La cabaña (2: contada por ella)
¿Qué sucedió cuando nuestra pareja llegó a la cabaña?
Hemos ido más veces a su cabaña y ha sido la primera vez que no hemos podido aguantar el deseo, nuestros encuentros son cada vez más frecuentes y más apasionados. Al llegar a la cabaña volvimos a alegrarnos de llevar comida, porque estaba rodeada de nieve, colocamos las provisiones en la nevera y mientras yo ponía la mesa, él encendió el fuego.
Cenamos una ensalada de frutas, sin dejar de mirarnos. Me pregunté que estaría pensando, recordé como le había conocido en el chat semanas atrás, recordé como me gustó su nick, y como varios días después se atrevió a abrirme un privado, diciéndome que le encantaba leerme, yo le dije que a mí me pasaba lo mismo, aquella noche hablamos de música, me envió un par de canciones, maravillosas.
Al terminar de cenar fui a ponerme guapa, días antes había comprado un camisón muy provocador, cuando me lo puse me di cuenta que era como estar desnuda, sonreí a mi imagen en el espejo pensando como le gustaría. Al salir del aseo le encontré añadiendo más troncos a la chimenea, estaba calentando la sala para mí, sin saber que yo ya estaba tremendamente caliente, le miré de manera lasciva, deseosa por tenerle dentro.
Me tendió su mano y agarrando la mía tiro con suavidad hacia él, para rodear mi cintura con sus brazos, me besó tiernamente, despacito con mucha dulzura, sabiendo que esos besos son los que más me gustan. Sus manos acariciaban mi espalda, mientras mi piel se erizaba con sus caricias, cuando sus manos llegaron donde la espalda pierde su nombre, o sea a mi culo, agarraron con fuerza mis nalgas, apretándome más a él. Esa cercanía me hizo sentir la dureza de su miembro sobre mi vientre. Después sus manos volvieron a mis hombros dejando caer a los lados los finos tirantes del camisón, que resbaló por mi cuerpo hasta aterrizar en el suelo, dejándome desnuda, a su merced.
Él sabe como hacerme enloquecer, es un camino que ha recorrido muchas veces, primero muerde mi cuello con sus labios, succionando, como si quisiera dejarme marcada, después su boca se desliza entre mis pechos hasta llegar a mis pezones, que se ponen durísimos cuando sienten como su lengua juega con ellos, a veces los muerde incluso con los dientes, sin apretar, luego deja de chuparlos y empieza a acariciarlos con los dedos, mientras su boca baja sembrando de besos el camino hasta mi sexo.
Cuando su lengua alcanza mi clítoris comienzan mis prisas, mis ansias por tenerle dentro, y le suplico "dámela ya mi amor" y él siempre responde "todavía no, espera" haciendo que mi dulce agonía sea cada vez más insoportable.
Aquella noche me propuse pagarle con la misma moneda, me juré a mi misma que le haría correrse antes de que se diera cuenta, así que mientras él estaba tumbado chupando mi sexo, yo que también estaba tumbada me deslicé sobre la alfombra de piel y me aferré a su polla, para meterla en mi boca, me encantó ver que su capullo en la punta tenía una gota, me volví loca, mi lengua aleteó revoltosa hasta que no quedó ni rastro de esa gota.
Empecé a chupar despacito, solo la cabeza de su miembro que estaba cada vez más duro, lentamente sacaba su polla de mi boca para volver a engullirla después, cada vez un poco más dentro, y cada vez un poco más fuerte, estaba regalándole la mejor mamada que le había hecho nunca , cuando una sacudida de su pelvis me hizo sentir que él estaba a punto de correrse, y en lugar de seguir chupando saqué su verga , gorda e inmensa de mi boca y la puse entre mis tetas, deslizándola arriba y abajo mientras lamía la punta cada vez que subía, no pudo resistir y se corrió sobre mis pezones.
Acto seguido me miró con devoción, me abrazó y me levantó en brazos tumbándose sobre mí para darme calor con su cuerpo, sus manos dibujaron mil caricias sobre mi piel, sus labios inventaron besos nuevos y nuestra pasión despertó de nuevo.
Volvió a recorrer con lentitud el camino sagrado que baja desde mi cuello hasta mi pecho, mis pezones volvieron a ponerse erectos, su boca continuó descendiendo hasta llegar a mi clítoris, que también estaba erecto, era tanta la fuerza del deseo, eran tan grandes mis ganas de tenerle dentro que mis ojos se nublaron y a punto de echarme a llorar le pedí, le rogué, le supliqué "hazme el amor ahora mismo o me muero", él al escuchar mi voz quebrada dejó de comerme el coñito y me besó los ojos para que no llorara, mientras me clavaba su polla de una sola vez, con fuerza.
Sentirle tan dentro me arrancó un gemido intenso, mi espalda se arqueó sobre el sofá, para que él me la metiese hasta el fondo, nuestros cuerpos empezaron a moverse al ritmo de la música que sonaba "nunca te he hecho el amor al ritmo de Gary Moore, cariño" me dijo mirándome a los ojos mientras su miembro se hundía más y más dentro, yo con la voz casi ahogada por el deseo, le dije sin apartar mis ojos de los suyos "ahora si, mi vida" me besó con pasión, nuestras lenguas se enredaron, mis piernas se anudaron en su espalda, su verga entraba y salía, deslizándose, entraba y salía, despacio, y con cada embestida volvía a enterrarse en mi coño con más fuerza.
Mi orgasmo no se hizo esperar, estaba al borde del éxtasis cuando sentí como su miembro duro disparaba un enorme chorro de esperma caliente dentro de mi sexo, le sentí latir mientras los dos gemíamos sudorosos, presas del placer que acabábamos de alcanzar. Nos quedamos abrazados, fundidos en un solo cuerpo, sin separarnos, él volvió a besar mis labios con suavidad y ternura, sabiendo que al día siguiente volveríamos a poseernos hasta caer rendidos, y con ese pensamiento en la mente, casi sin darnos cuenta nos quedamos dormidos.