La cabaña donde mi madre se convirtió en mi esposa

Un viaje aburrido de vacaciones termina en una experiencia incestuosa sublime entre madre e hijo.

Al fin he reunido el valor para contar lo sucedido hace unos años cuando mi madre y yo vivimos una experiencia que paso de ser algo sombrío y desagradable a algo sublime y hermoso y que ahora nos tiene más unidos que nunca.

Primero les contaré que mi nombre es Gerardo, en aquel entonces tenía yo 25 años, mi mamá se llama Lourdes, o Lulú para los amigos, en esas fechas ella contaba con 46 años de edad. Ella es una mujer bajita, no muy entrada en carnes, con un culo y unas tetas enormes y muy bonitas, se le nota muy bien su cintura pues su cuerpo tiene esa silueta divina con forma de reloj de arena.

Sin embargo en aquel entonces no me hubiera atrevido a hablar así de ella, ni por error. Recuerdo que era el mes de Julio, cuando más calor hace. Estábamos de vacaciones en el sur del país y decidimos visitar a unos tíos de mi mamá en provincia. Pasamos dos semanas con la familia sin que nada extraordinario sucediera, de hecho fueron unas vacaciones harto aburridas.

Al fin íbamos de regreso a casa por la carretera, el calor era infernal y estúpido de mí, decidí seguir el consejo que el tío de mi mamá nos dio al despedirnos de él y tomar un atajo por en medio de la nada que supuestamente nos llevaría en menos tiempo a nuestro destino. Posiblemente así hubiera sido de no ser porque el auto se arruinó a medio camino, al parecer el calor sofocante amoló el radiador o algo por el estilo, la verdad mis conocimientos de mecánica dejan mucho que desear hasta la fecha. Así que mi mamá y yo estábamos completamente solos en medio de la nada, sobre un camino de terracería que no transitaba ni un alma.

El calor dejaba de ser un problema pues empezaba a atardecer y no podía dejar sola a mi madre para ir a buscar ayuda, nuestra preocupación iba creciendo conforme se ocultaba el sol. No sabíamos que podría pasar si pasábamos la noche en medio de ese camino olvidado.

De repente nuestra salvación apareció en forma de dos faros que se iban acercando a nuestra ubicación. Más fue nuestro regocijo al ver que lo que se acercaba era una grúa. Hicimos mil señas diferentes para que se detuviera la grúa, lo cual hizo sin titubear. Pude notar que en la grúa iban 2 personas. En la ventana había una señora mayor, pelirroja y bastante llenita de unos 50 y pico de años. El que manejaba era un tipo pelirrojo también, que desde donde yo estaba se veía que era un hombre bastante grande de tamaño.

La mujer se bajó de la grúa y nos saludó con mucha efusividad, se llamaba Penélope, pero nos pidió que le dijéramos Penny. Se ofreció a remolcarnos hasta el siguiente pueblo, pero no podrían llevarnos hoy pues era bastante tarde y era mejor manejar de día por esos rumbos. Así que en lugar de eso, Penny nos ofreció alojarnos en su casa esa noche y llevarnos a primera hora del día siguiente.

Mi mamá no cabía de la felicidad, repetía que estábamos salvados mientras íbamos en el auto remolcado por el conductor que resultó ser el hijo de Penny. Sin embargo yo presentía algo malo y estaba bastante inquieto y nervioso. Tendría que estar alerta.

Al llegar a casa descubrimos que el hijo de Penny no era hijo único, sino que tenía un gemelo idéntico que estaba en la cabaña esperando. Ambos era unos verdaderos gorilas, cada uno debía de medir por lo menos 2 metros y pesar como 150 kilos. Sin embargo también noté que no hablaban para nada y de hecho parecía que tenían algún tipo de retraso mental.

Penny nos invitó a entrar, era la mujer más alegre del mundo, así que confiados entramos sin saber que en esa cabaña nos pasarían las cosas más surrealistas y que no saldríamos de ella sin sufrir una transformación en todos nuestros paradigmas.

Penny se puso a prepararnos una cena, que por cierto olía delicioso, y por más que mi mamá se ofrecía a ayudar a preparar la comida, Penny la rechazó tajantemente diciendo que éramos visitas y no debíamos intervenir en las labores del hogar.

Mi mamá estaba encantada, ni siquiera parecía intimidarse con la presencia de los dos gigantes que no paraban de mirarla con la mirada extraviada y la boca abierta. Por pura educación no nos atrevimos a preguntarle a Penny nada sobre ellos, pero cada vez más se notaba que estaban un poco trastornados.

Penny sirvió al fin la cena, que tenía un sabor tan delicioso como olía, así como el agua de alfalfa que preparó para refrescarnos. Sin embargo pude notar que el agua tenía un extraño sabor a medicina, pero cuando quise hacer el comentario ya era tarde, mi mamá balbuceó unas palabras justo antes de caer al piso completamente inconsciente, al querer levantarme a ayudarla me vino un mareo y las piernas se me aflojaron como si fueran de chicle. No alcancé a decir nada cuando todo se puso negro frente a mí.

Lo primero que recuerdo después de eso fue abrir los ojos y ver todo muy borroso, sin embargo sentía una mano acariciándome el cabello. De inmediato reconocí la voz de Penny diciendo que ya me estaba despertando. Me costó trabajo enfocar la mirada, pero en cuanto lo logré pude ver que Penny estaba totalmente desnuda y sentada en mis piernas, yo también estaba totalmente desnudo. Volteé a un lado y lo que vi me dejó helado. Sobre la mesa donde habían servido la cena estaba mi madre boca abajo y completamente desnuda, atada de forma que sus rodillas y su cintura estaban unidas y no podía separarlas, sus manos estaban atadas también a su espalda y sus tobillos y rodillas estaban atados a una estructura hecha con tubos de metal que le impedía cerrar las piernas y una mordaza “ball gag” en la boca que le impedía articular palabra.

Quise moverme, pero fue ahí donde descubrí que yo también estaba atado a la silla donde me encontraba sentado. Mis pies y manos estaban completamente inmovilizados y no pude hacer nada más que mirar el espectáculo que se me ofrecía.

Al lado de mi madre estaban los dos gorilas desnudos, con sus vergas tiesas y listas para violar a mi madre, no me cabía duda de eso, me trate de librar desesperadamente, pero era inútil, las ataduras estaban perfectamente hechas. Yo no estaba amordazado así que pude decirle a Penny que liberara a mi madre de inmediato. Penny solo se rio, me dijo que no había otra opción y que mejor aceptara mi destino. Entonces Penny hizo una señal y uno de sus hijos se paró detrás de mi madre y la atravesó de un solo golpe con su verga. Mi madre quiso gritar pero la mordaza solo le permitió soltar un terrible gemido de dolor. El gorila siguió violando a mi madre frente a mis ojos, yo le gritaba que parara, que no fuera cobarde, pero él no escuchaba nada. Mi madre solo lloraba y gemía. Tenía los ojos cerrados, no quería verme mientras la violaban, pero al final se rindió, dejó de gemir y me volteó a ver, yo la miraba a los ojos, estupefacto de ver así a mi madre.

El primer gorila terminó y se vino en la espalda y las manos de mi mamá, Penny llamó al segundo hijo que repitió exactamente la operación que su otro hermano acababa de realizar. Cuando él terminó también, mi madre ya no gemía, ni lloraba, estaba como resignada, incluso en mi imaginación creía que a veces suspiraba de placer mientras la penetraban.

Penny me tomó por descuido y me sujeto la verga, que para mi sorpresa estaba totalmente tiesa. No podía creer que el espectáculo de la violación de mi madre me hubiera excitado tanto, pero no podía ocultarlo, ahí estaba mi miembro palpitante entre las manos de esa perversa mujer que reía como satisfecha.

Entonces ella ordenó que me soltaran, sabía que si intentaba algo me iría muy mal en contra de esos dos monstruos, así que al desatarme me quedé quieto. Penny me dijo que era mi turno y señaló a mi madre. Yo no podía creer lo que me pedía, imaginé que quería que me la cogiera a ella pero nunca a mi mamá ¿En serio esperaba que violara a mi madre como lo habían hecho sus hijos? Creía que estaba loca, pero entonces fue cuando sacó una pistola de la alacena y la apuntó contra mi mamá. Me dio a escoger, o la penetraba o la veía morir. Mi mamá volvió a llorar y me miró a los ojos, pude ver que con la mirada me decía que aceptara, que no era mi culpa lo que estaba pasando.

Entonces acepté, me coloqué detrás de mi mamá y me dispuse a cogérmela. No podía negarlo, estaba sumamente excitado, mi verga palpitaba de emoción y algo muy dentro de mí me pedía que lo hiciera, que follara a la mujer que me había parido y la hiciera mi mujer. Un pensamiento fue el que me convenció de hacerlo. Mejor yo que la amo a esos gorilas que son menos que animales.

Eso fue lo que pensé cuando le metí la verga a mi mamá, en ese momento Penny le quito la ball gag pero mi madre se quedó callada, solo suspiraba cada vez que le empujaba mi miembro hasta el fondo. Penny se paró detrás de mí y me acarició las nalgas y el pecho. Me decía que era yo todo un macho, que hiciera lo que deben de hacer los machos y me cogiera a mi madre. Yo obedecía, pero no lo hacía porque ella lo ordenara, sino porque en realidad me había dado cuenta, deseaba mucho a mi madre.

Sentí que estaba a punto de venirme y se lo hice saber a Penny, esperando que me dijera que le sacara la verga y me viniera en la espalda de mi madre, o tal vez quisiera que se los echara no a mi madre, sino a ella. Pero me equivoqué, me dijo que me quedara adentro y que le echara toda mi leche al coñito de mi mamá. Entonces mi mamá habló por fin, rogando que no fuera cruel, que podría quedar embarazada. Pero Penny tomó nuevamente el arma de la mano de uno de sus hijos y simplemente le ordenó con voz tranquila que se callase. Yo tuve que seguir las órdenes y le eché toda mi leche adentro. Lo confieso, yo estaba emocionado y feliz por lo que había hecho, y Penny lo notó, vio mi sonrisa y ella me sonrió.

Nos llevaron a un cuarto en el sótano de la cabaña. Era diminuto, medía alrededor de 2 metros por 2, y solo tenía una plancha de metal para dormir y al lado otra habitación más pequeña con un escusado y un lavabo. Mi mamá y yo estábamos desnudos, no había más que una sábana que no era suficiente para soportar el frío que hacía allí abajo. Penny nos habló al otro lado de la puerta. Nos dijo que todo tenía un precio, la comida, las cobijas y nuestra ropa y la libertad nos costarían. La única forma de pago era depositando mi leche adentro de mi mamá, si no lo hacía nos quedaríamos ahí muertos de frío y hambre. Se despidió y nos dijo que esa noche tendríamos que dormir muy pegaditos para sentir algo de calor. Se fue riendo a carcajadas.

Pero tenía razón, sería imposible que yo me durmiera en el piso sin ropa y sin cobijas, así que nos acomodamos los dos en la plancha y nos cubrimos como pudimos con la sabana. Yo estaba nervioso y confundido, me acababa de coger a mi mamá, y ahora estaba desnudo con ella dándome la espalda y pegándome su trasero a mi verga. Ese pensamiento tuvo el efecto lógico y provocó que mi pene se pusiera nuevamente tieso, mi madre lo sintió de inmediato y saltó del susto. Se dio la vuelta para estar frente a mí y me abrazó con fuerzas. Nos quedamos dormidos entrelazados y desnudos. Ella no paraba de llorar.

Algo me despertó en la madrugada, sentía un cosquilleó entre las piernas que poco a poco descubrí era la mano de mi mamá. Mi verga estaba totalmente tiesa y ella la estaba acariciando, yo me hice como si siguiera dormido para ver hasta donde llegaba mi madre en ese momento. Casi no me pude contener cuando sentí como me acercaba su coñito para rozarlo con mi verga, pocos segundos después me vine y no pude seguir fingiendo que dormía. Mi madre me susurró al oído que me amaba, que la perdonara por lo que había hecho, yo solamente le dije que estaba bien, que lo hiciera más seguido, después nos volvimos a dormir, esta vez ella me dejo su culo pegado a mi miembro.

Amaneció al día siguiente y nos despertó Penny que había entrado con una charola con comida, detrás de ella estaban sus horrendos hijos para intimidarnos. Nos dijo que si queríamos comer ya sabíamos que tendríamos que pagar de la forma indicada. Mi mamá aceptó primero y se recostó boca arriba en la plancha, abrió las piernas para recibirme dentro de ella. Yo seguí su ejemplo y me subí entre sus piernas, mi pene reaccionó en un segundo y ya estaba totalmente duro como piedra. No me costó ningún trabajo penetrar a mi madre por segunda vez, ella estaba bien húmeda y al sentirme dentro de ella me decía que “sí” y me pedía “más y más”. Yo estaba súper excitado, tanto que no tardé mucho en deslecharme adentro de ella. Al momento en el que me venía nos dimos un beso apasionado y después mientras le sacaba mi miembro lechoso le dije que la amaba, ella me correspondió de la misma forma.

Penny tenía una sonrisa de oreja a oreja, nos felicitó y dijo que hacíamos una pareja muy tierna, nos ganamos la comida de la mañana y del medio día así como un par de cobijas más gruesas, pero amenazó con quitárnoslas si no me venía adentro de mi madre por lo menos una vez al día.

El día se nos hacía eterno, encerrados en ese cuarto diminuto, sin nada que hacer, mi madre y yo nos mirábamos mucho y hablábamos poco. Por fin me animé y me senté a su lado sobre la plancha. Le dije que no nos quedaba otra cosa que hacer más que acostumbrarnos a las locuras de esta familia, y a falta de otra cosa que hacer distraernos con más sexo, pues al fin y al cabo no sabíamos cuánto tiempo pasaríamos encerrados ahí.

Ella me dio la razón, tal vez nos estábamos volviendo locos, pero ahí, en esa situación era lo más lógico que podíamos hacer. Esta vez ella se puso en 4 patas en el piso, sobre las cobijas que recientemente nos habíamos ganado, me monté en ella y le hice el amor por tercera vez, y sin necesidad de que Penny me lo ordenara me vine adentro de mi madre nuevamente.

Resulta que Penny no se perdía cada movimiento nuestro, al parecer tenía algún micrófono escondido cerca porque sabía exactamente lo que hacíamos. En cuanto terminé de cogerme a mi mamá, Penny entró satisfecha y para mi sorpresa estaba sola. No se veían a los gorilas por ningún lado.

Nos dijo que quería platicar con nosotros, que fuéramos amables y la escucháramos. Aceptamos pues sospechábamos que la resistencia era inútil y que cualquier desaire nos pondría en números rojos con ella. Penny nos contó su historia. Ella siempre había vivido aislada del resto de la sociedad, con sus padres, hermanos, tíos y primos. La cabaña donde estábamos era solo una de sus propiedades de la familia que estaban regadas por todo el estado, pero todas igual de aisladas que esa. En su familia eran normales dos cosas, que las hijas fueran vendidas como ganado a cierta edad o en el “mejor” de los casos se usaban para perpetuar a la familia. Ella había sido elegida por su propio padre para perpetuar sus genes y la había embarazado con los dos hijos que tenía ahora. Para ella era un gran privilegio haber sido elegida para ser la esposa de su padre, pues aparte del estatus de señora de la casa, era heredera de todo lo que su padre tenía.

Su padre murió poco después de que nacieran sus hijos, pero ahí empezaban sus desgracias, pues ella deseaba más que nada en el mundo embarazarse de ellos para así perpetuar su familia incestuosa. Sin embargo ambos eran estériles, ya lo habían intentado todo, y nada había resultado. Era obvio que para ella eso era desastroso, en todo el tiempo que habíamos estado ahí, ella había estado jovial y efusiva, ahora estaba seria y al borde de las lágrimas. Nos decía que su cuerpo estaba ya muy viejo y que jamás lograría preñarse de sus hijos. Pero a cambio nos regalaría a nosotros, a mi madre y a mí el don que a ella le había sido negado. Tan fácil como eso, dijo. En cuanto Lulú salga preñada ustedes se irán libres de aquí.

Entonces cambió su carácter de nuevo, se puso contenta y nos dijo que pusiéramos manos a la obra. Se levantó y nos dejó solos. Mi madre y yo nos quedamos viendo mutuamente, la idea no terminaba de encajar en nuestras mentes, era algo extraño que nos pidieran eso, pero ¿teníamos otra opción? Sin pensarlo yo tomé de la mano a mi madre y la acerqué a mi cuerpo desnudo. El relato de Penny me puso nuevamente cachondo y volví a poseer a mi madre, una y otra vez.

Pasaron varios días, semanas, y nuestra relación mejoro bastante. Penny nos daba cada vez más privilegios, como una televisión y un reproductor de DVD y una gran colección de películas pornográficas, principalmente de incesto. Nuestra ropa no regresó, pero sí bastante lencería para mi mamá. Penny ponía todo de su parte para crear el ambiente ideal. Al final nos cambiaron a una habitación más grande y con más muebles, pero igual cerrada bajo llave.

No pasaba un día sin que me viniera dentro de mi mamá, por lo menos dos veces, una en la mañana y otra en la noche. Mi record fue de 8 veces en un solo día, aunque la verga me quedó adolorida. Al cabo de casi tres semanas en cautiverio mi madre me dijo que ya hacía unos días le debía de haber bajado la regla. Yo estaba feliz de escuchar eso y Penny lo estuvo aún más, de inmediato mandó traer una prueba de embarazo y se la dio a mi mamá.

No cabía duda, mi madre estaba preñada de mí, de su propio hijo. Mi madre se abalanzó a mis brazos y me besó con pasión mientras le escurrían lágrimas de los ojos. Yo no cabía de felicidad, y no tenía palabras para describir como me sentía. Penny también estaba ahí al lado de nosotros feliz de que nosotros tuviéramos ese regalo que a ella se le había negado.

Pasamos la noche haciendo el amor, mi mamá me pidió por primera vez que se la metiera por el ano, ahora que ya no era necesario que me viniera en su coño. Casi no dormimos esa noche haciendo el amor de mil formas distintas. Por fin pude venirme en su boca y en sus tetas.

Al amanecer descubrimos con asombro que la puerta de la habitación estaba abierta. Me asomé yo primero y llamé a Penny, no obtuve respuesta. Subimos las escaleras y vimos que estaba todo desierto, solo había un plato de comida en la mesa, nuestra ropa, las llaves del auto y una hoja de papel con algo escrito. Era de Penny y decía.

“Mis adorados hijos, les doy mi más sincera bendición, gocen de este don maravilloso que es el amor de madre e hijo, este amor llevado al plano erótico es el más bello que puede haber. Cuiden a su bebé y ámenlo mucho.  Les dejo comida, su ropa y el auto arreglado y con el tanque lleno.

Los aman: Penny y sus muchachos”

Mi madre y yo sonreímos al mismo tiempo, entonces antes que nada, tomé a mi madre de la cintura y la cargué sobre la mesa, le hice el amor una última vez sobre la mesa donde la hice mía por primera vez. Al venirme dentro de ella le dije que era una pena que Penny no estuviera, que me había quedado con las ganas de cogérmela a ella también. Mi madre soltó una carcajada y me dijo que era un puerco. Desayunamos, nos vestimos y nos fuimos de la cabaña con recuerdos mezclados. Pero satisfechos.

Nos costó mucho explicar nuestra desaparición, al final inventamos que conocimos a unas personas en el camino y que nos invitaron a pasar una temporada con ellos y como no había teléfonos no podíamos avisarle a nadie. En cierto modo fue eso lo que paso en realidad omitiendo algunos detalles. A mi mamá le costó aún más explicar de dónde había salido el bebé que esperaba. No le quedó más que admitir que había tenido una aventura en las vacaciones y que lamentablemente el padre estaba ilocalizable. Esa era mitad verdad y mitad mentira.

Ahora mi madre y yo nos mudamos lejos de todos los que nos conocían, cambiamos de vida y aunque seguimos siendo madre e hijo ante el mundo, en privado somos los amantes más ardientes sobre la tierra y los padres más orgullosos y felices. Nuestra bebé nació sin complicaciones, hasta ahora no nos decidimos a hacerle un hermanito, pero eso el tiempo lo dirá. No puedo esperar a que mi nenita crezca un poco más para llevar a la pequeña “Penny” a conocer la cabaña donde la concebimos y contarle la historia de cómo fue creada con el amor de una madre y su hijo.