La cabeza del mono (10)

Último capítulo de la serie. Espero que hayáis disfrutado tanto leyendo como yo escribiendo.

13 de Noviembre

Querido Diario, hoy me he levantado y después de las náuseas matinales me he quitado la ropa con la que dormí ayer y me he duchado, aunque no he notado ninguna mejoría en mi ánimo. No me atrevo a salir de casa así que he desayunado unos cereales mientras miraba por la ventana como los periodistas, que finalmente han dado conmigo se iban reuniendo poco a poco y esperaban pacientemente bajo la lluvia mi aparición.

A mediodía ya me sentía como una fiera enjaulada, así que llame a Sandra como había prometido y le conté todo lo pasado hasta el día de hoy. A veces se río, a veces lloró, a veces me abroncó pero me di perfecta cuenta de que me había entendido y que  seguía teniendo una amiga.

También me recomendó que llamara al resto de la panda dentro de un par de días, que hablaría  antes con ellas para explicarles el lío y que no les sentaría demasiado mal.

También hablé con Luis y juntos diseñamos una estrategia para acorralar a los funcionarios de la sala seis de la Audiencia. A pesar de todo lo que había pasado seguía confiando en la honestidad del juez de la sala seis de la Audiencia así que pensamos que lo mejor es que fuese Luís a hablar con él y le pidiese una investigación interna. Por otra parte le dije que pusiese a disposición de Karina todos los recursos del bufete así como una cantidad de dinero respetable. Quería saber todo lo que había de nuevo  en la vida de los funcionarios; quién se había comprado un Audi nuevo, quién mandaba a los hijos a estudiar  al extranjero y esas cosas. Estaba seguro de que la hormiga atómica no me fallaría.

14 de Noviembre

Querido Diario, hoy Helena se ha presentado en el programa de Susana Griso y ha dado la cara.

Para cualquier televidente, además de dialéctica, fue una bonita batalla de faldas cortas piernas largas y vertiginosos tacones.

A pesar de que odia a los periodistas, Helena nunca ha sido una mujer cobarde y ha contestado a todas las preguntas, algunas muy incisivas, con sinceridad y sin titubeos. Cuando Susana le entregó  mi comunicado de prensa admitió que yo no había estado consciente en ningún momento y que ante la gravedad de las lesiones tomó una decisión que sin ningún lugar a dudas me salvó la vida.

Cuando la presentadora puso en tela de juicio la moralidad de la operación Helena le invitó a pensar en la situación fríamente. Era consciente de la polémica que generaba el uso de un cuerpo entero, sobre todo del shock que supone para los familiares y conocidos de la víctima pero consideraba que esta situación no era muy diferente de la de un paciente de trasplante de cara.

Para terminar Susana le preguntó a bocajarro si no creía que con esta operación se podía prolongar la vida de una persona artificialmente:

-En un mundo sin escrúpulos cómo el de hoy, en el que la vida de los demás se valora tan poco; ¿Qué le impedirá a una persona con medios trasladarse de un cuerpo a otro indefinidamente?

-Lo primero es que los médico salvamos vidas no acabamos con ellas. Lo que propone es una aberración que un médico en su sano juicio nunca llevaría a cabo. Además aunque el sujeto cambie de cuerpo el cerebro tiene también fecha de caducidad. Con un trasplante de este tipo la persona, a cambio de un riesgo para su vida notable, porque hay que tener en cuenta el rechazo y la complejidad de la operación, solo ganará algo en calidad de vida. La operación quizás lograse aumentar la longevidad unos pocos años pero los problemas asociados a la perdida cognitiva que se producen con la edad no se revierten. Cambiar de cuerpo para rejuvenecer no es rentable. En cuanto a usar la técnica para evitar una grave enfermedad de forma fraudulenta no creo que sea fácil, es mucho más sencillo robar un riñón y que nadie se entere que un cuerpo entero que se pueda reconocer, si no pregúntenselo a mi paciente.

-¿Cómo ha sido la adaptación de Victoria a esta nueva situación? –preguntó la periodista interesada.

-La verdad es que ha sido sorprendentemente buena, a todos los efectos Victoria es ahora una mujer sana tanto física como psíquicamente. Al principio sufrió un fuerte shock pero se ha adaptado sorprendentemente bien y tiene una vida totalmente normal.

-¿Y sus preferencias sexuales? ¿Sigue manteniendo la misma orientación sexual o ha cambiado?

-Esa es una pregunta que tendrá que responderle ella. Considero las relaciones homosexuales tan normales como las heterosexuales así que no creo que el mundo necesite saber eso…

-Mucha gente cree que es una especie de doctora Frankenstein y la iglesia ya ha condenado sus actividades como poco morales y contra natura….

-Si fuera por esa pandilla de machistas retrógrados –le interrumpió Helena –aún estaríamos en la edad media, en casa pariendo niños y recibiendo palizas. Lo que he hecho es salvar una vida, si la iglesia y la sociedad quieren condenarme adelante, yo sólo seguí un juramento que hice al terminar mi carrera, un juramento que no sólo deberían realizar los médicos si no todos los ciudadanos para conseguir una sociedad mejor.

Helena estuvo combativa y se desenvolvió correctamente y en ocasiones con brillantez ante los ataques de la periodista que termino dándole la razón y asintiendo con la cabeza en algunas de las cuestiones.

Cuando terminó la entrevista sentí que no sólo ella había ganado con su aparición en televisión. Estaba segura de que la gente entendía mi situación un poco mejor.

15 de Noviembre

Querido Diario, hoy ha venido Juan esa rata del desierto irracional y machista. Mierda ¿he dicho machista?

Esta mañana estaba tumbada en la cama viendo Divinity con mi bata de seda y mi cara de hastío puestas.

Las vacaciones que  me había recetado hasta que todo se calmara me estaban sumiendo en un mortal circulo de aburrimiento y dolor, así que cuando llamaron a la puerta esta mañana y vi a Juan por la mirilla no reparé en su cara de cabreo y abrí al instante encantada de que hubiese vuelto.

-¡Cabrón hijo de puta! ¡Marica de mierda! –Gritó Juan a la vez que me daba un empujón y cerraba la puerta de golpe – ¿Cómo has podido hacerme esto?

-¿Pero qué…? –intenté replicar mientras recuperaba el equilibrio apoyándome en la puerta del salón.

-Lo sabes perfectamente soplapollas, –dijo acercándose a mí– ¿O te crees que soy tonto? Cuando pensabas decirme que he estado un mes follándome a un tío.

La cercanía de su rostro  y la violencia de sus palabras me hicieron recular y ambos entramos en el salón. Desorientada traté de pensar en cómo razonar con él.

-Juan esto es absurdo, te lo puedo explicar todo. Yo te qui…

-Silencio, jodido marica –me interrumpió a la vez que me sujetaba del brazo, me zarandeaba y me  daba un bofetón– ni se te ocurra decir lo que estás pensando.

El bofetón tuvo el efecto de dormirme la cara y despertar mi mal genio, así que con la bata suelta me encaré con él. Durante un segundo la visión de mi ropa interior y mi cara roja por el dolor y la ira le hicieron dudar. Pero enseguida ganó el cabreo y con un tirón del brazo me dio la vuelta y me tiro de cara contra el tresillo.

-¿Sabes que por un momento creí que eras la mujer de mi vida? –dijo mientras con su mano  me inmovilizaba contra el tresillo sofocándome. -¿Te puedes imaginar lo que he sentido esta mañana al llegar y leer los periódicos?

-Supongo que lo mismo que cuando os dais por el culo los soldaditos en el cuartel. –repliqué arrepintiéndome inmediatamente pero sin poder controlarme – ¿Qué prefieres locomotora o furgón de cola?

  • No sé. ¿Qué prefieres tú?

La voz de Juan, fría como el hielo me aterrorizó. Sin dejar de presionar mi cuerpo contra el tresillo me arrastró hasta dejar mi culo encima del reposabrazos y mi cabeza enterrada en los cojines. Mis intentos por zafarme solo sirvieron para sofocarme aún más. Con la mano libre me apartó la bata y me arrancó las bragas.

-¡Mamón te las voy a hacer pagar! –Exclamé sin saber si me refería, a las bragas o a la humillación– ni se te ocurra hacerme lo que estás pensando cerdo.

-Sí, quizás me haya estado equivocando de agujero todo este tiempo –Dijo Juan mientras acariciaba mi ano con sus dedos ásperos.

Entonces mi miedo se convirtió en terror, me debatí, grité, le dije que no lo hiciera, le supliqué, pero dos de sus dedos me penetraron sin contemplaciones. Mis gritos y mis pataleos se convirtieron en un quedo gemido mientras mis lágrimas recorrían mi cara,

-Ves cómo te gusta. Todos los maricas sois iguales. ¿Vas a admitir ahora que eres un hombre?

  • ¿Crees que un hombre se quedaría embarazado? -dije cogiendo el test de embarazo de la mesa del salón y tirándoselo a la cara

Aprovechando su estupefacción y ayudándome de una llave de krav maga logré zafarme y ponerme de pie.

Juan miraba el aparatito como si se tratase de un jeroglífico egipcio tratando de hallarle un sentido. Pero no le dejé reaccionar. Antes de que se repusiera, con gritos, insultos y empujones lo llevé a la entrada y le eché de casa diciéndole que podía quedárselo como recuerdo, que era el único  que tendría de su hijo.

Me fui al salón y me senté el sofá con las piernas recogidas y el culo ardiendo a  llorar como una magdalena. Juan tuvo la decencia de no volver a llamar.

A pesar de haberlo sido uno durante casi cincuenta años, no me había dado cuenta de lo jodidamente idiotas que son los hombres.

16 de Noviembre

Querido Diario parece que estoy destinada a no tener un día bueno desde que me enteré de mi embarazo. Cansada de autocompadecerme en la cama o más bien por la ausencia de alimentos en casa, después de las puntuales nauseas mañaneras, me he puesto las gafas de sol más grandes que tengo y una visera y he salido esta mañana al súper a comprar.

Cogí el Jaguar pensando que así podría esquivar a los periodistas pero cuando salí del garaje pude constatar con sorpresa que todos habían desaparecido por fin.

Iba a ir al súper de siempre pero en cuanto estuve en la puerta me acordé de la compra que hice allí la primera vez que cené con Juan y no pude traspasar el umbral. Me quedé durante un momento parada recordando mientras las puertas automáticas se abrían y cerraban seguido ante mi presencia. Convencida de que no podía entrar allí cogí el coche y me fui a un híper de las afueras.

Como era el día en que llegaba el pescado fresco el lugar estaba semivacío salvo la zona de la pescadería que estaba  a rebosar. Como buenos españoles eso de hacer cola nunca se nos ha dado bien y a pesar de haber un dispensador de números siempre había alguna discusión por cualquier estupidez. Yo, sin ninguna gana de contactar con ningún representante del género humano me dirigí directamente a los congelados. Poco a poco me fui olvidando de mis problemas concentrada como estaba en que no se me olvidase nada. Cuando llegué a las cajas con mi carrito rebosante comprobé con desesperación que sólo había una caja abierta con lo que, aunque había poca gente la cola para pagar era tremenda. La   gente, indignada, se quejaba de la espera a la pobre cajera   que evidentemente no tenía la culpa de aquella situación.

Como no había otra solución me puse en la cola y me dispuse a esperar.

El tiempo fue pasando más rápido de lo que esperaba. En realidad si te paras a pensar, por muy larga que sea la cola nunca he esperado más de cinco minutos en la cola de una caja y esta vez iba a ser más o menos lo mismo hasta que llego una anciana con su cesta de la compra.

La señora sin decir palabra cogió su cesta y se metió en la cola justo delante de mí sin decir ni mu.

Cuando le pregunté qué estaba haciendo se hizo la sorda. Cuando la interpelé una segunda vez dijo no sé qué de que la señora que iba delante le había guardado la vez. Ante la cara de sorpresa que puso la señora de delante no pude más y estallé:

-¿Qué se cree señora? ¿Qué a todos nosotros nos encanta hacer cola?

-Señorita, es usted una maleducada…

-¡Hay que joderse ahora soy yo la maleducada! –Le interrumpí furiosa –esto es el colmo de la desfachatez. ¿A qué viene tanta prisa? ¿Se va a morir mañana?

-La juventud está perdida, ya no hay respeto por las personas mayores. –dijo la vieja sin mirarme. La pobre cajera que ya no sabía dónde meterse mientras la abuela colocaba  la cesta sobre la cinta.

Incapaz de contener mi ira, aprovechando un despiste de la anciana le pegué un manotazo a la cesta esparciendo todo su contenido por el suelo. En ese momento el tiempo se quedó más congelado que el bacalao que tenía en el carrito. La anciana se quedó parada con la boca abierta sin saber que decir o hacer hasta que finalmente se retiró de la cola y agachándose con dificultad comenzó a recoger su compra. Por un momento me arrepentí de lo que había hecho. Pero sólo por un momento, porque la mirada de profunda inquina que me lanzó mientras recogía sus pertenencias del suelo me borraron cualquier pensamiento de conmiseración.  Con total naturalidad, comencé a sacar la compra del carrito ante la mirada de admiración de la cajera.

Nadie de las personas que estaban a la cola se agachó para ayudar a la anciana y cuando terminó, se puso al final de la cola.

Por cierto esta tarde hablé con el detective Ramos para saber cómo iba la investigación. Según él tienen al tipo identificado y encontraron huellas de él por todo el escenario del crimen. El mayor problema es dar con él. Cuando le  he preguntado si corría peligro me ha dicho que no, las últimas pistas lo situaban en Viena y “es lo suficientemente listo para saber que si pone un pie en este país está jodido”.

A pesar de que el detective lo decía todo convencido yo  había mirado a los ojos a ese tipo y no estaba tan segura, eran los ojos de quién no se detiene ante nada.

19 de Noviembre

Querido Diario,  he llegado a la conclusión de que en este cochino siglo XXI nadie está dispuesto a ir a la cárcel o morir por sus ideales. Resulta que la muy eficaz para revelar secretos a los periodistas oficina de la Audiencia  ha cometido un pequeño error. Cuando liberó a Helena bajo fianza se le olvidó quitarle el pasaporte.

Al parecer mi antigua media naranja, mientras defendía su trabajo a capa y espada, estaba preparando, tan minuciosa como siempre, su plan de fuga. El caso es que cuando los abogados le han dicho que la cosa podía ponerse fea y que podía dar con sus huesos en la cárcel ha desaparecido ante las narices de policía, jueces e incluso de los periodistas.

No se sabe mucho de cómo lo hizo, parece ser que cogió el AVE hasta Barcelona donde alquiló un coche que dejó en el norte de Italia. Y de ahí se sospecha que cogió un transporte público pero se pierde su pista hasta que aparece como pasajero de un vuelo de Ginebra a Extremo Oriente donde finalmente se pierde la pista. No sé por qué me da  la sensación que el amigo Giuseppe tiene  algo  que ver con esto.

Ahora estoy casi segura de que cuando accedió a participar en la entrevista televisiva ya tenía las maletas hechas. Quería justificarse y dejar claros sus motivos antes de desaparecer. Después de todo no puedo censurarla por lo que ha hecho. Aun le tengo cariño y no deseo que por salvarme la vida (sea o no interesadamente) acabe en el trullo.

25 de Noviembre

Querido Diario, parece que esta pesadilla no vaya a tener fin. Esta noche en el programa de cotilleos de las diez he sido la estrella. Al parecer el imbécil que me tiré en las vacaciones andaba corto de pasta y ha decidido hacer caja a mi costa en hora de máxima audiencia.

A pesar de los vaqueros rotos, la camiseta de Bilabong desteñida por el sol y las sempiternas chanclas lucía tan espléndido como siempre. El pelo largo y rubio, la tez tan morena que casi no necesitaba maquillaje y esa pose inocente hacía que las presentadoras y todas las féminas del público babeasen igual que lo había hecho yo.

Bruno (por fin sabía su nombre) contó con sencillez como me había conocido adornando un poco los acontecimientos que siguieron. Contó a una fascinada audiencia que había conseguido que me corriese tres veces aquella noche antes de hacerlo él. Que me gustaba especialmente que me dieran cachetes en el culo mientras me penetraba y que era una maquina haciendo felaciones.

Estaba tan indignada que estuve a punto de llamar al teléfono de aludidos, pero finalmente consideré que eso era hacerle el juego al tipo y llegué a la conclusión de que la venganza  era un plato que se servía frío.

El  único que se metió con él fue un calvo con la cabeza apepinada que había hecho su trabajo y había averiguado que Bruno era un vainas, que no tenía trabajo fijo; que en cuanto tenía un duro se lo gastaba en juergas o en accesorios de deportes extremos y que sus antiguas novias decían de él que era un picaflor y encima un amante torpe y egoísta.

Cuando parecía que el debate se iba a centrar en el mequetrefe uno de los contertulios cambió el tema de nuevo diciendo que me había conocido en la fiesta de la embajada de Chile. No recuerdo sí estuvo allí pero parecía bastante bien informado,  ni que decir tiene que habló de  mí como si me conociese de toda la vida.

Para describir mi operación debieron coger la novela de Frankestein cómo guion, sólo les faltó el pararrayos, los interruptores y Helena gritando ¡Está viva! ¡Está viva! ¡Está viva!

El debate o mejor dicho la trifulca comenzó a degenerar cuando empezaron a hablar de la anterior inquilina de mi cuerpo. Sin ninguna piedad hablaron de la dura infancia que había tenido al morir su familia y quedar huérfana a los diez años, de cómo fue pasando de casa de acogida en casa de acogida y como había terminado ejerciendo la prostitución y que cuando las cosas empezaban a irle mejor, perteneciendo a una agencia de prostitución de alto standing y estudiando filología inglesa, fue testigo del asesinato y tuvo que huir y volver a hacer la calle para no llamar la atención de los asesinos hasta que finalmente falleció en un absurdo accidente de tráfico.

Lo contaron todo con tanta ligereza que me entraron náuseas; apagué la tele y estuve de nuevo a punto de llamar para ponerlos a parir. Sentí como algo se retorcía en mi interior al ver con hablaban de una mujer que nunca había tenido suerte en la vida y que tampoco la tenía  en la muerte porque unos payasos que se autodenominaban periodistas maltrataban sin ningún escrúpulo su memoria.

Finalmente cogí el teléfono y llame a Luís. A pesar de ser casi la una y cuarto de la madrugada me cogió al segundo timbrazo:

-Hola Luís –dije –veo que tú también te has desvelado viendo la tele.

-Ha sido muy interesante, sobre todo lo que contó el descerebrado –contestó Luís con retintín –creo que esta noche voy a tener sueños húmedos con tus tres orgasmos.

-Sí, si, dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Si te interesa saber la verdad lo eché a patadas de su propia habitación, puedes imaginarte lo satisfecha que quedé.

-Supongo que no me llamas para comentar tu sesión de sexo con los guaperas, aunque arda de curiosidad. ¿Qué es lo que quieres?

-Quiero que mañana empapeles a ese gilipollas. –Le pedí indignada –Quiero que lo acuses de calumnias, de atentado contra el honor y todas esas cosas. Quiero que alargues todos los procesos para que esté siempre pendiente de un juicio o una comparecencia y que se gaste todo lo que ha ganado y un poco más en picapleitos y por  otra parte quiero que intentes meter mano a ese programa  y obligarle a disculparse por tratar con tan poca dignidad a una fallecida.

-Lo primero es pan comido, –dijo Lewis –lo segundo va a costar un poco más.

-Haz lo que puedas,  –dije a modo de despedida –yo voy a intentar dormir si es que la indignación me lo permite.

-Cuídate –se despidió Luís –ahora no es lo  mismo, tienes que pensar en la criatura que llevas dentro, procura relajarte y no…

Le colgué antes de que terminase con la cabeza ocupada en imaginar que nueva putada me podía ocurrir mañana.

27 de Noviembre

Querido Diario, sigo sin tener pesadillas cuando duermo pero ahora las tengo cuando estoy despierta cada vez que enciendo la tele y veo mi cara en la pantalla o cuando  un periodista intenta colarse en casa disfrazado de repartidor del supermercado y  tengo que llamar a la policía... Me siento de nuevo como una gata enjaulada. Ni siquiera he llamado a mis amigas todavía, no tengo fuerzas para nada.

30 de noviembre

Querido Diario al fin, después de veinticuatro horas asegurándoles a los médicos que estoy bien he conseguido que me den de alta. Estoy casi convencida de que han montado todo este jaleo por curiosidad y para saber cómo se las arregló Helena para dejarme tan bien.

Sin embargo lo realmente importante es que el bebé está perfectamente.

Estoy empezando a cansarme de que mi vida esté en peligro dos veces al mes así que te voy a contar lo que me pasó ayer esperando que sea la última vez que me vea en una situación como  esta.

Cómo los planes que tenía para el día eran más o menos quedarme quieta y rezar para que toda la gente se esfumase, no me apresuré para levantarme de la cama. En otras circunstancias me hubiese sentido bastante a gusto pero la sensación de pérdida al no tener a Juan a mi lado fue tan fuerte que estuve a punto de llamarlo. Tras unos segundos con el móvil en la mano me lo pensé mejor y recordando lo que había pasado decidí que esa etapa de mi vida había terminado para siempre. Lo voy a  echar de menos, era atento educado y estupendo en la cama pero no quiero tener a mi lado a gente corta de miras y encima con esa  propensión a la violencia.

Al conectarme a internet vi que mis oraciones por fin habían sido escuchadas un nuevo caso de corrupción y el asalto a cuatro joyerías de la ciudad en una noche me ha proporcionado un respiro tras quince días de asedio intermitente. A las tres de la tarde, hasta el persistente equipo del programa de cotilleos había desaparecido. Por fin, un poco más relajada me recosté en el sofá y me puse a ver una película.

El timbre de la puerta me despertó. Me había quedado dormida viendo Los Puentes de Madison (afortunadamente algo queda de mi anterior personalidad) así que me levanté un poco atontada y acerqué el ojo a la mirilla. Estaba en negro, alguien había puesto el dedo y no veía nada. Un escalofrío de terror recorrió mi cuerpo despejando las telarañas de mi mente. Casi inmediatamente, me alejé de la puerta buscando el móvil mientras unos zumbidos ahogados sonaban a mi espalda soltando astillas y trozos del marco de la puerta  alrededor de la cerradura.

Cuando finalmente llegué al móvil, el asesino ya había tirado los restos de la puerta de una patada. Me di la vuelta paralizada por el terror con el móvil en la mano.

El tipo se acercó a mí. Tenía la misma mirada vacía que recordaba en mis sueños. De un manotazo tiró mi móvil y de otro me tiró a mí al suelo. Poco a poco fue acercando la pistola a mi frente, yo aterrorizada sólo podía mirar al interior del bruñido cañón del silenciador. El hombre apretó el gatillo y se oyó un chasquido pero no pasó nada, bueno no pasó nada aparte de que me mee encima. Con una mirada de fastidio abrió el cargador y comprobó  que no quedaba ningún cartucho.

Con un “levántate puta” cargado de acento eslavo, me agarró por el pelo y me levantó en el aire, yo sólo podía agarrarme el pelo y llorar, todas las clases de Krav Maga se habían evaporado de mi mente. Medio arrastras, medio en el aire me llevó hasta la cocina y empezó a revolver entre los cajones. Cuando dio con el que buscaba, sacó de él un enorme cuchillo de carnicero. Los pelos de la nuca se me erizaron y tragué saliva incapaz de gritar siquiera.

Con un empujón me lanzó contra la pared. Mi cabeza se estrelló contra el alicatado con estrépito haciéndome ver estrellas y a dejándome a punto de perder el equilibrio. Con una mano en mi cuello me sujetó impidiéndome que cayera al suelo. Lentamente comenzó a apretar, cada vez un poco más fuerte, mientras  rozaba mi cara con la punta del cuchillo. El punto negro que tenía en los ojos cada vez era más grande.

Cuando llegaron, apenas vi un movimiento por detrás del asesino. Mis queridas amigas habían venido a darme una sorpresa. Al ver la puerta destrozada se quitaron los zapatos y mientras Gina se quedaba fuera, llamando a la policía, el resto entraron furtivamente sacando las armas de sus cajas.

Cuando el albanes oyó algo y se dio la vuelta Sandra le estampó la tarta de crema que traían acertándole en el centro de la cara. Momentáneamente cegado trazó un arco con el cuchillo para defenderse pero Antía lo esquivó fácilmente y le arreó un golpe con la botella de champán en toda la sien. El asesino tambaleándose, tiro el cuchillo para intentar quitarse la crema de la cara, cosa que no pudo conseguir antes de que Antía le diese otro botellazo rompiéndole la nariz. Con la adrenalina a tope, finalmente me incorporé recogiendo el cuchillo del suelo y se lo clave con todas mis fuerzas en el centro de la espalda con un grito triunfal. El cuchillo se abrió paso sin dificultad hasta topar con el hueso.

El albanés puso los ojos en blanco y se derrumbó sin decir ni pio.

Cuando al fin llegó el detective Ramos diez minutos después, estábamos tomando una copita de champán, haciendo chistes sobre la habilidad e inteligencia de la policía  sin quitarle el ojo de encima a la bestia inconsciente que se desangraba a nuestros pies.

1 de Diciembre

Querido Diario hoy me ha llamado Juan, le he cortado el teléfono y le he mandado un Wasap diciéndole que si anda caliente que se la pique un pollo. No estoy de humor para hablar con él, todo lo que sentía por él por fin se ha desvanecido. Quizás esté siendo tan intransigente como Juan pero estoy segura de que en el futuro, en cualquier discusión que tuviésemos saldría mi antigua condición a relucir. Lo único que puedo hacer ahora es dejar pasar el tiempo. Dicen que el tiempo lo cura todo, aunque no estoy muy convencida de ello.

Año 3 D.L.

30 de Julio

Querido Diario por fin he dado a luz. Ya sé que hace mogollón de tiempo que no te hablo pero como sólo te quedaba una hoja he preferido guardarla para algo realmente importante. En realidad mi vida se ha vuelto hasta demasiado tranquila. Después del incidente con el asesino albanés, mi nueva ginecóloga me hizo un reconocimiento y después de constatar que todo iba perfectamente me dijo que debía evitar cualquier tipo de estrés. Sospecho que sólo era por precaución y que si hubiese habido algún problema con su experimento se habría decepcionado tanto como yo, pero la he hecho caso, he dejado el bufete en manos de Luis y me he dedicado a ver como crecía el alien dentro de mi cuerpo.

Por cierto, es un niño. Al principio pensé en llamarlo Robin por el eterno enemigo del príncipe Juan,  cuando empezó a patearme cambié de opinión y me decidí por Cristian, cuando empezó a coger puntería y fuerza en sus golpes al hígado pensé en Jean Claude, más tarde con la aparición de las primeras estrías creí que Freddy le pegaba bastante, luego pensé en Leónidas por la forma en que se encajó en mi canal vaginal y resistió veinticuatro horas de brutales empujones cuando rompí aguas, pero cuando finalmente lo pusieron en mis brazos y sentí por fin lo que siente una madre por su hijo, no lo dudé ni un momento, era en muchos sentidos el primero, era Adán.

Epílogo

3 de Agosto

-¿Diga?

-Hola querida, ¿Cómo estás?

-Helena ¡Qué sorpresa! –Exclamé realmente contenta de oír su voz -¿Dónde te habías metido? Aunque no lo creas he estado preocupada por ti.

-Gracias, pero estoy perfectamente. He conseguido trabajo en China. Tengo un laboratorio superequipado a mis órdenes con una legión de ayudantes que se deshacen por servirme y hacerme reverencias y el sueldo es tres veces mayor.

-Y ¿Qué haces allí?

-Más o menos lo mismo. Aunque ahora estoy dando un paso más allá. Intento parar los mecanismos del envejecimiento cerebral y detener las enfermedades relacionadas con éste.

-Entiendo por qué los chinos te quieren. Si no me equivoco todos los carcamales del politburó superan los setenta y cinco…

-¿Y tú que tal estas? –Preguntó interrumpiéndome –Ya habrás dado a luz.

-Si, tengo un niño precioso que se llama Adán, los pechos enormes, los pezones agrietados y el coño dolorido, aparte de eso estoy perfectamente. Ahora entiendo en parte por qué no querías ser madre, aunque cada vez que se agarra a mí, eructa o babea, me olvido de  todo,  incluso del cabrón de su padre. Deberías probarlo…