La cabaña (6: ¿Dónde está Miki?)

Cuatro muchachos "inocentes" encuentran al ruso nuevamente a punto. Pero lo más importante: ninguno de ellos es Miki.

LA CABAÑA VI: ¿DÓNDE ESTÁ MIKI?

Un sonido lejano me despertó. Tardé unos segundos en comprender dónde estaba. Instintivamente me toqué la cabeza, que me dolía un poco. Me encontré la peluca. Ya me acordaba: yo era el ruso, y estaba en la cabaña. Un ligero dolor en mi ano me trajo a la memoria todo lo sucedido. Oí voces que se acercaban. Supuse que serían los chicos. No tuve tiempo de mirar el reloj. Llevaba puestos los pantalones hasta las rodillas. Me arreglé un poco la ropa sin taparme mientras pensaba si sería una buena idea fingir que dormía. Decidí que sí. Me quedé boca arriba, un poco ladeado hacia la puerta. Dejé el pelo sobre la cara como una cortina. Mi polla mostró algo de excitación. De nuevo a la aventura.

Escuché la voz prominente de Daniel. Hablaba del partido. Algún comentario aislado interrumpía sus afirmaciones. Estaba claro el liderazgo del pelirrojo. Se deslizó la cortina. Pude ver, entre el pelo que me cubría la cara, el rostro interrogante de David. Recorrió con la vista el pequeño y desorganizado espacio interior hasta encontrarse conmigo.

  • ¡Aquí hay alguien!

  • ¿Qué? –Era la voz de Daniel.

– Déjame ver.

Entró y me clavó una mirada directa al sexo. Se acercó. Luego sonrió.

  • Creo que es el ruso.

  • ¿El ruso?

  • Sí, un amigo de Jimi y de Miki. Se ve que es un poco raro pero la come muy bien.

  • ¿Cómo? –intervino el pequeño Samuel- ¡Pero si tiene por lo menos cuarenta años!

  • No digas tonterías. Tiene veinte y tantos.

  • ¿Y por qué está desnudo? –inquirió Rachid, con su vozarrón.

  • ¡Y yo qué sé! Pero tiene un buen aparato. Mirad.

  • Se parece a la polla del profe. –constató Samuel.

  • ¡Serás mongo! Todas las pollas se parecen.

  • Pero ésta se parece mucho. ¿Qué hacemos?

  • No sé, vamos a ver...

Daniel separó las greñas de mi rostro y apareció la cicatriz.

  • ¡Vaya cicatriz!

  • Seguro que es de una pelea.

  • Oye, ¿no será peligroso este tío? Quizá lleve una navaja.

  • ¡Qué va! Registrémosle la ropa.

Miraron en los bolsillos de mi camisa, que estaba tirada en un rincón. No hallaron nada. Palparon mis pantalones. Apareció un tubo de crema.

  • Una medicina –dijo Samuel.

  • Mira que eres inocente –replicó Daniel– Es un tubo de crema lubricante.

  • ¿Para qué? –inquirió David.

  • Para qué será! Para follar sin que duela. Este tío sabe a lo que ha venido.

  • ¿Ha venido a follar?

  • Pues claro.

  • Aquí hay otro tubo, casi vacío –intervino Rachid.

  • Este tío se ha pegado una follada que no veas –sentenció Daniel– Pero ¿con quién?

  • Por eso se ha quedado dormido.

  • Claro. ¿Lo despertamos?

  • No. Esperad.

Yo no podía abrir los ojos sin ser descubierto, ya que mi cara quedaba ahora claramente al alcance de sus miradas. Me los imaginaba observándome, esperando las indicaciones de Daniel. De pronto noté unos dedos en los labios, que me obligaban a abrir la boca. Cedí. Un dedo se introdujo hasta el paladar mientras una mano me abría la mandíbula. Reinaba el silencio. Unas risas lo rompieron. Noté una polla en los labios, la de Daniel, por supuesto, que empujaba para adentro. Su glande, húmedo y radiante, ya estaba sobre mi lengua. Pensé morderlo, para darle una lección, pero mis ansias por comerme esa polla pelirroja pudieron más, y me la fui tragando progresivamente. El chico me estaba follando la boca, y yo me adaptaba a sus movimientos. Empecé a chupar de verdad.

  • Se está despertando.

Daniel me agarró el rostro y me obligó a continuar. Puse cara de extrañado pero no detuve mi succión. Al cabo de unos segundos, hice ademán de hablar, y Daniel apartó su suculento miembro.

  • ¿Miki?

  • Pregunta por Miki.

  • Es verdad, ¿Dónde está Miki?

  • Se habrá cabreado su padre. Ya vendrá.

  • Hola, ruso. Yo soy amigo de Miki. Me llamo Daniel. Miki vendrá más tarde.

  • Daniel, tú buena polla. -Afirmé jocoso. Y continué chupando.

Los demás chicos no sabían cómo reaccionar. Noté que se calentaban, pero no se atrevían a masturbarse ni a acercarse. Daniel disfrutaba de mi felación con los ojos cerrados, agarrándome las mejillas, decidiendo el ritmo hasta que yo comencé a mandar. Con una ventosa intensa lo paré, sin dejar de lamerle la punta con la lengua, buscando sus agujeros y los líquidos que desprenden. Suspiró. Y empujó de nuevo. Pero otra vez lo paré, con una renovada ventosa. Hasta que exclamó:

  • Ruso, ¡cómo chupas! Ya me habían hablado de ti, pero creía que exageraban.

Le respondí con lo que pudiera haber sido una sonrisa, si mis labios no hubieran contenido un inquilino tan preciado. Chupé durante unos minutos más, hasta que de pronto Daniel se volvió hacia Samuel y casi le gritó.

  • ¡Esto es lo que tú tienes que hacerme a mí!

  • ¿Yo? ¡Qué dices! ¡Yo no soy maricón!

  • Yo tampoco. Sólo nos estamos calmando las calenturas. ¿Qué tiene eso de malo?

  • Pero ¿es verdad que tú eres un todo terreno? –preguntó David– ¿Tú has follado con tíos?

  • A mí me van las tías, pero no puedes follar siempre que quieres. Los tíos somos más calientes, siempre estamos dispuestos a una mamada o a una paja.

  • ¿Con quién habrá follado el ruso antes de que llegáramos? –interrumpió Samuel, en un intento de cambiar el tema de la conversación.

  • Ruso, ¿con quién has estado antes? –me preguntó abiertamente Daniel.

Como respuesta me abracé a su polla pelirroja, llevándola de nuevo hacia mi boca.

  • Quiere chupar más. Le ha gustado.

  • Ruso, ¿quién ha estado contigo antes? –repitió la pregunta mientras me mostraba el tubo vacío.

Yo sonreí. Me vino a la memoria el fabuloso polvo con los gemelos.

  • Yo follar.

  • ¿Con quién?

  • Yo follar a Khavi mismo tiempo chupar a Iván. Luego follar a Iván mismo tiempo chupar a Khavi. Mucho gusto. Fotocopia.

  • ¿De qué Ivan habla?

  • De los gemelos.

  • Sí, hombre –interrumpió dudoso David- A los gemelos les chupa la polla y lo rajan.

  • ¿Qué gemelos? –preguntó Samuel.

  • No los conoces.

  • ¿Los gitanos? Sí que los conozco. Están en un reformatorio.

  • Esos no follan con rusos –sentenció Rachid–. Llevan navaja, y la usan a menudo.

Yo jugueteaba con el capullo sabroso de Daniel hasta que se separó y, dándose importancia, adoptó un tono de confidencialidad.

  • Yo sí me lo creo. El otro día llegué yo aquí y estaban Miki y Jimi, y un gemelo le daba por el culo a su hermano.

  • ¡Venga!

  • Es cierto.

  • ¿Quién daba por culo?

  • Creo que Juan follaba a Javi. No me fijé mucho.

  • Yo no los distingo muy bien. Me parecen exactamente iguales.

  • ¡Fotocopia! –intervine.

Todos rieron.

  • Y Miki y Jimi, ¿qué hacían?

  • Miki se estaba pajeando y Jimi se la estaba comiendo al otro gemelo.

  • ¿Lo viste o lo soñaste? –preguntó David.

Daniel se enojó. Agarró al bello David por el pescuezo y apretó.

  • Yo no miento. Yo los vi follar. Y se lo pasaban de puta madre. Juraría que no era la primera vez que se follaban.

  • Y tú, ¿qué hiciste?

  • Pues me puse al lado de Miki a pajearme. Oye, como alguno largue le corto los huevos. Ya sabéis cómo son los gemelos. Yo tengo buen rollo con ellos, pero si se enteran que os he contado esto, me rajan.

  • Luego Khavi y Iván follarme a mí juntos a la vez –continué.

  • ¿Cómo?

  • Polla de Khavi, polla de Iván juntas –lo indiqué con los dedos índice y medio de la mano izquierda– Luego yo siento aquí –y lo ilustré con el círculo que describía mi mano derecha penetrado por los dos dedos de la mano contraria. Se quedaron un rato mudos.

  • ¿Eso es posible? –preguntó al fin Samuel, mirando al pelirrojo.

  • No sé... –contestó dudoso– Yo he visto películas de maricones y son como putas: follan todos con todos sin parar. Tan pronto está uno parando el culo como clavándose dentro de otro. Pero nunca he visto que dos tíos se claven a la vez.

  • ¿Dónde has visto tú películas así? –preguntó Rachid– Mi padre tiene películas de tías. ¿Acaso tu padre es gay?

  • Como repitas eso te mato. Las daban en el canal de televisión de pago. El canal ese que se arruinó y lo cerraron.

  • No me extraña que lo cerraran –aseveró David– ¿Y a ti te gustaba eso?

  • Yo sólo miraba. Para conocer cosas nuevas.

  • ¿Y los tíos que salen se parecen a éste? –preguntó Samuel, señalándome– A mí este tío no me parece maricón.

  • Es que tú confundes gay con afeminado –aleccionó Rachid– La mayoría de homosexuales son muy machos y no se les nota nada. Una parte muy pequeña de los homosexuales gustan mostrarse femeninos.

  • Yo no maricón –me defendí– Yo muy macho.

Aunque la charla de mis alumnos era muy interesante e ilustrativa, me estaba impacientando. No podía olvidar las imágenes de la mañana: la enorme polla de Rachid, el bello cuerpo de David, el suave culito de Samuel, sin despreciar la apetitosa polla del pelirrojo, que por fin había conocido íntimamente.

  • Venga, Samu, chúpamela –suplicó Daniel– Me apetece que me la chupes tú.

  • ¿Tú las has chupado alguna vez? –inquirió Rachid, buscando los ojos del pelirrojo.

  • Yo... sí.

  • ¿Y te gustó?

  • ¿Qué sentiste? –interrumpió Samuel.

  • Es agradable. Es como chupar un caramelo pero muy grande. Pero lo mejor es que la polla está viva. Si está muy dura puedes incluso notar los latidos del corazón.

  • Yo una vez me comí un plátano imaginando que era una polla y me dio asco –afirmó David.

  • Es que un plátano está blando, y una polla está muy dura, y tiene buen gusto...

  • Está bien –cortó Samuel– Te la chuparé, pero primero me la chupas tú.

  • No, tú primero. Por algo eres el pequeño.

El jugueteo continuó entre los dos profetas. Rachid y David, por su parte, dialogaban. Todos me ignoraban. Mi polla parecía un palo de la luz, pero nadie le hacía caso.

  • ¿Y cómo se te ocurrió imaginar que chupabas una polla? –curioseó Rachid.

  • ¿Recuerdas lo que dijo el profe de inglés el año pasado?

  • No. Yo tenía a la Señorita Laura.

  • Es verdad. Bueno, pues en mi grupo representamos diálogos inventados en inglés y a mí me tocó el papel de gay. Todos se rieron de mí y el profe amonestó a la clase. Y luego afirmó que todos somos, en parte, bisexuales.

  • Ya lo he leído, eso.

  • Y que por mucho que nos gusten las mujeres, siempre hay algún hombre que nos pone, con el que estamos dispuestos a tener relaciones sexuales.

  • Eso es verdad –aportó Daniel, desde el otro lado- A mí me van las tías un montón pero Samuel me pone a cien.

  • Yo a lo mejor te la chupo, pero no sueñes con meterme esa polla monstruosa en el culo -respondió el niño.

La conversación continuaba a mi izquierda.

  • Y tú, con un plátano en la boca, ¿te imaginabas que se la chupabas al hombre que te pone?

  • Sí.

  • ¿Y por qué no intentabas comérsela de verdad?

  • Porque es inaccesible.

  • ¿Quién es? A mí puedes decírmelo. Somos amigos, ¿no?

  • Esas cosas no se dicen. Se notan.

Las miradas de David y Rachid se estaban volviendo tiernas. Lo que tenía que pasar pasaría, pero creí que no era el lugar adecuado. La previsible escena de amor entre el moro y el de los ojos plateados prometía ser enloquecedora, pero la sordidez de la cabaña no era el mejor escenario para los actos de amor. Decidí intervenir. Basta de charlas por hoy. Daniel estaba ya desnudo del todo y con la polla enteramente tiesa. Samuel se estaba desnudando. Yo me despojé de mis pantalones y llamé la atención de Rachid y David. Les invité a desnudarse. David me hizo caso, pero Rachid se resistía. Me abalancé sobre él y me amorré al paquete que describía su maravilloso chándal gris azulado. Su miembro enorme me esperaba dentro, duro como una barra de hierro. Aflojé el cordón y pegué un tirón a la prenda. El precioso culo moreno del chico, sus muslos fuertes y musculados, sus huevos enormes y colgantes, su tronco vigoroso y vibrante aparecieron ante mi vista, a escasos centímetros de mi boca. Pensé en comerme enseguida esa polla imponente, pero decidí que comenzaría por los huevos. Los lamí con suavidad. Eran tiernos y estaban muy calientes. Después los ingerí enteros. Me llenaban la boca de sensaciones, jugaba con la lengua para separarlos e identificarlos, tiraba de ellos para buscar su independencia. Rachid jadeaba, pero no decía nada. Sin soltar los testículos mi mano se abrazó a su verga. Me pareció aún más gruesa, muy pegada a la barriga del chico. Cuando me decidí a comerla se me cruzó la mirada de David. Estaba a pocos centímetros, mirando hacia mi cara. Pero no me miraba a mí. Devoraba con los ojos la polla de Rachid antes de comerla de verdad. Se recreaba en su forma y su formato, le tomaba las medidas, la sentía ya en su boca sin darse cuenta que yo iba a quitársela. No tenía derecho a apropiarme de aquél miembro extraterrestre. Era de David. Tenía que ser suyo. Separé mi cara, abracé a David por los hombros y le dije al oído, suficientemente claro como para que el moro pudiera oírme:

  • Este es el mejor plátano del mundo, todo para ti.

David me escuchó, pero no me vio. Sus pupilas estaban clavadas en el glande de su amigo, y de ahí se trasladaban hacia el bello rostro moreno, donde unos ojos negrísimos brillaban para corroborar mi sentencia. La boca de David se esforzó en contener todo el capullo del moreno. Parecía que llevaba toda la vida esperando ese instante, porque lo hizo con seguridad pero con calma, intentando saborear cada milímetro del sexo que penetraba en su garganta. Rachid alargó los brazos y acarició cariñosamente la nuca y el cuello del de ojos plateados, agachándose de vez en cuando para besar sus cabellos. Su polla había ya tocado fondo, aunque casi medio tronco quedaba fuera. Comenzó el vaivén característico acompañado de gemidos contenidos. David tragaba como un profesional. Sus labios pequeños se dilataban para contener el arma mortífera de su amigo, pero todo él emanaba felicidad. Cerraba los ojos cuando la polla entraba en su garganta, y los abría cuando la raíz del miembro se separaba de su cara. Parecía que quería observar diligentemente, para dar crédito a lo que contenía su boca, el pedazo de carne que salía de su interior abundantemente lubricado con saliva. Me tiré en el suelo para acercarme al culo de Rachid. Desde ahí la vista era espléndida: sus nalgas, musculosas y firmes, se abrían delicadamente para ofrecerme un ano tierno y suave. Alargué la lengua y pegué una lamida. Un escalofrío me invadió. Era un culo sabroso, imponente. Pero tampoco me pertenecía. Noté que Rachid se separaba un poco de mi lengua. Sin brusquedades, con la misma cordialidad con que se expresaba siempre. Pensé si atacar la polla de David, que se mostraba amable frente a mí. Su capullo mostraba con orgullo que estaba hecho para disfrutar, que estaba húmedo y lubricado porque un sueño se estaba convirtiendo en realidad.

Me dirigí al otro lado. Pensé que los otros chicos no serían tan sensibles al cariño como los anteriores. Daniel estaba arrodillado y Samu agachado con el glande pelirrojo en los labios. Por lo visto aún no se atrevía a chupar, simplemente medía sus fuerzas con el asta que se enfrentaba a él. Temí que Daniel, siempre brusco y vulgar, rompiera el encanto del momento. Y así fue. De repente pegó un empujón mientras sujetaba la cabeza del pequeño y su polla penetró en gran parte en la boca del niño. Éste mostró un poco de repugnancia al principio, pero en pocos segundos mamaba como si lo hubiera hecho toda la vida. Daniel mandaba y él obedecía ciegamente, pero sabía imprimirle un carácter personal a la chupada, con lametones juguetones cuando el capullo casi aparecía en el exterior. Si no me equivocaba, el único que no era virgen era Daniel, así que me acerqué a su culo para lamerlo. Un ligero vello rojizo adornaba la entrada divina a su caverna. Mi lengua se divertía recorriendo las fibras deliciosas de ese culo, en una mezcla de vanguardia y colonización. El pelirrojo agarró mi polla con una mano mientras con la otra acariciaba el bello rostro del alumno de primero. Decidí alternar en la expedición: le metí dos dedos en el culo para sacarlos inmediatamente y sustituirlos por mi lengua. Repetí la operación cientos de veces, hasta que Daniel gemía de placer estereofónico. Samuel se había declarado un gran mamador, sin duda. De reojo vi cómo la polla de su contendiente entraba cada vez más. Luego eché la vista hacia atrás sin abandonar el culo pelirrojo para contemplar el escenario paralelo. Rachid chupaba la polla de David con la misma ansia que su amigo previamente, y sus cuerpos se arremolinaban para formar un 69. Me volví a concentrar en mi culo pecoso, que se abría cada vez más. Daniel se dejaba lamer, pero pronto levantó con sus fuertes brazos a Samuel y encaró el delicioso culo del más joven con su boca. El pequeño no se reprimía lo más mínimo. Pronto estuvo gritando como un loco el nombre de su amante, pidiéndole más y más profundidad en las lamidas y solicitando una follada que nunca llegaba. Cuando Samuel se impacientaba, Daniel decidió cambiar de tercio. Yo esperaba que se follaría al niño, pero me sorprendió alzándose y clavando su culo de una sola vez en mi polla enhiesta que había trabajado tan bien con la mano. Samu se quedó indeciso, extrañado, pero de un tirón su amigo lo volteó y comenzó a comerle su polla casi infantil. Yo permanecí quieto mientras Daniel bombeaba sin pausa, acelerando el ritmo cada vez más, intentando conjugar el placer de su trasero con el de su boca, tan bien alimentada. La polla de Samuel desaparecía completamente dentro del pelirrojo, y sus huevos golpeaban sistemáticamente su mentón. Rachid y David se comían cariñosamente en silencio, y por ello los únicos sonidos que llenaban el ambiente eran las enculadas de mi polla en el paraíso y los sorbetes encendidos de una boca en celo. Ahora Samuel se había acelerado y clavaba su rabo acaloradamente entre los dientes de su pervertidor, buscando sin duda la corrida que no tardó en llegar entre gritos y gemidos. Daniel guardó toda la leche en su garganta para compartirla en un beso dulce y prolongado con el pequeño, que se acomodó como previendo que el abrazo de las lenguas sería largo y profundo. Así, regado por elixires deliciosos, Daniel se corrió hacia arriba, inundando la cara de Samuel de rica leche. Sus lenguas recorrieron gargantas y mejillas para no dejar rastro del hecho cometido.

A mí me costaba correrme. Sin duda las experiencias anteriores de esa misma tarde habían marcado mi respuesta, a pesar de que la dureza de mi polla no lo delataba. Me indigné por no haber llegado al clímax dentro de Daniel, pensando que ahora que se había corrido se separaría de mí, pero me equivocaba: seguía sentado en mi rabo, prolongando el beso con su amante hasta la saciedad. Pronto volvió a comerse el culito del chico, pero ahora con otras intenciones. Cuando lo tuvo bien lubricado le dio la vuelta y lo obligó a sentarse sobre su polla pelirroja, que se mostraba amenazante. El chico no se resistió en absoluto. Esperó que Daniel dirigiera hábilmente la ruta, gimió un momento justo en el instante del flanqueo de la entrada y se relajó de inmediato para contener todo el miembro del artista. Así se quedó un rato, como aclimatándose a la situación, como ofreciendo todas las comodidades a su invitado. Poco después comenzó el bombeo. El pequeño se incorporaba, casi saltaba para dejarse caer de nuevo sobre el clavo ardiente de Daniel. Yo estaba feliz en mi envoltorio, que ahora empezaba a moverse de una forma refleja, cuando la imaginación acudió en mi ayuda para provocarme un orgasmo indescriptible. Captaba e identificaba el culo que yo follaba como el de Daniel, pero empecé a imaginarme que follaba al pequeño Samuel, cuyo sudor me salpicaba a veces, cuya suavidad palpaban mis manos, cuya fortaleza notaban mis brazos cuando se aferraban a su tórax lejano. Me corrí dentro de Daniel casi simultáneamente con la cascada de semen que inundó mi rostro, procedente del arma aventajada de Samuel. Daniel, que follaba y se follaba como un loco, alcanzó su orgasmo tomando el nombre de Dios en vano, sintiéndose como el relleno de un bocadillo. Cuando hube recuperado el ritmo normal de respiración, me volví a estudiar qué hacía la otra pareja. En teoría yo debía sentirme ya suficientemente satisfecho, pero me había impresionado la polla de Rachid, y ya que no podría catarla deseaba verla en acción. Me imaginaba ya el pequeño trasero de David desgarrándose a las embestidas del semental, pero no fue así. Los dos chicos se besaron apasionadamente y el moreno susurró algo al oído de su amigo. David se mostró sorprendido pero respondió seguidamente a un dulce beso de amante que Rachid le ofreció. Yo estaba encandilado con la escena, reflexionando si es más excitante el sexo desenfrenado de los chicos jóvenes, que responde a impulsos primarios, o ese lenguaje sincero de caricias y besos que conducen al sexo sin prisas entre dos chicos que se quieren. Mientras tanto, Rachid se había colocado a cuatro patas y David se había ubicado tras él. Agarró el tubo de crema empezado –¡mi tubo de crema!- y aplicó un poco en el culo moreno. Y entró. Entró delicadamente, sin dejar de acariciar el lomo vigoroso de su compañero, descubriendo nuevos placeres los dos, llenándose la vida de sentido. El miembro enorme del moro colgaba hasta casi el suelo. Sin dudar, me metí debajo del chico y lo engullí. Me obligaba a abrir mucho la boca, y tenía un sabor exótico, como de flores tropicales, perfumado y enloquecedor. La cavidad bucal la ocupaba casi toda su delicioso glande, así que tuve que abrir mi garganta para dar cobijo a ese visitante anhelado. En este caso no rehuyó mis alabanzas. Succioné un buen rato, a pocos metros de la gloria, notando sus huevos en mi mejilla. Los ojos cerrados para conseguir mejor concentración. Mis manos buscaban su torso y su espalda, y de vez en cuando topaban con las de Daniel, al que imaginaba al borde de la locura. Trasladé una mano a mi verga, que estaba a punto de estallar, pero alguien se me adelantó. Era una mano pequeña, la de Samuel, supongo. No sabía cascar demasiado bien, pero su contacto me enardeció aún más. Pero no se habían acabado las sorpresas. Unas manos fuertes me levantaron las piernas, dejando al descubierto mi culo ansioso. Daniel me clavó sin piedad hasta el fondo, sin consideración de ningún tipo, sin previo aviso. Su brusquedad lo delató. Y comenzó su mete saca apresurado y rudo, no por grosero carente de emociones. Yo no sabía si estaba en este mundo o en el paraíso, si me había muerto –siempre he imaginado así el más allá- o estaba en pleno éxtasis producido por una sustancia alucinógena. La voz infantil de Samuel me retornó un instante a la realidad.

  • ¿Se la chupo?

-¡Chúpasela! Se va a desmayar del placer.

Ahora Daniel ya no me pareció brusco ni inconveniente. Me pareció un tipo genial. Sentía su miembro riquísimo en mis entrañas empujando sin cesar, resoplando a cada acometida. Notaba la lengua y la boca de Samuel recorrer los pliegues de mi polla, cada vez más eficazmente, procurando engullir más cada vez. Percibía la dureza y textura del rabo de Rachid, entregado como yo a recibir por todas partes. Sí, estaba a punto de desmayarme. Tanto placer no podía ser verdad. Debía tratarse de un sueño, de una fantasía de los sentidos, de una pérdida de la razón transitoria. Así, entre la vida y la muerte, me alcanzó una explosión caliente y agridulce. Rachid se había corrido en mi boca. Mientras me tragaba toda su leche, sin dejar ni una gota, saboreaba su glande aún rígido, descubriendo nuevos e insospechados sabores. Con la lengua recogí todos los restos y seguí mamando. No quería abandonar una polla tan sabrosa. Samuel también se estaba extasiando con mi miembro en su boca. Me estaba tributando una mamada entregada y afectuosa, y Daniel notó su dedicación especial.

  • ¿Qué te pasa?

  • Nada –respondió con la boca medio llena– Me imagino que se la chupo al profe.

  • A ti te ha gustado el profe...

  • ¿Y a ti no?

  • Hombre, a mí me gustaría clavarlo hasta el fondo... y decirle: "a ver qué nota me pones".

Y me embistió con más fuerza, realmente hasta el fondo. Al cabo de medio minuto se corrió. Me inundó el interior sin dejar de bombear, abandonándose al orgasmo descontrolado y salvaje, agitándose como un loco. Casi al mismo tiempo Rachid recibió unos empujones suplementarios que se transmitieron a mi garganta. David se vaciaba espasmódicamente, sin olvidar el sentido de su follada:

  • ¡Oh, Rachid, cariño, cómo te quieeeeeeeeeero!

Samuel apartó su garganta de mi polla. Pero noté una humedad sobre ella, sobre mis huevos, sobre mi vientre. La polla pelirroja aún estaba en mi interior. Era el niño, que se estaba corriendo sobre mí. Después recogió su esperma con la lengua y siguió mamando. Sin duda deseaba mi leche. Pero yo estaba exhausto. No me creía capaz de correrme otra vez. Y sin embargo el chico se lo merecía. No podía decepcionarlo. Recapitulé. Una polla grande y morena, dura aún, con gusto a semen, en mi boca. No una polla cualquiera, sino la de Rachid, un chico tierno y educado, de ojos negrísimos e inteligentes, una gran persona. Otra polla gruesa y pelirroja en el culo. Su propietario, un chico transparente y brusco. Un cuerpazo conteniendo a una persona grosera pero leal, maleducada pero sincera. Y una garganta engullendo mi polla loca que me estaba abandonando. La garganta de un niño al que conocía poco, pero que estaba utilizando al ruso para canalizar su deseo de disfrutar del profe. Imposible comprenderlo todo a la vez. Debía darme prisa. Si no me corría pronto los chicos que me penetraban abandonarían su cobijo... y todo sería distinto.

Samuel chupó con más fuerza, con mayor velocidad, con mayor empeño. Quería mi leche y la obtendría a toda costa. Y la imaginación me ayudó. Tan rítmicamente mamaba y tan estrecha quedaba mi polla en su faringe que me imaginé que era su culo. Imaginé que follaba su culito tierno y suave, casi infantil, abrazando ese cuerpo pequeño pero tan bien construido. Y pude, por fin, alcanzar el clímax, sin dejar de lamer el miembro de Rachid, que permanecía firme, abriéndome más para que Daniel se acomodara mejor, acariciando el cuello y la espalda del chico que me estaba devorando. El silenció duró unos minutos. Rachid recuperó su miembro y se tendió a mi lado, abrazado a David. Daniel salió de mi culo y se echó al lado de Samuel. El niño lamió y relamió hasta que mi rabo fue languideciendo. Después se acomodó entre su amante y yo. Me miró a la cara, ligeramente cubierta por unos mechones de la peluca. Se fijó en la cicatriz. No dijo nada. Se volvió hacia el pelirrojo y le besó en los labios. Nadie se atrevía a hablar. Fue el ruso quien rompió el silencio.

  • Vosotros grandes folladores.

  • ¡No te jode! –Era Daniel- ¿Y qué esperabas? Y aún te falta lo mejor. Las dos pollas más grandes, la mía y la de Rachid, en tu culo, y ¡a la vez! Pero eso será otro día, ¿verdad, Rachid?

Rachid no respondió. Unos ojos negros y otros plateados intercambiaban una mirada cargada de dulzura. Daniel se percató.

  • ¡Bah, esos son novios!

  • ¿Y nosotros? –inquirió Samuel.

  • Tú y yo sólo somos amantes, ¿vale? Yo tengo novia y...

  • Vosotros grandes folladores –repetí para reclamar protagonismo. Tú –señalé a David- chico muy dulce, ojos muy raros, muy bonito. Caricias y besos. Gran amor. Tú, -mirando a Rachid- tierno y bueno. Gran polla, gran cuerpo, gran persona. Mucho amor. Tú, -le tocó a Samuel- pequeño pero matón -Rieron– Boca sabrosa, buen mamador. Y tú, -el turno de David- mejor follador del mundo. Muy guapo, raro pelo rojo y polla pelo rojo. Salvaje incontrolado. Yo besos a todos.

Besé a los chicos en el mismo orden. David se entregó sin saber muy bien lo que hacía. Sus labios, delgados pero sabrosos, denotaban inexperiencia. Rachid besó con decisión. Sus labios acaramelados se apretaron a los míos, sin conceder ningún espacio para la lengua. Después se dirigió a David y se entregaron en un morreo impresionante. Samuel se acercó hasta mí. Nada más juntarse los labios noté su lengua buscando correspondencia. La obtuvo. Daniel cortó el morreo. Arrancó al chaval de mi boca. Pero no quiso ser menos. También su lengua se abrazó a la mía, mientras su mano se acercaba a mi rabo, que pareció querer resucitar, y a mi culo.

Y se fueron. Se levantaron, se vistieron en silencio y salieron. David y Rachid, abrazados. Daniel pegando palmadas en el culo de Samu. La voz de éste fue lo último que escuché antes de quedarme adormilado de nuevo:

  • Decid lo que queráis, pero a mí el ruso me recuerda mucho al profe...

socratescolomer@hush.com