La cabeza del mono (2)
El comienzo de una vida y el finiquito de otra.
28 de Diciembre
Querido Diario, tengo el alta. Esta mañana por fin he conseguido salir de ese antro de matasanos, no sin antes haber firmado ante notario la autoventa del bufete a mi nuevo yo. Ahora, por cortesía del gobierno chileno, me llamo Victoria Guadalupe Olivo Fuentes nacida en Santiago de Chile un precioso 21 de Marzo de hace veinticuatro años.
Aún me quedan un montón de cosas por hacer. Conseguir casa, ropa, permiso de trabajo, presentarme en el bufete… Pero hoy sólo me he dedicado a disfrutar la libertad recién adquirida.
Helena me ha dejado algo de ropa antigua y un abrigo y me ha comprado unas zapatillas de deporte de mi número. Se ofreció a acompañarme e incluso me ofreció su casa hasta que me instalase pero decliné su oferta y preferí ir a mi aire. Afortunadamente ya he conseguido transferir por Internet parte de mis fondos a otra cuenta con mi nuevo nombre y ya tengo una nueva visa platinum.
El día era frio y una espesa niebla lo cubría todo, pero me daba igual. Salí del edificio y me dirigí al parque más cercano. La niebla me impedía ver las copas de los árboles centenarios creando un espectáculo fantasmagórico y el frio se colaba por las aberturas de mi ropa haciéndome olvidar el calor sofocante y los tubos de luz fluorescente que habían sido mi único mundo durante casi un año.
Mientras paseaba, he pensado en todo lo que ha pasado. La verdad es que se me hacía difícil reflexionar en los cambios que iban a conllevar mi nueva vida. ¿Cómo enfocarlo? ¿Debería seguir comportándome como hasta ahora? Lo que más me confunde es la cuestión del sexo. Mientras paseo me sigo fijando en las mujeres que pasan y como antes me pregunto si serán hermosas debajo de todas esas capas de ropa, pero tengo la sensación de que el cuerpo no reacciona de la misma manera, en fin que no siento ese hormigueo de expectación que sentía antaño ante la visión de una mujer atractiva. Con los hombres, en cambio, ocurre algo distinto. Al ver un hombre atractivo mi cerebro no se ve atraído inmediatamente, es el cuerpo el que reacciona primero, como ocurrió con el masaje, excitando luego mi imaginación. Parece que la zorra de mi mujer tenía razón y voy a tener que convertirme en una mujer a todos los efectos, eso sí, con la diferencia de que sé exactamente en qué piensan los hombres.
Cuando éramos adolescentes, en carnavales toda la pandilla se disfrazaba y dos de cada tres años nos vestíamos de mujer en sus distintas variantes. Enfermeras, policías, colegialas… siempre con minifaldas y grandes tetas de pega. Recuerdo que en aquellas noches de desmadre etílico acabábamos fantaseando con la posibilidad de haber nacido mujeres y siempre llegábamos a la misma conclusión; io… sip uese mujerr loúnico que haría psería follar… una y otra vezz.
Ahora que llevo bragas por prescripción facultativa no sé si es tan buena idea.
29 de diciembre
Querido Diario hoy he amanecido en el lecho blando y acogedor de un hotel de cinco estrellas. ¡Buf! ¡Cómo lo echaba de menos! Un colchón cómodo, una habitación cálida pero no sofocante, nadie que te despierte por la noche cada cuatro horas para tomarte la tensión…
Pedí que me subieran el desayuno a la habitación y un camarero me lo sirvió en el salón de la suite. Tomé un zumo de naranja, un café con leche, tostadas y un plátano.
Me duché, me até el pelo en una cola de caballo y salí a caminar. Eran las diez de la mañana y hacía un sol radiante aunque la temperatura era más baja que ayer, soplaba un viento del norte no muy fuerte pero cortante. Caminaba a ritmo rápido intentando combatir el frio y pensando en los siguientes pasos que debería dar. Finalmente me decidí y me dirigí a una zapatería. La verdad es que no me fijé ni en el nombre del establecimiento. Una vez dentro he comprado unos zapatos de tacón de aguja negros que tenían una pinta decente. Los probé pero sin llegar a dar un solo pasó con ellos puestos y como parecían mi número me los quedé. Comí una ensalada en una restaurante y a las tres y pico ya estaba de nuevo en mi suite.
Lo primero que hice al entrar fue quitarme la ropa porque aún no tenía más que la puesta y a continuación me puse los tacones. No eran demasiado altos, unos ocho centímetros pero lo primero que pensé es que las mujeres están locas. Empecé a dar unos pasos vacilantes y tropecé tres o cuatro veces, pero casi instintivamente mi nuevo cuerpo adoptó una postura más erguida y acorte la longitud de mis pasos. Era evidente que mi donante los había usado en el pasado a menudo y parecía que al cuerpo le había quedado una especie de recuerdo.
Dos horas más tarde andaba con soltura por la habitación. Me acerque a un espejo de cuerpo entero y me mire. Había engordado desde que Helena me puso aquel espejo delante. Mi rostro no era ahora tan anguloso y habían desaparecido las ojeras, aunque mi tez seguía estando extremadamente pálida. Cogí mi melena con una mano y la levante para examinar mis cicatrices. La primera era más irregular recorría toda la circunferencia de mi cabeza a la altura de los temporales, la segunda debajo de la nuez era la de la traqueotomía y la tercera, ya casi imperceptible hacia un semicírculo en mi nuca. Un escalofrío me atravesó imaginando la escena de este cráneo abierto y a la vez el cuello casi totalmente cercenado.
Solté mi pelo intentando exorcizar la imagen y este cayó en una suave cascada sobre mi cuello terso y mis senos plenos y turgentes. Los cogí con las manos sin dejar de mírame. Eran algo más pesados de lo que me esperaba. Estaban suaves y calientes. La areola era rosada y no muy grande. Cogí mis pezones entre los dedos y los pellizqué. Aunque no me resultó agradable, se endurecieron inmediatamente. Casi sin pensar bajé mis manos por mi vientre hasta enredarlas en la negra maraña de mi pubis. Me senté en la cama frente al espejo y abrí ligeramente las piernas. La anterior inquilina, al parecer, se había depilado con láser el pubis dejando un triángulo de vello negro y suave entre mis piernas. Sólo algún pelo rebelde sobrevivía en mi vulva. Mis dedos exploraron los labios mayores que inmediatamente se excitaron aumentando de tamaño y abriéndose como una flor, dejándome ver el clítoris a través del espejo. Parecía una pequeña verruguita alojado entre mis piernas Suspiré y me di la vuelta sin dejar de mirarme en el espejo. Los tacones estilizaban y alargaban mis piernas y hacían mi culo aún más apetitoso. Desde luego era una mujer realmente atractiva.
En una vida anterior, ya sabes a que me refiero, hubiese vendido mi alma por meterme debajo de las faldas de una mujer semejante.
Un ligero roce en el clítoris me arrancó de la ensoñación con un gemido. Mi mano se cerró sobre la vulva con fuerza y el extremo de mi dedo corazón penetro dentro de mi vagina.
Me tumbé boca arriba y me deje llevar sin dejar de mirarme al espejo. Desde allí me miraba una extraña con unos tacones por toda indumentaria. Su boca estaba abierta en un gesto de hambre y ansia y su mirada era curiosa aunque velada por el placer. Una mano descansaba sobre su vientre mientras que la otra trabajaba incesantemente en el interior de sus piernas largas, tensas, abiertas…
Me senté de nuevo para ver mi pubis. Estaba rojo, congestionado e hipersensible. Cada roce con mi mano era delicioso. Cuando me di cuenta tenía tres de mis dedos en el interior de mi vagina resbalando, presionando y explorando mi interior.
Aquel cuerpo se agitaba y gemía, abría y cerraba las piernas al ritmo en el que penetraban las manos en su interior. Durante un segundo sacó sus dedos húmedos de la vagina y con una mirada lánguida se acarició el clítoris con deliberada lentitud.
Introduje de nuevo mis dedos, esta vez a un ritmo frenético. Mi respiración se volvió anhelante y todo lo demás dejó de existir. Mis dedos tropezaron con un pequeño bulto en mi vagina electrizándome. Me doblé con el placer y la descarga del orgasmo.
La mujer del espejo ya no me miraba, estaba tumbada mirando al techo jadeante. Lo único que se veía era su sexo latiendo húmedo y congestionado entre sus dedos y sus piernas colgando inertes del extremo de la cama.
Diez minutos después llame a recepción y les pedí la dirección del mejor salón de belleza de los alrededores y un taxi.
El resto del día lo dediqué a la manicura, la pedicura, un ligero corte de pelo, peinado y maquillaje. Me he pulido cuatrocientos euros, pero ha valido la pena hasta el último céntimo. Aun vestida con los harapos de ayer, los tíos se daban la vuelta y me radiografiaban de arriba abajo.
Cuando llegué al hotel esta vez, les pedí el número del mejor asesor de imagen que conociesen y lo cité para mañana. Adiós a la ropa sudada.
Supongo que a partir de ahora ya soy caza mayor...
30 de Diciembre
Querido diario, ya soy una mujer completa y mi trabajo me ha costado. Esta mañana no era capaz de levantarme de la cama. La perspectiva de un día de compras interminable me mareaba. He hecho un desayuno rápido y he ido a alquilar un coche. Pensé en un coche más grande pero al final me decanté por un Fiat 500, barato, fácil de aparcar y muy chic. Alicia, que así se llamaba mi asesora de imagen, ya me estaba esperando a la puerta del primer establecimiento.
La jornada empezó con los zapatos, continuó con la ropa interior y cuando ya íbamos por la ropa casual y de sport Alicia se estalló:
-¿Quieres poner un poco de atención? Parece que en vez de con una cliente estoy con mi marido. Me dices a todo que sí, sacas la Visa y has mirado más veces mi escote que la ropa que has comprado.
-Perdona Alicia - y yo que creía que estaba disimulando perfectamente mi aburrimiento- pero es que de moda no entiendo nada. Por eso te he contratado.
Continué dorándole la píldora, diciéndole cuánto admiraba su buen gusto y terminé ganándomela invitándola a comer en un restaurante carísimo que hay al lado de las tiendas de Armani.
El café sólo y supercargado no mejoró el dolor de cabeza que se me estaba levantando pero estaba decidida a acabar en este mismo día, así que mi vía crucis continuó entre tiendas de complementos de lujo y de joyería. Lo único con lo que disfruté verdaderamente fue con la compra de un precioso Cartier de oro blanco, con la esfera de diamantes y correa de cuero, caro pero moderno y discreto.
A pesar de todo ha sido un día muy productivo. Me ha costado mucho pero las pacientes explicaciones de Alicia me han ayudado una barbaridad.
Con esto y unos cuantos centenares de capítulos de sexo en Nueva York creo que podré combinar toda la ropa que he comprado sin meter demasiado la pata.
31 de Diciembre
Querido diario, este es el último día de un año que no sé cómo calificar. Evidentemente no ha sido bueno. El accidente, el trasplante, la larga recuperación que aún continua… Supongo que lo recordaré como positivo o negativo dependiendo de cómo sean los años que están por venir.
Hoy me he levantado y he salido a correr o lo he intentado. De vuelta en el hotel, medio asfixiada, me he duchado y he salido otra vez de compras, pero esta vez no necesitaba asesora.
Me encantan los concesionarios de Jaguar. Todo está pulcro y brillante. Adoro el olor a maquinaria bien lubricada y los vendedores meticulosamente arreglados y obsequiosos.
Una sonrisa de suficiencia y unos dientes más blancos que el Perito Moreno me recibieron al atravesar el umbral:
-Buenos días, soy Marc ¿puedo ayudarle en algo?
-Lo primero que has de hacer, Marc, es tratarme de tú, eso del usted déjalo para las jubiladas –dije devolviéndole la sonrisa y poniendo mi dedo en la solapa de su traje.
-Tú mandas. –Replicó el hombre un poco azorado -¿ves algo que te guste?
-Por supuesto, el caso es si puedo permitírmelo –le contesté lanzándole una mirada descarada mientras me quitaba el abrigo y le mostraba un traje chaqueta de Armani que con una blusa blanca me quedaban como un guante.
-Estoy seguro que podremos encontrar algo que se ajuste a tus preferencias. Precisamente tenemos varios km 0 listos para que te los lleves casi al momento. –me dijo mientras me invitaba a sentarme y revolvía entre los papeles de su mesa sin dejar de quitarme ojo.
Ya sentada, me incliné para dejar el abrigo junto al bolso en la silla de al lado y de paso darle al vendedor una fugaz y profunda vista del escote de mi blusa. A continuación crucé las piernas estiré mi falda y continué con una voz invitadora:
-Entonces ¿qué tienes para mí?
-Creo que está por aquí, sí –No hay nada mejor en una negociación que tener al enemigo nervioso y descolocado.
-¡Ah! Aquí está, dijo con satisfacción, tenemos dos XK preciosos. A mí, personalmente, me encanta el blanco Polaris.
-Prefiero algo menos ostentoso. ¿Tienes algún XF?
-Por supuesto. ¿Gasolina o diésel? –Marc no era mal vendedor ya había detectado que yo sabía lo que quería.
-Prefiero gasolina.
-Tenemos un V8 en color Lunar Grey el equipamiento es el Premium Luxury, como puedes ver, el coche nuevo te saldría por unos 95000 euros –dijo alargándome un catálogo- pero te lo dejo en 85500 IVA incluido.
-Mmm, no está mal, -respondí mientras ojeaba el catálogo –pero si cerramos hoy el trato lo puedes meter entre las ventas de este año y si no quieres que pierda el tiempo en otros concesionarios vas a tener que mejorarlo. Si me lo dejas en 78000 cerramos el trato ahora mismo -dije inclinándome simulando expectación y de paso proporcionándole una nueva panorámica de mi canalillo.
-¡Uf! –exclamo recolocándose la corbata y cogiendo el móvil – ¿Por qué no vamos a verlo y mientras tanto lo discuto con mi jefe?
Le seguí por la puerta trasera que daba a un garaje. Me había quedado corta regateando, allí había por lo menos veinte coches aún por vender.
Me señaló uno de ellos y nos acercamos a él. Abrió la puerta para que entrara y enseguida me vi envuelta en una atmosfera de lujo y comodidad. Me dio la llave, lo arranqué y el sonido bronco del motor V8 me hizo vibrar y sentir sus trescientos cincuenta caballos bajo el largo capó a la vez que Marc no dejaba de admirar mis piernas mientras hablaba con su jefe.
Después de un corto regateo lo dejamos en 80000 más el sistema de sonido Bowers & Wilkins. Si a esto le añado el descuento del IVA por ponerlo a nombre de la empresa he conseguido una máquina extraordinaria a un precio a un más extraordinario.
-Estoy seguro de que no te vas a arrepentir de esta compra. –Dijo Marc acompañándome de nuevo a la oficina para arreglar los papeles –una vez pagado lo tendrás en tus manos en dos días.
-No hay problema –dije sacando la visa platinum que tenía a nombre de la empresa. –puedes hacer el cargo ahora mismo.
-Estupendo –la sonrisa de Marc no le cabía en la cara mientras introducía los datos de la empresa e imprimía el contrato y la factura por 80.000 euros.
-¿Sabes que con esta venta cumplo con los objetivos del año? –dijo mientras hacía tiempo para imprimir los papeles. –La verdad es que me has venido caída del cielo.
-¡Ah! ¿Sí? –repliqué un poco escéptica.
-Lo que oyes, y me gustaría agradecértelo. Ya sé que es un día especial pero, ¿Sería muy atrevido por mí parte invitarte a cenar? Un cliente me ha regalado unas entradas para la fiesta de nochevieja en el Ritz. Nada de comida de supermercado, sólo lo mejor. Y luego un baile con una orquesta de verdad.
Iba a decirle que no, pero su sonrisa de truhan y sus ojos de cachorrillo extraviado muy bien ensayados me ablandaron y no supe negarme. Además no quería estar sola una noche así.
Entonces te preguntarás, querido Diario, cómo es, que si he salido a la fiesta de fin de año, estoy escribiéndote a las once de la noche.
Al final me he rajado. La verdad es que me apetecía mucho y Marc me parece buen chico, su atractivo me hizo sentir cierto cosquilleo en mis entrañas, pero aún no me he acostumbrado a la idea de dejarme llevar y no tener el mando y esta no era una buena noche para hacer experimentos. Estoy casi segura de que si iba con el acabaríamos emborrachándonos y la idea de abrirme de piernas y quedar a su merced, sin saber si me iba a tratar como una princesa o como una zorra de seis euros la mamada, me produjo un escalofrío.
Esto es un poco más complicado de lo que pensaba. Creo que voy a tener que empezar poco a poco. Quizás si los ato a la cama… recuerdo que a mi viejo yo eso le encantaba…
Bueno, el caso es que hace un cuarto de hora le he llamado disculpándome y alegando que debía atender a un cliente que había tenido un accidente borracho como una cuba. Lo curioso es que la desilusión que experimentó el chaval y la súplica mal disimulada para que volviésemos a quedar, me ha puesto más eufórica que si le tuviese en este momento entre mis piernas.
Soy mujer, tengo derecho a ser voluble y casquivana.
1 de Enero
Querido diario. Allí estaba yo. Retrepado en la silla de mi caballo intentaba ver las líneas del enemigo al final de la llanura arrasada por el sol. La situación es inmejorable. Nuestras posiciones dominan las del enemigo, el cual tiene el sol en su cara y el río a su espalda. Apenas le queda artillería y llevan diez días retirándose sin descanso.
Los caballos piafan tensos, deseando salir al galope tendido, nosotros tiramos de las riendas, aún no es el momento. La artillería comienza a cañonear las posiciones enemigas. A esa distancia tiene un efecto más psicológico que real, pero lo agradecemos.
Llega el momento, comenzamos a avanzar en formación. Primero con parsimonia, el sable en ristre. Queda milla y media, ponemos los caballos a un trote largo. Aún mantenemos la formación. Media milla más y los primeros proyectiles empiezan a caer, al principio un poco cortos. Es la señal para cargar. Ahora avanzamos al galope tendido, la artillería enemiga empieza a abrir algunos claros en la formación pero no es suficiente para detener nuestro avance. Una bala rebota a mi lado despanzurrando un caballo y arrancando la cabeza a dos jinetes que vienen detrás. Un cuarto de milla para las posiciones enemigas, adelanto el sable en posición de ataque y grito hasta que creo que se me va a desencajar la mandíbula. Mi montura vuela sobre la llanura, suda y espumea. Una descarga de fusilería nos recibe, otra más y otra, la primera línea cae diezmada, pero ya estamos encima. Saltamos los parapetos que han fabricado apresuradamente la noche anterior y penetramos en sus defensas como el cuchillo en la mantequilla. Atropellamos a la infantería soltando mandobles a diestro y siniestro, mi sable se tiñe de sangre y ésta chorrea hasta la empuñadura haciéndola peligrosamente resbaladiza. Avanzamos hacia los puestos de la artillería, un veterano aparece entre el humo, levanta su pistola con tranquilidad y me dispara, me causa un largo rasguño en la mejilla, ha fallado y como pago recibe un sablazo en el hombro que lo derriba bajo los cascos de mi caballo.
Seguimos adelante, los artilleros huyen, pero no tienen adonde. Les alcanzamos a la orilla del rio y el agua se tiñe de rojo con la carnicería.
La adrenalina nos ciega y nos hace continuar a pesar de que no hay enemigo. Atravesamos el río y entramos en una pequeña aldea como un huracán. Entro en la primera cabaña que veo sin desmontar. La pequeña isba tiene sólo dos habitaciones. Estoy en el centro de la cocina pobremente amueblada. Sobre la mesa hay una jarra que me recuerda que no he bebido nada desde el amanecer. Descabalgo y tomo la jarra, es cerveza y está fresca, deliciosa. Me limpio con la manga de la guerrera y cruzo la puerta de la otra habitación. Un campesino se abalanza sobre mí y le clavo el sable en la barriga. En el fondo de la habitación dos grandes ojos azules y aterrorizados me miran. La sangre me hierve, deseo a esa mujer, me la he ganado, lo mismo que me he ganado el infierno en ésta y en anteriores batallas. Es joven, el tiempo no ha curtido aún su piel y ni el trabajo del campo, ni los sucesivos partos, han deformado su figura. Le agarro del pelo largo y pajizo y la tiro sobre la cama. Ella me suplica en un idioma que no entiendo, yo me bajo los pantalones de montar y le muestro mi miembro viril tieso y brillante. Ella llora. Yo le arranco las burdas bragas, separo sus piernas y la penetro haciendo oídos sordos a sus chillidos.
Las lágrimas ruedan por mis mejillas mientras ese diablo bigotudo y mal oliente hinca su pene con violencia dentro de mí.
Yo le suplico, le araño la cara tiznada de hollín y sangre, intento sacarle los ojos pero el sigue empujando como un loco profunda y dolorosamente. Sus manos pegajosas de la sangre de sus enemigos soban mis pechos y pellizca dolorosamente mis pequeños pezones. Dejo de luchar, es inútil, ahora sólo deseo que termine, que no me mate y que no quede embarazada. Me pongo a rezar, él se corre, se incorpora y por un momento ve una muchachita, que podría ser su hija, desnuda y pavorosamente maltratada. Un relámpago de arrepentimiento cruza por su cara sudorosa mientras se ajusta los calzones. Sus ojos se inundan de lágrimas. Llegan más soldados empujándose por ser los primeros en entrar. Ahora sé lo que me espera. Miro al soldado a los ojos y luego a su pistola, el entiende y la alza ante las protestas de sus compañeros hambrientos de sexo.
La explosión de la pólvora me despierta. Sudorosa y aterrorizada me siento en la cama.
Año nuevo pesadilla nueva.
2 de Enero
Querido Diario, hoy he vuelto al trabajo. Realmente estaba más preocupada por no caerme de los tacones que por cualquier otra cosa.
Me presente en el bufete sin previo aviso y, taconeando con decisión, evité a la recepcionista y entré en el despacho del socio más veterano.
Luis, que puede ser muchas cosas pero no tiene un pelo de tonto, detuvo la carrera de la recepcionista y con un gesto disciplente de la mano, la conminó a retirarse.
Se quedó sentado fijando una mirada escrutadora en mi melena suelta, mi traje de mil pavos y mi sonrisa fría y roja como la sangre.
-Victoria, Vicky, Lupe, jefa… ¿Cómo prefieres que te llame?
-Victoria es suficiente, ¿Cómo lo has sabido?
-No es tan difícil –respondió mientras se levantaba y se acercaba para saludar a su nueva jefa –tu abogado me notificó la compra del bufete y las mujeres que entran con ese tipo de ropa en este despacho o están furiosas, o son un mar de lágrimas o ambas cosas. Tú no pareces ninguna de las tres cosas.
-Veo que mi antecesor se rodeaba de gente competente. –Dije estrechando su mano con seguridad –mi intención es que las cosas continúen como hasta ahora. En principio no habrá cambios ni despidos de personal. Creo que deberíamos convocar una reunión para los socios, digamos en un par de horas. Supongo que no necesitaras mucho más para ponerme al día.
-Aún sobrará tiempo para un café, deja que cuelgue el aviso de la reunión en el intranet y enseguida estoy contigo.
La situación del bufete se había mantenido estable durante mi ausencia. Los ricos medran en la crisis de forma directamente proporcional a los chanchullos judiciales en los que se meten y allí donde hay un ERE o un divorcio ahí estamos nosotros planeando por encima pacientemente.
Después de un nespresso en la cocina fuimos a la sala de reuniones. Tras asegurarles que iba a mantener los puestos de trabajo y que yo sólo me dedicaría a la estrategia de la empresa y a la captación de clientes, el ambiente se distendió y aproveché para analizar las carteras de clientes de cada uno, aunque las conociera de sobra. Finalmente, al levantar la sesión, los salude a todos personalmente y les dejé que volvieran al tajo.
Además de volver a tomar contacto con la empresa pude hacerme una primera idea de quien era de fiar y quien iba a ser un problema. El que fueran adeptos incondicionales en el pasado no significaba para nada que fuesen a respetar a una desconocida. Tendría que volver a empezar de nuevo.
A continuación me dirigí a recepción, aún debía una disculpa.
Sandra es una rubia de ojos azules de caderas anchas y senos grandes y sospechosamente elevados para sus treinta y largos. Es una de las trabajadoras más antiguas del bufete y al tener que manejar y coordinar las agendas de los socios está en contacto con todas las secretarias y conoce todos los chismes de la empresa.
-Hola Sandra, siento lo de esta mañana, pero necesitaba hablar con Luis antes de que el bufete supiera quién era yo. Sé que eres una persona fundamental en el funcionamiento de esta empresa y por eso quiero que nos llevemos bien –dije con una voz lo más melosa posible.
Sandra quedó un poco sorprendida, pero aún se le notaba algo molesta. Aun así continué:
-Sé que no hemos empezado con buen pie, pero te necesito más de lo que crees –dije mientras rodeaba la mesa y la ayudaba a levantarse – ¿por qué no vamos juntas a comer y te lo comento? Tengo mesa reservada en el centro.
Un cuarto de hora después estábamos a la mesa dando cuenta de sendas ensaladas bajas en calorías mientras charlábamos. Al principio Sandra desconfiaba, pero después de contarle una historia inventada sobre mi última ruptura se relajó y empezó a hablar, y resultó que lo necesitaba. Me contó la historia de su matrimonio con un tipo forrado que se dedicó a menospreciarla y a ponerle los cuernos con cualquier par de tetas que se le cruzaban y su posterior divorcio. Yo evidentemente, conocía todo esto de primera mano ya que fui su abogado en el proceso. Al recordar mi antiguo yo, Sandra soltó un par de lagrimitas, contándome como le habíamos llevado a juicio y le habíamos pelado como un plátano. Casa, coche, una abultada pensión… Realmente Sandra no necesitaba trabajar pero le encantaba su puesto en el bufete y nunca se había planteado dedicar el resto de su vida a las tiendas y a follarse a su entrenador personal como hacían muchas de sus conocidas.
Terminamos la comida y nos dirigimos de vuelta al bufete sin dejar de charlar por el camino. La dejé en la oficina mientras yo buscaba un taxi.
El resto del día resulto aburridísimo. Dediqué toda la tarde a buscar un hogar y afortunadamente el quinto loft que me enseñaron resultó perfecto. Amplio, primorosamente amueblado, luminoso y en un piso veintitrés, fuera de miradas curiosas. Lo único que no era razonable era su precio, pero qué diablos, sólo se revive una vez.
3 de Enero
Querido Diario… ¡Ya tengo el coche! Afortunadamente con mis testículos no se ha ido mi afición por los trastos caros potentes y divertidos.
A primera hora de la mañana Marc me llamó con la excusa de que ya estaba listo y retrasé mi llegada al bufete para pasar antes por el concesionario para recogerlo.
Me recibió Marc en el taller, con una cara esperanzada, pero siendo tan listo como parecía, sabía que la oportunidad había pasado y no iba a cargarse un cliente que podría darle buenas comisiones en el futuro. Así que me saludó cortésmente me instruyó en el manejo básico del Jaguar y me despidió con una sonrisa animándome a que le llamase en cualquier momento para resolver cualquier tipo de duda.
Tracción trasera, trescientos cincuenta caballos, lo primero que hice fue quitarme los tacones y quitar el control de tracción. Bastaron las dos gigantescas rotondas del polígono industrial para darme cuenta de que mi habilidad al volante no había disminuido y de que la nobleza de aquel coche circulando de lado estaba fuera de toda duda.
El resto del camino hacía mi oficina me dediqué con todas mis fuerzas a desmontar el mito de que las mujeres somos prudentes, discretas y cumplidoras con las leyes de seguridad vial.
4 de enero
Querido diario, hoy he asistido a mi funeral.
La lástima es que no pueda ser de cuerpo presente. Tampoco me pareció prudente intentar convencer a nadie de quién era yo en realidad, con lo que fue divertido pero no todo lo que podía haberlo sido.
Me sorprendió que acudiera tanta gente. Probablemente más de la mitad estarían bastante decepcionados al no haber un cuerpo que escupir.
Se suponía que estaba allí como nueva jefa del bufete lo que me permitió mantenerme en un discreto segundo plano.
En primera fila estaba mi hermano, esa ladilla repelente a la que no veía hace tres años, se había presentado con la víbora de su mujer y sus tres hijos hiperactivos. Era un gran consuelo saber que sería la última vez en mi vida que tenía que contemplar sus asquerosas jetas.
Entre que les encantaba ser los protas y que esperaban sacar una buena tajada, apenas podían disimular su felicidad. Le he pedido como último favor a mi ex que les haga una foto en la lectura del testamento cuando se enteren de que no van a recibir absolutamente nada.
El cura empezó bastante bien con buen ritmillo, incluso consiguió arrancar alguna que otra lagrimilla a Sandra. Pero durante el sermón se lio y acabó diciendo que la gracia de Dios era la que permitía que de un grano de trigo saliesen varias plantas, cuando cualquier estudiante de secundaria sabe que es el milagro de la selección y la modificación genética.
Tras veinticinco minutos de teorías absurdas y de conminarnos a buscar una razón para autoflagelarnos, prosiguió la misa y pudimos salir de allí antes de que empezase febrero.
Al salir de la iglesia, el aguanieve caía con desgana. Me había quedado atrás y había salido entre las últimas personas con la intención de pasar desapercibida. En la escalinata que daba acceso al templo se habían formado dos grupos, uno era el de la gente que se iba apresuradamente al aparcamiento para poder coger los coches y marchar a casa y otra que con más parsimonia se dirigía al bar de enfrente. Casi todos eran miembros del bufete, uno de ellos, al darse cuenta de mi presencia, me hizo señas de que los acompañase.
El interior del bar era de lo más insulso, sillas baratas, mesas de formica desgastadas y maltratadas por los años de arrastres, órdagos y quemaduras de cigarrillos. La barra ocupaba todo el fondo del local y tenía cuatro taburetes cuyo relleno pugnaba por escapar del ajado forro de escay y en una esquina, una vitrina separaba las tapas de la saliva de los parroquianos. El camarero era un tipo seco y bilioso tanto en su figura como en su actitud hacía aquella turba de tipos emperifollados y perfumados que invadían la sacrosanta paz de su local.
Sin hacer caso de las miradas fulminantes del camarero y los tres parroquianos que jugaban al julepe en una esquina del local, juntamos un par de mesas, acercamos todas las sillas libres y dos de los taburetes y nos sentamos tranquilamente esperando a que el camarero se acercase.
El camarero debía tener mucho que hacer porque tardó un buen rato en atendernos.
Por un muerto no se brinda con Acuarius, así que Luís no preguntó a nadie y pidió un par de botellas del mejor Rioja y unas copas. El camarero cambió entonces su actitud de disimuladamente desdeñosa a claramente servil y nos puso un Valserrano del 2005, más que aceptable para la categoría del garito, acompañado de unas tapas de tortilla que a pesar de estar fría estaba muy sabrosa.
-Todos sabemos que la vida del jefe no era ejemplar, y previendo, con buen juicio, que la iba a cascar antes que yo, me dio una serie de instrucciones –dijo Luis levantando una servilleta de ese mismo bar arrugada, sucia y llena de garabatos.
-¿Y dónde la has tenido archivada hasta ahora Luis? ¿En los calzoncillos? –preguntó Cristóbal provocando sonoras carcajadas.
-La lista no es muy larga pero de obligado cumplimiento y va acompañada de un breve discurso que voy a leer a continuación. –continuó Luis ignorando las risas.
-Queridos amigos, -comenzó Luis –si estáis escuchando esto quiere decir que las he espichado. Voy a ser breve, porque estoy borracho como una cuba y tengo unas ganas de mear horribles. Lo que más odio de la muerte es no saber que viene después, así que como supongo, dado lo que fumo, bebo y follo, moriré antes que vosotros, si existe un cielo y llego a él, prometo demostraros su existencia enviando un rayo que os fulmine a todos en este mismo bar justo después de mi funeral.
El silencio se prolongó unos segundos y algunos miraron al techo con una sonrisa nerviosa.
-En fin, visto que seguimos todos vivitos y coleando, eso quiere decir que, o nuestro querido jefe está pudriéndose en el infierno o bien no hay nada después de la muerte –dijo Luis ignorando que la otra posible razón es que su jefe aún siga vivo, o mejor dicho viva.
-Continuemos… Como espero que todos sigáis vivos y con las mismas dudas que antes de este pequeño discurso, mi último deseo es que os pilléis todos una buena curda a cuenta del bufete. Salud y moriros todos pronto que os voy a echar mucho de menos en el infierno.
-Salud –dije yo levantando la copa mientras le hacía señas al camarero de la triste figura para que trajese más vino- no seré yo la que impida que se cumpla la última voluntad de un granuja.
-Amén –respondieron todos al unísono apurando las copas de un trago.
Ningún funeral podrá superar nunca el de Tom Sawyer, pero éste no ha estado del todo mal.