La cabaña (2: contada por él)

¿Qué sucedió cuando nuestra pareja llegó a la cabaña?

Una vez acomodados, preparamos nuestra cena, cena muy frugal a base de frutas. Las miradas furtivas, los besos robados encendían un clímax de deseo continuado.

Ella fue al baño, quería estar deliciosa para mi, sorprenderme si cabe aún más. Mis pensamientos volaban mientras colocaba leños en la chimenea. Apoyándome en el sofá iba recordando como la conocí, hace días en una sala distendida, ella hablaba de tal manera que ya así, desprendía sensualidad, una leve sonrisa cruzo mis labios pensando en esos momentos. Ni se como fui capaz de abrirla un privado y decirle lo hermosa que me parecía. Me aseguró esperaba mi privado, parece que también le cause sensaciones encontradas.

Apareció por la puerta, la sorpresa fue agradablemente enorme. Su camisón semi trasparente mostraba toda su voluptuosidad, su aroma desprendía sensualidad por todos los poros de su piel. Miraba con esos ojos llenos de deseo, mi entrepierna empezó a despertar.

La cogi de la mano y la atraje hacia mi, rodeándola por la cintura posé mis labios en los suyos, deliciosos, húmedos, deseosos. Recorría su espalda con mis dedos bajando a sus piernas, presionadola con mi sexo. Deseaba hacerle el amor rápidamente. El deseo me jugaba una mala pasada, las caricias se hicieron más intensas, el deseo superaba mis límites de autocontrol. Sin poder aguantar mas tiempo, roce su cuello con mis labios presionándolo ligeramente, bajando suavemente hasta encontrar sus senos, agitados por el deseo, entreveía su deseo, sus ganas de que todo fuese rápido. Ella necesitaba esas caricias, esos leves espasmos me invitaban a seguir con la fuerza.

Mi boca siguió su camino hasta sus muslos, recreándose en sus sabrosas piernas, subiendo a su sexo para encontrarlo calido, palpitante. Mi lengua subía y bajaba sobre sus labios vaginales, entraba buscando su humedad, salía para que sintiese la necesidad de mis caricias. Mis dedos movían levemente su sexo para con mi lengua volver a entrar, Ahora con más intensidad, subiendo, rozando con ella su clítoris que endureció al momento. Creando unos temblores en su cuerpo y unos deseos en el mío que presagiaban no poder volver atrás.

La presión sobre su clítoris hizo que estallara en un orgasmo especial. Sus fluidos se colaron en mis labios, mi erección era descomunal. Ella rodeo mi pene acercándolo a su boca. Lentamente lo saboreó, rodeándolo con sus labios. La legua se posaba en círculos sobre la punta, mis temblores anunciaban mi orgasmo en puertas. Noté como lo sacaba de su boca y lo protegía con sus senos. Solo al contacto el pene endureció de tal manera que las primeras gotas de semen manaban despacio sobre su piel. Su boca llego de nuevo hasta la punta para acariciarla, su lengua presionaba en círculos sobre ella, con un gemido, todo mi placer se desprendió de golpe, ahora si, mi semen salio disparado sobre su piel. Imposible pararlo.

Imposible contener mi placer por mas tiempo. Ella seguía con su lengua sobre el, rodeándolo, acariciándolo, esperando mi pene volviese a su estado natural. Mientras mis manos buscaron su cuerpo acariciándolo besándola, susurrando su nombre, sintiendo su calor.

Lentamente recogí su cuerpo sobre el sofá, suavemente y a la vez que acariciaba su cuerpo, mis labios buscaron los suyos. Se mezclaron nuestras lenguas ansiosas intentando arrancarse mutuamente el placer que continuaba existiendo y perdurando. Su piel temblaba bajo mis caricias. Las manos fueron bajando a sus senos, los labios buscaron sus pezones rodeándolos, presionándolos con la lengua. Sintiéndoles endurecer a cada caricia. La lengua siguió su camino bajando por su piel, buscando su entrepierna; descubriendo su sexo para pegarse a el. La descarga de deseo fue indescriptible al posarme sobre su vagina. Mi lengua entró sin dificultad la humedad que producía si deseo hizo que entrase fácilmente.

Deseaba poseerla, mi excitación no quería esperar más, miré a sus ojos mientras mi cuerpo se acercaba. Mi pene se aproximó a su vagina mientras notaba su respuesta en sus ojos, poséeme ahora, jugando a la entrada, rozando su vagina entré de una vez, movimientos cadenciosos, acompasados. Los cuerpos moviéndose a la vez buscaban culminar lo que esperábamos durante esta larga semana. El éxtasis llegó al unísono, los dos explotamos de placer a la vez. Sus piernas rodearon mi cintura presionándome para que mi pene llegase a lo más profundo de su vagina. Mi semen salía con fuerza llenándola de placer. Cuerpos sudorosos, temblorosos descubrían como todos los deseos acumulados se cumplían lentamente.

Sin desear despegarme seguí besando sus labios ahora livianamente mientras mi mano acariciaba su espalda, subiendo a su nuca. Prometiéndonos seguir con nuestro amor clandestino. Tapándonos quedamos dormidos sin separarnos pensando que mañana tendríamos que esperar otra semana para volver a sentir ese irrefrenable deseo que nos quemaba y nos animaba a continuar.