La cabeza del mono (4)

Cuando todo parece que empieza a marchar surge un nuevo problema.

25 de Febrero

Querido diario, ¡Hoy he tenido reunión de Avon!*

Ayer me llamó Sandra y me invitó a una cena sólo de chicas. Así que es hora de ampliar mi círculo de amistades. Nos reunimos en un pequeño bistró de las afueras, muy acogedor y con una cocina deliciosa.

Éramos nueve, todas vecinas de Sandra en La Moraleja.

La mayoría son “amas de casa” ricas y aburridas, unas casadas y otras divorciadas. Las más jóvenes éramos Sandra yo y una rubia recauchutada que se llamaba Cris, luego había tres cuarentonas divorciadas Susana, Antia y Gabriela, dos cuarentonas casadas y por lo tanto menos operadas, Tere y Maite, y finalmente Gina, una inglesa pelirroja, que frisaba los sesenta, pero que tenía pinta de estar más en forma que Contador.

Como esperaba no fue memorable, pero me divertí. Comimos comida casera y bebimos, eso sí con moderación. La conversación giro en un principio en torno a los trapitos, lo que me hizo temerme lo peor, pero un par de copas de vino animo a Antia, que era la que tenía el divorcio más reciente, a poner a parir a su ex.

Muchas mujeres te contarían la historia de su matrimonio encogidas  y llorando a moco tendido pero la verdad es que Antia casi consigue que me haga pipi en las bragas.

Nunca había visto describir con tanta minuciosidad y mala leche las verrugas el olor y el sabor de un pene. A continuación empezó a describir, haciéndose oír a duras penas entre el ruido de nuestras carcajadas, la forma en la que le gustaba hacer el amor, con lo que ella llamaba  ese micropene de mierda. Y ni siquiera cuando contó cómo le había pillado en su despacho con los pantalones bajados follándose a la “asistente ejecutiva” le tembló la voz.

-Menudo palo para ti –intervine sofocada por la falta de aire.

-Palo para él, -replicó Antía –lo primero que hice fue hacer venir a todos sus compañeros de trabajo para que lo vieran, incluido el marido de le pelandusca. El resultado fue tres a cero, el marido le sacudió, el resto de la oficina le ha hecho el vacío y yo saqué a declarar en el juicio del divorcio a todos los testigos uno por uno ante la jueza, que con muy buen criterio, me concedió sesenta mil euros por cada uno que presenté más la casa y la pensión. Y ahora soy feliz, estoy soltera, los plastas de mis hijos en universidades extranjeras y yo libre, sin tener que aguantar órdenes, ni broncas por estupideces.

-Ni que fuese tan malo el matrimonio –intervino Cris.

-Es normal que no te lo parezca, pero sólo llevas dos años casada. –Dijo Susana –dímelo dentro de otros diez.

-Si quieres un consejo –añadió Gabriela- ponte a parir ya. Cuantos  más hijos, mayor es la pensión alimenticia.

-O eso o matarlo a polvos y quedarte con todo –intervino Antía ante el jolgorio general.

-Y tú deberías casarte también lo antes posible para no desentonar querida –me dijo Gina con un fuerte acento británico.

-Aún soy muy joven para casarme, ni siquiera tengo pareja estable.

-¡Buf! Otra feminista –dijo Antía con la voz un poco achispada. – ¿Seguro que no te has vuelto lesbiana, Sandra?

-Que sepas que se te está pasando el arroz. Un par de años más y tendrás que seguir trabajando el resto de tu vida para poder vivir –prosiguió Antía –y tengo la suficiente experiencia en la vida como para saber que eso es un coñazo. Créeme, lo mejor que puedes hacer es casarte con el tío más forrado que se te cruce por el camino, si luego tienes suerte y es un depravado que te quiera follar todos los días de las formas más vejatorias posibles, quién sabe a lo mejor hasta le coges cariño.

-Ya sé, -replique riéndome –me lo dices por experiencia.

-Propongo un brindis: –se adelantó Maite- Por los gordos, los feos, y los calvos, que el dinero los siga manteniendo así de sexys.

Risas, tintineo de copas y Möet & Chandon corriendo a partes iguales por gargantas y mantel acabaron con la reunión.

Antía quería seguir e ir a un bar de striptease pero finalmente la convencimos para que se metiese en un taxi y se fuera a casa a dormir la mona.

29 de febrero

Querido Diario, Hoy sentada en mi despacho he tenido una revelación.

Los cristales reflectantes son muy útiles. Desde mi silla puedo ver el flujo de gente que se mueve por mi oficina sin que nadie pueda saber lo que yo estoy haciendo o a quien estoy vigilando y encima queda bastante elegante. Pero bueno vamos al grano.

Cuando viene alguien a pedir trabajo a mi oficina le hago esperar en una silla, justo enfrente de mi puerta. Me encanta observar  lo que hace la gente a medida que se va alargando la espera. A menudo me dice mucho más esto que el currículo. Sin enterarse, los aspirantes están pasando la primera prueba. Pongo a prueba su paciencia y sus nervios, cosas ambas muy importantes en un proceso judicial.  Hoy, la afortunada era una joven estudiante de derecho  que quería completar su currículo con unas horas al día como becaria y con un poco, bueno para que voy a mentir, con mucha, mucha suerte, quedarse aquí al terminar la carrera.

Rubia, delgada y bajita, con el pelo largo y liso, no me causo una gran impresión. Así que la dejé esperando frente a mí, en la silla, mientras me dedicaba a completar facturas y hacer llamadas.

Tras veinte minutos la jovencita empezó a impacientarse y a cambiar de postura. Era ese el momento que más me gustaba cuando era hombre, ya que me dedicaba al jueguecito de intentar descubrir el color de sus bragas cada vez que cruzaba las piernas.

Al recordarlo me quedé petrificada. Al ver a la chica cruzando las piernas y estirando su escueta minifalda me di cuenta de que yo hacía lo mismo, desde el primer día y sin tener conocimiento de haberlo aprendido o ensayado.

Me quedé un momento reflexionando y cogí un papel. Siempre pensé que mi cambio de sexo vendría acompañado de todo tipo de meteduras de pata y burradas como en una comedía de los hermanos Farrely y sin embargo me parezco más a Stallone haciendo calceta sin saber por qué en Demolition Man.

Cuando me di cuenta, tenía dos columnas pulcramente ordenadas en las que estaban las habilidades que había adquirido por aprendizaje desde el trasplante y las que no sabía de dónde venían.

La primera era más bien pobre: Andar con tacones, que me había llevado aprender un par de horas o tres y la segunda era el combinar y comprar ropa que había conseguido aprender en un día con la asesora de imagen y un par de tardes con Sandra.

La otra columna, que había dividido a su vez en cosas que he hecho y cosas que no, pero que estoy segura de saber hacer, estaba llena y aún se me ocurrían más.

¿Cómo diablos sé ponerme un tampón, coser un botón o bailar como los protas de Dyrty Dancing?

Incluso ahora, que me fijaba en la hoja no reconocía aquella letra ordenada y apretada como la mía de siempre.

Después de un minuto dando vueltas al papel lo metí en el destructor de documentos e hice pasar a la becaria.

3 de marzo

Querido diario, hoy tenia cita con ni ex. Hace tres meses ya del alta, aunque por todo lo que me ha pasado, parece que  haya ocurrido  hace un siglo.

Helena estaba en una operación de urgencia así que me atendió su nuevo novio. Eduardo era un tipo alto y delgado, y según me había contado Helena, era un gran neurocirujano, lo que no me contó es si ese tipo con orejas de soplillo y gafas de pasta negras le ponía en órbita cada vez que se metía bajo su falda.

La consulta, como todas a las que he acudido a lo largo de mi vida, era blanca, calurosa y olía a desinfectante.

Eduardo era amable aunque le daba a todo un tono dubitativo que me hacía recordar a los personajes de Woody Allen.

-Hola, Victoria –Dijo el doctor mientras me daba dos besos. –siéntate en la camilla.

-Hola –le dije sentándome -¿Qué tal esta Helena?

-¡Oh!, bien, bien. Muy ocupada. Hoy tiene dos intervenciones programadas, por eso ha tenido que delegar en mí, aunque ya sabes que está especialmente interesada en tu caso. Quizá pueda acercarse un rato más tarde. –respondió Eduardo mientras me tomaba la tensión.

-¡Aja! doce ocho. Perfecta. ¿Cómo te encuentras? ¿Has notado alguna molestia últimamente?

-Nada aparte de lo que me advirtió Helena de lo que me podría ocurrir. Tengo algunos hormigueos en las extremidades y a veces dolores de cabeza  bastante fuertes, pero cada vez son más infrecuentes,

-Muy bien, con respecto… ejem… a tú nueva situación, ¿has aceptado el cambio de sexo?

-Es curioso, creí que iba a necesitar un psiquiatra de por vida, pero la verdad es que he aceptado la nueva situación con normalidad. Incluso ahora mismo me estoy fijando en ese culito tan prieto que tienes. –respondí haciéndole morritos con mis labios rojo cero negativo.

-Mmm, gracias, supongo, ¿puedes desnudarte y ponerte el pijama? –Dijo el doctor mientras me señalaba un biombo que había en una de las esquinas de la consulta.

-Sí, como no. Que pijama más precioso, ¿Yves St Laurent o Chanel? –Pregunté mientras iba tras el biombo y empezaba a quitarme la falda poniendo especial cuidado en que mi culo sobrepasase el extremo del biombo.

-Es un diseño exclusivo de la Seguridad Social.

  • Y el escote trasero me encanta, es muy provocador. ¿Verdad que sí? –dije dándome la vuelta y enseñándole mi culo blanco y tierno como el pan Bimbo.

-Sí, sí, muy sexy, ahora quítate los zapatos y súbete a la báscula…

La mañana transcurrió entre estetoscopios, extracciones de sangre, medidas antropométricas, test psicológicos y sonrisas indescifrables. El novio de Helena era tan aburrido que la idea inicial que había tenido de seducirle se me pasó completamente. “Que Helena solita se trague ese sapo”, estaba pensando justo cuando apareció por la puerta, aún con la bata quirúrgica salpicada de lágrimas de sangre.

-Hola Vicky, ¿cómo nos encontramos hoy?

-Y dale con la frasecita del carajo, al que vuelva a soltarme esa muletilla lo demando, lo juro por los calzoncillos de mi padre.

-Gracias Eduardo  –le dijo Helena a su novio mientras tiraba la bata quirúrgica a un contenedor de residuos biológicos– ya me encargo yo.

-Bueno Victoria, veo que todo va bien, –dijo  Helena mientras revisaba el informe y miraba los resultados de la analítica en el ordenador. –Tienes  la creatina un poco alta, pero eso puede deberse a los golpes que llevas cuando entrenas, y las defensas bajas, pero eso está bien para evitar problemas de rechazo, por lo demás estás perfecta.

-Me alegro de que tu experimento te haya salido bien.

-No seas así, además no te veo muy disconforme con la nueva situación.

-Sí, en realidad es una de las cosas que más me confunde, la naturalidad con que miro al  culo de los tíos me produce escalofríos. Lo primero que pensé al ser consciente de lo que me habías hecho es que me iba  a tirar años torturándome y flirteando con todo tipo de aberraciones sexuales para terminar finalmente haciendo las calles en un polígono industrial, como un travesti cualquiera. Sin embargo,  tuve tiempo de asimilarlo todo en el hospital.

-Por lo que parece las hormonas sexuales juegan un papel mucho más importante de lo que esperábamos. Tendré que tomar nota. –dijo Helena mientras se ponía al ordenador y apuntaba mi ausencia de confusión ante mi identidad sexual.

-Y la verdad es que ser mujer también tiene sus ventajas. Quizás intente tirarme a tu novio.

-Sí, ya vi como lo tenías en el bote –dijo Helena con voz firme pero con una sombra de duda en los ojos.

-¿De veras ese tío es mejor de lo que lo era  yo?

-Pues sí, llevamos ocho meses saliendo y estamos muy a gusto el uno con el otro. –respondió mientras me examinaba el fondo de ojo.

-Hay que joderse, yo en el lecho de muerte jugando al tute con la parca y tú tirándote al tipo ese. –Dije con sorna.

-No me vengas con chorradas, antes de que te ahostiases con el coche, con una puta dentro por cierto, ya llevábamos casi un año separados.

  • ¿Sí? Hay que ver cómo pasa el tiempo. Sabes, ahora que soy una mujer, puedo ser totalmente sincera, siempre me recordaste a las anguilas, alta y delgada, con ese cuello largo y delicado, cuando te pesqué fue genial, te retorcías como una serpiente entre mis brazos, pero a medida que pasaba el tiempo notaba que mis manos se ponían resbaladizas y te escurrías y luego, al igual que ellas con la falta de oxígeno, no eras más que un pescado muerto entre mis sábanas. Procura que eso no te ocurra otra vez, no es mi tipo, pero parece un buen hombre.

Helena encajó los directos con elegancia y hasta yo diría que tomo nota. Veinte minutos después estaba en la farmacia haciéndome cargo del alijo que me había recetado.

Es curioso cómo  pasan las cosas, entré en la consulta decidida a follarme al novio de mi ex, convencida de que habría elegido a alguien como yo y sin embargo termino dándole consejos sobre cómo conservarlo.

15 de Marzo

Querido Diario, hoy el caso Costa de marfil II ha dado un vuelco espectacular.

Esta mañana los principales detalles del caso eran portada en el País y en El Mundo.

Cuando llegué, era evidente que la noticia ya había a recorrido la oficina.

Sandra no paraba de rechazar llamadas de periodistas intentando sonsacarle información y en cuanto me vio me pasó un taco de recados. Tres eran del juez que quería hablar lo antes posible con nosotros, dos más eran llamadas de Castor exigiendo una reunión para determinar las medidas que deberíamos tomar a continuación. El resto eran periodistas que estaban locos por conseguir una declaración de los abogados de la defensa.

Recogí los avisos de manos de Sandra con un guiño cómplice y me dirigí a la sala de reuniones. Cómo suponía, ya estaban todos esperándome.

-Bueno chicos –comencé mientras entraba y me sentaba en la cabecera de la mesa. –creo que todos estamos al tanto de la noticia. ¿Sabemos de dónde proviene la filtración?

-Sabemos de dónde no ha venido –intervino Luís – Por los detalles que ofrecen los medios, esos mamones han tenido acceso a todo el expediente o gran parte de él. Nosotros tenemos dos copias completas. Una la tengo yo y la he tenido siempre conmigo las últimas seis semanas. Cuando no la tenía en la mano estaba en mi maletín bajo llave. Hay otra copia  está en la caja fuerte,  dentro de  un sobre lacrado que continua intacto.

-Varios de mis ayudantes tienen diversas partes sueltas que abarcarían más o menos un diez por ciento del total. La única conclusión posible es la de siempre…

-Alguien en  la Audiencia  se ha vuelto a sacar una extra del día del padre. –intervine yo.

-¿Y qué coños hacemos ahora? –preguntó Isaac, uno de los ayudantes de Luís.

-Aprovechar la situación en nuestro beneficio. –Respondimos Luís y yo al unísono.

-Lo primero que vas a hacer  Luís es llamar a Castor para tranquilizarle y citarle por la tarde para darle explicaciones. Yo, me voy ahora mismo a la Audiencia Nacional. Creo que me voy a divertir. Me llevo a Jesús y a Marcos.

-¿A Marcos? –Intervino otra vez Isaac- si es sólo un pasante.

-Sí pero mide uno noventa y cuando mira a alguien con cara de mala hostia consigue que cague piedras.

Cuarenta y cinco minutos después entrabamos en la oficina de la Audiencia como un vendaval.

Las miradas de preocupación de los funcionarios eran tan patentes como nuestros gestos de desaprobación.

La espera en la puerta del despacho del juez fue inusualmente corta.

-Señoría ¿qué demonios significa esto? La prensa ha tenido acceso a todas las pruebas y testimonios, algunos que ni siquiera os atreveríais a exponer en el juicio y los  ha sacado a la luz. Mi cliente no se atreve a salir de casa por temor a que lo linchen.

-Estamos investigando si la filtración ha salido de nuestra oficina…

-Señoría no me tome el pelo. –repliqué indignada pero controlando cuidadosamente mi tono de voz. – Cuando consiga esta tarde los datos de los periodistas veremos que faltan los referentes a nuestra defensa. Nosotros tenemos controladas las únicas dos copias de los expedientes y desde luego nada de esto nos beneficia.

-Está bien, está bien –dijo el juez mostrando las manos en señal de apaciguamiento –lo más probable es que los informes hayan salido de aquí. Ahora mismo lo estamos investigando…

-Quiero estar presente en la investigación. –le interrumpí anticipando la diversión.

No tenía ni idea de que podía servir pero sólo por ver la cara que puso el honorable juez De La Vera ya había merecido la pena.

Intentó resistirse un poco alegando que era una investigación interna,  que podía derivar en un proceso penal, pero estaba tan abochornado que finalmente claudicó.

Es divertido ver lo que los funcionarios entienden por investigación. El ayudante del juez le echó un broncazo que te mueres al primer secretario de archivos amenazándole con ir a archivar casos a Ceuta.

El primer secretario puso a todo el departamento a vivir y prometió remover cielo y tierra para saber quién había sido el felón y colgarlo en pelotas por los pulgares en la fachada del juzgado.

Tras cinco minutos de amenazas de juicios por una parte y de huelgas y demás acciones sindicales por la otra, en un sorprendente giro argumental, dieron con el chivo expiatorio perfecto, la empresa que se estaba encargando de digitalizar los archivos, trabajo que deberían haber realizado los funcionarios hace años.

Salimos con el ayudante, el primer secretario y dos delegados sindicales del departamento en dirección al despacho  del jefe del proyecto, en el cual entramos sin llamar, y el Katrina, comparado con la que le cayó al delegado fue una ligera llovizna. Sapos y culebras salían por las bocas de los funcionarios, especialmente de los sindicalistas. Había que reconocer que el tipo tenía aquel cargo por algo. Aguantó el chaparrón con humildad pero sin perder los nervios, como si aquello fuese el pan  nuestro de cada día. Además enseguida se dio cuenta de lo que querían aquella manada de chacales y rápidamente y sin decir ni esta boca es mía, consultó el ordenador e hizo una llamada.

A los cinco minutos un toque en la puerta interrumpió el animado intercambio de impresiones.

Sin esperar respuesta, sabiendo que la esperaban apareció una mujer gorda y pecosa con una tarjeta identificativa prendida en la solapa de un traje barato que le sentaba como el culo.

-Regina ¿Quién es el encargado de digitalizar el caso de Castor Enríquez? –el tipo no levantó la voz pero el tono en que se expreso fue tan venenoso que creo que Regina estaba a punto de hacerse pipi en las bragas.

-Carlos –respondió esta con voz trémula.

-Tráemelo, ya.

-Visto que ya se había hecho justicia, los funcionarios perdieron el interés y estaban dispuestos para salir pero yo estaba intrigada y les obligué a seguir allí.

Por la puerta apareció un chaval joven de apenas veinte años alto, delgado,  con cara de niño y cagado de miedo.

No sé si fue que ya estaba cansada de gritos e insultos o ver a aquel pobre hombre pagando el pato intentando contener las lágrimas lo que me decidió a intervenir.

-¿Puedo hacerle unas preguntas?

-Adelante, es todo suyo –respondió el delegado con cara de póquer.

-Hola Carlos, ¿Sabes por qué estás aquí?

-Porque creen que he vendido un expediente a los periodistas –Balbuceó el chico despertando mi instinto maternal –pero le juro por la tumba de mi madre que yo no he vendido nada a nadie.

-Dime ¿Cuántas horas diarias trabajas? ¿Diez? ¿Doce?

-Tenemos unos plazos muy ajustados –interrumpió el delegado un poco mosqueado.

-Ya, ya, repliqué yo con un gesto de la mano mientras me dirigía a Carlos – ¿Dónde  guardas el expediente cuando terminas la jornada?

-En una caja fuerte, en presencia de mi jefa de equipo y de un policía judicial.

-O sea que es imposible que te lleves el trabajo a casa. ¿Has leído o tomado notas en algún momento?

-No, solo tengo tiempo suficiente para escanear el material y darle formato. –respondió Carlos con más seguridad.

-Cuando terminas el día ¿qué haces con la parte que has digitalizado?

-La envío por medio del intranet a la secretaría del juzgado.

-¿Puedes sacar una copia del trabajo del día? –continué yo.

-Imposible Internet lo tenemos capado y los ordenadores no tienen puertos USB ni disqueteras o cd ROM.

-Cuantas copias guardáis en el la oficina del juez –le pregunté a uno de los sindicalistas gritones.

-Cinco o seis. –Respondió el secretario.

-¿Son cinco o son seis? –Insistí irritada con el gesto adusto de Marcos a mi   espalda –Supongo que por lo menos guardareis un protocolo de seguridad con los legajos.

-¡Oh! Por supuesto. –se apresuraron a responder todos a coro.

-O sea que si voy ahora por la oficina no hay ninguna posibilidad  de que haya ningún expediente tirado por ahí

Las miradas huidizas y los gestos de vacilación me dijeron mucho más que los juramentos de inocencia y todas las seguridades que me dieron.

-Una última pregunta, al final del día ¿dónde guardáis los documentos?

-En un archivo o en cajones.

-¿Siempre bajo llave?

-Normalmente sí.

-¿Normalmente? Ajá, ya he averiguado todo lo que quería saber. Muchas gracias a todos. ¡Ah! Y esto es para ti Carlos. –Le dije alargándole mi tarjeta –Si como me temo te despiden, ven a verme y los mondamos como  naranjas. Ya sabes, despido improcedente, injurias, atentado contra honor…

Aquellos cabrones se hacían cada vez más pequeños a medida que iba enumerando todos los cargos que se me ocurrían. Hasta el delegado perdió ligeramente la compostura.

Antes de que se pudiesen recuperar me giré en redondo y salimos del despacho dando un sonoro portazo

16 de marzo

Querido Diario, hoy la historia se ha vuelto a repetir y casi me vuelvo a partir la crisma.

La reunión con Castor se retrasó hasta hoy por problemas con su agenda. Le conté lo ocurrido en el juzgado mientras dábamos buena cuenta de sendos vasos de Suntory** de diecisiete años. Sus carcajadas al escuchar los sucesos del día anterior fueron capaces de atravesar la insonorización de mi despacho y hacer que todo el bufete girase la cabeza hacia mi oficina.

Le expliqué que lo primero que haría mi equipo sería pedir una investigación a fondo de lo que ha sucedido. Lógicamente, como en este país la culpa es siempre del otro, se echarían los trastos a la cabeza acusándose unos a otros sin llegar a ninguna conclusión útil. Añadí que cuando comenzasen las vistas alegaríamos que se había roto la cadena de la custodia de las pruebas y tendrían que comenzar la instrucción de nuevo y que dudaba que consiguiesen tener el caso lo suficientemente  avanzado antes de que los cargos más graves hubiesen prescrito.

La satisfacción del empresario era completa. Me prometió una montaña de dinero si se cumplían mis pronósticos y brindamos por el celo y la integridad de los funcionarios públicos.

Se marchó del bufete silbando Paquito el chocolatero mientras yo me quedaba sentada en mi silla con las piernas apoyadas en la mesa del despacho y una sonrisa que no me cabía en la cara.

A las seis de la tarde cogí el coche para dirigirme a casa. El tráfico para variar no era muy denso y pude coger la M-50 sin mucho esfuerzo.

Todo ocurrió en un instante, me dispongo a adelantar un R19 en un viaducto cuando éste,  al pasar sobre una junta de dilatación, la amortiguación no absorbe el impacto y el coche empieza a rebotar. El conductor  intenta controlar el coche pero apenas tengo tiempo de tocar el freno antes de que se cruce por delante de mí, chocando violentamente contra la mediana de hormigón, bañando mi jaguar con pedacitos de utilitario francés y haciendo un trompo hacia el lado derecho de la calzada. Yo, instintivamente acelero para, por un pelo, evitar que me alcance cuando rebota de nuevo contra los quitamiedos,  quedándose parado, sin frontal y sin ruedas delanteras en medio del carril derecho.

Paré el coche en el arcén, respiré hondo y me puse el chaleco antes de salir del coche.

-¡Vaya! No había visto una maniobra de evasión igual desde Top Gun –Dijo un tipo que salía de una furgoneta de reparto en ese mismo momento.

-Pura suerte y trescientos cincuenta caballos. –Repliqué con un escalofrío -¿Puedes poner los triángulos mientras voy a ver si puedo ayudar en algo al conductor?

-Si claro.

Un fino polvillo gris que asocié con la activación de los airbags rodeaba aquel pedazo de chatarra. Pero cuando se abrió la puerta del coche lo que vi fue una gigantesca bola de sebo cubierta de pies a cabeza de polvo gris.

Cuando me asomé por lo que quedaba del parabrisas y vi los sacos de cemento reventados, lo entendí todo. En el interior había por lo menos una docena de sacos, lo que explicaba lo ocurrido.

La gente pasaba y reducía la velocidad para admirar el insólito espectáculo.

El tipo debía ser duro porque después del impacto apenas parecía conmocionado. Le pregunté si estaba bien y me dijo que sí. Cuando me vio coger el teléfono me dijo que no llamase a la policía, así que como no había nadie más implicado, accedí y le pedí los papeles del coche para llamar a una grúa. Me indicó la guantera con un gesto de la mano y tras revolver entre un montón de basura los encontré. Mi sorpresa fue en aumento cuando vi que el recibo del seguro más reciente tenía cuatro años y se convirtió en total cuando al darme la vuelta para preguntarle qué significaba aquello lo vi saltando la mediana y atravesando los otros dos carriles, esquivando coches y camiones por los pelos, hasta desaparecer de mi vista. El tipo se había largado dejando un caos gris a sus espaldas.

Es la última vez que hago de buena samaritana.

17 de Marzo

Querido Diario, esta noche he tenido una pesadilla. Me encontraba de nuevo en el descapotable, en la noche de mi accidente. Pero enseguida me di cuenta de que no estaba reviviéndolo de nuevo desde mi punto de vista.

Estoy entre las piernas del conductor con su miembro en mi boca. Sus manos están sobre mi cabeza acariciando mi pelo y a la vez empujándome para que su polla se hunda más profundamente en mi boca. La punta de su glande dura y caliente roza el fondo de mi garganta y me provoca una arcada. Estoy  incomoda, el cinturón de seguridad se me está clavando en el cuello, lo suelto antes de que me estrangule. Mis manos acarician sus huevos en el interior de su pantalón. De repente, mi antiguo yo con los ojos semicerrados por el placer no ve las bandas sonoras. El Merchi pega un salto y mi cabeza choca violentamente contra el volante. Instintivamente, para no cambiar la postura me agarro a sus huevos con demasiada  fuerza para el gusto de mi antiguo yo. Yo, él, el conductor, aúlla de dolor, se agarra con fuerza al volante y lo gira violentamente, sin pensar, justo en el momento en el que el coche pasa sobre el segundo badén, derrapando y tropezando con el bordillo. En el momento en que  salgo disparada por el aire, el tiempo parece dilatarse. Lo último que veo es el  Mercedes, con su conductor, dando vueltas a cámara lenta, justo antes de que mi cabeza choque contra el suelo y de que todo se vuelva negro.

Me he despertado sobresaltada y cubierta de sudor. Cuando me he despejado y me he dado cuenta de que sólo era una pesadilla me he relajado y le he echado la culpa al accidente de ayer. Pero hay algo que me produce desasosiego. Al contrario que en la mayoría de mis sueños, a medida que pasa el tiempo, los detalles, en vez de difuminarse,  se hacen cada vez más nítidos,  casi como si estuviese recordando algo hace largo tiempo olvidado.

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18 de Marzo

Querido Diario, no sé si te había dicho que al final la rubia pequeñita tenía más nervio del que parecía y la acepté como becaria. Se ha pasado dos semanas haciendo fotocopias y bajando por cafés y ha llegado el momento de saber si posee ese talento marrullero que se espera de un abogado litigante. La llamé a la oficina y no hizo falta que esperase mucho en el sofá de la entrada para que me enseñase las medias y un minúsculo tanga azul celeste.

-Hola Karina ¿Qué tal tus primeros días? –le pregunté mientras le franqueaba el paso a mi guarida.

-Bien, aunque esperaba un poco más de acción si te soy sincera.

-Es normal que esperéis una vida ajetreada, pero lo más importante para ti es que vayas cogiéndole el pulso al bufete y sobre todo que no dejes de estudiar.

-Oh sí, desde luego. Sé cuál es mi lugar.

-Perfecto. De todas maneras has tenido suerte. Tengo una misión para ti. Si la cumples con éxito te recompensare con un año de contrato en prácticas como pasante.

-¿Y que se supone que debo hacer? –replico Karina con la mosca detrás de la oreja.

-Es una sencilla labor de reconocimiento en territorio enemigo –dije pensando en que la chica me gustaba cada vez más.

-¿Y por qué yo?

-Porque las posibilidades de que te conozcan y te identifiquen como miembro del bufete son mínimas haciendo el trabajo más sencillo. – Respondí yo  sacando un IPhone 5 del bolsillo. –Toma esto es para ti. Te lo puedes quedar como una remuneración extra por el trabajito.

-Lo que tienes que hacer es entrar en la Audiencia Nacional…

-Sin identificarme por supuesto…

-Y mintiendo sobre tu destino… Vas a la sala seis y buscas sobre las mesas de las oficinas un legajo en concreto al que sacarás fotos y videos, a ser posible que aparezca tu cara en ellos y el sello de la audiencia. No te olvides de poner en las opciones del IPhone que aparezca la fecha y la hora. Y no te preocupes, no estás haciendo nada ilegal y además no se atreverán a decir ni mu. Luís te enseñara el original para que sepas lo que buscas. Tienes tres semanas para hacerlo. No te apresures pero tampoco lo dejes para el último día, quizá necesites entrar más de una vez.

-De acuerdo, dalo por hecho –dijo Karina con una seguridad pasmosa mientras recogía el IPhone de mi mesa.

-No te confíes. –le advertí poniendo mi mano sobre la que Karina tenía aferrado el IPhone. –En principio no es una tarea difícil, pero ante cualquier sospecha de que te han calado retírate e inténtalo en otra ocasión. Buena suerte.

20 de Marzo

Querido Diario, me estoy empezando a poner nerviosa.

Me di cuenta de que algo iba mal cuando percibí que mi visión estaba a una altura solo un pelín por encima de los ombligos de la gente.

La habitación en la que me encontraba era amplia, pero los pesados y oscuros cortinajes y la cantidad de gente presente hacían que la atmósfera del lugar fuese opresiva. En una de las paredes había un tresillo y dos sofás cómodos pero bastante sobados. En el tresillo, rodeada por dos mujeres llorosas, estaba sentada una mujer menuda vestida toda de negro, que  miraba con un aire ausente y triste a través de mí.

Mamá. Esa era mi madre. Pero no…o sí…

Entonces me di la vuelta y lo comprendí. Detrás de mí, un cristal me separaba del cuerpo inerte de mi padre. Notaba como las lágrimas resbalaban incontenibles por mis mejillas. Un señor bastante mayor se acercó, me sonó los mocos con su pañuelo y me cogió de la mano apretándola  cariñosamente y con pasos lentos pero firmes, me apartó de la macabra visión y me alejó de la habitación diciéndome que no debería estar allí. Yo le di las gracias y me puse de puntillas para darle un beso en su arrugada cara.

Me he despertado con el cuerpo empapado en sudor. Como la vez anterior, los recuerdos del sueño no se disipan y eso me está poniendo histérica.

A lo largo del día he estado dándole vueltas al asunto y la única conclusión a la que llego una y otra vez es que no son sueños normales. Me parece absurdo pero debería consultarlo con Helena cuando vaya a verla el lunes para ver los resultados de las pruebas.

*Avon: Marca cosmética que usa a amas de casa para distribuir sus productos por medio de reuniones con sus amigas y vecinas. Evidentemente no sólo se habla de sombras de ojos.

**Suntory: Marca japonesa de Whisky.