La cabaña del pecado

Transcripción de un sueño en el que sucede una fantasía de dominación

Sin saber muy bien porqué, desperté en una amplia cama de matrimonio. Era una habitación de motivos rústicos, toda de madera, muy limpia y con un ventanal enorme por el que se podía ver que estaba situada en lo alto de un risco junto a una cascada. La vista era preciosa y me sentía inexplicablemente bien. Pero algo no encajaba. Estaba completamente desnudo, tapado únicamente por una sábana, algo muy inusual en mí. Mis brazos estaban estirados en cruz y mis piernas ligeramente abiertas. Intenté moverme y no fue posible. La paz que había sentido hacia un breve instante se estaba comenzando a tornar en angustia. Estaba atado? Conseguí girar la cabeza y no vi nada que me atara a ningún lugar. Sin embargo estaba totalmente inmóvil. Cada vez que intentaba mover una de mis extremidades sentía como si me pesara toneladas. Respiré hondo intentando que el miedo no me controlara. Cómo había acabado allí? Que era aquel extraño aunque bello lugar?

Inspeccioné más en detalle la habitación. A parte del ventanal estaba completamente vacía, de hecho ni siquiera había una mísera puerta! Una parte de mi quiso gritar pero empezaba a estar tan aterrado que no era capaz de articular ni una sola palabra. De repente escuché una voz femenina en mi cabeza que me resultaba familiar:

  • Ya te has despertado. Preferiría que esto hubiera podido ser de otra manera.
  • Quien eres? Que hago aquí? - dije con la voz algo temblorosa.

De repente apareció ante los pies de la cama una neblina que poco a poco fue dibujando una figura corpórea. No daba crédito a lo que estaba sucediendo ante mi pero el miedo se empezaba a transformar en curiosidad y necesitaba entender que sucedía.

Finalmente acabó aquella aparición y me dejó atónito ver quién era la culpable de aquella situación. No revelaré su identidad ni la describiré en detalle para proteger su anonimato pero sólo decir que es una de las mujeres más sensuales que conozco. Había fantaseado mucho con ella desde que la conocía pero aquello era mejor que cualquier fantasía. Llevaba un picardías de color negro transparente, muy escotado y con encajes que dejaba entrever sus pechos de infarto y un tanga negro. Aún así debía controlar mis instintos como fuera puesto que ya estaba comprometido. A pesar de mi sorpresa intenté entender qué estaba pasando:

  • Qué haces tú aquí y porque estoy así?
  • No te alegras de verme? - preguntó con cierta ironía.
  • Tenía sospechas de que fueras una bruja o supieras manejar alguna clase de magia pero esto? - respondí con tono de indignación.

Frunció levemente el entrecejo, chasqueó los dedos y un sillón de cuero apareció en una de las esquinas de la sencilla habitación. Mientras la miraba con una expresión que mezclaba la maravilla y el susto ella se acercó lentamente al sillón con un contoneo de caderas que quitaría el aliento a cualquiera. Se sentó con elegancia y pude ver cómo sus piernas se movían lentamente para cruzarse dejando entrever la preciosa tela de su entrepierna y que sus pies los decoraban unos impresionantes tacones de aguja. Apoyó un dedo en su mentón con pose cómoda y me dijo:

  • Sabes perfectamente qué es este lugar y porqué estás aquí.

No podía entender nada de lo que decía.

  • Yo… No se de qué estás hablando. No recuerdo nada en absoluto. - Hice un esfuerzo real por recordar algo pero por más que pensaba no lo conseguía.
  • Vaya, pobrecito. No se acuerda de nada. - dijo con voz burlona - Es posible que el viaje hasta aquí haya provocado amnesia a un vulgar mortal como tú.

Vulgar mortal? De qué diablos estaba hablando? Antes de que pudiera replicar nada ella continuó hablando:

  • Aún así no es tu memoria lo que necesito. - se levantó de nuevo y me miró fijamente sonriendo levemente. - Vas a darme lo que siempre me has negado.

Me quedé en silencio mientras sus tacones repicaban en el suelo dirigiéndose de nuevo al pie de la cama. Una vez enfrente de mi inclinó hacia adelante para agarrar la sábana y pude observar su escote en toda su plenitud. Me miró fijamente y me dijo:

  • Y esta vez no tienes escapatoria.

Acto seguido tiró de la sábana dejando al descubierto mi cuerpo desnudo. No sabía qué hacer, solo pude decir:

  • Por favor, no lo hagas. Esto no está bien. - No sabía realmente porqué no lo estaba porque no recordaba nada acerca de mí con claridad pero algo me decía que debía parar aquello.
  • Pretendes que te tenga en cuenta viendo cómo me estás desnudando con la mirada? - Dijo mientras se subía a la cama y se acercaba lentamente hacia a mi gateando.

Intenté desviar la mirada pero estaba hipnotizado con esos ojos que me miraban con deseo. Cuando llegó a la altura de mis rodillas bajó su pecho. Con una sonrisa pícara y mordiéndose un labio fue restregando su bello busto por mis piernas subiendo muy lentamente. Cuando estaba por la mitad del recorrido tuve que insistir:

  • Por favor te lo ruego. Detente.

Sin decirme nada y sonriéndose de nuevo sus labios fueron directos a mi cintura para besarla y morderla tímidamente. Sus besos fueron subiendo poco a poco hacia mi ombligo y mi pecho y ahí se detuvo con su escote rozando la punta de mi miembro. Levantó su cabeza y con mirada lasciva me dijo:

  • No te resistas más mortal. Sé lo que deseas y te lo daré pero tienes que darme lo que necesito.

La mire con un cierto odio, pues yo no había decidido verme en esa situación, pero la dureza y el tamaño de mi erección no podían disimular lo caliente que me había puesto. A pesar de ello, intentando disimularlo, intenté apartarme con mis caderas de sus senos. Cómo era de esperar, el movimiento fue en vano. Estaba totalmente atrapado:

  • Te aconsejo que te relajes y lo disfrutes. - Dijo mientras acariciaba mi torso. - Pocos son los afortunados que pasan por esta alcoba.
  • Que quieres de mí? Te daré lo que sea.
  • Tranquilo, yo misma lo cogeré. Tú estúpida ética ya no se puede interponer en mi objetivo.
  • Es sexo lo que quieres? Sabes que no te lo puedo dar!
  • Ahora crees que estás en posición de pedir algo? Además. - Hundiendo mi pene entre sus senos. - No parece que esto te esté suponiendo un problema.

Empezó a mover sus pechos a lo largo de todo el tronco de mi miembro. Podía sentir la suavidad de su piel deslizándose por él. Me estaba provocando un placer increíble. No podía dejar de mirar aquella escena. El pensamiento de poseerla se intentó apoderar de mi fruto del placer que me hacía sentir pero debía parar aquella situación como fuera. No me lo podía permitir. Después de unos instantes intentando controlarme intenté moverme de nuevo. Ella clavó sus uñas en mis costados y se incorporó de nuevo:

  • Estás empezando a cansarme. A ver cómo te lo explico.

Se deslizó con su pecho por mi torso con cierta brusquedad. Se paró frente a mis labios que rozaron tímidamente suyos y acto seguido los llevo a mi oído para susurrarme:

  • Voy a follarte cuando y como yo quiera y te vas a correr para mí. Ha quedado claro?

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sentía que mi pene palpitaba mientras ahora rozaba la tela de su tanga. Su boca se dirigió a mi cuello para darle pequeños mordiscos mientras sus caderas se movían encima de mi.

  • Te ruego que pares esto. - Dije una vez más.

Sin vacilar, casi de un salto, se puso de rodillas encima de mi cara. Me agarró la cabeza con cierta ferocidad.

  • Veo que no aprendes así que tendré que tomar ciertas medidas contigo.

Inclinó mi cabeza un poco hacia atrás y con la otra mano apartó la tela de su tanga dejándome ver su sexo. Lo abrió con dos de sus dedos. Era rosado y estaba empapado. Sin dudar lo posó en mi boca sentando encima de mi cabeza. Empezó a mover sus caderas mientras se agarraba al cabecero de la cama. Estaba sentada de tal manera que no me dejaba respirar. Estaba muy excitado aunque cabe decir que me estaba asfixiando. Podía ver su rostro de satisfacción pero llegó un momento que la vista se volvió borrosa por la falta de aire. Ella se dio cuenta y se inclinó un poco hacia atrás con sus brazos dejándome recuperar un poco de aire.

Ya no había vuelta atrás. Me había llevado a un extremo en el que no me podía contener. Tenía todos sus jugos por la cara y ahora necesitaba más. Abrí mi boca y me metí su vagina entera. La succioné levemente y empecé a mover mi lengua alrededor. Ella hizo un leve gemido con un suspiro y se pegó más a mi. Mi lengua describía círculos que empezaron por fuera y poco a poco se fueron abriendo paso a su interior. Con dos dedos volvió a abrirla dejándome expuesto su clítoris. Coloqué mi lengua en la entrada y la deslicé húmeda lentamente hasta meterlo en mi boca. Mi lengua lo recorrió entero muy despacio. Aparté mi boca un momento para soplar un poco de aire frío y acto seguido lo introduje en la calidez de mi boca y empecé a mover mi lengua más rápido. Subió el volumen de sus gemidos y arqueó un poco su espalda hacia atrás. Me paré para darle pequeños mordiscos y succionarlo muy intensamente. Ella empezó a mover sus caderas y a gritar de placer mientras mi lengua seguía moviéndose muy rápido hasta que se dejó caer de nuevo encima con espasmos. Podía sentir la vibración y los pálpitos de su vagina sobre mí.

Se retiró de ahí y se puso encima de mí para darme el beso más lascivo que me han dado nunca. Aparte mi cara para intentar acabar con aquello:

  • Ya te he dado lo que querías. Ahora libérame. - Dije entre jadeos.
  • Crees que esto es suficiente? Esto tan solo acaba de empezar.

Sus labios empezaron a besar mi cuello y mi pecho. Se detuvo en uno de mis pezones que lamió con suavidad mientras una de sus manos agarró mi pene y me empezó a masturbar. Dejé de rechistar me estaba encantando todo lo que me hacía aquella mujer. Ya sólo pensaba en ella y en librarme de su conjuro de inmovilidad para hacerla mía. Siguió bajando hasta llegar a mi falo y después de mirarme con una sonrisa pícara se lo introdujo en su boca muy lentamente.

Un suspiro de placer salió de mí mientras sentía como su lengua recorría todo mi glande. Su mano seguía moviéndose mientras me chupaba con deseo y en un momento dado empezó a acariciar mis testículos de una manera muy placentera. Soltó su mano y se la metió prácticamente entera en la boca. Su boca ahora se movía de arriba a abajo con cierta brusquedad. Aquella boca húmeda me inundaba de placer y sentía que mi pene en cualquier momento iba a estallar.

Estaba apunto de acabar cuando de repente agarró la base con cierta presión cortando así mi final:

  • Aún no quiero que culmines mortal.

Se puso recta y se quitó el picardías dejando al descubierto sus pechos. Habría dado todo por desatarme de su hechizo y agarrarlos con mis manos. Arrancó también su tanga de un solo tirón. Cogió mi pene e introdujo solo la punta en su vagina. Estaba completamente empapada y eso me ponía a mil. Lentamente empezó a engullirla entera y sus caderas se empezaron a mover describiendo un ocho mientras se acariciaba sus senos.

Apoyó sus manos en mi vientre y empezó a moverse encima de mi. El sonido de sus muslos chocando contra los míos se mezclaba con sus gemidos. La imagen de sus pechos botando salvajes todavía me provoca erecciones a día de hoy. Ansiaba agarrar su cintura para embestirla con toda mi fuerza. Ella empezó a gritar de placer y algo inesperado ocurrió. Sentí que poco a poco recuperaba el control que podía moverme de nuevo. Estaba tan cachondo que me deje llevar y mis manos agarraron su culo con brusquedad. Ella abrió los ojos de par en par:

  • Pero cómo es posible? - Dijo ella con expresión aterrada.

Las tornas habían cambiado y ahora era yo quien tomaba la riendas. Levanté mis caderas apoyándola en mis piernas flexionadas y empecé a embestirla brutalmente. Un sollozo salió de ella y eso me dió la motivación necesaria para moverme mucho más rápido. Ella no paraba de gritar y en un alarde de venganza cuando vi que estaba apunto de acabar de nuevo la agarre del cuello para asfixiarla. Su cuerpo empezó a dar espasmos y de su sexo salió un gran eyaculación que me inundó entero.

Me la saqué de encima y se quedó boca abajo en la cama jadeando exhausta. Yo todavía estaba duro y no tenía suficiente así que agarré sus dos nalgas para dejar al descubierto el único orificio que me quedaba por gozar. Ella intentó incorporarse pero la sujeté por la nuca contra la cama con mi mano y se lo dejé muy claro:

  • Vas a pagar por esto que me has hecho hacer y que ya no tiene remedio.

Escupí en su amo y sin pensarlo lo empecé a lamer con ansia. Ella volvió a demostrar que lo estaba gozando con sus gemidos. Mi lengua se introdujo dentro de la cavidad para penetrarla. Mientras dos de mis dedos se introducían con ansia en su vagina para perforarla con dureza. Entre gritos me dijo:

  • Si sigues así me vas a enloquecer de nuevo.

Al decir eso paré en seco puse mi pene en la entrada de su ano.

  • Sé gentil por favor. - Me dijo entre jadeos. Yo la agarre del pelo, tiré de su cabeza hacia atrás y me acerqué a su oído para susurrarle:
  • Creo que no estás en condiciones de pedir nada.

Le di una vuelta a su pelo en mi mano para que no pudiera moverse e introduje mi pene con fuerza. Ella pegó un grito que a día de hoy todavía no sé si fue de dolor o de placer, pero mi mente solo pensaba en embestirla hasta desgarrarla. Mientras me movía con fuerza la incorporé para agarrar sus pechos y deleitarme estirando de sus pezones.

Entre embestidas y azotes a aquellas maravillosas nalgas mi culminación estaba por llegar. De repente una vez más dejé de poderme mover de nuevo. Mi cuerpo estaba rígido y mi pene a punto de soltarlo todo. Ella saco mi miembro de su cuerpo y se puso enfrente de mi. Tendió su mano y un cáliz dorado apareció en ella. Con una sonrisa de satisfacción agitó con rapidez mi pene hasta que derrame cada gota de mi semen en el recipiente. Yo estaba exhausto y allí estaba ella admirando mis jugos depositados en aquella copa:

  • Creías que te iba a dejar tomar el control? Pobre iluso. - Dijo mientras salía de ella una carcajada. - Aquí está tu alma y ahora me pertenece.

Y con mi mirada perdida en el vacío vi como bebía todo lo que había derramado. Mis ojos se cerraron. Todo estaba oscuro. Las buenas sensaciones que había tenido al despertar se convirtieron en ahogo. Una voz me decía que debía pagar por mis pecados lujuriosos. Que ahora el diablo era mi dueño y que sufriría por ello toda la eternidad.