiado nada desde la última vez que habíamos caminado juntos. Su rostro reflejaba la dureza del clima. Profundas arrugas recorrían su rostro afable y siempre sonriente haciendo imposible calcular su edad exacta. Vestía unos vaqueros desgastados y un jersey de cuello alto que se me antojaba algo excesivo para el día tan esplendido que hacía.

-Hola Giuseppe, -dije ofreciendo mi mano a modo de saludo –soy Victoria pero puedes llamarme Vicky.

-Hola Victoria –respondió Giuseppe cogiendo mi mano a la vez que me daba dos sonoros besos –si hubiese sabido que me iba a trabajar para una signorina tan bella me hubiese puesto algo piú elegante.

-Todos los italianos sois iguales, -dije entre risas –parecéis clones de Berlusconi…

-Más que imitarlo lo envidiamos, -replico Giuseppe mientras me guiaba a un Fiat minúsculo que tenía aparcado en triple fila.

El tráfico, como en cualquier ciudad italiana, a pesar de que esta era relativamente pequeña, era infernal. Los coches se cruzaban y hacían sonar las bocinas como si fuesen hooligans en un partido de futbol. Por este caos se filtraba como un caza el pequeño Fiat Uno con mi guía al volante. Tras un cuarto de hora de condición precisa y suicida llegamos a un pequeño hotelito de las afueras donde se despidió y me dijo que estuviese preparada al amanecer del día siguiente. No me molesté en deshacer el exiguo equipaje y me tiré en la cama quedándome inmediatamente dormida.

Parece increíble, pero cuando me levante, la dueña ya estaba trasteando en la cocina. Me senté en una mesa de la cafetería. Mientras me servía el desayuno me contó que estaba acostumbrada a madrugar para hacerles el desayuno a los incontables excursionistas que pasaban por allí.

Giuseppe llegó un poco después con la misma ropa del día anterior y se sentó conmigo a desayunar.

Hablamos poco durante el desayuno y nuestra conversación giró en torno al tiempo que íbamos a tener y a lo que debía llevar en la mochila.

Giuseppe era un guía experimentado llevaba casi veinticinco años llevando  excursionistas por los Alpes.

Lo conocí por medio de un cliente que introducía dinero negro periódicamente en sus cuentas de Zúrich y que me lo recomendó por ser un tipo serio y de fiar. Hice repetidos y lucrativos viajes con él, para mí y para mis clientes y terminé por trabar amistad con aquel jovial italiano.

Una hora más tarde el viejo Fiat Uno iba dando tumbos por una estrecha y escarpada carretera de montaña. En cada giro de herradura el asmático trasto parecía claudicar pero con un golpe de embrague y otro de acelerador se arrastraba en la zona de mayor pendiente para terminar cogiendo velocidad y avanzar unos metros más que siempre parecían los últimos.

Finalmente dejamos el coche en una pequeña aldea italiana al borde de un lago de aguas color esmeralda… y al borde de la frontera.

Sin pararnos demasiado a ver el fantástico paisaje cogimos las mochilas y los esquíes y comenzamos la subida por un estrecho sendero. En quince minutos ya me dolían las piernas, más por la altura que por falta de forma. Giuseppe me ayudaba con los puntos más difíciles y me animaba sin quejarse por no poder seguir su ritmo por aquellos andurriales. A media mañana hicimos una parada para descansar y beber algo. Estábamos a casi tres mil metros de altura y yo jadeaba buscando oxígeno en aquella tenue atmósfera. Giuseppe sin embargo respiraba con normalidad y me animaba diciéndome que lo peor había pasado. Yo lo dudaba al ver como a escasos doscientos metros comenzaba la nieve.

Los siguientes trescientos metros fueron los más duros pero el desnivel se hizo mucho menor y nos permitió deslizarnos con los esquíes. A las tres de la tarde habíamos terminado los ocho kilómetros de ascensión y paramos para comer.

No se me ocurre un sitio más espectacular para zamparme un bocata de salami que la Tete Blanche, a más de tres mil setecientos metros sobre el nivel del mar, con el estrecho valle por el que habíamos subido a nuestras espaldas, el Dent d´Herens de más de cuatro mil metros al frente y ocho kilómetros de glaciar  más allá, destacando majestuoso con sus cuatro mil cuatrocientos ochenta  metros el Monte Cervino y a sus pies nuestro destino, la ciudad suiza de Zermatt.

-Estarás cansado de estas vistas pero yo nunca he visto nada más espectacular.

-No te creas –replicó Giuseppe –por muchas veces que venga, cada vez que llego aquí se me corta el aliento.

-Serán muchas…

-Llevo haciendo esto desde los catorce años. Primero con mi abuelo ayudando a colar dinero y también muchos trabajadores ilegales. Luego en los años ochenta, noventa y primeros de los dos mil pasamos dinero a espuertas. Eso sí que eran buenos tiempos. Los bancos suizos eran silenciosos sepulcros donde iban a parar quintales de dinero sucio de los que yo me llevaba un modesto uno por ciento.

-¿Y eso se ha acabado?

-No del todo pero ha bajado bastante, los bancos suizos son demasiado visibles y desde el 11S los gobiernos presionan más al gobierno suizo. Los chinos sin embargo lo hacen ahora todo más barato y más opaco. Con la crisis he vuelto a los años setenta, vuelvo a pasar personas principalmente y algún dinero, casi siempre de personas de confianza que lleva muchos años trabajando conmigo.  En fin, viejos tiempos,  siempre son mejores ¿no?

Terminamos rápidamente la comida y nos unimos a varios esquiadores más que venían de hacer la ruta proveniente de Chamonix y así arropados nos dejamos deslizar tranquilamente los ocho kilómetros restantes cuesta abajo.

A las siete de la tarde me reuní con Sandra y su novio que me esperaban tomando un chocolate caliente en la terraza del hotel más caro de la estación suiza de Zermatt.

La  semana hubiese sido perfecta, esquiando, retratándonos bajo el Monte Cervino y calentando las noches con toda tipo de licores si no fuese por las empalagosas y efusivas demostraciones de amor de los tortolitos. Lo más jodido de todo es que en ocasiones, pocas afortunadamente, ¡les tenía envidia!

La noche anterior a nuestro regreso dormimos en Zúrich. Por la mañana hice una visita a mi banco para liquidar unas cuentas y antes del mediodía estábamos en mi embajada recogiendo mi nuevo pasaporte con el tiempo justo para coger el vuelo con destino a Madrid.

Listo, ahora Victoria ya tiene un sello legal de entrada en la Unión Europea.

La de vueltas que da la vida; yo un espalda mojada o más bien debería decir nevada.

13 de Mayo

Querido Diario hoy Antía me ha llamado. Al parecer alguien se dedica a llamarla por teléfono de madrugada  y se limita a respirar y jadear. Al principio se lo tomó a broma pero ya son cuatro días seguidos y se ha empezado a poner nerviosa:

-¿Qué puedo hacer?

-La verdad es que no es mi especialidad. ¿Has probado con la policía?

-Esos hijos de puta sólo valen para comer Donuts. Los llamé y me hicieron las preguntas típicas. Ya sabes; ¿Has notado si te ha seguido alguien? ¿Tienes algún enemigo?

-Y ¿Qué les dijiste? –pregunté interesada.

-Que no había notado nada fuera de lo común y que mi único y mortal archienemigo era mi ex.

-¿Qué más?

-Nada más. Me aconsejaron que cambiara de número de teléfono cosa que me niego a hacer y me aseguraron que lo investigarían pero que sería muy difícil  averiguar algo y que no esperaban conseguir ningún resultado. Que tuviese paciencia, que la mayoría eran piraos que se terminaban cansando en unas pocas semanas. –Respondió escandalizada –A esos capullos les parece poca cosa que un cabrón se dedique  a ponerme de los nervios y no me deje dormir varias semanas.

-Creo que deberíamos hacer que hablara. Creo que tengo un plan, ¿te importa si voy por tú casa y me quedo esta noche contigo?

-No, en realidad te lo agradezco. Con los chicos estudiando fuera  y el divorcio tan reciente me siento un poco sola. Hasta he pensado un par de veces en llamar a la sabandija de mi ex.

-Perfecto entonces nos vemos luego.

Cuando colgué me di cuenta de que no sabía cuál era la dirección de Antía así que para no parecer una estúpida le pregunté a Sandra. Cuando le conté lo que pasaba no sólo me dijo dónde vivía sino que viendo mi cara de que tenía algo preparado, insistió en llevarme y pasar la noche con nosotras.

Cuando entramos Antía se  alegró de vernos a las dos y nos preparó unos Margaritas. Mientras bebíamos los cocteles le dije lo que tenía que decir la próxima vez que el pirado llamase. No era un gran plan pero quizás pudiésemos sorprenderle.

Antes de meternos las tres en la cama de Antía, le hicimos ensayar varias veces el guion que había preparado y dejamos conectada la grabadora al  teléfono.

A las dos y media de la madrugada sonó el teléfono.

-¿Diga? –respondió Antía conectando el manos libres.

Como esperaban no se oyó más que una fuerte respiración. Antía apretó los puños con fuerza y comenzó a leer el guion con la voz más compungida posible.

-¿Hola? ¿Hola? ¿Alí? ¿Eres tú? Por favor dime algo –dijo Antía en tono de súplica –No lo hagas, no merece la pena que te inmoles por tu Dios. Los americanos no dejaran que llegues delante de la Casa Blanca para hacer explotar la bomba…

-¡Eh! ¡Un momento! De que estás hablando, ¿Quién puñetas…

-¡Julián! ¿Eres tú, pedazo de mierda? –estalló Antía mientras Sandra me hacía gestos para indicarme que Julián era su ex.

-Yo, eh, no…

-Hijo de puta, y yo pensando que aún te quedaba algo de decencia. Cerdo, esta me la vas a pagar.

-Escucha cariño…

-¡No me llames cariño esta vez vas a ser tú el que no duerma durante una buena temporada! ¡Te voy a denunciar! ¡Esta vez te voy a enviar a la cárcel!

-¡Y qué coños vas a hacer tú gallina frígida! Nadie va a creer la palabra de una mujer despechada. No siempre  vas a tener la suerte de tener a una juez parcial de tu lado.

-Pues entérate tonto del culo estoy grabando esta conversación y tengo otras dos testigos para corroborar todo lo que has dicho. Una de ellas es la dueña del mejor bufete de la ciudad. Te vamos a pelar hoja a hoja  como a las cebollas y lo que quede lo vamos a enviar al trullo, vete preparándote corazón, en la cárcel encantan los culos gordos y blandos.

-Antía… -empezó Julián para luego pensárselo mejor y colgar el teléfono antes de decir más idioteces.

La verdad es que Antía tampoco durmió demasiado está noche. Tras diez minutos gritando y profiriendo insultos cogió el tequila y preparó los margaritas de la victoria, luego los margaritas de “Julián lo vas a pagar caro” y para cuando terminamos los margaritas “Julián vas a ir a la trena” estábamos borrachas perdidas.

*La memoria somática es una teoría  que afirma que parte de la memoria se conserva fuera del cerebro. A pesar de lo que pueda parecer tiene sus defensores y hasta hay casos que serían difíciles de explicar por otros medios. El caso que menciona la doctora sobre la actriz francesa es real, podéis obtener más información en este enlace:http://www.larazon.es/detalle_hemeroteca/noticias/LA_RAZON_494359/302-dos-mujeres-y-un-corazon